Sánchez y su puesta en escena como «héroe anti-armamentista»

La cumbre de la OTAN, celebrada en La Haya, finalizó con el compromiso de los aliados del 5% de gasto en defensa para 2035. En el encuentro, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, mostró su rechazo a que el Estado español alcanzara ese porcentaje del PIB en Seguridad y Defensa y planteó que España no destinaría más del 2,1% a Defensa, a pesar del texto del acuerdo alcanzado entre los 32 miembros de la OTAN.
Por Antonio Rodríguez (Corriente Roja – Estado Español)
En la rueda de prensa posterior a la reunión de la Alianza Atlántica, Trump calificó de «terrible» la posición del presidente del Gobierno español, para a renglón seguido lanzarle una amenaza velada: «La economía está muy bien. Y esa economía podría saltar por los aires si algo malo pasara», dijo Trump. Además amenazó también con «pagar el doble» en aranceles: «Van por libre y no voy a permitir que eso ocurra».
Sin embargo, la fantasía de Sánchez y su puesta en escena como héroe anti-armamentista duró apenas 24 horas, ya que el secretario de la Alianza Atlántica, Mark Rutte, contestó inmediatamente para corregir lo dicho por Sánchez: “No hay “excepción” que permita a España no cumplir con lo establecido por todos con el gasto militar del 3,5% y finalmente con el 5%”.
A pesar de ello gran parte de la prensa española se volcó inmediatamente con la noticia del enfrentamiento Sánchez-Trump, sin entrar una vez más en lo verdaderamente importante: ¿Qué hay de verdad en la negativa de Sánchez a incrementar en el 5% el gasto militar? Y para ello no hay mejor manera de evaluar esta cuestión que leer detenidamente la propia Declaración de la Haya, emitida por los Jefes de Estado y Gobierno de la OTAN que participaron en la Cumbre del 25 de junio:
“Reafirmamos nuestro férreo compromiso con la defensa colectiva, consagrado en el Artículo 5 del Tratado de Washington: un ataque contra uno es un ataque contra todos.”
“Unidos ante las profundas amenazas y desafíos a la seguridad, en particular la amenaza a largo plazo que Rusia representa para la seguridad euroatlántica y la persistente amenaza del terrorismo, los aliados se comprometen a invertir el 5% de su PIB anualmente en necesidades básicas de defensa, así como en gastos relacionados con la defensa y la seguridad, para 2035.”
“Los aliados acuerdan que este compromiso del 5% comprenderá dos categorías esenciales de inversión en defensa. Los aliados asignarán al menos el 3,5% del PIB anual, basándose en la definición acordada de gasto de defensa de la OTAN para 2035, a las necesidades básicas de defensa y al cumplimiento de los Objetivos de Capacidad de la OTAN. Los aliados acuerdan presentar planes anuales que muestren una trayectoria creíble y progresiva para alcanzar este objetivo. (…) La trayectoria y el equilibrio del gasto en virtud de este plan se revisarán en 2029, a la luz del entorno estratégico y los Objetivos de Capacidad actualizados”. En dicho documento no aparecen excepciones algunas y por lo tanto se entiende que el Estado español queda totalmente vinculado a los acuerdos generales.
Asistimos por tanto a una nueva y burda maniobra de Pedro Sánchez con un recorrido muy corto ya que la propia declaración refleja fielmente su compromiso en cumplir con los objetivos de capacidad impuestos por la OTAN (defensa anti-misiles y contra drones, ciberseguridad, etc.).
El gesto de autonomía del gobierno socialista, que tanto ha entusiasmado a ciertos sectores y una parte de la prensa afín al PSOE, debe ser medido y evaluado de manera mucho más rigurosa a como se ha hecho. Precisamente lo que Sánchez anunció en la rueda de prensa posterior, fue su fiel compromiso a la OTAN, que hoy supone 10.000 millones más en gasto en armas al año.
El presidente del gobierno español ya nos tiene acostumbrad@s a declaraciones rimbombantes, pero lo que sigue siendo un dato objetivo es que sigue sin implementar el bloqueo de armas a Israel. Por eso, antes de aplaudir, y dejarnos impresionar con golpes de efecto, es muy importante estar atent@s en los próximos meses.
La llamada “defensa” no es lo que su nombre expresa, sino uno de los negocios más lucrativos de nuestra era, que sirve para enriquecer sin límite a una industria armamentística cada vez más poderosa e influyente, que, en su mayor parte, está controlada por grandes fondos de inversión, sobre todo estadounidenses. El negocio beneficia a los más poderosos que hoy articulan el complejo militar industrial. En ese marco debe entenderse el chantaje feudal y grosero de Donald Trump para que países de la OTAN sigan nutriendo a la industria y finanzas estadounidenses.
Haciendo uso del miedo se nos trata de convencer de que no solo hay que normalizar, sino también aceptar, un gasto militar del 2,1% del PIB si queremos garantizar una mayor seguridad, cuando está más que demostrado que no existe una relación directa entre más rearme y más seguridad. Sin embargo, hay que decir que el Estado español lleva años por encima del 2% del PIB destinado al gasto militar. Así lo han confirmado diferentes organismos independientes. Según el Grup Antimilitarista Tortuga lo que está ocurriendo es que el gasto militar español está hábilmente disfrazado en más de cincuenta partidas y programas fuera del gasto del Ministerio de Defensa. El Tribunal de Cuentas también se ha pronunciado (a pesar de existir una sentencia del Tribunal Constitucional que lo prohíbe), para denunciar que los diferentes gobiernos han incrementado el gasto militar presupuestado acudiendo a créditos extraordinarios y abusando del fondo de contingencia.
El aumento del gasto militar traerá nuevos recortes sociales y atentará contra un Estado del Bienestar cada vez más golpeado, y es partiendo de esta premisa que la clase obrera tiene que apuntar más lejos y denunciar que la permanencia en la OTAN, a la que el gobierno de Felipe González nos condenó en el referéndum de 1986, sólo obedece a los intereses del imperialismo estadounidense y europeo y a participar en la carrera armamentista global. Pero no sólo eso, continuar en la OTAN implica que el Estado español siga apoyando el genocidio del pueblo palestino, la permanente agresión israelí contra todos los países de su entorno, y el intervencionismo militar estadounidense a lo largo del mundo.
Para enfrentar la amenaza militarista y belicista que hoy nos acecha es urgente levantar un programa que organice un gran movimiento contra el rearme imperialista, el capitalismo, el imperialismo, el genocidio sionista y contra todos los gobiernos que hoy aprueban esta estrategia de destrucción, empobrecimiento y racismo. Un movimiento donde el protagonismo lo tenga la clase obrera, la juventud, y los movimientos sociales.