Relato de viaje sobre la Siria pos-Assad

Por Fabio Bosco
El día 21 comencé un viaje de seis días por Siria, por invitación de Monif, un ex dirigente trotskista del Partido Obrero Comunista (POC). El POC fue duramente reprimido por la dictadura y él mismo pasó 16 años en prisión, ocho de ellos en la infame prisión de Sednaya.
En la frontera con el Líbano, la entrada se permitía previa presentación de una invitación. Sólo no se permite la entrada a personas con pasaporte israelí o iraní.
Nada más entrar en Damasco se pueden ver los signos de pobreza a que está sometida toda la población. En las calles se venden galones de gasolina de 5 litros a 10 dólares para abastecer vehículos y calentar viviendas, ya que la electricidad no está disponible las 24 horas del día (en el barrio donde estaba sólo estaba disponible 2 horas al día).
Desde la caída de la dictadura el 8 de diciembre, el precio de los alimentos, con excepción del pan, ha bajado porque los agricultores pueden llevar sus productos a las ciudades sin tener que pagar peajes en cada puesto de control que encuentran en el camino.
Además, la escasez se ha reducido debido a las importaciones procedentes de Turquía, y la lira siria se ha apreciado frente al dólar, vendiéndose a 11.000 por dólar.
La Ciudad Vieja
Al día siguiente fui a explorar la hermosa ciudad vieja de Damasco, con sus animados mercados alrededor de la famosa mezquita Omeya.
Este complejo religioso es, en sí mismo, un homenaje a la tolerancia religiosa. Allí se encuentran los restos de San Juan Bautista y también del general kurdo Saladino que gobernó Egipto y Siria y luchó para expulsar a los cruzados.
Hay una efervescencia política entre la población. Todo el mundo discute cada paso del gobierno de transición.
Tuve una conversación con un grupo de personas que, al saber que yo era del Brasil, inmediatamente me preguntaron sobre la posición de Lula frente al genocidio en Palestina. Es interesante ver que lo que aparece fuera del Brasil es esta posición y no la posición del gobierno brasileño contra las acciones de la Resistencia armada en Palestina y Yemen.
El debate del día giró en torno a la operación peine-fino en la provincia de Homs, en la que hubo informes de abusos contra la población y en la que fueron asesinados 14 militares del antiguo régimen, varios de ellos de alto rango. Las opiniones estaban divididas. Algunos pensaban que era una acción correcta contra el antiguo régimen y otros creían que se podían hacer las cosas de manera que se preservaran los derechos individuales.
Pregunté sobre los drusos y alguien de Sweida me dijo que recientemente ha habido un consenso entre la población, los grupos armados de la ciudad y los jeques en torno a una Siria unida y democrática. Otra persona bromeó diciendo que los drusos se habían convertido en trotskistas porque para ellos la revolución es permanente.
Ese mismo día, asistí a una reunión convocada por el sindicato de abogados en la antigua sede del partido de Assad, que los habitantes han transformado en el Foro Social de Jaramana, en los suburbios de Damasco. El debate giró en torno a la defensa de las libertades democráticas y de una constitución. Participaron 150 personas.
En ese mismo lugar asistí a otra reunión con 150 personas por los derechos de las mujeres y su expansión para toda Siria. Había un clima de gran optimismo.
El viernes 24 participé de una manifestación por los desaparecidos políticos en Marjeh, en el centro de la ciudad, con 250 personas, muchas de ellas con fotos de familiares y amigos desaparecidos en el sistema penitenciario. Se estima que desaparecieron 200.000 personas. Para este acto hubo al menos una caravana con 40 personas que llegó en autobús.
Luego, tres amigos palestinos, Walid, Motassem y Mustafa, me llevaron a visitar el campo de refugiados palestinos de Yarmouk, el más grande fuera de Palestina.
El campamento fue devastado por los bombardeos aéreos llevados a cabo por el dictador Assad. Pasamos por delante de dos hospitales que están en el suelo, destruidos, y también mezquitas, una de las cuales fue donde se produjo la primera gran masacre cuando el dictador Assad bombardeó la Mezquita un viernes cuando el movimiento de personas es mucho mayor.
Ellos contaron que los primeros combates fueron entre las fuerzas de la dictadura contra los jóvenes palestinos dentro del campamento, donde luego entraron organizaciones salafistas.
Caminando por el campo, uno de ellos tomó una foto de un grafiti en la pared y me explicó que era un homenaje a un amigo, un disidente del FPLP, que fue secuestrado y ejecutado por la “rama palestina” (una de los 18 servicios de represión de la dictadura) por apoyar la revolución.
Explicaron que este bombardeo generalizado no se debió sólo a razones militares, sino principalmente a que Assad, mirando hacia el futuro, decidió expulsar a toda la población palestina para dejar espacio para que el barrio fuese habitado por las familias de los milicianos que venían de otros países que lo apoyarán.
También me dijeron que a principios de enero organizaron una protesta frente a la sede de la Autoridad Palestina en Damasco contra la represión en Jenin.
Luego, el 15 de enero, cuando se anunció el alto el fuego en Gaza, hubo manifestaciones de solidaridad con los palestinos en todo el país. Assad nunca permitió ninguna manifestación. Otro punto importante fue la liberación de unos 700 prisioneros palestinos que aún estaban vivos en las cárceles de la dictadura, incluidos 67 miembros de Hamás.
También es importante recordar que Siria tiene parte de su territorio ocupado por el Estado de Israel desde 1967. Durante 50 años, Assad no ha permitido que nadie arroje ni una piedra a los soldados israelíes que ocupan territorio sirio. Hoy no es posible saber si el gobierno de transición actuará contra la ocupación israelí y en solidaridad con el pueblo palestino más allá de las protestas diplomáticas.
Lo que es seguro es que la población siria ama a Palestina y, de una manera u otra, esta solidaridad llegará al pueblo palestino.
Al día siguiente fui a visitar la prisión más famosa del país, Sednaya, junto con los activistas Lujane, Motaz y Fares de Deraa. La prisión contaba con un edificio para disidentes, que llegó a tener 15.000 presos hasta 2018, cuando comenzaron a realizarse semanalmente entre 30 y 40 ejecuciones de diversas formas: militares por fusilamiento y el resto por envenenamiento o asfixia, colocados en una cruz, al igual que Jesucristo. Varios cuerpos fueron disueltos en ácido y nunca más serán encontrados.
Plaza Omeyas
Luego fuimos a la Plaza Omeyas, centro de las celebraciones por la caída de la dictadura.
El domingo regresé al Líbano pasando por la frontera sin ninguna complicación.
El futuro está en manos de la clase trabajadora.
La población siria está muy feliz con la caída de la dictadura y tiene muchas esperanzas.
Pero hay varios obstáculos para alcanzar los objetivos de la revolución: libertad, pan y justicia social.
Lo principal es el propio gobierno de transición. Este gobierno quiere reconstruir una economía capitalista integrada a los mercados mundiales. Y para ello, se acercó a todos los países imperialistas: Estados Unidos, los europeos, Rusia y China, así como a las potencias regionales, principalmente Turquía y Arabia Saudita. Sin embargo, esta política será un obstáculo para garantizar una mejora en la calidad de vida de la población.
El gobierno de transición también quiere reconstruir el Estado burgués, especialmente las fuerzas armadas que fueron destruidas por la revolución, y también un régimen bonapartista, es decir, un régimen que gobierna con el apoyo del ejército. Además, quieren redactar la Constitución sin participación popular y convocar a elecciones en cuatro años.
Estas medidas amenazan las libertades y los derechos democráticos de la población de decidir sobre futuro del país.
Otra amenaza son las fuerzas militares extranjeras presentes en el país. El ejército israelí ocupa un área en el sur y está presionando para dividir a Siria en tres estados. Estados Unidos tiene una importante base en el sur y unos 2.000 soldados en el noreste, donde trabajan junto a las milicias kurdas del SDF lideradas por el partido PYD y, finalmente, las tropas turcas ocupan franjas de la frontera y trabajan junto con una milicia llamada Ejército Nacional, cuyo principal objetivo es impedir el derecho de la población kurda a cualquier forma de autonomía o autodeterminación.
La única manera de garantizar los ideales de la revolución es la autoorganización de la clase trabajadora, la juventud y el pueblo pobre para luchar por las libertades democráticas, los derechos sociales y el poder.
Es muy importante tener un partido revolucionario basado en la clase trabajadora, con una perspectiva socialista.
Este objetivo se enfrenta a una dificultad, que fue la traición de la mayoría de la izquierda mundial que no apoyó la revolución siria: apoyó a Assad o se mantuvo al margen.
El partido de la dictadura también se presentó como socialista durante todo un período, y los principales partidos comunistas del país fueron parte del gobierno de la dictadura durante 50 años, y por lo tanto están completamente desacreditados frente a la población.
Estas dificultades no deben impedir que la clase obrera y la juventud construyan un partido que lidere su proceso de autoorganización, sus luchas y un futuro socialista para Siria.
Traducción: Natalia Estrada.