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8M 2019

¿Quién tiene que salir a huelga el 8M, por qué y cómo?

marzo 7, 2019

Muchas plataformas feministas del movimiento del 8M están llamando a un “paro de mujeres,” es decir a que participen todas las mujeres en un gran paro o huelga de todas las formas de trabajo que ejercen las mujeres para el 8 de marzo.

Por Florence Oppen

La huelga ha sido un instrumento de lucha de las mujeres trabajadoras desde el inicio de las movilizaciones del 8 de marzo a final del siglo 19 y a principios del siglo 20, porque con la huelga las mujeres lograron dos cosas: primero mostrar que eran una parte esencial de la clase trabajadora, y que si paraban ellas, no se podía seguir produciendo igual, y segundo, usar la huelga para lograr sus reclamos, o más bien arrancarlos al estado y a la patronal.

Hay un amplio acuerdo sobre la necesidad y legitimidad de esta huelga o paro, que tienen un carácter político muy marcado: contra la violencia a la mujer, contra la explotación, la discriminación y toda forma de opresión, y por derechos reproductivos plenos e igualdad salarial. Pero hay un debate importante sobre quien y como se debe de parar. ¿Quién tiene que salir a huelga el 8 M, por qué y cómo ?

Vamos a contestar a estas preguntas desde nuestra perspectiva socialista y revolucionaria, ya que consideramos que las movilizaciones del 8 de marzo constituyen una de las expresiones más avanzadas de las lucha de clases actual, donde las mujeres son vanguardia indiscutible, y están permitiendo nuevas oportunidades políticas para la unidad de acción entre distintos sectores, para la unificación de las luchas, y sobretodo, están poniendo sobre la mesa reivindicaciones y tareas clave de la clase trabajadora. Si logramos avanzar en resolverlas, seremos imparables.

El Paro de mujeres, el paro por las mujeres y la huelga general

Los paros masivos de mujeres que vimos el año pasado le dieron un contenido nuevo a la táctica de la huelga general, pues por la primera vez pararon las que nunca paran en los paros generales: las mujeres trabajadoras y de los sectores populares y pobres. Esto fue un avance porque para las mujeres que están sindicalizadas suelen tener más dificultades para salir a huelga que los hombres, y las burocracias sindicales, que a menudo no ven ni valoran su trabajo, no luchan por su igualdad, no se preocupan de los obstáculos materiales que tiene que superar para hacer huelga; pero también porque a muchas mujeres de la clase trabajadora y los sectores populares, como muchas mujeres inmigrantes que viven del trabajo informal, no las representan los sindicatos. El paro de mujeres ha logrado organizar por abajo un sector clave de la clase trabajadora que estaba dividido y desmovilizado, su sector femenino, y eso es una victoria.

Las mujeres lograron parar y salir masivamente a la calle porque dejaron de cumplir sus tareas reproductivas, además de no acudir al trabajo asalariado para las que lo tienen. Verónica Gago habla con razón de una suerte de “revancha histórica”, ya que el Paro de Mujeres logró mostrar que “no hay producción sin reproducción”, y que hasta ahora hemos hablado de huelgas generales donde “lo ‘general’ era sinónimo de una parcialidad dominante: trabajo asalariado, masculino, sindicalizado, que excluía sistemáticamente el trabajo no reconocido por el salario.”

Pero el Paro de Mujeres no puede seguir siendo un Paro de Mujeres, es decir que sólo llame a las mujeres a luchar. El carácter feminista de la lucha tiene que transitar o abandonar la centralidad del sujeto social que son las mujeres, para transitar hacia su contenido y estrategia efectiva: un Paro general por las Mujeres como lo plantean las compañeras argentinas del PSTU. Porque un paro feminista que sólo llame a las mujeres a luchar contra la opresión y la explotación también es un paro parcial, y para algunas, poco feminista.

Nosotras, que seguimos participando en la organización del 8 de marzo, llamamos claro está a que todas las mujeres paren, y hagan huelga, pero aún más, llamamos a una huelga general, total, por las mujeres. Queremos que paren todos, todas y todes, sin importar el género pero con el género en la punta de mira: basta ya de violencia y ninguneo hacia las mujeres, basta ya de leyes que impiden ejercer libremente nuestros derechos reproductivos y nuestra sexualidad, basta de desigualdad salarial y de pobreza, basta de opresión y explotación que sufrimos tantos millones de mujeres trabajadoras.

Para que se celebre realmente un paro por la mujeres, es necesario que los paros los tomen también y con fuerza todas las centrales sindicales, de no ser así se dificultará mucho incluso el paro de las mujeres, ni hablar de los demás sectores.

Por eso desde la LIT-CI decimos:

Nosotras seremos la cabeza de la lucha, les contaremos qué necesitamos, cuáles son nuestras demandas más urgentes y decidiremos cómo llenar las calles ese día, pero no queremos que las fábricas, escuelas, comercios y empresas ese día trabajen sin nosotras, sino que queremos ¡que estén paralizadas!”

La huelga general no es del todo general si las mujeres no paran, y el paro por las mujeres no será un paro general ni victorioso si los hombres de la clase trabajadora no se suman. Por la mujeres trabajadoras y contra la opresión, paremos todes.

La tarea política que se plantea con el paro de cuidados

Una de las banderas de esta nueva forma de huelga, la huelga feminista o realmente general, es que incluye el paro no sólo el trabajo asalariado, sino todas las formas de trabajo que realizan las mujeres. Es decir que incluye también el trabajo doméstico o reproductivo, y por eso se llama a un “paro de cuidados”.

¿Porqué realizar un paro de cuidados? Algunas feministas argumentan que es importante “visibilizar” el trabajo reproductivo de las mujeres, esa forma de trabajo gratuito, o de esclavitud doméstica, sin la que la reproducción social de la clase trabajadora sería imposible, una trabajo muy necesario para el funcionamiento del capitalismo, pero que el capitalismo mismo no valora y del que no extrae plusvalía.

A nosotras nos parece que visibilizar una forma injusta de explotación es necesario pero muy limitado, visibilizar sin cuestionar, es una forma de legitimar una división social del trabajo que el capitalismo ha instalado en nuestra sociedad, separando la fábrica y el hogar. Como dicen las compañeras de Corriente Roja, no podemos “limitarnos a proclamar huelga de cuidados un día para lograr “un mayor reconocimiento social del trabajo doméstico y de cuidados” o “una mayor distribución y responsabilidad social” del mismo.”

Hacer eso confunde la raíz del problema y es totalmente insuficiente. No sólo queremos que se vea y valore un día al año los millones de horas de trabajo gratis que hacemos las mujeres. Eso implica dejar intactas las estructuras de poder político y el sistema económico en el que vivimos, y el 8 de marzo es precisamente el día que más tenemos que cuestionarlas.

El capitalismo no puede resolver el problema del trabajo reproductivo no pago de las mujeres en su conjunto, porque necesita de ese trabajo invisible para sustentarse. Sólo puede socializar el trabajo explotado no pago de manera parcial, transformándolo en trabajo sobre-explotado mal pago, como ocurre con los restaurantes de comida rápida, las mujeres de la limpieza o las canguros que cuidan a los niños. La única solución dentro del capitalismo para descargar a un sector de las mujeres trabajadoras del peso de ese trabajo esclavo, es a través de la contratación individual o colectiva de mujeres inmigrantes que ganan mucho menos para suplir esos servicios. En suma, ¿qué propone el capitalismo como forma de “reconocimiento” y mejor “distribución” del trabajo no pago que hacen las mujeres? La opción implícita en el sistema es más explotación y más opresión: que las mujeres asalariadas blancas de las capas medias sobre-exploten a las mujeres (y a veces hombres inmigrantes), indígenas o negras para limpiar, cuidar, cocinar, lavar, reparar etc.

Solo una sociedad socialista, que reorganice de nuevo todas las formas de trabajo, el trabajo productivo y el reproductivo, con un criterio justo y de igualdad entre los géneros, con un método de democracia obrera, y con el único objetivo de satisfacer nuestras necesidades individuales y colectivas (y no de generar beneficio) podrá erradicar el trabajo esclavo doméstico. Para eso, tenemos que organizar nuestra clase para que tome el poder con esa perspectiva en mente.

Por eso tenemos que encarar esa lucha desde hoy. Necesitamos levantar reivindicaciones políticas y económicas concretas que respondan a la necesidad de acabar con la base material de la opresión de las mujeres, que es el trabajo reproductivo no pago. Necesitamos guarderías, restaurantes públicos, un sistema de salud y residencias de personas mayores públicos, gratuitos, de calidad y para todos. Necesitamos permisos iguales de paternidad y maternidad y un reparto de tareas igualitario dentro de nuestra clase. No sólo hay que visibilizar, hay que politizar y transformar nuestra lucha para lograr una sociedad realmente justa, y libre de cualquier forma de opresión y explotación.

¿Cómo hacer posible el paro de cuidados el 8 de marzo… y siempre?

Pero la consigna del paro de cuidados levanta otra tarea de gran importancia, y es la organización material de dicho paro para que las mujeres puedan parar. Precisamente porque se trata de un trabajo que en la sociedad no cuenta como tal, no basta con declarar el paro de cuidados, hay que organizarlo por la base.

Muchas de las tareas de cuidados o de trabajo reproductivo que hacen las mujeres pueden dejar de hacerse por un día, otras no. Y entonces, ¿cómo logramos que las mujeres paren? Tenemos que organizar dentro de nuestra clase una socialización de las tareas que permita la participación de las mujeres. No sólo tienen que llamar a paro todas las centrales sindicales y tienen que parar los trabajadores hombres, sino que ellos se tienen que involucrar activamente, de manera consciente y colectiva, en hacer posible el paro efectivo de las mujeres.

Porque si en la vida cotidiana la inmensa mayoría de las mujeres tiene hoy dos trabajos (el trabajo pago y el no pago-reproductivo), el dia de la huelga general real y efectiva, para que paren las mujeres, hay que organizar una suerte de servicios mínimos de las tareas reproductivas, y tiene sentido que esos días de movilización estas tareas las tomen los hombres de la clase trabajadora como una tarea política, de lucha, y que ahí sí, la tornen visible.

Durante el 8M por lo tanto, los hombres deberían organizarse para apoyar el paro y encargarse del cuidado de los hijos y miembros mayores y enfermos de nuestras familias, de cocinar y lavar, y demás tareas necesarias. Pero de hecho eso no debería de ocurrir sólo el 8 de marzo, debería ocurrir en cada conflicto social, sindical y popular, debería ser un reflejo organizativo de nuestra propia clase: el reorganizar por las base las tareas para lograr una participación igual de hombres y mujeres en cualquier movimiento social.

Como socialistas pensamos que tenemos que lograr que todas las organizaciones de nuestra clase, empezando por los sindicatos, pero siguiendo con las asociaciones barriales, populares, se doten de comisiones de mujeres que propongan mecanismos permanentes para aumentar y asegurar la participación de las mujeres trabajadoras: servicio de guarderías, turnos de cuidados, cocinas populares, división de tareas domésticas etc. No vamos a poder lograr una socialización igualitaria y total de todas las tareas domésticas mientras vivamos en una sociedad capitalista, pero eso no justifica no hacer avances concretos que aumenten la politización de nuestra clase en su conjuntos, y la participación activa de su sector más oprimido y explotado: las mujeres trabajadoras y pobres.

 

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