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Prensa burguesa versus prensa obrera

octubre 9, 2011
Por detrás del discurso de la imparcialidad, la llamada gran empresa esconde su verdadero carácter de clase.
 

“Debería recordarse siempre, siempre, siempre, que el periódico burgués es un instrumento de lucha movido por ideas e intereses (…). Todo lo que se publica está permanentemente influenciado por una idea: servir a la clase dominante, lo que se traduce sin duda en un hecho: combatir a la clase trabajadora.

Es preciso decir y repetir que la moneda lanzada distraídamente a la mano del vendedor de periódicos es un proyectil ofrecido al diario burgués que lo lanzará después, en el momento oportuno, contra la masa obrera.” (Antonio Gramsci, El periódico y los Obreros)

Jornal Nacional [principal telenoticiario de la Red Globo de Televisión, de Brasil], 2 de junio. Tras el inicio, la noticia de la huelga de los trenes de la región metropolitana de São Paulo. En el reportaje, el drama de millares de personas que se tuvieron que ir a pie, que no pudieron ir al trabajo, o que fueron obligadas a enfrentar metros y autobuses abarrotados. La noticia termina con un suspiro y una mirada acusadora de Fátima Bernardes (áncora del telenoticiario).

A continuación, escenas de la represión policial (o “confrontación”) a una protesta de estudiantes contra el aumento del billete de autobús en Vitória (Espírito Santo). Cerrando el bloque, el telediario muestra su visión sobre la huelga de los profesores estatales de Bahia. “Setenta mil estudiantes de las universidades estatales llevan dos meses sin clases”, afirma con tono grave el áncora global.

Por detrás de los reportajes supuestamente neutros, surge un mensaje bien claro, aunque no lo dicen de forma explícita Fátima Bernardes o William Bonner: las huelgas sólo provocan daños al pueblo y la movilización es sinónimo de trastorno público.

El Jornal Nacional es el portavoz tradicional de los intereses del poder, al punto de que el entonces dictador Médici declarase: “cada vez que enciendo la televisión en el Jornal Nacional, me siento feliz, porque en el noticiario del canal Globo el mundo se encuentra en un caos, mientras que Brasil está en paz. Es como un tranquilizante después de un día de trabajo”.

El telediario de la Globo es un símbolo, pero el ejemplo se puede generalizar para toda la llamada “gran prensa”. Todo activista sabe que no existe prensa libre o imparcial. Siempre está de un lado. Las noticias que la mayor parte de la población lee en la prensa, escucha por la radio o ve por la televisión, contradictoriamente, no atiende a los intereses de esa mayoría.
 
Los medios de comunicación burgueses y su papel
 
La prensa es un producto genuino del capitalismo moderno. Surgió y se expandió con la propia burguesía, principalmente tras la Revolución Industrial. Pero fue apenas en el siglo 19 cuando el periodismo adquiere su forma actual, con los periódicos de tirada masiva, convirtiéndose no sólo en un propagador de ideas, sino también en un rentable negocio.

Uno de los pioneros de la prensa en los EEUU, el empresario William Hearst, inspirador de la película “Ciudadano Kane”, tenía un lema: “Nadie pierde dinero al subestimar la inteligencia del público”. De esta forma expresaba el inicio de la era de los tabloides sensacionalistas, auténticos instrumentos de alienación disfrazados de información.

En una era en la que los regímenes despóticos de las monarquías fueron sustituidos por la democracia liberal, se volvió necesario crear herramientas eficaces de propaganda ideológica. Fue preciso extender para toda la sociedad el dominio de las mentes que ejercía antes la vieja Iglesia Católica sobre las comunidades de campesinos. Y los medios de comunicación fueron la respuesta.

No obstante, los medios de comunicación únicamente se convirtieron en uno de los principales sostenes ideológicos de la burguesía en el transcurrir del siglo 20, con el avance de los medios de comunicación de masas. El cine, la radio y la televisión fueron, en las sociedades industriales, fundamentales para el establecimiento de un “consenso”, que en realidad expresaba la hegemonía de la burguesía.

De la misma forma que todos los sectores de la economía en la fase imperialista del capitalismo, las empresas de comunicación también sufrieron un violento proceso de concentración. Hoy existen grandes oligopolios con tentáculos que abarcan todas las vertientes de los medios de comunicación. El dueño de la red Fox, Rupert Murdoch, uno de los hombres más ricos del mundo, es el Hearst moderno. Los monopolios son tomados ahora también por el capital financiero, en un entrecruzamiento de intereses y poder donde ya es imposible determinar dónde empieza uno y termina otro.

Actualmente, apenas 20 grandes transnacionales de medios de comunicación controlan casi toda la información producida en el planeta, según el profesor de la UFF (Universidad Federal Fluminense) y experto en medios de comunicación, Denis Moraes. 
 
Monopolio y caciquismo mediático en Brasil
 
En Brasil, los grandes monopolios de medios de comunicación dominados por pocas familias conviven con feudos regionales, auténticos caciques de los medios de comunicación que utilizan la prensa para perpetuarse en el poder. Para ello cuentan con una de las legislaciones más permisivas del mundo, que no coloca barrera alguna contra la concentración en el sector ni contra la propiedad cruzada de los vehículos de la comunicación. De esta forma, una misma familia que controla un gran periódico, también puede tener emisoras de radio y TV y un portal en internet.

Por otra parte, cuando la legislación impone ciertos límites, ésta es conscientemente ignorada. Como la propiedad de emisoras de radio y televisión en manos de parlamentarios. A pesar de estar prohibido, el 21% de los senadores y el 10% de los diputados federales detentan concesiones de radio o TV, según la investigación de Transparencia Brasil. Todo esto sin contar los políticos que pasan estas concesiones para parientes o nombres ficticios.

El mito de la imparcialidad

En el capitalismo, los medios de comunicación bajo control de los grandes conglomerados transmiten la visión del mundo de la burguesía. Defienden los intereses de la clase dominante como si se tratase de los intereses de toda la sociedad. Así fue, por ejemplo, durante las privatizaciones a lo largo de la década de los 90 en Brasil. La prensa construyó un gran consenso en torno a la necesidad de la venta de las empresas estatales a la iniciativa privada. La idea de que el Estado era incompetente y derrochador y que debía ser “recortado” se volvió mayoritaria.

Una campaña similar se puede observar en la actualidad en relación a la reforma de la Jubilación Social o a la “necesidad” de una reforma laboral que haga más “competitivo” al país. La prensa de forma general no explica cómo funciona o se financian las Pensiones públicas, simplemente se preocupa en divulgar su supuesto déficit. La lógica se puede leer entrelíneas: es necesaria una reforma.

Sin embargo, esto no tendría efecto alguno si la empresa burguesa asumiese de forma explícita la defensa de sus intereses. Por el contrario, eso podría causar una reacción inversa. Por lo tanto es preciso esconderlos. Y para ello se elaboró una gran ideología inherente a la prensa: el mito de la imparcialidad y de la objetividad periodística. Un conjunto de técnicas desarrolladas para transformar un texto o un discurso en “verdad”. Según esta lógica, el periodista es un observador neutro con el sencillo objetivo de divulgar los hechos tal y como los percibe.

La estructura del texto periodístico que podemos leer, por ejemplo, en la Folha de São Paulo o en cualquier otro gran periódico, es copiada de un padrón consolidado en los EEUU. Son artículos impersonales, fríos, con la objetividad de un documento oficial. Se trata de un paquete que embala la ideología burguesa. No es por casualidad que el profesor Perseu Abramo, editor de la Folha a finales de los años 70, afirmaba que un periódico poseía la estructura de un partido político, con sus tesis y manifiestos, aunque de una forma camuflada.

Los trabajadores y la prensa

Desde que comenzaron a organizarse de manera independiente, los trabajadores vieron la importancia de tener sus propios medios de comunicación. Esto significa que la prensa obrera “surgió con el propio movimiento obrero”, según define Maria Nazareth Ferreira, investigadora del tema.

De esta forma, la prensa obrera tuvo un desarrollo específico en función del proceso de formación del movimiento de los trabajadores de cada país. En Brasil, los primeros periódicos surgieron en el siglo 19, con las primeras fábricas dentro del irregular proceso de industrialización del período. Se trataba de una prensa que crecía junto al movimiento sindical, bajo una fuerte influencia inmigrante, sobre todo italiana, y de orientación anarcosindicalista.

Este tipo de periódico llegó a tener cierta fuerza e influencia. Según Vitor Giannoti, en 1919, período de grandes huelgas que agitaron varias capitales, se crearon dos periódicos obreros diarios, La Plebe, en São Paulo, y La Hora Social, en Recife.

A partir de la década de 1920, con la fundación del PCB y su crecimiento en el movimiento obrero, el anarquismo dejó su lugar a la prensa comunista. En los años 40, de 1946 a 1947, las principales capitales contaban con periódicos diarios del “partidão” [se refiere al PCB; ndt], como el carioca “Tribuna Popular” que tenía una tirada de 20 mil periódicos, comparable e incluso superior a algunos periódicos burgueses.

En el período de la dictadura militar instaurada en 1964, la llamada “prensa alternativa” cumplió un importante papel en un momento en el que los periódicos de los partidos de izquierda eran clandestinos o simplemente no tenían posibilidad de existir. Periódicos como Movimento, Versus y Coojornal funcionaban como auténticos “frentes periodísticos”, albergando en sus redacciones a periodistas de diferentes tendencias políticas. Actuaban, principalmente, en la clase media y en el medio estudiantil.

Al final de los años 70, con el inicio de la caída de la dictadura y el ascenso obrero en el ABC [el ABC es el término con el que se conoce a la principal zona industrial de São Paulo; ndt], la prensa alternativa fue sustituida por una serie de periódicos de las organizaciones que salían de la clandestinidad. Fue el caso de la recién fundada Convergência Socialista. Junto con esto, la prensa sindical también ganaba un nuevo impulso, con las oposiciones expulsando a los pelegos de las entidades [pelego es un término con el que se designa a los sindicalistas que se venden a la patronal; ndt].

Una prensa de izquierda

Se puede decir que la prensa obrera tiene sus propias características, diferentes de la prensa burguesa. En primer lugar, se define de forma clara como una prensa que está de un lado. No hay disfraces ni ilusión de imparcialidad. Sus periodistas son producidos por el propio movimiento obrero. De esta forma, antes de periodistas, son activistas comprometidos con la clase trabajadora.

El Opinião Socialista, a pesar de sus breves 15 años, se inscribe en esa larga tradición de prensa obrera. Una tradición, desgraciadamente, abandonada por la casi totalidad de las organizaciones que un día reivindicaron la estrategia de la revolución socialista, pero que con el transcurrir de los años se acomodaron con la perspectiva meramente electoral.

Traducción: Raul Alberich

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