Paremos el genocidio | Ruptura inmediata de las patentes de las vacunas
“El imperialismo está anunciando el futuro en este momento: el capitalismo con barbarie”, denunciábamos el año pasado ante el número creciente de muertes y los ataques a los trabajadores en medio de la pandemia. Muchos consideraban que el “Programa de emergencia contra la pandemia y la crisis económica” que propuso la LIT-CI era alarmista o exagerado, pero el estado actual de las condiciones de existencia de la mayoría del proletariado en todo el mundo, y particularmente en los países dominados, no deja dudas: ¡estamos frente a un genocidio!
Por LIT-CI
El 7 de marzo de 2021, según datos disponibles en Our Word in Data, había sido vacunada 2,28% de la población mundial[1]. A este ritmo, el 70% de la población (cifra considerada por la OMS como necesaria para lograr la “inmunidad de rebaño” y superar la pandemia) recién estaría vacunada con dos dosis en enero de 2025.
Pero estos números, aunque sean estremecedores, son mucho peores, porque esconden un factor esencial de la realidad: la profunda desigualdad en el ritmo de vacunación entre los países: la vacuna se convirtió en el negocio del siglo. Veamos el siguiente cuadro del ritmo de administración de la vacuna en algunos países y regiones.
Mientras el ritmo de vacunación crece en algunos países y regiones del mundo, como los Estados Unidos y Europa occidental, en la mayoría de los países lo que crece realmente es el número de muertes, producto del engranaje asesino que pone la vida de la mayoría de la población mundial a merced de un puñado de oligopolios farmacéuticos y sus Estados.
La línea casi plana de África en el gráfico indica el camino de la tragedia pero, en otros continentes, algunos países que avanzaron un poco más en la vacunación acaban elevando la línea del gráfico sin reflejar el verdadero cuadro de la región.
Si vemos al número de muertos, podemos tener una visión más realista del genocidio en marcha. El salto en el número de muertos en el Brasil, contrasta profundamente con la misma línea del gráfico anterior que refleja el avance de la vacunación en Estados Unidos.
En la mayoría de los países, los gobiernos asesinos, además de mantener fábricas y empresas trabajando (la “nueva normalidad”), no garantizan las condiciones sociales mínimas para el aislamiento, lo que implica una tendencia al aumento del número de contagios. Si agregamos a lo anterior las mutaciones del virus, que puede dejar sin efectividad las vacunas, podemos estar viviendo una catástrofe de proporciones aún más profundas en la mayoría de los países que no tienen acceso a la vacunación (Ver el cuadro anterior sobre la dinámica de muertes por millón de habitantes).
Si los datos sobre la vacunación mundial pueden ser considerados próximos a la realidad, pues están basados en países cuya infraestructura estatal permite el control, las estadísticas sobre las muertes están categóricamente subestimadas. No solamente por la utilización política de los números, sino también por la absoluta falta de control en un gran número de países.
Hipócritamente, las burguesías de algunos países, preocupadas con sus negocios, utilizan la prensa para exigir una “vacunación masiva”. Sin paralizar el funcionamiento de sus negocios ni la explotación de los trabajadores, solo vierten “lágrimas de cocodrilo” por el aumento de las infecciones y las muertes, pero no proponen ninguna medida sobre la quiebra de las patentes de las vacunas, la única forma actual de ampliar la vacunación.
Una patente es un registro de la forma de producir algo, de modo tal que el poseedor de esa patente tiene la exclusividad de su producción y venta, o la posibilidad de cobrar un “derecho de patente” si autoriza a otro a producirlo. Este criterio de propiedad privada de las patentes y sus derechos se transforma así en un gran negocio del capitalismo, con el nombre de “propiedad intelectual”.
La gestión de un genocidio
La política de los gobiernos de los países subordinados al imperialismo puede sintetizarse en gestionar la muerte por las consecuencias del hambre y del desempleo o por la Covid, ambos resultados de la subordinación al imperialismo.
La distancia entre el creciente número de muertos en algunos países y el número de vacunados en otros podría comenzar a disminuir si se rompieran las patentes de las vacunas contra el Covid. Es decir, si pudiesen utilizarse libremente las fórmulas de las vacunas.
La absoluta contradicción entre las necesidades de la humanidad y las ganancias, que significa la muerte lenta por la miseria y hambruna, es acelerada por la pandemia y se convierte ahora en genocidio.
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), hoy existen 200 vacunas experimentales en desarrollo, de las cuales más de 60 están en fase clínica. La señal verde dada por OMS para la vacuna de Pfizer se dio el 31 de diciembre de 2020 y la de la AstraZeneca/Oxford el 15 de febrero. Después de eso, la vacuna china CoronoVac y la rusa Sputnik abrieron sus propios caminos.
La realidad es que los países imperialistas, según denuncia Médicos Sin Fronteras (MSF), basado en estudios de la Universidad John Hopkins (EEUU), estima que solo un quinto de la población tendrá acceso a la vacuna hasta 2022. Un informe del Instituto de Salud Global de la Universidad de Duke (EEUU) apuntó que, a mediados de enero, un grupo de países de alta renta, donde vive 16% de la población mundial había reservado 60% de la oferta global de vacunas. Quiere decir que estos países tienen reservadas un número mucho mayor de vacunas que las necesarias para su propia población. Según una denuncia de la ONG One Campaigne, les “sobrarían” mil millones de dosis.
Mientras un puñado de empresas farmacéuticas oligopólicas obtiene lucros fabulosos para sus accionistas, con precios que son impagables para la mayoría de los países, aprovechan la exclusividad de la que gozan ahora, mientras millones de personas son condenadas a muerte.
La nota ya mencionada de Médicos Sin Fronteras denuncia: “Estamos viendo un escenario de enormes tensiones y negociaciones oscuras. Hasta ahora, el contexto es caracterizado por el hecho de que los países que pagan más son aquellos con la mayor población vacunada y las empresas farmacéuticas operan por medio de acuerdos secretos de compra bilateral”.
Esa propiedad intelectual a la que nos hemos referido (su aplicación en las leyes burguesas y su costo en pago de derechos) impide que diversos países, que poseen la capacidad técnica y la infraestructura industrial para producir por lo menos alguna de las versiones ya probadas de vacunas, puedan tener una producción en masa que atienda las necesidades de la mayoría de la población de sus países y de otros en el mundo. Sería el caso, por ejemplo, del Brasil y de la Argentina.
Estas empresas dicen que invirtieron millones de dólares en sus investigaciones. Pero la realidad es que fueron los gobiernos de los estados en que tienen su sede central los que pusieron ese dinero (por ejemplo, los de Estados Unidos y de Gran Bretaña) que les dieron un total de 12.000 millones de dólares para el desarrollo de las vacunas. Es decir, fue dinero público, y, si vamos aún más a fondo, parte importante de ese dinero provino de la explotación de los países dominados, que ahora no pueden acceder a la vacuna.
Como si esto fuera poco, en países donde hay en curso algún lento plan de vacunación, estos se ven condicionados por la corrupción, el amiguismo y las mezquinas disputas políticas entre fracciones burguesas, como es el caso de la Argentina y el Brasil[2].
En resumen, hay una gestión de clase al servicio de los lucros de los grandes oligopolios farmacéuticos. Lo que demuestra que, aunque existen las condiciones tecnológicas y productivas para ello, el capitalismo imperialista no consigue detener la muerte de millones de personas, lo que podría haberse evitado.
En el caso de China y de Rusia, cae por tierra todas las falacias y mentiras de que son países no-capitalistas, venden sus vacunas en el mercado mundial, igual que los monopolios occidentales. A lo sumo abren su paso a un precio menor para arrebatarles el mercado.
Mantienen intacta las patentes formando parte del engranaje asesina del capitalismo mundial. Especialmente China, utilizan esa capacidad de producción en lo que se ha llamado la “diplomacia de las vacunas”, donando a países en los que quieren ampliar o mantener su influencia política.
Paraguay señala el camino
El sábado 6 de marzo pasado, en el Paraguay, luego de las grandes manifestaciones exigiendo la renuncia del presidente Mario Abdo Benítez por la falta de medicamentos básicos para mantener la vida de los pacientes internados con Covid, situación denunciada por los sindicatos de enfermería y familiares de los internados.
Para intentar contener la bronca que se expresa en las calles, el presidente paraguayo despidió un par de ministros, pero hasta ahora eso no detuvo el proceso. Según la prensa, la explosión de odio de la población, en un país que tiene 4.000 dosis de vacunas para una población de siete millones de personas, se explica por “una mala gestión [ante] la pandemia del nuevo coronavirus”.
La “mala gestión” del corrupto gobierno de Abdo Benítez no es una característica propia de esta epidemia que se presente solo en el Paraguay. Es una característica general de los gobiernos burgueses, y es más evidente en los países semicoloniales. Existe una corrupción intrínseca del sistema en el que las “mafias burguesas”, organizadas como partidos, asaltan los presupuestos estatales, burguesías de carácter lumpen que, apartadas de los sectores centrales de acumulación capitalista, no solamente roban al Estado por vías legales (privatización, deuda pública, créditos privilegiados) sino también a través del robo puro y simple, o de actividades delictivas, y lo hacen igualmente durante la pandemia.
En el Brasil, además de esta corrupción, el gobierno Bolsonaro apuesta, de modo criminal y consciente, en la “inmunidad de rebaño” que podría lograrse cuando un alto porcentaje de la población ya se haya contagiado, aunque eso sea al costo de millones de vidas. Las cifras de muertos diarios ya pasó los 2.000 y llegará pronto a 3.000, con los hospitales de los grandes centros ya colapsados.
Si la “mala gestión” es una característica de los países periféricos, no se puede decir tampoco que los países imperialistas sean ejemplos de “buena gestión”. En Estados Unidos que, como vimos, tiene amplios sobrantes de vacunas compradas, la vacunación es bastante caótica por la ausencia de un sistema centralizado de salud pública y las profundas diferencias de infraestructura y de capacidad de los distintos Estados.
La falacia de la «solidaridad europea»
Los Gobiernos europeos se ven incapaces de controlar y con serias dificultades para cumplir con los planes de vacunación debido al sometimiento gubernamental a las grandes farmacéuticas.
Los billones de euros de las «ayudas» se queda a cargo de cada uno de los países acorde con su potencia económica, la disparidad entre países marca entonces el agudo contraste. Además, dentro de cada Estado, entre las grandes transferencias a las principales corporaciones y las migajas dedicadas a los trabajadores y a la pequeños empresarios.
La falacia de la «solidaridad europea«, expresada en la compra conjunta de vacunas ha quedado clara tras el escándalo ocurrido al inicio de la pandemia (prohibición de exportar material sanitario a otros países de la UE…). Alemania y Francia no podían permitir que una parte de los países de la UE se quedara sin vacunas (o las compraran a Rusia o China) mientras ellos estaban bien abastecidos. El golpe que habría supuesto para su autoridad y para la unidad de la UE habría sido demoledor.
Pero la aparente armonía durará mientras no se desate la crisis social en la periferia y las imposiciones del directorio de la UE se revelen sin tapujos. Porque los fondos repartidos por el diretorio son lo opuesto de la solidaridad entre los pueblos europeos. Son fondos supeditados a los planes del capitalismo alemán y francés y destinados a mantener y reforzar la dependencia de la periferia europea, afianzando sus rasgos estructurales y su ubicación subordinada en la división europea del trabajo. El enorme endeudamiento con el que ya entraron en la pandemia Italia, el Estado español, Portugal o Grecia se ha incrementado fuertemente a lo largo de 2020 y va a seguir inflándose en 2021, dejando a estos países a expensas del BCE y la Comisión Europea.
La urgente necesidad de quebrar las patentes
Pero sea en el Paraguay, en el Brasil, en Estados Unidos o en Europa, ningún sector burgués cuestiona seriamente el aparato jurídico que protege las inmensas ganancias de esos conglomerados farmacéuticos: las patentes y su propiedad privada.
Esta contradicción es mucho más profunda en determinados países periféricos porque el respeto a las patentes de las vacunas existentes impide que las produzcan en la cantidad y con la rapidez suficiente para atender al conjunto de la población. Tampoco beneficia a los trabajadores de los países imperialistas porque lo que hoy están gastando sus gobiernos en los planes nacionales de vacunación será “cobrado”, más temprano que tarde, también de su trabajo y explotación…
La sed de grandes lucros provenientes de las patentes de los servicios e insumos médicos (sumado a la inexistencia de verdaderos sistemas de salud pública o el deterioro de los existentes) hizo que ni siquiera la población de los países imperialistas estuviera a salvo de los contagios masivos. Los números del impacto de la pandemia en Estados Unidos son una clara muestra de ello.
Países como Brasil, Argentina, África del Sur, entre otros, tienen la capacidad industrial para producir vacunas en cantidad suficiente para su población, y enviáselas por ejemplo a Paraguay.
Los billones de dólares que están recibiendo los accionistas de las empresas privadas productoras de vacunas ya se comienzan a ver en las cotizaciones de las Bolsas y en las fortunas de sus dueños (verdaderos vampiros en medio de esta catástrofe). Hoy, el hombre más rico de China, con una fortuna de 85.000 millones de dólares, es Zhong Shanshan, el mayor accionista de Beijing Wantai Biological Pharmacy Enterprise, fabricante de una vacuna “privada”. Se estima que las ganancias de otras empresas fabricantes en el hemisferio occidental podrían cuadruplicarse (Moderna) o duplicarse (BioNTech) hasta 2022[4].
Hasta ahora solo lamentaciones
El debate en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre el pedido de la “quiebra emergencial y provisoria” de las patentes, impulsado por África del Sur y la India, pidiendo una quiebra de las patentes, apoyado por cerca de 100 países, quedó reducido a un mero lamento. Los representantes de los países imperialistas y de muchos gobiernos lacayos prefirieron mantener el genocidio actual. Una muestra más de que la ONU existe para defender los intereses del imperialismo y no el de los pueblos y las masas del mundo.
Aclaramos que no nos estamos refiriendo a una medida socialista de expropiación de estas empresas, algo que también defendemos con ahínco. Si la ruptura con el imperialismo es la única salida para el mundo semicolonial, hoy una medida simple, la ruptura de las patentes, debe ser decretada inmediatamente por los países con capacidad de producirlas y puede ayudar a parar el genocidio en curso. Estamos proponiendo una medida mucho más elemental que solo restringiría las superganancias de un puñado de vampiros que, en este momento, se obtiene sobre millones de enfermos y muertos.
Las acciones de las empresas farmacéuticas, luego de haber aumentado obscenamente sus fortunas, si en los próximos meses rompen las patentes, serán recordadas por la historia burguesa oficial como “filántrópicas” y “humanistas”. Pero ya será demasiado tarde para los muertos por la pandemia que, hasta entonces, seguirán aumentando cada vez más. La quiebra de las patentes tendrá que ser impuesta por la movilización de las masas de forma inmediata.
Por eso, es una obligación de los gobiernos de los países que podrían producir masivamente vacunas, como África del Sur, Argentina, Brasil y la India, quebrar unilateralmente las patentes y comenzar a producirlas de inmediato y, mientras no se las producen, garantizar inmediatamente el aislamiento social con subsidio para garantizar la vida de trabajadores urbanos y campesinos.
Es una exigencia que, de modo urgente, deben tomar todas las organizaciones de los trabajadores y las masas de esos países.
Notas:
[1] https://ouraworldindat.org/covid-vaccinations / calculos efetuados por https://covidvax.live/
[2] Sobre este tema, ver el artículo “Vacunación contra el Covid-19: entre el caos capitalista y los privilegios de clase”, en https://litci.org/es/64870-2/
[3] https://www.nytimes.com/es/2021/02/15/espanol/vacunas-diplomacia.html
[4] https://cincodias.elpais.com/cincodias/2020/11/26/companias/1606411859_470807.html