Palestina: las diferencias entre revolucionarios y reformistas
Por: Francesco Ricci
Al momento de escribir este artículo es demasiado pronto para hacer previsiones. Es demasiado pronto para decir si ha nacido un nuevo movimiento de masas a nivel mundial. Pero, ciertamente, hay señales de ello.
La chispa es la heroica lucha del pueblo palestino, sometido en estas horas a los bombardeos israelíes contra viviendas, escuelas, hospitales y ambulancias, que ya han causado al menos 10.000 muertos.
Mientras Israel ataca la Franja de Gaza también desde tierra, protegida por portaaviones estadounidenses y dos fragatas italianas, las plazas de todas las capitales occidentales se llenan de manifestantes en solidaridad con los palestinos, no son detenidos por los intentos represivos de los gobiernos burgueses que revelan la verdad. de su «democracia».
Lo que impresiona es, sobre todo, el regreso a las calles de las nuevas generaciones. Jóvenes que no han vivido en las últimas décadas las derrotas provocadas e impuestas en todo el mundo por los líderes reformistas.
La historia oculta
Hay un gran ausente en todos los debates sobre Palestina: la historia de ese país y de su pueblo.
No es una ausencia casual ni se debe simplemente a la ignorancia (aunque la mayoría de los comentaristas de los medios de comunicación son, sin duda, ignorantes). La razón es que si sólo se proporciona información histórica básica, se desmoronan todos los argumentos tanto de quienes están del lado de Israel como de aquellos que aparentemente están del lado de los palestinos pero con una lista de distinciones.
Ocultar la historia es una necesidad del imperialismo y de sus seguidores reformistas, razón por la cual los textos históricos serios sobre Palestina son raros.
De particular interés son los libros de Ilan Pappé(1), historiador, judío nacido en Haifa (donde enseñó en la universidad), que hoy vive exiliado en Inglaterra, habiendo tomado partido contra el sionismo.
En La limpieza étnica de Palestina, Pappé, utilizando cientos de fuentes, describe detalladamente cómo se produjo la fundación de Israel en 1948, lo que los palestinos llaman la Nakba («catástrofe»).
La destrucción de las aldeas y la expulsión de los habitantes palestinos habían sido meticulosamente preparadas ya en los años 1930 mediante una catalogación de cada aldea y de los sujetos considerados potencialmente «rebeldes» (por haber participado en las luchas contra el ocupante británico en la revuelta de 1936-1939). Este trabajo había sido realizado por la Haganá, la principal entre las milicias sionistas, formada en 1920 (y apoyada por el Irgun y la Banda Stern).
La limpieza étnica de Palestina, la «desarabización», para utilizar el término empleado por los sionistas, se produjo según un plan preciso. Pappé relata la génesis de la siguiente manera: «(…) el 10 de marzo de 1948 (…) un grupo de once hombres, veteranos dirigentes sionistas junto a jóvenes militares judíos, dieron el toque final al plan de limpieza étnica de Palestina. Esa misma tarde, las órdenes fueron transmitidas a las unidades en campo (…) acompañadas de una descripción detallada de los métodos a utilizar para expulsar por la fuerza a la población: intimidación (…) asedio y bombardeo de pueblos y centros habitados; incendios de casas (…); expulsiones; demoliciones (…). A cada unidad se le entregó una lista de pueblos y barrios urbanos como objetivos del plan general. Denominado en código Plan D (…). Una vez tomada la decisión, fueron necesarios seis meses para completar la misión. Cuando esto se logró, más de la mitad de la población palestina originaria, casi 800.000 personas, había sido erradicada, 531 aldeas habían sido destruidas y 11 barrios urbanos vaciados de sus habitantes»(2).
Y así describe Pappé las operaciones de «limpieza étnica» en uno de estos pueblos, Deir Yassin, al este de Jerusalén: «Cuando irrumpieron en el pueblo, los soldados judíos acribillaron las casas con ametralladoras, matando a muchos habitantes. Las personas que aún estaban vivas fueron reunidas en un lugar y asesinadas a sangre fría, sus cuerpos torturados, mientras que muchas mujeres fueron violadas y luego asesinadas»(3).
Lo mismo se hizo en cientos de aldeas. Pappé cuenta decenas de episodios similares en las páginas de su libro.
No hay duda entonces de que incluso un conocimiento superficial de la historia palestina llevaría a utilizar el apelativo de «terroristas», que resuena en todos los debates que se refieren a los palestinos, para los sionistas. Israel es un «Estado» construido literalmente sobre el terror, con fusilamientos, bombas, violaciones y torturas para aniquilar a una parte de la población e inducir así al resto a escapar.
Cuatro falsificaciones
El mecanismo en el que se basa cualquier debate sobre la llamada «cuestión palestina» contempla por norma cuatro pasos: primero, se elimina la historia de los orígenes de Israel en el marco del proyecto sionista; segundo, se repite la letanía acerca de que Israel es el «único Estado democrático de Medio Oriente»; tercero, en consecuencia, se invoca el «derecho de Israel a defenderse»; cuarto, se introduce un paralelo con el Holocausto y se define como «antisemita» a cualquiera que, siendo antisionista, no reconozca el «derecho a existir» de Israel.
Veamos estos cuatro falsos argumentos que el historiador (judío antisionista) Ralph Schoenman definió como «cuatro falsos mitos»(4).
Primero, ocultan la esencia del proyecto sionista
La historia de los orígenes de Israel es una historia sangrienta. El proyecto del sionismo (una corriente política que nació a finales del siglo XIX)(5), desde sus orígenes, fue expulsar a los palestinos para ocupar sus tierras. El lema «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra» servía precisamente para enmascarar el hecho de que en Palestina vivía ya desde hacía siglos un pueblo: los palestinos.
Cuando en noviembre de 1947 la ONU, con el voto de la URSS de Stalin (que también apoyaba a los sionistas enviando armas), dividió Palestina en dos, asignando 56% a los judíos (que poseían aproximadamente 5% de la tierra), Ben Gurion (líder de los sionistas de los años 1920 a 1960) dijo a aquellos de sus seguidores que exigían más: lo importante por ahora es el reconocimiento formal de un Estado, el resto lo tomaremos con las armas.
Es el comienzo de la limpieza étnica de Palestina. Para ello, en años anteriores, como hemos visto, la Haganà había recopilado información sobre todo el territorio y etiquetado a miles de sus habitantes.
Desde entonces, la extensión de este Estado artificial (proclamado en mayo de 1948) nunca ha cesado. Al robo originario de tierras, legitimado por la ONU, se sumaron otras tierras con guerras y masacres: la guerra de mayo del ’48-principios del ’49 entre Israel y los países árabes (Egipto, Jordania, Siria); luego, la guerra «de los seis días», de 1967, cuando Israel también tomó posesión de la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este (además de la península del Sinaí y de los Altos del Golán).
Así fueron expulsados y divididos los palestinos: alrededor de 2,3 millones viven en campos de concentración en la Franja de Gaza, rodeados por alambre de púas; 3,5 millones viven en Cisjordania, donde la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de Abu Mazen colabora con las fuerzas israelíes. Aquí, sólo el año pasado, fueron asesinados 150 palestinos. Otros dos millones viven sin derechos en el territorio definido como «Israel» (que cuenta con diez millones de habitantes), que sólo reconoce plenos derechos a quienes pueden presumir de tres generaciones de ascendencia judía. Otros 6 millones de palestinos viven como refugiados en el Líbano, Jordania, etc., sin posibilidad de retornar a la tierra de la que fueron expulsados para dar paso a los colonos judíos llegados de todo el mundo. Colonos a quienes, según leyes israelíes específicas, se les permite apropiarse de las casas y las tierras de aquellos que se definen «ausentes», es decir, aquellos que han sido expulsados.
El sionismo es un colonialismo particular: no pretende explotar a la población sino aniquilarla para apoderarse de la tierra.
Segundo, presentan a Israel como «Estado democrático»
El estribillo de los defensores de Israel es que este sería un «Estado democrático», el único en Medio Oriente.
No dicen que se trata de un Estado que se proclama «judío», basándose en más de 60 leyes raciales que distinguen entre ciudadanos (judíos) y habitantes árabes o de otras etnias. Sólo los primeros disfrutan de plenos derechos, mientras que los demás son discriminados en todos los ámbitos laborales y sociales. Es decir, no dicen que se trata de un Estado confesional, teocrático, integralista (en la vulgata occidental, «integralistas» son islámicos).
Además, en los «territorios ocupados» (Franja de Gaza y Cisjordania), este autoproclamado «Estado democrático» oprime de manera bestial a los palestinos: al encarcelamiento, la tortura, las violaciones, se suma la opresión económica en la Franja de Gaza, formalmente no ocupada desde 2005, pero en realidad desde hace veinte años rodeada y bombardeada periódicamente, privada de energía eléctrica e incluso de agua. Según datos de la ONU, 80% de los habitantes de la Franja de Gaza vive en condiciones de extrema pobreza, y 50% están desempleados.
Tercero, defienden el «derecho de defenderse» de Israel
No sólo los comentaristas burgueses sino también los dirigentes de la izquierda reformista de todo el mundo, incluso cuando pretenden defender los derechos de los palestinos, siempre se apresuran a señalar que Israel «tiene derecho de defenderse». Pretenden ignorar que se trata de un asentamiento colonial, construido destruyendo ciudades y pueblos que habían existido allí durante siglos. De esta manera, ignoran incluso su (burgués) derecho internacional, que también reconoce a las poblaciones de países ocupados oponerse a los ocupantes. Además, para los reformistas sólo la de los Territorios es considerada «ocupación», mientras legitiman los asentamientos que ocupan gran parte de Palestina, ya que fueron construidos en 1947 con el sello oficial de la ONU: asentamientos coloniales que ahora llevan el nombre de «Israel».
Cuarto, equiparan antisionismo y antisemitismo
El leitmotiv más extendido, sin embargo, es la equiparación entre antisionismo y antisemitismo.
En virtud de esta falsificación, varias «democracias» occidentales (en las últimas semanas Francia y Alemania, por ejemplo) han intentado prohibir y reprimir las manifestaciones pro Palestina.
Pero la realidad es que hay decenas de asociaciones judaicas antisionistas que se movilizan en todo el mundo.
Para completar la acusación de antisemitismo, también se hace una referencia indebida al Holocausto perpetrado por los fascistas de Hitler (nazis). Pero incluso en este caso deben ocultar el hecho de que en la realidad histórica (como bien documenta Schoenman) los sionistas se aliaron y realizaron comercio económico, paradójicamente, en varias ocasiones, con los fascistas alemanes y con Mussolini: viendo en las persecuciones antisemitas en Europa, un estímulo a la emigración que podría favorecer el proyecto sionista(6). No sólo eso: Schoenman demuestra cómo los sionistas fueron cómplices silenciosos del propio Holocausto, negándose a apoyar a los judíos que pedían ayuda para organizar una resistencia dentro y fuera de los campos de exterminio de Hitler.
Por qué el imperialismo apoya a Israel
Algunos se preguntan por qué los gobiernos occidentales, sin excepción, defienden a Israel a pesar de las masacres que ha perpetrado. La razón es simple: Israel es el reducto del imperialismo en Medio Oriente. Es gracias a Israel que mantienen el control militar de un área crucial por sus riquezas naturales y su ubicación geográfica.
Por eso Estados Unidos compensa cada año el déficit permanente de Israel con inyecciones de miles de millones de dólares.
La verdad es que Israel es una gigantesca base militar imperialista, que produce y exporta principalmente armas y herramientas de inteligencia utilizadas también por las fuerzas policiales occidentales para la represión de las luchas en sus respectivos países.
Por qué la izquierda reformista defiende el espejismo de los Dos Estados
Toda la izquierda reformista internacional defiende el presunto derecho de Israel a existir y, por tanto, a defenderse. Los dirigentes de Syriza en Grecia, de Die Linke en Alemania, etc. también lo han reiterado en los últimos días, llegando incluso a solidarizarse… con Israel por los ataques palestinos.
Esta posición se articula en la propuesta-espejismo de los Dos Estados (Israel y Palestina) que deberían coexistir en la tierra de Palestina.
Esta es la posición que, sin importar los matices, comparten en Italia Rifondazione Comunista, Potere al Popolo, etc.(7).
A veces, algunos (por ejemplo, Pap) hablan de un futuro «Estado multiétnico», pero se trata de un juego de palabras porque nunca se especifica dónde y cómo podría surgir si al mismo tiempo se pretende defender la existencia del Estado colonial.
La fábula de los «Dos Estados» ha sido adoptada desde mediados de los años 1980 por el componente mayoritario de la OLP, Al Fatah (entonces dirigida por Arafat). Y luego se oficializó con los Acuerdos de Oslo 1 y Oslo 2 (1993 y 1995) entre Arafat y Rabin. Estos acuerdos preveían el establecimiento de la autonomía palestina (ANP) en una pequeña parte del territorio de Palestina (partes de Cisjordania y la Franja de Gaza) a cambio del reconocimiento de Israel por parte de la OLP. Fue la definitiva capitulación de la dirección burguesa palestina y la renuncia al propio programa originario de la OLP, un programa no socialista que, sin embargo, preveía la liberación de toda la Palestina histórica, «desde el río (Jordán, nda.) hasta el mar«.
La solución de los Dos Estados, que a menudo es presentada como realista, es en realidad una estafa flagrante, por varias razones. En primer lugar, admite en la premisa el primer robo de tierras palestinas, el de 1947, aceptando que una pequeña parte de sus tierras sea reservada a los palestinos, además sin continuidad territorial. En segundo lugar, implícitamente deja de lado la cuestión del derecho de retorno de los refugiados: ¿adónde podrían ir, en realidad? En tercer lugar, ignora que el propio Israel ha erosionado progresivamente la parte de Cisjordania que se suponía constituiría el Estado palestino, ocupándola con 700.000 colonos que, defendidos por el ejército israelí y la policía colaboracionista de Abu Mazen, expulsan sistemáticamente a los palestinos.
A menudo escuchamos que esta política de Israel deriva del hecho de que hay un gobierno de extrema derecha, el de Netanyahu. En realidad, durante los primeros treinta años de existencia de Israel, de manera continua, hubo gobiernos liderados por el Partido Laborista(8), alternando luego con el Likud, y esto no ha comportado ninguna diferencia sustancial, precisamente porque es el proyecto sionista, independientemente del color del gobierno de turno, el que prevé la ocupación de toda Palestina. Fue el líder laborista Ben Gurion quien organizó la primera limpieza étnica; y fue el laborista Rabin (ganador del Premio Nobel de la Paz…) quien ordenó a los soldados romper las manos de los adolescentes palestinos que arrojaban piedras a los soldados durante la primera Intifada que estalló en 1987.
Entonces, ¿por qué las direcciones reformistas creen la ficción de los
“Dos Estados”, rechazada por la gran mayoría de los palestinos? ¿Por qué aceptan la definición de «territorios ocupados» con referencia únicamente a aquellos anexados por Israel en 1967, cuando todo Israel está edificado sobre un territorio ocupado?
La respuesta presuntamente realista de los dirigentes reformistas (emuladores involuntarios de von Bismarck, no exactamente un modelo revolucionario) es que «la política es el arte de lo posible». Donde lo «posible» implica el reconocimiento del sistema capitalista (que critican en los sermones dominicales) mientras el horizonte no contempla revoluciones sino sólo elecciones, no el dominio de la mayoría (los proletarios) sino sólo cambios de gobierno para gestionar de manera «más humana» este sistema bárbaro (en el que, al mismo tiempo, no desdeñan ocupar cualquier sillón o banquillo). En Palestina «lo posible» se conjuga en la forma de un «apartheid» para los palestinos.
Para hacer aún más inverosimil una perspectiva supuestamente «realista», está la referencia a las Naciones Unidas y al elusivo «derecho internacional»: como si ambos no estuvieran dominados por los intereses dominantes. Un recordatorio aún más grotesco, teniendo en cuenta que el Estado colonial fue bautizado por la propia ONU y por la ONU defendida hasta el día de hoy, a pesar de votar periódicamente resoluciones humanitarias que tienen el mismo efecto que golpearse el pecho y rezar tres Avemarías para expiar los pecados.
Hay que añadir también que los planes del imperialismo, según las últimas declaraciones de Biden, contemplan la posibilidad, una vez terminada la carnicería israelí, de utilizar el manto de la ONU (y los cascos azules) para ocupar la Franja de Gaza; confiándola finalmente a Abu Mazen, que ya se había distinguido por su celo colaboracionista en Cisjordania.
La cantilena sobre los civiles
Hay un punto que las organizaciones reformistas tienen en común con la mayoría de los que definimos «centristas» (es decir, que oscilan entre un embalaje revolucionario y un contenido reformista): es la retórica sobre las «víctimas civiles».
Dado que como marxistas distinguimos clases en la humanidad, no civiles de militares, y considerando que en Israel todos los civiles (que son todos ocupantes ilegales) son llamados periódicamente a las armas, o viven armados hasta los dientes como los colonos en Cisjordania, la cuestión es que una resistencia popular, que no dispone de aviones ni de tanques ni de un ejército, no puede atenerse a un presunto código moral de combate en la lucha desigual con el ocupante.
Es comprensible que la retórica sobre los civiles sea parte integral de la propaganda prosionista de los medios de comunicación burgueses. Es menos comprensible que ciertos autodenominados comunistas comiencen cada discurso lamentando las «víctimas civiles de ambos lados».
Si alguna vez quisiéramos aplicar un código de combate ideal, deberíamos condenar el fusilamiento de los rehenes (civiles, incluido el obispo Darboy) por parte de la Comuna de París; o la utilización de rehenes por parte de los bolcheviques durante la guerra civil en Rusia; o la resistencia obrera en Italia; o la lucha de liberación conducida por el FLN en Argelia, etc. Ponemos estos ejemplos no por casualidad, ya que son hechos que reivindican las organizaciones que se definen «comunistas». Pero evidentemente es más fácil reivindicar el uso de la fuerza cuando se trata de hechos históricos lejanos, que chocarse con la opinión pública burguesa y defender hoy el derecho de los palestinos a combatir contra las fuerzas de ocupación por cualquier medio necesario.
Trotsky, en ese magnífico panfleto que es Moralistas y aduladores(9), sugirió a los antepasados de los actuales reformistas y centristas escribir un código moral de la guerra civil, que prohíba el uso de rehenes, fusiles y granadas de mano y bombardeos de civiles… advirtiendo sin embargo que «mientras este código siga siendo inaceptable como regla de conducta por todos, opresores y oprimidos, las clases en lucha intentarán obtener la victoria por cualquier medio, mientras los moralistas pequeñoburgueses (… quedarán) prisioneros de la moral de la clase dirigente (…)». ¡Santas palabras!
Los confusionistas que borran la cuestión nacional
Algunos grupos que dicen ser «internacionalistas», e incluso «marxistas» (se trata de un malentendido, claramente), sostienen que la clave está en unir al proletariado israelí con el palestino contra sus respectivas burguesías.
Son los mismos que, convencidos de aplicar un mandamiento marxista, definen todas las guerras como imperialistas y no reconocen (no lo tomen a mal Marx y Lenin) guerras justas, y por eso repiten ante cualquier conflicto que se trata de tener una posición de derrotismo bilateral (es lo que hacen, por ejemplo, ante la invasión rusa de Ucrania, negándose a apoyar la resistencia ucraniana).
En Italia tenemos una rica muestra de estos grupos, que niegan la cuestión nacional, que dicen superada en la era imperialista, como niegan cualquier otra reivindicación democrática(10). Es decir, eliminan la necesidad de un programa de transición que incluya las cuestiones democráticas para construir «un puente» entre la situación actual y la revolución(11).
Son, retomando la irónica definición de Lenin, personas que no se levantan de sus asientos hasta que ven surgir una revolución «pura»(12).
Es la postura expresada (con indudable coherencia) por diversos grupos que descienden, directa o indirectamente, del bordighismo (aunque compararlos con Bordiga es hacerles un elogio).
Pero cabe señalar que una variante similar también se encuentra en grupos que hacen referencia al trotskismo. Es el caso de SCR y de la IMT que, respecto a la cuestión palestina, aunque se ponen del lado de los palestinos (a diferencia de lo que hacen con la resistencia ucraniana), saltan de pies juntos la cuestión nacional y parecen considerar a Israel como un Estado capitalista cualquiera, en lugar de una entidad colonial; contraponen la demanda democrática de autodeterminación con la socialista (la expropiación de la burguesía), emitiendo la solución de la cuestión nacional al socialismo. A diferencia de los bordiguistas, utilizan argumentos menos impopulares en las movilizaciones que se manifiestan por Palestina. Argumentos que, además, tienen casualmente la ventaja de no obstaculizar un acomodamiento con los reformistas, que no quieren oír hablar de la destrucción del Estado de Israel. Así, SCR prefiere hablar de «disgregación de Israel desde un punto de vista de clase»(13).
Detrás de la aparente radicalidad «clasista» de esta posición se esconde el vacío típico de los sectarios o (y este es el caso de la SCR) el oportunismo, como ya demostró Lenin hace cien años en su polémica con posiciones similares de Bujarin(14). El sectarismo y el oportunismo son a menudo dos caras de la misma moneda.
En el caso en cuestión no se considera que el Estado israelí es un Estado sui géneris con un proletariado sui géneris, formado por colonos: y como colonos deben ser considerados no sólo los procedentes de Cisjordania sino también los que viven dentro de las fronteras de Israel disfrutando del estatus de ciudadanos únicos, con privilegios sancionados por leyes raciales que defienden una superioridad étnica de los judíos en relación con los árabes, y que, sobre todo, habitan en las tierras y casas que han sido expropiadas a los palestinos. Si, en nombre de un presunto análisis «de clase», esto no se tiene en cuenta, no queda claro por qué (salvo en casos aislados) todas las movilizaciones del proletariado judío de Israel, incluidas las más recientes contra Netanyahu, son impulsadas con demandas contra medidas gubernamentales independientes, pero que nunca ponen en discusión la existencia de Israel.
Por lo tanto, hablar de una perspectiva de coexistencia entre israelíes y palestinos significa, en general, tener ideas confusas sobre la cuestión nacional y sobre el enfoque marxista de la misma; significa, en particular, pasar por alto la necesaria destrucción de Israel, un Estado colonial que sobrevive no sólo con la «normal» explotación de los proletarios sino como una base militar financiada por el imperialismo.
La necesidad de otra dirección
Nuestra posición –y la histórica del trotskismo original– se basa en el rechazo a la partición de la ONU de 1947 y por ello apoyamos el objetivo de la destrucción de Israel como un paso ineludible para la futura convivencia de la mayoría palestina (incluidos los millones de refugiados) con una minoría judía no sionista (y por lo tanto no israelí) en una Palestina no racista y única: del Jordán al mar.
Obviamente, no se trata de dividir el proceso en etapas sino de incluir la cuestión nacional palestina en un programa transitorio cuyo resultado sea la revolución y la construcción de Estados socialistas en Medio Oriente. Para lograr todo esto, es necesario apoyar no una pacificación, como quieren los reformistas, sino una extensión del conflicto que involucre a todo el proletariado árabe, con el apoyo activo del movimiento de trabajadores y jóvenes de los países imperialistas. Plazas y calles de todo el mundo han demostrado en las últimas semanas que esto no es un sueño. Por supuesto, el desarrollo del movimiento dependerá en gran medida de la intervención coherente de los revolucionarios.
Por eso, es necesario construir otra dirección, revolucionaria, del movimiento obrero internacional y en Palestina(15). Pero la construcción de esta nueva dirección no puede ocurrir en el vacío. Pasa por el apoyo incondicional a la resistencia palestina y la participación en la lucha para expulsar a los sionistas de esa tierra que hoy está indicada en los mapas geográficos como «Israel».
(7 de noviembre de 2023)
Notas:
(1) Entre los numerosos libros de Ilan Pappé traducidos al italiano destacamos en particular: La pulizia etnica della Palestina [La limpieza étnica de Palestina], 2006, ed. it. Fazi, 2008; La prigione più grande del mondo [La prisión más grande del mundo], 2017, Fazi, 2022; 10 miti su Israele [10 mitos sobre Israel], 2017, Tamu edizioni, 2022; y una gigantesca Storia della Palestina moderna [Historia de la Palestina moderna], 2003, Einaudi, 2014.
(2) I. Pappé, La limpieza étnica de Palestina, pp. 4-5.
(3) I. Pappé, ibíd, p. 117.
(4) R. Schoenman, The Hidden history of Zionism [La historia oculta del sionismo], 1988: existen traducciones en varios idiomas (también disponibles en pdf en Internet), pero no en italiano.
(5) Quien desee profundizar en los orígenes y en la historia del sionismo puede encontrar útiles: N. Weinstock, Storia del sionismo [Historia del sionismo], 1969, Massari editore, 2006 y A. Léon, Il marxismo e la questione ebraica [El marxismo y la cuestión judía], 1946, Samonà e Savelli, 1972. León, judío polaco, líder de la Cuarta Internacional, murió con sólo 26 años en el campo de concentración de Auschwitz. Destacamos también una importante investigación de Shlomo Sand, L’invenzione del popolo ebraico [La invención del pueblo judío], Rizzoli, 2010.
(6) R. Schoenman, op. cit.
(7) Sobre las posiciones de Rifondazione Comunista, véase la resolución aprobada por el Comité Político Nacional (26 de octubre de 2023) http://www.rifondazione.it/primapagina/?p=54636
La posición de Potere al Popolo se expresa en «Che succederà adesso in Palestina e che dobbiamo fare noi» [«Qué pasará ahora en Palestina y qué debemos hacer nosotros»] (18 de octubre de 2023) https://poterealpopolo.org/palestina-cosa-dobbiamo-fare/ en la que Pap reivindica que Israel se retire «regresando a las fronteras de 1967» y se respeten los acuerdos de Oslo.
(8) De 1948 a 1967, en Israel, el gobierno estuvo presidido sin interruoción por el Partido Laborista (Ben Gurion, Golda Meir, Yitzhak Rabin); luego, hasta 1984 por el Likud (conservadores, con Menachem Begin e Yitzhak Shamir); luego, alternando entre uno y otro, y, desde 2009 hasta hoy, salvo breves períodos, por Benjamin Netanyahu (Likud).
(9) L. Trotsky, Moralisti e sicofanti contro il marxismo [Moralistas y aduladores contra el marxismo], 1939, https://www.marxists.org/italiano/trotsky/1939/6/moralisti.htm
(10) Es la clásica posición «ultraizquierdista» con la que polemizaron tanto Lenin como Trotsky. Este último, por ejemplo, escribió: «El derecho a la autodeterminación nacional es naturalmente un principio democrático y no socialista. Pero los principios auténticamente democráticos son sostenidos y realizados en nuestra época sólo por el proletariado revolucionario: es también por esta razón que están tan estrechamente entrelazados con los fines socialistas» (traducción nuestra). En: «La independencia de Ucrania y los confusos sectarios», 1939, https://www.marxists.org/italiano/trotsky/1939/7/indUcraina.htm
(11) L. Trotsky, Programma di transizione [Programa de Transición], 1938, Massari editore, 2008. Aquí (pp. 126-127) Trotsky escribe: «Los sectarios sólo ven dos colores: el rojo y el negro. Así, para no caer ellos mismos en la tentación, simplifican la realidad. Se niegan a distinguir entre los dos bandos de la guerra civil en España por el hecho de que ambos bandos tienen un carácter burgués. Por ese mismo motivo, creen que es necesario permanecer «neutrales» en la guerra entre Japón y China. (…) Estos políticos estériles normalmente no necesitan un puente en la forma de reivindicaciones transitorias porque no tienen intención de cruzar al otro lado. Simplemente retozan sin moverse, autocomplaciéndose con la continua repetición de las mismas abstracciones vacías. Los acontecimientos políticos son para ellos una ocasión para hacer comentarios, no para actuar» (traducción nuestra).
(12) V. I. Lenin, «Resultados de la discusión sobre la autodeterminación», 1916, en Obras Completas. Aquí Lenin se burla de quienes creen que «de un lado un ejército se alinea y dice: «Estamos por el socialismo», del otro lado, otro ejército se alinea y dice: «Estamos por el imperialismo», ¡y esta será la revolución social! (…) un punto de vista pedante y ridículo (…). Quien espere una revolución social «pura» nunca la verá. Es un revolucionario de palabra que no comprende la verdadera revolución» (traducción nuestra).
(13) Véase la declaración de la IMT (de la que SCR es sección italiana): «¡Basta de hipocresía! Defender a Gaza» (11 de octubre de 2023), en: https://www.rivoluzione.red/basta-ipocrisia-difendere-gaza-la-dichiarazione-della-tmi/
y en la cual se lee: «En último análisis, sólo la creación de un frente unido entre el pueblo palestino y la clase obrera y los sectores progresistas de la sociedad israelí creará la posibilidad de dividir el Estado israelí según líneas de clases, allanando el camino para una solución duradera y democrática de la cuestión palestina».
(14) La polémica de Lenin con Bujarin (y Radek, Piatakov, y otros), quien sostenía que la cuestión de la autodeterminación de los pueblos ya no estaba a la orden del día en la época imperialista y, de hecho, debería ser rechazada como inalcanzable o reaccionaria, está contenida en algunos textos de 1916, en particular véanse: «Respuesta a Kievski» [alias Piatakov, nda.], «En torno a una caricatura del marxismo» y «Sobre la tendencia naciente del economicismo imperialista». Los tres, contenidos en el volumen 23 de las Obras Completas, Editori Riuniti, 1966, pp. 9-74.
(15) Tenemos la intención de dedicar un artículo futuro al análisis de las direcciones históricas y actuales de los palestinos: partiendo de la OLP y sus diversos componentes, para llegar a las fuerzas que dirigieron la acción del 7 de octubre, incluyendo no sólo a Hamas sino también el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) y otros grupos.
Artículo publicado en www.alternativacomunista.it, 11/11/2023.-
Traducción: Natalia Estrada.