Ni sectarismo ni canibalismo, antagonismo de clase
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Por Partido Socialista de los Trabajadores – Colombia
El gesto democrático de realizar el Consejo de Ministros de cara al país, contrasta agudamente con el comportamiento autoritario, del caudillo presidente, que no solo ha perdido toda conexión con las masas que lo eligieron, sino que se niega a escuchar incluso a su segunda al mando, la Vicepresidenta, y a quienes tal como ellos lo dicen, le han acompañado lealmente desde antes de su elección.
En medio de la discusión por la falta de ejecución del Gobierno, en la que admite no haber cumplido ni el 25% de sus promesas, estalló en vivo la pugna ministerial. Petro regaña a sus ministros y los critica como si no fuera él quien los nombró y quien “dirigió la orquesta” durante estos ya casi tres años, lavándose las manos ante el desastre del balance; la culpa es de cualquiera menos de él. Quieren mostrar los problemas como incompetencia individual, que seguramente la hay, y no como un problema político derivado del sector social que representan dichos ministros.
Francia Márquez, quien resurge de una prolongada estadía entre las sombras, y Susana Mohamad, fueron las más beligerantes en rechazar el nombramiento de Benedetti como jefe de gabinete, y es que, aunque Petro diga que no existe ese cargo, este es el verdadero carácter del “jefe de despacho de la Presidencia”, más allá de las palabras lo que importa es el contenido. Y ambas ministras lo rechazan por sus escándalos de corrupción, acusaciones de machismo, entre otras. También se expresó el rechazo hacia Laura Sarabia que ha pasado por todos los cargos importantes del gobierno, a pesar de sus escándalos como el de haber torturado a una empleada doméstica, por ser una cuota importante de la burguesía.
La defensa de Petro a estos dos personajes, no puede ser más detestable y vacía. No solo defiende sin argumentos serios a los impresentables de su gobierno, sino que arremete contra toda crítica tildándola de traición, sectarismo y hasta canibalismo político. Pero la realidad es que no se trata de sectarismo, canibalismo o ningún tipo de apelativo psicológico que se pueda utilizar, se trata de algo sencillo: el antagonismo de clases.
Las limitaciones del proyecto progresista, impuestas por su política de gobernar con sectores de la burguesía, quedaron más que al desnudo frente a todo el país durante el Consejo de Ministros televisado en directo el pasado 4 de febrero, al cual sigue un remezón ministerial hasta ahora en curso. La falta de ejecución se sumó a las tensiones naturales que genera el querer gobernar para dos clases sociales antagónicas; los representantes de la burguesía terminan aislando, y dejando en segundo plano a quienes vienen de la clase trabajadora y los sectores oprimidos, aunque se trate de la propia vicepresidenta. La realidad es que la conciliación de clases solo sirve a una clase: la burguesía.
Con tal de defender a la derecha de su gobierno y a los alfiles de la burguesía, es capaz de despreciar el aporte de las organizaciones de la llamada izquierda, de los trabajadores, e incluso de sus más leales amigos. Sus cálculos electorales le dicen que para elegirse no fue suficiente el voto de “izquierda” y del pueblo trabajador, de los luchadores del paro nacional, sino que se “necesitó” de la maquinaria y votos de partidos burgueses como el Liberal, la U, entre otros; ahora calcula que para mantener al Pacto Histórico en el poder en 2026 los necesitará de nuevo; para mantener a su lado a personajes despreciables como Sarabia y Benedetti, es capaz de hacer a un lado no solo a sus únicas ministras provenientes de la clase trabajadora y el pueblo, sino de hacer a un lado a los miles de luchadores del paro nacional, gracias a los cuales está en el gobierno. Es muy posible que la jugada le salga mal porque no son solo unos cuantos quienes rechazan a los personajes en cuestión, sino las mayorías que votaron por él. Hoy Petro afirma que sin esos sectores de la burguesía no se habría dado el triunfo electoral, pero nosotros decimos que definitivamente sin la movilización de los trabajadores y los sectores populares habría sido imposible.
Desde el PST además de mantener nuestra independencia política del gobierno, que dicho sea de paso nos ha valido en varias ocasiones el apelativo de sectarios, hemos insistido en el rechazo a los ministros y funcionarios burgueses en el gobierno de Petro. No es posible servir al tiempo dios y al diablo, y Petro al creer que sí lo es, realmente ha escogido gobernar para el diablo, es decir, la burguesía. Ante la imposibilidad de realizar cambios estructurales, Petro se acomoda en la administración del estado burgués, con una retórica de izquierda, pero cada vez más plegado a los dictados de la OCDE y a la política de gobernar para todos, como si no existieran las clases sociales. En su mundo imaginario, es posible conciliar los intereses de explotadores y explotados, opresores y oprimidos, víctimas y victimarios, y lo demás es sectarismo; la palabra dignidad que tanto le gusta en el discurso, no cabe para sus contradictores.
La verdad es la contraria. Los intereses de clase son antagónicos, y nada tienen que ver con explicaciones psicológicas o animadversiones personales; no existe ese mundo armónico donde podamos convivir y ser “multicolor” con la burguesía nacional e imperialista, las multinacionales expoliadoras, los asesinos de los 6402, los genocidas y los corruptos que se apropian del dinero público, gente que tortura a la niñera, etc. Graves amenazas se ciernen sobre la humanidad, la crisis del capitalismo amenaza con el colapso del planeta y la civilización. La utopía reaccionaria del mundo “multicolor” con nuestros enemigos, no hace más que retrasarnos en el camino de evitar este desenlace.
El Consejo de Ministros del 4 de febrero, mostró qué hay detrás del estancamiento del gobierno que le impide hasta el más pequeño retoque al sistema. El problema es la alianza de Petro con la burguesía para gobernar, más precisamente, con la burguesía santista y la conservadora, representadas, entre otros, por los ministros y altos funcionarios como Cristo, Benedeti y Sarabia. Lo que Petro hace es una zarandeada a los sectores políticos representados en el gobierno, para buscar barajar la propuesta electoral de 2026.
Por eso nos unimos a las voces de todo el país que piden la salida ya de Benedetti y Sarabia del Gobierno, pero no solo la de ellos, sino la de todos los ministros y funcionarios burgueses, incluido Juan Fernando Cristo. La verdad es que es improbable que Petro rectifique el camino a estas alturas, deje de comportarse como un caudillo autoritario, despida a los ministros burgueses, se apoye en las organizaciones de la clase trabajadora y el pueblo, tome medidas verdaderamente radicales para un cambio de verdad, como por ejemplo: dejar de pagar la deuda externa, eliminar las EPS y los fondos privados de pensiones, nacionalizar las empresas de servicios públicos, eliminar la tercerización laboral, entre otras.
Por eso, es urgente reorganizar la lucha independiente. La experiencia con el progresismo y la conciliación de clases, la experiencia de confiar en caudillos y en la vía electoral, no debe llevarnos a la desmoralización, sino a retomar el camino del paro nacional de 2021. La salida no está en las elecciones de 2026, con coaliciones más cuestionables que las de 2022, o con un partido único de centro-izquierda bajo el mando unificado de Petro. La salida está en la fuerza de lo colectivo, en el poder de la movilización de las masas trabajadoras y oprimidas, gracias a las que Petro hoy gobierna.
Comité Ejecutivo PST
6 de febrero de 2024.
PD1. Entre otras frases asombrosas de la verborrea presidencial tenemos que “el feminismo no es para destruir al hombre”, si bien disentimos en muchos puntos del feminismo, rechazamos firmemente que se ridiculice, desprecie y trivialice la lucha contra el machismo, la lucha de las organizaciones de mujeres y la beligerancia de las mujeres en la vida política. No es el feminismo lo que divide a la clase trabajadora y a la sociedad, es el machismo señor presidente, la ola de violencia feminicida que recorre el país es lo que debería preocuparle y no la lucha contra el machismo en todas sus expresiones.
PD2. No Señor Presidente, el arte no fue censurado por “la izquierda” – en la URSS- sino por la contrarrevolución estalinista que pregonaba ideas algo parecidas a las que usted pregona ahora, como coexistir con el imperialismo, el desarrollo económico en un solo país, y el partido único.