Muhammad Yunus ¿Quién es el líder del gobierno interino de Bangladesh?
Muhammad Yunus fue elegido recientemente para dirigir el gobierno interino de Bangladesh, en medio de una revuelta popular en curso en el país que derrocó a la primera ministra Sheikh Hasina, que huyó en helicóptero a la India. El detonante para las luchas fue una política de cuotas en los empleos públicos: un tercio de las vacantes serían reservadas a familiares de veteranos de la guerra de independencia del país contra Pakistán en 1971. Esto se consideraba un privilegio para los militares del país, en medio de un gobierno que ya tiene fama de ser corrupto. El protagonismo de estas luchas es principalmente de estudiantes, que exigen cambios radicales en el gobierno. En este artículo presentaremos a Muhammad Yunus, el banquero que fue designado para asumir el poder para frenar la heroica revolución de Bangladesh, y entender cómo la ausencia de un partido marxista llevó a que él recibiese el apoyo de los luchadores.
Ese entusiasmo está relacionado con la propia trayectoria de Yunus. Al mismo tiempo que se lo reconoce mundialmente por su papel en la lucha contra la miseria de los años ’70, se oculta su papel en el mantenimiento de la explotación de la clase obrera de hoy, y cómo su papel fue fundamental para enriquecer a las multinacionales imperialistas que inciden en el país. Nacido el 28 de junio de 1940 en la ciudad portuaria de Chittagong (Bangladesh), Muhammad Yunus se graduó en Economía por la Universidad de Dhaka y realizó estudios de posgrado en Estados Unidos. Regresó a Bangladesh en 1972 para dirigir el departamento de Economía de la Universidad de Chittagong, poco después de la independencia del país en 1971.
Escenario político y económico
Bangladesh sufría con el legado de la colonización británica: un país muy poblado, esencialmente agrario, cuyo proletariado se formó sin una creación de empleos adecuada. Esto se tradujo en una inmensa pobreza, hambre y otros indicadores de males sociales, como analfabetismo, mortalidad infantil, etc. Además, los militares dieron un golpe de Estado en 1975, organizando un régimen dictatorial que perduró hasta 1990.
Este contexto interno se producía en medio de la Guerra Fría. Los países imperialistas, especialmente Estados Unidos, exportaban capitales y apoyaban golpes y dictaduras por todo el mundo. En Bangladesh, ese era el escenario ideal para la instalación de la industria textil, toda vez que encontraba una población capacitada para esa tarea (dada la tradición cultural en la producción de ropas y tejidos) y en situación de miseria, dispuesta a aceptar niveles de explotación aún mayores en relación con los trabajadores estadounidenses.
La experiencia del microcrédito del Banco Grameen
En este contexto, el Grameen Bank (Banco de la Aldea, en traducción libre) inició su experiencia con pequeños préstamos a finales de los años ’70 y se estableció oficialmente en 1983. Se lo considera la primera institución financiera que ofreció microcréditos a personas de bajos ingresos, especialmente mujeres, sin exigir garantías, algo inaudito en la época. Hasta entonces, la principal forma de microcrédito era el crédito al consumo, especialmente las tarjetas de crédito, que empezaron a popularizarse en aquella época, sobre todo en los países ricos.
El Banco Grameen ofrecía créditos a 8% de interés anual para la construcción de viviendas, algo especialmente importante en un país donde casi todos los años se producen inundaciones que destruyen las casas. Además de viviendas, estas nuevas casas también tenían un espacio para talleres, convirtiendo cada residencia en una extensión de las fábricas. Para hacer viable el trabajo, como la compra de maquinaria e insumos, también se ofrecían créditos a 20% de interés anual.
Los préstamos se hacían especialmente para mujeres, que hasta hoy representan más de 90% de los «clientes» del banco, dando prioridad a los talleres de costura. En promedio, el banco poseía una tasa de lucro de 15% anual, lo que está dentro de la rentabilidad media del capital del país. A pesar de ello, el banco era conocido por ofrecer crédito barato, ya que los demás bancos cobraban fortunas a las trabajadoras, lo que las empujaba a la morosidad. Además, el banco tenía otras dos peculiaridades: concedía préstamos a grupos de cinco mujeres, de modo que ellas actuaban en conjunto como una unidad productiva; y la cobranza semanal, en la que el banco mantenía un contacto cara a cara permanente con esas mujeres.
Un imperio económico
Con el tiempo, se crearon otras 22 empresas del grupo Grameen, con y sin ánimo de lucro. Además de las empresas financieras que endeudan a las familias bangladeshíes, también actúan en la educación y en la infraestructura privada de comunicaciones y de energía, asumiendo un papel que podría ser del Estado. También tienen asociaciones con otras ramas de las multinacionales imperialistas, como el procesamiento de alimentos con la Danone y en el agronegocio. Además, ofrecen otras formas de empleo tercerizado y precario, como el desarrollo de software y el telemarketing. Esto no significa que el Banco Grameen haya perdido su relevancia. Hoy, este atiende a más de 9,3 millones de «clientes», 97% de los cuales son mujeres, y ya ha desembolsado casi 39.000 millones de dólares en préstamos.
En general, las Industrias Grameen buscan proveer productos y servicios para reventa, de modo que la población de Bangladesh pueda «generar sus propios empleos». A través de estas iniciativas, Yunus defiende dos pilares centrales: la erradicación de la pobreza, a través del desempleo cero, y la lucha contra el cambio climático, mediante la inversión privada en nuevas fuentes de energía verde. Cabe mencionar que esto es especialmente impactante en Bangladesh, que ya posee millones de refugiados climáticos y es considerado por especialistas como el país con mayor potencial de desplazamiento en la historia de la humanidad, debido al cambio climático.
La política de autoempleo ha sido efectiva. Millones de familias, de hecho, han salido de la miseria en el país. Los índices de impacto social demostraron una disparidad entre las familias de las «clientes» del Grameen y la población general: mejoras en alimentación, educación, sanidad, vivienda, mortalidad infantil, etc. Pero una mejora no significa necesariamente que hoy estén en buena situación. El mayor ejemplo de esto es la insatisfacción, que generó el proceso revolucionario de 2024. Hablaremos de esto más adelante.
Desde el punto de vista general del país, también parece haber habido una mejoría. Las familias de las costureras alimentaron el comercio local con su poder de consumo, lo que generó un mercado interno y un aumento de las importaciones. El PIB empezó a crecer a «ritmo chino», de 5,6% anual, en media, entre 1990 y 2022. La industria textil se convirtió en la principal industria del país: responsable de tres cuartas partes de las exportaciones nacionales en 2005 y situando a Bangladesh como segundo mayor exportador del mundo en 2014. El país se ha convertido en un exportador de productos primarios (incluso de alimentos que aún faltan a la población) y de escaso valor agregado, y no ha logrado desarrollar su propia industria nacional.
Yunnus y el Premio Nobel de la Paz
Las migajas que caen de la mesa del imperialismo para el pueblo pobre y trabajador de Bangladesh bastaron para que Yunus obtuviese reconocimiento mundial de las principales instituciones internacionales. Por ser el idealizador del servicio bancario de microcréditos productivos y la cara pública del Grameen Bank, Yunus es reconocido interna y externamente como el principal responsable por todos esos resultados. Esto le valió el Premio Nobel de la Paz en 2006.
Esta experiencia fue utilizada como inspiración para toda una nueva agenda política de creación de «empresas sociales», «sector 2.5» y de emprendedorismo en general. Estas políticas han sido implementadas en todo el mundo por los Estados capitalistas, ya sea por gobiernos de derecha o de izquierda, en países ricos y pobres. El discurso de que es posible para el trabajador generar su propio empleo se ha utilizado para hacer recaer la responsabilidad del desempleo en los propios trabajadores, que no estarían emprendiendo lo suficiente. También ayuda a desmovilizar las luchas que exigen del Estado políticas públicas, porque todo problema social podría resolverse, potencialmente, a partir del emprendedorismo.
¿Qué explica esta popularidad?
Para la época, el microcrédito para la producción sonaba como algo inédito, dado que los bancos sólo ofrecían microcréditos para el consumo a través de tarjetas de crédito. Pero el microcrédito para la producción ya era algo común en las cooperativas de crédito desde el siglo XIX, y la única innovación en sí era el hecho de que este servicio lo ofreciera un banco. Así que lo que en realidad ocurrió fue una buena jugada de marketing personal para un nuevo servicio bancario, que permitió la entrada de capitales extranjeros.
Se trata de una situación similar a la vivida en varios otros países pobres durante la segunda mitad del siglo XX. Decenas de dictadores son considerados populistas, populares, o hasta comunistas, por su retórica similar. Se forjan la reputación de ser «buenos para con el pueblo pobre» o de ser «nacionalistas», o incluso «desarrollistas», porque actúan en asociación con el capital extranjero. La diferencia es que esta reputación, en general, suele quedar con los dictadores, y en el caso de Bangladesh, la fama fue a parar a un empresario que no ejercía directamente cargos políticos.
No es un fenómeno totalmente inédito, pero ¿por qué ocurre? El dinero se percibe como el gran motor de la actividad productiva humana en el capitalismo. Sin el capital adelantado, no nace ninguna empresa ni se crean nuevos empleos. El Capital en su forma Dinero es siempre la primera percepción que tenemos de este proceso del Valor que se aprecia. No importa cuántos cientos o miles de ciclos pasen, e incluso si todo el capital invertido ya ha sido devuelto al primer inversor, este sigue siendo visto como el primer agente, el propietario y responsable.
La entrada de capital extranjero es esencialmente el inicio de los ciclos capitalistas en estos países. Pero los políticos consiguen convencer a la población de que es gracias a ellos que este capital pudo entrar en el país, lo que se corrobora por el hecho de que el Estado es el detentor del padrón monetario nacional. Se combina con eso, que Yunus todavía sigue presentándose como el responsable de los préstamos de microcréditos, que en la práctica parecen ser «microcapitales» que entran en las casas de la gente y les permiten trabajar.
Una vieja teoría económica
La teoría de Yunus es que ofrecer microcréditos hace posible el trabajo porque permite el consumo de maquinaria y materias primas. A partir de este trabajo se generan mercaderías, que se venden y generan más dinero. Estos ingresos permiten reponer las materias primas para un nuevo ciclo de trabajo, y pagar los intereses de los préstamos y, lo poco que sobra, utilizarlo como ingresos para el consumo personal de estas familias. Estos ingresos circularían en el mercado interno de bienes de consumo, calentando el mercado del país. Por otra parte, el dinero que se transfiere a los proveedores y al banco sirve, en parte, para ampliar la producción e invertir en nuevas ramas.
En la práctica, lo que se observa es que este proceso genera una renta muy baja para esas familias, una de las más bajas del mundo. Así que, aunque funcionase, sería bastante insuficiente para sostener la tesis de causa humanitaria. Tanto es así que el hambre en Bangladesh sigue siendo enorme. Pero hay otro agujero en esta teoría: nada garantiza que eso funcione para siempre. Los problemas de infraestructura, así como las catástrofes climáticas, pueden interrumpir el proceso de producción. Además, las empresas imperialistas pueden trasladar sus centros de compra a otros países, de modo que la población se quede con mercancías sin vender y que no pueden alcanzar el mercado interno.
Esta teoría económica que presupone el funcionamiento del mercado para concluir que el mercado funciona no es nueva. Se trata de la vieja ley de equilibrio de los mercados, defendida desde los siglos XVII y XVIII. Ya lo decían economistas liberales como Jean-Baptiste Say, James Mill y Adam Smith. Es un dogma de corrientes económicas liberales, que justifican que el mercado es perfecto y racional, adaptado a la coyuntura de un país en estado de penuria, explotado por el capital internacional en asociación con empresarios locales.
Yunus, socio menor del capital imperialista
Si incluimos el capital internacional en la ecuación, vemos que este es el principal agente que pone en movimiento a millones de obreras de la industria textil. De todo el trabajo que realizan, la mayor parte va a parar a estas empresas y la menor a ellas. Estas empresas no tienen ningún interés humanitario, sólo intereses económicos de explotación de esas millones de familias.
El Banco Grameen, por lo tanto, no es el iniciador del proceso productivo, sino un intermediario necesario. Si las multinacionales se quedan con la parte del león del trabajo no remunerado a las obreras, el banco se queda con una parte menor de este. En otras palabras, la «causa humanitaria» no es más que retórica de marketing. Tanto más cuando se reconoce que ni siquiera se trata de créditos subsidiados, por debajo de la rentabilidad media del mercado. Los intereses financieros de las multinacionales son determinantes con relación al inicio del proceso, y el banco sólo es un socio menor.
Pero esto lleva a preguntarse: ¿por qué la industria textil internacional compra estos productos? El objetivo es baratear los costos con mano de obra. La lucha económica de los trabajadores en los países centrales les ha proporcionado un salario medio mucho más alto. La migración de estos puestos de trabajo hacia el sudeste asiático fue una forma de reducir de un plumazo los costos de producción con los salarios. No hay ningún interés humanitario por parte de estas empresas, sólo la explotación implacable de las obreras bengalíes.
Sobreexplotación de las obreras
La disputa por el protagonismo en el proceso productivo entre la inversión extranjera y la nacional se inscribe dentro de la lógica de la apariencia del Capital-Dinero como motor de arranque del Capital. Pero el mantenimiento de los ciclos sólo ocurre debido al trabajo arduo de las obreras, verdaderas responsables de la prosperidad económica de Bangladesh, y que no pueden usufructuar ni de la más mínima parte de esa riqueza producida, y mucho menos influir en las decisiones sobre cómo se reinvertirá la plusvalía producida por ellas. Esto nos lleva a investigar las condiciones en las que se da este trabajo.
Las condiciones de trabajo y de vida de estas obreras, de sus hijos y de toda su familia se observan mejor estudiando la industria de la Fast Fashion [moda rápida], y no por los discursos populistas de Yunus. Las Sweatshops [fábricas de explotación laboral] son lugares donde se desarrolla el sweating system [sistema del sudor], un modelo de explotación en el que los empleados trabajan bajo presión extrema y los lugares de trabajo se confunden con hogares y carecen de condiciones de salud y seguridad. Los hogares se convierten en una extensión de la fábrica, sin las condiciones de control y protección de la planta industrial.
También llamados «atelier de misery» en francés, son lugares de trabajo en condiciones muy precarias y socialmente inaceptables para los trabajadores de los países imperialistas. El trabajo puede ser difícil, peligroso, climáticamente inadecuado, o mal pagado. Los trabajadores de las Sweatshops pueden tener que trabajar muchas horas por un salario bajo, independientemente de leyes que obliguen al pago de horas extras o a un salario mínimo; también pueden violarse las leyes contra el trabajo infantil. Los productos que generalmente son favricados en estas fábricas son zapatos, ropa, juguetes, chocolate y café.
Entre las multinacionales que han sido acusadas de utilizar esta forma de trabajo se encuentran Levi’s, Nike, Tommy Hilfiger, Calvin Klein, Ralph Lauren, Zara, Armani, Gucci, Prada, Dolce & Gabbana, Burberry, entre otras.
En asociación con estas empresas, el Banco Grameen extrae aún un poco más de los ingresos de estas familias, cobrando intereses de 20% anual para hacer viable el trabajo y de 8% anual cuando estas se ven en una situación de desamparo con la destrucción de sus viviendas. Además, el grupo Grameen en su conjunto permite nuevas formas de explotación en otras ramas de la producción.
El capitalismo trajo la miseria a Bangladesh, en primer lugar, con la colonización, y en segundo lugar, con la superexplotación con los talleres clandestinos. Es cierto que esta forma de trabajo aparece en las estadísticas como algo mejor que morirse de hambre, pero no es cierto que esto se acerque a la libertad o a algún nivel de emancipación. Esto sólo demuestra que el capitalismo es el sistema que aprisiona a la mayoría de la población en una armadilla: lo único peor que ser explotado es no ser. Es una prisión disfrazada de libertad.
¿Existe explotación en el emprendedurismo?
A primera vista, todo parece como si las trabajadoras produjesen mercaderías y las vendiesen. Entonces, ¿cómo puede ser esto explotación? Algunos podrían incluso pensar que la ganancia de las multinacionales reside en la astucia del empresario que decidió aprovechar la diferencia de precios entre los países para convertirse en un simple mayorista, y ya no en un productor. Pero no es así, y vamos a explicar por qué.
El primer indicio de que se trata de otra forma de contratación, y no de una actividad empresarial, es que esta misma actividad coexiste en modalidad de contratación de salario mensual. De tal modo que el salario que perciben estas obreras es por pieza producida, y no por tiempo. El mercado elige una modalidad u otra según sea más o menos favorable para el desarrollo capitalista.
Pero la diferencia de valor de las mercancías vendidas entre los países no se da por simples índices inflacionarios de cada lugar. En los países donde van a ser consumidas, respetan la ley del valor de esas mercaderías, en la que su precio se define en función del tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción. El precio pagado a las obreras por cada una de estas mercaderías refleja el costo de vida y de reproducción de estas mercaderías, el mismo cálculo que se hace para determinar los precios de la fuerza de trabajo.
Por lo tanto, sí existe explotación en el emprendedorismo. No porque los empresarios sean explotados, sino porque esta forma jurídica (e ideológica) ha sido resignificada para expresar las contrataciones por salario por pieza [a destajo]. En otras palabras, el salario por tiempo se fracciona para expresarse en cada pieza producida, dada la productividad media de esa sociedad. Para comprender mejor el salario por pieza, recomendamos la lectura del capítulo 19 del primer libro de El Capital. Por su parte, el debate sobre la ley del equilibrio del mercado está presente a lo largo de todo el segundo libro.
Localización de Yunus en la lucha de clases
Con un discurso fuertemente centrado en lo social, lo más común es identificar a Yunus como una figura de izquierda. Sin embargo, ser de izquierda no significa necesariamente estar del lado de los trabajadores en todas sus luchas. Al contrario, varias de estas luchas se dieron contra él y el grupo Grameen.
En 2006, decenas de miles de trabajadores se movilizaron en uno de los mayores movimientos huelguísticos del país, que afectó a casi todas las 4.000 fábricas. La Asociación de Fabricantes y Exportadores de Ropa de Bangladesh (Bangladesh Garment Manufacturers and Exporters Association – BGMEA,) recurrió a las fuerzas policiales para reprimirla, con el resultado de tres trabajadores muertos y otros cientos heridos de bala o presos. En 2010, tras un nuevo movimiento huelguístico, casi mil personas resultaron heridas entre los trabajadores, como resultado de la represión.
Su papel en la producción, por otra parte, consistió en idealizar, implementar y justificar un sistema de explotación de la población bengalí por las multinacionales imperialistas. Al hacerlo, construyó un verdadero imperio nacional como socio menor de ese capital extranjero. Además, lo presentó al mundo como una acción humanitaria y se atribuyó el mérito por el trabajo de millones de trabajadoras que construyen la economía de Bangladesh.
La percepción del papel de Yunus en la lucha de clases es exactamente la percepción de las apariencias del capital descritas por Marx en El Capital. Por eso, es necesario construir un partido marxista en el país, para que construya un programa socialista que rompa con este sistema de súper-explotación y arme a la vanguardia revolucionaria del país en la comprensión de quiénes son sus enemigos en su lucha por la liberación, y que comprenda que tener a un banquero al frente del gobierno de Bangladesh significará una frustración más para las aspiraciones de los trabajadores y jóvenes del país.