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Los debates sobre Venezuela

agosto 14, 2024

Después de las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio, la situación venezolana es uno de los centros de atención de la prensa mundial. Nicolás Maduro se declaró ganador frente a Edmundo González, candidato de la oposición burguesa de derecha, luego de un fraude evidente en el que el régimen no pudo siquiera hacer públicas las actas de las mesas de votación.

Por Alejandro Iturbe

Desde el día siguiente, “la juventud y la población de los barrios populares venezolanos tomaron las calles de Caracas y de varias ciudades del país, para mostrar su indignación por el fraude en las elecciones presidenciales que mantiene en el gobierno al dictador Nicolás Maduro. La respuesta de la dictadura fue una brutal represión contra los jóvenes desarmados: hasta ahora se contabilizan 11 muertos, decenas de heridos, varios desaparecidos y una centena de presos”[1].

Ante esta situación, los trabajadores de todo el mundo son bombardeados por diferentes análisis y posiciones, a través de los medios de comunicación. Dos de esas posiciones aparecen claramente enfrentadas y polarizan el debate. Una es presentada por diversos gobierno burgueses latinoamericanos (en especial los de derecha y de extrema derecha, como el de Javier Milei en Argentina) y varios gobiernos de potencias imperialistas.

Según esta posición, lo que hoy está pasando en Venezuela (tanto el fraude electoral y la ausencia de libertades democráticas como el deterioro de la situación económico-social de las masas que llevó a millones de venezolanos a emigrar a otros países) es el resultado de que en el país existe una “dictadura socialista” desde que Hugo Chávez asumió el poder, a finales del siglo XX. Es decir, el “socialismo” sería la fuente de todos los males de Venezuela.

En el otro polo, están los que afirman que, en Venezuela, el proceso encabezado por Hugo Chávez y continuado por Nicolás Maduro es revolucionario y de contenido socialista. Entonces, o que hoy vemos en Venezuela es la defensa de la “revolución bolivariana” frente a los que quieren liquidarla. Es la posición que expuso el presidente cubano Miguel Díaz-Canel, uno de las más sólidos respaldos internacionales de Nicolás Maduro[2].

Aunque parezca contradictorio, ambas posiciones tienen una base común: Venezuela es “socialista”. Para la derecha burguesa, esta es la fuente de todos los males. Para la posición de Díaz-Canel es lo que hay que defender a cualquier costo.

La Venezuela de Chávez

Comencemos con este debate. Desde el propio inicio del régimen chavista, la LITCI sostuvo que el proceso que encabezaba Hugo Chávez no tenía nada de socialista ni pretensiones de avanzar en esa dirección. Lo hicimos incluso en el período de mayor prestigio del chavismo y cuando gran parte de la izquierda mundial adhería a su propuesta del Socialismo del Siglo XXI. Por el contrario, sostuvimos que se trataba del acceso al poder de un sector de la cúpula de las FFAA burguesas que aspiraba a retener en el país una porción mayor de la renta petrolera (la principal fuente de recursos) pero sin cambiar nada de la estructura del país como capitalista dependiente del imperialismo yanqui[3].     

Durante varios años, en Venezuela ingresaron miles de millones de dólares por las exportaciones petroleras. Gracias a ese dinero, los cuadros chavistas (en especial los altos mandos militares) acumularon grandes fortunas y se transformaron en la llamada “boliburguesía” Su exponente más conocido es Diosdao Cabello, dueño del segundo grupo empresarial del país, con bancos, industrias y empresas de servicios en Venezuela y también con numerosas propiedades en el exterior.

El chavismo tampoco combatió en serio a la vieja burguesía venezolana. Después que esta intentó derrocarlo con el golpe de 2002 y el lockout patronal de 2003 (derrotados por la acción de los trabajadores y las masas) realizó un gran acuerdo con el grupo empresarial Polar-Mendoza (el más grande del país).

Finalmente su declamado antiimperialismo era más de palabra que en los hechos. Pagaba puntillosamente la deuda externa del país (a veces de modo anticipado) y entregó grandes áreas de explotación petroleras a las multinacionales, como la estadounidense Exxon. Finalmente, ya en 2016, con Maduro, el gobierno anunció el plan del Arco Minero del Orinoco, que entrega a las multinacionales 12% del territorio del país, rico en oro, diamantes, hierro y otros minerales, además de petróleo (en este caso, además de empresas yanqui y canadienses, también entraban empresas chinas en el negocio).

En el caso de la llamada Faja Petrolera del Orinoco (FPO), el ingreso de capitales chinos se concretó a través de empresas mixtas, conformadas por empresas chinas y PDVSA; que comenzaron a realizar actividades de exploración y explotación de hidrocarburos. La compañía china National Petroleum Corporation (CNPC), por ejemplo, ha explotado el Bloque Junín 4 y el Bloque Junín 10; a través de la empresa mixta Petrourica. Adicionalmente la CNPC, en 2008, constituyó junto a PDVSA, la empresa Petrosinovensa, para realizar actividades de exploración y producción en el área Carabobo. En 2013 SINOPEC acordó con PDVSA inversiones para la explotación del campo petrolero Junín 1 por 14.000 millones de dólares. Otra empresa con inversiones en esa región es la China National Offshore Oil Corporation (CNOOC)

Las escasas nacionalizaciones que hubo, como la de la empresa telefónica CANTV, en 2008, fueron hechas con un método capitalista normal: comprando sus acciones a valor del mercado bursátil.

La bonanza petrolera le permitió a Chávez destinar una parte de la renta que quedaba en el país a dar algunas concesiones a las masas, especialmente a través de las llamadas Misiones con servicios médicos, de educación y ayudas alimentarias. Significaban un beneficio para las masas pero no tienen nada que ver con el “socialismo”. Son “políticas compensatorias” que se aplican en muchos países capitalistas. Por ejemplo en Brasil con la Bolsa Familia. Pero fueron estas políticas las que dieron al chavismo una base social de masas y, por varios años, una amplia mayoría electoral.

Al mismo tiempo, la situación salarial y de condiciones laborales de los trabajadores siguió siendo la misma que antes del chavismo. El régimen construyó e integró en su interior una estructura sindical burocrática y de férreo control de las masas. Cuando había luchas obreras importantes, las reprimía duramente como ocurrió con los trabajadores de Sanitarios Maracay en 2007.

A Maduro se le acabó la bonanza

En 2013, cuando Nicolás Maduro sucedió a Hugo Chávez, se había acabado la “bonanza petrolera” y disminuía de modo creciente el ingreso de dólares al país. En este contexto, el chavismo actuó como todos los regímenes burgueses: con ataques cada vez más duros al nivel de vida de las masas. Las Misiones se debilitaron al extremo o desaparecían, los salarios de los trabajadores venezolanos llegaron a ser los más bajos del mundo, y crecían de modo permanente la pobreza, la indigencia y el hambre.

La expresión más aguda de esta terrible situación de las masas fue que más de 7.000.000 de venezolanos tuvieron que emigrar (en especial a trabajar en otros países latinoamericanos) para poder sobrevivir y/o ayudar a sus familias que permanecían en el país[4] (una cantidad que en otros países solo se ha dado en situaciones de guerra o terribles catástrofes naturales).

Por su parte, la boliburguesía y los altos cuadros chavistas exhibían de modo obsceno su riqueza con autos importados, lujosas residencias, viajes de placer al exterior y propiedades en otros países, como hemos visto con Diosdado Cabello.

Al mismo tiempo, profundizaba la entrega del país. Por un lado, con el Arco del Orinoco y en la FPO, que ya nos hemos referido. Por el otro, comenzando a privatizar las pocas empresas extranjeras que había nacionalizado[5].

El chavismo había perdido cualquier rasgo progresivo que pudo tener en su época de apogeo, los trabajadores y las masas rompían masivamente con él, comenzaban a odiarlo y a luchar contra Maduro, con toda justicia. Su base de apoyo popular se redujo al extremo.

Entonces, debió apelar a una represión muy dura contra las masas (de parte de la FFAA o de bandas armadas) y a fraudes electorales cada vez más evidentes para mantenerse en el poder. Por eso, tal como expresa la declaración de la UST (sección venezolana de la LIT-CI): “Somos categóricos al afirmar que el gobierno de Nicolás Maduro, es una dictadura capitalista, corrupta, hambreadora y represiva…”. Para quienes defendemos los intereses de la clase trabajadora, no hay otra manera de caracterizar hoy al régimen chavista.

Un crimen político

Esta dura realidad es la que explica que la vieja burguesía venezolana y sus expresiones políticas, que en 2002-2003 estaban totalmente derrotadas y odiadas por las masas, hayan podido recuperar su influencia popular y, lamentablemente, hoy aparezcan como la única alternativa posible para sacarse de encima al régimen chavista. Es el propio chavismo el principal responsable de ello.

Acá es necesario agregar otro factor: en los mejores años del chavismo, la inmensa mayoría de las organizaciones de la izquierda venezolana “compraron” el falso relato del Socialismo del Siglo XXI, se integraron al aparato político del PSUV o lo apoyaron acríticamente. También se alineó a favor del chavismo, parte importante de la izquierda internacional. De esa forma, impidieron que, en Venezuela, se fuese construyendo una organización política verdaderamente revolucionaria y socialista que pudiese presentarse como una alternativa para los trabajadores y las masas que comenzaban a romper con el chavismo.

Si en las épocas de auge del chavismo esta política era equivocada, seguir defendiéndolo ahora con Nicolás Maduro, e identificándolo como “socialista”, es un grave crimen político. Porque cualquier trabajador que mira la realidad venezolana dice: “si esto es el socialismo, no es lo que yo quiero. Prefiero el capitalismo que también te hambrea pero al menos da algo de democracia”.

Es un crimen político que ensucia la verdadera propuesta socialista y revolucionaria ante los ojos de los trabajadores y las masas, y las empuja a los brazos del imperialismo, la derecha burguesa e incluso de la extrema derecha, como Bolsonaro o Milei, que, junto su discurso contra el “socialismo” y el “comunismo” se dan el lujo de presentarse hipócritamente como “democráticos” frente a la dictadura chavista.

Algunas consideraciones finales

La realidad venezolana con Maduro es tan desagradable que algunas figuras muy influyentes de la política latinoamericana, como el brasileño Lula o la argentina Cristina Kirchner, que antes defendían al chavismo y a Nicolás Maduro, ahora han tomado distancia y piden “transparencia electoral”[6]. Al mismo tiempo, esa toma de distancia aproxima la posición de estos dirigentes a las del imperialismo yanqui y europeo.

La LIT-CI también plantea que en Venezuela hay que luchar por elecciones verdaderamente democráticas. Pero, al mismo tiempo, afirmamos que para conseguirlas, “es preciso unificar, profundizar y fortalecer de manera independiente las movilizaciones hasta derrotar a la dictadura” y que, por ello, “es pertinente discutir democráticamente, en los sectores populares y en los centros de trabajo las acciones a tomar para dar continuidad al proceso de enfrentamiento a la dictadura, mantener las movilizaciones callejeras y construir una huelga general que eche abajo la dictadura”.

Precisamente eso es lo que más quieren evitar la oposición burguesa venezolana, el imperialismo yanqui y el europeo, el Papa y figuras como Lula o Cristina Kirchner. Es decir, evitar a toda costa que la salida de Maduro y el fin de la dictadura chavista sea el resultado de la acción revolucionaria de las masas.

Ellos aspiran a que cualquier transición se realice a través de una salida negociada con el régimen o, en todo caso, a través de una fractura de las FFFA y un golpe. Nicolás Maduro ya negó cualquier posibilidad de negociación y, al mismo tiempo, la cúpula de las FFAA se mantiene firmemente como parte central del régimen, en defensa de sus negocios y su enriquecimiento.

La acción revolucionaria de los trabajadores y las masas es la única forma posible para sacarse de encima a la dictadura chavista. No creemos que esto se pueda lograr a través de un “camino electoral”. Tampoco por la vía de las negociaciones con la dictadura chavista o el imperialismo yanqui. Proponemos la movilización independiente de las masas, por fuera de los marcos de la oposición burguesa de derecha. La LIT-CI y su sección venezolana impulsan las más amplia unidad de acción con todos los que compartan esta propuesta de lucha contra la dictadura. Al mismo tiempo, en el marco de esa lucha común, vemos necesario hacer un balance global de todo el proceso chavista y como su carácter burgués llevaba en germen, desde su inicio, a este presente de dictadura capitalista. La lucha contra la dictadura debe ser parte del camino en la estrategia de una verdadera revolución socialista. Por eso, en ese camino, ese necesario avanzar en la construcción de una organización revolucionaria de los trabajadores dispuesta a llevarlo hasta el final.


[1] https://litci.org/es/no-al-fraude-electoral-abajo-la-dictadura-de-maduro-todo-el-apoyo-a-las-movilizaciones/

[2] Díaz-Canel da su «invariable apoyo» a la revolución en Venezuela (efe.com)

[3] Ver por ejemplo, la selección de materiales del libro “Venezuela despúes de Chávez: un balance necesario” publicado por la Editorial Sundermann (Brasil, 2015) y la revista Correo Internacional Nro. 18 (2017) en https://litci.org/es/correo-internacional-18-maduro/

[4] https://www.acnur.org/emergencias/situacion-de-venezuela#:~:text=M%C3%A1s%20de%207%2C7%20millones,Am%C3%A9rica%20Latina%20y%20el%20Caribe.

[5] Gobierno de Maduro avanza en el proceso de reprivatización y entrega de los recursos del país – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[6] La división de la izquierda latinoamericana tras las elecciones de Venezuela: ¿quién reconoce a Maduro como ganador y quién no? (cnn.com)

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