Las políticas de Trump, la disputa EE.UU.-China y la crisis del orden mundial (Parte 2)

Por Felipe Alegría y Ricardo Ayala
1. China, el gran enemigo
Como hemos señalado a lo largo del artículo, la política general de Trump se explica, en primer lugar, por el desafío que China representa para la supremacía norteamericana. En este sentido, en el citado artículo de la revista Marxismo Vivo escribíamos: “Marco Rubio, el flamante Secretario de Estado de Trump, destacó en su toma de posesión que “China es el adversario más peligroso y potente que EE.UU. haya jamás enfrentado”. En términos similares se pronunció, dos años antes, Blinken, el Secretario de Estado de Biden, en la Universidad G. Washington: «seguiremos enfocados en el desafío a largo plazo más serio para el orden internacional, el que plantea China (…) el único país con la intención de remodelar el orden internacional y, cada vez más, con el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para hacerlo». (…)
En verdad, desde la emergencia de China como nueva potencia imperialista a partir de su respuesta a la gran crisis económica de 2008, hemos entrado en un prolongado período de conflicto entre ambos imperialismos. Es un choque que condiciona la marcha del organismo económico mundial, globalmente estancado desde la crisis de 2008. Afecta de lleno a la división mundial del trabajo (DMT) y desequilibra profundamente el Sistema de Estados, reubicando el papel de los países y regiones del mundo. Este antagonismo se ha convertido en un eje central de la política mundial.
El acceso de Trump a la presidencia norteamericana precipita la crisis del Orden Mundial, va a acentuar los choques comerciales, tecnológicos y geopolíticos con China y atiza la carrera armamentista global, aumentando las tensiones y el riesgo mismo de colisiones militares.”
Y seguíamos:
“Justo unos días antes de la aparición de DeepSeek[1], la agencia norteamericana Bloomberg señalaba que China era líder mundial en coches eléctricos (EV), drones, paneles solares y trenes de alta velocidad y que pugnaba por serlo en robots y medicamentos. El avión comercial chino C919 ya compite en Asia con Boeing y Airbus. Si todo ello es de gran relevancia, lo es mucho más la batalla por el liderazgo en semiconductores (hoy en manos de la norteamericana NVIDIA) y en la IA, dado que, si China llegara a sobrepasar a EE.UU. en este terreno, podría dar lugar a una onda sísmica de enormes consecuencias.”
China está en evidente inferioridad ante el imperialismo norteamericano en el terreno financiero. EE.UU. es la gran superpotencia financiera, que cuenta con el FMI y el BM y se apoya en el papel del dólar como moneda universal. China, está aún muy lejos de ser una alternativa financiera a EE.UU., pero se afana en convertirse, en paralelo a sus inversiones exteriores, a su comercio y sus alianzas, como los BRICS+, en una potencia financiera global y disminuir su dependencia del dólar.
En la negociación de aranceles con EE.UU., aún inconclusa y de resultados inciertos y. sin duda, temporales, China, a diferencia de la UE, se mantuvo firme, diciendo que la negociación debía ser “entre iguales”. Al final, quien cedió, por el momento, fue Trump, debido a la alta dependencia norteamericana de las tierras raras y de los suministros industriales chinos.
Sin embargo, esta victoria táctica no puede hacer olvidar que China sufre un grave problema de sobreproducción (que alimenta una fuerte guerra de precios interna en el vehículo eléctrico[2]) que se entrelaza con una crisis inmobiliaria sin fin que desbarata las finanzas de los gobiernos locales, junto a un importante paro juvenil y un consumo que no despega. Se estima que 16 millones de empleos dependen directamente de las exportaciones a EE.UU., aunque, en realidad, la cifra se amplía notablemente si consideramos los empleos indirectamente asociados. Trump trata de explotar esta realidad para cerrar paso al ascenso chino y forzar una recesión. Una de sus armas importantes son los aranceles a los países del ASEAN[3], donde se concentran inversiones chinas que buscan eludir las trabas comerciales norteamericanas.
El imperialismo emergente chino se encuentra en una importante encrucijada. Dado que no va a dar paso a un aumento sustancial del consumo interno, lo que implicaría reducir el grado de explotación de su clase trabajadora[4], está obligado a dar un salto en su expansión exterior, asentando zonas de influencia en lo que se conoce como Sur Global, en abierta confrontación con EE.UU. Esto afecta a las exportaciones pero va más allá.
En este sentido, el influyente economista chino Huang Yiping [5], miembro del Comité de Política Monetaria del Banco Popular de China, abogaba recientemente por un “plan Marshall chino”. Así designaba al llamado “Programa Mundial de Desarrollo Verde del Sur”, diseñado para “aliviar la presión del exceso de capacidad de China y hacer que el mundo en desarrollo sea más ecológico y, a largo plazo, forjar un nexo estratégico estrechamente unido de codesarrollo”. Otro influyente economista, Yao Yang[6], reconoce el exceso de capacidad de China, que define con mayor precisión como “exceso de capital”, y avanza asimismo la conveniencia de acompañar las exportaciones con inversiones conjuntas (joint ventures) en áreas como el coche eléctrico, energía solar o energía eólica, en los países imperialistas como los de la UE, haciendo un paralelismo con las joint ventures occidentales que se instalaron en China.
2. La UE en una encrucijada de difícil salida
Europa, en particular la Unión Europea (UE), aparece en este cuadro internacional como una potencia menor en crisis, en medio del conflicto entre EE.UU. y China. En verdad, la UE no es un bloque imperialista homogéneo sino una agrupación de Estados con intereses diferenciados, presidida por Alemania y Francia. La UE se muestra impotente para actuar como una “potencia imperialista alternativa” y se subordina a EE.UU. en los puntos internacionales esenciales, a pesar de los conflictos entre ambas partes. Para muestra, las palabras de la relatora especial de la ONU para Palestina, Francesca Albanese, que acabe de declarar que “los Estados de la UE predican el derecho internacional, pero se guían más por una mentalidad colonial que por principios, actuando como vasallos del imperio estadounidense”.
La desarticulación y sometimiento de la UE es uno de los elementos importantes en el plan global norteamericano. China, por su parte, intenta atraer a la UE hacia sí y autonomizarla de EE.UU. La UE se halla en una encrucijada histórica: ¿qué van a hacer Alemania y Francia, con una UE en crisis, sin fuerza para actuar solos a escala global y con unos intereses que, además, no son coincidentes en aspectos sustanciales?
Dificultades prácticamente insuperables se alzan a la hora de configurar un centro imperialista autónomo europeo. El proyecto de la UE se halla en una crisis profunda: emparedada entre EE.UU. y China y con Trump (y Putin) trabajando activamente para debilitarla y agrietarla. Las propuestas europeístas de Enrico Letta o Mario Draghi (que se podrían sintetizar en “que la UE funcione como un solo Estado”) carecen de bases de apoyo firmes. Por el contrario, fuerzas de ultraderecha como el húngaro Orbán, el eslovaco Fico, los polacos del PyS, la alemana AfD (apoyada directamente por el vicepresidente Vance), así como el holandés Wilders, la francesa Marine Le Pen o la italiana Meloni, todas ellas asociadas a Trump, a Putin o a ambos, son contrarias, con mayor o menor contundencia, a las pretensiones europeístas francoalemanas. Francia y Alemania, por lo demás, están abiertamente amenazadas por el ascenso electoral de la extrema derecha antieuropeísta.
Alemania, en pleno retroceso, sufre una larga recesión y en la decadente Francia, el gobierno Bayrou acaba de anunciar un plan de austeridad brutal (del que sólo se salva el gasto militar), bajo el argumento de que el país está a un paso de la quiebra. Asimismo, las fuerzas militares francesas acaban de ser expulsadas de sus últimas bases militares en África. Estamos presenciando al mismo tiempo, una especie de metamorfosis militarista del plan Drahghi[7], a cargo de la presidenta de la Comisión Europea, von der Leien, y de los gobiernos alemán y francés.
Sin embargo, el keynesianismo militar de la UE, para que repercutiera en un crecimiento sostenido del PIB, implicaría fabricar las armas en Europa y luego venderlas a terceros, ya que, en caso contrario, el estímulo inicial del gasto militar acabaría agotándose rápidamente. Y es aquí dónde surge una pregunta clave: ¿alguien piensa que los gobiernos europeos unificarán su producción de armas, rechazarán gastar el dinero comprando armas a los norteamericanos y entrarán en competición abierta con ellos en el mercado armamentístico mundial?
Lo que hemos visto en la reunión de la OTAN de finales de junio en La Haya ha sido una muestra flagrante de servilismo europeo hacia Trump y sus exigencias, expresada en la aprobación de un incremento de los gastos militares hasta el 5% del PIB (un billón de dólares adicionales al año). Esto implica un fuerte aumento de la deuda estatal, graves recortes de los servicios básicos del Estado del Bienestar y un incremento de los impuestos. Además, ratifica un alto grado de satelización de EE.UU., que se encontrará con las manos mucho más libres para concentrar sus fuerzas frente a China en el Indo-Pacífico y con una industria armamentística beneficiada con una enorme cartera adicional de pedidos europeos. Coincidiendo con la reunión, el canciller alemán, Friedrich Merz, con una economía que se encamina hacia su tercer año de recesión, ha anunciado un impresionante programa de compras de armamento norteamericano de cerca de 10 mil millones de dólares y ¡cómo no! nuevas compras a Israel en plena carnicería en Gaza y Cisjordania.
Al mismo tiempo, están comenzando a resurgir dentro de la UE reclamaciones territoriales que nos retrotraen a la época de la Iª Guerra Mundial y cuestionan la actual división territorial europea. Es el caso de Moldavia por parte de Rumanía o de la Transcarpetia ucraniana por parte de Hungría. Estas reivindicaciones territoriales que comienzan a dibujarse, vienen favorecidas por la condescendencia de Trump hacia las reclamaciones de Putin con relación a Ucrania, lo que alimenta, a su vez, los riesgos de incursiones militares rusas en los próximos años en los países que pertenecieron a la URSS, en Asia, países bálticos, Moldavia…
La marcha de las negociaciones arancelarias con la Administración Trump, aún en curso, muestra la misma debilidad servil de la UE hacia EE.UU. Trump, por lo demás, sólo considera la balanza comercial con la UE y no la de servicios, donde el superávit norteamericano es notable. Ignora asimismo que una parte relevante del déficit comercial proviene de las maniobras fiscales de multinacionales norteamericanas que toman a Irlanda como base exportadora para eludir impuestos inflando artificialmente precios. Es decir, que, si consideramos estos elementos, el déficit es inexistente. Eso, sin contar la repatriación de beneficios de los bancos y multinacionales norteamericanas. Sin embargo, Trump ha mandado carta a von der leien fijando un arancel prohibitivo del 30%. ¿cómo van a responder la UE, Alemania y Francia?
3. El futuro y la lucha de clases
A lo largo del artículo hemos ido considerando la pugna entre EE.UU. y China. Una pregunta clave a hacerse es ¿quién aguantará más tiempo sin caer en crisis? ¿Logrará Trump imponer el bloqueo de la economía china? ¿La sobreproducción de capital logrará encontrar salidas o acabará provocando una grave crisis en China? ¿Serán los EE.UU. quienes caigan antes en una pesada recesión económica? ¿Cómo afectará a la economía dentro y fuera de EE.UU. la enorme y creciente deuda pública norteamericana? ¿Cuál será, finalmente, la respuesta de la UE a los aranceles de Trump? ¿Cómo afectarán estos aranceles a las economías europeas y a la propia cohesión de la UE? ¿Cuál será la respuesta en los países semicoloniales?
Sin embargo, es posible que entre los mayores problemas de Trump esté la resistencia interna, obrera y popular a sus medidas. Hemos visto las masivas movilizaciones en Los Ángeles y otras ciudades contra las deportaciones y las batidas del ICE, así como la gran movilización nacional “No King Day” del 14 de junio, en la que participaron más de cinco millones de personas en 2.100 lugares. Vamos a ver cuál es la continuidad de este movimiento, los pasos que da en su autoorganización y el grado de independencia que logra con relación al aparato del Partido Demócrata.
También en China, Xi Jinping puede encontrarse con una conflictividad social importante, a pesar de la ausencia de libertades sindicales y de la presencia de los sindicatos oficiales, que son aparatos de control del régimen y de las patronales.Hay que destacar la reciente concentración de protestas[8] que se ha extendido, con diferente intensidad, a lo largo del país. Ha habido conflictos en la industria manufacturera y en la construcción y también, lo que es más novedoso, en la educación y la sanidad. Los atrasos salariales continúan siendo el denominador común de la gran mayoría de protestas. En la manufactura se han concentrado principalmente en Guandong y afectan a industrias orientadas a la exportación. Son significativas las de dos fábricas Foxconn (el mayor suministrador mundial de IPhones) y en dos factorías de ByD, el principal fabricante de coches eléctricos. El sector de la construcción ha representado más de la mitad de las protestas colectivas de 2025, reflejando la persistencia de la crisis inmobiliaria china.
Vivimos unos momentos de transición con escenarios enormemente complejos e hipótesis alternativas. La pugna inter-imperialista se combina con una ofensiva generalizada contra la clase trabajadora en todo el mundo, en los países imperialistas y en los países semicoloniales, y con la continuidad de guerras y conflictos armados.
El curso del genocidio en Gaza y Cisjordania y la resistencia a la barbarie sionista , así como la marcha de la guerra de Ucrania contra la invasión de Putin, con Trump confraternizando con el agresor, van a marcar el período venidero, definido por una agudización de la lucha de clases que se abre paso.
Si algo queda claro en esta situación es la necesidad vital de dar pasos sustanciales en la autoorganización de los trabajadores y oprimidos y, al calor de ello, en la construcción de una alternativa obrera independiente, revolucionaria, que muestre que podemos encontrar una salida socialista a la catástrofe a la que nos condena la descomposición del capitalismo mundial. Es a ello que queremos contribuir desde la Liga Internacional de Trabajadores (LITci).
[1] El modelo de IA de la empresa OpenAI
[2] Mientras millones de coches eléctricos se eternizan en los terrenos de los fabricantes chinos, el pasado 23 de mayo, ByD, el mayor fabricante, bajaba los precios de sus coches entre un 15 % y un 30 %, generando un verdadero estallido en la guerra de precios que hace muchos meses afectaba al sector. El Gobierno chino ha debido intervenir y ha anunciado, entre otras medidas,la desaparición de numerosas marcas eléctricas que no son rentables, fomentando las fusiones
[3] Asociación de Naciones del Sureste de Asia (ASEAN)
[4] En cuanto a las condiciones de trabajo, el periódico de Hong Kong, South China Morning Post (SCMP), da cuenta de la existencia generalizada del conocido régimen 996, común entre las empresas de Internet y tecnológicas: jornadas laborales desde las 9 de la mañana hasta las 9 de la noche durante 6 días a la semana, a pesar de que la legislación laboral prescribe 8 horas de trabajo diarias, 44 a la semana y un día de descanso semanal. La situación de los obreros de la construcción (casi todos migrantes del campo) es de semiesclavitud, sin siquiera día de descanso semanal. Una situación similar es la de las obreras y obreros de las marcas de moda ultrarrápida Shein o Temu, también migrantes rurales, con un día de descanso al mes, 75 horas de trabajo a la semana y cobrando por pieza.
[5] scmp de 18-11-24
[6] https://www.scmp.com/economy/global-economy/article/3309715/unswerving-superpowers-meet-unsustainable-tariffs-yao-yang-breaks-down-paradox Publicado el 12 de mayo de 2025
[7] El Informe Draghi, entregado en setiembre de 2024 bajo el título El futuro de la competitividad europea, defiende una estrategia europea común para frenar el declive de la UE. Propone establecer una política económica exterior y una estrategia industrial comunes, una política común de tecnología y un mercado único de capitales, incluyendo la emisión de deuda conjunta. Así mismo, extender el mercado único a la energía, las telecomunicaciones y la industria militar.
[8] https://andreaferrario1.substack.com/p/la-cina-sotto-pressione-mobilitazioni