La paz verdadera en Ucrania significa el fin de la invasión rusa y de la deuda neocolonial con EE. UU. y la UE

Tras el retiro de las tropas rusas, el pueblo ucraniano quiere y merece una reconstrucción justa, no políticas neoliberales.
Por: Blanca Missé para Truthout (https://truthout.org/articles/real-peace-in-ukraine-means-ending-russian-invasion-and-us-eu-neocolonial-debt/)
En medio de la invasión rusa, los sindicatos y movimientos populares de Ucrania luchan en dos frentes: mientras participan activamente en la resistencia contra la invasión, también se oponen a las políticas neoliberales de Volodymyr Zelensky y al endeudamiento creciente instigado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea.
En un foro reciente patrocinado por Haymarket Books, titulado Resisting the Shock Doctrine: Ukraine, Debt and Reconstruction (“Resistiendo la Doctrina de Choque: Ucrania, Deuda y Reconstrucción”), Yuliya Yurchenko, autora de Ukraine and the Empire of Capital (Ucrania y el imperio del capital”, 2018), explicó el problema de la creciente «servidumbre por deuda» en el que Ucrania quedará atrapada tras la conclusión de la guerra. La primera estimación del costo de la guerra es de alrededor de 750.000 millones de dólares. Los poderes imperialistas occidentales, bajo la fachada de ayudar a la reconstrucción de Ucrania, se reunieron de nuevo en la Conferencia por la Recuperación de Ucrania en Londres, en junio, para diseñar un plan de «reconstrucción». Las duras condiciones de los préstamos conducirán a una imposición aún mayor de políticas económicas neoliberales de «austeridad» y cortes en los servicios públicos y programas sociales, cosas que Zelensky ya había iniciado antes de la guerra.
A medida que los temas de paz y reconstrucción se vuelven más frecuentes, debemos prestar atención a los aspectos materiales y políticos de estos acuerdos, ninguno de los cuales puede discutirse en abstracto. Elementos populares y obreros de la resistencia ucraniana, como la KVPU (Confederación de Sindicatos Libres de Ucrania) y los Colectivos de Solidaridad activos en las Defensas Territoriales, han insistido en que ningún acuerdo de paz puede incluir anexiones del territorio soberano de Ucrania, ni ninguna alienación de sus recursos económicos. Esta exigencia fue reiterada en «Otra Ucrania es Posible» contrarreunión al foro imperialista de Londres, organizada el 17 de junio.
La ocupación rusa pretende saquear a Ucrania
La invasión rusa estuvo motivada en parte por la perspectiva de apropiación de los importantes recursos naturales y económicos de Ucrania y, por lo tanto, los esfuerzos para resistir la ocupación se han visto alimentados por la aspiración de restablecer una Ucrania libre, independiente y soberana. Como informó el Washington Post, Ucrania «alberga algunas de las reservas más grandes del mundo de titanio y mineral de hierro, yacimientos vírgenes de litio y gigantescos depósitos de carbón. En conjunto, valen decenas de billones de dólares». Rusia tiene la intención de apoderarse de los depósitos de carbón y minerales del este ucraniano, así como de su industria siderúrgica y recursos agrícolas, además de recuperar el control que tenía en sectores clave de la economía y que perdió con la revolución de Maidán en 2014.
Stanislav Zinchenko, director ejecutivo del GMK Center, un centro de estudios económicos con sede en Kiev, explica que, al final del cuentas, lo que la ocupación pretende es de negar a Ucrania su independencia económica: «El peor escenario es aquel en que Ucrania pierde territorio, ya no tiene una economía de commodities fuerte y se vuelve más parecida como los Estados del Báltico, una nación incapaz de sostener su propia economía industrial… eso es lo que Rusia quiere, debilitarnos”.
Desde el inicio de la guerra, el PIB de Ucrania cayó 30 %, y hoy solo 60 % de la población ha logrado permanecer empleada (y solo 35 % en empleos sólidos). Su producción de carbón se ha derrumbado 50% y su producción de acero –la segunda industria más grande después de la industria agraria– está a 70% de lo que era antes. La deuda externa del país se disparó y hoy es de $ 132.000 millones, alrededor de 75% del PIB del país.
En el foro de la Haymarket, Yurchenko explicó que la deuda «ha sido históricamente utilizada como instrumento de control externo y expropiación de la riqueza nacional» y como obstáculo para el «ejercicio significativo de la soberanía económica y política». Mecanismos de endeudamiento “llevan a la alienación del Estado”, porque gane quien gane las elecciones, los gobiernos son forzados a “priorizar los pagos de la deuda y de los intereses en lugar de garantizar las necesidades de la población más carente”. Los crecientes préstamos a Ucrania son parte integral de este conocido mecanismo de subordinación económica y política.
A diferencia de los debates de Londres –que anunciaron que las conferencias sobre recuperación serían foros para fortalecer la «democracia», la «equidad» y la «inclusión»–, Yurchenko explicó que los planes de discusión actuales conducirían a la implementación de políticas neoliberales de austeridad y a un aumento de los cortes en los servicios públicos y programas sociales que Zelensky ya había iniciado antes de la guerra. Estas medidas incluyen la contrarreforma laboral exigida por la patronal, que forma parte de esas «reformas a la red de seguridad social» especificadas en la «Carta de Intereses» adjunta al último préstamo del FMI. Aumentaron la jornada laboral a 60 horas semanales, facultaron a los empleadores para trasladar a los trabajadores a zonas de guerra y despedirlos sin justa causa, debilitaron los derechos de representación de los sindicatos, y permitieron atrasos en el pago de salarios. Existe la fachada de las conversaciones sobre la recuperación, y existe la terrible realidad de esa depredación insaciable por parte del capital financiero.
Una gran armadilla de deudas
La letra pequeña de los actuales préstamos de la Unión Europea es muy diferente de los términos del Plan Marshall, aprobado por los EE. UU. para reconstruir las economías de los países occidentales de Europa después de la Segunda Guerra Mundial y alejar a esas naciones del socialismo y de la Unión Soviética. En aquella época se concedían donaciones y no préstamos, y los beneficiarios estaban autorizados a actuar como inversores, comprar directamente alimentos y suministros e invertir en la reconstrucción de la infraestructura. El plan de reconstrucción de la UE y EE.UU., discutido en las varias Conferencias para la Recuperación de Ucrania, sin embargo, ni siquiera da esa capacidad al Estado nacional. Por el contrario, se prevé avanzar en la semicolonización de ese país, pues su principal forma de financiamiento es atraer el capital privado extranjero a Ucrania. Esto se dejó claro en la reciente conferencia en Londres, en la que más de 400 empresas multinacionales como Virgin, Hyundai, Philips, Sanofi y Citi se inscribieron para ser parte del Business Compact for Ukraine (Pacto Empresarial por Ucrania) y se comprometieron a invertir en el país.
Sin embargo, el capital extranjero no invertirá en un país parcialmente arruinado –o, al menos, no emprenderá la hercúlea tarea de reconstruir su capacidad industrial central y sus infraestructuras logísticas sin ganancias garantizadas a cambio–. Es por eso que el plan de reconstrucción se está organizando con el apoyo de la BlackRock, del JP Morgan Chase y del McKinsey. Estas empresas están aconsejando al gobierno de Ucrania a crear un banco de reconstrucción público (el Fondo de Desarrollo Ucraniano) que «manejará el capital inicial público para proyectos de reconstrucción que pueden atraer miles de millones de dólares en inversiones privadas» y «utilizar el dinero público de bajo costo, conocido como capital concesionario, para realizar las inversiones iniciales y absorber las primeras pérdidas”.
Como señala Yurchenko, el plan parece fantástico si se lo mira desde afuera, pero «una vez que se comienza a investigar cómo se van a lograr estos grandes objetivos, se comienza a entender que los medios no conducen a ellos». ¿Cómo puede el plan lograr la igualdad de género y la inclusión, si las recomendaciones de los préstamos exigen cortes en las infraestructuras públicas de reproducción social como la salud y la educación públicas, retrasladando esta carga de trabajo a las mujeres trabajadoras, y si las escuelas que fueron bombardeadas serán reconstruidas no por el Estado, sino por inversores privados?
El otoño pasado, la Unión Europea aumentó su paquete de préstamos para alcanzar los 50.000 millones de euros en 2027. Se trata de préstamos que deben ser reembolsados en su totalidad y con intereses. Ursula Von der Leyden, actual presidente de la Comisión Europea, deja claro que «las inversiones llegarán de la mano de reformas que posibiliten a Ucrania seguir su camino europeo». Lo que quiere decir con «reformas», tanto por parte de la UE como del FMI, son los ya conocidos paquetes de austeridad contra el déficit público, la liberalización del comercio exterior y de precios, la reducción de los subsidios a la población consumidora, y la mayor privatización de los bienes y cortes en los derechos sociales.
Como apunta Éric Toussaint, historiador y autor de «El sistema de la deuda» (2019), “Lo que está haciendo la UE con Ucrania es lo que hizo con Grecia después de 2010. La UE llegó a un acuerdo en 2010 con el FMI para recaudar dinero para el gobierno griego bajo condiciones muy fuertes y brutales». Los sucesivos paquetes de austeridad de 2010, 2012 y 2015 llevaron a la pérdida de 25% del PIB del país y de muchos derechos sociales, como el desempleo que alcanzó 27%. El salario mínimo griego se redujo de €751 a €586 por mes, y solo recuperó el valor anterior al «rescate» ahora en 2023 (€780) Hoy, la deuda de Grecia todavía representa 170% de su PIB.
La Unión Europea no es el único agente prestador. El 31 de marzo, el FMI aprobó un nuevo préstamo de 15.000 millones de dólares para Ucrania en condiciones ya conocidas por sus devastadores efectos: «más reformas estructurales ambiciosas para atrincherar la estabilidad macroeconómica», «aumentar la productividad y la competitividad», etc., etc. Estos préstamos se suman a los 17.500 millones de dólares que el FMI ya había prestado en 2015, lo que requería reformas que Zelensky comenzó a implementar en 2019, centralmente medidas de privatización de la tierra, pero también de otros bienes públicos. Según Toussaint, “Desde 2000, el gobierno de ese país ha firmado acuerdos de préstamo con el FMI en 18 ocasiones. Y cada vez, el resultado del acuerdo es que el gobierno envía una carta de intenciones en la que define sus compromisos con las exigencias del FMI». La semana pasada, en la Conferencia para la Recuperación en Londres, el Reino Unido prometió 3.000 millones de dólares extras en préstamos semejantes garantizados pro el Banco Mundial.
Lo que se está instalando en torno a la reconstrucción de Ucrania es una cortina de humo sofisticada que oculta la naturaleza de su avance neocolonial para subordinar el país a los intereses políticos y financieros de la UE y de los EE.UU. Esta es la razón por la que la cobertura mediática de la Conferencia para la Recuperación de Ucrania en Londres escenificó una mímica del proceso democrático, publicitando la participación de la «sociedad civil» ucraniana, que en realidad consiste en «representantes civiles» «seleccionados» que no hacen ninguna crítica a las instituciones financieras internacionales como el FMI, ni al gobierno de Zelensky. Otra táctica para oscurecer estos planes de préstamos predatorios es el compromiso del gobierno Biden de garantizar $ 75.000 millones más en ayuda humanitaria, financiera y militar, en forma de donaciones que deben gastarse parcialmente en la compra de bienes y servicios suministrados por empresas del propio Estados Unidos en lugar de empresas locales, aumentando la dependencia económica de Ucrania. Toussaint concluye que, a través de estas piruetas mediáticas, «Estados Unidos sirve como el ‘buen policía financiero’ frente a los ‘malos policías financieros’ encarnados en la UE, el FMI, el Banco Mundial, el BEI (Banco Europeo de Inversiones) y el BERD (Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo)», y calcula que los préstamos totales de los países e instituciones occidentales aumentarán a un estimado de $ 50.000 millones, una cifra devastadora para las próximas varias generaciones de ucranianos.
En realidad, los países europeos acreedores que financian a Ucrania ya suspendieron pagos de la deuda en julio de 2022 y nuevamente en marzo de 2023, y extendieron esa suspensión hasta 2027, mientras los intereses continuarán acumulándose durante este período. Sin embargo, este acuerdo excluye al FMI y a los acreedores privados. Toussaint analiza la función y la intención de esta peligrosa y sofisticada armadilla de la deuda para los años venideros: «Sabiendo que Ucrania no puede pagar la deuda, usarán esta deuda y la negociación en torno a ella para brindar un alivio parcial, de tal vez 10.000 o 20.000 millones, pero con más condiciones. Entonces, ahora están tratando de aumentar la deuda para tener más poder, para poder chantajear e imponer más políticas neoliberales en interés de las clases capitalistas”.
Las falsas promesas de la UE
En el curso de estas negociaciones, lo que también está en juego es la participación de Ucrania en la OTAN y en la UE. La Unión Europea hace propaganda sobre sí misma como un faro para los derechos humanos y el progreso económico y, lamentablemente, esta retórica disfraza la realidad para muchos países de Europa del Este. En Polonia, por ejemplo, que entró a la UE en 2004 después de varias reformas económicas, la desigualdad está aumentando: «el crecimiento acumulado de los ingresos reales entre 1994 y 2015 para 1 % más rico de los polacos llegó a 122%-167%, mientras que el 10% más pobre ganó como máximo 57%». Una de los motivos para el aumento de esta brecha fue la reforma tributaria de 2004, inspirada en la UE, que impuso un impuesto fijo de 19 %, lo que redujo los impuestos para los que más ganan, que antes estaba en 40%. Como resultado de la guerra, un número cada vez mayor de ucranianos quiere unirse a la zona económica integrada (87%) y 86 % votará en un referendo para unirse a la alianza militar liderada por Estados Unidos. Pero no todo lo que brilla en la Unión Europea es oro.
Las recientes huelgas de masas de los trabajadores de Francia contra los ataques a sus derechos previsionales públicos deben ser una oportunidad adicional para reflexionar sobre la realidad de lo que significa ser miembro de la Unión Europea. En febrero de 2021, cuando se adoptó el paquete de recuperación y resiliencia contra el Covid-19 (750.000 millones de euros, distribuidos en cinco años), la UE vinculó las partidas de dinero a más de 5.000 «metas y objetivos» que los países beneficiados tendrían que cumplir hasta 2026 junto con la liberación de ese dinero. Estos objetivos específicos incluyen medidas de austeridad y, en particular, ataques a las pensiones: en el caso de Francia estos cortes fueron «prometidos» antes del acuerdo; en el caso de España y Bélgica son actualmente siendo exigidos para que se continúe o se comience a recibir los fondos. Un informe reciente de la New Economics Foundation también muestra que si los Estados miembros de la UE no hubieran implementado muchas medidas de austeridad contra la clase trabajadora desde la crisis financiera de 2008, “el ciudadano medio de la UE estaría ganando €2.891 más”. De hecho, sin estas políticas, los gobiernos habrían podido invertir 533.000 millones de euros adicionales en infraestructura pública para apoyar la transición energética. y 1.000 euros más por ciudadano en servicios sociales como salud y educación.
La lucha para garantizar la liberación de Ucrania no termina con la necesaria derrota y el retiro total de las tropas de Rusia. La economía política de la autodeterminación exige no sólo la total reapropiación por parte del pueblo ucraniano de las tierras y bienes expropiados y saqueados por el Estado ruso y sus oligarcas, sino también la formulación de una reconstrucción de los trabajadores que rechace las concesiones neoliberales impuestas por el FMI y la UE.
Como explica Toussaint: «Necesitamos luchar por la cancelación de la deuda junto con la socialización de los grandes medios de producción, la expropiación y socialización del gran sector bancario, y una reforma fiscal estructural del país en beneficio de los trabajadores y los pobres y financiar el país de otra manera, sin deudas, para un real desarrollo y reconstrucción de Ucrania».
Los trabajadores y trabajadoras de Ucrania, con sus sindicatos y organizaciones del movimiento social, son aquellos y aquellas que pueden proponer una verdadera alternativa en las negociaciones de paz y reconstrucción, para que la Ucrania del futuro pueda tener las bases materiales para su real independencia. Nuestra solidaridad activa para con estas fuerzas sociales independientes, que hoy son la línea de frente de la resistencia, es más importante que nunca.
Traducción del original en inglés al portugués: Miki Sayoko.
Traducción del portugués al castellano: Natalia Estrada.