La crisis política en Francia
Por Secretariado Internacional de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT-CI)
Los Juegos Olímpicos de París mezclan el espectáculo de los acontecimientos deportivos retransmitidos en todo el mundo con las tensiones políticas muy presentes.
Las protestas contra la presencia de Israel en los juegos y el sabotaje de las vías del tren el día de la inauguración demuestran que el intento de ocultar la realidad política y social del país puede no funcionar.
Macron, más que nadie, apuesta por la anestesia colectiva de los espectáculos olímpicos para darle un respiro frente a la crisis política tras las elecciones de julio. Para ello, ha puesto en marcha un enorme aparato represivo. Sin embargo, el resultado puede no ser el esperado, sino más bien una mayor irritación y radicalización de las bases contra Macron y su gobierno.
¿Qué está pasando en Francia? ¿Cuáles son las perspectivas? Que significa el fortalecimiento de la ultraderecha ¿Qué papel desempeñará el Nuevo Frente Popular? Estas son algunas de las preguntas de los activistas a las que intentaremos dar respuestas.
El declive del capitalismo imperialista francés
Lo primero que necesitamos para comprender la realidad del país es tomar en consideración la decadencia del capitalismo europeo, y del francés en particular. Desde la recesión internacional de 2007-09 se ha producido una curva descendente en la economía mundial, que continúa hasta el día de hoy.
Europa está sufriendo esa decadencia, exacerbada por la guerra en Ucrania. El capitalismo está decayendo aún más a medida que pierde terreno en la competencia mundial frente al conflicto entre Estados Unidos y China. La participación de Europa en el PIB mundial cayó del 25% en los años ochenta al 15% en la década de 2020. Esto tiene una expresión directa en los dos países centrales de la Unión Europea (UE), Alemania y Francia. La UE sigue cumpliendo un rol contra revolucionario de peso como se puede demonstrar en su apoyo al genocidio israelí y su plan armamentista.
Francia, que tiene una importante producción industrial en las industrias del automóvil y aeroespacial, un importante sector agrícola y un significativo sector de servicios en la economía imperialista, se ha ido quedando atrás frente a la competencia china y norteamericana. Está siendo expulsada de sus antiguas colonias africanas. Sus servicios públicos sufren un grave deterioro, su economía se halla estancada (con un crecimiento anémico del 0,6% en la década de 2020), con altos niveles de endeudamiento (110,6%) y de déficit público (5,5%). Y la caída de la inversión (-15% desde 2023) apunta a que el declive del país se siga profundizando.
La burguesía francesa está reaccionando a este declive con ataques cada vez más fuertes a los trabajadores, a través de sucesivos planes neoliberales, como la última reforma del sistema de pensiones impuesta por Macron. Desde las movilizaciones de los Chalecos Amarillos (2018-2019) es asimismo vanguardia europea en la represión a la disidencia y en los ataques a las libertades democráticas.
La crisis de la V República
La decadencia del país tiene una expresión directa en la crisis de la democracia burguesa.
La crisis capitalista se traduce en un ataque a las condiciones de vida de las masas trabajadoras en su conjunto. Pero tiene un efecto especial sobre las clases medias y los sectores privilegiados del proletariado. En el pasado, estos sectores constituían la base social estable de la democracia burguesa, con expectativas de ascenso social. Con la decadencia capitalista, esto entra en crisis.
Se trata de una tendencia global, que tiene consecuencias diferentes de un país a otro. Genera una tendencia hacia la crisis de las democracias burguesas, la crisis de los partidos tradicionales, el fortalecimiento de las corrientes de ultraderecha y una fuerte tendencia hacia regímenes bonapartistas, es decir, cada vez más autoritarios y con una creciente concentración de poder en el vértice del Ejecutivo.
La democracia burguesa en Francia tomó la forma de Vª República, un régimen presidencialista instaurado por De Gaulle en 1958, a diferencia de la IVª República, que era un régimen basado en el parlamento. En la Vª República, es el Presidente quien nombra al Primer Ministro y no el Parlamento y es también él quien dirige la Defensa y Asuntos Exteriores y elige los ministros de estas carteras.
Durante décadas, la V República alternó gobiernos de la derecha liberal y de la izquierda burguesa (sobre todo a través del PS). Esto incluyó la llamada «cohabitación» con un presidente «de izquierda» y un primer ministro «de derecha» (como François Mitterrand y Chirac, por ejemplo), y otras combinaciones, siempre aplicando un plan burgués.
La aplicación de planes neoliberales muy similares por parte de los llamados gobiernos de «izquierda» y «derecha» ha llevado a la crisis de todos los partidos del régimen y de la propia democracia burguesa.
El propio Macron fue elegido como una «novedad» frente a la erosión del gobierno neoliberal del PS de François Hollande y del gobierno tradicional de derechas, también neoliberal, de Sarkozy. Una vez en el poder, volvió a aplicar los mismos planes neoliberales.
Macron fue el gran perdedor de las últimas elecciones, precisamente por el rechazo y el odio social provocado por las consecuencias de la política que aplicó, cuyo mayor símbolo es la reforma de las pensiones, aunque ha conseguido disminuir su derrota por el acuerdo del “Frente Republicano”.
El movimiento de masas
Para entender la realidad francesa, no basta con mirar los resultados electorales. Como es bien sabido, en la democracia burguesa, los procesos reales de la lucha de clases aparecen distorsionados en las elecciones. En una democracia en crisis, esto es aún más el caso, y se vuelven más volátiles.
Es crucial ver lo que está pasando en la lucha de clases. Y Francia, honrando su tradición, es probablemente el país occidental donde la movilización de masas y los conflictos con el poder han llegado más lejos en los últimos tiempos.
Las movilizaciones de los Chalecos Amarillos, que conmovieron al país en 2018-19, dejaron clara al mundo la crisis del capitalismo francés y de la Vª República y el enorme potencial de la movilización obrera y popular.
Las movilizaciones comenzaron como reacción a la subida del precio de los carburantes, utilizando los chalecos amarillos como símbolo del movimiento y los sábados para manifestarse multitudinariamente en la calle. El movimiento arraigó aglutinando a capas muy amplias de trabajadores de las provincias y a muchos sectores de pequeños propietarios y campesinos empobrecidos. Llegó a los jóvenes de secundaria de los barrios pobres de las ciudades, pero no movilizó a las universidades. Y tampoco movilizó al proletariado de las grandes ciudades, bloqueado por las direcciones de las principales centrales sindicales, que se enfrentaron al movimiento, al que llegaron a criticar de la manera más indigna, como si fuera una expresión de la extrema derecha.
El movimiento de los Chalecos Amarillos ha movilizado a un sector importante del proletariado, entre los trabajadores más vulnerables y menos sindicados del país. Pero, salvo muy marginalmente, no ha recibido el apoyo de los grandes aparatos sindicales, que lo han denigrado y han bloqueado la solidaridad.
El gobierno de Macron reprimió salvajemente el movimiento, que tomó medidas de acción directa y de autodefensa. A pesar de la brutal represión, las movilizaciones crecieron, reuniendo a cientos de miles de personas e imponiendo reveses parciales al gobierno.
El movimiento nació y creció al margen de los aparatos políticos y sindicales. Dio pasos ampliando su programa de reivindicaciones y en su autoorganización. Su fuerza fue su espontaneidad. Pero al final se agotó por la represión y el cansancio, porque fue incapaz de superar la crisis de dirección, pues una dirección no se improvisa.
El mismo Macron tuvo que enfrentarse a la gran movilización contra la reforma de las pensiones em 2023. De 19 de enero hasta 6 de junio, el proletariado francés llevó a cabo manifestaciones multitudinarias y huelgas parciales discontinuas, en las que participaron millones de personas. Hubiera sido perfectamente posible derrotar la reforma y derribar al propio Macron si las direcciones sindicales hubieran apostado por la huelga general hasta la victoria. Sin embargo, una vez más, las burocracias sindicales –al son que marcaba la CFDT, con el acuerdo de la CGT, se negaron a hacerlo, con el apoyo político de La Francia Insumisa y de lo que aún quedaba del PS y del PCF, que en ningún momento cuestionaron los mecanismos institucionales por los cuales Macron podía imponer una reforma que era rechazada por una gran mayoría del pueblo francés. La central Solidaires estaba a favor de la huelga general, pero sin oponerse nunca a las demás direcciones en la práctica.
Al final, Macron, sabiendo que no podría votar la reforma en el Parlamento, utilizó los recursos bonapartistas de la V República para imponerla de todos modos,siendo luego validada por un Consejo Constitucional.
Una vez más, el movimiento fue derrotado por una mezcla de agotamiento e impotencia política.
La ultraderecha
La democracia burguesa, con sus elecciones, tiene una enorme ventaja para la dominación del gran capital: permite mantener las ilusiones de cambio de las masas sustituyendo un gobierno desgastado por otro, aparentemente «nuevo», para al final aplicar el mismo programa neoliberal.
Este mecanismo, aunque desgastado, sigue siendo, a pesar de todas las crisis, válido en Europa, en la medida en que no hay superación revolucionaria y tampoco la gran burguesía tiene ahora mismo interés alguno en una salida fascista. Esto puede verse en el resultado de las elecciones en Inglaterra, con la derrota del Partido Conservador (en el gobierno desde hace 14 años) y la victoria del Partido Laborista.
Sin embargo, el fortalecimiento de las diferentes fuerzas de ultraderecha es un elemento nuevo en la realidad europea. Es una expresión de la decadencia del capitalismo europeo y de los regímenes de democracia burguesa en vigor. La ultraderecha aparece como «algo nuevo», capitalizando a su manera la crisis social y el profundo descontento popular. La izquierda burguesa, por su parte, es vista como parte de los partidos del régimen.
La ultraderecha europea tiene diferentes orígenes. En varios países,nació de movimientos directamente fascistas que se han ido adaptando para concurrir a las elecciones y así llegar al gobierno, como es el caso del Rassemblement National (RN) en Francia, Fratelli d’Italia de Meloni o del FPÖ de Austria. Ya dirigen el gobierno en Hungría e Italia, participan del gobierno de los Países Bajos y otros países y se han fortalecido notablemente en las últimas elecciones europeas.
En general, no son partidos fascistas, como pretende la izquierda burguesa para justificar su política de «frente amplio contra el fascismo» con sectores burgueses. La extrema derecha no se apoya, como los años 30 del siglo XX, en el encuadramiento de bandas armadas fascistas, compuestas principalmente por sectores sociales desesperados de la pequeña burguesía.
La ultraderecha europea no trabaja en la actualidad con perspectivas insurreccionales sino con la idea de apoyarse en los cauces parlamentarios para, desde el gobierno, recortar libertades y derechos democráticos. En algunos casos con proyectos bonapartistas de cambio de régimen, como Orbán en Hungría. En otros casos con la subida al gobierno vienen integrando se al régimen, como Meloni en Italia.
Pero incluyen en su base a grupos fascistas minoritarios. Muchos de ellos tienen bases importantes en partes del aparato policial y de las fuerzas armadas.
En Francia, la victoria de la RN de Marine Le Pen en las elecciones europeas (31,3% de los votos) y la derrota de Macron (14,6%) provocaron una crisis política. Macron maniobró entonces disolviendo el Parlamento y adelantando las elecciones legislativas,
El RN tiene sus orígenes en el Frente Nacional, liderado por Jean-Marie Le Pen, padre de Marine Le Pen. Desde hace décadas, pretende hacer olvidar el carácter fascista del Frente Nacional para asumir una postura homologable en la democracia burguesa francesa, mientras afianza su programa xenófobo, antimigración y nacionalista. Tiene una base social en importantes sectores de la pequeña y mediana burguesía y del proletariado y, así como en una parte importante del aparato policial. RN tiene el voto de casi el 60% de los policías, y muchos son afiliados.
Con su victoria en las elecciones europeas. La RN se lanzó a las elecciones parlamentarias con la ambición de ganar la mayoría y acceder al gobierno. Esto generó una importante reacción de masas, con un sector de la juventud al frente de las manifestaciones. El 15 de junio, cientos de miles de personas marcharon por Francia rechazando la posibilidad de una victoria de la ultraderecha. Esta vía de movilización de masas contra la ultraderecha fue muy oportuna y necesaria.
Sin embargo, algo muy distinto es el «frente electoral amplio contra el fascismo», una política muy común de la izquierda reformista en todo el mundo, que también se utilizó en Francia. Se formó una alianza («Frente Republicano») entre Macron y el Nuevo Frente Popular en la segunda vuelta de las elecciones, que llevó a la retirada de las candidaturas del NFP en favor de los candidatos de Macron mejor colocados, cuando había un candidato de ultraderecha que podía ganar.
El resultado electoral arrojó al RN al tercer puesto. El Nuevo Frente Popular dio la sorpresa y se hizo con el primer puesto, mientras que la coalición de Macron quedó segundo. Eso abrió toda la perspectiva de un gobierno de coalición «contra la ultraderecha».
Este resultado expresa un desenlace complejo, que podría resumirse en tres conclusiones básicas.
La primera es que la democracia burguesa, incluso en crisis, sigue funcionando, expresando un bloqueo parlamentario contra la ultraderecha, que en verdad favorece un ulterior fortalecimiento de la ultraderecha en la sociedad.
La segunda es exactamente una contradicción de la primera: la democracia burguesa, aunque funcione, está en crisis.
Además de un enorme descrédito en sus instituciones, tiene ahora una división sin precedentes: el electorado está dividido en tres bloques, con peso similar: el Nuevo Frente Popular (182 diputados), el macronismo (168) y la ultraderecha (143).
La tercera conclusión es que la ultra derecha, a pesar de su derrota se fortaleció mucho y está para quedarse. De hecho, sigue siendo el primer partido de Francia y aspirante a vencer en próximas elecciones.
El Nuevo Frente Popular
Ante el riesgo de victoria de la ultraderecha, se formó el Nuevo Frente Popular, que unifica a Francia Insumisa (liderada por Melenchon), el PS, el PC, los ecologistas, así como sectores considerados de ultraizquierda, como el sector histórico del NPA. Este frente tuvo un resultado muy bueno en las elecciones, convirtiéndose en el partido con más escaños en la Asamblea Nacional.
Hay grandes expectativas por parte de los sectores de vanguardia de todo el mundo sobre el NFP. Pero, ¿son reales estas expectativas?
Veamos la composición de este frente.
El PS es el partido con más tradición en el NFP. Heredero de vieja socialdemocracia europea, cuando aún era un partido obrero reformista, -como en el primer Frente Popular de los años 30- fue un factor fundamental en las derrotas del movimiento de masas. Después de la IIª Guerra Mundial, a partir del congreso de Bad Godesberg (1959) de la socialdemocracia alemana, al igual que los otros partidos socialistas europeos, dejó de reclamarse de la clase obrera y del socialismo. El viejo programa reformista fue abandonado y sustituido, primero por la “economía social de mercado”, y después, por el social-liberalismo (versión socialdemócrata del neoliberalismo). El partido cambió su carácter de clase, pasando de ser un partido obrero reformista a ser un partido burgués más, que mantenía y mantiene una cierta base obrera electoral.
Francia Insumisa es considerada de «extrema izquierda» por los medios de comunicación. Pero es un partido reformista electoral, dirigido por Jean-Luc Mélenchon, que fue senador por el PS. Recordemos que Mélenchon rompió con el PS en 2009 para formar el Parti de Gauche (PG), que muy pronto formó una alianza con el PCF y algunos otros llamada Front de Gauche. Francia Insumisa se creó para las elecciones presidenciales de 2017.
El programa de este partido está a la derecha del programa de Mitterrand de 1981, sin nacionalización de las grandes empresas ni bancos, sin medidas antiimperialistas ni cuestionamiento de las bases capitalistas, todo en el cuadro de la Unión Europea. Su programa socioeconómico se limita a la recuperación del Estado de Bienestar, planteando la anulación de la reforma de las pensiones y la del desempleo de Macron, el aumento del salario mínimo, el bloqueo de precios de bienes de primera necesidad, la indexación salarial o la gratuidad efectiva de la enseñanza pública. Si consigue llegar al gobierno, abandonará una buena parte de estas reivindicaciones, exactamente como ha hecho Syriza en Grecia.
Este partido no desempeñó ningún papel independiente de primera importancia en las luchas del movimiento de masas, porque dejó la dirección a las direcciones sindicales, contra las que no quiere luchar. Tiene esencialmente un papel electoral.
Tampoco tiene raíces en los sectores proletarios, a pesar de estar ahora bien establecida en los suburbios proletarios con una alta proporción de trabajadores inmigrantes.
En realidad, Francia Insumisa cumple el papel de ala izquierda de la V República, aunque defienda formalmente una VI Republica en su programa. Podría ser un punto de apoyo para algún tipo de colaboración de clases en el próximo periodo. No es casualidad que Melenchon haya pactado con Macron (el Frente Republicano) para la segunda vuelta de las elecciones legislativas.
Hacer frente a esta ofensiva del capital y garantizar el cumplimiento de las medidas sociales prometidas es imposible sin levantar un movimiento revolucionario de masas que permita expropiar a la banca y las grandes corporaciones, ponga los medios de producción en manos de la clase trabajadora y que acabe con el dominio imperialista francés en el exterior. Todo lo cual es imposible en el cuadro del programa de LFI.
Además de estos partidos, está el Partido Comunista, que ha tenido numerosas traiciones en el pasado, como la entrega del proceso revolucionario en la posguerra por orden de Stalin y la corresponsabilidad -con el PS- en la derrota del Frente Popular en los años 30 y quien recondujo el proceso revolucionario de 1968 al cuadro institucional. Hoy, esta reducido a una pequeña fuerza que ha abandonado toda perspectiva socialista, está a la derecha de LFI.
Además, hay algunos partidos burgueses menores como el Ecologista y Place Publique (de Raphaël Glucksmann). Este último fue candidato a las elecciones legislativas de 2007 por Alternativa Liberal y después admirador de Nicolas Sarkozy
Como se puede ver, la composición del Nuevo Frente Popular no puede justificar ninguna expectativa de dirección revolucionaria alternativa para la crisis política francesa actual.
El Nuevo Frente Popular toma su nombre del Frente Popular de los años 30, duramente criticado por León Trotsky , que sustentaba como única vía para enfrentar la derecha el frente único de clase y la movilización en la calle. En aquella época, ante la grave crisis del capitalismo francés y el ascenso del fascismo, se formó un gobierno de colaboración de clases PS-Partido Radical, apoyado desde el exterior por el PCF, que acabó derrotando el proceso revolucionario que se había iniciado con una oleada de ocupaciones de fábricas en 1936 y facilitando, al final, la llegada del régimen de Vichy. Este Nuevo Frente Popular es aún más derechista que el criticado por Trotsky.
En el contexto de las muchas dudas sobre las perspectivas en Francia, podemos apostar a que el Nuevo Frente Popular no jugará ningún papel revolucionario ni seriamente reformista en el próximo periodo.
¿Cuáles son las perspectivas?
Macron no tiene prisa por nombrar un primer ministro. Está utilizando los Juegos Olímpicos para ganar tiempo. Y ya ha anunciado que «nadie ha ganado las elecciones», ignorando la victoria -aunque sin mayoría parlamentaria- del Nuevo Frente Popular.
A pesar de las protestas de Melenchon, Macron apuesta por la formación de un bloque entre sus diputados y el PS, aislando a la Francia Insumisa y a la ultraderecha del RN. Esto le permitiría seguir aplicando un programa neoliberal, ajeno a su derrota.
Una vez más, se apoya en los límites bonapartistas de la V República. Como es el presidente quien nombra al primer ministro, puede mantener al actual, Gabriel Attal, de su partido. Macron acepto su renuncia, pero lo mantuvo hasta que descubra una solución aceptable para su política, o hasta que una moción de censura parlamentaria lo derrumbe. Incluso en ese caso, volvería a tener derecho a nombrar al primer ministro.
Macron puede así forzar un acuerdo parlamentario que beneficie su estrategia. Podría intentar un «gabinete técnico», de acuerdo con un ala del PS o de Place Publique (la de Glucksmann), u otras variantes. Cualquier variante de gobierno que mantenga ese tipo de programa neoliberal solo va a terminar fortaleciendo la ultraderecha en el futuro. Como las elecciones presidenciales no serán hasta 2027, es probable que la crisis de la Quinta República tenga muchos más episodios.
Pero ¿cómo reaccionará el movimiento de masas ante la aplicación continuada del programa del repudiado Macron? Si el resultado de las elecciones indicó algo, fue que el gobierno está muy desgastado. Pueden haber nuevas convulsiones.
No hay posibilidades de superar la crisis de la Vª República y, de hecho, ni siquiera de imponer un programa de gobierno a través de negociaciones en el parlamento. Las negociaciones para la composición del futuro gobierno servirán incluso para dejar de lado las reivindicaciones sociales del programa del NFP, como la derogación de la reforma de las pensiones o el aumento salarial.
Hay que luchar por la combinación de la movilización directa de las masas, su autoorganización y la lucha por la independencia de clase.
Es imprescindible articular la movilización obrera y juvenil en defensa de la derogación de la reforma de las pensiones y la subida salarial como reivindicaciones inmediatas. Apostar por organizar la oposición combativa en los sindicatos y la autoorganización en las bases, trabajar para superar a las direcciones sindicales de CGT y CFDT, que ya están mostrando su sumisión a los intereses de la burguesía.
La lucha por la unidad de los trabajadores y de los trabajadores con la juventud y los sectores populares contra la burguesía es la mejor forma de enfrentarse a la ultraderecha, que pretende poner a una parte de los trabajadores en contra de la otra y unirlos a la gran burguesía. No es casualidad que, en las grandes luchas del proletariado contra las reformas de las pensiones, la ultraderecha retrocediera.
Esta autoorganización de los trabajadores debe incluir su autodefensa ante las posibles agresiones de la ultraderecha y el salvajismo policial.
La clave de la crisis política actual reside en que los trabajadores avancen en la construcción de una nueva dirección revolucionaria para enfrentar las políticas reaccionarias tanto de Macron como de Le Pen. Eso requiere romper con esos partidos, pero también con los partidos burgueses que componen en NFP, como el PS, el Partido Verde y Place Publique.
Eso implica en discutir pacientemente con los trabajadores y jóvenes que votaron por el NFP, y con los activistas que confían en las direcciones reformistas de los partidos con base trabajadora que componen tal frente, como Francia Insumisa. Tenemos que ser firmes y aprender de la historia: todas las alternativas de colaboración de clases han preparado y preparan nuevas derrotas. Por eso es urgente que rompan con los sectores el bloque del NFP, y se sumen activamente a los esfuerzos de construir una verdadera alternativa de clase.
France Insumisa aparece como el sector más combativo del Nuevo Frente Popular. Su programa puramente reformista, su opción por no expropiar a la burguesía sólo puede llevar a LFI, como Syriza en Grecia o Podemos en España, a nuevos callejones sin salida desastrosos para los trabajadores.
La lucha por la independencia de clase, contra todos los bloques burgueses, implica en educar pacientemente la vanguardia de que el frente popular no es el “mal menor”, porque en la realidad mantiene la explotación burguesa y termina también abriendo espacio para el “mal mayor”. En ese sentido la fundamentación política para la táctica electoral dada en un texto anterior estaba equivocada. O el proletariado abre un camino independiente de las distintas opciones burguesas, o se estará preparando una nueva derrota.
Secretariado Internacional
30 julio 2024