search
Italia

Italia | Nota sobre Meloni en el Congreso de la CGIL

marzo 29, 2023

Humo blanco, habemus papam, el rey ha muerto, larga vida al rey… el lector puede elegir la frase para aclamar la reelección de Maurizio Landini al frente de la CGIL. ¿Por qué estas fórmulas? Para describir bien el estado de la lucha sindical actual.

Departamento sindical del PdAC, Italia

Ya es grave que un sindicato invite a su congreso a cualquier jefe de gobierno, que como tal es enemigo de la clase obrera, pero el mayor sindicato italiano ha invitado al palco a la «presidente» Meloni, es decir, la cara más reaccionaria de la política burguesa, a la cual debería oponerse claramente por su política inversa de Robin Hood, que es quitarles a los pobres para darles a los ricos.

Es una práctica, explicamos… los primeros ministros siempre han sido invitados. El sí de Meloni es bienvenido: sirve para demostrar que la CGIL es un interlocutor del Palacio, incluso en tiempos de la derecha más reaccionaria. ¿Y por qué Meloni aceptó? Para demostrar, dice, que es digna de su cargo, incluso frente a los partidos sindicales más distantes. En suma, la legitimidad y la aprobación son recíprocas. Pero ella traerá a casa la mejor ganancia: mientras la dirección de CGIL muestra su rostro cómplice y concertador, Meloni y los partidos que apoyan su gobierno traen a casa una legitimidad a los ojos de los trabajadores, que, sumada a las continuas traiciones de clase de la centroizquierda y de la izquierda reformista, explica los éxitos electorales de la derecha.

También fue invitada al mismo palco la llamada oposición del gobierno, los «izquierdistas» y pentastellati [Movimiento 5 Strelas] –desde Schlein a Conte hasta Calenda– que llevaron a Meloni a la victoria, lanzando esencialmente recetas liberales similares a las de este gobierno, sin una verdadera dicotomía entre las partes. Calenda contesta, llama borregos a los que le disputan, solo para dejar claro lo importante que es la base para estos burócratas político-sindicales…

Mientras se escenifica en la sala la protesta contra la presencia de Meloni por parte de la minoría de la CGIL encabezada por Eliana Como, quien sale de la sala con el puño cerrado en alto al son de la canción «Bella Ciao», colocando peluches en sus asientos, símbolo de la «Masacre de Estado de Cutro», ella desde el palco ironizaba burlona, desacreditando y desafiando ese sentimiento de indignación común a tantos trabajadores. Una protesta, hay que decirlo, puramente mediática, por lo tanto insípida en comparación con lo que hubiera sido necesario: los delegados del congreso de la CGIL deberían haber tomado ejemplo de los trabajadores franceses que están en huelga a ultranza y están ocupando las fábricas, amenazando con derrocar a Macron y a todo su gobierno a patadas en el trasero si no se marcha solo…

Una presencia, la de Meloni, que debería haber indignado sobre todo a las mujeres presentes en la sala: «la presidente» Meloni, que nunca deja de reivindicar posiciones machistas y homobitransfóbicas, es la demostración de que de nada sirve tener mujeres al frente si estas mujeres son conservadoras y no trabajan para mejorar la condición de la mujer, lo que siempre ha sido un indicador de la evolución o el atraso de la sociedad.

Giorgia Meloni habla frente a la platea ­compuesta en su mayoría por cuadros y dirigentes sindicales– que escuchan en riguroso silencio. Incluso hay un débil aplauso cuando la primera ministra menciona el «innoble» ataque a la sede de la CGIL en Roma por parte de la «extrema derecha»… como si ella nunca hubiera tenido nada que ver con Casa Pound, Forza Nuova o ambientes similares.

Continúa: “Pensábamos que el tiempo de la feroz confrontación ideológica había quedado atrás –dijo– pero en los últimos meses me parece que los signos de un retorno a la violencia política son cada vez más frecuentes”. Estas palabras deberían hacer temblar de inmediato a la CGIL, ya que revelan la intención represiva para con las luchas de los trabajadores en el futuro, pero ninguno de los burócratas sindicales sintió un escalofrío en la columna…

«La presidente» rechaza toda la línea del sindicato sobre desocupación, salarios de hambre y reforma fiscal ingresos básicos. Desde el palco se escuchan las siguientes palabras: «Con esta presencia, creo que podemos tratar de celebrar la unidad nacional. La unidad no se trata de anular la oposición que tiene un papel positivo y educativo para la comunidad»: así, es como anular años de lucha de clases haciendo pasar la unidad como algo que puede ir de la mano con la oposición contraria…

Al final del guion de títeres sicilianos, el líder máximo Landini entra en escena, anunciando que está «incluso» disponible para una huelga general junto con la CISL y la UIL… la misma CISL que, en lugar de manifestarse con la CGIL y la UIL en el último paro nacional –aun cuando, hay que decirlo, fue un paro de fachada que se vieron obligados a proclamar ante el empuje de la base combativa, más para debilitar sus fuerzas que otra cosa–, salió a la calle unos días después al lado del gobierno. Añadamos que, por ahora, la perspectiva de una huelga general parece muy lejana…

En resumen, la base está siempre más lejos de los dirigentes sindicales; la base que les garantiza el cargo que ostentan, pero que es permanentemente traicionada.

Meloni apareció como un coloso porque reivindicó su guerra a los pobres y, de manera un poco velada, dejó entender su mensaje, es decir: o el sindicato hace lo que dice su gobierno o es inútil ya que el gobierno no cambia su trayectoria… segura de sí misma porque los delegados fueron dóciles en escucharla, casi como cuando los dirigentes se sientan en las mesas de negociación.

Después de este espectáculo absurdo, los trabajadores y las trabajadoras solo tienen un camino para mejorar su condición: el único camino es el de la lucha de clases que puede conducir a un cambio real del sistema económico y social predominante hasta ahora, y recordando las palabras de Gramsci: «Cuando discutas con un adversario, trata de ponerte en su lugar. Lo entenderás mejor y quizás acabes dándote cuenta de que tiene un poco, o un mucho, de razón. Seguí este consejo de los sabios durante algún tiempo. Pero las ropas de mis adversarios estaban tan sucias que concluí: es mejor ser injusto a veces que volver a intentar esta mierda que te hace desmayar.

Artículo publicado en www.partitodialternativacomunista.org, 22/3/2023.-

Traducción: Natalia Estrada.

Lea también