Israel retrocede y acata el alto el fuego en el Líbano
Por Fabio Bosco
El 26 de noviembre, el Estado de Israel aceptó un alto el fuego de 60 días con el Líbano, negociado por los representantes del imperialismo estadounidense y del francés. Durante este período, las tropas israelíes se retirarán del sur del Líbano. Hezbolá se comprometió a un alto el fuego y la retirada de sus bases militares del sur del Líbano, con el río Litani como frontera. Las tropas francesas reforzarán la UNIFIL (fuerza militar de la ONU situada en el sur del Líbano y encargada de impedir cualquier acción contra Israel, ya sea por parte de Hezbolá o de cualquier otra fuerza política o militar). Además, Estados Unidos aumentará el financiamiento al ejército nacional libanés y negociará con Arabia Saudita y Qatar para que hagan lo mismo. Desde el retiro de las tropas sirias del Líbano en 2005, Estados Unidos se ha convertido en el principal patrocinador del ejército libanés, invirtiendo desde entonces alrededor de 2.500 millones de dólares. Este acuerdo de alto el fuego sigue las bases de la resolución 1701, de 2006, del Consejo de Seguridad de la ONU.
La principal demanda israelí no fue atendida. Israel quería el derecho irrestricto de atacar territorio libanés. Esta absurda exigencia fue sustituida por un comité internacional liderado por Estados Unidos que recibirá informes de incumplimientos del acuerdo, ya sea por el lanzamiento de cualquier artefacto al otro lado de la frontera, o por la presencia de tropas israelíes o milicias libanesas en el sur del Líbano. Estas denuncias serán transmitidas al ejército libanés, que deberá garantizar el acuerdo firmado. Otras exigencias israelíes: el desarme de Hezbolá y la transformación del sur del Líbano en una zona tapón tampoco están garantizadas, a pesar del compromiso estadounidense en buscar su implementación.
La agresión israelí en el Líbano se encontraba en un punto muerto. Había dos alternativas: aumentar cualitativamente la fuerza militar y ocupar el sur del Líbano, o firmar este acuerdo de alto el fuego con sus principales aliados como garantes: el imperialismo estadounidense y el francés.
Varios factores pesaron en la decisión israelí: el temor a un número creciente de bajas diarias de soldados en un ejército preparado para cometer genocidios cobardes pero no para el combate terrestre (más de 50 soldados fueron muertos por la resistencia libanesa, además de un conocido arqueólogo sionista que quería probar que el sur del Líbano era parte del gran Israel); la vergonzosa situación de más de 60.000 israelíes evacuados hace 400 días, que no pueden regresar al norte de la Palestina ocupada; la posibilidad de que Hezbolá incrementara los ataques con drones, cohetes y misiles que podrían llegar fácilmente a Tel Aviv, acelerando el éxodo de israelíes al exterior; el probable fortalecimiento de las protestas de la oposición liberal sionista; la necesidad de recomponer las fuerzas militares en espera de luz verde por parte de Trump para un ataque contra Irán; y el chantaje de Joe Biden de entregar 680 millones de dólares en armas a cambio del acuerdo de alto el fuego (según el Financial Times).
Hezbolá aceptó el acuerdo, una decisión que es coherente con su posición desde antes de la ofensiva palestina del 7 de octubre de 2023. Hezbolá, al igual que Irán, siempre ha evitado un conflicto militar a gran escala contra Israel. Su actitud siempre ha sido la de reaccionar en escala menor ante las agresiones militares sionistas.
¿Acción coordinada con la resistencia palestina?
La preparación palestina para la ofensiva del 7 de octubre incluyó varios intentos de emprender acciones militares coordinadas con Hezbolá y el régimen iraní desde la primera mitad de 2021. Sin embargo, estos esfuerzos fracasaron debido a la política iraní y de Hezbolá de evitar conflictos en larga escala contra Israel. Por eso, la resistencia palestina tuvo que lanzar el ataque de forma aislada, lo que facilitó la agresión genocida sionista en Palestina.
Tras la ofensiva del 7 de octubre, Hezbolá decidió llevar a cabo una acción simbólica, un ataque de baja intensidad, contra las granjas de Shebaa, territorio libanés ocupado por el Estado de Israel. Desde entonces, los sionistas han llevado a cabo agresiones cada vez más intensas en diversos puntos del territorio libanés, mientras Hezbolá se ha limitado a ataques de baja intensidad en la franja fronteriza en el norte de la Palestina ocupada.
Dos momentos de agresión israelí
Ante el lanzamiento de cohetes por parte de Hezbolá contra Shebaa, el Estado de Israel decidió priorizar el genocidio en Gaza y bombardear el sur del Líbano con ataques puntuales en Beirut, Sour, Nabatieh y Baalbek. Además, lanzó fósforo blanco en toda la franja fronteriza del sur del Líbano. El fósforo blanco es un arma incendiaria cuyo uso es vetado en áreas pobladas, y que Israel se comprometió a prohibir en 2013.1
A partir de setiembre de 2024, los sionistas cambiaron cualitativamente su ofensiva militar en el Líbano. Explosiones de dispositivos de comunicación, asesinato de Hassan Nasrallah y de los altos mandos de Hezbolá, bombardeos pesados sobre varias ciudades libanesas, que destruyeron Dahiyeh, al sur de la capital, y que destruyeron más de 100.000 residencias.
El 1 de octubre iniciaron una ofensiva terrestre acompañada de exigencias de rendición del Estado libanés, que tendría que renunciar a su soberanía para permitir la libre incursión de tropas y bombardeos israelíes. Esta ofensiva fue apoyada abiertamente por el imperialismo estadounidense, por medios políticos, diplomáticos, financieros y militares. Más de un millón de libaneses tuvieron que abandonar sus hogares rumbo a la capital y el norte del país. Más de 3.800 libaneses fueron asesinados y más de 15.000 resultaron heridos por los ataques israelíes.2
La decisión de lanzar esta agresión genocida contra el Líbano se basó prioritariamente en la necesidad de vaciar las crecientes protestas de sionistas liberales que amenazaban con derrocar el gobierno de Netanyahu, cuya mayoría artificial de sólo cuatro escaños presentaba crecientes fricciones internas.3 Una ofensiva genocida sobre el Líbano contaba con amplio apoyo en la opinión pública judía israelí. En segundo lugar, había una cuestión inmediata –el retorno de unos 60.000 israelíes evacuados, retenidos en hoteles vacíos debido a la paralización de la poderosa industria turística de Israel– y una cuestión estratégica: la reducción del poderío bélico de Hezbolá, que se ha multiplicado y se ha vuelto más sofisticado desde la última agresión militar israelí en 2006.
Sin embargo, esta ofensiva llegó a un impasse: escalada o alto el fuego. En la práctica, los sionistas reconocieron las dificultades para obtener una victoria militar decisiva y optaron por la segunda alternativa.
En palabras del analista político israelí Ameet Makhol:
«Esta podría ser la primera decisión racional, que reconoce los límites de su poder, que el ejército está agotado y sobrecargado, y que los soldados están muy estresados, particularmente los reservistas».4
¿Pax Americana?
El acuerdo de alto el fuego fue negociado por el representante estadounidense Amos Hochstein. Su objetivo es el mismo que el de Israel –imponer un cambio cualitativo de poder en el Líbano, marginando a Hezbolá–, pero los medios son diferentes. Hochstein trabaja por la elección de un nuevo presidente y el nombramiento de un nuevo primer ministro en sintonía con los intereses estadounidenses y sionistas. Su candidato presidencial es el general Joseph Aoun, y el parlamento libanés podría tomar esa decisión esta semana. Otro de los objetivos de Hochstein es un fortalecimiento cualitativo del ejército libanés para viabilizar la transformación del sur del Líbano en un área tapón y preparar las condiciones para el desarme de Hezbolá.
Hochstein cuenta a su favor con la fuerza del imperialismo occidental (aunque decadente), con las divisiones confesionales impuestas por el régimen libanés, y la impopularidad de Hezbolá entre las comunidades no chiitas. En contra de sus planes están la inmensa dificultad de formar un ejército libanés con fuerza y disposición para enfrentar a Hezbolá; la impopularidad de la agresión israelí entre la gran mayoría de los libaneses; la numerosa comunidad chiita (que representa entre 31 y 39% de la población residente) donde Hezbolá mantiene su base social; la mayoría de la influyente burguesía chiita libanesa; y la capacidad de reconstrucción de Hezbolá, tanto de sus servicios sociales como de su capacidad bélica. La experiencia histórica ha demostrado que las agresiones israelíes de 1982 y 2006 no lograron superar estos obstáculos. Desde entonces, Hezbolá ha perdido fuerza al integrar las fuerzas que ahogaron en sangre la revolución siria y al tornarse en el principal oponente del levantamiento de 2019 contra el régimen confesional llamado por los libaneses “Revolución de Octubre”. (4)
A estos factores internos al Líbano se suman factores del ámbito mundial como la economía, la disputa interimperialista entre Estados Unidos y China, el debilitamiento del imperialismo europeo, la impopularidad del genocidio en Gaza entre las masas de todo el mundo, lo que hace que cualquier plan de estabilización en el Líbano y de reconfiguración de Medio Oriente sean tareas extremadamente desafiantes, por decir lo mínimo.
En cualquier caso, la retirada sionista se celebró en las calles de Beirut y de otras ciudades libanesas, a pesar de la pérdida de más de 3.800 vidas, 15.000 heridos y una destrucción generalizada cuya reconstrucción costará miles de millones de dólares y llevará varios años, en un país que ya estaba en depresión económica hace 5 años. Pero el mantenimiento del alto el fuego dependerá del nivel de insatisfacción entre los colonos sionistas (55% de los israelíes se oponían al alto el fuego), y de la política de la futura administración Trump.
Del lado iraní, los esfuerzos del régimen por normalizar las relaciones con el imperialismo occidental están aumentando mediante la reanudación del acuerdo nuclear y la reducción de las fuertes sanciones impuestas al país. De manera preventiva, el régimen iraní estableció relaciones militares con Rusia. Hoy, la mayor parte de la producción iraní de drones Shaheed y de misiles Fathi se entregan a Rusia para promover el genocidio en Ucrania. A cambio, el régimen iraní espera que Rusia proporcione sistemas de defensa aérea S-400 y aviones Sukhoi Su-35, fortaleciendo la defensa de Irán contra posibles ataques israelíes con el apoyo de Estados Unidos.
Del lado palestino, no hay nada que conmemorar. El alto el fuego en el Líbano significa que los genocidas sionistas podrán concentrar esfuerzos en la operación de limpieza étnica en el norte de Gaza, que sigue a todo vapor, así como en los preparativos para la anexión de Cisjordania. De esta manera, Netanyahu desvía el descontento de los colonos sionistas por el alto el fuego en el Líbano, hacia la ampliación del genocidio y de la colonización de las tierras palestinas.
Hoy, el pueblo palestino cuenta sólo con la clase trabajadora y la juventud árabe, que no aceptan el genocidio impuesto por los sionistas, y necesitan derrocar a los regímenes árabes en el proceso de normalización con Israel, incluido el régimen libanés. El pueblo palestino cuenta también con la clase trabajadora y la juventud de todo el mundo para mantener y profundizar la solidaridad internacional con el fin de paralizar la máquina de guerra imperialista, aislar a la entidad sionista y abrir el camino para su desmantelamiento.
Esta combinación de fuerzas palestinas, árabes y de todo el mundo es la que puede lograr una Palestina laica, democrática, no racista, del río al mar, donde la clase trabajadora palestina y árabe reemplace a las corruptas elites palestinas y árabes en el poder y pueda construir una federación socialista de países árabes.
Traducción: Natalia Estrada.
4 https://www.middleeasteye.net/news/israel-approves-ceasefire-deal-lebanon-hezbollah
5 https://litci.org/es/que-es-hezbola/?utm_source=copylink&utm_medium=browser