Independencia sin abolición: el miedo blanco a una insurrección negra en el Brasil

El Estado brasileño nació oficialmente con la proclamación de la independencia en 1822. En América Latina, el Brasil fue el único país que al hacerse independiente mantuvo la esclavitud, en una trama que envolvió a las clases dominantes del Brasil (colonia), de Portugal (metrópoli) y de Inglaterra.
Por: Hertz Dias*
No obstante, los intereses de esta tríade no siempre fueron los mismos, ¡el miedo sí! La noticia de que una insurrección negra ocurrida en Haití entre 1791 y 1804 había no solamente acabado con la esclavitud sino también eliminado físicamente a los señores blancos, se extendía por el mundo y atemorizaba a las elites. El Brasil, por su parte, era la colonia más negra del mundo.
En esa época, los señores controlaban los medios de producción y los esclavos, pero no el “filete de lomo” de las riquezas producidas. La empresa colonial fue montada bajo el dominio de la burguesía mercantil portuguesa como forma de garantizar la rapiña de todo lo que era producido. Los señores de esclavos precisaban librarse de esa incómoda situación.
Es verdad que ellos acumulaban riquezas, pero nada comparable a la acumulación de capitales que ocurría en Europa, a costas de la esclavitud en las colonias. Como recordó el observador Sierra y Mariscal, “el señorío del ingenio trabaja incesantemente para terceros y no para sí”. De hecho, nuestra elite era una clase servil a la dominación metropolitana. En sus ojos brillaba el deseo de librarse de la dominación política de Portugal para garantizar su libertad económica (liberalismo), pero en su memoria rondaba el espectro de la revolución negra de Haití.
Sin embargo, las leyes de la historia son más poderosas que las voluntades humanas. El capitalismo europeo se industrializaba. Las fuerzas productivas debían ser destrabadas. Independencia y abolición deberían ocurrir como subproductos de las revoluciones burguesas europeas. Inglaterra exigía que el trabajo fuese libre y la elite colonial exigía que el comercio fuese libre. Los ingleses querían tener libertad para importar materias primas para alimentar sus industrias y exportar productos industrializados, la elite colonial quería tener libertad para negociar sus productos primarios en el mercado mundial en condiciones mejores. El monopolio comercial precisaba ser quebrado, revoluciones políticas deberían ocurrir para ajustar la superestructura política a la estructura económica. En el Brasil, sin embargo, la historia se rigió por otras leyes.
Para conquistar la independencia política, los señores de esclavos tendrían que abrir fuego contra Portugal, pero para eso precisaban movilizar una base social poderosa. No había otra, a no ser los esclavos. La experiencia en las Conspiraciones del siglo XVIII (Minera en 1789; Bahiana en 1798) y la Insurrección Pernambucana de 1817, todas ellas sofocadas, mostraban para esa elite brasileña que sin esclavos armados la derrota sería segura.
La guerra de independencia de las colonias inglesas (1776-1783) que dio origen a los Estados Unidos servía como ejemplo para los propósitos de estos señores, ya que por allá la independencia fue conquistada preservando la esclavitud. Sin embargo, cabe recordar que apenas 10% de la población era esclava en las 13 colonias inglesas donde la guerra anticolonial fue conducida por una burguesía manufacturera del norte en alianza puntual con los esclavos del sur. En el Brasil, ni siquiera había parque manufacturero expresivo. El fin de la esclavitud por aquí significaría la ruina económica de la elite esclavista. Como dijo el jesuita Antonil, “los esclavos eran las manos y los pies de los señores del ingenio”. Más de la mitad de nuestra población era esclava. También, una revolución esclava en el Brasil en los moldes de la ocurrida en Haití implicaría en la expropiación de las tierras de la clase dominante. Con eso, perderían los señores de esclavos, perdería el capitalismo europeo.
Entonces, ¿cómo llevar a cabo una revolución política con batallones de esclavos sin que a estos les fuese garantizada la emancipación? ¿Cómo hacer eso sin que la revolución política se convirtiese en una revolución social bajo el control de los esclavos? No por nada, en toda la colonia había leyes que prohibían a los esclavos portar armas. Para Décio Freitas (1983), “un esclavo armado sería un ex esclavo”.
Una independencia hecha por arriba para no perder el control por abajo
En el contexto de las guerras burguesas, Napoleón había invadido Portugal (1807-1808). Los héroes de nuestra burguesía huyeron para el Brasil en 1808 bajo la escolta de la marina inglesa. Una vez puesto el pie en el Brasil, tomaron algunas medidas como la abertura de los puertos a las naciones amigas. Inglaterra fue el país más privilegiado con esas medidas. La abertura de los puertos significaba el ablandamiento de la dominación metropolitana, al mismo tiempo que Portugal y el Brasil quedaban cada vez más dependientes militar y económicamente de Inglaterra.
No obstante, en 1820 estalló en Portugal la Revolución Liberal del Puerto, que pretendía establecer una nueva Constitución que limitase el poder de la monarquía. La burguesía portuguesa exigió el inmediato retorno de Don João VI para Lisboa, el mismo tiempo que pretendía recolonizar el Brasil. Para los señores de esclavos eso sería un retroceso.
El cuadro que se diseñaba era el del estallido de una guerra de independencia que involucraba a Brasil y Portugal. Sin embargo, Haití y el quilombo de Palmares refrescaban la memoria de esa gente. Ambos ocurrieron en contextos de divisiones dadas en el interior de las clases dominantes. Inglaterra era testigo vivo de la revolución negra de Haití. El cónsul inglés Chamberlain alertaba que en el Brasil había “peligro para toda la población blanca”. Palmares, que creció en las brechas de la invasión holandesa en el Brasil (1624-1637), no era solo un recuerdo amargo en la memoria de las clases dominantes, sino también una experiencia viva en la conciencia de los esclavos.
La independencia, entonces, debería ser “ordenada”; en las palabras temerosas de José Bonifacio, hecha “por arriba” para evitar insurrecciones de los “de abajo”. El resultado fue que Don Pedro I, un portugués de la dinastía de los Bragança fue al trono en el Brasil. Nuestro país se libraba de la dominación portuguesa coronando a un emperador portugués. ¡Nada más cómico!
Para que Portugal reconociese la independencia del Brasil, nuestra elite asumió una deuda de dos millones de libras esterlinas que la antigua metrópoli había contraído con Inglaterra. ¡Nada más trágico!
Después del 7 de setiembre de 1822, el Brasil mantendría la esclavitud por 66 años más. El Estado brasileño nacía así manteniendo internamente el régimen de trabajo esclavo y externamente sometido a la dominación de Inglaterra. Fue una independencia hecha por los señores de esclavos para los señores de esclavos. Fue una independencia inconclusa.
A diferencia de las guerras de independencia en las colonias españolas, que liberaron a los esclavos y dieron origen a 18 nuevos Estados, la unidad territorial del Brasil como un país-continente tuvo que ser mantenida. El deseo de los señores de esclavos era también crear varios Estados, varios “brasiles”, ya que cada provincia tenía intereses económicos específicos que se chocaban con un poder central establecido en Rio de Janeiro. No obstante, la unidad de la clase dominante, la territorial y el poder central fueron mantenidos porque se mantenía la esclavitud. O sea, para reprimir posibles insurrecciones esclavas sería necesario mantener un poder estatal altamente concentrado de norte a sur de la ex colonia, y así se hizo. Se mantuvo la esclavitud, se mantuvo la unidad territorial, se mantuvo la represión.
En el Período de Regencia (1830-1840) el naciente Estado sofocó innumerables insurrecciones negras y populares, como la Balaiada del Maranhão (1838) [1] y la Cabanagem en Pará (1835-1840) [2]. La Guardia Nacional, comandada por el Duque de Caxias, fue la gran responsable por el aplastamiento, y así nacía el Estado brasileño: esclavista, excluyente, endeudado y genocida.
La herencia esclavista que no pasó
Pasados 195 años de la independencia del Brasil, podemos sacar algunas conclusiones. El genocidio de la juventud negra es una muestra de que el Estado brasileño continúa siendo un verdugo sin máscara del pueblo negro. Las reformas que Temer y el Congreso quieren aprobar es también una prueba de que la burguesía brasileña y sus gobiernos no consiguen esconder sus instintos esclavistas. El diputado federal Nilson Leitão (PSDB-MT), presidente del Frente Parlamentario Agropecuario, quiere aprovechar el proyecto de ley que visa legalizar el trabajo esclavo en el campo.
Durante el gobierno de Frente Popular (PT/PMDB), que convirtió nuestra deuda externa en deuda pública, casi la mitad de todo el presupuesto público era transferido todos los años para media docena de banqueros. Con Temer sigue la farra del dinero público.
En 2004, el gobierno Lula resolvió reeditar la tristemente célebre Guardia Nacional, creando la Fuerza Nacional de Seguridad Pública, que actualmente el gobierno Temer acciona para reprimir manifestaciones y ocupar los morros y favelas. Las Policías Militares (PM’s) todos los días aterrorizan las periferias con el aval legal del Estado. Haití, el símbolo más importante de resistencia negra en el mundo, fue invadido en 2004 por las tropas de la ONU lideradas por el Brasil de Lula a mando de los Estados Unidos de Bush.
Incluso las demandas mínimamente democráticas del pueblo negro, como el acceso a la tierra, a la educación, al empleo y a la vivienda, son tratadas como caso de policía, sea por la derecha, sea por partidos dichos de izquierda como el PT. Eso implica decir, en el actual contexto de descomposición del capitalismo y de sus instituciones, que esas demandas del proletariado negro y de su juventud, o sea, sus reparaciones históricamente pendientes, solo podrán ser realizadas con la construcción de los consejos populares y la toma del poder por los obreros y el pueblo pobre de manera general.
Como política reparadora por todo eso, exigimos:
- Suspensión del pago de la deuda pública.
- Reforma agraria bajo control de los trabajadores.
- Título de las tierras de remanentes de quilombolas.
- Demarcación de las tierras indígenas.
- ¡Expropiación de todas las tierras que fueron o aún son haciendas de trabajo esclavo! Fin de la Fuerza Nacional de Seguridad y desmilitarización de la PM.
Referencias:
FREITAS, Décio. Escravos e Senhores e Escravos. Porto Alegre: Mercado Aberto, 1983.
[1] Se denominó Balaida a la revuelta popular ocurrida en el Maranhão entre 1838 y 1841, y que debe su nombre a Manoel Francisco dos Anjos Ferreira, el “Balaio” (por los objetos que él fabricaba, como cestos, etc.), quien había sufrido violencia policial cuando una de sus hijas fue violentada sin que se castigara al culpable. La principal causa de la revuelta fue, no obstante, la detención del vaquero Raimundo Gomes, “Cara Preta”, a quien el “Balaio” apoyó y de cuyo movimiento se tornó el dirigente más destacado [N. de T.].
[2] También conocida como Guerra de los Cabanos, fue una revuelta popular y social durante el Período de la Regencia del Imperio del Brasil en la antigua provincia de Grão-Pará, debido a la extrema pobreza, el hambre y las enfermedades de los indios y mestizos (cabanos), de los cuales la mayor parte vivía en cabañas de barro (origen del nombre de la revuelta) [N. de T.].
* Hertz Dias es miembro de la Secretaría de Negros del PSTU y vocalista del grupo de rap Gíria Vermelha.
Traducción: Natalia Estrada.