Hong Kong: un proceso de movilización democrática que no se detiene
Sobre las movilizaciones en Hong Kong
En estos momentos se desarrolla en Hong Kong un importante proceso de movilización contra la llamada “ley de extradición” propuesta por las autoridades que dependen del gobierno de Beijing. “El polémico proyecto de ley permitirá que presuntos culpables de delitos penales, como asesinato y violación, puedan ser extraditados a China continental y otros países para ser juzgados”.[1] La ley fue vista como un nuevo intento de avance, por parte del régimen de Beijing, sobre la autonomía relativa de que goza el territorio. Ante la magnitud y la continuidad de las movilizaciones, Carrie Lam, la jefa de gobierno de esta región administrativa, decidió dar marcha atrás “de modo temporario”.
Por Alejandro Iturbe
No es la primera movilización que se realiza en Hong Kong por reclamos democráticos desde que esta región fue incorporada a China continental, en 1997. En 2014, se produjo la llamada “revolución de los paraguas” (con una serie de movilizaciones que tuvieron picos de 250.000 personas), ante la constatación de que el gobierno central no quería cumplir su promesa de dar elecciones libres en 2017 para elegir autoridades locales, como estaba previsto en el acuerdo de incorporación firmado entre China y Gran Bretaña[2]. La movilización refluyó, en parte por la represión, pero la llama siguió viva y hubo movilizaciones de unos 10.000 estudiantes en 2015 y en 2018.
Hong Kong representa una profunda contradicción política para el régimen chino que, como vimos, se expresa de modo creciente en los últimos años. Para entender esa contradicción es necesario analizar un poco su historia y sus características actuales.
Algo de historia
El territorio de Hong Kong es un excelente puerto natural sobre el Mar de China Meridional y está separado del continente (la provincia de Guangdong) por el Río de la Perlas. Después de la Guerra del Opio (1839-1842), se transformó en una colonia/enclave del imperio británico (junto con otros territorios cercanos), un punto clave para el dominio de ese sector del océano Pacífico en la navegación comercial y militar. Japón lo ocupó durante la Segunda Guerra Mundial; luego los británicos retomaron el control hasta el acuerdo de 1997.
La actividad principal del territorio era el comercio marítimo. A partir de 1950, vivió un período de desarrollo industrial impulsado por burgueses provenientes de Shangái, que huían de la revolución en el continente y buscaban mano de obra libre para explotar. Surgió así un gran número de empresas textiles pequeñas y medianas que luego se extendieron a otras ramas (plástico y electrónicos) cuyos productos se exportaban a Europa y Estados Unidos[3].
Este cuadro comenzaría a modificarse con la restauración del capitalismo en China, a partir de 1978, y la apertura a las inversiones extranjeras. La industria de Hong Kong comenzó a trasladarse a las “zonas especiales” de Guangdong: a finales de 1997, las inversiones provenientes de Hong Kong representaban 80% de las IEDs [Inversiones Extranjeras Directas] recibidas por esa provincia. Este cambio del modelo de acumulación de la economía se acentuó a partir de 1997: la industria declinó su participación en el PIB de 31% en 1980 a 8% en 2008, mientras que los servicios habían crecido de 68 a 92% en el mismo período (no existe agricultura en el territorio).
Desde 1997, Hong Kong se transformó en un polo de servicios especializados: finanzas, administración, logística, consultoría empresarial, transporte y comercio, etc. Podemos caracterizarlo como un puente para las inversiones y negocios hacia China continental (y otras regiones de Asia) hechas por la burguesía imperialista (intermediadas por Gran Bretaña) y de burgueses de origen chino que estaban fuera de China continental.
En el sector finanzas, los tres principales bancos del territorio son el HSBC (Hong Kong and Shangai Bank Coorporation, privado), el Banco de China (estatal) y el Standard Chartered (privado con base en Londres pero con la mayoría de sus clientes en Hong Kong y Asia). Otro dato es que la HKE (Bolsa de Valores de Hong Kong) es considerada el séptimo centro bursátil del mundo por el valor de capitalización de mercado de los papeles cotizantes, arriba de las bolsas de Shangái, Frankfurt y Zurich.
El acuerdo de reintegración de 1997
Tal como vimos, el territorio fue reintegrado a China en 1997. Esta “devolución de soberanía” venía siendo preparada desde 1984 por la “Declaración conjunta chino-británica sobre la cuestión de Hong Kong”, firmada entre la reina Isabel (Margaret Thatcher era primer ministro) y el presidente chino Li Xiannian (con Deng Xiaoping como el hombre fuerte del régimen).
La causa formal del acuerdo fue que en 1997 vencían los 99 años del “arrendamiento” con que el dominio colonial británico había sido disfrazado en 1898. El argumento que utilizó la Thatcher para defender el acuerdo fue que Gran Bretaña no estaba en condiciones de defender militarmente el territorio si el régimen chino decidía invadirlo. La cuestión de fondo fue una “jugada de maestro de ajedrez” del imperialismo británico que, de esa forma, metía una cuña en el incipiente desarrollo capitalista de China y las grandes oportunidades de negocios que comenzaban a abrirse, sin el obstáculo de ser “territorio extranjero” para las inversiones que utilizaran a Hong Kong como “puente”.
El acuerdo incluía el concepto de “un país, dos sistemas”. Esto significaba, por un lado, el respeto al sistema capitalista de Hong Kong y a sus inversionistas (el régimen chino ya había restaurado el capitalismo pero aún se identificaba como “socialista”). El territorio conservaría su propia moneda (el dólar de Hong Kong) y su Autoridad Monetaria (el Banco Central). Por el otro, se mantendría el sistema jurídico y legal de Hong Kong, con muchas mayores libertades democráticas que en el continente, y se definía la convocatoria a elecciones de autoridades locales propias para 2017.
Tal como vimos, la jugada del imperialismo británico fue muy exitosa en el terreno del papel económico-financiero que podía jugar el territorio (también fue aprovechado por el régimen chino para atraer inversiones extranjeras). Pero en su aspecto político ha sido una fuente de contradicciones y movilizaciones de masas, como las que estamos presenciando.
Algunos datos actuales
Hong Kong tiene un territorio de 1.100 km2 y casi 7.500.000 de habitantes. La población vive en un cuarto de esa superficie: el resto es inhabitable o son áreas preservadas. Se trata de una de las más altas densidades de población del mundo. Básicamente, es una gran ciudad “vertical”. En 2017, su PIB nominal se calculaba en 340.000 millones de dólares, equivalente a más de 45.000 dólares per cápita, por arriba de países como Alemania, Francia, Japón e Italia. Tal como vimos, su economía se basa en las finanzas, los servicios y el transporte.
En 2011, se estimaba una fuerza laboral de 3.700.000 personas [4], cuyo sector principal de trabajadores se concentra, como vimos, en los servicios. El HSBC tiene unos 30.000 empleados; el Standard Chartered, 20.000; el Banco de China 10.000 empleados, el Hang Sen Bank (subsidiario del HSBC), 10.000. También hay sedes menores de grandes bancos internacionales: el Citibank, el JP Morgan, el Lloyds, etc.
Otro sector de peso son los trabajadores del transporte. El sector del puerto y la logística de transporte desde y hacia las terminales de contenedores están dominados por cuatro grandes empresas. Existen además unas 20 empresas que hacen el servicio mid-streamy (carga y descarga de barcos directamente desde la bahía sin entrada a puerto), y un servicio de balsas que conecta con Guangdong. La más importante de las grandes empresas (China Merchants International, propiedad de Li Ka-shing, uno de los hombres más ricos del mundo) tiene alrededor de 30.000 trabajadores[5].
En el sector de pasajeros, el transporte urbano masivo es garantizado esencialmente por un metro moderno y eficiente, operado por la MTR Corporation (Mass Transit Railway, que también opera trenes de otras ciudades: Beijing, Hangzhou, Shenzhen, Londres y la totalidad de las redes subterráneas de Melbourne y Estocolmo). Posee una red de 221 km de extensión. Para que se tenga una idea, en la ciudad de San Pablo y sus suburbios (con casi el triple de población y cerca de 8.000 km2), las redes del metro y de la CPTM (trenes metropolitanos) suman cerca de 350 km. La MTR emplea cerca de 12.000 trabajadores[6]. Además, la red ferroviaria KCRC (Kowloon-Canton Railway Corporation, también operada por la MTR) une el territorio con la ciudad de Cantón con servicios de pasajeros y tiene unos 2.500 trabajadores.
Hemos dicho que la industria y el proletariado industrial se han reducido mucho. Cabe mencionar el sector de la construcción, muy numeroso por el permanente crecimiento de nuevos rascacielos, y por las obras públicas. Un ejemplo es el puente que une la ciudad de Zhuhai, en la provincia de Cantón, con Macao y Hong Kong. Tendrá 55 km (con un tramo de 6 km de túnel sumergido) y se la considera una de las construcciones off shore más grandes del mundo[7]. En el sector industrial propiamente dicho, existen empresas de reparación de barcos y balsas, y fábricas que las proveen de máquinas-herramientas.
Salarios y condiciones laborales
En 2019, el salario medio en Hong Kong se calculaba en 2.450 dólares mensuales (casi 2,5 veces el de China continental)[8]. Pero el costo de vida es muy alto: el alquiler de un departamento de un cuarto en los suburbios promedia 1.450 dólares y puede llegar hasta 2.400 en el centro de la ciudad. En 2017, se estimaba que los alquileres en el territorio eran 4,5 veces superiores a los de Buenos Aires y el doble que los de Barcelona[9]. El precio de los terrenos y de la construcción por metro cuadrado es uno de los más altos del mundo, y continúa en alza[10]. El precio de los alimentos, en su gran mayoría importados, también es alto: si se analiza una lista de precios promedio de productos básicos (lechuga, cebollas, batatas, pollo, leche, etc.), resultan entre dos y cuatro veces más caros que en un supermercado de San Pablo[11]. Es lo que explica que, a pesar de ese salario promedio, un 20% de la población esté por debajo de la línea de pobreza[12].
Las jornadas y semanas laborales son muy extensas: el promedio es de 10 horas diarias y más de 50 horas semanales. En uno de los extremos, muchos trabajadores deben aceptar el sistema de 12 horas diarias x 6 días a la semana[13]. En Hong Kong se combina un desarrollo capitalista muy avanzado con altísimos niveles de superexplotación, lo que el artículo citado arriba denomina “capitalismo salvaje”.
El intenso ritmo de trabajo, las tendencias y presiones al consumismo, y la extrema competencia entre trabajadores alentada por las empresas provocan un alto número de casos de karoshi (estrés por exceso de trabajo y tensión laboral que puede llevar a la depresión, al colapso e incluso a la muerte): “Muchos coinciden en señalar que Hong Kong es una ciudad estresante y estresada. Esta tensión provoca que una de cada nueve personas padezca ansiedad, desórdenes alimenticios o trastornos obsesivo-compulsivos, y un estudio de la Asociación de Salud Mental muestra que casi 12% de la población está deprimida”[14].
Una huelga importante
He encontrado muy poca información sobre huelgas o conflictos por reclamos laborales. Hay una que se destaca claramente: en 2013, los trabajadores portuarios desarrollaron una huelga de 40 días por aumento salarial y mejoras en las condiciones de trabajo. En ella se vieron métodos radicalizados (con piquetes que tomaban barcos para evitar que atracasen en el puerto) y la solidaridad de muchos sectores que aportaban al fondo de huelga[15]. La huelga consiguió un aumento salarial y el compromiso de las empresas de abrir una negociación sobre temas de seguridad y salud laboral.
Sin embargo, al mismo tiempo, la Corte Suprema del territorio dictó una medida de restricción del derecho de huelga y la orden al sindicato de limitarse a “movilizaciones lícitas y razonables”. La decisión fue acatada pero esta lucha quedó como un antecedente importante para los trabajadores de Hong Kong.
Las organizaciones sindicales
A diferencia de China continental, en Hong Kong existe el derecho a la existencia de varias centrales sindicales. La más grande es la HKFTU (Hong Kong Federation of Trade Unions) con 410.000 miembros y 251 sindicatos de base, fundada en 1948. Es la rama local de la federación sindical oficial china y se opone a las reivindicaciones democráticas de autonomía.
La más activa es la HKCTU (Hong Kong Confederation of Trade Unions), fundada en 1999, con 160.000 afiliados y 61 sindicatos. Está ligada a la CIOSL y a los sindicatos occidentales de los países imperialistas. Tiene peso en portuarios, maestros, trabajadores domésticos y de servicios sociales. El sindicato de portuarios encabezó la huelga de 2013 y apoya y participa de los reclamos democráticos y populares del actual proceso de movilizaciones. Otra organización que ha participado de reclamos populares es el Sindicato de Trabajadores de la Construcción y de Planta General (CSGWU, por sus siglas en inglés). En octubre del año pasado fue convocante y partícipe (junto con ambientalistas y pobladores) de una protesta de 8.000 personas contra la construcción de varias islas artificiales: el Proyecto East Landau Metropolis, impulsado por la gobernadora Carrie Lam. Lo consideraban un “elefante blanco” al servicio de los negocios de las grandes constructoras y no un plan para resolver al agudo problema de la vivienda popular en el superpoblado territorio[16]. Esta central está muy ligada al China Labour Bulletin y a diversas ONGs que buscan actuar sobre China continental (a las que nos hemos referido en la parte principal de este trabajo).
La tercera central sindical es HKTUC, históricamente ligada al Kuomitang y a Taiwán, con 60.000 afiliados. Finalmente una pequeña central (la FLU), con unos 20.000 afiliados, está ligada directamente a Beijing y al PC local.
Las instituciones y los partidos políticos
El actual sistema político-institucional de Hong Kong es una herencia del existente en las últimas décadas del período colonial inglés. Está definido por la Ley Fundamental (una especie de Constitución), vigente desde 1997. Combina la garantía a derechos democráticos (libertad de prensa, formación de partidos políticos y sindicatos, derecho de entrar y salir del territorio hacia otros países, etc.) con un sistema electoral y legislativo mucho más restrictivo. Hong Kong también elige diputados al Congreso del Pueblo Chino.
La cabeza de las instituciones regionales es el Jefe de Gobierno. Es electo por sufragio indirecto por un selecto Colegio de Electores, compuesto por 1.200 miembros en representación de los intereses de “los cuatro sectores funcionales”: la industria, el comercio y las finanzas; las asociaciones de profesionales; el trabajo y los sectores sociales; y por miembros del Consejo Legislativo. Es un mecanismo profundamente antidemocrático en el que, además, la persona electa debe ser aprobada por el Consejo de Estado de la República Popular China. El Jefe de Gobierno tiene la facultad de presentar las “leyes especiales” al Consejo Legislativo, y también de aprobarlas o vetarlas. El Poder Ejecutivo, además, dirige la Policía de Hong Kong y la Autoridad Monetaria. Desde marzo de 2017, el cargo es ocupado por Carrie Lam, de 62 años, una graduada en universidades locales y británicas (Cambridge), que desarrolló una extensa carrera burocrática desde la época del dominio británico.
El Consejo Legislativo de Hong Kong está integrado por 35 miembros electos por voto directo y 35 por voto indirecto (con un sistema similar al ya descrito). Puede aprobar la “legislación común” por mayoría simple, pero la “legislación especial” (aquella que afecta las relaciones con el régimen chino, las libertades democráticas y el sistema económico) requiere 60% y debe ser aprobada también por el Jefe de Gobierno.
El sistema combinado de elección de sus miembros hace que su composición pueda ser controlada y manipulada por el régimen chino. En las elecciones de 2016, fue electo un bloque pro Beijing de 40 diputados (encabezados por la llamada Alianza Democrática para el Progreso de Hong Kong), 23 de la “oposición democrática” (encabezados por el Partido Demócrata, fundado en 1994, muy ligado a partidos de los países imperialistas), y 7 legisladores “regionalistas” (autonomistas) o “independientes”. Algunos de estos últimos partidos, como Demosistó y Aspiración Joven estuvieron muy ligados al proceso de 2014. Seis de esos legisladores fueron impedidos de asumir por usar, en su juramento, expresiones que “fueron consideradas insultantes para la República Popular China”.
Incluso así, esa configuración determinaba un impasse legislativo ya que el bloque pro-régimen chino no tenía la mayoría requerida para aprobar las “leyes especiales”. En marzo de 2018, se realizaron elecciones complementarias para cubrir los escaños vacantes: el bloque pro Beijing consiguió aumentar dos legisladores, alcanzar la “mayoría calificada”, y así quitar a la “oposición democrática” su poder de veto en medidas como la “ley de extradición”.
Al mismo tiempo, aumentó su descrédito (y el del sistema judicial) entre la población. No solo entre los jóvenes sino también en sectores medios, como los comerciantes y los profesionales. Algo que ya venía desde 2014: a finales de 2016, 2.000 abogados hicieron una marcha silenciosa contra los ataques a la legislación y al sistema judicial impulsados desde Beijing. “Es como un tanque atropellando el sistema legal de Hong Kong” expresó Martin Lee, uno de los fundadores del Partido Demócrata, que había participado de la comisión que redactó la Ley Fundamental[17].
Finalmente, el territorio tiene una fuerza policial propia con 35.000 miembros, con una unidad táctica (PTU) especializada en la “represión de disturbios”, que juega un papel cada vez más importante desde 2014.
De la revolución de los paraguas hasta hoy
El punto de inflexión para el proceso de ascenso fue la constatación de que el régimen chino no cumpliría con el compromiso de elección directa del Jefe de Gobierno, que estaba prevista para 2017. Fue lo que originó la “revolución de los paraguas” que tuvo a los estudiantes como protagonistas centrales, exigiendo la renuncia del entonces Jefe de Gobierno Leung Chun-ying[18].
El proceso fue controlado y refluyó, pero continuó vivo en estos años con movilizaciones menores pero importantes de estudiantes. Por otro lado, además del rechazo al cargo de Jefe de Gobierno electo por voto indirecto también hizo avanzar la experiencia con la fuerza policial que hasta entonces era presentada como “la mejor Policía de Asia”[19], por su accionar represivo.
Desde entonces, solo se agregaron elementos que atizaban la caldera. Las elecciones legislativas de 2016 (y las complementarias de 2018) mostraron que también el Consejo Legislativo era una institución antidemocrática, y esta visión comienza a extenderse al propio sistema judicial (hasta ahora presentado como una de las “justicias más independientes del mundo”[20], como muestra la movilización de los abogados.
La “ley de extradición” fue el detonante de esta nueva oleada de movilizaciones que alcanza un punto más alto que el anterior: se estima que las movilizaciones más grandes han llegado a un millón de participantes. Los estudiantes secundarios y universitarios, y sus organizaciones (y la juventud en general) continúan siendo la vanguardia [21]. Pero se incorporan trabajadores y sectores medios: la HKFTU y sus sindicatos están participando y convocaron a una huelga, y también llaman a participar los propietarios de muchas empresas y comercios[22].
Al mismo tiempo, se radicalizan sus métodos. Ante el riesgo de represión y encarcelamiento que representaba la aparición de “caras visibles”, como lo fue Joshua Wong en 2014, entonces un estudiante de bachillerato de 17 años (acaba de salir de prisión), las movilizaciones se organizan por “grupos sociales” difíciles de detectar, y muchos jóvenes van con barbijos quirúrgicos y máscaras para soportar los gases y para evitar su identificación. Además, sectores de manifestantes cercaron la zona que rodea el Consejo Legislativo e intentaron ingresar, empujaron las vallas policiales y comenzaron a arrojar palos, ladrillos y botellas. Ante ello, la Policía aumentó la represión y las detenciones de manifestantes. Pero esto provocó más indignación y combatividad[23]. Al día siguiente, la movilización rodeó durante un día el edificio central de la Policía.
Ante la fuerza de la movilización y la dificultad de aplicar el nivel de represión necesario para derrotarla, la Jefa de Gobierno Carrie Lam, como vimos, optó por retroceder y anunció la postergación de la propuesta para “restaurar la paz y el orden”[24]. Fue un triunfo de la movilización, parcial pero importante, que deja al gobierno local (y al régimen chino en la región) ante una situación más desfavorable, y a las masas en condiciones mejores para continuar la lucha por sus reclamos democráticos.
Algunas conclusiones
Por su tradición histórica y las características de su sociedad, Hong Kong representa una gran contradicción para el régimen chino. Esta contradicción no se da entre el capitalismo y el “socialismo chino” (que hace ya décadas no existe). En este aspecto, el territorio se complementa perfectamente y es muy útil para el capitalismo, la burguesía y el régimen de China. La contradicción principal se presenta entre el régimen político chino (una dictadura) y las aspiraciones democráticas de la población de Hong Kong (trabajadores, sectores medios y la baja burguesía). El poder de Beijing necesita “domesticar” a Hong Kong pero no lo consigue, y eso genera una situación de crisis del gobierno local, y un desafío para el régimen chino en su conjunto.
Aquí es necesario considerar dos cuestiones. En el plano internacional, las potencias imperialistas sostienen al régimen de Beijing, del que obtienen grandes provechos económicos. Pero, al mismo tiempo, quieren evitar un crecimiento cualitativo del capitalismo chino. Por ello, entre otras cosas, presionan muy moderadamente a ese régimen con cuestiones democráticas. Hong Kong es parte de ese juego: allí intentan evitar una consolidación absoluta del control chino y salvaguardar la independencia de sus inversiones. En ese sentido, dan un respaldo formal a la lucha democrática.
En el plano local, por un lado, el régimen chino no puede reprimir las luchas democráticas con los mismos métodos que lo hace en el continente (aunque los va endureciendo gradualmente). Por el otro, esas luchas continúan y establecen una correlación de fuerzas local totalmente diferente del conjunto de China, mucho más favorable a las masas.
La contradicción no se limita a Hong Kong: en la medida en que las luchas democráticas en el territorio continúan y se profundizan, esta situación puede actuar como una “mecha” que encienda otros incendios en China, a través de los muchos vasos comunicantes, especialmente con la región del sur más cercana al territorio. Por eso, la necesidad del régimen chino de “domesticarlas” se acrecienta, al igual que la de lograr el pleno control de las instituciones del territorio, aunque mantenga sus aspectos formales.
Es evidente que las reivindicaciones democráticas son el eje del estadio actual de la movilización, con epicentro en la elección del Jefe de Gobierno por voto directo. Creo que a este epicentro se hace necesario agregar de modo inmediato la reivindicación de la elección del Consejo Legislativo por el mismo sistema. Se hace necesario también rechazar que el mando de la Policía esté en el Poder Ejecutivo. Todo esto lleva a chocar con la Ley Fundamental y a exigir su derogación.
Dentro del propio plano de las reivindicaciones democráticas hay un tema de fondo sobre el que es necesario fijar posición: ¿la lucha es por la autonomía de Hong Kong dentro de China o por la independencia del territorio? Es un debate que, por otro lado, se está desarrollando dentro de las organizaciones surgidas o fortalecidas a partir del proceso de 2014: “Aspiración Joven” defiende la independencia mientras “Demosistó” impulsa la autonomía plena dentro de China (un poco más a la izquierda que la “oposición democrática” encabezada por el Partido Demócrata)[25]. ¿Debemos reivindicar para el pueblo de Hong Kong el derecho de autodeterminación, como si fuese una nacionalidad oprimida, o lo consideramos parte de China? Nuestra opinión es que Hong Kong no representa una nacionalidad sino que, con sus características específicas, es parte de China y su lucha debe integrarse en la lucha del conjunto de los trabajadores y el pueblo chino contra el régimen dictatorial de Beijing.
Más allá de este debate, lo concreto es que el régimen chino no acepta ninguna de esas alternativas y ataca permanentemente la autonomía relativa del territorio; ni que hablar entonces de una salida independiente. Por eso, esta lucha democrática, necesariamente debe encontrar solidaridad y extenderse a China continental. Cualquiera sea la alternativa que se considere correcta (autonomía o independencia), ella solo podrá concretarse si, junto con los trabajadores y las masas de China continental, se avanza a derribar el régimen chino (“Abajo la dictadura”).
Esta realidad le da a estas aspiraciones democráticas un carácter de consigna de transición. Algo que entra en profunda contradicción con los deseos de los sectores centrales de la burguesía de Hong Kong, y de muchos sectores medios, de negociar solo una autonomía limitada, manteniendo la Ley Fundamental.
Es imposible, desde nuestra ubicación, tener certeza de cómo la movilización va a evolucionar en sus métodos de lucha y en su organización. Tampoco podemos saber cómo la lucha de Hong Kong va a incidir, y a través de qué vías, en los procesos de China continental. Pero hay un punto en el que tenemos total claridad: es esencial el ingreso de la clase obrera con su fuerza, su organización y sus métodos (algo que ya comienza a darse), para que pase a encabezar la lucha.
Está claro que están planteados momentos de unidad de acción con estos sectores burgueses, como el que acabamos de vivir. Pero vale la formulación estratégica que Trotsky expresó en la Revolución Permanente: “La teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan solo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado…”.
Es imprescindible apoyar, impulsar y, en la medida de nuestras posibilidades, participar de esta luchas por reivindicaciones democráticas, entendiendo su especificidad y su peso en la conciencia de los trabajadores y las masas, así como sus ilusiones en la democracia burguesa. Pero solo podremos hacerlo correctamente con esa perspectiva estratégica que señala Trotsky y, como hemos dicho, impulsando la participación protagónica de la clase obrera.
Notas:
[1] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-48645373
[2] https://litci.org/es/menu/mundo/asia/china/manifestantes-piden-la-renuncia-del-jefe-ejecutivo-de-hong-kong/ y https://litci.org/es/menu/mundo/asia/china/estudiantes-de-hong-kong-desafian-a-la-dictadura-china/
[3] https://www.mises.org.br/Article.aspx?id=1804
[4] https://www.indexmundi.com/g/g.aspx?c=hk&v=72&l=es
[5] https://logisticaportuariacbn.wordpress.com/puerto-de-hong-kong/
[7] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-44033853
[8] https://pt.preciosmundi.com/hong-kong/preco-casa-salarios
[9] https://es.quora.com/Cu%C3%A1l-es-el-costo-de-vida-en-Hong-Kong
[10] https://pt.preciosmundi.com/hong-kong/preco-casa-salarios
[11] https://pt.preciosmundi.com/hong-kong/precos-supermercado
[12] https://www.elmundo.es/economia/2016/10/22/57fd0f0ae2704ea60a8b46ef.html
[13] Ídem.
[14] Ídem.
[18] Ver https://litci.org/es/menu/mundo/asia/china/estudiantes-de-hong-kong-desafian-a-la-dictadura-china/ y https://litci.org/es/menu/mundo/asia/china/manifestantes-piden-la-renuncia-del-jefe-ejecutivo-de-hong-kong/
[19] https://www.elmundo.es/internacional/2014/10/06/54315fd9e2704e0a5f8b4579.html
[20] https://www.infobae.com/2014/06/21/1574793-los-10-paises-la-justicia-mas-independiente-del-mundo/
[23] Ver nytimes de nota 21.
[24] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-48645373
[25] https://vientosur.info/spip.php?article13502