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Alemania

Holocausto: ¡nunca más!

En memoria del gueto de Varsovia. Foto tomada de: Pé na estrada.
enero 29, 2020

Este 27 de enero se cumplieron 75 años de la liberación de Auschwitz, donde fueron ejecutados 1.3 millones de personas, principalmente judíos. Al recordar las atrocidades del nazismo, de las cuales Auschwitz es apenas una parte, queremos hacer dos homenajes: a los luchadores del levantamiento del gueto de Varsovia y a dos militantes de la Cuarta Internacional, y a través de ellos recordar a todos –judíos, gitanos, personas con deficiencias, homosexuales, disidentes políticos– que perdieron sus vidas en la lucha contra el nazismo.

Por: Fábio Bosco

El levantamiento del gueto de Varsovia

“El mayor de todos los enfrentamientos entre judíos y alemanes ocurrió en el gueto de Varsovia”[1]. Creado en octubre de 1940, reunía a cerca de 380.000 habitantes. Era gobernado por un consejo judaico que operaba bajo las órdenes de los nazis[2]. El 22 de julio de 1942, el jefe del consejo fue informado que todos los habitantes serían deportados para el “Este”[3] en la proporción de seis mil por día. La policía judaica estaba encargada de capturar a las personas. Después de la deportación de 310.000 personas, la operación fue suspendida. Cerca de 63.000 habitantes aún permanecían en el gueto a fines de setiembre. Diferentes grupos políticos (sionistas de izquierda, comunistas y socialistas antisionistas del Bund) se asociaron para formar la Organización de Lucha Judaica (ZOB), mientras la derecha sionista revisionista formó la Unión Militar Nacional (ZZW). Ambos reunieron fondos y todo el poco armamento que consiguieron, y construyeron una red de abrigos subterráneos conectados con la red de desagües. Todo eso sin el apoyo de las organizaciones sionistas internacionales comprometidas solo con la migración hacia Palestina.

El 18 de enero de 1943, los nazis retomaron las deportaciones pero encontraron resistencia. Mejor preparados, los nazis retornaron el 19 de abril de 1943 y fueron recibidos con balas por el ZOB. Comenzaba la batalla. De un lado, la resistencia judaica contaba como máximo con mil combatientes –hombres y mujeres– portando armas de mano, cócteles molotov, granadas, y algunos fusiles y ametralladoras. Del otro, los nazis contaban con varios batallones fuertemente armados, vehículos blindados, cañones, lanzallamas, y varios explosivos. Los nazis atacaban casa por casa, incendiaban los edificios, y explotaban la red de desagües y los abrigos subterráneos.

El 16 de mayo de 1943, luego de una heroica resistencia, la batalla había concluido. Trece mil habitantes del gueto perdieron la vida y los demás fueron deportados para los campos de exterminio de Treblinka, y otros. A pesar de la derrota, el levantamiento entró en la historia como símbolo de lucha de todos los pueblos contra el nazismo.

La Cuarta Internacional

Otro homenaje es para los dos militantes revolucionarios: Abraham Leon y Martin Monath, presos por la Gestapo y asesinados en 1944.

De origen judaico, ellos buscaban una salida para la “cuestión judaica” (léase la discriminación contra la población judía en Europa) en las vísperas de la Segunda Guerra Mundial, y recorrieron el mismo trayecto.

Primero integraron una organización sionista, la Hashomer Hatzair. No obstante, percibieron que la discriminación contra los judíos en Europa, que ya fuera practicada por la nobleza y los señores feudales en la Edad Media, era retomada por el capitalismo en decadencia. Por lo tanto, la posición de los sionistas de construir un Estado judío en Palestina o en cualquier otra parte del mundo no era una solución. La única solución era liquidar el nazismo y el capitalismo. Para eso, se unieron a la IV Internacional, ya que rechazaron al estalinismo debido a los procesos de Moscú y al pacto entre Hitler y Stalin en 1939.

Abraham Leon (nacido Abraham Weynstok) escribió una obra que se tornó referencia en el debate entre los marxistas sobre la cuestión judaica[4]. Investigó las razones de la discriminación contra la población judía y de su no asimilación, al contrario de otros pueblos mediterráneos. Su conclusión es que esto no se debió a factores religiosos o culturales sino al papel cumplido por los judíos en la economía, de intermediación financiera, lo que lo llevó a acuñar la categoría de pueblo-clase.

En medio de la Segunda Guerra Mundial ambos participaron de los esfuerzos por reconstruir la sección belga y el Secretariado europeo de la IV Internacional.

En medio de la ocupación nazi, la IV Internacional inició un trabajo de propaganda sobre las tropas nazis estacionadas en Francia, en París y Brest. Ese trabajo fue dirigido por Martin Monath, cuyo seudónimo era Viktor. Él organizó un boletín mimeografiado, llamado Arbeiter und Soldat (Obrero y Soldado), en el cual defendía seguir el ejemplo del revolucionario alemán Karl Liebcknecht en su política denominada derrotismo revolucionario: transformar la guerra imperialista en guerra civil a través de la unión de los obreros y soldados en una revolución socialista para derrocar el régimen nazista y el capitalismo. Fueron seis ediciones entre julio de 1943 y julio de 1944, cuando Martin Monath fue preso por la Gestapo y asesinado.

Abraham Leon también fue preso por la Gestapo y deportado para el campo de exterminio de Auschwitz, donde perdió la vida.

A contramano de la resistencia

Al contrario de los mártires del levantamiento del gueto de Varsovia, de la Cuarta Internacional y de muchos otros, hubo acciones que objetivamente fortalecieron la máquina de guerra nazi. Una de ellas fue el acuerdo de Haavara (transferencia). Este acuerdo fue firmado entre el Ministerio de Economía nazista, la Federación Sionista Alemana y la Agencia Judaica para Palestina (a través del Banco Anglo-Palestino) el 25 de agosto de 1933, para viabilizar la inmigración judaica a Palestina.

El gobierno nazi imponía límites al patrimonio que los migrantes podrían llevar consigo fuera del país. Con el acuerdo de Haavara, aquellos judíos alemanes que migrasen para Palestina podrían transformar sus bienes en productos alemanes de exportación para Palestina, por los cuales el Banco Anglo-Palestino resarciría al migrante en moneda local.

Ese acuerdo era muy importante para los nazis debido al boicot internacional contra productos alemanes promovido por la comunidad judaica en todo el mundo. Los nazistas creían que el acuerdo debilitaba el boicot y auxiliaba la economía alemana en su esfuerzo de guerra.

Por su parte, los sionistas fortalecerían la migración judía a Palestina, evitando su fuga para otros países, entre ellos Estados Unidos, el destino preferido por la mayoría de los inmigrantes judíos europeos. Cerca de 20.000 judíos alemanes emigraron hacia Palestina a través del acuerdo de Haavara.

El acuerdo era impopular entre la población judía en todo el mundo, que instintivamente boicoteaba los productos alemanes. En el Congreso Mundial Judaico en Ginebra, en setiembre de 1933, la delegación polaca protestó contra el acuerdo. Demoró dos años para que la dirección sionista asumiese la defensa pública del acuerdo. En el 19° Congreso Sionista, en setiembre de 1935, el partido laborista impuso disciplina partidaria para aprobar una resolución a favor del acuerdo de Haavara. La defensa del acuerdo fue hecha por Golda Meyerson[5], que desvalorizó la apelación internacional al boicot de los productos alemanes comparándola con “lamentos y protestas”, al tiempo que el acuerdo de transferencia era la “posibilidad práctica de hacer algo real para salvar a decenas de miles de judíos”[6].

La cuestión del boicot emergió nuevamente en ocasión de la exportación de naranjas de Palestina para Alemania, hecha por la Histadrutp[7], cuyos dirigentes, luego de discutir, votaron por 5 a 1 por mantener las exportaciones para la Alemania nazista, a contramano del boicot internacional.

Pactos, colaboración y omisión
El movimiento sionista no fue el único en efectuar acciones que objetivamente favorecieron la máquina de exterminio nazi.

La Unión Soviética dirigida por Stalin firmó un pacto de no agresión con Hitler en 1939, lo que dio una cobertura internacional al nazismo por parte de los partidos comunistas en todo el mundo.

Durante la guerra, la Francia ocupada creó un gobierno colaboracionista en Vichy, liderado por el general Pétain.

Los Estados Unidos, que bombardearon criminalmente a la población civil de Dresden en febrero de 1945, matando a 25.000 personas, en la posguerra aliviaron los castigos para varios dirigentes nazis, en particular para los dirigentes de las grandes corporaciones alemanas como la Krupp y la IG Farben, grandes patrocinadoras y beneficiarias del régimen nazi.

En un principio, Alfred Krupp y dos de sus socios fueron condenados a doce años de prisión. De la IG Farben, cinco ejecutivos fueron condenados a entre seis y ocho años de prisión. No obstante, el 31 de enero de 1951 todos fueron liberados, Krupp recuperó su imperio industrial y los ejecutivos de la IG Farben retornaron al comando de las empresas.

Liquidar el capitalismo para erradicar holocaustos presentes y futuros

En medio de una nueva ola decreciente de la economía capitalista, viejos y nuevos monstruos muestran sus caras.

El fortalecimiento de la extrema derecha parlamentaria en varios países, las tentativas de renacer del nazismo, las políticas de limpieza étnica practicadas por los israelíes en la Palestina ocupada son señales de que el mantenimiento del capitalismo, además de privaciones para millones de seres humanos, tarde o temprano prepara el surgimiento de ideologías nazistas, racistas, machistas, homofóbicas y xenófobas.

El diagnóstico de Abraham Leon y Martin Monath se probó correcto: para acabar con el nazismo y la opresión es necesario liquidar el capitalismo.

[1] Hilberg, R. La destrucción de los judíos europeos. Barueri, San Pablo: Amarilys, 2016, p. 594.

[2] Entre ellas, “transmisión de órdenes y directivas alemanas para la población judaica, el uso de la policía judaica (denominada servicio de orden) para cumplir la voluntad de los alemanes, la entrega de propiedad judaica, trabajo judío y vidas de judíos para el enemigo alemán”. Hilberg, Raul, ídem, p. 242.

[3] Eufemismo que dignificaba la deportación para campos de exterminio.

[4] “La cuestión judía”. Una interpretación marxista fue publicada en portugués por la Global Editora, en 1981.

[5] Se trata de Golda Meir, por entonces futura primer ministro israelí.

[6] https://www.yadvashem.org/odot_pdf/Microsoft%20Word%20-%203231.pdf

[7] Central sindical que organizaba solo a trabajadores judíos, y rechazaba la afiliación de trabajadores árabes.

Traducción: Natalia Estrada.

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