search
               
                   

Europa como el epicentro de la crisis mundial

febrero 22, 2012

Cuando terminábamos de escribir este artículo (sábado 2 de febrero) cientos de miles de trabajadores participaban de una manifestación en Lisboa contra las reformas del gobierno. Un día antes el gobierno de Mariano Rajoy decretaba en España su Reforma Laboral, considerada el más duro ataque a los derechos de los trabajadores desde la Transición, permitiendo que las empresas rebajen los salarios y liquiden impunemente derechos consolidados por décadas y dando todas las facilidades para un despido barato, allí donde el desempleo oficial alcanza más del 21%.



Mientras sucedía eso, los trabajadores de Grecia protagonizaban una huelga general de 48 horas y se concentraban frente al parlamento que deberá votar uno de los planes de pillaje más brutales y vergonzosos de la historia europea – descenso del salario mínimo en un 25% y para los menores de 25 años en un 32%; fin de las dos pagas extraordinarias , despido de 15 mil empleados públicos en un plan que prevé echar a la calle a 150 mil, congelación de los salarios hasta que el desempleo (ahora más del 20%) llegue al 10%, nuevos recortes en la sanidad…



Pero no para aquí la cosa. Otra exigencia clave es la venta inmediata de las empresas estatales a “precio de mercado”, o sea, ultra-desvalorizadas en función de la crisis, para que las empresas y los bancos alemanes y franceses compren el país a precio de pura ganga. A cambio, el gobierno griego debe “recibir” cerca de 145.000 millones de euros de la UE, que irían directamente a los bancos alemanes y franceses, y para eso los bancos “renuncian” a un 50% de una deuda que nunca recibirían, canjeando el resto por una nueva deuda garantizada por la UE



Todo para reducir, en la hipótesis más optimista, la deuda pública griega del 160% del PIB al… 120%!!. Las exigencias del imperialismo alemán fueron creciendo al largo de la semana, el Eurogrupo (organismo de los ministros de la economía de la zona euro) pasó a exigir un compromiso por escrito de los tres partidos del gobierno comprometiéndose a aplicar el acuerdo, sea cuál sea el resultado de las próximas elecciones, además de incrementar los recortes en 325 millones más.



Entre la Huelga General y la renuncia de ministros, con una la crisis política desatada, Papadimos, el actual primer ministro (impuesto por la UE al margen de las elecciones) ha declarado que “una quiebra descontrolada hundiría el país en una aventura desastrosa”. Pero este acto fallido expresa la verdadera política en curso: evitar la quiebra descontrolada. La política de los principales imperialismos europeos no tiene como objetivo el mantenimiento de Grecia en el euro, el país está en quiebra y su salida es antes o después inevitable.



Pero quieren hacer este movimiento de forma “controlada”’ y saqueando antes todo un país, dejando a millones en la miseria para evitar pérdidas mayores a sus bancos. Y de paso utilizándolo como arma amenazadora no ya para Portugal, sino para Italia y España. Tras eso Grecia podría “salir” del euro.



UN PROTECTORADO ECONÓMICO

 

Vinculado al “supremo objetivo” de “mantener a Grecia en el Euro”, un show de hipocresía atraviesa las declaraciones de los gobiernos. Las macabras negociaciones sobre el nuevo “acuerdo” entre el gobierno griego, la troika (formada por el BCE, el FMI y la Comisión Europea) y los bancos privados son la expresión de que la guerra social a los trabajadores y a los pueblos de Europa tiene también como objetivo transformar los países de la periferia del euro en un protectorado económico de los centros imperialistas, Alemania y Francia.



Las semanas que antecedieron a la negociación, el gobierno alemán propuso la creación de un “comisario del presupuesto”, en realidad un delegado suyo que tendría el derecho de veto en la ejecución del presupuesto griego. O sea, ya no sólo dictarían el presupuesto sino que su propia ejecución dependería de un virrey alemán. El gobierno alemán justifica su propuesta por el “resultado decepcionante de las reformas estructurales” y añade: “El gobierno griego debe dedicar toda su recaudación al pago de la deuda y solamente una vez garantizado el pago podrá atender las demás previsiones presupuestarias”. [1]



Estas medidas se inscriben en el acuerdo más general de “Unión fiscal”, aprobado a iniciativa de Angela Merkel por los países del euro. Un acuerdo que acaba con cualquier soberanía de los Estados de la periferia en la definición y ejecución del presupuesto: a) Habrá sanciones automáticas a todos los países que ultrapasen el límite de déficit público fijado; b) El Tribunal de Justicia europeo podrá multar a los Estados que no aprueben las leyes necesarias para garantizar el pacto presupuestario; c) El Eurogrupo (consejo compuesto por los ministros económicos) tendrá la última palabra sobre los presupuestos de los Estados, que antes de ir a los parlamentos, pasarán por la criba de Alemania.



El control económico de la burguesía alemana sobre la zona euro exige un control político sobre los Estados de la periferia y este proceso viene ahondándose a partir del desarrollo de la crisis. El profundo endeudamiento de la periferia es resultado del proceso de destrucción de su economía a partir de la creación del euro, en 2000: desindustrialización y especialización en sectores de servicios, unido a un sustancial aumento de las exportaciones fundamentalmente alemanas.



Ahora se trata de que todos estos países sean directamente sometidos a las necesidades de salvamento del sistema financiero en quiebra, en particular de la banca alemana y francesa, íntimamente unida a sus grandes empresas multinacionales. El proyecto del euro no está en discusión en los imperialismos centrales, aún con la salida de Grecia y del mismo Portugal. El euro fue un paso significativo en la constitución de la hegemonía alemana sobre Europa y sigue siendo una pieza clave para asegurarla y para conseguir la sumisión política y económica de países como Italia y el Estado español. 



La política de la UE expresa la necesidad de los imperialismos centrales de profundizar la crisis en la periferia para evitar que la misma se profundice en el centro. Y es, a la vez y a largo plazo, la base para consolidar la hegemonía de la principal burguesía europea.



Pero tanto la huelga general belga que recibió a los jefes de Estado durante la reunión de la cúpula europea con la completa paralización del aeropuerto del centro de la ciudad, obligando a los “dignatarios” a descender en un aeropuerto militar a 30 km de Bruselas, como la sincronía de las reformas y movilizaciones, nos indican que la última palabra en el desarrollo de la crisis no está dada.



Este artículo tiene el objetivo discutir en qué momento de la crisis europea nos hallamos y las hipótesis de su desarrollo. En este momento, Europa es el centro de la crisis de la economía capitalista mundial y la lucha entre las clases y la relación de la periferia con el centro imperialista constituyen el factor determinante de su dinámica.



EUROPA COMO EPICENTRO DE LA CRISIS



La actualización de las previsiones del FMI y del Banco Mundial sobre el desarrollo de la crisis capitalista en el mundo y en particular en Europa indica su profundización. El baile de números sobre los Productos Interiores Brutos (PIB), la crisis de las deudas soberanas y los bancos ya indica que la recesión está instalada en Europa y lo que se discute es hasta dónde va a llegar la crisis.



No cabe duda que el epicentro de la crisis económica mundial está instalado en Europa. El hecho que agita a todos los organismos internacionales y lleva a la recesión en la Unión Europea es la lentitud en devaluar la montaña de deudas que fue el motor del “crecimiento económico” de su periferia desde 2000, cuando fue creado el euro.



En el citado informe sobre la situación de las finanzas mundiales el FMI afirma: En numerosos mercados, el coste de la financiación es hoy más elevado que durante la crisis de Lehman. Las dificultades de financiación están comenzando a hacerse sentir en la economía en términos más generales: las condiciones de acceso al crédito bancario se hacen más difíciles para la pequeña y mediana empresa y para los hogares en la medida que disminuye la capacidad de los bancos para financiar activos, exacerbando el riesgo crediticio. (FMI, enero 2012)



La crisis en Europa viene profundizándose y disminuyendo la capacidad de inversión de las empresas, en particular de la región periférica, aunque su desarrollo es todavía muy desigual comparada con las economías centrales.



La crisis de superproducción iniciada en 2008 en los EEUU llevó a la parálisis en el sistema de crédito, combinando la superproducción con el colapso en el sistema financiero mundial. La profundización de la crisis en Europa es parte del mismo proceso, cuyo centro se ha desplazado de los EEUU, pero mantiene los mismos patrones y bases, expresándose también en el endeudamiento de los Estados.



Pero, como dice el citado informe del FMI, en esta fase, ningún país o región puede escapar de las consecuencias de la profundización de la crisis europea. La relación de los bancos norteamericanos con la especulación en títulos de deuda europea forma la cadena entre la crisis bancaria europea y sus efectos en el sistema financiero de EEUU: la mayor parte de los seguros de impago de los títulos la deuda europeos (CDS) están en Wall Street.



La financiación del comercio internacional corre también riesgo con la crisis en el sistema financiero, tanto a nivel europeo como a escala mundial. Los efectos de la disminución del crédito para el comercio ya actúan en los precios de las materias primas y en las exportaciones del Este asiático, en particular de China, cuyos productos manufacturados tienen hoy en Europa su principal destinatario.



Así, la profundización de la crisis europea podría obligar a los bancos americanos a declarar nuevas pérdidas y afectar a las empresas norteamericanas y europeas instaladas en el Este de Asia. Al carácter incluso “catastrófico” de las intervenciones de los organismos imperialistas europeos, se agrega el hecho de que la profundización de la crisis europea está localizándose en el mismo espacio de tiempo en que China inicia un proceso de desaceleración de su economía. La caída en las exportaciones chinas desde el 11% del PIB en 2008 a cerca de 5% en 2009 fue compensada por el aumento de la inversión fija en el país, que llegó a la increíble marca del 50% del PIB (2010-2011). Este fenómeno político-económico difícilmente puede ser mantenido en el futuro próximo.



Así, la progresiva caída en los precios de las materias primas, que viene desarrollándose de forma lenta, podría llegar a ser más abrupta, lo que afectaría en forma de colapso a las economías latinoamericanas, que también llegaron a su límite en la intervención estatal para suplir pérdidas de las grandes empresas. La capacidad de endeudamiento del Estado ya no tendrá la misma pujanza de 2008.



En medio de las turbulencias europeas los apologistas del capital en la versión keynesiana[2] cantan loas a la “recuperación” de la economía de EEUU, por la disminución del endeudamiento privado (bancos, empresas y familias). Siguen viendo la crisis solamente como una crisis financiera y, más allá de eso, como crisis separadas entre países y no como una crisis mundial. Polémica aparte sobre el grado de recuperación de la crisis en los Estados, es un hecho que el grado de endeudamiento con relación a la producción disminuyó.



Pero el problema de fondo que está planteado en este momento es saber si es posible que EEUU continúe su marcha en dirección a un nuevo ciclo expansivo de inversión, manteniendo el mismo modelo de acumulación, basado en la montaña de deudas y en la profundización de la internacionalización de su capital… y hacer todo eso por fuera de la crisis mundial que tiende a profundizarse.

 

SOBRE EL CARÁCTER DE LA CRISIS

 

En la fase actual, la crisis capitalista en Europa aparece como una crisis de endeudamiento del Estado. Pero este hecho es solamente la expresión del control del capital financiero sobre los gobiernos, en la medida en que estos transformaron las deudas de los bancos en una deuda de toda la “sociedad”. Esta medida, de carácter político, expresa la quiebra del capitalismo como sistema y deja en evidencia que la misión histórica del Estado  burgués es “socializar” las pérdidas de los banqueros. Pero ¿cuáles son las razones de fondo del crecimiento de esta deuda privada que los Estados luego asumen para salvar los bancos?

 

Hay una relación estrecha entre la internacionalización del capital (cuyo eje es una superinversión en el Este de Asia) y la montaña de deudas, en particular en las 10 principales economías del mundo. Cuando la crisis estalló en 2008 la deuda global de estos países equivalía al 300% de su PIB, estando la parte fundamental de esta montaña de deuda concentrada en las empresas, bancos y familias.

 

El gráfico (1) muestra cómo desde finales de los 80 así como a partir de 2000 se produce un salto en el endeudamiento general en EEUU de las empresas, familias y bancos, relacionado con la política aplicada para enfrentar la crisis económica los años 80 y en 2000.





La deuda de las familias norteamericanas se aproximó al 100% del PIB en 2007. En Gran Bretaña esta deuda subió desde el 105% de la renta disponible en 2000 a 160% en 2008 y en España, la proporción subió del 69% al 130% en el mismo periodo. Las empresas no financieras en los EEUU aumentaron su deuda en relación al PIB del 58% en 1985 al 76% en 2009, mientras que el sector financiero pasó del 26% a 108%.



La política de tipos de interés bajos de la Reserva Federal y del BCE favorece la especulación en bolsa y la creación de “nuevos productos” bancarios, al tiempo que permite la extensión del crédito de forma amplia, manteniendo un alto nivel de consumo, a pesar de los bajos salarios.



Pero el crecimiento de las deudas a nivel interno fue acompañado de un intenso proceso de internacionalización del capital, en particular con la transferencia de manufacturas a China que, a su vez, invirtió gran parte de su superávit comercial en títulos del tesoro americano, permitiendo a la Reserva Federal mantener su política de bajos tipos de interés.



Así, cuando estalló la famosa burbuja inmobiliaria en 2007, la sociedad norteamericana se encontraba sumergida en un mar de deudas. La crisis de sobreproducción, con su secuela de desempleo, provocó un impago masivo de hipotecas. Ello, dada la enorme envergadura que había alcanzado la especulación a partir de dichas hipotecas (las famosas subprime y los derivados), provocó a su vez una tremenda crisis en el sistema financiero, afectando de lleno al crédito, en EEUU y más allá, en Europa y otros lugares.



VACÍO Y VALOR EN LA ECONOMÍA POLÍTICA



El imperialismo es la expresión del dominio del capital financiero sobre el mundo. Este dominio fue desarrollado a una escala sin precedentes como parte del proceso de centralización de los capitales y del papel decisivo del capital financiero como propietario de las principales empresas de producción y del comercio mundial.



La importancia adquirida por el capital financiero en la época imperialista acrecienta enormemente el papel de la montaña de deudas y la especulación en el desarrollo de la crisis. Pero no se debe olvidar que el factor relevante de todo este proceso es la utilización del endeudamiento como instrumento para prolongar la producción más allá de sus límites y retardar el estallido de las crisis de superproducción capitalista. Es un proceso, por lo demás, directamente vinculado a la internacionalización del capital de los grandes centros imperialistas.



Pero estos dos elementos siguen estando indisolublemente relacionados a la producción de plusvalía. De ahí que lo que precipita la crisis del sistema financiero no es otra cosa que la crisis de superproducción, provocada por la caída en la tasa de ganancia de las empresas.



La realización de la plusvalía está, por su parte, inseparablemente conectada a la existencia de una masa monetaria en circulación, de manera que mientras más productivo es un capital en relación con su competidor, mayor es su cuota de la masa monetaria que circula.



Más allá de ser la expresión del valor de las mercancías y medio de cambio, el dinero existe también como reserva de valor, lo que le permite al capitalista mantener la plusvalía acumulada en forma de beneficio y volverla a valorizar en la esfera de la producción, reiniciando así el circuito de valorización del capital, siempre en una escala superior y en el menor tiempo posible.



Pero la masa monetaria, como explicaba Marx, nunca se limitó al papel moneda en circulación bajo la responsabilidad del Estado. Los títulos privados de compraventa, las facturas y los títulos de la deuda pública forman parte del circulante monetario. Los bancos siempre “crean moneda” cuando realizan una operación de préstamo o cuando compran o venden una deuda que será cobrada en el futuro. En este caso, realizan en el presente una plusvalía que será producida más adelante.



Cuanto mayor es la producción de mercancías mayor es su circulación y, por lo tanto, la capacidad de realizar operaciones de “creación de dinero” por parte de los bancos, tanto concediendo crédito a los empresarios, como realizando préstamos a los consumidores o con operaciones especulativas sobre las deudas. Pero todo este proceso depende al final de que la producción de mercancías, de valores reales, siga creciendo; depende de la inversión de las empresas y en última instancia, de la producción de plusvalía.



Cuando los bancos crean dinero a través de los préstamos o en operaciones especulativas con títulos de deuda, se basan en la presunción de que una determinada cantidad de plusvalía será producida en el futuro. Se crea entonces una determinada relación donde la realización de ganancias presentes depende de una plusvalía que será generada en el futuro.



Toda especulación se mueve en el límite de esta frontera. La expectativa de crecimiento es entonces siempre la llave para que el capital ficticio sea llenado por una plusvalía real en algún momento. En la medida en que estalla la crisis de superproducción y los precios de las mercancías caen, ya no existe la garantía de que esa plusvalía será producida y todos los papeles que representaban un valor futuro se convierten en lo que en verdad son: papeles.



El carácter explosivo de la crisis actual viene dado por una crisis de superproducción agravada por la montaña de deuda de las empresas y de las familias. En la medida en que estas deudas resultan incobrables, esto llevó el sistema bancario a la bancarrota. La relación de los bancos entre sí y la de los bancos con el sistema de producción y comercio mundial, crea una crisis del sistema financiero la escala mundial. De ahí que el proceso de devaluación de los capitales deba integrar las deudas; si no la inversión seguirá paralizada y entrará en colapso.



En las crisis anteriores el endeudamiento se constituyó en una palanca clave para salir de la crisis. En este momento las deudas constituyen su principal traba.



EL PROBLEMA



Tomemos el caso del Estado español. La deuda de las empresas representa la impresionante suma de 1,4 billones de euros. Comparando las deudas en relación con el PIB, que es un poco más de un billón, la deuda representa más de un año entero de producción y no digamos si la comparamos con la plusvalía producida, lo que hace imposible pagar.



En proporción al PIB, las empresas españolas deben dos veces más que las norteamericanas y seis más que las alemanas. Llévese en consideración el hecho de que la producción industrial española es cualitativamente inferior tanto en productividad como en capacidad de generar divisas con exportaciones.



Este mismo grado de endeudamiento está presente en las empresas italianas (82%). En Portugal llega al 128% del PIB y en Irlanda al 194%%… Todos saben que esta montaña de deudas es incobrable.



La esperanza estaría entonces en el sistema bancario. Si los bancos pudieran seguir prestando para que las empresas continúen invirtiendo y endeudándose, se mantendría la bicicleta pedaleando. Pero la situación de los bancos no está muy boyante.



En realidad, el sistema financiero está quebrado. El reciente informe del FMI explica como las operaciones inter-bancarias (los préstamos de banco a banco) están completamente paralizadas, así como las líneas de crédito a las empresas y los préstamos a los consumidores. 



Esta necesidad de capital de los bancos según el argot de moda, se expresa diciendo que están “apalancados” una palabra eufemística para decir que la mayoría de su capital responde a papeles que no representan valor: préstamos incobrables bajo forma de deudas de empresas, deudas de hipotecas, títulos de deuda pública, etc.



El FMI dice entonces que es necesario fortalecer los bancos con nuevo capital y respaldar su financiación. De la misma forma, reconoce que es necesario un proceso de “desapalancamiento”, o sea, de devaluación del capital, lo que implica cierre de bancos y fusiones. Y añaden que hay que realizar este movimiento sin que tenga efectos devastadores en la financiación de la producción de plusvalía y en la recuperación de la tasa de ganancia. El problema, sin embargo, es: cómo hacerlo?



EL “DESAPALANCAMIENTO” DE EEUU



Los EEUU marcaron un punto decisivo para detener la profundización de la crisis iniciando un proceso de “desapalancamiento” de los bancos, de quema de una parte importante de la deuda privada. Así, la deuda del sector financiero disminuyó de 8 billones de dólares a 6, o sea, al 40% del PIB, al nivel de 2000. Las empresas también redujeron su deuda y la de las familias fue reducida en 584.000 millones, 15 puntos porcentuales.



Fue una combinación de factores la que permitió esta reducción del endeudamiento privado en los EEUU, siendo clave el factor político. Así, tenemos en primer lugar el aumento de la deuda pública federal por la transferencia de recursos a grandes empresas como la GM y por la compra de deudas incobrables de los bancos (con cifras que varían, pero nunca bajan de 13 billones de dólares). A lo que hay que añadir el impago puro y simple de una parte de las deudas de hipoteca y de tarjetas de crédito (cerca de dos tercios de la disminución). Tenemos también la quiebra de más de cien instituciones bancarias regionales, lo que aumentó, de paso, la centralización del capital.



Y la otra llave de este engranaje se pierde en los números, pero puede ser observada en un artículo sobre el “milagro americano”:



Después de tres años de estancamiento del crédito, el Banco Popular en Coldwater, Ohio, ha notado un cambio. Los clientes que hace dos años no fueron calificados para un préstamo, ahora creen que pueden. Un cliente que estaba trabajando sólo 35 horas por semana, hace dos años, está ahora trabajando de 45 a 50 horas.(The economist 4.02.2012)



El aumento de la explotación de la clase obrera norteamericana y la intervención estatal siguen siendo los dos factores que se combinan en este mecanismo. El desempleo, la reducción de salarios y el aumento de la jornada permitieron a las empresas disminuir una parte de sus deudas y obtener beneficios, aunque buena parte siga siendo operación una contable y los precios de las viviendas estén aún lejos de estancar su caída. Pero, es un hecho importante que la burguesía norteamericana evitó el peor escenario.



Otro elemento que se agrega a los elementos arriba citados fue la devaluación del dólar y, por lo tanto de la deuda norteamericana, al tiempo que permitía un aumento de las exportaciones.



Pero si la combinación de estos factores permitió evitar el peor escenario, esto no significa que el sistema bancario norteamericano esté saneado. Hasta ahora el colapso fue evitado por la transferencia de billones de dólares de fondos públicos y por la capacidad, única, del imperialismo más fuerte, el que tiene la llave de la máquina de los dólares, para aumentar su deuda pública.



Pero solamente con la reanudación de las inversiones de las empresas pueden los bancos sanear sus balances. No se trata sino de que la plusvalía producida por la explotación de la clase trabajadora sea dividida entre beneficios de las empresas, bancos e impuestos. Pero EEUU está lejos de alcanzar un nuevo ciclo de inversión.



LOS LÍMITES DE LA UNIÓN EUROPEA



Así como la crisis de superproducción en los EEUU tomó inicialmente la forma de la crisis de las hipotecas, la expresión más espectacular de la especulación, la crisis en Europa se expresa bajo la forma del endeudamiento público. Un endeudamiento que es el resultado de la conversión de la deuda privada en deuda pública y que expresa la quiebra del proyecto reaccionario de Unión Europea dirigida por los imperialismos alemán y francés. 



La última reunión de cúpula de la UE aprobó la creación de un nuevo fondo de rescate propuesto por el FMI, el mismo tendrá una capacidad de 500.000 millones de euros, muy por debajo del billón propuesto por Christine Lagarde (FMI), defendido por España e Italia, pero vetado por quien tiene que poner la mayor porción de dinero, Merkel.



El monopolio de la emisión de billetes de euros no pertenece a los bancos centrales de los países de la zona euro. Así, los instrumentos de la Reserva Federal norteamericana no pueden ser operados por los bancos centrales de los Estados miembros, porque estos dependen del Banco Central Europeo (BCE).



La política del BCE es fundamentalmente dejar la función de la creación de dinero en manos de los bancos, a los que presta euros a 1%, mientras estos compran títulos de la deuda pública a 5% y 7%. [4] Pero también hay que decir que esta política, aunque sea un escándalo político peor que la compra de títulos podridos por parte de la Reserva Federal a los bancos americanos, es demasiado lenta para la profundidad de la crisis.



¿Cuánto dinero hace falta para el rescate de los bancos europeos? Las cifras varían, pero según un informe de la UE, en el peor escenario serían necesarios 16 billones de euros. Todos saben que no existe la más mínima posibilidad de que exista un rescate de ese montante.



La cadena de deudas es muy profunda y aumenta aún más, pues la distancia entre deuda y producción (PIB) se incrementa con la recesión. La política alemana consiste en garantizar en primer lugar el sistema bancario de los países imperialistas centrales, empezando por el suyo, pues es la base del euro, y quemar capitales en la periferia para impedir que la crisis afecte de lleno al centro del sistema.



En este contexto, toda comparación con la política norteamericana para salir de la crisis carece de sentido. El Estado norteamericano expresa los intereses de un capital financiero altamente centralizado, mientras la Unión Europea no elimina la competencia y disputa entre los imperialismos europeos. Y la crisis es la oportunidad para que los capitales más fuertes incorporen a los capitales más débiles. La apuesta que hace Alemania, aunque sea arriesgada, responde la lógica de la competencia entre los imperialismos, su objetivo es salir de la crisis consolidando su hegemonía sobre Europa.



Ninguna transferencia de recursos públicos a los bancos puede solucionar la crisis si ésta no viene acompañada de un aumento sustancial del nivel de explotación de los trabajadores que permita a las empresas transferir una buena parte de la plusvalía al sistema financiero, más allá de las ayudas que reciban estos de los gobiernos. Por eso, el nivel de ataque a los trabajadores europeos, dado el nivel histórico de sus conquistas, es proporcionalmente mayor que el que está siendo realizado contra el proletariado norteamericano.



LA HEGEMONÍA ALEMANA



La periferia del euro, el eslabón más débil de la cadena imperialista de la UE, está doblemente presa del pacto que le permitió endeudarse para “crecer”, esperando un futuro que no llegó. He aquí lo que escribe Corriente Roja refiriéndose al Estado español y al resto de la periferia: “Desde 2000, con la entrada en el euro, la deuda privada española creció como la espuma (…) La banca internacional, en particular los alemanes y franceses tuvieron la oportunidad de dar salida a una gran masa de capitales excedentes, que destinaron, con grandes beneficios, a la periferia de Europa. Así, por ejemplo, financiaron sus exportaciones al Estado español y alimentaron a manos llenas la especulación inmobiliaria…” [5]  



Antes de la creación del euro, las burguesías de la periferia de Europa se defendían de la ofensiva comercial de los países más productivos (Alemania y Francia) devaluando sus monedas, lo que les permitía tomar un respiro, mantener mal que bien su tejido productivo y reequilibrar las balanzas comerciales. Con la moneda única, esta posibilidad fue cortada, la potencia exportadora alemana ya no tuvo barreras y fue debilitando cada vez más la producción de la periferia, llevando estos países a un vasto proceso de desindustrialización.



Entre 2002 y 2010 este proceso generó un excedente de 1,64 billones de euros en Alemania, de los cuales solamente 554.000 millones fueron aplicados en su propio mercado interno. El resto, 1,07 billones, lo fueron en el exterior de Alemania y de esta parte 356.000 millones en la periferia europea, en préstamos y créditos para financiar inversiones que no entraran en competencia con la producción alemana. Y es que, en un espacio dado, para que uno tenga un superávit, otro necesita tener un déficit, que debe ser, además, financiado[6]. Las deudas crecientes de la periferia fueron la forma de “llenar” el vacío entre la producción interna de valor y una circulación monetaria alejada de la capacidad productiva del país.

 

Junto al euro, los ataques a la clase trabajadora alemana fueron las dos bases que permitieron su expansión los últimos años. En el inicio del Gobierno socialdemócrata-verde Schröder/Fischer –con la complicidad de la burocracia  de la Central Sindical Alemana y de los principales sindicatos del país, conectados a la socialdemocracia-, se incrementó la trabajo precario, el trabajo a tiempo parcial – minijobs – los contratos temporales, la flexibilización de la jornada, instituyéndose un sector laboral con salarios de hambre – inferiores a € 5 por hora e incluso € 1 por hora.[7]



La política central de la gran burguesía alemana (y a su sombra, la francesa) es actualmente “quemar”, desvalorizar al máximo el capital de la periferia y aumentar, al mismo tiempo, la explotación de la clase trabajadora a un nivel cualitativamente superior, permitiendo una transferencia superior de plusvalía. De ahí la sincronía de las reformas laborales.



En el caso de los países más débiles, como Grecia y Portugal, su nivel de endeudamiento público y privado es tan elevado y tan discordante con su capacidad productiva, que se vuelven “irrescatables”. Entonces Merkel y Sarkozy, deciden someterlos al más absoluto pillaje, expoliar su patrimonio público a precios ridículos, empobrecerlos, llevarlos a la ruina social y económica y convertirlos en un protectorado económico. El segundo “rescate” (145.000 millones) de Grecia, presentado como “recompensa” por aceptar el pillaje, no es sino una transferencia multimillonaria de fondos públicos a los bancos acreedores.



Muchos se preguntarán si esta política no entra en contradicción con la preservación del euro, a lo que responde el presidente de la todopoderosa federación de empresas exportadoras alemanas (BGA), Anton Borner: “No se puede sobrevalorar el euro, lo que interesa a Alemania es el mercado libre, no la moneda única, podemos vivir sin el euro. Recomiendo a Grecia y Portugal que salgan voluntariamente del Euro”. Por su parte, la comisaria europea Neelie Kroes añade: Podemos pasar sin Grecia .



Y es que, al final de todo, la permanencia de Grecia y Portugal en el euro es un problema táctico dependiente del desarrollo más general de la crisis En realidad, todo apunta a que Merkel y Sarkozy ya descuentan, de hecho, la salida de estos países del euro. El problema sería, en verdad, el cuándo y el cómo. No lo quieren hacer antes de consumar el pillaje y, sobre todo, deben hacerlo de forma “ordenada” y controlada, para evitar un contagio que arrastrara a Italia o al Estado español e hiciera explotar la zona euro, provocando un tsunami financiero. La dureza ante Grecia también les sirve, de paso, como un excelente “estímulo” para mejor disciplinar a Italia y Estado español.



En paralelo, Alemania obliga a los países del euro a someterse plenamente a la llamada “convergencia fiscal”, un nombre pomposo para decir que los presupuestos deberán tener la firma de Alemania antes aún de ser enviado a los parlamentos y que las políticas de los gobiernos se adaptarán a las estrictas exigencias del capitalismo alemán, como lo están haciendo ahora Rajoy y Monti. Nos encontramos ante la “Europa alemana”.



HIPÓTESIS SOBRE EL DESARROLLO DE LA CRISIS



En este momento, la fina cuerda que mantiene a Grecia y Portugal en la moneda única se aguanta porque permite justificar la transferencia de fondos europeos a los bancos alemanes, franceses y otros, en nombre de los acuerdos de “rescate”. Pero este movimiento controlado tiene sus riesgos.



Los bancos solamente pueden recuperar sus préstamos de la periferia del euro, minimizando las pérdidas, si el movimiento actual de quemar capital en esta zona incluye un aumento cualitativo de la explotación de los trabajadores. Y este proceso debe ser realizado en el mismo tiempo de “desapalancamiento” de los bancos. Por eso la urgencia en las reformas y la guerra social declarada.



La profundización de la recesión en la periferia para salvar y reforzar al centro es la hipótesis optimista con la que juegan. Pero la diferencia entre una recesión en toda el área o el colapso reside en evitar la profundización de la crisis en los países centrales, que vendría de una ruptura descontrolada del euro.



Para que las empresas disminuyan sus deudas, deben aumentar la parte proporcional de la plusvalía extraída de los trabajadores y destinarla a los bancos sin disminuir aún más su margen de beneficio. Este proceso está siendo realizado expropiando directamente los salarios, aumentando la jornada, facilitando los despidos y contratando a nuevos trabajadores con salarios más bajos. Este proceso está en curso en toda la periferia. Pero su resultado va a depender de la lucha entre las clases. El grado de resistencia de la clase trabajadora, aunque las reformas sean votadas en los parlamentos, puede retardar toda esta arquitectura macabra.



Europa ha entrado ya en una recesión. Y ésta alcanzará a todos los países, pero se estima que alcanzará menos el centro, o sea, que se mantendrá la desigualdad del ritmo actual de la crisis. La máquina de exportación alemana se verá afectada, pues destina a la UE el 60% de su producción, cerca de 48% de su el PIB es dependiente de las exportaciones y más del que 20% de sus puestos de trabajo dependen del comercio exterior.

Otra combinación de elementos presente en esta crisis también debe ser considerada. Las exportaciones de Alemania a la UE llegaron a ser el 70%, pero en los últimos dos años parte de la producción exportada tuvo a China como destino: el segmento del comercio exterior alemán que más rápidamente creció fue el de las exportaciones alemanas a este país, con un índice de incremento que alcanzó el 56% (€ 16.200 millones en 2009 y 25.200 en 2010). 



En estos momentos la máquina de exportación alemana evita la sobreproducción desviando parte de su exportación al Este de Asia. Si la profundización de la recesión en Europa se combina con una desaceleración de la economía china a un nivel tal que retire esta ruta de fuga de las exportaciones alemanas, la crisis irrumpiría de forma brusca en el sistema financiero europeo y en el alemán en particular.

 

Si la economía alemana, motor de la zona euro, profundiza su crisis antes de que dé resultados el mecanismo activado para imponer a la periferia la mayor parte del ajuste, sea esto por la resistencia de los trabajadores, por la relación comercial con a China, o por una combinación de estos elementos, la crisis financiera y económica se profundizaría peligrosamente. La dinámica de la crisis va a depender pues de una combinación de estos elementos y de la forma como se desarrollen en los meses que se avecinan.



Barcelona febrero de 2012



[1][1] El País, 29.02.2012


[2] ¿Está reanimándose la economía? Paul Krugman, El País, 29/01/2012. “El resultado final es que a pesar de tanto predicar sobre los males del endeudamiento, los europeos no están haciendo ningún progreso en cuanto al exceso de deuda, mientras que nosotros sí”.

[3] Debt and deleveraging: Uneven progress on the path to growth. McKinsey Global Institute, Jan 2012.


[4]La UE rechaza la creación de dinero del banco central, dejando la financiación del déficit a los bancos.
El artículo 123 del Tratado de Lisboa prohíbe el BCE y otros bancos centrales a prestar al gobierno.
Pero los bancos centrales fueron creados específicamente para financiar el déficit público.La Unión Europea ha dado marcha atrás a la historia de cómo eran las cosas hace trescientos años, antes de que el Banco de Inglaterra fuera creado.Reservándose la tarea de creación de crédito a los bancos comerciales, deja a los gobiernos sin un banco central para financiar el gasto público necesario para evitar la depresión y el colapso financiero generalizado” How the Banks Broke the Social Compact, Promoting their Own Special Interests, Michael Hudson, Global Research, January 28, 2012

[5] Su deuda privada, “nuestra” deuda pública. Página Roja, Enero de 20102.


[6] Alemania impone “reparaciones de guerra” a lo resto de la Europa. Juan Torres López. (http://www.juantorreslopez.com/)


[7] Da entrada na crise econômica de 2009, à retomada conjuntural. Emil Asturig

Lea también