Mar Abr 16, 2024
16 abril, 2024

¿Estamos en el inicio de un nuevo descenso de la economía mundial?

La prensa mundial, los medios especializados como The Economist o Financial Times, los economistas, y las reuniones internacionales como el Foro de Davos y la reunión del G-20, ya discuten abiertamente la posibilidad de que la economía mundial esté entrando en una fase descendente como la que se vivió a partir de 2007-2008.

Por: Alejandro Iturbe

Los signos evidentes son la crisis de la economía china, la importante caída de las bolsas en todo el mundo, la evidencia de una crisis bancaria en Europa, el descenso de las cifras del comercio mundial en 2015, y la economía de Estados Unidos, que creció solo 1% en el cuarto trimestre de 2015 (contra 3,7% en el segundo). La industria está peor.

Algunos datos son menos conocidos. Uno es muy importante y afecta directamente la dinámica de la situación: según un informe del banco JP Morgan está cayendo la tasa de ganancia de las corporaciones estadounidenses a su nivel más bajo en dos años. El otro es sintomático: los préstamos de corto plazo son más caros que aquellos a 10 años, lo que los economistas burgueses llaman “curva invertida de los tipos de interés” y que es considerado como uno de los indicadores que acostumbran anticipar una recesión.

Los procesos estudiados por Marx

Es imposible entender la situación actual y las hipótesis posibles de evolución sin considerar las leyes del proceso de acumulación capitalista estudiadas por Marx especialmente en El Capital, escrito entre 1861 y 1863, y luego enriquecidas por otros autores como Lenin. Nos referimos especialmente a la ley del valor-trabajo y la creación de plusvalía en la producción, conceptos como la tasa media de ganancia, la composición orgánica del capital, y la ley de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia que llevan a las inevitables crisis cíclicas analizadas y previstas por Marx como un período “normal”, un componente absolutamente inevitable de la dinámica de acumulación del capital. Y a determinadas consecuencias del proceso de acumulación (dentro de ellas, las crisis): un número cada vez menor de capitalistas maneja una parte cada vez mayor del capital total (la tendencia monopólica del capitalismo).

Sobre esta base, Lenin analizó que esta tendencia se ve exacerbada a partir de la crisis europea de 1873, cuyas consecuencias llevarían al surgimiento del capital financiero (fusión de los capitales bancario e industrial) y el inicio de la época del capitalismo imperialista.

Las súper ganancias logradas por las empresas imperialistas van a agudizar la sobreacumulación del capital o, como lo llama Lenin, la producción de cada vez más “capitales excedentes” que se vuelcan a la especulación y al parasitismo como un rasgo creciente y dominante de la época imperialista.

Las súper crisis

Las crisis cíclicas analizadas y previstas por Marx continuaron verificándose a lo largo del siglo y medio transcurrido. Vemos, sin embargo, que algunas crisis son mucho más profundas y de un impacto mucho mayor en el tiempo. Por ejemplo, a las iniciadas en 1873, en 1929, a finales de la década de 1960, y en 2007-2008 podemos llamarlas de “súper crisis”.

En el germen y en el inicio de todas las crisis está la caída de la tasa de ganancia estudiada por Marx. Pero en la súper crisis esto se ve potenciado por la existencia de una masa gigantesca de capital excedente parasitario que ya no consigue valorizarse. Es como un gigantesco castillo de arena que comienza a caerse y amenaza hacerlo por completo.

Al mismo tiempo, los ataques a los trabajadores y las masas (para aumentar la cantidad de plusvalía) se vuelven mucho más feroces pero, junto con ello, “alimentan” durante un tiempo más corto la voracidad del monstruo capitalista imperialista.

Así ocurrió con la inmensa cantidad de nueva plusvalía que representó la incorporación masiva del proletariado chino al mercado mundial, a partir de 1990, o el escaso efecto de crecimiento que tuvo el gran aumento de la tasa de explotación logrado por la burguesía mundial desde 2008 (con sus permanentes ataques al empleo, al salario y a las condiciones laborales).

Las fases de la serie negativa actual

Al abrirse la crisis de 2007-2008, la política de la burguesía imperialista tuvo tres pilares:

  1. el primero de ellos fue (como hemos analizado en numerosos materiales) ataques feroces al movimiento obrero para aumentar la extracción de plusvalía.
  2. el segundo fue una quema parcial de capital (especialmente en el sector productivo, pero también en el sector financiero de EEUU) a través de grandes fusiones, cierres y reducciones de empresas (como la GM). Avanzó así el proceso de centralización analizado por Marx.
  3. el tercero (y central para nuestro análisis) fueron los megapaquetes de ayuda a los bancos y mercados financieros. Algunos estudios afirman que en todos estos años los estados inyectaron, por distintas vías, el equivalente a casi un PIB mundial (entre 65 y 70 billones de dólares [trillones en portugués e inglés]). Los estados actuaron así como compañías de seguros de los grandes especuladores financieros, mostrando sin duda quiénes son los verdaderos dueños de esos estados.

Con estos megapaquetes, el imperialismo consiguió frenar la dinámica de plano inclinado permanente (la primera fase de la crisis entre 2007 y 2009) y evitar la quiebra del sistema financiero-bancario mundial. Se abrió así una segunda fase de la crisis, en 2010, en la que EEUU sale de la recesión y comienza primero una “recuperación anémica” (crecimiento menor a 2%) y luego una “moderada” (entre 2 y 3%).

Tanto durante la primera como durante la segunda fase, China parecía “inmune” (sobre la base de una política de inversiones del Estado y crédito barato) y actuó como una especie de “motor secundario” de la economía mundial, atenuando así los efectos descendentes y ayudando también a los países proveedores de materias primas, como Brasil y Argentina.

En 2012 se abre una tercera fase con las llamadas “crisis de las deudas soberanas europeas”: sobreendeudados por los procesos anteriores (como costo del ingreso a la Unión Europea), las ayudas a los bancos y las reestructuraciones de la deuda pública, los países más débiles (los PIG: Portugal, Irlanda y Grecia) llegan a la imposibilidad de pago y entran en colapso. Países imperialistas más débiles, como España e Italia, también son fuertemente golpeados.

¿Comienza la cuarta fase?

A finales de 2014, todas las señales de alerta comienzan a indicar que puede haberse abierto una cuarta fase de la crisis (igual o aún más profunda que la iniciada en 2007-2008).

La principal de esas señales es el inicio de la crisis en China (ver artículo http://litci.org/es/mundo/asia/china/certezas-e-interrogantes-que-plantea-la-crisis-economica-en-china/). Como dijeron varios economistas el año pasado, China dejó de ser “parte de la solución” y, ahora, es “parte del problema”. Y una parte no pequeña, por cierto. Su freno impacta en el conjunto de la economía mundial y, con ello, empuja a la crisis a las economías proveedoras, como Brasil y Argentina: “Las perspectivas de estos países se oscurecen”, como afirmó en el Foro de Davos el presidente del Instituto Internacional de Finanzas, Tim Adams.

Si la locomotora secundaria se está parando, las locomotoras principales también parecen sumarse al “problema”. En 2015, EEUU mantuvo un crecimiento parejo con años anteriores (2,4%) pero con desaceleración en el cuarto trimestre (1%) y otros datos preocupantes, mostrando así que, además de no poder ser el motor que traccione al conjunto, cuando intenta “acelerar en subida” comienza a frenarse. Europa enfrenta ahora la apertura de una crisis bancaria que ya afecta al principal banco de su primera potencia: el Deutsche Bank (ver artículo http://litci.org/es/economia/europa-viene-una-nueva-crisis-bancaria/).

Los “inversores imperialistas” son pesimistas tanto con la perspectiva como con las posibilidades de enfrentarla. Ray Dalio, presidente de la compañía de inversiones Bridgewater, expuso en Davos: “Lo más probable [es] que la economía siga sufriendo una notable debilidad. Pero en caso de que tengamos una recesión, esta será difícil de revertir. Este es el momento de mayor desafío desde la crisis financiera… Pero en caso de que tengamos una recesión, esta será difícil de revertir”.

Se da, entonces, una combinación de dos cuestiones centrales. La primera es que el imperialismo no impulsó la quema de capital ficticio y especulativo sino que, por el contrario, los inmensos “paquetes de ayuda” fueron utilizados por los grandes bancos e inversores financieros para “capitalizarse” (cubrir los agujeros de sus inversiones) y para crear nuevas burbujas. Con ello, puede repetirse lo ocurrido en 2007-2008 (sobre bases corregidas y aumentadas, porque la economía está aún más frágil). Va a seguir habiendo “ayudas” pero estas tendrán un efecto menor que el que tuvieron en años anteriores. El especialista económico del diario español El País escribió“Dalio pone así el dedo en la llaga en uno de los temores más profundos de los analistas: la falta de herramientas para responder a una nueva crisis”. El capitalismo imperialista actuó como alguien que tiene el motor de su automóvil semifundido y lo hace seguir funcionando con aceites ultrapesados… y eso tiene un límite infranqueable.

Lo segundo es que, si bien la burguesía mundial logró un aumento muy importante de extracción de plusvalía con los ataques de estos últimos años, este aumento se muestra insuficiente para sostener la tasa media de ganancia (lo que se expresa en su caída actual). Para lograr un aumento de la magnitud necesaria, el capitalismo imperialista necesitaría un salto cualitativo en los niveles de explotación de los trabajadores (digamos, una “rectificación a fondo del motor”).

El factor “lucha de clases”

Aquí entra un factor que se liga profundamente a los procesos de la economía pero que se juega en un terreno diferente: la lucha de clases. Parece muy difícil que un salto de esa magnitud pueda darse sin una derrota profundísima de los trabajadores en el mundo. Es una hipótesis posible que, de producirse de conjunto o a nivel nacional, cambiaría toda la dinámica de la “ecuación económica pura”.

La reacción de las masas y los trabajadores frente a la crisis y los ataques sigue caminos contradictorios. Algunos sectores se atemorizan y retroceden sin lucha, otros comprenden plenamente las perspectivas y radicalizan sus métodos de lucha y sus reivindicaciones, en un curso objetivamente revolucionario. También se dan combinaciones de ambos procesos en un mismo país.

Creemos que de estos procesos contradictorios, la tendencia parece ser hacia mayores luchas y enfrentamientos, de cuyos resultados depende la dinámica de toda la situación política y económica. Nos apoyamos para ese pronóstico en elementos tales como las luchas que se están dando en Argentina contra el nuevo gobierno de Macri, en Brasil contra el viejo gobierno del PT, en Grecia contra el gobierno de Syriza, en Sudáfrica contra el gobierno del CNA, en Túnez, y en el aumento de las huelgas en China. Por supuesto, no somos ciegos y también vemos que hay derrotas y retrocesos en otras regiones y países. Por eso hablamos de una tendencia y no de un proceso unilateral.

Algunas conclusiones

En el artículo sobre la cumbre de Davos expresamos:

El capitalismo imperialista no solo está agotado históricamente sino que, como lo expresó esta cumbre de Davos, también se muestra incapaz de promover salidas para la crisis que su propio funcionamiento ha generado. Cumpliendo las leyes económicas analizadas por Marx (concentración de la riqueza y centralización de capitales en un polo, miseria creciente en el otro), hoy el 1% de los dueños del mundo posee tanta riqueza como el 99% restante.

En ese marco, sin propuestas para resolver la crisis, las perspectivas son de nuevos y durísimos ataques al nivel de vida de los trabajadores y las masas, y la necesaria respuesta de lucha a estos ataques. Pero en tanto los trabajadores no seamos capaces de elevar esa lucha de resistencia a la formulación de una alternativa de fondo al capitalismo imperialista (la revolución obrera y socialista), la situación da vueltas en círculo o, mejor dicho, en una doble espiral: descendente en la situación económica de las masas y con tendencia ascendente en las luchas.

En tanto, la crisis, los ataques a las masas y las luchas devoran gobiernos burgueses. En Latinoamérica vivimos una decadencia de los “populismos burgueses” (que cabalgaron sobre la bonanza 2002-2012) y el ascenso electoral de la derecha (que se monta sobre la bronca de las esperanzas frustradas por aquellos gobiernos populistas), y su acceso al gobierno, como el de Macri en Argentina. Obligados a aplicar planes de ajuste aún más feroces que sus antecesores, si no derrotan a las masas su perspectiva es durar aún menos. En Europa, en varios países, declina la derecha clásica y suben gobiernos burgueses de “izquierda”, como el de Syriza en Grecia, el de coalición PS-PCP-Bloco de Esquerda en Portugal, y posiblemente un gobierno PSOE-Podemos en España. También, rápidamente, como lo mostró Syriza en Grecia, muestran su verdadero rostro ajustador, de gobiernos al servicio del imperialismo.

Es imprescindible romper este círculo vicioso de la bipolaridad burguesa. Sean de “derecha” o de “izquierda” todos estos gobiernos son nuestros enemigos y gobiernan para los “dueños del mundo”. Es necesario, claro, luchar duramente contra sus planes y ataques. Pero en esas luchas es imprescindible ir construyendo nuestra propia alternativa de poder y de cambio profundo de la sociedad. En caso contrario, los trabajadores seguiremos viviendo cada vez peor, mientras ellos se reúnen en medio del lujo y debaten disfrutando sus carísimas bebidas y comidas”.

Cabría solo agregar una conclusión final: la “construcción de nuestra propia alternativa de poder y de cambio profundo de la sociedad” se expresa en dos cosas combinadas. La primera es la presentación clara a las masas de un Programa de Transición para que esas luchas se eleven a la cuestión del poder. Un programa cuyas propuestas resultan cada vez más claras y comprensibles para los trabajadores y las masas porque la propia realidad del capitalismo imperialista las pone a la orden del día. La segunda es la necesidad de la construcción en esas luchas de un partido revolucionario que defienda e impulse ese programa y así dispute y gane la dirección de los trabajadores y las masas.

En ambos aspectos, se trata de librar una lucha política mortal contra aquellos que les dicen a las masas que “no hay alternativa al capitalismo” (como Alexis Tsipras, Pablo Iglesias o Bernie Sanders), o contra los muchos que dicen que sí habría alternativa pero que ahora “la conciencia de las masas” no permite luchar por ella (y por eso, acaban como “furgones de cola” de Tsipras, Iglesias o Sanders). Por el contrario, para nosotros es ahora (cuando el capitalismo-imperialista muestra su verdadero y desagradable rostro) que la construcción de esa alternativa es no solo imprescindible sino también posible.

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