¡Es hora de que la vergüenza cambie de bando!
¿Mama, te has enterado de los “51 en Francia”? ¡Es horrible, mamá! No, hija, ¿de qué me hablas? Es entonces cuando una rápida búsqueda en Google, me golpea en la cara y una oleada de indignación y también por supuesto de vergüenza, sacude mi cuerpo. Vergüenza por ella, por mí y por todas las mujeres. La realidad vuelve a ser más dura que la ficción, por más retorcida que esta sea. Por muchos “avances y logros” que según nos dicen, hayamos logrado en la civilizada y democrática Europa, la cruda realidad nos recuerda que, para algunos hombres, seguimos siendo de “su” propiedad. Y lo peor; no están solos.
Por Laura R. – Corriente Roja
Los hechos: «Violación no es la palabra, es barbarie»
Gisèle de 67 años, vecina de la localidad de Mazán, al sureste de Francia, fue violada repetidamente por más de 50 hombres a lo largo de 10 años, durante los cuales su marido Dominique Pélicot, un jubilado de 71 años, ofrecía los “servicios sexuales de una esposa sonámbula y obediente”, en un portal web que fue clausurado por la Policía francesa en junio de este año. Un portal web que entre otras cosas servía a una red ya desmantelada de distribución de pornografía infantil, a través del servicio de mensajería WhatsApp, que se extendía a ocho países de Europa y América.
En relación al caso, que se juzga en Aviñon, aunque las autoridades han identificado a 51 agresores, que ahora se sientan en el banquillo de los acusados por un delito de violación agravada penado con hasta 20 años de cárcel, se sospecha que el número podría ascender a 83. Noventa y dos violaciones entre octubre de 2020 y julio de 2011. Varios de los agresores están muertos y uno está prófugo, según informa el diario Le Parisien.
La víctima, que se negó a ver los vídeos de las violaciones hasta mayo del 2024, vivió por primera vez, en diferido, las violaciones que ha sufrido durante diez años. Nada podría definir mejor que sus propias palabras, lo que se vio obligada a ver: «Violación no es la palabra, es barbarie».
Como consecuencia de estos abusos y la ingesta de drogas que le administró durante años su marido, que podría estar implicado también en otros casos de violación e incluso en un asesinato en 1991, Gisèle sufría lagunas mentales, un gran cansancio que no sabía explicar y molestias que provocaron varias visitas al ginecólogo.
Un sistema que cosifica y mercantiliza el cuerpo de las mujeres
Queremos enviar todo nuestro apoyo y solidaridad a esta mujer valiente, que pese a sufrir estréso Pstraumático por lo sucedido, ha decidido junto a sus tres hijos, declarar a puerta abierta en un juicio que, con toda probabilidad, se alargará durante meses. Como ella misma declaraba ante el Tribunal Criminal de Vaucluse, en el sureste de Francia: “Para mí el daño ya está hecho. Lo hago en nombre de todas las mujeres que quizás nunca serán reconocidas como víctimas».
Mas allá del horror y rechazo que suscita, este caso es una muestra más de que vivimos en un orden social y político que se basa en el control y la opresión de las mujeres. Es lo que algunas feministas llaman la “cultura de la violación”, en la que más de la mitad de las agresiones sexuales, que no siempre resultan tan fáciles de probar como en este caso, se llevan a cabo en el entorno social, familiar o laboral de la víctima. Y la mayoría, no se denuncian; ya sea por miedo o por vergüenza. Es en este clima de impunidad, en el que se apoyan algunos de estos depredadores sexuales para cometer sus actos. Por otro lado, la industria del sexo y el entretenimiento de este sistema capitalista cada vez más violento y opresivo, cosifica, sexualiza y mercantiliza nuestros cuerpos, especialmente el de las mujeres a un nivel tal, que estas se convierten en un objeto más, listo para el consumo.
Solo Sí es Sí, lo demás es violación
De los 51 hombres que han sido citados en el juicio de Aviñón, algunos defienden haber sido engañados por Dominique Pélicot y afirman que creían que se trataba de un “delirio libertino” de la pareja. Otros dijeron que no creían que fuera una violación, “porque su marido estaba allí y creían que podía dar su consentimiento por ambos”. Por ahora, solo 14 se han declarado culpables.
Este juicio que ha conmocionado a la sociedad francesa que pone en el centro la cuestión del consentimiento, se lleva a cabo en un momento de ascenso electoral de la extrema derecha y en un contexto de revisión sobre la ley que regula los delitos sexuales en Francia. Se habla de un “juicio histórico”, que sería considerado el caso de violación más grave jamás juzgado en Francia. Hay que recordar que actualmente la violación se define en la legislación francesa como un “acto de penetración sexual” cometido “mediante violencia, coacción, amenaza o sorpresa”.
En Francia como en otros lugares del mundo, hay que salir a pelear por cambiar la Ley que define y pena las agresiones sexuales, para que deje claro que el sexo sin consentimiento es violación. Que el consentimiento puede retirarse en cualquier momento y que no puede existir consentimiento si la agresión sexual se comete “abusando de un estado que impide el juicio del otro”, como ocurre en las sumisiones químicas que son cada vez más frecuentes.
En el Estado Español, la Ley integral de garantía de la libertad sexual, más conocida como Ley “del Solo Sí es Sí”, entró en vigor en octubre de 2022, gracias a una lucha en las calles que duró cinco largos años. Una ley que tiene muchas deficiencias y lagunas. Entre otras, que toda la parte no penal de la norma, para llevar a cabo tareas de prevención y educación sexual en las escuelas, necesita recursos económicos de los que todavía no se ha dotado.
Pese a ello, desde Corriente Roja la defendemos frente al intento de la derecha y ultraderecha de derogarla, porque fue una conquista arrancada en las calles, que sitúa en el centro el consentimiento, para demostrar que hubo agresión sexual.
Pero esto no nos puede hacer olvidar que ninguna ley puede acabar con la violencia sexual en este sistema de opresión y explotación. La violencia sexual es un problema estructural complejo que necesita un abordaje por muchas vías. Actualmente esta Ley sigue sin ser garantía de nada, porque las leyes en favor de la clase trabajadora y los sectores oprimidos en este sistema capitalista, se convierten en papel mojado si no seguimos luchando por hacerlas efectivas y, sobre todo, siempre están amenazadas mientras exista el capitalismo.
Igualmente es necesario señalar que la experiencia demuestra que bajo la democracia burguesa, donde la separación de poderes es en realidad una ficción, no es suficiente con cambiar las leyes. El sistema judicial en todos los países, está lleno de jueces y juezas machistas que a menudo revictimizan a las mujeres cuando se atreven a denunciar y que aplican una vara de medir muy distinta según la clase social a la que pertenezca la persona juzgada.
Un ejemplo es lo que ocurrió en los primeros meses tras la aprobación de la Ley del Solo Sí es Sí, en los que algunos jueces interpretaron y aplicaron algunos de sus artículos de una forma antojadiza, para rebajar las condenas ya impuestas a agresores sexuales y pederastas. En Francia, los abogados defensores de estos violadores califican las imágenes de «relaciones sexuales» y no de violaciones, y han interrogado a la víctima sobre sus «preferencias y prácticas sexuales», aunque las duras imágenes hablan por sí solas.
Lograr más recursos para combatir la violencia sexual y todas las formas de violencia a las mujeres y los sectores oprimidos como migrantes o personas LGTBI, no es un asunto solo de las mujeres, ni únicamente de la juventud, sino del conjunto de la clase trabajadora. Hay que organizarse para que las organizaciones obreras, empezando por los sindicatos, las tomen como parte del pliego de sus demandas y reivindicaciones y pongan al conjunto de la clase trabajadora, con los sectores oprimidos al frente, a luchar por ellas.