Enero sangriento demuestra la urgencia de fortalecer la solidaridad con el pueblo palestino
El primer mes de 2023 no deja dudas sobre la urgencia de fortalecer la solidaridad internacional con el pueblo palestino: 35 fueron asesinados por las fuerzas de ocupación sionistas solo en Cisjordania y la Ciudad Vieja de Jerusalén, incluidos seis menores de 18 años. Desde Brasil urge que se cumpla la demanda al nuevo gobierno federal, de que reconozca el apartheid y, en consecuencia, suspenda los acuerdos con Israel, promoviendo un embargo militar inmediato.
Por: Soraya Misleh / Publicado originalmente en Middle East Monitor
Este reclamo, planteado por decenas de organizaciones árabes-palestinas y brasileñas e intelectuales a los grupos de trabajo de Relaciones Exteriores y Derechos Humanos durante la transición de gobierno, debe estar en el centro de la movilización y presión de solidaridad con el pueblo palestino –una demostración efectiva de apoyo su justa causa en medio de la continua Nakba (catástrofe desde la formación del Estado racista de Israel el 15 de mayo de 1948 mediante limpieza étnica planificada).
Además, un embargo militar inmediato frente al régimen de apartheid institucionalizado y la agresiva expansión colonial sionista –que diariamente mata a más y más hombres y mujeres palestinos– es parte importante de la lucha contra el genocidio de los pobres y los negros en las periferias brasileñas y el exterminio indígena.
Son las mismas armas que matan aquí y allá, probadas cada día sobre los conejillos de indias a que Israel convierte a los palestinos desde hace décadas. Abrazar la causa palestina no es solo solidaridad, sino también un grito de resistencia en el Brasil: basta de derramamiento de sangre negra, pobre e indígena. Es luchar contra la opresión y la explotación también aquí.
Con el cambio de gobierno –afortunadamente con la derrota del genocida y adorador de la dictadura Bolsonaro, aliado explícito del sionismo en la sede del Planalto–, se retomó la clásica diplomacia brasileña. El gobierno bajo el liderazgo de Lula ya publicó notas en enero expresando su preocupación por los acontecimientos en la Palestina ocupada, pero habla de “conflicto”, búsqueda de la paz, “ambas partes se abstuvieren” de la violencia, “solución de dos Estados” – que, si no fuese injusto desde siempre, está muerta y enterrada.
Es importante que exprese preocupación, es importante el cambio –ya que Bolsonaro hacía propaganda ideológica descarada pro-Israel y buscaba aún más acuerdos–, pero absolutamente insuficiente y revelador de una incomprensión que necesita ser superada urgentemente, para que de hecho esto repercuta en la trágica vida impuesta a los palestinos en la continua Nakba. Vale insistir: no es “conflicto” o “enfrentamiento”, es limpieza étnica, masacre, genocidio. No son dos bandos a culpar por la violencia, sino uno opresor, colonizador, agresor: Israel; y un pueblo oprimido –el palestino–, humillado, usurpado, sin derechos humanos fundamentales, que tiene el legítimo derecho de resistir por cualquier medio (como reconoce la propia Organización de las Naciones Unidas -ONU-, frente a una ocupación). “No confunda la reacción del oprimido con la violencia del opresor”, enseñaba ya Malcom X.
No hay paz sin justicia, la cual debe abarcar a la totalidad del pueblo palestino: en los territorios ocupados en 1948 (“Israel”) y en 1967 (Cisjordania, Gaza y Ciudad Vieja de Jerusalén), en los refugios y en la diáspora. La única forma de garantizar justicia es una Palestina libre del río al mar.
Muerte al acecho
Dieciséis de los 35 palestinos asesinados lo fueron en los últimos cinco días de enero. En la noche del 25, uno de ellos fue asesinado en la aldea de al-Ram, cerca de Jerusalén. El día 26, en otra masacre planeada por las fuerzas de ocupación en el campo de refugiados de Jenin, nueve palestinos fueron asesinados, incluida una mujer de 60 años, y más de 20 resultaron heridos, al menos cuatro gravemente. Lo que sucedió después revela la crueldad del proyecto colonial: impedir los primeros auxilios y hasta la invasión del hospital de la región por los mismos que cometieron la masacre, con lanzamiento de gases lacrimógenos en el ala de pediatría.
La situación es dramática. La limpieza étnica y el castigo colectivo avanzan en medio del abandono internacional. Solo en 2022, alrededor de 220 personas fueron asesinadas en Cisjordania y la Ciudad Vieja de Jerusalén, incluidos 53 niños.
Esta semana, más de 110 colonos sionistas volvieron a invadir la Explanada de las Mezquitas, algo cada vez más frecuente. Otros tres intentaron incendiar la Iglesia del Santo Sepulcro. Lugares sagrados respectivamente para musulmanes y cristianos en Jerusalén, lo que muestra que no es una cuestión religiosa, sino que alcanza indistintamente a cualquier palestino, sea islámico o no. Sea un niño o no. Sea hombre o mujer, joven o viejo. Es colonización.
Movilización
¿Cuántos palestinos más tendrán que morir para que se aprenda esta lección? ¿Cuántos más tendrán que morir para que se masifique la indignación? La comunidad árabe-palestina en el Brasil y las organizaciones/activistas solidarios tienen la triste experiencia de que lo que sucede en la Palestina ocupada solo moviliza a mucha gente cuando la limpieza étnica en curso desde hace más de 75 años es visibilizada por los medios de comunicación de masa y escandaliza de hecho. Esto solo ha sucedido incluso cuando ha habido bombardeos masivos en Gaza.
En la estrecha franja, donde viven 2 millones de palestinos que han sido sometidos al inhumano cerco israelí durante 15 años, sin embargo, las bombas también caen a cuentagotas, periódicamente. Los niños también mueren de hambre y de enfermedades porque sus padres se ven impedidos de garantizar el tratamiento dado el bloqueo asesino, además de la masacre que arrasa con todo, hasta con los hospitales, y no permite la reconstrucción. Enfermedades, incluidas las transmitidas por el agua, ya que 96% del agua es contaminada. “Israel” envenena no solo los pozos, sino también los cultivos, impide la pesca y la agricultura de subsistencia. La crisis humanitaria es dramática.
Es necesario cambiar con urgencia este guion de masificación de la solidaridad. En este sentido, el llamado es que las organizaciones sindicales, políticas, sociales y populares, todos y todas en la lucha contra la explotación y la opresión, fortalezcan la movilización y la presión sobre el gobierno federal (pero también los estaduales y municipales) por el reconocimiento del apartheid y se comprometan con el BDS (boicot, desinversión y sanciones). Que pauten en sus espacios la conexión de sus luchas con la cuestión palestina, junto a la clase trabajadora, la juventud, lod negros, los indígenas, las mujeres, los LGBTI, los oprimidos en general. Al fin y al cabo, es una causa internacional por excelencia, para que todos y todas puedan ser libres.
Artículo reproducido en www.pstu.org.br, 6/2/2023.-
Traducción: Natalia Estrada.