El «testamento» falsificado de Engels: una leyenda de los oportunistas

La que estamos a punto de contar es la verdadera y poco conocida historia de un texto que ha sido fundamental en la historia del movimiento obrero. Se trata de la Introducción de Engels al libro de Marx: Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. Es una historia que parecería inventada por la fantasía de Edgar Allan Poe: cartas desaparecidas, un testamento falsificado, engaños y equivocaciones, por fin la solución del caso, dejada en este caso no a monsieur Dupin sino a David Riazanov y a otros historiadores que finalmente han develado el misterio.
Por: Francesco Ricci
El texto de Engels del que estamos hablando es de 1895: han pasado pues más de 120 años desde su publicación, pero la inmensa mayoría de los libros y los artículos sobre la historia del marxismo sigue ofreciendo una versión alterada de ello. Millares de libros, millares de artículos siguen contando una historia inventada de este texto. Es ya una leyenda.
Sin embargo, es importante conocer la verdadera historia de esta Introducción porque la leyenda sirvió y sirve desde hace más de un siglo a todos los oportunistas para justificar su oportunismo, para cubrir con la autoridad de Engels su renuncia (explícita o implícita) a la perspectiva revolucionaria de la conquista del poder por la clase obrera, el abandono del programa fundamental del marxismo: el dominio (o dictadura) del proletariado como fase transitoria en dirección hacia una sociedad sin clases y, por lo tanto, liberada de la explotación del hombre por el hombre.
Bernstein, el primer falsificador
Es curioso el hecho de que el primero a falsificar la historia de la Introducción haya sido Eduard Bernstein, es decir, el que fue el elegido por Engels como su testamentario. Bernstein, empleado de banco con confusas ideas más liberales que socialistas, había adherido en 1871 a los «eisenachianos», esto es el partido socialdemócrata dirigido por August Bebel y Wilhelm Liebknecht (padre del Karl, que fue asesinado en 1919 junto con Rosa Luxemburgo por un gobierno «de las izquierdas» que ellos intentaban derrocar). Los «eisenachianos» [de Eisenach] fueron el ala socialista más cercana a las posiciones de Marx y Engels, que en 1875, con el Congreso de Gotha, se fusionaron con el ala influenciada por Lassalle.
Como la gran parte de los dirigentes «eisenachianos», Bernstein tenía un conocimiento superficial del marxismo y también por esto el partido fundado en Gotha nació sobre la base de un programa al que Marx dedicó una áspera crítica por las muchas concesiones al lassallismo (1). La formación marxista del grupo dirigente alemán fue tardía y basada esencialmente solo en la lectura del Anti-Duhring de Engels (1878).
En 1881, Bernstein asume la dirección del Der Sozialdemokrat de Zurich y con sus artículos en este periódico conquista la confianza de Engels, convirtiéndose en breve, junto con Karl Kautsky (de quien fue amigo y maestro), el principal colaborador. Engels confiaba tanto en Bernstein que lo nombró su testamentario. La pareja Kautsky-Bernstein, valiéndose también de la consideración que Engels tenía de ellos, se volvieron así, a la muerte del compañero de Marx, el punto de referencia teórica para toda la socialdemocracia organizada en la Segunda Internacional.
Pero en 1896, es decir, un año después de la muerte de Engels, Bernstein comienza a publicar en Die Neue Zeit (principal revista teórica del partido alemán) una serie de artículos en los que, de manera cada vez más fuerte, pone en discusión los fundamentos del marxismo de Marx y Engels. Estos artículos, leídos con creciente contrariedad de Kautsky (director de la revista), son por fin sistematizados y publicados en un libro titulado Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia (1899), que causa sensación en la Internacional (2).
La tesis de fondo del libro es clara: hace falta revisar el marxismo, rechazando de él la parte «envejecida» y lo que Bernstein define «los esquemas de la dialéctica», y sustituir a la perspectiva del derrocamiento revolucionario de la sociedad (teorizada en toda la obra y la vida de Marx y Engels) la democratización gradual de la sociedad, por vía parlamentaria.
Al cabo de pocos años, el que fuera el principal colaborador de Engels se transformó en el principal teórico de un «socialismo liberal». Inicialmente sus teorías no encontraron un seguimiento explícito en el partido, también gracias a la total desmentida que Kautsky hizo de ellas (3).
Kautsky se convence al final de que Bernstein es «irrecuperable para el marxismo» (así lo escribió en varias cartas a otros dirigentes), pero temía que una inmediata y total ruptura pudiese consolidar alrededor de las posiciones de Bernstein al sector revisionista. Este sector estaba creciendo a la sombra del grupo parlamentario que era cada vez más numeroso y con una práctica sindical cada vez más moderada.
El Congreso de Dresde del SPD, en 1903, condenó por amplia mayoría las posiciones revisionistas y en aquella ocasión August Bebel pronunció una dura requisitoria contra Bernstein. Pero las posiciones revisionistas, derrotadas en el plano teórico, se abrieron paso en amplios sectores del SPD: en la Alemania meridional, por ejemplo, el partido votaba con regularidad a favor de los balances de los gobiernos burgueses; en los sindicados dirigidos por el SPD las posiciones reformistas dominaban la actividad cotidiana. Y fue el mismo Bebel, en el 1907, quien abrió la puerta al concepto de «defensa nacional» que llevaría siete años después, en 1914, al derrumbe de la Segunda Internacional, con el voto de los «créditos de guerra» y por lo tanto el sostén de la mayoría de los partidos socialdemócratas a «propios» gobiernos empeñados en el matadero de la Primera Guerra Mundial. Pero volveremos más adelante sobre la parábola de la socialdemocracia alemana: por el momento nos detendremos en la famosa Introducción y en el empleo que Bernstein hizo de ella.
La tesis expresada en el citado libro de Bernstein es esta: en los años cuarenta y cincuenta, Marx y Engels todavía habrían estado fuertemente influenciados por posiciones «blanquistas» (veremos luego el sentido de este término), es decir, veían la revolución como un golpe de mano de una minoría; con la experiencia se fueron alejando de esta concepción, buscando la vía parlamentaria al socialismo que, a su decir, Engels habría teorizado (aunque de forma incompleta) en la Introducción de que estamos hablando. La socialdemocracia según Bernstein tenía que continuar en el camino indicado por el maestro poco antes de morir.
La equivocación de Rosa Luxemburgo
Frente a un Bernstein que blandía la Introducción como un sable con el que despedazaba el marxismo, los marxistas defendieron la teoría y la práctica de Marx y Engels: incluso encontrándose incómodos frente a aquel texto que objetivamente resultaba contradictorio con su estrategia.
En su anti-Bernstein de 1899, la célebre ¿Reforma social o revolución?, Rosa Luxemburgo habla de una «revisión de la táctica» de parte de Engels, y precisa que nunca en el texto se hace referencia a un cambio de estrategia y sobrevuela con una indisimulada incomodidad sobre algunas contradicciones que en todo caso el texto de Engels (o mejor, el texto que fue conocido a la época) contiene (4). La grande revolucionaria, en fin, no titubea en defender al Engels revolucionario, pero no sabe bien como colocar la Introducción.
Varios años después, en el auge de la revolución alemana, en el congreso de fundación del partido comunista alemán (KPD), el 31 diciembre de 1918, Rosa Luxemburgo pronuncia el «Discurso sobre el programa» en el que una parte importante es dedicada a la Introducción de Engels (5). Aquí, Luxemburgo toma distancia de la Introducción de modo claro: «Yo no quiero decir con esto que Engels con estas afirmaciones se haya hecho corresponsable personalmente de todo el ulterior curso de las cosas en Alemania; yo sólo digo: he aquí un documento clásico de la concepción que estuvo viva en la socialdemocracia alemana, o más bien: que la mató».
Sin embargo, tampoco en este caso Luxemburgo quiere regalar Engels a los revisionistas y por eso agrega que se necesita tener en cuenta que «Engels ha escrito este prefacio bajo la directa presión de la fracción al Reichstag». Y se dice convencida de que si no hubiese muerto poco después, Engels hubiera protestado contra el empleo que fue hecho de aquel texto. Afirmando esto, Rosa no sabe que está muy cercana a la realidad, una realidad que todavía es ignorada en aquellos años tanto por ella como por los otros grandes revolucionarios.
Es importante recordar que el debate sobre la Introducción que se desarrolló en toda la primera parte del Novecientos no fue de tipo puramente filológico, para exegetas del marxismo. Por el contrario, fue un debate de masas que se entrelazó estrechamente con la involución de la socialdemocracia. Ya en 1910 también Kautsky, considerado el «papa rojo» de la Internacional, después de haberse opuesto inicialmente a Bernstein, se desplazaba progresivamente cada vez más a la derecha. A partir de aquel año (es decir, el año siguiente a la publicación de Der Weg zur Macht [El Camino del Poder], un libro todavía sustancialmente marxista y reivindicado por Lenin, aunque tenga ambigüedades), ya el choque en la Segunda Internacional no fue solo entre revolucionarios y reformistas, sino que se extendió también a comprender la batalla contra las posiciones de aquel «centro» donde precisamente se colocaba Kautsky. Y, antes que Lenin, fue la propia Rosa Luxemburgo (quien tuvo la «ventaja» de conocer directamente la involución del SPD, en el cual militaba) a estrellarse con el «centrismo» de Kautsky.
Kautsky inició en aquel período la teorización sobre la existencia de diferencias entre «Oriente y Occidente», es decir, cambiando la posición que había tenido hasta hacía pocos años, indicaba la revolución rusa de 1905 como una experiencia única y diferente («Oriente»), en contraposición con la táctica y la estrategia necesarias en Alemania y en el resto del «Occidente.» Fue el primero en teorizar una «estrategia del desgaste» distinta (aunque no contrapuesta a la época) a la «estrategia del aniquilamiento». No tenemos aquí la posibilidad de profundizar este debate pero nos basta decir que este razonamiento kautskiano será retomado años después (aunque en forma parcialmente diferente) por Gramsci en los Cuadernos de la cárcel, y será utilizado (también más allá de las intenciones de Gramsci) por el reformismo togliattiano y por fin será resucitado por el eurocomunismo en los años Setenta.
Fue así que Kautsky y Bernstein, duelistas en el debate de principios de siglo [XX], se encontrarán juntos en 1917 en el partido centrista USPD (nacido de una escisión del SPD), y se sentarán juntos –como subsecretarios– en el gobierno «de izquierda» que asesinó a Rosa Luxemburgo y a Karl Liebknecht, y que ahogó en sangre la primera revolución alemana.
También Lenin cae en el equívoco
Son raras las referencias de Lenin a la Introducción de Engels en los textos escritos antes de 1917. Es mencionada en un artículo de 1901, «Una nueva matanza», en el que se le debita a Engels (incluso precisando que se trataba de una consideración relativa solo a la Alemania de aquel período) el concepto según el cual «la lucha contra el ejército moderno es imposible y carece de salida victoriosa» (6). Concepto que efectivamente apareció entre las líneas del texto de la Introducción tal como fue conocida a la época. Otra mención de la Introducción está en una carta de 1916 que Lenin le escribe a la dirigente bolchevique Inessa Armand: aquí Lenin subraya cómo el texto de Engels «fue distorsionado en Berlín contra su voluntad» (7).
Pero en su libro más importante de aquellos años, El Estado y la Revolución (publicado solo después de la toma del poder pero fuente de inspiración por la vuelta bolchevique señalada por las Tesis de Abril que cambió el curso histórico de 1917) Lenin no hace ninguna referencia a la Introducción: aunque, como se recordará, El Estado y la Revolución consista en una puntillosa reconstrucción cronológica de las posiciones de Marx y Engels sobre el tema del Estado.
La fallida referencia a aquel texto engelsiano es aún más significativa si se considera que en el «cuaderno azul» (El marxismo y el Estado), recopilado en Zurich entre enero y febrero de 1917, un resumen de 48 páginas con todas las principales citas de Marx y Engels sobre el tema, esquema general de El Estado y la Revolución, Lenin cita la Introducción y hace también referencia a una importante carta del 3 de abril de 1895. En esta carta, Engels se lamentaba con Lafargue de «una fea broma» [una mala jugada] que Liebknecht (padre) le hizo publicando en el Vorwarts el texto mutilado. Lenin también cita otra carta (del 1 de abril de 1895), en este caso a Kautsky, en la cual Engels pedía que en el Die Neue Zeit fuera publicado integralmente su texto.
Por lo tanto, Lenin en 1917 sabe que el texto de la Introducción ha sido manipulado de algún modo por los dirigentes socialdemócratas, pero no conoce en detalle los hechos y sobre todo no conoce el texto original (que será publicado solo después de su muerte) y prefiere entonces no mencionarlo. También para Lenin, en suma, la Introducción resulta un texto embarazoso, difícilmente utilizable. En todo caso, Lenin excluye que haya sido un «viraje» del viejo Engels y por esto abre El Estado y la Revolución subrayando que «la necesidad de educar sistemáticamente a las masas en esta (…) idea de la revolución violenta, es la base de toda la doctrina de Marx y Engels». Luego dedica una gran parte del libro (en particular el capítulo IV: «La degradación del marxismo por los oportunistas») a demostrar (en parte también a sí mismo, puesto que percibió el «centrismo» de Kautsky solo cuando estalló) que también el Kautsky de antes de la guerra, que se irguió defensor de la «ortodoxia» contra Bernstein, ya había sido infectado por los gérmenes del oportunismo. Analizando la involución que ahora le aparece evidente en la sucesión de los libros de Kautsky, Lenin comprende que el problema no estaba en lo que Kautsky había escrito sino en lo que «escondió», en lo que «hizo desaparecer» (las expresiones entre comillas son de Lenin): es decir, aquella necesidad de «romper» la máquina estatal burguesa y reemplazarla con la dictadura del proletariado, necesidad que Marx ya había expresado en los artículos de La lucha de clases en Francia, anticipando en la teoría (veinte años antes) lo que luego los obreros parisinos traducirán en la práctica con la Comuna de 1871.
El interés de Trotsky por este asunto
Siendo intrincado todo el asunto de la Introducción, y en la época todavía en parte desconocido, tanto Trotsky como Rosa Luxemburgo y Lenin, convencido de que aquel texto «desentonaba» con el resto de las obras de Engels y con toda su práctica de dirigente revolucionario, avanzó algunas prudentes críticas.
En su libro sobre la revolución de 1905, Trotsky hace una rápida mención crítica a la Introducción (8). Luego, el tema volvió a interesarlo años después, cuando Riazanov publicó el texto original de Engels. En una carta de 1931 a su hijo Lev Sedov, uno de sus principales colaboradores, Trotsky escribe: «Necesitaría las publicaciones de Riazanov. (…) Lo que necesito sobre todo es el texto del Instituto [Marx Engels, que Riazanov dirigía, ndt] en el cual Riazanov ha restablecido el texto exacto del prefacio de Engels a La lucha de clases en Francia«. (9). Dado que Sedov no logró conseguir la revista del Instituto, Trotsky, después de algunas semanas escribe de nuevo a su hijo sugiriéndole buscar al menos la edición en alemán: “Debería poder encontrar este libro en Alemania. Sería deseable tener este libro (…)».(10).
En 1935, conociendo el hecho (aunque, como veremos, solo en parte), Trotsky vuelve sobre el tema en un artículo en que desmiente cada lectura de un Engels gradualista. Y afirma categóricamente: «La famosa Introducción de Engels (…) suscitó innumerables polémicas; al tiempo los alemanes la modificaron y la cortaron por un problema de censura. En los últimos cuarenta años, filisteos de todos los colores han afirmado en centenares y millares de ocasiones que ‘el propio Engels’ aparentemente había renegado de una vez por todas de los antiguos métodos ‘románticos’ de la lucha de plaza. Sin embargo, si hay algo de lo que Engels renegó fue esencialmente de la idea del putsch, que en última instancia se reduce a escaramuzas de pequeñas minorías; en según lugar, repudió los métodos anticuados, es decir, formas y métodos de la lucha de plaza que no se corresponden con los progresos de la técnica. (…) [para Engels, ndr] es necesario que la tercera parte o, mejor aún, los dos quintos del ejército (…) adquieran simpatía por el socialismo; en este caso, la insurrección no será un ‘putsch’; las barricadas volverán a ser utilizadas, claramente no las barricadas de 1848, sino las barricadas ‘nuevas’, que, sin duda servirán para los mismos propósitos: parar la ofensiva del ejército contra los obreros, ofrecerles a los soldados la oportunidad y el tiempo necesarios para constatar el poder de la insurrección y crear así las mejores condiciones para que el ejército se pase de parte de los rebeldes.» (11).
Incluso ignorando muchos aspectos del atormentado génesis de la Introducción engelsiana, que contaremos enseguida, el jefe del Ejército Rojo comprendió bien que Engels, apodado no al azar «el General», solo quiso hacer consideraciones técnicas sobre como mejor preparar la insurrección, como primer acto de la revolución.
Génesis y censura de la Introducción
Contrariamente a cuanto se lee a menudo, Marx no ha escrito un libro titulado Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. Tanto la elección del título como de los textos contenidos en aquella antología fue hecha por Engels en 1895, seleccionando entre los artículos que Marx había publicado en el Neue Rheinische Zeitung (12).
La Introducción fue escrita por Engels entre la mitad de febrero y los primeros días de marzo de 1895. Y es aquí que se inicia la historia de su falsificación. Para comprender esta historia es necesario saber que Engels, escribiendo el texto, ya se había impuesto algunos límites, para no crear problemas en el partido alemán que vivía una situación particular.
En 1878 fueron emitidas en la Alemania de Bismarck las leyes especiales (con el pretexto de una presunta responsabilidad del SPD en atentados anarquistas contra el káiser Guillermo I). Las leyes especiales llevaron a la cárcel a decenas de dirigentes del partido, los círculos fueron cerrados, las publicaciones prohibidas (tanto que el célebre libro de Bebel, La mujer y el socialismo, de 1879, para ser difundido debió circular con la cubierta de otro libro). El SPD pudo seguir presentándose a las elecciones pero no podía hacer propaganda directa ni asambleas del partido y los parlamentarios electos no eran formalmente representantes del partido. El SPD tuvo que utilizar varias estratagemas, cubriendo la actividad política con asociaciones culturales y deportivas.
Las leyes especiales fueron prorrogadas varias veces y solo se suspendieron en 1890, con la caída de Bismarck. Pero en diciembre de 1894 el gobierno presentó un nuevo proyecto de ley «contra las actividades subversivas» y este proyecto estuvo en discusión en el parlamento justo en las semanas en que Engels curaba la antología de Marx y preparaba la Introducción.
El 6 de marzo, Engels recibió una carta de Richard Fischer, dirigente del SPD y responsable de las publicaciones del partido. Fischer le pidió a Engels atenuar el tono de su texto y hacer algunos cortes.
En la respuesta del 8 de marzo, Engels contesta con preocupación los argumentos usados por Fischer y ve en ellos una actitud oportunista de la dirección del partido; una falla parecida a aquellas contra las que ya combatía desde 1891, cuando se decidió a publicar la inédita Crítica del Programa de Gotha de Marx, para utilizarla en la batalla para preparar el inminente e importante Congreso que el SPD realizará en Erfurt. Engels, pues, polemiza con Fischer y rechaza algunas solicitudes de modificación, en tanto acepta otras.
Es importante adelantar aquí, antes de la reconstrucción sinóptica que enseguida haremos de todo el hecho, que este intercambio de cartas entre Engels y Fischer no fue conocido por Rosa Luxemburgo ni Lenin ni Trotsky, y que la respuesta de Engels del 8 de marzo permaneció inédita hasta 1967, cuando fue publicada por el historiador Hans Josef Steinberg (13).
El carteo entre Engels y Fischer es muy importante porque desmiente totalmente varias tesis falsas: no solo la tesis de la «conversión» de Engels sino hasta la premisa misma de la tesis, es decir, que la Introducción fuera entendida por Engels como un «testamento» en el cual proponer un cambio de estrategia. Pero el carteo también desmiente a quienes sostienen que en definitiva los cambios aceptados por Engels no habrían cambiado la esencia del texto. Esta última tesis es destruida por la simple lectura de la carta de Fischer del 6 marzo. En efecto, el propio Fischer explica que cree necesario hacerle cortes al texto porque «(…) tendrás que admitir tú mismo que no sería difícil para un adversario de mala fe afirmar que la quintaesencia de tu texto es: nosotros no hacemos hoy la revolución por la sola razón de que no somos bastante fuertes, porque no tenemos todavía suficientemente infiltrado el ejército (…); que en caso de guerra nosotros enarbolaremos la bandera de la revolución contra el enemigo nacional, etcétera».
El resumen que Fischer hace de la versión original de la Introducción es inequívoco: aunque Engels ya se hubiera «autocensurado» para no dar ulteriores pretextos al gobierno para hacer aprobar las nuevas leyes especiales, el texto que había enviado para que fuera impreso afirmaba, con algunas prudentes vueltas de frase, que: 1) hacía falta preparar las fuerzas en la perspectiva de la revolución; 2) que para esto era necesario «infiltrarse» en el ejército, es decir, ganar a una parte de los militares (de las filas) para la causa, para luego «romper el Estado»; 3) que en caso de una nueva guerra, el SPD tendría que alinearse contra el propio Estado y contra el gobierno burgués, enarbolando «la bandera de la revolución contra el enemigo nacional.»
Igualmente importante es la réplica de Engels del 8 marzo: «He tenido en cuenta, dentro de lo posible, vuestras graves preocupaciones (…). Sin embargo, no puedo admitir que queráis entregaros alma y cuerpo a la legalidad absoluta (…). Legalidad solo hasta cuando y en la medida que nos convenga, pero ninguna legalidad a cualquier precio (…). Pienso que vosotros no tenéis nada que ganar (…) de la renuncia absoluta al recurso de la violencia. Nadie os creerá. (…) Además tengo que tener en cuenta a los extranjeros –franceses, ingleses, suizos, austríacos, italianos, etcétera– que leerán estos escritos: no puedo comprometerme a tal punto ante sus ojos». (14).
Entonces Engels admite la necesidad de un alguna prudencia táctica en Alemania en aquellas semanas, pero rechaza decididamente la tentativa de la dirección del partido de utilizar la situación para abrazar peligrosas teorías «legalistas», pacifistas, gradualistas. Sobre todo está preocupado porque sabe que su texto también será leído por los militantes de las otras secciones de la Internacional y no quiere que pueda ser interpretado como la indicación de un cambio de estrategia.
El 14 de marzo, Fischer contesta tratando de disminuir las divergencias y en todo caso aceptando el texto con las solas modificaciones que Engels –aunque sin entusiasmo– ha aprobado. Nótese, de paso, que en todo el carteo Fischer se dirige a Engels con el gracioso apodo con que lo llamaron amigos y compañeros: «General». Un apodo que de modo alguno se adapta a la imagen que por más de un siglo han querido presentarnos de un viejo Engels convertido al reformismo, que escribe este «testamento» para indicar una vía parlamentaria al socialismo.
La «vergonzosa equivocación»: a la censura se suma la falsificación
Pero la conflictiva historia de la Introducción no acaba con las solicitudes de censura de Fischer. Antes que el texto, dos veces censurado por Engels (una primera vez durante la redacción originaria, una segunda vez por solicitud de Fischer), sea dado a la prensa, el 30 de marzo el órgano principal del SPD, el Vorwarts, pública un artículo con el título «Cómo se hacen hoy las revoluciones», en el que son seleccionadas con esmero y extraídas del contexto algunas frases de la Introducción de modo de deformar una vez más el pensamiento de Engels. El autor de esta operación es Wilhelm Liebknecht.
El General se enfurece y comienza a escribir cartas de protesta a todos los dirigentes alemanes y también a los de otras secciones de la Internacional, denunciando el abuso. A diferencia del carteo con Fischer, publicado integralmente solo en 1967, la existencia de estas cartas es pública desde 1909, como veremos enseguida.
Añadimos en todo caso que no se puede excluir que las cartas en nuestra posesión no sean todas aquellas efectivamente escritas por Engels y que cualquiera de ellas haya podido ser destruida por sus ejecutores testamentarios (Bernstein y la dirección del partido), o se haya perdido. En todo caso, aquellas encontradas ya son suficientes para arrojar posterior luz sobre el hecho (15).
Como hemos visto, Engels no estaba para nada satisfecho con los cortes que Fischer le pidió y que aceptó en parte. En efecto, en una carta a Kautsky del 25 de marzo escribe: «Mi texto ha sufrido a causa de las objeciones excesivamente aprensivas de nuestros amigos de Berlín por el proyecto de leyes especiales –objeciones que, en estas circunstancias, no he podido ignorar».
Pero la maniobra censoria llevada a cabo por Liebknecht –sin tampoco avisar– llega a transformar a Engels, como él denuncia en una carta del 1 de abril a Kautsky, en un «adorador de la legalidad a toda costa». Se trata de «una vergonzosa equivocación», escribe Engels, que juzga inaceptable la censura de Liebknecht. Por esto cree necesario que el texto sea ahora publicado lo más pronto posible en el Die Neue Zeit.
Aquí señalamos un punto controvertido: ¿cuándo Engels invoca la publicación en la revista de Kautsky, está pidiendo que sea impresa su versión original o aquella con los cortes de Fischer que ha aceptado? Trataremos enseguida de dar una respuesta.
Es un hecho que en el Die Neue Zeit, número 27-28 de 1895, se publica la «versión Fischer» (que, repitámoslo, ya pasó por el proceso de autocensura de Engels y ha padecido en parte los cortes impuestos por la dirección del SPD).
El 3 de abril, Engels le escribe a Paul Lafargue, dirigente de la sección francesa, para avisarle que «Liebknecht me ha jugado un buen tiro. Ha tomado de mi introducción (…) todo lo que pudiese servirle para sostener tácticas pacíficas y no violentas a toda costa. Pero yo (…) solo sostengo estas tácticas para la Alemania de hoy y además con muchas reservas.» En otros países, continua Engels, esta táctica (es decir, el empleo del parlamentarismo y los espacios democráticos burgueses) ya no es hoy aplicable: «y para Alemania podría volverse no aplicable mañana.»
La publicación de la Introducción original
Hizo falta esperar treinta años para que viniera a la luz el texto original de la Introducción tal como Engels la escribió originariamente, es decir, la versión que había mandado a Fischer y sobre la que luego hizo una parte de los cortes que le fueron pedidos.
Fue el estudioso soviético David Riazanov, director del Instituto Marx-Engels, quien publicó en marzo de 1925, en el primer número de la revista Unter dem Banner des Marxismus un artículo sobre el hecho y quien publicó luego en 1930 el texto integral de la Introducción.
El artículo de Riazanov, sin embargo, no aclara la existencia de dos pasos: primero, las solicitudes de Fischer de cortar el texto; luego, la falsificación de Liebknecht sobre el texto ya autocensurado (16). Eso también es debido al hecho de que el propio Riazanov no tenía conocimiento de todo el carteo con Fischer. Leyendo su artículo se puede entender (y algunos así lo han entendido, añadiendo equívoco a la equivocación) que en las citadas cartas a Kautsky y a Lafargue del 1 de abril, Engels estaba refiriéndose a la versión finalmente publicada en el Die Neue Zeit y a aquella (igual) publicada en el libro con los artículos de Marx: es decir, que está refiriéndose a la que podríamos definir «versión Fischer», mientras sus protestas se refieren a la empalagosa falsificación realizada por Liebknecht.
Uno de los pocos que en la época conoció todo el hecho y podía distinguir pues entre los dos distintos episodios era Karl Kautsky, con quien Engels, como hemos visto, se quejó sea por las solicitudes de Fischer como por el «tiro» de Liebknecht. Pero, en el prefacio a la edición francesa de su Le marxisme et son critique Bernstein, Kautsky (1899) se limita a negar que la Introducción pudiese ser leída como un «testamento» (17). Y diez años después, en 1909, en El Camino del Poder, hace una referencia a la carta que Engels le había escrito para protestar contra los cortes de Liebknecht, pero no explica el anterior carteo con Fischer y solo hace una rápida mención sobre la solicitud de la dirección del SPD a Engels para que se «autocensure» (18).
Otro que conoció la historia en sus diferentes pasos fue obviamente Bernstein, pero no podía revelarla porque habría derrumbado uno de los pilares de su revisión: el presentarse como el más fiel continuador de la evolución de Engels. Así, para seguir defendiendo la invención del «testamento», del que fue el inventor, en 1926 contestó indirectamente a la publicación de Riazanov dando a la prensa (el Sozialistische Monatshefte) las cartas de Fischer a Engels del 6 y el 14 de marzo, en una versión purgada. De este modo trató de confundir una vez más el hecho, tratando de demostrar que Engels había sido avisado de las modificaciones. Se trataba de una verdad parcial, hecha aún más parcial por la omitida publicación de la carta del 8 de marzo de Engels a Fischer. De este modo se mantuvieron ocultos, sea el motivo por el cual Fischer pidió los cortes (es decir, ¡el juicio sobre un texto que creía demasiado revolucionario!), sea el rechazo opuesto por Engels a algunas modificaciones, sea la aclaración de Engels sobre que las modificaciones aprobadas (de mala gana) no implicaban un cambio de estrategia para el mundo entero.
Solo en 1967, como ya hemos adelantado, todo el hecho se hará comprensible gracias a la publicación completa de las cartas de Engels-Fischer, a cargo del historiador alemán Steinberg en Review of Social History.
Seis introducciones en lugar de una
Como se ve, el hecho está más enredado que una novela de Agatha Christie. Entonces bien, como a menudo hace Hércules Poirot a la mitad de la historia, probemos resumir lo que sabemos, para luego proceder a ver cómo todavía este hecho es falsificado, conscientemente o inconscientemente, en gran parte de los libros, también recientes, que se ocupan del tema.
Tenemos hasta aquí reconstruida la existencia de seis versiones de la Introducción de Engels. Probemos enumerarlas.
- La Introducción 1 es un texto virtual: es el texto que Engels habría escrito si no se hubiera enseguida autocensurado para no crear problemas al SPD en aquel momento delicado en que estuvieron en discusión nuevas leyes represivas. Un buen filólogo podría reconstruirla, al menos en parte, examinando las correcciones que Engels aportó al manuscrito. Claramente es imposible conocer las otras autocensuras que, por los mismos motivos, Engels hizo directamente al texto mientras lo ideaba. Lo importante en todo caso es tener en cuenta que también la versión «original» fue escrita en una situación social particular, que impedía la libre expresión.
- La Introducción 2 es el primer texto que Engels le envió a Fischer. Es un abuso hablar de este texto como de un «testamento»: sea porque Engels no quiso proponer con ello ningún cambio estratégico hacia alguna forma de gradualismo, sea porque –por el contrario– justo en aquellos años estaba conduciendo una batalla (su última batalla) contra el oportunismo y el gradualismo de algunos dirigentes del SPD: pero sobre esto volveremos enseguida. Sobre todo, es bueno notar que Engels no sospechaba que la muerte habría de llegarle poco después: como lo prueba el hecho de que estaba planificando una gran cantidad de otros trabajos de los cuales hablaba en las cartas, dando a ellos un peso que no le dio a esta Introducción. Pues la Introducción (que hemos enumerado como segunda) habría sido en las intenciones de Engels un texto relativamente marginal, uno de los innumerables prefacios que escribió para las ediciones en varias lenguas sobre sus textos y los de Marx.
- La Introducción 3 es otro texto virtual: se trata de la introducción tal como habría resultado si Engels hubiese aceptado todas las modificaciones solicitadas por Fischer (es decir, de la dirección del SPD). Es un texto que podría ser fácilmente escrito utilizando el carteo Engels-Fischer.
- La Introducción 4 es el texto que Engels reescribe aceptando en parte las solicitudes de Fischer. Es un texto del que no está contento (como le explica a Kautsky en la carta que hemos citado) porque podría ser mal interpretado. Este es el texto que se publicó en el Die Neue Zeit y en el libro con los artículos de Marx. Es el texto que por años ha sido considerado la versión original: hasta que Riazanov demostró que existió otro, publicando aquel al que hemos atribuido aquí el número 2.
- La Introducción 5 es el texto que Liebknecht publica en el Vorwarts, manipulando la Introducción n. 4 hasta transformar a Engels, como habría dicho la propia víctima, en un vulgar filisteo. Es el texto que suscita la ira furibunda de Engels y que lo lleva a decirle a Kautsky para publicar la versión original. Como se ha señalado, no está claro sobre si a este punto Engels pretendía la publicación de la Introducción n. 2 (la versión que no gustó a la dirección del SPD), o de la Introducción n. 4 (el texto fatigosamente acordado con Fischer). Nuestra impresión es que Engels se refería a la número 2, la única capaz de disipar las equivocaciones producidas por Liebknecht: también porque la n. 4 ya había sido encaminada a la prensa con los artículos de Marx, y no se comprende por qué Engels habría tenido también la «pretensión» de que se publique esto en el Die Neue Zeit. Lo más probable es que la publicación requerida fuera, por lo tanto, la del texto «incómodo», un modo de refutar con claridad los pastiches de la dirección del SPD, ahuyentando cada equivocación en la revista teórica que era leída por todos los cuadros del partido.
- La Introducción 6, por fin, es un texto que no existe ni en formato de carta ni virtual, pero es aquel al que todos hacen referencia. Estamos hablando del texto que después de Bernstein cada buen reformista cita sin necesidad de indicar las frases precisas en las cuales Engels habría hecho determinadas afirmaciones que le son atribuidas. Es un texto sencillamente evocado como un estribillo: «en el fondo, también el último Engels sostenía que…». La Introducción n. 6, es decir, ya no tiene ninguna relación con las otras versiones: ni con lo original ni con aquella autocensurada; tiene una parentesco estrecho solo con la versión falsificada publicada por Liebknecht, que en todo caso no es más reclamada como prueba porque muchos ya saben que es falsa. Es, pues, solo un título al que se alude como prueba de una inexistente conversión de Engels, poco antes de morir, al pensamiento de los filisteos reformistas, los partidarios de una vía al socialismo de la que la revolución sea eliminada, o completamente a favor de la vía parlamentaria, o por lo menos anestesiada (este es el uso que hacen de esto muchos oportunistas), atribuyendo a la participación en las elecciones burguesas un peso estratégico en lugar del peso meramente táctico sostenido por Engels. Cuando se habla de la Introducción como de un «testamento», ya se está haciendo uso de esta Introducción que hemos enumerado como sexta: un texto evocado e inexistente que nada tiene a que ver con Engels y con el marxismo.
El uso habitual del texto evocado
La que hemos definido «Introducción n. 6″, el texto evocado, es no solo la única de las seis introducciones que es citada habitualmente por historiadores y políticos, sino también es el texto más citado «de» Engels: ¡a pesar de que Engels no lo haya escrito nunca!
Una de las dos principales ediciones italianas en el mercado del libro de Marx y de la relativa Introducción engelsiana, aquella de Editori Riuniti, contiene un ensayo de Angelo Bolaffi que afirma la teoría por la cual Engels habría querido asignar a la Introducción «el sentido de un real testamento político», que contiene una «redefinición de las coordenadas estratégicas» (19). En el amplio y detallado prefacio, Bolaffi sobrevuela sobre la verdadera historia del así llamado «testamento.» Solo en un breve «nota a los textos» hace referencia a las solicitudes de Fischer: pero olvida las respuestas de Engels y no hace ninguna mención a la sucesiva falsificación de Liebknecht ni al empleo de un texto mítico e inexistente repetido desde hace más de un siglo. Todo eso no es casual, porque Bolaffi sigue valiéndose del texto evocado como prueba del presunto cambio de «coordenadas estratégicas» que el viejo Engels habría obrado. De este modo, Bolaffi confirma las tesis generales que sostenía el PC italiano, en la época propietario de aquella casa editorial.
La otra edición importante en lengua italiana es aquella de la editora Einaudi hecha por Leandro Perini (20). La amplia introducción de Perini no hace ninguna referencia a la cuestión de las falsificaciones. Solo una nota de pie de página habla de «correcciones y mitigaciones» hechas por Engels para satisfacer las preocupaciones de Fischer en relación con la amenaza de leyes antisubversivas» y se señala rápidamente la edición mutilada publicada por Liebknecht en el Vorwarts. También aquí, en todo caso, todo el hecho –que ha acompañado la historia de este libro y que ha atravesado y dividido el movimiento obrero por un siglo– es reducido a una aclaración en nota de pie de página que no le permite conocer al lector el manejo que se ha hecho del texto.
Podríamos continuar largamente, citando decenas de ediciones, en lenguas diferentes, del libro de Marx y la Introducción de Engels: el método empleado es el mismo: en algún caso por ignorancia de los editores, en otros casos porque minimizar las manipulaciones es funcional para legitimar la leyenda del «testamento.» Limitémonos a la principal edición en lengua portuguesa, en venta en el Brasil: la edición Boitempo (editorial que tiene en catálogo gran parte de los textos de Marx y Engels en portugués) dedica una nota de exactamente dos líneas para aludir a «partes borradas» por voluntad de la dirección del SPD. Las partes suprimidas, aquí como en los otros casos que hemos citado, son publicadas entre corchetes: pero no se llama la atención del lector sobre las manipulaciones padecidas por el texto ni sobre las condiciones en que fue escrito, no se perciben las diferencias importantes entre lo original (sobre el cual, repetimos, Engels ya se hubo «autolimitado») y el texto publicado. Tanto menos está claro al lector que el texto efectivamente utilizado en todos los debates, de Bernstein en adelante, es el texto que hemos definido «evocado» (21).
Si consideramos que la mejor biografía de Engels, escrita por Ernest Mayer, de casi mil páginas, no explica la génesis y la turbulenta vida del texto engelsiano (22), entendemos cómo por décadas los revisionistas de todo pelaje hayan tenido buen tino para utilizar a Engels en sostén de sus teorías: limitándose a «evocar» la Introducción de 1895.
Uno de los textos más conocidos en este sentido –y que ha hecho escuela, siendo sucesivamente retomado y citado centenares de veces en muchos libros– es el prefacio que en 1970 Lucio Colletti (en la época «marxista», ¡y que en la vejez pasó ser senador de Berlusconi!) ha escrito para presentar el libro con el cual Bernstein experimentó por primera vez el uso distorsionado del texto de Engels. Colletti se distingue porque logra al mismo tiempo dar crédito a la leyenda del «testamento», es decir de la «revisión» (inventada) de Engels al momento de su muerte, y a no decir una palabra sobre el proceso de «revisión» (este sí real) padecido por el texto. El todo sirve a Colletti para concluir que Engels habría indicado una «nueva perspectiva estratégica», en la cual la revolución es reemplazada por las elecciones y la Introducción sería «un preámbulo no consciente» del revisionismo (23).
Un caso aparte es la lectura de la Introducción hecha por Jacques Texier, uno de los más conocidos expertos franceses sobre el pensamiento de Marx, muerto hace pocos años. Texier logra la empresa de reconstruir de modo más o menos correcto el proceso de la Introducción (de las solicitudes de censura de Fischer a la falsificación de Liebknecht) para luego concluir minimizando la importancia de estos cambios en la definición del texto y aceptando así la leyenda del «testamento» sobre la que basa toda una larga tirada anti-leninista (24).
Parecida es la reconstrucción que en 1976 hace Steinberg, uno de los más importantes historiadores de la Segunda Internacional (de orientación reformista, cercano al SPD de la época). En su estudio principal, El socialismo alemán de Bebel a Kautsky, subraya una cosa verdadera: que las cartas de protesta de Engels se refieren a la publicación falsificada hecha por Liebknecht y no a la versión que finalmente aparece en el Die Neue Zeit (25). Sin embargo, al precisar esto, Steinberg minimiza las anteriores censuras solicitadas por la dirección del SPD y aceptadas (en parte y con resistencias), por Engels. Sobre todo, no evidencia que la gran confusión suscitada alrededor del texto de Engels facilitó el empleo que hemos definido «evocativo» del texto como legitimación de una presunta conversión «parlamentarista» de Engels. La interpretación equivocada de Steinberg es paradójica, en especial si se considera que fue el propio Steinberg quien encontró y publicó en 1967 el carteo íntegro entre Fischer y Engels que aclara la historia.
La verdadera reconstrucción de la historia
Antes de ver cómo la falsa reconstrucción de la historia de la Introducción continúa resistiendo hasta hoy, tenemos que señalar que existe un pequeño número de estudiosos que ha reconstruido correctamente el hecho. Entre las centenares de interpretaciones que hemos leído para preparar este artículo, entre ellas una gran cantidad de reconstrucciones falsas, con omisiones o alteradas, solo hemos encontrado a cuatro historiadores que ofrecen la reconstrucción verdadera (no excluimos que existan también otros historiadores informados sobre los hechos de que escriben, pero en proporción no superior a 1% de los textos dedicados a la cuestión).
El primero en hacerlo en detalle, en 1969, fue el sueco Bo Gustafsson en su monografía sobre el revisionismo, uno de los textos más importantes sobre la historia de la Segunda Internacional, más veces traducido en varias lenguas (26).
La mejor y más detallada reconstrucción de todo el turbulento hecho de la Introducción de Engels, sin embargo, está en la monumental obra del estudioso y militante de origen trotskista Hal Draper: Marx’s Theory of revolution [Teoría marxista de la revolución], publicado a finales de los años setenta en los Estados Unidos, en las ediciones del Monthly Review (27). Draper aclara cómo Bernstein, incluso sabiendo del carteo entre Engels y Fischer, y conociendo pues la verdad, aprovechó su papel de testamentario para ocultar por años una parte de los textos engelsianos (entre ellos la versión original de la Introducción), y así inventar la leyenda del «testamento.» El mérito de Hal Draper también es haber aclarado que la misma publicación de parte de Riazanov de la Introducción no cortada indujo, en todo caso, a muchos a confundirse entre el texto falsificado por Liebknecht (que suscitó la ira de Engels) y la versión mutilada por los cortes solicitados por Fischer. Una confusión que persiste y que también ha sido señalada por uno de los más recientes biógrafos de Engels, Manfred B. Steger (28).
En tiempos más recientes, por fin, Hernan Ouvina, en una antología sobre los análisis marxistas del Estado, editados por Mabel Thwaites Rey, parte de una correcta reconstrucción de los hechos que demuestra las profundas alteraciones que ha padecido la Introducción desde su génesis. Sin embargo, siguiendo la actitud casi unánime de los historiadores, también Ouvina en las conclusiones hace una voltereta lógica y atribuye al texto de Engels el valor de un texto «de cambio de rumbo» y lo lee como una especie de anticipación de Gramsci y de la sustitución de la «guerra de maniobra» por la «guerra de posición», es decir, se une al ya espeso coro y le debita a Engels la renuncia a la conquista del poder por la insurrección y la revolución (29).
La última batalla de Engels
Llegados a este punto de la historia, resta hacerse una pregunta:¿eran necesarios estudios filológicos para convencerse de que Engels no quiso dejar un «testamento» que contuviera una abjuración del marxismo? Es decir, ¿era necesario que Riazanov publicara el texto original y que luego Steinberg publicara el carteo con Fischer? La respuesta es categóricamente negativa.
Y viceversa, para aceptar la leyenda del «testamento» era (y es) necesario ignorar no solo toda la obra teórica y la acción práctica de Marx y Engels, en cuya base, para repetir la cita de Lenin, está «la necesidad de educar sistemáticamente las masas en esta (…) idea de la revolución violenta», sino que fue y es necesario también ignorar todos los escritos de Engels, de aquellos sus últimos años de vida.
Además de editar las obras de Marx, y en particular completar el segundo libro de El Capital, publicado en 1885, y el tercero, publicado en 1894, además de escribir algunos libros propios, Engels se volvió después de la muerte de Marx (1883) la principal guía de todos los partidos de la Segunda Internacional (fundada en 1889), el punto de referencia teórico al que apelaban los dirigentes para tener sugerencias políticas.
Eso se confirma por las dimensiones impresionantes de la correspondencia que tenía cotidianamente con Bebel y Liebknecht (principales dirigentes de la sección alemana), Paul Lafargue y su mujer Laura, hija de Marx (dirigentes de la sección francesa), Eleanor (otra hija de Marx) y Edward Aveling (dirigentes del movimiento en Inglaterra), y con los dirigentes de la sección austríaca, polaca, y los marxistas estadounidenses, rusos, italianos y de muchas otras partes del mundo (30).
Ahora, leyendo las cartas de Engels y los libros del último período, no se encuentra ninguna huella de la presunta «revisión» que según el 99% de los historiadores habría querido hacer con la Introducción. Por el contrario, se descubre que Engels era consciente de los riesgos de una deriva oportunista de la socialdemocracia y en particular estudió los primeros gérmenes del mal en el partido más grande de la Segunda Internacional, el SPD, que estaba creciendo exponencialmente en términos políticos y electorales (hasta llegar a 20% de los votos en 1890) y que disponía de un aparato burocrático cada vez más grande, con centenares de electos en las instituciones, funcionarios, periodistas, como se dijo: «un Estado en el Estado.»
Justo por esto en 1891, en plena discusión sobre el nuevo programa que el SPD adoptaría en el congreso de Erfurt, Engels decide publicar en el Die Neue Zeit la inédita Crítica del programa de Gotha que Marx había escrito en 1875, cuando sobre bases confusas ocurrió la unificación de la socialdemocracia alemana (31). La publicación del viejo texto de Marx, que contenía ásperas críticas a los dirigentes «marxistas» que sucumbían al reformismo de los lassallanes, suscitó la cólera de aquellos mismos dirigentes, a partir de Wilhelm Liebknecht (que contestó con un editorial en el Vorwarts, rechazando las críticas de Marx). Pero el viejo texto de Marx fue un instrumento útil, junto con el nuevo texto elaborado por Engels en aquellas semanas (y que quedó inédito hasta 1901): la Crítica al proyecto de programa de Erfurt, enviado a los dirigentes socialdemócratas y a Kautsky y Bernstein que de hecho reescribieron el programa, tirando la primera prueba (aquella a la que se refiere precisamente la Crítica), logrando hacer aprobar en Erfurt el primer programa sobre bases sustancialmente marxistas aprobadas por un congreso de la socialdemocracia (32). Lo esencial de la Crítica de Engels (como Lenin notará en El Estado y la Revolución) fue dirigida justo contra cada idea de gradualismo: ¿es pues creíble que poco después el «General», en guerra contra el oportunismo, se convirtiera a su vez al gradualismo?
Todos los demás textos de Engels de aquellos años, que no tenemos cómo examinar aquí, van en la misma dirección, todos son instrumentos para reforzar una batalla contra las primeras señales de oportunismo en el SPD (33). Desafortunadamente, la muerte (por un cáncer en el esófago), lo sorprende el 5 de agosto de 1895. La batalla que había iniciado será continuada, por un período, por Karl Kautsky (quien luego capitulará), y hasta el final por Rosa Luxemburgo, Lenin y Trotsky.
El «filisteo socialdemócrata»
Algunos historiadores, incluso conociendo las presiones a que el grupo dirigente socialdemócrata había sometido a Engels para que modificara la Introducción, como hemos visto minimizan las diferencias entre el texto original y aquel efectivamente publicado en el Die Neue Zeit (34). Para sostener esta interpretación es necesario, sin embargo, olvidarse de dos cosas: primero, del hecho de que la misma dirección del SPD consideraba el texto demasiado revolucionario (como lo demuestra la ya citada carta de Fischer del 6 de marzo); segundo, que prescindiendo de la interpretación de los dirigentes, la simple comparación del original con la «versión Fischer» publicada hace evidentes las diferencias cualitativas entre los dos textos.
Como ha explicado Riazanov al publicar el original, los cortes son pocos pero van todos en la dirección de desnaturalizar el sentido de lo que Engels había escrito. Engels escribe (aunque auto-censurándose) un texto que explica cómo las innovaciones técnicas y militares aportadas después de 1848 requieren… nuevas tácticas para mejor afrontar las batallas en la calle. Se lee en cada línea el interés del «General» por las cuestiones militares: con precisas referencias a las modificaciones del armamento, del fusil sin estrías a percusión de 1848 al fusil a repetición de pequeño calibre «que tira cuatro veces más lejos y es diez veces más preciso.»
¡Qué rara conversión pacifista! En todo caso no hay ni en el original ni en la «versión Fischer» ninguna confianza en una vía parlamentaria al socialismo. Engels escribe: «las instituciones del Estado, en las cuales se organiza el dominio de la burguesía, todavía ofrecen otros municiones a través de las que la clase obrera puede combatir estas mismas instituciones estatales.»
Así, Engels es inequívoco: da una definición de Estado como Estado burgués (rechazando la idea reformista del Estado «neutral») y luego precisa que en determinadas circunstancias (está pensando en la Alemania del período) es posible combatir el Estado burgués utilizando instrumentalmente el parlamentarismo.
Es esto que explica porque Liebknecht no se conformó con los cortes hechos e hizo otros más profundos. Y esto explica también por qué los reformistas (de ayer y de hoy) prefieren no citar siquiera el ya recortado texto sino referirse sencillamente a uno inexistente, que evocan con el descarado título de «testamento.»
Como Engels escribió en un texto de aquellos mismos años, el prefacio del 1891 a la Guerra civil en Francia de Marx: «el filisteo socialdemócrata recientemente se ha sentido preso una vez más por el sagrado terror sintiendo la expresión dictadura del proletariado.» Es un terror de hoy y de ayer: ¡no por acaso el editor (es decir, el partido) creyó bien reemplazar a la expresión «filisteo socialdemócrata» por el menos ofensivo (¡para los editores mismos!) «filisteo alemán». Pero es de algunos dirigentes socialdemócratas que Engels estaba hablando, no de indeterminados «alemanes».
Marxismo y blanquismo
La atención de Engels en aquellas semanas de 1895 estaba dirigida a trabajos que consideraba más importantes que la Introducción, como el libro de Marx sobre las Teorías de la plusvalía, conocido también como «cuarto» libro de El Capital (y que será publicado por Kautsky). Al mismo tiempo inició otros trabajos: sobre los escritos juveniles de Marx, sobre la correspondencia entre Marx y Lassalle, sobre la historia de la Internacional y además tenía en proyecto una biografía de Marx.
Cuando envía el texto de la Introducción a Fischer no imagina el uso que se hará de ella después de su muerte. Notamos pues, de paso, que es de verdad paradójico que la Introducción haya sido presentada por décadas como el punto de partida del gradualismo, olvidando que fue escrita para introducir justamente los textos de Marx en los que aparece por la primera vez la explícita expresión «dictadura del proletariado» (que estaba presente ya en el Manifiesto, pero solo como concepto).
Bernstein fue el primero (de centenares) en querer utilizar la Introducción para ver en esta una crítica de Engels a un presunto «blanquismo» del marxismo del ’48 y los años de exordio del socialismo científico. Para defender esta tesis, Bernstein en primer lugar caricaturizó a Auguste Blanqui, de quien sin embargo Marx y Engels tuvieron gran consideración y al que definieron «cabeza y corazón del proletariado francés». Desde entonces siempre el reformismo (y el estalinismo) ha usado una caricaturesca imagen de Blanqui para rechazar junto a su «sustitutismo» de la clase el concepto mismo de partido de vanguardia, y para rechazar, junto a la reducción blanquista de la revolución a la insurrección (y de la insurrección a las barricadas), la revolución misma. Pero Marx criticaba el blanquismo como pensamiento de un revolucionario de otra época, de rasgos utópicos, mientras que Bernstein y los reformistas criticaron (y critican) a Blanqui en cuanto revolucionario (35).
Es Trotsky, en Terrorismo y Comunismo, quien aclara la cuestión en polémica con Kautsky: los blanquistas, dice, «comprendían perfectamente la importancia del poder revolucionario y se guardaban bien, al plantear el problema de su conquista del poder, de respetar religiosamente los aspectos formales de la democracia.» Y es esto lo que define un surco entre el heroico Blanqui y sus críticos reformistas. Pero los bolcheviques, añade, a diferencia de Blanqui construyeron un partido arraigado en la clase obrera (no un grupo que la reemplace), y vieron en la insurrección no un sustituto concentrado de la revolución sino su acto conclusivo (36). Y siempre es Trotsky el que vuelve sobre el tema aclarando, indirectamente, la posición que Engels también expresada en el así llamado «testamento.» Merece la pena hacer una larga cita de la Historia de la Revolución Rusa:
«La insurrección es un arte y como todo arte tiene sus leyes. (…) El error de Blanqui consistía no en su teorema directo, sino en el recíproco. Del hecho que la incapacidad táctica condenaba al fracaso a la revolución, Blanqui deducía que la observación de las reglas de la táctica insurreccionar era capaz por sí misma de asegurar la victoria. Solamente a partir de esto es legítimo oponer el blanquismo al marxismo. La conspiración no sustituye a la insurrección. La minoría activa del proletariado, por bien organizada que esté, no puede conquistar el poder independientemente de la situación general del país: en esto el blanquismo es condenado por la historia. Pero únicamente en esto. El teorema directo conserva toda su fuerza. Al proletariado no le basta con la insurrección de las fuerzas elementales para la conquista del poder. Necesita la organización correspondiente, el plan, la conspiración. Es así como Lenin plantea la cuestión.
La crítica de Engels, dirigida contra el fetichismo de la barricada, se apoyaba en la evolución de la técnica en general y de la técnica militar. La técnica insurreccional del blanquismo correspondía al carácter del viejo París, a su proletariado, compuesto a medias de artesanos; a las calles estrechas y al sistema militar de Luis Felipe. En principio, el error del blanquismo consistía en la identificación de revolución con insurrección. El error técnico del blanquismo consistía en identificar la insurrección con la barricada. La crítica marxista fue dirigida contra los dos errores. Considerando, de acuerdo con el blanquismo, que la insurrección es un arte, Engels descubrió no solo el lugar secundario de la insurrección en la revolución, sino también el papel declinante de la barricada en la insurrección. La crítica de Engels no tenía nada en común con una renuncia a los métodos revolucionarios en provecho del parlamentarismo puro, como intentaron demostrar en su tiempo los filisteos de la socialdemocracia alemana, con el concurso de la censura de los Hohenzollern. Para Engels, la cuestión de las barricadas seguía siendo uno de los elementos técnicos de la insurrección. Los reformistas, en cambio, intentaban concluir de la negación del papel decisivo de la barricada la negación de la violencia revolucionaria en general.» (37).
Una leyenda difícil de romper
Quién esté realmente interesado en profundizar hoy el estudio de Engels cuenta con elementos de conocimiento (que les faltaron a Luxemburgo y a Lenin) que ya no justifican una lectura equivocada de la famosa Introducción.
Sin embargo, la leyenda del «testamento» es difícil de romper. Si tomamos en mano la reciente Historia del marxismo (en tres volúmenes) publicada hace pocos meses por Carocci, vemos que también un buen conocedor de Marx como Stefano Petrucciani insiste en una interpretación privada de fundamento cuando, incluso señalando las solicitudes de modificación de la dirección SPD y la siguiente falsificación de Liebknecht, concluye sosteniendo que la Introducción «fue ocasión para hacer emerger (…) los cambios que intervinieron en las concepciones políticas del propio Engels, que subrayó con fuerza la importancia de las batallas electorales y parlamentarias (…)». (38).
Pero las equivocaciones vuelven hasta en algunos estudiosos que incluso se oponen a la lectura de Engels convertido al reformismo. Damos dos ejemplos. El primero es Paul Kellogg que, en la prestigiosa revista Science and Society, en un artículo específicamente dedicado a aclarar el hecho del «testamento» en polémica con Colletti y con otras lecturas análogas, en lugar de aclarar la génesis del texto confunde los dos episodios distintos que hemos contado: las solicitudes de cortes hechas por Fischer (episodio que Kellogg parece no conocer), y los cortes practicados por Liebknecht a escondidas de Engels. ¡De veras paradójico para un artículo que quería aclarar la intriga! (39).
El segundo ejemplo concierne a un historiador brasileño, Valério Arcary. Merece la pena detenerse sobre este ejemplo porque aquí la paradoja es elevada a la máxima potencia: aunque Arcary asigna al tema del así llamado «testamento» una gran importancia por el uso que de ello se ha hecho en la historia del movimiento obrero, al punto de volver prácticamente sobre este tema con insistencia en todos sus libros, parece haberse quedado también él, desafortunadamente, víctima de las equivocaciones de esta enredada historia.
En As esquinas perigosas de historia [Las esquinas peligrosas de la historia] (publicado en 2004, casi cuarenta años después de la publicación integral del carteo Engels-Fischer) al tema que nos interesa es dedicado un capítulo específico pero el argumento retorna como hilo conductor de todo el libro (40). Arcary polemiza correctamente con la lectura (que hemos citado) del francés Texier y rechaza la tesis de la Introducción engelsiana indicada como premisa del reformismo. Sin embargo, no explica los dos distintos episodios de manipulación que ha sufrido el texto, limitándose en una nota a pie de página a señalar que fue publicada con «cortes.» La impresión es que está sobreponiendo los dos episodios distintos (las presiones de Fischer y la falsificación de Liebknecht).
Pero es en el siguiente libro de Arcary que la incomprensión del hecho se hace evidente y más grave. En efecto, en el libro de 2006, O encontro da revolução com a História [El encuentro de la revolución con la Historia], Arcary dedica al tema el capítulo central de la obra, titulado: «Controversias sobre la teoría de la revolución en el ‘Testamento’ de Engels.» Es un capítulo que ocupa acerca de 50 páginas del libro: probablemente el análisis más amplio dedicado a la Introducción engelsiana entre los libros de historia de los últimos veinte años. Pero, por cuánto el título deja esperar que le sea ofrecido al lector una definitiva explicación de las citadas «controversias», por el contrario Arcary se limita a hablar de una edición cortada «por decisión de Bebel» (probablemente se está refiriendo al episodio del Vorwarts, confundiendo a Liebknecht con Bebel) pero no hace alguna mención del episodio anterior, es decir, de la censura solicitada por Fischer. Más bien, el nombre de Fischer y el carteo con Engels (indispensable para comprender la Introducción) no aparece nunca en las cincuenta páginas dedicadas al tema, dejándonos la duda que Arcary, aunque hablando de la Introducción en todos sus libros, haya incurrido de buena fe en el error de la interpretación predominante (41). En todo caso, desafortunadamente, la fallida reconstrucción del hecho, que de por sí bastaría para refutar el mito del «testamento», acaba incluso por debilitar la correcta polémica con las tesis en estilo Texier, porque Arcary se expone a la acusación de no conocer la materia sobre la que ha escrito muchas veces y por muchos años (42). Aclaramos, en todo caso, que esto no quita en nada el interés que siempre mantienen los libros de este intelectual brillante.
Conclusión
Frente de la obra infatigable de los reformistas, auténticos falsificadores del marxismo, el así considerado «testamento» de Engels se ha convertido en una leyenda que, como todas las leyendas, se difunden sin ninguna necesidad de pruebas, tanto que hasta historiadores y estudiosos serios ya no logran distinguir, en el enredado hecho que hemos contado, lo falso de lo auténtico. Sin embargo, la verdad histórica demuestra –si acaso fuera necesario– que cuando aún hoy algún reformista o semi-reformista trata de usar la Introducción para encontrar en ella un salvoconducto para viejas y nuevas empresas oportunistas, conforme una presunta centralidad en las elecciones o la conquista de algún escaño en el gallinero del parlamento burgués, solo está tratando de engañar tal como aquel «filisteo socialdemócrata» de que habló Engels hace más que un siglo. Porque hoy como ayer los filisteos siguen reconociéndose por su “subalternidad” en los gobiernos y el poder de la burguesía, por su «sagrado terror» frente a la perspectiva del poder de los trabajadores.
Notas:
Solo son citados en las notas los textos principales a que se hace referencia directa en el artículo. Para una bibliografía más profunda se recomienda utilizar los libros rubricados en las últimas páginas de este mismo número de la revista.
(1) La crítica de Marx al programa de unificación de la socialdemocracia alemana es conocida como Critica del programa de Gotha (Massari editorial, 2008). El texto, enviado a algunos dirigentes (Bracke, Bebel, Liebknecht, Geib y Auer) será hecho público por Engels solo en 1891, en el número 9 de Die Neue Zeit.
El término «lassallismo» es en referencia a Ferdinand Lassalle (1825 -1864), uno de los padres históricos del reformismo, fundador en 1863 de la Asociación general de los obreros alemanes cuyo programa puso en el centro la lucha por el sufragio universal y la formación de asociaciones obreras subvencionadas por el Estado. A su muerte (en agosto de 1864, poco antes de que fuera fundada el Primera Internacional) su Asociación (ahora dirigida por von Schweitzer) tuvo como rival a izquierda la Unión de las asociaciones obreras dirigidas por Liebknecht y Bebel. En 1869, en Eisenach, estos últimos dos dieron vida al Partido obrero socialdemócrata, influenciado por las posiciones de Marx. En 1875, cuanto quedó de la organización de Lassalle y la organización «marxista» se unificaron sobre un confuso programa, al cual Marx dedicó su Crítica. El nuevo partido (Partido obrero socialista alemán), asumirá en 1890 el nombre de Partido socialdemócrata alemán, SPD.
(2) Eduard Bernstein, Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia (1899). Ediciones Laterza, 1968, con prefacio de Lucio Colletti.
(3) El ataque de Kautsky es contenido en varios artículos en el Neue Zeit finalmente recopilados en el libro: Le marxisme et son critique Bernstein (1899). Hemos consultado el libro en la edición en francés publicada por P.V. Stock Editeur, Paris, 1900 (trad. de Martin Leray) localizable en pdf en internet.
(4) Rosa Luxemburgo, ¿Reforma social o revolución? (1899). Editori Riuniti, 1973.
(5) Rosa Luxemburgo, «Discurso sobre el programa», en: Escritos selectos, p. 651 y sgg., Einaudi,1976.
(6) V.I. Lenin, «Una nueva matanza», en: Obras completas, volumen 5, p. 17 y sgg., Editori Riuniti,1958.
(7) V.I. Lenin. Carta a Inessa Armand del 25 de diciembre de 1916, en: Obras completas, volumen 35, p. 185, Editori Riuniti,1958.
(8) L. Trotsky, 1905 (1906 -1909), pág. 261, La Nueva Italia,1970.
(9) L. Trotsky, Carta a Lev Sedov, 6 de julio de 1931, nuestra consulta en la versión en francés publicada en www.marxists.org/francais/trotsky/oeuvres/1931/07/19310706.htm
(10) L. Trotsky, Carta a Lev Sedov, 26 de septiembre de 1931, nuestra consulta en la versión en francés publicada en www.marxists.org/francais/trotsky/oeuvres/1931/09/19310926.htm
(11) L. Trotsky, «El ILP y la Cuarta Internacional. En medio del camino», 18 de septiembre de 1935, nuestra consulta en la versión en español de Escritos, Volumen IV, pág. 352 y sgg. Ed. CEIP.
(12) Los artículos de Marx fueron publicados en el Neue Rheinische Zeitung con los títulos «De 1848 a 1849», «El 13 de junio de 1849», «Repercusiones del 13 de junio sobre el continente»; un cuarto artículo en «La situación actual: Inglaterra» permaneció inédita. A los artículos, publicados con nuevos títulos (respectivamente: «La derrota de junio de 1848»; «El 13 de junio de 1849»; «Las consecuencias del 13 de junio de 1849»), Engels añadió en la antología a cargo un posterior artículo de Marx: «La supresión del sufragio universal de 1850.»
(13) El carteo fue publicado por Hans Josef Steinberg en «Revolution und legalitat» en la revista International Review of Social History, volumen 12, n. 2, pp. 177-189, 1967.
(14) Ver nota 13, citado también por Liana Longinotti en «Friedrich Engels y la ‘revolución de la mayoría», en Studi Storici [Estudios Históricos], año 15, n. 4, 1974. Nótese que L. Longinotti reconstruye correctamente el hecho del texto engelsiano pero saca conclusiones funcionales a defender a las políticas oportunista del PCI, que en la época editaba la revista Studi Storici (que contiene, más allá de las posiciones que expresa, artículos interesantes).
(15) Hemos utilizado las cartas tomadas de la edición en inglés publicada en el volumen 50 de Marx and Engels Collected Works. Letters 1892-1895, que puede localizarse en la web en la versión en pdf de la edición Lawrence & Wishart. La traducción del inglés es nuestra. El conjunto del carteo también es localizable en la antología en lengua francesa: Karl Marx et Friedrich Engels, La social-democratie allemande, 1975, a cargo de Roger Dangeville, localizable en www.marxists.org/francais/marx/works/00/sda/sda.htm
(16) El artículo de Riazanov sobre la Introducción de Engels fue publicado en la revista Unter dem Banner des Marxismus, 1925-1926, n. 1. Nosotros hemos consultado la versión en francés «Introduction de Engels aux Luttes de clase en France, 1848-1850», localizable en www.marxists.org/francais/marx/works/00/sda/sda_6_1.htm
(17) K. Kautsky, Le marxisme et son critique Bernstein (1899): ver nota 3.
(18) K. Kautsky, El camino del poder, p. 65 y sgg., Ediciones Laterza, 1974.
(19) Se trata de la clásica edición de: K. Marx, Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, con la traducción a cargo por Palmiro Togliatti y varias veces reimpresa. Nosotros hemos consultado la edición de 1987.
(20) En la edición Einaudi de 1976 aparece con el título: K. Marx, Revolución y reacción en Francia. 1848-1850.
(21) En la edición Boitempo Editorial, de 2011.
(22) G. Mayer, Friedrich Engels (1936). En italiano solo existe una versión reducida, publicada por Einaudi,1969. Hemos usado en todo caso la versión integral de la traducción en español (de W. Roces), publicada por Ediciones Fce, 1978. La cuestión del texto de Engels es afrontada en las pp. 857 y sgg., incluso subrayando que la Introducción no contiene a ninguna «revisión» de parte de Engels, Mayer no provee ninguna indicación sobre las alteraciones que ha padecido el texto.
(23) El prefacio de Lucio Colletti es al libro de Bernstein, Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia, ver nota 2. El texto de Colletti también ha sido reeditado en su antología Ideología y sociedad, con el título: «Bernstein y el marxismo de la Segunda Internacional.» Se trata de un texto más veces traducido en varias lenguas.
(24) El texto de J. Texier le está en Aa.Vv., Friedrich Engels, savant et révolutionnaire, actos del «Colloque Engels» organizado en París en 1995 (ediciones Puf, 1997). La misma interpretación de un Engels «revisionista» y precursor de Bernstein también es retomada en el libro por Christian Saves que incluso utiliza en este sentido la célebre Introducción engelsiana.
(25) Véanse las pp. 91 a 94 del libro de Steinberg, Il socialismo tedesco da Bebel a Kautsky [El socialismo alemán de Bebel a Kautsky] (1976), Editori Riuniti,1979.
(26) El libro de Bo Gustafsson fue publicado en Alemania en 1969. No existe en traducción italiana: hemos consultado el libro en la edición en español: Marxismo y revisionismo, ed. Grijalbo, 1974; las referencias al hecho que nos interesa están en p. 81 y sgg.
(27) Hal Draper, Marx’s Theory of revolution. Monthly Review Press, 1977 -1990. El hecho del presunto «testamento» de Engels es reconstruido en el volumen V, «War & Revolution.»
(28) Manfred B. Steger, «Engels and the origins of german revisionism: another look» en Political Studies, vol. 45, n. 2, junio de 1997, pp. 247-259. Steger señala la equivocación en que Paul Kellogg también ha incurrido, y a la que nos hemos referido.
(29) El ensayo de Hernan Ouvina, «Reforma y revolución. A propósito del ‘testamento político’ de Engels» se encuentra en Mabel Thwaites Rey (organizadora), Estado y marxismo: un siglo y medio de debates (Prometeo libros, 2007).
(30) Para una primera rápida profundización sobre las batallas políticas de Engels, nos permitimos remitir a nuestro artículo «1895 – 2015, a 120 anni dalla morte di Friedrich Engels. Il generale della rivoluzione» localizable en el sitio www.alternativacomunista.org, y, traducido en español, portugués, francés e inglés, en el sitio www.litci.org.
(31) ver nota 1.
(32) A menudo el texto de Engels es leído como si fuera una crítica al programa aprobado en Erfurt que es por algunos indicado como el comienzo del reformismo; en realidad, la Crítica de Engels se refiere al primer esbozo que fue finalmente reescrito radicalmente por Kautsky y Bernstein siguiendo sus sugerencias. Por esto Lenin (en 1899) sostuvo que era necesario «imitar» el programa (en la versión concluida) aprobado en Erfurt. Véase «Proyecto de programa de nuestro partido» en Obras completas, volumen 4, pp. 229 y sgg. Editori Riuniti, 1958.
(33) Entre los textos de Engels escritos después de la muerte de Marx (1883) recordamos: El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado (1884); Ludwig Feuerbach y el punto de arribo de la filosofía clásica alemana (1886) en apéndice del que publicó las inéditas e importantes Tesis sobre Feuerbach que Marx había escrito en 1845; la introducción a La guerra civil en Francia, de Marx, donde reivindica la Comuna como primer embrión de dictadura del proletariado; y luego un gran número de prefacios a las nuevas ediciones de sus obras o de Marx, o de ambos: en ninguno de estos textos aparecen señales de una voluntad de «revisar» el marxismo.
(34) Entre el texto escrito por Engels y la versión en fin publicada con sus «auto-enmiendas» hay en todo caso diferencias sustanciales. Por ejemplo, en la parte dónde está hablando de las barricadas Engels escribió este pasaje, que luego suprimió, citamos de la edición de Editori Riuniti: v. nota 19: «¿Quiere decir que ya en el futuro la lucha de calle no tendrá a ninguna función? Absolutamente no. Quiere decir solamente que desde 1848 las condiciones se han puesto mucho más desfavorables para los combatientes civiles, y mucho más favorables al ejército. Una futura lucha de calle podrá ser pues victoriosa solamente si esta situación desfavorable es compensada por otros factores. Ella se ocasionará por tanto más raramente al principio de una gran revolución que en el curso posterior de ella, y tendrá que ser llevada adelante con fuerzas mucho más grandes. Pero entonces estas, como ha ocurrido en el curso de la gran revolución francesa, y luego el 4 de septiembre y el 31 de octubre en París, preferirán el ataque abierto a la táctica pasiva de las barricadas». Como se ve, no hay en Engels ningún gramscismo ante-litteram (a diferencia de cuanto es sostenido por Texier y muchos otros, v. Nota 24), ninguna teorización de la «guerra de posición.»
(35) Auguste Blanqui (1805 -1881), extraordinaria figura de revolucionario intransigente, pasó la mitad de su vida en la cárcel, también fue preso durante la Comuna. Incluso con las diferencias de que hablamos en este artículo, en particular bien sintetizadas por Trotsky en las citas que reproducimos en el capítulo «Marxismo y blanquismo», hace falta recordar que del blanquismo el marxismo retoma, y reelabora, el concepto de «dictadura» del proletariado tal como aquel de organización «centralizada.». En la bibliografía señalamos algún título para quien quiera conocer mejor el personaje.
(36) El tema de la comparación entre el blanquismo y el bolchevismo es afrontado por Trotsky en el tercer capítulo de Terrorismo y Comunismo (1920), Mimesis, 2011.
(37) León Trotsky, Historia de la revolución rusa, cita del capítulo «El arte de la insurrección», pág. 1.067 y sgg., Mondadori,1969. En la traducción al español hemos utilizado la cita de Historia de la Revolución Rusa, Tomo II, Cap. XX, “El arte de la insurrección”, en: https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo2/hoja20.htm. Acceso: 19/12/2016].
(38) El juicio de Stefano Petrucciani le es contenido en el ensayo «De Marx al marxismo por Engels», publicado en la reciente (2015) Historia del marxismo, en tres volúmenes, publicados por Carocci (vol. I, p. 11 y sgg.).
(39) El artículo de Paul Kellogg es «Engels and the Roots of ‘Revisionism’: A. Re-Evaluation» en: Science and Society, 55, 1991.
(40) Valério Arcary, As esquinas perigosas da historia, Ed. Xamà, 2004. La nota citada es de p. 280.
(41) Valério Arcary, O encontro de revolução com a História, Ed. Xamà, 2006.
(42) El tema del «testamento» de Engels también es retomado por Arcary en su más reciente libro: O martelo de historia, Ed. Sundermann, 2016. Pero incluso aquí el tema de las alteraciones del texto engelsiano no encuentra la necesaria explicación.
Traducción: Natalia Estrada