El programa y la revolución: una polémicas con la FT

El material que publicamos a continuación, hace parte de dos artículos de polémica con la Fracción Trotskista (FT). Uno de los artículos, es de nuestros camaradas del PSTU brasileño y el otro, de los camaradas del equipo de la LIT y de nuestro partido en los EE.UU. Los publicamos, porque, si bien encaran el mismo tema, lo hacen desde perspectivas propias, destacando algunos aspectos diferentes uno de otro.
Por Eduardo Almeida, Fabio Bosco y Florence Oppen
La “Fracción Trotskista” (FT) publicó un artículo polémico contra Moreno y la LIT («Los dilemas de la LIT-CI en su autocrítica a Nahuel Moreno y la actualidad de la revolución permanente»), escrito por Danilo Paris.
En este artículo se utiliza un documento escrito por nosotros en 2020 («Sobre las situaciones de la lucha de clases a nivel nacional e internacional»), que hace críticas puntuales a Moreno, para llegar a la conclusión errónea de que Moreno fue «etapista», por utilizar el concepto de «revolución democrática».
Es cierto que la LIT está realizando un gran esfuerzo de elaboración programática en los últimos años, que se expresa en distintos artículos y documentos internos. Además del artículo citado por FT, podemos recordar «El marxismo y la lucha contra la opresión nacional y colonial (2021), un Correo Internacional dedicado íntegramente a la cuestión medioambiental (2023), la revista Marxismo Vivo, cuyo último número (21) contiene artículos sobre el imperialismo chino emergente y la consolidación del imperialismo ruso, además de documentos sobre las opresiones.
En este esfuerzo de elaboración, enfrentamos críticas y autocríticas necesarias y absolutamente normales en corrientes revolucionarias sanas.
Como veremos, Moreno nunca fue etapista. Al contrario, fue pionero en la lucha contra la concepción etapista estalinista en América Latina con su texto «Cuatro tesis sobre la colonización española y portuguesa en América» (1977), en el que analiza el desarrollo desigual y combinado en el continente.
Buscó comprender la realidad concreta de la posguerra tal y como se daba. Y, a partir de ahí, buscó de manera sana actualizar la teoría de la revolución permanente. En nuestra opinión, ese esfuerzo fue y es válido. En ese proceso, Moreno cometió algunos errores, como señalamos en el texto mencionado. Pero nunca señaló ni defendió una postura etapista.
Esto queda demostrado en el propio texto Revoluciones del siglo XX, así como en los programas defendidos por Moreno y por nuestra corriente ante los grandes procesos de la lucha de clases.
Esta acusación de la FT es parte de una metodología equivocada, utilizada en varias ocasiones por esta corriente, que consiste en atribuir a un oponente una posición que no defiende y, a partir de ahí, polemizar con esa posición ficticia. Esto sectariza y esteriliza los debates necesarios, que podrían desarrollarse con un método sano entre las corrientes. Uno de los temas de debate reales que existe entre la LIT y la FT es que, cuando se trata de traducir los enfoques teóricos y programáticos sobre la revolución permanente en pruebas de análisis, caracterizaciones y programas concretos para la realidad, la FT no pasa la prueba.
Ha cometido y sigue cometiendo graves errores en la comprensión y en la respuesta programática y política a los principales hechos de la lucha de clases, en particular los que están en el centro de las luchas de masas y que implican cuestiones democráticas como en Palestina y Ucrania.
La importancia de la autocrítica
Antes que nada, queremos reivindicar una postura de Moreno que, en nuestra opinión, es un ejemplo para los revolucionarios serios: ser autocrítico. Moreno valoraba la herramienta leninista de la autocrítica como método para corregir los inevitables errores en la política revolucionaria. Se corrigió a sí mismo, por ejemplo, en los primeros momentos de la revolución cubana. Y se reía de los dirigentes trotskistas que se creían nuevos Lenines y «nunca se equivocaban».
Nosotros, la dirección de la LIT post Moreno, nos equivocamos, mucho más que Moreno. Por ejemplo, en la caída del gobierno de Morsi en Egipto. La FT nos critica duramente por ello. Y realmente hubo un error, pero no de Moreno, sino de nosotros, la dirección de la LIT post Moreno.
En ese momento, se produjo una gigantesca movilización de masas contra el gobierno de Morsi. Antes de que esta movilización derribara al gobierno, lo hicieron las fuerzas armadas. Hubo, por lo tanto, dos elementos en la caída de Morsi: la movilización de las masas y la acción del ejército. Y nosotros, erróneamente, caracterizamos la caída de Morsi como esencialmente progresista por la movilización de masas. Pero no fue así, el elemento determinante fue el golpe militar, que se aprovechó del debilitamiento del gobierno de la Hermandad Musulmana, debido a la movilización de las masas.
El golpe militar acabó con el primer gobierno elegido en Egipto en décadas. Aunque las masas no lo entendieran, por la confianza que tenían en las FFAA, fue el comienzo de una dictadura que se mantiene hasta hoy.
Este fue un error importante de caracterización, apoyado en una visión objetivista que magnificaba el peso de las masas movilizadas que, precisamente por su confianza en las FFAA, fueron maniobradas y se impuso el golpe. Esto fue corregido por una decisión del congreso de la LIT.
Es importante señalar que este error no tiene nada que ver con la comprensión de Moreno sobre la revolución democrática, como veremos a continuación.
En este terreno, la FT tiene una postura opuesta. Nunca se autocritica por nada. No admite ningún error.
Moreno nunca fue «etapista»
Moreno tenía la postura correcta de buscar comprender la realidad tal y como se desarrollaba, aplicando la máxima leninista según la cual «el análisis concreto de la situación concreta es el alma viva, la esencia del marxismo».
Analizaba esa realidad con las herramientas teóricas acumuladas por el marxismo, buscando siempre las múltiples determinaciones implicadas que permitían un acercamiento progresivo a la realidad concreta. Y, al mismo tiempo, buscaba corroborar o reevaluar críticamente esas herramientas teóricas. Esa es una forma correcta de enriquecer el marxismo.
Trotsky, por ejemplo, en el noventa aniversario del Manifiesto Comunista, escribió un texto en el que reivindica el documento programático más famoso e importante del marxismo. Pero también lo comparó con la evolución de la realidad e hizo observaciones críticas a algunas de sus conclusiones. Por ejemplo, corrigió la caracterización apresurada de la tendencia a la desaparición de las clases intermedias, señalando el surgimiento de la «nueva clase media».
Moreno hizo una evaluación crítica de la afirmación de Trotsky en el Programa de Transición:
«¿Es posible la creación de un gobierno obrero y campesino por las organizaciones obreras tradicionales? La experiencia anterior muestra, como ya hemos dicho, que esto es, al menos, poco probable.
Sin embargo, no se puede negar categóricamente a priori la posibilidad teórica de que, bajo la influencia de una combinación muy excepcional (guerra, derrota, colapso financiero, ofensiva revolucionaria de masas, etc.), los partidos pequeñoburgueses, incluidos los estalinistas, puedan ir más lejos de lo que desearían en el camino hacia la ruptura con la burguesía. En cualquier caso, una cosa está fuera de toda duda: incluso si esta variante poco probable se diera en algún lugar y en algún momento y se constituyera un «gobierno obrero y campesino» —en el sentido indicado anteriormente—, no representaría más que un breve episodio en el camino hacia la verdadera dictadura del proletariado.
Moreno constató que en la posguerra habían surgido nuevos Estados obreros, como China, Cuba, Vietnam, así como los de Glacis, y que ninguna de esas revoluciones tenía al proletariado como sujeto social y a un partido revolucionario como sujeto político. Este hecho histórico debía ser evaluado.
Como afirmamos en el texto citado:
«Moreno acertó al constatar que las revoluciones que expropiaron el capitalismo y generaron nuevos Estados obreros en la posguerra no tenían al proletariado como sujeto social, ni a los partidos revolucionarios como sujetos políticos.
Sin embargo, nos parece erróneo proyectar una continuidad necesaria de este proceso para el futuro». «Lo que demostró la evolución posterior fue que no se repitieron las revoluciones socialistas victoriosas dirigidas por partidos reformistas».
El artículo del FT se apoya erróneamente en nuestro texto para afirmar que Moreno era «etapista»:
«Aquí reside una de las raíces de lo que, si se desarrolla como concepción teórica, puede desembocar en una lógica de separar por etapas las «revoluciones en el régimen» (o incluso las revoluciones en el gobierno), sobre todo ante regímenes caracterizados como «contrarrevolucionarios».
Sin embargo, la definición de Moreno de «revolución democrática» se discute explícitamente como parte del proceso de la revolución permanente en ese mismo texto. Él caracteriza que en la época imperialista, de revoluciones y contrarrevoluciones, existieron regímenes fascistas y nazis (Hitler, Mussolini, Franco) y existen regímenes bonapartistas semifascistas que, para ser derrotados, a veces generan procesos revolucionarios. ¿Cómo caracterizar estos procesos revolucionarios que son parte del proceso de la revolución permanente?
«Lo que Trotsky no planteó, a pesar de haber hecho el paralelismo entre el estalinismo y el fascismo, fue que también en los países capitalistas era necesario hacer una revolución en el régimen político: destruir el fascismo para reconquistar las libertades de la democracia burguesa, aunque fuera en el terreno de los regímenes políticos de la burguesía, del Estado burgués. Concretamente, no planteó la necesidad de una revolución democrática que liquidara el régimen totalitario fascista, como parte o primer paso del proceso hacia la revolución socialista, y dejó pendiente este grave problema teórico».
Moreno partía de la constatación de que los procesos revolucionarios que se habían producido, que se habían enfrentado y algunos habían derrocado dictaduras burguesas, debían entenderse en el marco de la revolución permanente. La crítica que hacía era que esos procesos aún no habían sido identificados como un momento específico, determinado, dentro de la concepción de la revolución permanente.
Del mismo modo que una guerra de liberación nacional, como la de Ucrania o la de Palestina, debe entenderse como un momento específico, concreto, como guerras de liberación nacional, dentro de la revolución permanente, los procesos revolucionarios que se producen en la confrontación con las dictaduras burguesas pueden entenderse como «revoluciones democráticas».
¿Qué tiene esto de «etapismo»? Nada. El libro revoluciones del Siglo XX, fue una base para escuelas de cuadros en 1984 y puede contener imprecisiones, carencias. Pero la acusación de “etapismo” es absurda.
El verdadero contenido de esta polémica
En realidad, la polémica de la FT con esta definición de Moreno tiene otro contenido, muy diferente del supuesto «etapismo» de Moreno.
La FT tiene una enorme dificultad para entender los procesos revolucionarios tal y como se dan, como se desarrollan. En particular, cuando los procesos revolucionarios incluyen reivindicaciones democráticas centrales. Y, a partir de ahí, cometen graves errores en la formulación de los programas.
No hubo errores programáticos de Moreno en los procesos revolucionarios citados como «revoluciones democráticas».
Lo que existía y existe es la necesidad de identificar estos procesos tal y como se desarrollan y, a partir de ahí, definir un sistema de consignas, un programa, que se jerarquice en torno al derrocamiento de las dictaduras, pero que haga un puente hacia la revolución socialista.
Este es, a nuestro ver, el centro de la controversia real con el FT. No existe una caracterización de estos procesos de revolución permanente que incluya las tareas democráticas. Y, como consecuencia, no existen programas jerarquizados por la tarea política determinada en la situación concreta de la lucha de clases en torno a estas luchas democráticas, articulados con el programa general de la revolución socialista. Solo existe un esquema de caracterización y el programa general de la revolución socialista.
Sobre el objetivismo… y el subjetivismo
En nuestro documento citado por FT, criticamos a Moreno y a nosotros mismos, a la dirección de la LIT tras la muerte de Moreno, por nuestras evaluaciones objetivistas.
No creemos que los procesos objetivos avancen sin límites, a pesar de las direcciones. No creemos en las «revoluciones socialistas inconscientes». Por el contrario, opinamos que, más que nunca, la «crisis de la humanidad es la crisis de la dirección revolucionaria». El mundo acumula hoy elementos crecientes de barbarie. Barbarie en la imposición de retrocesos brutales en las condiciones de vida de los trabajadores, anulando los logros del siglo XX.
Barbarie en la superación de puntos de ruptura medioambientales, que pueden comprometer no solo el futuro socialista, sino la propia existencia de la humanidad. Barbarie en la opresión de las mujeres, los negros, los LGBTQ, los inmigrantes, así como en las imposiciones nacionales. El genocidio nazi-sionista en Gaza es el ejemplo más explícito de esta barbarie creciente.
Las condiciones objetivas están maduras y, como afirma el programa de Transición, corren el riesgo de pudrirse. Pero el factor subjetivo, lejos de ser secundario, impone la continuidad de las derrotas incluso con todos los procesos revolucionarios que hemos vivido en el pasado y en el presente.
La evaluación de la realidad, con la metodología marxista, presupone el uso de las herramientas básicas de la dialéctica, que incluyen la totalidad y su dinámica.
No se pueden separar unilateralmente los procesos objetivos de sus direcciones, ignorando esa totalidad, que interfiere directamente en su dinámica.
Pero, del mismo modo que criticamos el objetivismo, rechazamos el subjetivismo. La FT utiliza un criterio subjetivista para evaluar los procesos revolucionarios.
Según ellos: «El primero se refiere a la unilateralización de la defensa de la consigna «República democrática» como eje programático y político frente a los regímenes dictatoriales, lo que lleva a la organización a interpretar como victorias la caída de gobiernos o movilizaciones de cualquier tipo, independientemente del sector que las impulse, de la intervención burguesa e imperialista y de los resultados que alcancen estratégicamente.
Esta formulación se deriva de una lectura errónea que Moreno hizo de la obra de Trotsky, lectura que la LIT no solo mantiene, sino que profundiza. Esta concepción ha llevado a una caracterización incorrecta de las «revoluciones democráticas», incluso en contextos de regímenes burgueses».
Lo que queremos subrayar es considerar un triunfo de una «revolución democrática» la caída de las dictaduras en sí mismas, independientemente del sujeto histórico y de la forma en que caiga esa dictadura, aunque sea sustituida por un régimen burgués de contención y desviación de las masas, en algunos casos por intervenciones imperialistas que conforman regímenes igual o más represivos (como vimos en el caso de Egipto durante la primavera árabe y analizaremos más adelante)».
El FT no reconoce la existencia de procesos revolucionarios si no tienen como sujeto social a la clase obrera y una dirección revolucionaria al frente. Esto significa que esta corriente no identifica la mayoría o la casi totalidad de las revoluciones que ocurren en la realidad.
No es casualidad que la FT denomine «primavera árabe» a los procesos revolucionarios que sacudieron Oriente Medio y el norte de África entre 2010 y 2012. Se trata de un término periodístico que puede utilizarse, pero que no caracteriza en términos marxistas lo que ocurrió. Hubo un proceso revolucionario, con varias revoluciones derrotadas. Un proceso vivo, contradictorio, muy rico.
El FT nunca reconoció su existencia y luego utilizó sus derrotas para «demostrar» la inexistencia de esas revoluciones. Nada que ver con la necesidad de una evaluación concreta de la realidad, que caracteriza al leninismo como guía para la acción revolucionaria. Nada que ver con los análisis de Lenin y Trotsky de los procesos reales de sus épocas.
¿Qué es una revolución? Como decimos en el texto citado:
«Comencemos por la definición básica de lo que es la revolución. No es una tarea baladí. Tomemos la interpretación más precisa, que nos parece la de Trotsky:
«La característica más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos (…) en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se vuelve insoportable para las masas, estas rompen las barreras que las separan de la arena política, barren a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen (…) La historia de las revoluciones es, para nosotros, ante todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de su propio destino». (Trotsky, Historia de la Revolución Rusa)
Las revoluciones, en la etapa imperialista, pueden darse contra dictaduras o democracias burguesas. Pueden tener como sujeto social al proletariado, al campesinado o a las masas populares. Pueden derrocar gobiernos, regímenes o Estados, o incluso no derrocar nada. Pueden ser victoriosas o derrotadas. Pero tienen esta característica básica de la intervención directa y violenta de las masas, tomando el destino en sus propias manos.
Esta definición de Trotsky nos parece necesaria para esta discusión. Porque define un proceso objetivo (las movilizaciones) y subjetivo (la superación en su conciencia de los límites de las direcciones que antes las impedían). Esto puede ocurrir con distintos sujetos sociales, distintos tipos de dirección y tener los más diversos resultados.
Evidentemente, el peso de las direcciones influirá en cada paso de estas luchas y definirá en última instancia el alcance y los resultados de estos procesos, llevando a innumerables derrotas.
La realidad ha demostrado que no se han repetido y es extremadamente improbable que se repitan revoluciones socialistas victoriosas sin el proletariado como sujeto social y un partido revolucionario a su cabeza.
La metodología de Lenin de la evaluación concreta de la realidad concreta no debe entenderse como una apología del empirismo. Al contrario, es la expresión de un análisis sofisticado y preciso, a partir de la acumulación teórica de las herramientas marxistas y la incorporación de las múltiples determinaciones que relacionan lo específico de la realidad con la totalidad nacional e internacional, el momento determinado con su génesis histórica, la relación de esta totalidad con su dinámica. Solo así se puede llegar a la «realidad concreta», a partir de sus múltiples determinaciones.
La fuerza del leninismo parte de la comprensión precisa de esta realidad para extraer de ella las tareas inmediatas e históricas, la política y el programa para la realidad, para disputar la conciencia de la vanguardia y de las masas en una acción revolucionaria.
Han existido y existen procesos revolucionarios muy importantes y su análisis concreto debe servir para situarnos programáticamente (y, si podemos, también física y concretamente) como si estuviéramos dentro de ellos y no haciendo comentarios arrogantes y prepotentes desde una oficina a distancia.
La FT busca encajar la realidad en un esquema que prescinde de ese análisis concreto, similar a lo que ocurrió en la revolución rusa de febrero a octubre de 1917. Lo que no sigue ese esquema no es una revolución.
La revolución rusa es, en efecto, nuestra referencia histórica, por haber sido la única revolución socialista victoriosa, con el proletariado como sujeto social y el partido revolucionario a su frente. Y debemos tener la ambición, la estrategia, de avanzar por ese camino. Pero otra cosa muy distinta es pensar que si la realidad no repite ese momento, la realidad no existe. El momento histórico de la revolución rusa reunió condiciones particulares, específicas, que hasta hoy no se han repetido.
En primer lugar, los efectos brutales de una guerra mundial sobre el país, que aceleraron y agravaron todos los problemas económicos, sociales y políticos de Rusia. En segundo lugar, un proletariado concentrado, organizado en soviets, en un doble poder clásico. En tercer lugar, el elemento decisivo, un partido revolucionario construido durante décadas, con una dirección a la altura de la tarea.
Esta combinación permitió que la combinación de las tareas democráticas con la revolución socialista fuera victoriosa. Pero esta realidad, de esa manera, nunca se ha repetido en más de un siglo. Sin embargo, se han producido decenas y decenas de procesos revolucionarios posteriores a estos, que exigen de nuestra parte mucho más que esquemas para ser comprendidos.
Los procesos revolucionarios siguen existiendo, aunque sin el proletariado como sujeto social y sin una dirección revolucionaria. Esto significa que estas revoluciones no llegarán a una revolución socialista victoriosa.
Como parte de estos procesos, pueden producirse victorias parciales, en el terreno democrático en general (como el derrocamiento de dictaduras) o en el terreno nacional
(como fueron las liberaciones de las colonias en África). Como sabemos, estos logros retroceden posteriormente, a partir de esas mismas direcciones reformistas o contrarrevolucionarias.
Recientemente hemos tenido una victoria parcial con la caída de Assad en Siria, que no fue solo producto de la acción militar del HTS, sino también de la acción de las masas en torno a Damasco. La política de la dirección del HTS contuvo y, en cierto modo, secuestró el conjunto del proceso y está conduciendo a la reconstrucción de un Estado burgués y un proyecto de convivencia pacífica con los imperialismos, así como con las potencias regionales como Turquía, Arabia Saudí e Israel.
La FT no entendió como una victoria la caída de Assad, al igual que ignoró la existencia de revoluciones durante la «primavera árabe». Esta postura dificulta la comprensión de la realidad, así como la necesaria lucha contra la dirección contrarrevolucionaria del HTS.
¿El mismo programa para todas las situaciones?
Esto nos lleva a la segunda gran diferencia con la FT, en la formulación del programa.
Veamos lo que dice la FT: «¿Y por qué Moreno apunta claramente en este sentido de modificar las tesis centrales de la teoría de la revolución permanente? Porque es conocido el hecho de que, en la Revolución Rusa, la línea teórica de León Trotsky sobre la revolución no separaba, ante una dictadura zarista represiva, las etapas de la revolución democrático-burguesa de las tareas socialistas y del sujeto social de esas tareas, el proletariado, como dice en las Tesis de la revolución permanente: «En el curso de su desarrollo, la revolución democrática se transforma directamente en revolución socialista y se convierte así en una revolución permanente» [10]. Lenin coincidió con este punto en la práctica de la propia revolución, perspectiva expresada en sus Tesis de Abril.
Es decir, para la FT, la comprensión del proceso de la revolución permanente no incluye la definición de los momentos concretos del proceso y, a partir de ahí, la definición de los programas. Como «la revolución democrática se transforma directamente en revolución socialista y se convierte así en una revolución permanente», no es necesario tener un programa definido para los distintos momentos de la lucha.
Pero, ¿no era necesario un programa revolucionario contra el zarismo y otro posterior a la revolución de febrero? ¿O era eso producto de las limitaciones teóricas de Lenin anteriores a las Tesis de abril?
La FT parte de un esquema que no tiene nada que ver con la metodología leninista, ni tampoco con la revolución permanente.
Una cosa es entender los procesos como encadenados por la dominación imperialista mundial, por las múltiples relaciones de dominación de clases, como parte de la revolución permanente. Otra cosa es el análisis concreto de la realidad concreta que en la revolución rusa, como en las demás, diferenciaba necesariamente el programa de un momento a otro, todos entrelazados en la estrategia teórica y programática de la revolución permanente.
La comprensión de un programa como un sistema de consignas, un puente que ayude a las masas a partir de sus luchas inmediatas hacia la lucha por el poder, exige el análisis y la caracterización de la realidad. No se trata del mismo programa en todas las situaciones de la lucha de clases. Esta visión esteriliza el marxismo y lo convierte en un dogma, un esquema que se aplica en todos los lugares y situaciones de la misma manera.
Un ejemplo muy preciso de esto es que no se pueden entender las Tesis de abril de Lenin antes del derrocamiento del zarismo. Y esto no tiene que ver con las limitaciones teóricas anteriores de Lenin. Tiene que ver con el cambio de la realidad, que exige no solo un avance en la comprensión teórica, sino también un cambio en el programa.
Evidentemente, las luchas por el derrocamiento de las dictaduras deben estar articuladas con la estrategia de la revolución socialista. Tanto un programa ante un proceso revolucionario contra una dictadura como un programa después de su derrocamiento deben estar encadenados por la estrategia de la revolución socialista. Pero ignorar estos momentos en la elaboración de los programas es típico de una visión unilateral, dogmática y esquemática, que nada tiene que ver con una «guía para la acción» típica del leninismo.
Puede servir para comentar con arrogancia la realidad. Después de las derrotas afirmarán que el sistema capitalista ha continuado y que las direcciones son traidoras. Pero eso no basta para intervenir concretamente en la realidad de los procesos revolucionarios, y menos aún para luchar contra las direcciones reformistas de esos mismos procesos.
En este momento histórico que estamos viviendo, hemos visto varios procesos revolucionarios, desde la primavera árabe, pasando por las gigantescas movilizaciones revolucionarias de Argentina en 2001, Chile, Ecuador y Colombia en 2019, Sri Lanka y Bangladés en 2023-24, que no tuvieron al proletariado como sujeto social, sino a las masas populares en las calles. Y no han tenido al frente direcciones revolucionarias, sino reformistas que, al final, las han llevado a la derrota o a ser desviadas hacia la democracia burguesa. No reconocer y apoyar estos procesos revolucionarios es ignorar la realidad y eso limita nuestra capacidad para enfrentarnos a esas mismas direcciones reformistas.
La FT utiliza la misma metodología unilateral del objetivismo, pero con los signos invertidos. Con una postura subjetivista, ignora el análisis concreto de la situación concreta. Esto lleva a errores programáticos y políticos muy importantes, como veremos.
Las polémicas con la FT en la cuestión palestina
Las organizaciones vinculadas a la FT están presentes en las movilizaciones de apoyo a Palestina, al igual que nosotros, la LIT, y muchas otras organizaciones de izquierda. En esto no tenemos ninguna crítica a esta corriente.
Sin embargo, al tratarse del centro más importante de la lucha de clases en el mundo actual, la respuesta política y programática a este tema tiene una enorme importancia como prueba para cada una de las corrientes.
La LIT tiene una vasta tradición en este tema, con aportes directos de Moreno, como en el texto «Por una Palestina laica, democrática y no racista» (1982). Allí muestra la importancia de esta consigna, que no tiene en sí misma un carácter clasista: «además de ser la más progresista que ha levantado el movimiento palestino, puede abrir el paso a la revolución obrera».
Citamos un texto reciente nuestro sobre la relación de este lema con la revolución permanente: «La propuesta original de la OLP, de una “Palestina laica, libre y no racista”, es la bandera histórica de los palestinos.
Pero la única posibilidad de viabilizar esta propuesta es con la destrucción del Estado de Israel, para volver a la situación anterior a su creación, cuando musulmanes, judíos y cristianos coexistían democráticamente en la misma región.
Sin embargo, se trata de una guerra muy difícil debido a la desigualdad militar. Israel es la cuarta potencia militar del planeta. Y cuenta con el apoyo directo del imperialismo norteamericano, así como de los imperialismos europeos. Si pensamos solo desde el punto de vista militar, la derrota es casi segura, como ha sucedido hasta ahora.
Sin embargo, la historia enseña que es posible derrotar incluso a la potencia imperialista hegemónica cuando se alían la movilización de masas y la lucha armada.
En la revolución haitiana, los esclavos insurgentes derrotaron al imperialismo español e impusieron una de las primeras derrotas militares al imperialismo francés con Napoleón Bonaparte. Durante la Revolución Rusa, el recién creado Ejército Rojo derrotó la invasión militar contrarrevolucionaria de 16 países imperialistas.
Por citar un ejemplo más reciente, Estados Unidos fue derrotado en Vietnam en 1975. Esto fue el resultado de la heroica resistencia del Vietcong, combinada con movilizaciones en todo el mundo y en Estados Unidos en particular.
Para ser precisos, es necesario entender la guerra de liberación nacional palestina como parte del proceso de revolución permanente. En palabras de Trotsky, en el Programa de Transición:
«Esto es lo que determina la política del proletariado de los países atrasados: está obligado a combinar la lucha por las tareas más elementales de la independencia nacional y la democracia burguesa con la lucha socialista contra el imperialismo mundial».
«Las demandas democráticas, las demandas transitorias y las tareas de la revolución socialista no están separadas en épocas históricas distintas, sino que surgen inmediatamente unas de otras».
Es posible derrotar a Israel, pero para ello será necesario, además de mantener y profundizar la resistencia militar en Gaza, algo similar a la combinación de una nueva Intifada palestina, la reanudación de la Primavera Árabe en los países de la región y movilizaciones masivas en todos los países del mundo, particularmente en los países imperialistas.
Una nueva Intifada provocará enfrentamientos masivos en Cisjordania y en los territorios de 1948, desviando la atención de Gaza.
Una nueva Primavera Árabe se enfrentará a los gobiernos árabes de la región, tanto a los que apoyan directamente a Israel como a los que se lavan las manos en el «Eje de la Resistencia», para apoyar activamente la lucha palestina.
Las movilizaciones en los países imperialistas pueden desempeñar el papel esencial de las manifestaciones contra la guerra de Vietnam, que fracturaron a la burguesía estadounidense y contribuyeron enormemente a la victoria de la lucha vietnamita.
Pero para ello será necesario superar las direcciones burguesas de este proceso. (Revolución permanente y guerra en Palestina)
Para nosotros, la consigna «Palestina libre, del río al mar» es fundamental porque expresa un objetivo revolucionario —la destrucción del Estado de Israel— y porque es una consigna de masas entre los palestinos. Debe estar entrelazada con la perspectiva de una revolución socialista en la región, por una federación socialista de repúblicas de Oriente Medio y el Norte de África.
a) La polémica con la FT sobre la consigna «Palestina libre, desde el río hasta el mar»
La FT se niega a defender la consigna «Palestina libre, desde el río hasta el mar», como parte de su incomprensión de la incorporación de las tareas democráticas en el proceso de la revolución permanente.
Es importante entender el origen de este lema. Forma parte del programa original de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), que fue abandonado por Arafat en los Acuerdos de Oslo. Pero este lema fue asumido por la Intifada palestina en 1987, enfrentándose al Estado de Israel, bajo la forma «Palestina es árabe, de agua a agua». Los palestinos reafirmaron su derecho a las tierras de toda la Palestina histórica, con el fin del Estado racista. Desde entonces, «Palestina libre, del río al mar» es una de las consignas más populares en el movimiento de solidaridad con Palestina.
Esta consigna tiene una enorme importancia porque expresa el derecho de los palestinos a que todo el territorio histórico de Palestina sea gobernado por un único Estado. Es decir, se enfrenta no solo al actual genocidio sionista, sino también a la política equivocada de los «dos Estados», defendida por gran parte de los reformistas a nivel mundial.
Hacemos nuestras las palabras de Víctor Alay sobre el rechazo de FT a defender el lema «Palestina laica, democrática y no racista, del río al mar»:
«La FT no se siente cómoda con este lema histórico y central del trotskismo ante el conflicto palestino y lo ha sustituido por un «Palestina obrera y socialista» (o, en la versión de Alcoy, una «Palestina obrera y socialista, laica, sobre el conjunto de la Palestina histórica»). Esta sustitución es un error extremadamente grave.
Los compañeros de la FT piensan que defender el lema «Palestina democrática, laica y no racista, desde el río hasta el mar» equivale a defender una «etapa democrática» y renunciar al carácter socialista de la revolución palestina. Pero están completamente equivocados, porque ese lema es actualmente la principal reivindicación del programa para la revolución socialista en Palestina y en toda la región. En lugar de integrar esta consigna en un programa de transición, combinarla con demandas económicas y sociales, transitorias y socialistas, y dar una dimensión regional e internacional a la revolución palestina (que culmina en la lucha por una federación socialista de Oriente Medio y el Norte de África), la FT la sustituye por la consigna de una «Palestina obrera y socialista».
Pero esta consigna representa un ultimátum pretencioso y sectario que impide la construcción de la unidad de la lucha de las masas palestinas y de la región, la unidad de estas con las masas pro palestinas de los países imperialistas y también con la pequeña y valiente minoría judía antisionista israelí. Equivale a imponerles como condición que estén de acuerdo con una Palestina «obrera y socialista», en lugar de dar pasos juntos y conducirlos por el camino de la revolución socialista a partir de la lucha común por una Palestina democrática, laica y no racista, desde el río hasta el mar. En realidad, la posición de FT refleja una profunda incomprensión de lo que significa la revolución permanente.
Este grave error de FT choca frontalmente con la metodología con la que los trotskistas abordamos estos problemas a lo largo de nuestra historia. Trotsky escribe en el «Programa de Transición» que en los «países atrasados» tenemos que «combinar la lucha por las tareas más elementales de la independencia nacional y la democracia burguesa con la lucha socialista contra el imperialismo mundial». Y añade: «Las demandas democráticas, las demandas transitorias y las tareas de la revolución socialista no están separadas en épocas históricas distintas, sino que surgen inmediatamente unas de otras»
(La Fracción Trotskista y su posición en la guerra de Gaza)
b) Sobre el tema de la metodología de Hamás
La LIT se ha posicionado incondicionalmente del lado de la resistencia palestina contra el Estado genocida de Israel y defendió su acción del 7 de octubre de 2023.
En este proceso, no hacemos más que aplicar la tradición marxista de defensa de las luchas de liberación nacional. Al mismo tiempo, nos diferenciamos del programa de Hamás, de su estrategia de construcción de un Estado burgués, de las características represivas y reaccionarias de su gobierno en Gaza. Sobre este tema, hay varios artículos nuestros, de los cuales podemos citar como ejemplos “Una perspectiva revolucionaria para la liberación de Palestina hoy” y “¿Cuáles deben ser los objetivos y métodos de la lucha del pueblo palestino?”, de Marxismo Vivo, No. 20.
Sin embargo, en este momento también nos enfrentamos a una parte de la izquierda que repudió «los métodos de Hamás» en la propia acción del 7 de octubre. Entre estas organizaciones se encuentra, lamentablemente, la FT.
De hecho, el FT no defiende la acción del 7 de octubre y se une a la prensa burguesa, que cuestiona su legitimidad. Ignora que esta acción volvió a situar el tema de Palestina en el centro de la lucha de clases mundial e impuso una derrota a la autoconfianza y la invulnerabilidad sionistas de Israel.
Veamos lo que dijo esta organización:
«Específicamente sobre la acción del 7 de octubre, una parte de ella fue dirigida contra objetivos militares, como puestos de control, posiciones de las Fuerzas de Defensa de Israel, cuarteles, captura de militares israelíes, etc., pero toda la otra parte de la operación no, lo que implicó la muerte de cientos de jóvenes que estaban en una fiesta, familias que vivían en kibutz y muchas otras que no tenían ninguna función militar…
«Sin embargo, la cuestión de fondo es cuál sería la supuesta justificación, desde el punto de vista de la causa palestina, para acciones como, por ejemplo, el ataque a un festival de música como el que se estaba celebrando en las cercanías de Reim. Ninguna. Al contrario, esto perjudica enormemente a la causa, por lo que es fundamental delimitar estos métodos que no tienen nada que ver con los del proletariado.
Ahora, Heller se apresura a justificarlo, advirtiendo que hay que hacer un análisis concreto de lo que pasó. Sin embargo, eso es precisamente lo que no hace. Nos recuerda que la toma de rehenes es un método habitual que se ha utilizado históricamente en las luchas revolucionarias, citando, entre otros, la Comuna de París y la Revolución Rusa. Pero, ¿qué tiene que ver la toma como rehenes del arzobispo de París, de los curas y de los gendarmes durante la Comuna con la toma de rehenes en un festival de música donde una parte significativa de los participantes eran jóvenes pacifistas que no eran enemigos de la causa palestina? Nada que ver. (Medios y fines. Un debate sobre la posición de la izquierda ante la estrategia y los métodos de Hamás, Matías Maiello).
Veamos estos argumentos uno por uno. En primer lugar, la sociedad israelí está completamente militarizada. La juventud israelí o bien está en el ejército o es reservista.
Incluso si se tratara solo de «civiles», atacar a la resistencia palestina por la muerte de civiles es un error total. Se trata de una acción de guerra, de un pueblo oprimido en profunda desventaja militar frente a una potencia nuclear. Peor aún, Myriam Bregman, candidata a la presidencia de la república por la FIT, lamentó en un debate televisivo «la muerte de civiles palestinos e israelíes».
En segundo lugar, sobre la toma de «rehenes». Usamos comillas porque en realidad se trata de prisioneros de guerra. Este tipo de acción fue realmente utilizada por los bolcheviques en la revolución rusa, así como en la Comuna de París. ¿Qué hay de malo en ello? Contrariamente a lo afirmado por el FT, la toma de «rehenes» ha demostrado ser correcta, siendo hasta ahora un elemento central que provoca una crisis interna en Israel, provocando la movilización de miles de sus familias contra el gobierno de Netanyahu, en defensa de un acuerdo que consiga su liberación.
Es muy difícil que un militante del FT convenza a cualquier activista palestino de que la toma de «rehenes» fue un error. No por casualidad, esto desapareció de su prensa. Pero, como es típico de esta corriente, no hay autocrítica.
Volviendo al artículo de Víctor Alay:
«Entrando ya en los métodos, pensamos que no se puede abstraerse que Hamás es una resistencia popular sin aviones, tanques ni barcos, encerrada en la mayor prisión a cielo abierto del mundo, sometida a un asedio criminal y a ataques atroces durante 17 años. En estas circunstancias, no se puede exigir a Hamás que respete un supuesto código moral de combate en su lucha, enormemente desigual, contra el ejército ocupante. Tampoco se puede olvidar que las colonias israelíes en los alrededores de Gaza (y, en general,
todo el territorio de Israel, erigidas sobre el saqueo de tierras palestinas y la limpieza étnica) no son solo colonias construidas sobre tierras robadas por la violencia, sino que también desempeñan una función militar de cerco a la Franja, conectadas a una amplia red de instalaciones militares, atacadas por milicianos y en gran parte destruidas. Del mismo modo, hay que tener en cuenta que Israel es como una base militar gigante donde, además de las tropas en servicio, hay 400 000 reservistas y un gran número de civiles armados.
También hay que considerar que una cosa es la propaganda sionista falaz, reproducida de forma masiva y reiterada por los gobiernos y los medios occidentales, y otra son los hechos reales, parte de los cuales han sido revelados en las últimas semanas, aunque rápidamente silenciados. Sabemos que parte de los muertos en el festival de música fueron víctimas de disparos indiscriminados de helicópteros militares israelíes y que, como menciona Maiello, parte de los muertos en las colonias vecinas a la Franja de Gaza fueron víctimas de las tropas israelíes que combatían a los milicianos palestinos.
Los compañeros de FT, lejos de contextualizar las «muertes de civiles» del 7 de octubre, les confieren una centralidad que solo puede entenderse por la brutal y sostenida presión de la campaña de los medios occidentales. Alcoy llega incluso a hacer valoraciones morales y a decir que «rechazar la calificación de «terrorismo» no es relativizar y mucho menos justificar los crímenes de Hamás contra civiles palestinos[6] e israelíes». Pero nunca debemos equiparar la violencia del opresor con la del oprimido. No podemos calificar de «crímenes» las muertes de civiles israelíes, víctimas de la respuesta militar de Hamás a la barbarie de Israel, verdadero responsable de sus muertes.”
Creemos que continuamos la tradición marxista de defender el derecho de los pueblos oprimidos a rebelarse por cualquier medio necesario. Nos situamos en el bando militar de los palestinos, aunque no tenemos un acuerdo programático ni político con la dirección del Hamás.
c) Sobre la clase obrera israelí
El FT justifica la crítica a la toma de rehenes y la muerte de civiles por parte de Hamás con este argumento final:
«En estos términos, nos diferenciamos de los métodos de Hamás, ya que apostamos por la confluencia de los habitantes de Gaza con los miles que se movilizan desde principios de año en Cisjordania contra la ocupación israelí y contra la Autoridad Palestina, con los trabajadores árabes de Israel y con los trabajadores israelíes que rompen con el sionismo. Apostamos a que esta unidad sea con los métodos de la clase trabajadora, como la huelga general combinada con la intifada y el desarrollo de organismos de autodefensa capaces de unir a todos estos sectores». (Medios y fines. Un debate sobre la posición de la izquierda ante la estrategia y los métodos de Hamás, Matías Mayello)
Más adelante, intenta justificar su política con el ejemplo de la postura de la III Internacional en EE. UU. para convencer a la clase obrera blanca contra sus prejuicios racistas:
«Pero hay un caso bastante gráfico con el que podríamos comparar la cuestión del sionismo de los trabajadores israelíes, el profundo racismo de los obreros norteamericanos con el que Trotsky se topó de cerca en su época. ¿Cómo respondía Trotsky a este problema?
Él sostenía que: «El 99,9 % de los trabajadores estadounidenses son chovinistas, son verdugos de los negros y también lo son de los chinos. Hay que educar a estas bestias estadounidenses. Hay que hacerles entender que el Estado estadounidense no es su Estado y que no tienen que ser los guardianes de ese Estado». Sin embargo, una vez más, la FT deja de lado el análisis concreto de la realidad concreta.
Israel es un enclave imperialista, con un Estado de carácter nazi fascista. El proletariado judío israelí se distingue del proletariado blanco norteamericano en relación con los negros por un problema material, económico, que trasciende y determina sus ideologías y políticas. Tiene privilegios económicos y políticos sobre los palestinos desde el inicio de la colonización sionista hace más de cien años. La colonización sionista ha convertido al proletariado judío en agente y beneficiario del robo de tierras, casas y empleos del pueblo palestino.
Esto no significa que no exista lucha de clases entre la burguesía y el proletariado israelíes. Pero estos conflictos están subordinados al mantenimiento del orden colonial contra los palestinos.
La movilización de masas que existe hoy en Israel contra el gobierno de Netanyahu, en defensa de una tregua y una negociación con Hamás por los rehenes, es extremadamente progresista, ya que lleva la crisis a este Estado nazifascista. Pero no nos engañemos. La mayoría absoluta del pueblo israelí, incluidos los que participan en estas movilizaciones, está a favor de la explotación y la opresión de los palestinos.
Pero no están a favor de que sus hijos y familiares sigan muriendo en la guerra. Esto los lleva a una movilización progresista, aunque limitada en sus objetivos. Es imposible una alianza entre el proletariado judío israelí y el palestino por el fin del genocidio y la liberación de Palestina, por esta diferencia material, la explotación de los palestinos y sus beneficios también para los trabajadores israelíes.
Solo será posible una convivencia pacífica entre los palestinos y el resto de habitantes, musulmanes y judíos, de la región tras la destrucción del Estado nazi fascista de Israel. Los palestinos que vivían en la región antes de 1948 hablan de la paz que existía entonces y que puede volver a existir. Pero solo tras la destrucción del Estado de Israel, y no antes.
Sobre la polémica en relación con Ucrania
El otro centro de la lucha de clases mundial, además de Palestina, es la guerra de Ucrania. Sobre este tema, una vez más, la FT comete un grave error de caracterización, al calificarla de «guerra interimperialista» y, a partir de ahí, adoptar una política abstencionista, «contra la guerra», que termina reforzando al bando más fuerte, el de la agresión rusa.
Dice el FT:
«Por último, llevando el debate a una cuestión muy actual, en una situación de guerra como la de Ucrania, la LIT reproduce una lógica similar y, al no considerar en su política concreta el papel de la OTAN, caracteriza la guerra únicamente desde el punto de vista de una «resistencia contra la invasión» y subestima una vez más el papel del imperialismo. Obviamente, nos posicionamos en contra de la invasión rusa en Ucrania, pero eso no significa firmar un cheque en blanco al imperialismo, que se ha unificado detrás del gobierno prooccidental de Zelensky; incluso Trump no ha podido evitar seguir armando a Ucrania, obligando a Kiev a entregar sus recursos minerales y a los países de Europa a contribuir con más presupuesto militar para la OTAN. La LIT apoya militarmente al campo de Zelensky, incluso exigiendo armas a los países imperialistas, lo que, cabe destacar, ocurre desde el inicio del conflicto [25]».
¿Cuál es la realidad concreta de esta guerra? El imperialismo ruso, la segunda potencia nuclear del mundo, invadió en febrero de 2022 Ucrania, un país semicolonial con menos de un tercio de habitantes que Rusia. Putin pensaba que se trataba de una guerra fácil y que en menos de tres meses tomaría Kiev e impondría un gobierno títere.
Sin embargo, desde entonces, Ucrania resiste desde hace más de tres años en una guerra de liberación nacional en plena Europa. Este hecho gigantesco y categórico —la invasión de un país imperialista sobre un país semicolonial— es el elemento central de la caracterización de esta realidad. A ello hay que añadir la existencia de un gobierno burgués, el de Zelensky, en Ucrania, que defiende el imperialismo europeo y norteamericano y ataca al proletariado ucraniano limitando su capacidad defensiva. El imperialismo europeo apoya a Ucrania, manteniendo su objetivo de semicolonización del país, pero en realidad limita severamente el envío de armas.
Los aumentos de los presupuestos armamentísticos de los países imperialistas tienen que ver con sus propios objetivos contrarrevolucionarios y no con el apoyo a Ucrania, que solo recibe las migajas.
El imperialismo norteamericano tenía una postura similar a la europea, bajo el gobierno de Biden, pero el actual gobierno de Trump ha cambiado esta política, pasando a apoyar a Putin para forzar la derrota de Ucrania, mientras limita el apoyo militar a este país.
¿Cuál es la posición de la LIT? La tradicional del marxismo ante este tipo de guerra de liberación nacional. Apoyamos la lucha del pueblo ucraniano, manteniendo nuestra total independencia respecto al gobierno de Zelensky.
Tomemos esta cita de Trotsky sobre la guerra chino-japonesa:
«Quiero detenerme en esta carta para discutir únicamente la guerra chino-japonesa. En mi declaración a la prensa burguesa, afirmé que el deber de todas las organizaciones obreras de China era participar activamente y en primera línea en la actual guerra contra Japón, sin abandonar ni por un solo momento su propio programa y actividad independiente. ¡Pero eso es «socialpatriotismo»!, gritan los eiffelistas. ¡Es la capitulación ante Chiang Kai-shek! ¡Es el abandono del principio de la lucha de clases! El bolchevismo predicó el derrotismo revolucionario en la guerra imperialista. Ahora bien, la guerra en España y la guerra chino-japonesa son ambas guerras imperialistas. Nuestra posición sobre la guerra en China es la misma. La única salvación de los obreros y campesinos de China es luchar independientemente contra los dos ejércitos, contra el ejército chino, del mismo modo que contra el ejército japonés». Estas cuatro líneas, extraídas de un documento eiffelista del 10 de septiembre de 1937, bastan para decir: aquí estamos o con verdaderos traidores o con completos imbéciles. Pero la imbecilidad, elevada a este grado, equivale a la traición.
No ponemos ni hemos puesto nunca todas las guerras en el mismo plano. Marx y Engels apoyaron la lucha revolucionaria de los irlandeses contra Gran Bretaña, de los polacos contra el zar, aunque en estas dos guerras nacionalistas los dirigentes eran en su mayoría miembros de la burguesía e incluso, en algunos momentos, de la aristocracia feudal… en todo caso, reaccionarios católicos. Cuando Abdel-Krim se levantó contra Francia, los demócratas y los socialdemócratas hablaron con odio de la lucha de un «tirano salvaje» contra la «democracia». El partido de Leon Blum apoyaba este punto de vista. Pero nosotros, marxistas y bolcheviques, considerábamos la lucha de los rifeños contra la dominación imperialista como una guerra progresista. Lenin escribió cientos de páginas demostrando la necesidad primordial de distinguir entre las naciones imperialistas y las naciones coloniales y semicoloniales que constituyen la gran mayoría de la humanidad. Hablar de «derrotismo revolucionario» en general, sin distinguir entre países explotadores y explotados, es hacer una caricatura miserable del bolchevismo y poner esa caricatura al servicio de los imperialistas.
En el Lejano Oriente tenemos un ejemplo clásico. China es un país semicolonial que Japón está transformando, ante nuestros ojos, en un país colonial. La lucha de Japón es imperialista y reaccionaria. La lucha de China es emancipadora y progresista.
¿Pero Chiang Kai-shek? No debemos hacernos ilusiones sobre Chiang Kai-shek, su partido o toda la clase dominante de China, al igual que Marx y Engels no se hacían ilusiones sobre las clases dominantes de Irlanda y Polonia. Chiang Kai-shek es el verdugo de los obreros y campesinos chinos. Pero hoy se ve obligado, a pesar suyo, a luchar contra Japón por lo que queda de la independencia de China. Mañana puede volver a traicionar. Es posible. Es probable. Es incluso inevitable. Pero hoy está luchando. Solo los cobardes, los canallas o los completos imbéciles pueden negarse a participar en esta lucha.
Usemos el ejemplo de una huelga para aclarar la cuestión. No apoyamos todas las huelgas. Si, por ejemplo, se convoca una huelga para excluir a los trabajadores negros, chinos o japoneses de una fábrica, nos oponemos a esa huelga. Pero si una huelga tiene como objetivo mejorar, en la medida de lo posible, las condiciones de los trabajadores, somos los primeros en participar en ella, independientemente de su dirección. En la gran mayoría de las huelgas, los líderes son reformistas, traidores de profesión, agentes del capital. Se oponen a todas las huelgas. Pero, de vez en cuando, la presión de las masas o la situación objetiva los obliga a seguir el camino de la lucha.
Imaginemos, por un instante, a un trabajador que se dice a sí mismo: «No quiero participar en la huelga porque los líderes son agentes del capital». Esta doctrina de este imbécil ultraizquierdista serviría para marcarlo con su verdadero nombre: un rompehuelgas. El caso de la Guerra Sino-Japonesa es, desde este punto de vista, totalmente análogo. Si Japón es un país imperialista y China es víctima del imperialismo, nosotros favorecemos a China. El patriotismo japonés es la máscara hedionda del robo mundial. El patriotismo chino es legítimo y progresista. Poner a ambos en el mismo plano y hablar de «patriotismo social» solo pueden hacerlo aquellos que no han leído nada de Lenin, que no han entendido nada de la actitud de los bolcheviques durante la guerra imperialista y que solo pueden comprometer y prostituir las enseñanzas del marxismo.
(Sobre la guerra chino-japonesa, septiembre de 1937)
Podemos citar también la posición de Trotsky sobre la guerra entre Italia y Etiopía:
«Maxton y los demás opinan que la guerra italo-etíope es «un conflicto entre dos dictadores rivales». Para estos políticos, este hecho parece eximir al proletariado del deber de elegir entre dos dictadores. Así, definen el carácter de la guerra por la forma política del Estado, en cuyo curso ellos mismos consideran esta forma política de manera bastante superficial y puramente descriptiva, sin tener en cuenta los fundamentos sociales de ambas «dictaduras». Un dictador también puede desempeñar un papel muy progresista en la historia; por ejemplo, Oliver Cromwell, Robespierre, etc. Por otro lado, en plena democracia inglesa, Lloyd George ejerció una dictadura altamente reaccionaria durante la guerra. Si un dictador se pusiera al frente de la próxima revuelta del pueblo indio para aplastar el yugo británico, ¿rechazaría Maxton su apoyo a ese dictador? ¿Sí o no? Si no, ¿por qué rechaza su apoyo al «dictador» etíope que está tratando de liberarse del yugo italiano?
Si Mussolini triunfa, eso significará el refuerzo del fascismo, el fortalecimiento del imperialismo y el desánimo de los pueblos coloniales en África y en otros lugares. La victoria del Negus, sin embargo, significaría un golpe poderoso no solo contra el imperialismo italiano, sino contra el imperialismo en su conjunto, y daría un poderoso impulso a las fuerzas rebeldes de los pueblos oprimidos. Hay que estar completamente ciego para no verlo». (Sobre los dictadores y las alturas de Oslo, 1936)
El FT argumenta con la intervención de los imperialismos norteamericano y europeo para afirmar que se trata de una «guerra proxy», es decir, una guerra por poder, un conflicto armado en el que dos potencias utilizan a terceros como intermediarios, evitando el enfrentamiento directo entre ellas.
Evidentemente, se trata de una caracterización completamente errónea. Ignora el hecho central de la guerra: la invasión rusa de Ucrania. No ha habido ningún «poder» de nadie para Putin. El imperialismo ruso decidió invadir Ucrania. No hubo ningún poder imperialista que instigara al pueblo ucraniano a resistir esta invasión. De manera heroica, las masas ucranianas están luchando contra la invasión rusa, a pesar de todas las maniobras del gobierno burgués de Zelensky. Ignorar esto es una expresión de la ceguera mencionada por Trotsky.
El segundo argumento central de FT es que quien dirige la lucha no es el proletariado y una dirección revolucionaria, sino el gobierno burgués de Zelensky. Sobre este tema, basta recordar el ejemplo citado por Trotsky de la postura de un trabajador ante una huelga dirigida por direcciones sindicales burocráticas, para ver la gravedad de su error.
Rescatamos el artículo de Víctor Alay sobre el tema:
«Aquí entramos en un clásico de los compañeros de FT, ya que, según ellos, si no hay una «fuerza política independiente», revolucionaria o claramente clasista, en la dirección o, al menos, desempeñando un papel relevante en un movimiento popular, no se puede apoyar dicho movimiento ni situarse en su campo militar en caso de conflicto armado. Este no es solo el caso de Ucrania. También fue el caso del poderoso movimiento democrático contra la dictadura de Bashar al-Assad en Siria, donde la FT mantuvo una postura abstencionista y se negó a apoyar la rebelión popular, tanto durante las grandes movilizaciones masivas contra el régimen como durante todo el período inicial de la guerra civil, antes de que el movimiento popular fuera sofocado por las facciones militares financiadas y dirigidas por los regímenes reaccionarios de la región.
Los revolucionarios deben, por lo tanto, estar incondicionalmente en el campo militar de Ucrania y luchar por la victoria militar de la nación oprimida e invadida, sin que ello implique ningún tipo de apoyo político a Zelensky o a la OTAN. Por el contrario, hay que denunciar sus planes y maniobras y trabajar por la organización independiente del proletariado ucraniano contra Zelensky, la OTAN, la UE y el FMI.
Hay que oponerse y denunciar sin ambages a la OTAN (y pedir su disolución) y al rearme imperialista, oponerse a todos los presupuestos militares de Biden, Macron, Sánchez, etc., y denunciar abiertamente a Zelensky como el hombre de Biden y de la UE en Ucrania. Pero esta confrontación política con Zelensky debe hacerse siendo, en todo momento, «los mejores soldados contra Putin». Del mismo modo que solo podíamos denunciar al gobierno republicano de Madrid, que desmantelaba las conquistas revolucionarias del inicio de la guerra civil española de 1936-1939, siendo «los mejores soldados contra Franco».
No se puede desenmascarar a la OTAN ni a Zelensky fuera de las trincheras ucranianas o con una postura «ni una cosa ni otra», en «tierra de nadie», en medio del fuego cruzado. ¿Qué le dice el FT a los trabajadores ucranianos, muchos de los cuales están en primera línea? ¿Que no se debe apoyar a ningún bando militar porque ambos son reaccionarios y que solo se podrá apoyar al bando ucraniano cuando haya un gobierno antiimperialista y socialista?
El FT denuncia la guerra en Ucrania como una guerra reaccionaria y apuesta por un movimiento por la paz, como si estuviéramos en una guerra entre potencias imperialistas por la división del mundo y no ante una guerra justa de liberación nacional.
Pero la FT ha ido muy lejos en esta línea, ya que se ha mostrado beligerante contra la entrega de armas a Ucrania por parte de las potencias imperialistas. En lugares como el Estado español o Alemania, ha llevado a cabo campañas de agitación en defensa de «ni un tanque para Ucrania» (La Fracción Trotskista, el contraste entre Gaza y Ucrania).
Existe una campaña internacional de la amplia mayoría de las organizaciones estalinistas de todo el mundo en apoyo a Putin en la guerra de Ucrania, con el argumento de que se trata de un gobierno progresista (Putin) contra un gobierno apoyado por la OTAN. Y existe todo un sector, también estalinista, que defiende una política muy cercana a la FT, «contra la guerra», contra los dos bandos.
La política de FT para Ucrania, por lo tanto, tiene un contenido abstencionista, que termina dando agua al molino del sector más fuerte, el imperialismo ruso, hoy apoyado también por Trump.
Sobre la polémica en torno a Cristina Kirchner
Tanto en la polémica en torno a la caída del gobierno de Dilma Rousseff como en la detención de Cristina Kirchner se expresa la necesidad de la independencia de clase ante una polarización entre dos bloques burgueses: un proyecto de colaboración de clases y otro de extrema derecha. Esta polarización está presente de una u otra forma en varios países de América Latina y del mundo.
Sobre el tema de Dilma Rousseff no vamos a desarrollar, dejándolo para otro artículo, de los compañeros del PSTU.
Veamos lo que dice la FT sobre el tema Cristina Kirchner:
«No basta con no sacar ninguna lección de este proceso, sino que repiten el mismo error actualmente en Argentina, no solo no oponiéndose al encarcelamiento de Cristina Kirchner, sino defendiendo abiertamente que sea encarcelada, situándose en la misma política que hoy sostiene la extrema derecha de Milei, Macri y Trump».
En realidad, una vez más, ante la polarización entre dos bloques burgueses, la FT se ata a uno de ellos. Una delegación parlamentaria de la FT llegó a visitar la casa de Kirchner para mostrarle su solidaridad.
Sobre este tema, recuperamos una declaración conjunta de varias organizaciones de izquierda, entre ellas el PSTU argentino:
«Cristina Fernández de Kirchner (CFK) estará presa a partir de este miércoles. Este hecho ha polarizado todo el país, ha impactado el proceso electoral y ha obligado a todas las organizaciones políticas y sindicales a posicionarse.
Los partidos de izquierda más conocidos —los que forman parte de la FITU, el Nuevo MAS, Política Obrera— y sus líderes más conocidos (desde Bregman y Del Caño hasta Belliboni y Solano, desde Altamira hasta Castañeira, etc.) se han posicionado al lado de Cristina, denunciando, junto con el aparato peronista, una «persecución antidemocrática».
Consideramos un grave error esta postura, que es oportunista, guiada por un cálculo electoral y representa un reclamo a Cristina. Respetamos el sentimiento de muchos trabajadores que lamentan la situación de su líder, pero no lo compartimos. Y nos vemos obligados a decir la verdad: Cristina cosecha lo que sembró.
La derecha política y la mayor parte de los medios de comunicación celebran lo que presentan como «una victoria contra la corrupción». Es pura hipocresía. La Justicia es parte de lo más corrupto del régimen político que nos venden como «democracia». Y la Corte es su máxima expresión. Ninguno de ellos se preocupó por los negocios de Menem, Macri o Milei, similares a los de los Kirchner. Repudiamos esta Justicia, así como el conjunto de las instituciones de la «democracia», que solo sirven para perpetuar la explotación, la sumisión al Fondo Monetario y a los capitales extranjeros y nacionales. No tenemos nada que ver con eso y rechazamos sus sentencias. En este caso, una sentencia guiada por un cálculo electoral. Pero eso no nos lleva a defender a Cristina.
El aparato peronista denuncia una «persecución» y un «ataque a la democracia». Nada de eso es cierto. CFK no estará presa por enfrentarse a los poderosos, sino víctima de sus propios actos. Los dirigentes sindicales, incapaces de mover un dedo en defensa de la clase trabajadora y que, como todo el peronismo, fueron cómplices del brutal ajuste de Milei, ahora amenazan con movilizaciones. Los gobiernos peronistas, como los demás, persiguieron a los luchadores.
En realidad, se trata de una disputa entre sectores patronales por el poder y el dinero. No hay un sector «progresista» en esta cuestión. Es un paso más de la «división» que sirve para impedir que la clase trabajadora y el pueblo pobre rompan con todas las variantes patronales y avancen en su lucha por una nueva dirección política y por una salida opuesta a todos ellos. Por eso es doblemente errónea la defensa del peronismo y de su «jefa» por parte de la izquierda que se dice revolucionaria. Por el contrario, en momentos en que millones de trabajadores se muestran cansados del peronismo, más que nunca necesitamos distanciarnos de todos ellos, presentar una alternativa completamente independiente, opuesta a todas las variantes patronales, ante cada hecho de la realidad.
Una conclusión inicial
No damos esta respuesta como una mera disputa polémica, como una defensa de la LIT ante un ataque injustificado de la FT. Nos parece que un debate real entre revolucionarios puede ser fructífero, pero presupone una comprensión profunda de las críticas. Creemos sinceramente que, al contrario que el «error etapista de Moreno», es la FT la que se equivoca profundamente en elementos muy importantes explicados aquí:
a) el subjetivismo como metodología de interpretación de la realidad, tan equivocado como el objetivismo
b) la necesidad del análisis concreto de la realidad concreta de los procesos de la revolución permanente que implican tareas democráticas
c) la necesidad de programas diferentes para los momentos previos y posteriores al derrocamiento de las dictaduras, articulados en el programa general de transición
d) el grave error en relación con Palestina, al negar la consigna «Palestina libre, del río al mar», articulada como parte de un programa de transición hacia la revolución socialista
e) errores no menos graves por negar la acción del 7 de octubre de la resistencia palestina, atacando la toma de rehenes y la muerte de civiles. A esto se suma su idealización de la clase obrera israelí, ignorando la base material del sionismo.
f) su postura de neutralidad ante la guerra de Ucrania, que la lleva a una capitulación ante el sector más fuerte, el imperialismo ruso.
g) sus errores en relación con la democracia burguesa, concretados en la defensa de Cristina Kirchner y el gobierno de Dilma
Por último, pero no menos importante, la FT nunca se autocrítica por nada. En este sentido, también choca con la metodología de Lenin y Moreno.
La FT nunca se ha autocriticado por el retraso en la caracterización de la restauración del capitalismo en China. Hasta el día de hoy no ha llegado a la conclusión de que China es imperialista. Sigue sin caracterizar que en Cuba ya ha habido una restauración del capitalismo, lo que les llevó a negarse a defender a los trabajadores reprimidos por la dictadura burguesa castrista el 11 de enero de 2021. ¿Cuándo van a hacer autocrítica por haber criticado dura y severamente a Hamás por tomar rehenes en la acción del 7 de octubre de 2023?
Es decir, también en el terreno de la autocrítica, el leninismo pasa muy lejos de esta corriente.
Estamos dispuestos a debatir estos y otros problemas clave del programa y la política trotskista, tanto a través de artículos como en cualquier foro de discusión que se pueda definir. Consideramos que el debate franco, abierto y público, si se lleva a cabo con una metodología sana de argumentos y no con amalgamas y caricaturas, puede ayudar a los activistas a posicionarse sobre estos temas.