El mini-Estado palestino no es la solución
¿Cuál es la solución al conflicto entre los palestinos e Israel, que lleva ya más de seis décadas? Básicamente se proponen dos alternativas diferentes. La propuesta más difundida es la solución de “dos pueblos, dos estados”, que se debatirá próximamente en la Asamblea General de la ONU. Es apoyada por el imperialismo, Al-Fatah y la OLP, y por gran parte de la izquierda mundial.
Alejandro Iturbe / texto escrito originalmente en 2011
A pesar de su carácter restringido, después de tantos años de sufrimientos y de no contar con su propio país, esta propuesta es vista, incluso por sectores del propio pueblo palestino, si bien no como la “solución ideal y más justa”, al menos, como un paso adelante al que el gobierno israelí se opone, un punto de apoyo para seguir avanzando.
En este sentido, no es más que la continuidad de la resolución de la ONU de 1947. Volvería a sancionar y legalizar internacionalmente el robo y la usurpación que significó la creación de Israel, incluso si se adoptase sobre la base de las fronteras previas a la guerra de 1967. Al mismo tiempo, el pueblo palestino quedaría definitivamente dividido en tres sectores, mucho más débiles.
El primero de ellos, el millón y medio de palestinos que viven dentro de Israel, serán condenados cada vez más a soportar aislados los ataques de los gobiernos israelíes que quieren borrar su memoria y su historia (por ejemplo, la prohibición de recordar la Nakba); irles quitando la nacionalidad israelí a quienes no juren fidelidad a Israel y el sionismo; y, finalmente, como es el plan de Lieberman, expulsarlos directamente o dejarlos en condiciones insostenibles como a los que viven en Jerusalén oriental.
Los tres millones y medio de Gaza y Cisjordania, habitantes del futuro mini-Estado “independiente”, deberán vivir en un país fragmentado, sin ninguna viabilidad de autonomía económica e, incluso, si se cumplen los compromisos que está aceptando Abbas, sin fuerzas armadas y con sus fronteras patrulladas por tropas de la OTAN. En otras palabras, un poco más que la actual ANP, igualmente cercados por Israel y su bota militar, sólo que formalmente más “independiente”.
Finalmente, los cinco millones que viven fuera de Palestina verán definitivamente liquidado su derecho de retorno. Ése es el contenido de hecho de la creación de los de los “dos estados”: al aceptar esta resolución, se acepta que las tierras robadas y usurpadas de las que fueron expulsados sean definitiva y legalmente israelíes. Y el mini-Estado palestino no ofrecerá ninguna posibilidad objetiva (ni económica ni de tierra) de que se radiquen allí.
Con su política, las direcciones de Al-Fatah y Hamas expresan básicamente los intereses de los sectores burgueses de Cisjordania y Gaza, para quienes la creación del mini-Estado palestino podría traer algún beneficio. Pero lo hacen a costa de sacrificar a los otros dos sectores. Esencialmente a los exiliados que, como vimos, perderían cualquier posibilidad de retornar.
Y esto se refleja en las movilizaciones recientes, donde la vanguardia pasó a ser la juventud palestina que vive en Siria, Líbano o Jordania, y también la de países más alejados. Para ellos, como expresó Soraya Misleh (una periodista brasileña de origen palestino) en una entrevista publicada en la revista Correo Internacional No 5, el derecho de retorno es innegociable, y el eje movilizador es: ¡Vamos a volver a nuestra tierra![1]
Esto abre profundas contradicciones con las direcciones de Al-Fatah y Hamas y, como ya señalamos, a partir de las movilizaciones, la posibilidad de construir una nueva dirección palestina que sea alternativa a los viejos dirigentes y organizaciones, responsables de tantos años de derrotas y frustraciones. Por eso, Abbas y Al-Fatah comenzaron a intentar una reubicación. Firmaron el “acuerdo de reconciliación” con Hamas y presentaron ante la ONU, contra la opinión de Israel y el imperialismo, el pedido de reconocimiento del Estado palestino. La jugada comienza a darles resultado, por lo menos en Cisjordania: miles de palestinos festejaron en las calles este pedido y, a su vuelta, Abbas fue recibido con gran entusiasmo. Es decir, para seguir siendo agente de Israel y el imperialismo, con cierto peso popular, y no ser barrido por la movilización, Abbas necesitó hacer una jugada táctica que lo enfrenta en el terreno diplomático.
Sin embargo, incluso con todas las limitaciones que tiene la reivindicación que hace Abbas, hoy el imperialismo norteamericano e Israel no están en condiciones de otorgarla y se oponen tajantemente a ella. Que dicha votación se realice en la ONU sería una derrota política para ellos. Por eso, sin cambiar ni un milímetro nuestra posición sobre los “dos estados” ni sobre el carácter de la ONU, defendemos el derecho democrático del pueblo palestino de exigir esa votación en la Asamblea General de la ONU, y vamos a apoyar toda movilización de ese pueblo por esa exigencia.
La única solución verdadera: la construcción de una Palestina única, laica, democrática y no racista, y la destrucción de Israel. Frente a la propuesta de los “dos estados”, nosotros reivindicamos que la única solución verdadera a la “cuestión palestina” es la que estaba formulada en el programa fundacional de la OLP: la construcción de una Palestina única, laica, democrática y no racista.
Una Palestina sin muros ni campos de concentración, a la que puedan retornar los millones de refugiados expulsados de su tierra, y recuperen sus plenos derechos los millones que permanecieron y hoy son oprimidos. Un país en el puedan permanecer todos los judíos que estén dispuestos a convivir en paz y con igualdad. Una propuesta que fue abandonada por la OLP pero que es reivindicada por miles de jóvenes activistas palestinos en todo el mundo, y que estuvo presente en las recientes movilizaciones en memoria de la Nakba.
Pero esta propuesta no puede ser llevada adelante, y no habrá paz en Palestina, hasta que no se derrote definitivamente y se destruya el Estado de Israel. Es decir, hasta que el cáncer imperialista que corroe la región no sea extirpado de modo total y definitivo. Llamamos a los trabajadores y al pueblo judíos a sumarse a esta lucha contra el estado racista y gendarme de Israel.
Sin embargo, debemos ser conscientes de que, por el carácter de la población judía israelí que hemos analizado, lo más probable es que sólo una pequeña minoría acepte esta propuesta, mientras la gran mayoría de ellos, incluida la vieja base sionista askenazi, seguramente defenderá con uñas y dientes “su Estado” y sus privilegios y, por lo tanto, deberemos luchar contra ellos hasta el final.
La destrucción de Israel y la construcción de una nueva Palestina es una tarea histórica, equivalente a la destrucción del Estado nazi alemán o el Estado del apartheid sudafricano. Es una tarea difícil que puede demandar muchos años.
Pero la revolución árabe y la movilización del pueblo palestino, sumadas a la derrota de las tropas sionistas en el Líbano y a la crisis del Estado y de la sociedad sionistas, plantean como posible y presente una lucha política y militar unificada de masas del pueblo palestino y del conjunto de las masas árabes que permita la victoria.
[1] Este texto es la parte final del artículo “La ‘cuestión palestina’, punto central de la revolución árabe” publicado en la revista Marxismo Vivo Nueva Época No 2, en 2011. Fue escrito luego de una gran movilización de jóvenes palestinos en el exilio hacia Israel que “penetraron” las fronteras de Israel t lograron ingresar a su territorio. Actualmente, como cuenta Soraya Misleh en un artículo reciente, la vanguardia de la resistencia palestina han pasado a ser jóvenes palestinos de Cisjordania, en los focos que ella denomina “guaridas de leones”.