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80 años de la Cuarta

En defensa de la IV Internacional [II Parte]

abril 27, 2018

VI- Cómo reconstruir la IV

Para reconstruir la IV es necesario tener la ambición de unir a los revolucionarios. Y la realidad es que la dispersión de las corrientes revolucionarias lleva ya décadas. Surge entonces la primera cuestión sobre con qué método avanzar en su reagrupamiento.

Por: Eduardo Almeida

¿Es correcto adoptar el método de convocar a una “Conferencia Abierta” para reconstruir la IV? ¿Quiere decir agrupar a todas las organizaciones que se reclaman revolucionarias para iniciar un proceso de discusión y confluencia?

Nos parece que este método es equivocado. La propia experiencia previa a la fundación de la IV en la década de 1930 demuestra su ineficacia. Trotsky, al analizar las propuestas para construir la IV Internacional opinaba así:

La propuesta de citar a una Conferencia a todos los grupos que se reclaman de la Oposición de Izquierda (…) refleja un intento de hacer retroceder la rueda y demuestra una total falta de comprensión de las condiciones y leyes del desarrollo de una organización revolucionaria, y de los métodos de selección y educación de sus cuadros. No solo rechazamos sino que condenamos tal actitud por estar en aguda contradicción con la política organizativa del marxismo.[11]

De lo que se trata es de la elaboración de las bases fundamentales de la política revolucionaria para un largo período. Esta clase de problemas jamás fueron resueltos por conferencias heterogéneas e improvisadas. Por el contrario, la falta de preparación política, la convocatoria apurada en una atmósfera de desorden, solo servirán para correr el riesgo de aumentar el caos ideológico y la mutua exasperación de los distintos grupos.[12]

La LIT defiende que los procesos de unificación deben ser sólidos, preparados y discutidos con profundidad y, si fuera necesario, deben ser lentos. En ese sentido, proponemos criterios claros. El primero es que la reconstrucción de la IV debe estar basada en un programa. Es decir, en la comprensión común de la realidad y de las tareas que proponemos al proletariado para la época y la etapa actuales. Como parte de ese entendimiento, es necesario tener acuerdos sobre los hechos fundamentales de la lucha de clases y la acción conjunta en ella.

Estos eran los criterios defendidos por Trotsky en la década de 1930:

“En el terreno de nuestras relaciones con el SAP, el problema debe reducirse al programa, táctica y el régimen del nuevo partido. Es obvio que lo que se necesita no son fórmulas generales abstractas, sino de la constatación, sobre el papel, de todas las experiencias de los últimos años, en que participaron ambas organizaciones (…) A los dirigentes tampoco les planteamos mecánicamente los problemas. Les decimos: antes de llegar a una resolución definitiva sobre nuestra colaboración, que nosotros deseamos la más estrecha posible, es necesario tener plena seguridad de que compartimos una misma posición respecto de los problemas fundamentales de la estrategia proletaria. He aquí nuestras posiciones fundadas al calor de la lucha de clases en distintos países. ¿Cuál es su actitud para esos problemas? Si ustedes no tienen posición definitiva al respecto, tratemos de estudiarlos juntos, comenzando por los problemas políticos más inmediatos y candentes. Creo que esta forma de plantear la cuestión no esconde ni sombra de sectarismo. En general, los marxistas no pueden posicionarse de otro modo. Es preciso agregar que estamos dispuestos a colaborar en la acción sin esperar una respuesta definitiva a todos los problemas en discusión.[13]

Por otro lado, es necesario reafirmar que las relaciones entre organizaciones revolucionarias deben tener como objetivo una aproximación de posiciones y acciones en común para, en la medida en que haya acuerdos sólidos, avanzar hacia una unificación.

Por eso, es una precondición que esas relaciones se basen en un método común de honestidad, franqueza y lealtad. Es decir, en un marco de respeto mutuo buscar los acuerdos que nos unen y discutir con total precisión las diferencias que existan. Si existen acuerdos fundamentales, se podrá avanzar hacia una unificación, en caso contrario, aunque no se llegue a la unificación, se podrán mantener relaciones fraternales y acuerdos de menor nivel.

VII- ¿Con quién reconstruir la IV?

Entendemos que la reconstrucción de la IV es tarea para los revolucionarios, no solo los que tienen origen en el trotskismo. Una IV reconstruida deberá agrupar a revolucionarios originados en distintas tradiciones del marxismo, sobre la base del acuerdo alrededor de un programa revolucionario.

Como dijimos en el documento aprobado en el Congreso de la LIT de 1997: “la reconstrucción de la IV, y de la LIT-CI para encarar esta tarea, va a darse sobre la base de la confluencia con individuos, grupos y partidos que no solo no vienen del trotskismo sino tampoco de marxismo”.[14]

En segundo lugar, esta tarea solo puede ser realizada con las organizaciones que quieren construir hoy un partido mundial de la revolución socialista. Evidentemente, no podemos agruparnos con organizaciones que sean contrarias a esta tarea. En ese documento de 1997, decíamos: “Las corrientes que vienen del marxismo revolucionario, pero que renuncian hoy a la lucha por la construcción de un partido mundial de la revolución socialista, pueden emprender todas las tareas que quieran, menos la de la reconstrucción de la IV Internacional”.[15] En eso se incluyen las corrientes nacional trotskistas, que son contrarias a la reconstrucción de la IV Internacional.

Tampoco podemos reconstruir la IV con quien dejó de lado la tarea de construir partidos revolucionarios y se dedica a la construcción de “partidos anticapitalistas”, o sea, partidos reformistas electorales.

No podemos tampoco reconstruir la IV con los que, incluso reivindicándose trotskistas abandonaron los principios del trotskismo, con quien cruzó la frontera de clase hacia la colaboración y la capitulación con gobiernos burgueses. Entre esas corrientes están las que apoyan gobiernos burgueses como el de Nicolás Maduro en Venezuela, el gobierno del PS portugués, la dictadura genocida de Assad en Siria, y los que apoyaron los gobiernos del PT en el Brasil.

Esa actitud no representa ningún tipo de autoproclamación. Nosotros no somos ni nos juzgamos ser la IV reconstruida. Esta es una tarea que está por hacerse y esperamos poder realizarla junto con los revolucionarios dispuestos en encararla. Solo queremos rescatar la manera seria, alrededor de un programa y concepción de partido y de internacional, con el que ella debe ser reconstruida.

Gran parte de los principios y estrategias revolucionarias para nuestra época están condensados en lo que consideramos nuestras “bases programáticas”: el Manifiesto Comunista, las resoluciones de los cuatro primeros congresos de la III Internacional, y el Programa de Transición, votado en la conferencia de fundación de la IV Internacional.

Además, tendremos que encarar la tarea de actualización del Programa de Transición, especialmente a partir de los acontecimientos del Este europeo, marcados por la compleja combinación entre procesos revolucionarios de masas, por un lado, y la restauración capitalista, por otro.

Ese importantísimo hecho histórico generó una enorme confusión ideológica y una reorganización en toda la izquierda revolucionaria mundial, provocando crisis y rupturas. Cuando Trotsky escribió el Programa de Transición tenía que sistematizar las enseñanzas del marxismo acumuladas, pero también explicar qué pasó con la burocratización de la URSS. Ahora se impone la actualización del Programa de Transición en función de la restauración del capitalismo y de la caída de las dictaduras estalinistas en el Este.

La LIT comenzó a tomar esa tarea. Ya tuvimos un congreso destinado a las tareas programáticas, vamos a tener otro en 2018, y seguiremos reelaborando el programa hasta que tengamos condiciones de actualizarlo; queremos plantear este desafío para las corrientes y grupos que se proponen realmente reconstruir la IV para responder al desarrollo de la lucha de clases. Esta es nuestra propuesta para establecer un diálogo con otras organizaciones, en la perspectiva de esa reconstrucción.

VIII- ¿Una nueva época que cambia todo?

Comprendemos la reconstrucción de la IV a partir de la reivindicación de la comprensión del mundo y de las tareas de los revolucionarios contenida en el Programa de Transición. La polarización y la inestabilidad crecientes en la situación mundial, los enfrentamientos cada vez más duros entre revolución y contrarrevolución, con mayores espacios para la ultraderecha y para la izquierda, solo actualizan esa comprensión.

La crisis de la humanidad continúa siendo consecuencia de la crisis de dirección revolucionaria, por la acción de los aparatos reformistas que abortan o impiden la continuidad de los procesos revolucionarios. La caída del aparato estalinista mundial libera fuerzas de reorganización del movimiento de masas. Pero la tarea de construcción de partidos revolucionarios que dirijan el proletariado aún está iniciándose.

Lamentablemente, la comprensión de buena parte del llamado movimiento trotskista es opuesta a esta. El llamado “Secretariado Unificado” sigue por inercia llamándose “IV Internacional”, a pesar de no tener más nada que se parezca siquiera con la IV fundada por Trotsky. Las corrientes que la dirigen son continuidad de las que llevaron a la IV a la destrucción en la posguerra, y nunca consiguieron reconstruirla.

No obstante, con los acontecimientos del Este europeo el SU cambió de calidad. Con la restauración del capitalismo en la URSS y la globalización neoliberal, la dirección del SU entendió que había habido un “cambio de época” que llevaba a “un nuevo programa” y “un nuevo tipo de partido”. El cambio de época, según ellos, puso al movimiento obrero a la defensiva por décadas e imposibilita de hecho una revolución socialista. Las características de la “nueva época” son el “debilitamiento social de los trabajadores” y la “crisis del proyecto socialista”. Esas desfavorables “relaciones de fuerza mundiales” no se deben a factores objetivos sino a elementos subjetivos, como el retroceso ideológico del movimiento obrero debido a los “efectos profundos” de la crisis del “socialismo realmente existente”.

Se impone, entonces, según ellos, la necesidad de un programa diferente, que no puede estar centrado en la revolución socialista y la construcción de la dictadura del proletariado, y sí en reformas del capitalismo. Y, como consecuencia de esto, se deja de lado la estrategia de construcción de partidos revolucionarios, para construir partidos anticapitalistas. Ya no existen motivos, según el SU, para construir partidos separados de los reformistas, es preciso hacer partidos unificados, con programas reformistas.

Así, se renueva con otra forma la misma negación de la antigua dirección pablista en la pos Segunda Guerra Mundial, de construcción de partidos revolucionarios.

Esto ocurre en una situación bien distinta a la enfrentada por el pablismo luego de la Segunda Guerra Mundial. Al contrario del fortalecimiento del estalinismo, tenemos la crisis brutal del estalinismo por la desaparición de los Estados dirigidos por ellos.

Y ahora, esa política tiene consecuencias aún peores, por la disolución directa de los partidos antes trotskistas en partidos reformistas. Es por eso, que el mayor y más tradicional partido del SU, la LCR francesa, que tuvo un papel importante en el Mayo del ’68, se disolvió en el NPS (Nuevo Partido Anticapitalista). El ejemplo fue seguido internacionalmente: en Portugal se disolvieron en el Bloque de Izquierda, en España en Podemos, en el Brasil en el PT y el PSOL.

Los “límites” de esas direcciones, según el SU, se deben al retroceso de la conciencia de las masas, debido a la “derrota histórica ocurrida con la restauración” y, por lo tanto, la única alternativa es apoyar o ser parte de ellas.

Como consecuencia, el propio Secretariado dejó de ser una corriente revisionista para transformarse en un frente internacional de partidos reformistas.

Acaba de terminar el XVII congreso del SU, en marzo de 2018, que reafirmó esas tesis. No sacaron ningún balance del desastre del NPA, que vive una profunda crisis, con poco más de 1.200 militantes; mucho menos de lo que era la Liga Comunista Revolucionaria (el partido trotskista que se disolvió en el NPA) en el pasado, o de la crisis generada por Syriza (que fue apoyada acríticamente por la dirección del SU) con su gobierno neoliberal en Grecia. El partido hoy más importante que estuvo en el congreso del SU fue el Bloque de Izquierda de Portugal (dirigido por cuadros que vienen del SU), que es parte del gobierno burgués del PS de Portugal.

Ese “congreso”, en realidad fue una reunión de partidos reformistas, una especie de Foro Reformista Mundial, cada vez con menor peso en la realidad. Ellos informaron tener 6.000 militantes en todo el mundo, contando 3.000 de una organización guerrillera de Filipinas (que no tiene nada que ver con el trotskismo) y 1.000 de un partido anticapitalista en Pakistán. Esos informes de Filipinas y Pakistán son solo disfraces que nada que tienen que ver con la realidad, para esconder la decadencia mundial de esa corriente.

Por fortuna, surgió una oposición de izquierda dentro del SU, que reafirma la comprensión del mundo hoy como parte de la misma época imperialista, y mantiene la defensa de la necesidad de construcción de partidos revolucionarios.

IX- Contra la sectas

Trotsky rechazaba las sectas. Como afirma el Programa de Transición:

“Incapaces de encontrar acceso a las masas las acusan de incapacidad para elevarse hasta las ideas revolucionarias. Estos profetas estériles no ven la necesidad de tender el puente delas reivindicaciones transitorias, porque tampoco tienen el propósito de llegar a la otra orilla. Como mula de noria, repiten, constantemente las mismas abstracciones vacías. Los acontecimientos políticos no son para ellos la ocasión de lanzarse a la acción, sino de hacer comentarios. Los sectarios, del mismo modo que los confusionistas y los magos, al ser constantemente desmentidos por la realidad, viven en un estado de continua irritación, se lamentan incesantemente del “régimen” y de los “métodos”, y se dedican a mezquinas intrigas. Dentro de su propio círculo, estos señores comúnmente ejercen un régimen despótico. La postración política del sectarismo no hace más que seguir como una sombra a la postración del oportunismo, sin abrir perspectivas revolucionarias. En la política práctica, los sectarios se unen a cada paso a los oportunistas, sobre todo a los centristas, para luchar contra el marxismo (subrayados nuestros).

Rechazamos las sectas. Buscamos permanente y obsesivamente vías para llegar al movimiento de masas. Reivindicamos las concepciones de la III Internacional en relación con los métodos de frente único de intervención en el movimiento de masas, lo que es negado por las sectas.

No por nada los partidos ligados a la LIT componemos la corriente trotskista con más peso en los movimientos sindicales y sociales. Estamos en la dirección de la CSP-Conlutas en el Brasil, la Coordinadora de El Salvador, No Austerity en Italia, Cobas-Madrid en el Estado español, así como en importantes sindicatos como Sitrasep en Costa Rica, y muchos otros.

Esta discusión es interesante, porque las corrientes reformistas y centristas nos acusan de “sectarios”. No somos sectarios. Sectarios son los que niegan las tácticas de frente único y unidad de acción. Sectarios son los que no consiguen abrir una vía al movimiento de masas. Pero, nos acusan de “sectarios” porque luchamos contra los reformistas.

No era esa la comprensión de la III Internacional, que siempre combinó la política de frente único con la lucha abierta contra las direcciones reformistas. En su III Congreso, cuando los jóvenes partidos comunistas seguían siendo minoritarios y tenían que enfrentar la disputa por las masas en Europa contra las direcciones burguesas y los partidos reformistas de masas, la III discutió sobre la necesidad de frente único.

Las recomendaciones de la Internacional tenían esencialmente un sentido doble: por un lado, la defensa de las acciones comunes en la lucha de clases, junto a la clase obrera, encaminando sus luchas por cuestiones mínimas para colocarlas en movimiento en las luchas, a través de los sindicatos o fuera de ellos. En ese trabajo práctico para llevar a las masas a la acción, las tácticas de frente único y unidad de acción son imprescindibles. Como decía Trotsky: “Los reformistas temen el potente espíritu revolucionario de las masas; su arena más preciada es la tribuna parlamentaria; las oficinas de los sindicatos, las cortes de justicia, las antesalas de los ministerios. Por el contrario, lo que a nosotros nos interesa, aparte de toda otra consideración, es arrancar a los reformistas de su paraíso y ponerlos al lado nuestro ante las masas. Usando una táctica correcta, solo podemos ganar”.

En ese sentido, todo el arsenal de tácticas utilizadas por el movimiento obrero, como la unidad de acción y el frente único, sigue válido para impulsar las acciones directas de las masas por un lado, y, por el otro, para desenmascarar a las direcciones reformistas. La utilización de tácticas de exigencias y denuncias siguen fundamentales para avanzar en la experiencia de las masas frente a esas direcciones.

En la concepción de la III Internacional, los dos movimientos (unidad y enfrentamiento) deben aplicarse conjuntamente. “Las experiencia de estos dos años de lucha de los Partidos Comunistas confirmaron en todos los puntos la justeza del punto de vista de la Internacional Comunista. Esta, por su política, llevó a los obreros revolucionarios a separarse no solo de los reformistas sino también de los centristas” (“Tesis sobre la táctica”).

Si tenemos como objetivo la destrucción del reformismo, eso tiene que manifestarse en todos los momentos. Si entramos en una lucha, incluso con una táctica unitaria, es una obligación de los revolucionarios delimitarse del reformismo y buscar que las masas hagan su experiencia con esas direcciones. Es por eso que esa táctica se llama unidad-enfrentamiento, y se vale de exigencias y denuncias.

Ser sectario no es combatir implacablemente el reformismo, es no utilizar correctamente las tácticas de frente único y unidad de acción. Nosotros combatimos las sectas… y el reformismo.

Otra característica de las sectas, que rechazamos, es que ellos no desarrollan relaciones leales y fraternales con otras organizaciones revolucionarias. Ellas tienen como intención parasitar las organizaciones trotskistas más importantes y ganar algunos militantes. Se construyen así, en una especie de “canibalismo político” y deslealtad permanente, y no por el debate programático profundo y leal y por una intervención común en la lucha de clases.

En especial, rechazamos el método usado frecuentemente por esas organizaciones de practicar el entrismo (y el trabajo fraccional secreto) dentro de las organizaciones de las cuales dicen querer aproximarse. El entrismo es una táctica que solo se puede admitir dentro de organizaciones enemigas y oportunistas, no entre organizaciones revolucionarias. Por eso, no existen posibilidades de reconstruir la IV con esas sectas.

X- ¿Construir la IV Internacional o caer en el nacional trotskismo?

El internacionalismo era uno de los principios ampliamente difundidos del movimiento obrero. Es una consecuencia de la comprensión de que la revolución socialista debe extenderse internacionalmente o será finalmente derrotada. Es parte de la comprensión de que sin construir una dirección internacional, los partidos nacionales terminan por capitular a las inevitables presiones nacionales.

Es por eso que Marx, Engels, Lenin y Trotsky siempre tomaron la construcción de las internacionales en su época como indisociables de la construcción de los partidos nacionales.

Sin ninguna autoproclamación, afirmamos que somos la única corriente internacional del trotskismo que preserva el internacionalismo como base para su existencia y funcionamiento.

No decimos esto con alegría, sino mirando fríamente el retroceso ideológico y programático presente en el movimiento trotskista. Lamentablemente, no existe ninguna otra corriente internacional que funcione con criterios de una verdadera internacional, un partido mundial de la revolución.

La LIT tiene un funcionamiento basado en congresos regulares –en general cada dos años– que debaten y deciden democráticamente la política y el programa de la Internacional. Ese debate involucra al conjunto de la militancia en todos los partidos (con la traducción de los documentos en por lo menos tres lenguas: inglés, español y portugués), esos congresos son momentos riquísimos de debates y polémicas. Cuando es necesario, se pueden organizar tendencias o fracciones en esos congresos, que tienen los mismos derechos que la dirección de la internacional. Después de las discusiones, los documentos son votados en el congreso, siendo a partir de ahí asumidos como posiciones internacionales por todos los partidos. Junto con eso, se elige en el congreso una dirección internacional para implementar esas políticas.

Las políticas nacionales son definidas por los partidos nacionales, también en congresos democráticos. Como la dirección de la LIT no tiene la autoridad que tenía la dirección de la III y de la IV (que dirigieron revoluciones), la Internacional no tiene poder para cambiar la política de una sección nacional. Pero puede discutir la política de esos partidos, y eso es fundamental para combatir las inevitables presiones nacionales que estos sufren. Después de la discusión, quien decide la política nacional es la sección nacional (al contrario de las posiciones internacionales, definidas en el congreso de la LIT). En la historia de la LIT hubo ya innumerables crisis políticas de partidos nacionales en que la discusión política internacional fue decisiva para corregir los rumbos.

El Secretariado Unificado tuvo un curso opuesto al nuestro. La antigua dirección de Mandel y Pablo imprimió un curso federalista, sin centralización real al SU. Reconocían formalmente la necesidad de una internacional centralizada, pero construían una federación laxa de secciones nacionales, con tendencias y fracciones permanentes internacionales, cada una con su propio programa y sin ninguna disciplina.

El federalismo es opuesto al centralismo democrático internacional. No existe una discusión democrática y después una decisión colectiva, que es aplicada por todos. Cada sector hace lo que quiere. Esta concepción no tiene nada que ver con una internacional centralista democrática, como es la tradición de la III y de la IV. Eso dejó sin combate el curso oportunista de los partidos nacionales, por no haber contrapeso ideológico y programático internacional. Ese tipo de organización internacional estaba ligado a la política de la propia dirección internacional, que también capitulaba a todo tipo de direcciones reformistas.

Después, con el curso de los partidos del centrismo al reformismo, el propio Secretariado Unificado cambió también de calidad, y acabó transformándose en una corriente internacional reformista, agrupando una mayoría de partidos reformistas nacionales sin ninguna centralización internacional. No decimos que son partidos reformistas como un insulto. No acostumbramos hacer eso. Estamos hablando de partidos que dejaron de tener en el programa la defensa de la revolución socialista, la construcción de la dictadura del proletariado, y adoptan una estrategia electoral.

El Secretariado Unificado tiene algunas reuniones periódicas y congresos distanciados uno de los otros. El XV congreso fue en 2003, el XVI en 2010 y el último ahora, en 2018. Esos congresos son solo foros de partidos, sin resoluciones centralizadas para todos. El nombre de IV Internacional es mantenido solo por la atracción que el trotskismo ejerce sobre las nuevas generaciones de revolucionarios.

Los sectores minoritarios revolucionarios que siguieron hasta ahora en el SU no están en su verdadera casa.

Otra variante en los días de hoy es el llamado “nacional trotskismo”, que es tan liquidador como el federalismo. Moreno definía así esa corriente:

[…] sus distintas variantes sostienen que la cuestión de la dirección y la organización internacional constituye una especie de “programa máximo”, para un futuro indefinido, que por ahora hay que mantener en un plano declarativo, de expresión de deseos, a la espera de que se den “las condiciones”[1].

Para ellos, la tarea fundamental es construir partidos nacionales y después, en un futuro indefinido, se formaría la Internacional. Esa ideología encubre la práctica de esos partidos de actuar como “partidos madre”. Montan corrientes internacionales que significan apenas una extensión de esos partidos madre. Sirven para que la dirección de esos partidos den órdenes a los partidos menores, sin que existan congresos que definan democráticamente la política de esas corrientes. La definición de la política y del programa de esas corrientes es dada por la dirección del “partido madre” y no por el congreso de la internacional.

Eso lleva inevitablemente a la destrucción de esas organizaciones. Las corrientes nacional trotskistas del pasado, como la Healy, Lambert, el partido francés Lutte Ouvrière, el SWP de los Estados Unidos ya sufrieron consecuencias brutales. La corriente de Healy se destruyó después de una brutal crisis moral, con Healy acusado de violación de jóvenes militantes. La corriente lambertista está en completa decadencia, tanto en Francia como en el Brasil (sus mayores grupos), siendo pálidos recuerdos de la fuerza que ya tuvieron. El partido Lutte Ouvrière tiene cada vez menos importancia en la Francia de hoy. El SWP es hoy una organización de menos de 200 militantes, completamente adaptado al castrismo, sin intervención real en la lucha de clases de los Estados Unidos.

Hoy, otras expresiones del nacional trotskismo son el PTS y el PO argentinos, que no se proponen realmente construir la IV y sí sus propios partidos nacionales y “corrientes internacionales” pero sin congresos ni funcionamiento real internacional, como veremos en artículos próximos. Todavía están en ascenso, pero el nacional trotskismo va a acabar definiendo su futuro, como ocurrió con otras corrientes en el pasado.

[…]

XIII- La LIT-CI se pone a disposición de los revolucionarios como una herramienta para reconstruir la IV

Hasta aquí, hemos señalado los lineamientos programáticos, el método, y los actores con los cuáles proponemos reconstruir la IV Internacional. Sin embargo, queda un punto central para discutir: ¿cuál es el marco organizativo desde donde se la puede reconstruir?

Frente a esta cuestión, la LIT se pone a disposición de las organizaciones revolucionarias y militantes revolucionarios de todo el mundo como una herramienta para la reconstrucción de la IV.

Nosotros nunca nos definimos ni creemos ser la “única corriente internacional revolucionaria en el mundo”. Es muy probable que aparezcan otras corrientes que se dispongan a construir una Internacional revolucionaria siguiendo el modelo de la III y la IV, en el marco de factores tales como la agudización de la lucha de clases, las crisis de los aparatos y de la gran mayoría de las corrientes internacionales del trotskismo.

Este último factor se reviste de una particular importancia. El “movimiento trotskista”, considerado como un conjunto de organizaciones y corrientes que, más allá de sus diferencias, mantenían su independencia de los aparatos socialdemócratas, estalinistas, nacionalistas burgueses o pequeñoburgueses, aunque en diversos casos capitulaban políticamente a ellos, se acabó, ya no existe más. Algunas de sus organizaciones, aunque sigan existiendo, ya no son independientes sino apéndices de izquierda del castro-chavismo, de la socialdemocracia o de aparatos nacionales.

En el marco de este giro mayoritario hacia la derecha, la LIT-CI, junto con otras organizaciones, se mantuvo como una organización internacional principista. Estamos envueltos en una reelaboración del programa, lo que para nosotros es una tarea central para la reconstrucción de la IV.

Estamos abiertos a unificaciones con otras corrientes revolucionarias, en la medida en que tengamos acuerdos programáticos y metodológicos.

Ponemos nuestra Internacional a disposición de todas las corrientes internacionales u organizaciones nacionales revolucionarias, para que la tomen como un instrumento para construir esta Internacional, es decir, para reconstruir la IV.

Traducción: Natalia Estrada.

Notas:

[1] MORENO, Nahuel. Nuestra experiencia con el lambertismo. Disponible en: <http://litci.org/es/teoria/historia/nahuel-moreno-nuestra-experiencia-con-el-lambertismo/>, consultado el 21/03/2017.

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