Debate: ¿Reducir los intereses resuelve los problemas de la economía?
El Comité de Política Monetaria del Banco Central (COPOM), bajo el mando de Roberto Campos, mantuvo la estruendosa tasa de 13,75% para los intereses SELIC (que sirven como referencia para todas las demás tasas de interés del país). Lula criticó la decisión. Los ex presidentes del Banco Central, Armínio Fraga y Henrique Meirelles, dijeron que la tasa de interés es elevada debido a la incertidumbre sobre los gastos públicos y la responsabilidad fiscal.
Por: Gustavo Lopes Machado
Dicen que las críticas de Lula ponen en jaque la autonomía del Banco Central y sería un “tiro en el pie”, ya que las incertidumbres sobre la autonomía tenderían a mantener altos los intereses.
Por su parte, André Lara Resende, economista y banquero asociado a los orígenes del Plan Real, que ha apoyado el gobierno de Lula, defendió reducir los intereses y dice que su elevación beneficiaría a un sector rentista (que vive exclusivamente de rendimientos), en detrimento de quienes realizan inversiones productivas.
El papel de la tasa de interés y la deuda pública
La SELIC es la tasa de interés pagada sobre los títulos de la deuda pública interna. Quien compra títulos de la deuda pública presta su capital al gobierno. En lugar de recibir la ganancia de una inversión productiva, pasa a recibir los intereses de la tasa SELIC, pagados por el gobierno.
Roberto Campos y otros defienden la “responsabilidad fiscal”, que significa ajustar el gasto público en ayuda social (Educación, Salud, infraestructura, Seguridad Social, etc.) para garantizar el pago de intereses a los acreedores de la deuda. Si esto no sucede, el riesgo de incumplimiento en el futuro aumenta y los intereses deben subir para compensar los riesgos y atraer nuevos acreedores.
Pero este argumento es bastante extraño, porque, en nombre de la “responsabilidad fiscal”, los intereses deben mantenerse altos y, por lo tanto, hacer estallar los gastos públicos con intereses de la deuda. Lara Resende defiende que, después de todo, la deuda pública brasileña no es tan alta. Está al mismo nivel de otros países similares al Brasil y por debajo de aquella de los países dominantes en el capitalismo mundial.
Pero vale preguntar: Si esto es así, ¿cómo pagar un monto tan alto en intereses y amortizaciones (reducción del valor de la deuda a través del pago de cuotas), siendo que la deuda pública asciende a billones de reales?
La solución sería el llamado refinanciamiento de la deuda. Es decir, como por arte de magia, se venden nuevos títulos de la deuda pública para pagar intereses y amortizar los ya existentes. Las deudas se pagan con nuevas deudas. Así es como explota la deuda pública. Pero esto es solo el comienzo. Todos los problemas parecen estar resueltos. La deuda no es un problema ya que el gobierno puede emitir tantos títulos de la deuda como quiera. Desafortunadamente, el problema no es tan simple.
El problema de la inflación
Los títulos de la deuda pública y los intereses que se pagan por ellos regulan el volumen de dinero emitido en la economía. Cuando recompra títulos de la deuda pública, el Banco Central pone más dinero en circulación, y lo retira cuando vende.
Todos los bancos están directa o indirectamente vinculados al Banco Central. Cuanto menor sean los intereses, más barato será el crédito y tendremos una mayor inyección de moneda a la sociedad. Cuando los intereses son altas, la tendencia es la contraria. Por lo tanto, la tasa de interés es utilizada como mecanismo para contener la inflación, reduciendo o ampliando la cantidad de dinero en circulación.
Por eso Roberto Campos dice que es necesario una SELIC elevada para contener la inflación y así evitar la erosión de los salarios, mantener el poder adquisitivo de la población y garantizar la estabilidad para los negocios.
Si reflexionamos atentamente, veremos que este argumento no explica nada. ¿Cuándo deberían ser altos los intereses y cuándo bajos? ¿Por qué una mayor cantidad de dinero en circulación, con crédito más barato, genera inflación?
La diferencia entre países capitalistas e imperialistas
Veamos los casos de los países capitalistas dominantes. En la crisis de 2008, por ejemplo, Estados Unidos financió buena parte de las ayudas estatales a empresas privadas que quebraban, una tras otra, con la deuda pública y, al menos en ese momento, no hubo una inflación significativa. En estos días, incluso estos países no están logrando hacer esto y la inflación se ha disparado en EE. UU.
El ejemplo es suficiente para que entendamos que no hay determinismo entre tasa de interés del Banco Central e inflación. ¿Por qué?
El dinero no flota en las nubes. Tenemos inflación cuando el crecimiento de la emisión monetaria no va acompañado por la producción y circulación de mercaderías, cuyo valor expresa el dinero. La circulación de dinero responde a las demandas de la circulación de las mercaderías, como capital, y no lo contrario. La diferencia del Brasil para los países dominantes o imperialistas es que, en estos últimos, sus capitalistas con propietarios de la mayor parte del capital que circula en todo el globo.
En un país como Brasil, cada vez más desindustrializado, cada vez más abajo en la división internacional del trabajo, la circulación de dinero es inestable porque la producción y circulación de mercaderías también son inestables.
Al no controlar el capital de gran parte de lo que se produce en el país, al vender productos de bajo valor agregado y comprar productos de alto valor agregado, la riqueza del país se reduce. Sobre todo, en el caso de la clase trabajadora, con una oferta de empleos cada vez más reducida, inestable, precaria y de menor cualificación. En el caso de los capitalistas, sin embargo, existe una salida, una válvula de escape: y esta es precisamente la deuda pública.
¿Cómo funciona? Mecanismo para que el rico se haga más rico
Cada vez más, no hay forma de que los capitalistas empleen productivamente el capital que acumulan. Por un lado, porque no tienen condiciones de migrar ese capital para sectores de tecnología de punta y mayor valor agregado, ya que son de propiedad extranjera y no cuentan con la tecnología para hacerlo.
Por otro lado, por el propio estancamiento y retroceso en el consumo de la clase trabajadora que compra estos productos. El Estado garantiza la rentabilidad de ese capital en la forma de títulos de la deuda pública, extrayendo de la sociedad, en su conjunto, una masa de valores a través de los impuestos, incluidos los pequeños y medianos capitales, y dirigiendo a quienes poseen títulos públicos, en su en su mayoría grandes empresarios y capitalistas.
Como resultado, estos empresarios sufren permanentemente de algo parecido a una doble personalidad. Quieren impuestos bajos para reducir el precio de las mercaderías, lo que posibilita un aumento en las ventas y de la escala de producción. Al mismo tiempo, quieren “responsabilidad fiscal”, es decir, reducción del gasto público, manteniendo los impuestos para que el Estado pague con los intereses de todo ese capital adormecido que tiene en sus brazos.
Así, tiene razón Lara Resende cuando dice que la “deuda pública presta un servicio a los ahorradores, a las empresas, a los ricos, a los rentistas y a todos los agentes en la economía que necesitan transferir poder adquisitivo en el tiempo sin correr riesgos”, como escribió en un artículo publicado en “Valor Econômico”, el 07/02/2013.
Pero, nótese bien. Él no ve ningún problema con este mecanismo. También defendió que si el Estado pagase toda la deuda pública “la economía tendría serias dificultades para mantenerse saludable”. Después de todo, la “deuda pública interna” es “un bien público indispensable”. Ahora bien, ¿indispensable para quién? Evidentemente, para “las empresas, los ricos, los rentistas”. Pero no solamente.
La deuda también es indispensable para mantener en funcionamiento toda esa máquina loca e irracional que caracteriza el funcionamiento interno del capitalismo. Es la única forma de absorber todo el capital que no encuentra nuevos lugares de inversión, dejándolo en manos del Estado, sin producir nada, y, aun así, ‘produciendo’ intereses a costa de la sociedad entera.
Salida: un programa de los trabajadores para los intereses
No hay dudas en mantener los intereses elevados para la población en general y la clase trabajadora. Primero, porque eso aumenta sus deudas. Segundo, porque destina parte de los impuestos a pagar intereses a un grupo de grandes rentistas. Por eso, reducir los intereses es fundamental, pero no es suficiente si, junto con esto, no dejamos de pagar la deuda pública a los rentistas y si no avanzamos en la estatización y nacionalización de todos los bancos y del sistema financiero.
Pero, el gobierno no tomó ninguna medida efectiva ni siquiera para bajar los intereses, mucho menos para derrocar a Campos Neto o acabar con la supuesta autonomía del Banco Central. Además, Lula y los críticos de los intereses elevados no cuestionan este loco mecanismo en el que los grandes propietarios del capital ganan, ya sea explotando sus negocios o pagando intereses, a costa de la sociedad en su conjunto.
Retirar a Roberto Campos, un bolsonarista, de la presidencia de BC sería óptimo. Pero ¿a quién pondría el PT en su lugar? ¿No sería alguien vinculado a los bancos o a los capitalistas como el propio Lara Resende, ya mencionado para el cargo?
Sería importante terminar con la autonomía del BC, ya que esta supuesta autonomía significa estar bajo el control directo de los banqueros y del mercado. Pero, si el gobierno elige a alguien para complacer justamente a los banqueros, entonces el Banco Central será, en la práctica, controlado por los mismos de siempre, cambiando sólo los medios a través de los cuales el capital ejerce ese control.
En el capitalismo no hay autonomía del sistema financiero
En el fondo, cuando Lula y Boulos (PSOL) critican la autonomía del BC, no es porque defiendan que este no cumpla los intereses de los capitalistas, sino sí que hagan una política monetaria que agrade al sector que defiende intereses bajos, tal como las montadoras de automóviles y bancos, como el Bradesco, preocupados por la alta tasa de morosidad. Solo defienden que, en este momento, los intereses podrían reducirse un poco. Limitar el debate solo a este aspecto es permanecer en un círculo vicioso que no resuelve la vida de los trabajadores.
En el capitalismo, la autonomía de la BC y la autonomía del Estado son siempre relativas y controladas en última instancia por el poder del propio capital. La tasa de interés del BC en realidad es definida por las necesidades de diferentes sectores burgueses en la propia producción capitalista y de las disputas de las facciones burguesas.
Los márgenes de maniobra son limitados y, cuando la incontrolable economía capitalista necesite de mayor o menor emisión monetaria, de una fracción mayor o menor del capital adormecido en títulos de la deuda, los intereses, tarde o temprano, subirán o bajarán.
Además de defender una caída inmediata de la tasa de interés, se necesitan medidas estructurales. Sin eso, no es posible bajar la tasa de interés de manera duradera y consistente. La única salida es la apropiación social de la riqueza privada, comenzando por las mayores empresas capitalistas que actúan en el país.
Es decir, impedir que los recursos nacionales migren al exterior y, en lugar de someterse a la riqueza abstracta, como capital, someter la riqueza producida y disponible a un proyecto consciente de desarrollo nacional, de apropiación racional y planificada de los recursos naturales.
¡Bajar intereses de hecho!
¡Acabar con la supuesta autonomía del BC!
¡No pagar la deuda pública!
¡Nacionalizar los bancos y estatizar el sistema financiero!
Artículo publicado en www.pstu.org.br, 1/3/2023.-
Traducción: Natalia Estrada.