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Cuba

Cuba en debate

junio 8, 2024

Publicamos un artículo de Alexander Hall, un activista socialista cubano que admiramos mucho, y crítico del régimen castrista, titulado Cuba: del capitalismo de Estado al neoliberalismo económico de ideología política «comunista». En él, Alexander describe bien la situación en Cuba, muy al contrario de la farsa estalinista que todavía intenta mostrar a la isla como el bastión del socialismo. Junto a esto, Alexander desarrolla la posición de que en Cuba existía previamente un capitalismo de estado, con el que no tenemos acuerdo. Luego publicamos, junto al texto de Alexander, para estimular un sano debate, otro artículo, esta vez de Eduardo de Almeida, dirigente de la LITci, titulado ¿Adónde va Cuba?, que entre otros temas, también polemiza con la visión del capitalismo de Estado.

Cuba: del capitalismo de Estado al neoliberalismo económico de ideología política «comunista»

Por Alexander Hall Lujardo

El ascenso victorioso de la Revolución cubana influyó de modo notable en el mapa geopolítico de un escenario mundial dividido por la «Guerra Fría», protagonizado entre 1945-1991 por los Estados Unidos y la URSS, quienes desplegaron a nivel internacional relaciones desiguales con las naciones aliadas en sus respectivos espacios de influencia. La proyección externa del proceso de cambio, estuvo condicionada por la hostilidad norteamericana y el predominio de la influencia «comunista» en las esferas del Gobierno, planteándose como principales enemigos al subdesarrollo capitalista y los grupos armados del interior, quienes contrarios al proyecto de transformación social, inclinaron sus intereses a los designios de la burguesía local y extranjera.

Ese complejo maremágnum de circunstancias motivó la alineación de la dirigencia caribeña al país soviético, así como al fortalecimiento de sus vínculos económicos, diplomáticos y culturales. Las medidas impulsadas resultaban tendientes a la centralización del poder político y la nacionalización paulatina en todos los ámbitos de la sociedad, hasta completarse en manos del Estado cerca del total de las propiedades existentes en 1968 con la implementación de la Ofensiva Revolucionaria, de la que resultaron eximidos pequeños productores campesinos y un sector minoritario de transportistas urbanos.[1]

Los manuales filosóficos soviéticos y los economistas políticos de la ortodoxia partidista, guiados de forma escolástica por los preceptos de El Manifiesto Comunista (1848), entendían la estatización como el camino conducente de forma acelerada a la instauración de un modelo alternativo al capitalismo. Sin embargo, desde la Revolución rusa de 1917, quedó demostrado que dicho sendero fetichizaba el aparato del Estado como falso representante del poder popular, la socialización real de las riquezas y la autogestión obrera en las formas productivas, suplantado por el principio leninista de partido único, que denostaba las diversas formas de expresión asociativas en el ejercicio de la crítica intelectual, el pluralismo político y los derechos civiles.

Desde el propio campo de la izquierda anti/poscapitalista, no fueron pocos los intelectuales, filósofos y economistas que apegados a los fundamentos del marxismo, realizaron valerosas críticas al autoritarismo de los regímenes de corte soviético. Entre sus exponentes más brillantes, resaltan la obra de Rosa Luxemburgo (1871-1919), León Trotsky (1879-1940), Erich Fromm (1900-1980), Herbert Marcuse (1898-1979), Aimé Césaire (1913-2008), Tony Cliff (1917-2000) y Ernesto Che Guevara (1928-1967), por solo enunciar algunas de las personalidades más reconocidas a nivel mundial.

Acorde a tales preceptos, varias/os de ellas/os asumían la tesis del «capitalismo de Estado» para describir el sistema de relaciones sociales de producción existentes en esos modelos, encabezados por oligarquías partidistas alejadas del socialismo: entendido este como el régimen de poder obrero, en el que se establecen las bases para la emancipación de la clase trabajadora y otros grupos históricamente excluidos por la maquinaria del capital. Dicho proyecto, resulta viable a través de la planificación descentralizada «desde abajo», de forma tal que se materialicen los criterios de igualdad ante el trabajo y la producción consciente para la distribución socializada de las riquezas.

En tal sentido, durante el siglo XX los denominados modelos del «socialismo real o histórico» se alejaron de los principios de la democracia directa, debido a las intermediaciones burocráticas de la clase dominante, imbuidas por postulados desarrollistas en sus esquemas de crecimiento industriales, convirtiéndose el Estado en el principal empleador de asalariados y, por ende, en el máximo extractor de plusvalía.

Las recetas del neoliberalismo económico en su «larga duración»

El neoliberalismo como corriente de pensamiento ideopolítica, autodenominada como «libertaria» e influida por la producción académica de las Escuelas Austríaca y Chicago, surge como reacción a los movimientos contraculturales y antisistémicos que tuvieron lugar en el mundo hacia mediados del siglo XX. Entre las figuras más descollantes de este corpus resaltan los casos de Ludwig von Mises (1881-1973), Friedrich von Hayek (1899-1992) y Milton Friedman (1912-2006), guiados por una mentalidad contraria a los ideales comunitario-colectivistas de sociedad. En el sustrato de sus criterios se encontraba el retorno a los principios tradicionales del liberalismo clásico, para contrarrestar la influencia del comunismo estatista; ello a pesar de que tales postulados resultasen improbables de acometer, debido a los elevados niveles de concentración de las riquezas y propiedades por los tecnócratas del orbe. El poderío de sus representantes, se expresaba en la creciente fortuna a cargo de sus corporaciones empresariales, respaldada por los sectores políticos del hemisferio occidental, grupos industrialistas y agentes financieros del globalismo transnacional.

La alternativa propuesta por los referentes mundiales del pensamiento posmoderno en materia económica, —encumbrados así por las investiduras de las academias proliberales—, radicaba en la implementación de políticas contrarias a los planteamientos del keynesianismo de gasto compensatorio tras la II Guerra Mundial (1939-1945), para aliviar los efectos de la pobreza, la inflación y el desempleo, mediante la reanimación de la economía a través del incentivo estatal. Por el contrario, los teóricos libertarios o neoliberales esgrimían que la rentabilidad era el camino adecuado para la prosperidad general mediante la implementación de recortes, a través de la máxima privatización posible, dada la supuesta carga fiscal que implican los gastos del «Estado burocrático y su masa ineficiente de trabajadores».

Desde esta postura, se potencian al máximo los ideales smithianos del homo economicus con el fin de obtener elevados márgenes de ganancia, así como la monetización de numerosas actividades y sectores tradicionalmente no mercantilizados en las formas de reproducción del valor, forzados por una perspectiva antropocéntrica de consumo. Los principios axiomáticos detrás de esos códigos no contemplan el carácter finito de los recursos naturales del planeta, ni los daños ecológicos generados por las dinámicas productivas, industriales y mineras de hiper-capitalización; cuyos efectos climáticos adversos resultan negados por el club de magnates que rigen las pautas comerciales del esquema mundializado del capital, a pesar de los estudios científicos que alertan sobre las posibilidades inminentes de una catástrofe civilizatoria.[2]

En América Latina, el neoliberalismo se impuso mediante la violencia genocida de las dictaduras militares más sangrientas en la historia del subcontinente. Las consecuencias sociales del experimento recayó en los sectores precarizados por el orden sistémico; al igual que en el resto de las regiones donde se adoptó como fórmula para beneficio de los grandes empresarios, inversores extranjeros y corporaciones trasnacionales. Dicha praxis se sostuvo mediante la desregulación de áreas sensibles en materia de seguridad social e interés público, así como la privatización de recursos naturales estratégicos; cuyos rubros nacionalizados actuaban como diques de contención ante el extractivismo rapaz de las potencias neocoloniales, amparadas legalmente en su actuar de explotación obrera y violaciones sistemáticas de los derechos humanos, sobre todo contra aquellas poblaciones consideradas «minorías» desde el referente moderno-eurocentrado de sociedad.

En consecuencia a la implementación de ese paradigma, no se hizo esperar la rebeldía de las clases trabajadoras y sectores populares que padecían los efectos de un régimen que prioriza las ganancias de la élite ante el bienestar de la ciudadanía; al tiempo que es capaz de desplazar territorialmente a las comunidades étnicas, rurales y racializadas, si el emplazamiento geográfico de su residencia atenta contra la expansión del esquema patronal de negocios. Todo ello resulta posible, mediante el amparo de los aparatos policiales, militares y jurídicos, puestos a disposición de tales fines, para el sostenimiento de marcados intereses de clase en coalición con la dirigencia gobernante.

El desmantelamiento paulatino del modelo estatista/asistencial cubano

La crisis del «período especial» en Cuba debido a la caída de los países que integraban el denominado «campo socialista europeo» y su tránsito al «capitalismo real», demostró la insostenibilidad del régimen ampliado estatista como poseedor mayoritario en las formas de propiedad y gestión empresarial existentes en el país, dada su irracionalidad económica, convertida también en mecanismo de control totalitario. Desde ese momento, se iniciaron un conjunto de reformas que atentaban contra el modelo hasta entonces promovido por la clase partidista y se implementaron un conjunto de concesiones al capital privado, la apertura a la inversión extranjera y la despenalización circulatoria del dólar estadounidense, impulsadas por la búsqueda de eficiencia económica mediante el fomento de la compulsión financiera.

Tales cambios dieron paso al surgimiento de inequidades supuestamente abolidas por el proceso revolucionario; al tiempo que se experimentó un incremento en la reestratificación social, el consumo de drogas, el resurgir del racismo, la prostitución sexual y el aumento de la desigualdad. La sociedad contempló la aparición de nuevos márgenes de pobreza, agudizados por el déficit en la producción de alimentos, medicinas, bienes de consumo y deterioro de su infraestructura; a cuya gravedad contribuyó el cierre de programas sociales, dada la falta de liquidez, lo que arrojó a millones de personas a una vida sumida en la precariedad, expresado en una caída del PIB equivalente al 36 % entre 1990-1993.

Desde esa etapa, es posible identificar un proceso creciente de concentración bajo un esquema de funcionamiento discrecional y autónomo en la gestión operativa de las empresas militares, cuyo accionar antecede a la crisis del «período especial». La insostenibilidad en el tiempo de ocultar tales prácticas, detonaron con el escándalo de corrupción y narcotráfico develadas en las causas 1-2 de 1989, que involucraron a un sector importante del ejército en su alta jefatura, conocido como: Departamento MC (Moneda Convertible), autorizado en numerosas de sus transacciones a ejecutar actividades comerciales por las máximas instancias del país, bajo el argumento de burlar las sanciones estadounidenses.

La mayor parte de las empresas integrantes de ese conglomerado, se fundaron bajo una forma jurídica estatal, aunque su funcionamiento caudillista reproduce las lógicas privadas; cuyas distinciones en el trato a la clase trabajadora tampoco se alejan de las realidades históricas predominantes en el capitalismo moderno, en cuanto a la negación de garantías y derechos. A su vez, prevalece el hermetismo mediante el blindaje legal para esquivar cualquier interferencia requisitoria o fiscalización pública de organismos que forman parte de la administración central del Estado, como es el caso de la Asamblea Nacional del Poder Popular o la Contraloría General de la República.

Con la finalización del mandato presidencial de Fidel Castro Ruz por razones de salud y el ascenso a las máximas instancias del Gobierno de su hermano, el General de Ejército Raúl Castro Ruz (2006-2008 interino; 2008-2018), se inicia una nueva etapa de apertura enfocada en el mejoramiento del escenario económico mediante la concesión de autonomía empresarial, el reimpulso a la inversión extranjera, la promoción de facilidades de importación mediante flexibilidades aduaneras, el cese de las prohibiciones para cubanas/os de hospedarse en hoteles y rentar autos, así como la concesión de nuevas tierras para el cultivo por los campesinos (en usufructo), cuyas normativas adquieren su punto álgido con la aprobación de los lineamientos del Partido Comunista de Cuba en 2011, que le proporcionaron sustento conceptual a las transformaciones políticas implementadas.

La llegada al poder en 2018 del presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez promovida por la voluntad expresa del mandatario Raúl Castro, estuvo marcada por la necesidad de fomentar nuevos consensos proyectados con la Constitución de la República de 2019, aprobada con altos niveles de respaldo popular. El esbozo jurídico aprovechaba el capital político negociado mediante el deshielo diplomático con los Estados Unidos, para generar un clima favorable al emprendimiento, amparado en el reconocimiento a la propiedad privada.

Sin embargo, las políticas de hostilidad desplegadas por el presidente republicano Donald J. Trump, así como los estragos de la pandemia de covid-19 y la mala gestión de la administración caribeña, quienes decidieron implementar el conjunto de reformas asociadas a la denominada «Tarea Ordenamiento» en los inicios del 2021, tuvo resultados devastadores en la capacidad de compra del peso cubano, lo que produjo una ascendente dolarización, fomentada de manera oficial con la apertura recaudatoria de las tiendas en moneda libremente convertible (MLC) desde el año 2020; a pesar de su incapacidad para reducir la escasez de productos y serias afectaciones en las esferas productivas.

La política de ordenamiento, lejos de corregir las distorsiones en la contabilidad que significaba la dualidad monetaria y multiplicidad cambiaria, contribuyó a diversificar la oferta de monedas extranjeras en el mercado informal de divisas ante la creciente devaluación, lo cual situaba en condiciones de desventaja a las empresas estatales, imposibilitadas de competir en igualdad de condiciones frente al resto de los actores económicos, dada las diferencias regentes en la tasa de cambio.

En medio de ese contexto, caracterizado por un aumento excesivo de dinero circulante que significó la elevación de los salarios en un 500 % sin respaldo productivo, los precios en el mercado informal se multiplicaron por encima de lo previsto, lo que deterioró aún más la capacidad adquisitiva de la moneda nacional, en medio de un escenario de desestímulo económico, ausencia de créditos bancarios para el fomento agrícola y el predominio de una permanente crisis alimentaria.

Desde entonces, la gravedad en materia laboral resultó aún más crítica, pues según las cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), en la Encuesta Nacional de Ocupación publicada en 2022, se indica que solo el 50,89 % de las personas mayores de 15 años, posee un puesto de trabajo entre la población económicamente activa (PEA). Semejante realidad se debe al predominio de salarios incapaces de satisfacer las necesidades básicas, sin obviar la existencia de pésimas condiciones de trabajo.

El escenario de crisis estructural resulta ilustrativo, acorde a datos del Observatorio de Monedas y Finanzas de Cuba (OMFI), cuyos expertos estiman que entre 2019-2022 el nivel de precios para los consumidores se disparó entre 11,6 y 19,1 veces, lo que duplica el récord alcanzado en los años noventa. Además, sus cálculos aseguran el predominio de un contexto inflacionario por encima del 200 %, a pesar de que las instancias estatales manejan datos referenciales en el entorno de los dos dígitos.

Las propias autoridades políticas de la Isla reconocieron el fracaso de su planificada agenda luego de implementada la «Tarea Ordenamiento», cuyos resultados negativos se hicieron sentir de manera abrupta ante el creciente aumento de los precios, el deterioro de los salarios y jubilaciones, la degradación de la confianza política en su liderazgo, así como la crisis que significa la emigración a Estados Unidos de 460 mil cubanas/os entre 2021-2023, según análisis de la Oficina de Washington para América Latina (WOLA). En cambio, unos 36 mil solicitaron asilo en México entre 2022-2023, mientras que otra relevante proporción decidió asentarse en Rusia, España, Alemania, Uruguay, Brasil, Chile y otros países.

La crisis general que persiste en la sociedad cubana, acentúa fenómenos sociales como la mendicidad, la pobreza y la violencia criminal, coincidente con una caída en la capacidad de respuesta de las autoridades, debido al deterioro sistémico de sus instituciones. El aumento de la inconformidad propició numerosos focos de protestas sociales sin precedentes, que alcanzaron su punto álgido entre el 11 y 12 de julio de 2021, —las manifestaciones más extensas de la Cuba posrevolucionaria—; a pesar de que obtuvieron como respuesta elevados niveles de represión policial, criminalización política y judicialización estatal, similar a las estrategias adoptadas por los gobernantes de extrema derecha en otros países de la región.

Es relevante que las estadísticas estatales en 1986 situaban a Cuba en la vanguardia internacional en materia equitativa con un coeficiente Gini de 0,222. Sin embargo, ya para 1999 dicho indicador había arribado a la cifra de 0,407; en tanto otras investigaciones apuntan que para la tercera década del siglo XXI y ante la ausencia de referencias oficiales, tales datos deben ser aún mayores, debido a las medidas tecnocráticas implementadas.

El carácter raigal de la presente crisis tiene un impacto directo en el nivel de vida de la población, documentado en cifras por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), que en su informe anual del 2023, asegura que el 88 % de los cubanos vive en condiciones de pobreza, superior en un 13 % al año anterior, para cuya muestra fueron encuestadas más de 1 300 personas en 75 municipios del país. La referencia de medición se evaluó a partir de los ingresos totales de un núcleo familiar equivalente a 1,90 dólares diarios. De igual modo, el estudio resalta que las principales preocupaciones de las/os cubanas/os se deban a la crisis alimentaria (70 %), los salarios (50 %), la inflación (34 %) y la sanidad pública (22 %). Además, indica que cerca del 80 % de las/os cubanas/os considera que la inversión pública en educación, vivienda, agricultura, salud pública y hospitales es insuficiente.

Las estrategias gubernamentales de privatización oligárquica

El parlamento cubano aprobó para 2024 un déficit fiscal de 18,5 % del PIB: el segundo más grande del mundo, solo superado por Ucrania, país que se encuentra sumido en una conflagración bélica con Rusia y afronta severas restricciones debido a la situación de caos social tras el conflicto. El implemento de tan elevado déficit, ratifica que en la Isla persistirá la tendencia inflacionaria, siendo este un hecho que traerá aparejado una mayor pérdida del poder adquisitivo de la moneda local, que para enero de 2024 se cotizaba a 300 pesos cubanos frente al dólar, lo que situaba al salario medio de 3 838 pesos equivalente a 12 dólares entre los más bajos del subcontinente; mientras el salario mínimo de 2 100 pesos, apenas equivale a 7 dólares, con una tendencia mayor a la depreciación.

Como si todo ello fuera poco, el Gobierno anunció la entrada en vigor de un paquetazo con el objetivo de materializar la eliminación de subsidios en sectores como el gas, la electricidad y la gasolina. Las políticas de ajuste implican un aumento en el entorno del 450 % para los combustibles, además del alza en la transportación interprovincial al 400 %, el ferrocarril en 600 % y los boletos para vuelos internos hasta un 468 %. Tales medidas se aplican en medio de un persistente escenario de crisis energética, marcado por largas filas en las gasolineras y reiterados cortes de electricidad, reportados en algunas provincias del territorio por encima de las 15 horas de afectaciones en el servicio.

El impacto social de la crisis en los últimos años, motivó el surgimiento de prácticas lucrativas en ámbitos ajenos a la influencia mercantil, como resultan los sectores de salud y educación; parcialmente dominados por expresiones de semi-privatización y mecanismos especulativos, que ceden ante las nuevas dinámicas sociales, alejadas de la eticidad y compromiso existente entre sus profesionales en otras décadas, ahora seriamente laceradas como resultado de la escasez general. Por ende, negar el proceso extensivo privatizador constituye una quimera a contracorriente de la realidad, cuya reflexión crítica no ocupa la seriedad meritoria en los circuitos intelectuales cubanos asumidos como marxistas; a pesar de la dimensión política que implican las reiteradas concesiones al proceso de acumulación del capital, en una nación autoproclamada «socialista» por las instancias del Gobierno y los aparatos ideológicos del Estado.

Según las propias cifras gubernamentales, en diciembre de 2023 existían en Cuba 9 652 mipymes, 5 138 cooperativas, 106 empresas mixtas y 596 000 trabajadores por cuenta propia, lo cual reafirma la tendencia al crecimiento del sector privado por encima de cualquier otro en la economía. Este último, absorbe cerca del 60 % de las importaciones del país y a mediados de 2022, generaba por este concepto 270 294 100 dólares, contra solamente 4 788 500 dólares en materia de exportaciones, para un desbalance comercial de 265 505 600 dólares. En el transcurso del primer semestre de 2024, el sector no estatal aporta el 15 % del PIB, emplea más del 30 % de la fuerza laboral y contribuye con el 18 % de los ingresos tributarios; lo cual indica el surgimiento de una neoburguesía mercantil desinteresada en potenciar la producción de alimentos u otros productos que coadyuven a las exportaciones de bienes y servicios.

Resulta sorprendente que el proceso de aprobación de las mipymes requiera la concesión de licencias operativas de forma expresa por el Consejo de Ministros. Tal procedimiento centralizado con carácter discrecional, contribuye a la obnubilación de la transparencia, cuyo carácter facultativo obstaculiza la identificación de relaciones clientelares y el tráfico de influencias en las máximas instancias del Estado/Gobierno, lo cual dificulta el enfrentamiento a la corrupción,[3] dada la inexistencia de políticas consensuadas de aprobación públicas.

En el sector de las micros, pequeñas y medianas empresas (mipymes) campea la ausencia de protección laboral que ofrezca garantías a las/os trabajadoras/es, a pesar del regente clima de sobrecarga y explotación en los negocios. Además, carecen del derecho a la sindicalización, predomina el sistema de contratación oral, resultan prohibitivas la conformación de gremios asociativos y la concesión de vacaciones planificadas acorde a su rendimiento, al tiempo que no se conceden licencias o certificados médicos en caso de accidente laboral u otra condición médica.

Por otro lado, la mayor parte de los propietarios se enfrentan a los intereses de un Estado burocrático ineficiente en su sistema recaudatorio, desinteresado en impulsar estímulos tecnológicos y crediticios que contribuyan al éxito de los emprendimientos; además de sortear la supervivencia de estos entre la arbitrariedad institucional y la inestabilidad, cuya matriz sostenible resulta esencial para la perdurabilidad a largo plazo de cualquier actividad económica.

El predominio de este escenario, rememora los tiempos del capitalismo en su fase pre-industrial, sometido en su versión caribeña por la hegemonía postotalitaria del Partido Comunista de Cuba; cuya realidad resulta romantizada por los idearios de una izquierda internacionalista distópica, que persiste en su cosmovisión imaginaria del poder y la sociedad, exigiéndole esfuerzos y condiciones al pueblo cubano, incapaces de cumplir en sus países de origen e imposibles de exigirle a las bases populares de sus respectivas militancias. Esos traficantes de la ideología «progresista», se muestran ineptos en comprender que la causa de la disputa en la Isla se dirime no solo ante el mandato plenipotenciario de una oligarquía dominante; sino también por los derechos inalienables en el necesario mejoramiento de las condiciones de vida y participación democrática.

Los representantes de ese «discurso justiciero», rehúsan analizar la realidad impuesta en materia de libertades civiles, asociativas y ciudadanas con siglos de lucha movilizativa, conquistados al capitalismo por la tradición democrático-popular, obrera y revolucionaria, para el disfrute de los derechos humanos. Estos resultan hoy negados por las altas esferas políticas de la nación, convertidos en protagonistas de una traición histórica al tiempo que consolidan sus bases de explotación extractivas, garantizan cuotas de legitimidad autoritarias y reproducen mediante el despliegue de relaciones de poder transdominantes, las bases conceptuales que distinguen la opresión de clase, caracterizada por los mandatos tradicionales del colonialismo interno, como manifestación de su poder en la modernidad tardía.


¿Adónde va Cuba?

Por Eduardo Almeida

La situación de Cuba volvió a dividir aguas en la izquierda mundial. Desde la movilización del 11J existe una tentativa de todo el aparato estalinista mundial en defender lo indefendible: la represión del gobierno cubano contra su propio pueblo. Surge una primera pregunta para los activistas del mundo: ¿es justo defender a los trabajadores en Cuba, del mismo modo que los defendemos en el resto de los países capitalistas? La derrota de la movilización del 15N, luego de la represión ocurrida, plantea otra pregunta: ¿adónde va Cuba? ¿La victoria de la represión legitima al régimen existente?

Se reencienden así discusiones teóricas y programáticas. ¿Cuba es aún un Estado obrero, aunque burocratizado? ¿Es un Estado capitalista? O, incluso: ¿sería un sistema capitalista de Estado? De cierta manera, la polémica cubana actualiza la discusión sobre el estalinismo, cuando se cumplen treinta años de la disolución de la URSS. Queremos afirmar aquí una evaluación sobre Cuba desde una óptica marxista, así como de la Revolución de 1959 hasta los días de hoy, revisitando las polémicas teóricas involucradas.

I. La Revolución Cubana generó un Estado obrero deformado

La Revolución Cubana de 1959 fue la primera y única revolución socialista victoriosa en América Latina. Como otros procesos, generó un Estado obrero deformado, profundamente burocrático, sin ningún grado de democracia obrera.

La definición de Cuba como un Estado obrero, aunque burocrático, se apoya en la definición marxista de este tipo de sociedad, sostenida en tres características fundamentales: los principales medios de producción estatizados; la planificación de la economía: la cantidad y calidad de los productos no determinados por las leyes del mercado, sino por un plan económico central, al cual todas las empresas se subordinan, sumado al predominio del monopolio estatal sobre el comercio exterior.

Con esas características, el Estado obrero cubano tuvo un gran avance económico y social de enorme importancia. Muchas veces mostramos, con orgullo, los avances en la salud y en la educación propiciados por la expropiación de la burguesía y la planificación de la economía. Algunos sectores de la izquierda cubana niegan que en Cuba haya existido planificación en la economía. Es una discusión interesante. Puede ser que estemos discutiendo los hechos, o puede ser una discusión de conceptos. En primer lugar, los hechos indican que en marzo de 1960 fue creado un organismo estatal llamado Junta Central de Planificación (Juceplan), responsable de la planificación económica hasta su disolución en la década de los noventa.

En segundo lugar, sobre los conceptos: nos parece innegable que existió en Cuba una economía en la cual las empresas estatizadas eran el motor de la sociedad. Y ¿cómo decidían esas empresas qué producir, cuánto producir, en qué invertir? Si fuese en una economía capitalista, la respuesta sería obvia: cada empresa decide en función de la tasa de ganancia, de la ley de oferta y demanda, de su capacidad de inversión. Pero en Cuba eso no existía, así como tampoco existía en la URSS ni en los Estados del este europeo. Las empresas estaban subordinadas a esa planificación estatal. La planificación de la economía permitió superar la anarquía en la producción.

Evidentemente, existe una diferencia cualitativa cuando esa planificación es decidida en una democracia de los trabajadores y cuando es definida burocráticamente. En la democracia de los soviets, los siete primeros años de la Revolución Rusa, las opciones eran definidas y asumidas democráticamente por los propios trabajadores.

Cuando la planificación es hecha por la burocracia, los errores son más comunes, queda suprimida la creatividad y la energía de las masas en movimiento. Además, la planificación burocrática determina que la producción también atienda los intereses materiales y políticos de las burocracias. Eso llevó históricamente a grandes desastres, como la industrialización forzada por la burocracia estalinista en la década de los treinta en la URSS, «El Gran Salto adelante» de Mao en 1958 o el «Plan de diez millones de toneladas de caña de azúcar» de Fidel Castro en 1970.

La planificación asociada a la estatización de la economía demostró sus ventajas en relación con el capitalismo mediante el desarrollo gigantesco de las fuerzas productivas en la URSS y Cuba. En todo proceso de evolución de una economía capitalista hacia una no capitalista existe una combinación desigual de factores. La economía capitalista es regulada por la ley del valor, el mercado, la oferta y la demanda. La estatización y planificación de la economía introducen otra ley que apunta hacia el socialismo.

En la evolución contradictoria y el choque de esas dos leyes se determina la evolución de la sociedad no capitalista, como demostró Preobrazhensky en su libro La nueva economía sobre la URSS. En la medida en que avanza el peso de la economía estatizada y la planificación de la economía, retrocede el peso de la ley del valor, hasta que ese peso en la economía planificada determine la globalidad de la sociedad como no capitalista, o sea, avanzando en dirección al socialismo. A partir de la estatización de las empresas, la planificación de la economía y el monopolio del comercio exterior, Cuba comenzó a avanzar hacia una economía no capitalista y a dejar atrás las leyes del mercado. Pero Cuba jamás llegó a un estadio socialista debido a dos elementos fundamentales.

El primero, es que el socialismo implica un movimiento de fuerzas productivas muy superior, solo posible a nivel internacional y no en un solo país.

El segundo, es que para avanzar en dirección al socialismo, sería preciso un régimen político completamente diferente al existente en Cuba. Sería necesaria una verdadera democracia de los trabajadores, como la que predominó en los primeros siete años de la Revolución Rusa, siguiendo el ejemplo de la Comuna de París. O sea, sería necesario que el nuevo Estado fuese realmente una democracia obrera, en que los trabajadores decidiesen de forma real sobre los medios de producción. Desde la Liga Internacional de los Trabajadores Cuarta Internacional (LIT-CI), hemos criticado la desviación estalinista en el ejercicio del poder por la dirección cubana encabezada por Fidel Castro, así como las limitaciones del modelo burocrático en los avances estructurales a nivel socioeconómico. Ello nos ha permitido sostener que nunca existió en la Isla una auténtica democracia de los trabajadores.

La Revolución Cubana no tuvo como sujeto principal al proletariado organizado por sus bases populares, tal como ocurrió en la Rusia de 1917. Fue un movimiento guerrillero nacionalista ―el Movimiento 26 de Julio― el que tomó el poder de manera hegemónica y organizó la producción mediante un sistema férreo y burocráticamente centralizado. No hubo organismos de frente único como los soviets en Rusia, los comités de fábrica en la Alemania de 1918 o los consejos de la Revolución Española. El nuevo Estado surgió marcado por el control de los líderes guerrilleros sin tradición de democracia obrera.

En una primera etapa predominó cierta participación popular, incluso la toma de sindicatos por la burocracia pro-Batista.

La democracia sindical fue una reivindicación muy significativa de los obreros cubanos. Luego de la fuga de Eusebio Mujal, máximo dirigente del CTC, y de parte de la burocracia sindical mujalista con la caída de Batista, ocurrió la toma revolucionaria de los sindicatos por los militantes del MR-26-J. Esos nuevos líderes serán refrendados en las elecciones sindicales realizadas a inicios de 1959. En esas elecciones sindicales, el MR-26-J triunfó en más de 1800 sindicatos. Los comunistas pagaron así el precio de su actitud ambigua durante la dictadura de Batista. (…) La debilitada posición de los comunistas en el movimiento obrero tras las elecciones en los sindicatos de base y para los congresos de las federaciones sindicales fue revelada con una reunión, en septiembre de 1959, del Consejo Nacional de la Confederación de Trabajadores Cubanos. Apenas 3 de los 163 delegados a la reunión eran comunistas (Daniel, G., & Constanza, V. (2016). Trotskismo y guevarismo en la revolución cubana, 1959-1967. Izquierdas, (27), 293-341.)

Pero como la mayoría de los dirigentes sindicales electos del MR-26-J era contrario a la exigencia del gobierno de «unirse» en listas comunes con los dirigentes sindicales del PSP, en el décimo congreso de la Central de Trabajadores de Cuba, realizado en noviembre de 1959, Castro y el nuevo ministro de Trabajo, Augusto Martínez Sánchez, interfirieron personalmente para imponer al CTC un nuevo Comité Ejecutivo, que realizó una purga sindical amplia, como resultado de la cual en abril de 1960, los oficiales electos de 20 de las 33 federaciones del CTC y de cerca de 2000 sindicatos habían sido expulsados de los cargos para los cuales habían sido electos en 1959. (Gilly, A. A., & Tennant, G. Trotskismo y guevarismo en la revolución cubana (1959-1967). Historia del Socialismo Internacional. Ensayos marxistas, 657.

Después de los dos primeros años se impuso un modelo de partido único, sin democracia obrera, con represión violenta en la base y con el predominio de la persecución hacia todos los opositores o críticos. De igual forma, los sindicatos fueron incorporados al control del Estado. A su vez, se produjo la continuidad de la opresión racista, machista y homofóbica, como fueron las concentraciones en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), que resultaron campos de trabajo forzados hacia los que fueron enviados miles de religiosos, homosexuales y disidentes políticos. No resulta casual entonces que la elite cubana que sostiene los hilos del poder político sea fundamentalmente blanca, masculina, patriarcal y heteronormativa. Como tampoco es fortuito que uno de los sucesos represivos más duros durante la historia reciente cubana se produjera el 11 de mayo de 2019, luego de la prohibición de la marcha independiente de la comunidad LGBTIQA+ por las autoridades cubanas. Solo después de décadas de lucha encabezada por el movimiento por los derechos de esa comunidad, se esté discutiendo en el país la aprobación de un código de las familias que reconozca el matrimonio homoafectivo.

II. Repudiamos el bloqueo norteamericano

Desde nuestra posición internacionalista repudiamos el bloqueo norteamericano impuesto desde 1960. El bloqueo causó y aún ocasiona graves perjuicios al pueblo cubano. Se trata de un ataque del país imperialista más poderoso del mundo contra una pequeña isla. Con el bloqueo económico se impide que norteamericanos viajen directamente a Cuba y se dificulta la remesa de dólares de los cubanos que viven en Estados Unidos para el envío a sus familiares. La ley Helms-Burton, impuesta desde 1996, agravó fuertemente el bloqueo por penalizar a las empresas que hacen negocios en la Isla. Las medidas agravadas por el presidente republicano Donald Trump no han sido modificadas por Biden.

¿Por qué la burguesía imperialista norteamericana no hace lo mismo que la europea, tomando partido en la restauración capitalista de la Isla? La explicación está en la burguesía cubana radicada en Miami, que fue expropiada por la Revolución de 1959. Esos emigrados se integraron a la burguesía imperialista estadounidense, teniendo un peso considerable en la decisión de los partidos Republicano y Demócrata en sus políticas hacia Cuba. Existe una parte considerable de esa burguesía cubanoamericana que se opone radicalmente al levantamiento del bloqueo. Ese sector es aún mayoritario, pues quiere derrocar al Gobierno de manera abrupta y recuperar así sus propiedades nacionalizadas.

Nos sumamos a los posicionamientos antimperialistas que denuncian a las administraciones norteamericanas, que hablan de “democracia,” pero anhelan la devolución de las propiedades confiscadas y de esta forma pretenden reinstaurar un proceso de neocolonización en la Isla. Por esos motivos, nos oponemos desde hace más de cincuenta años al bloqueo económico-comercial y financiero. De la misma forma que estuvimos del lado de Cuba contra todas las tentativas de intervención militar, como fue el fracasado intento de invadir al país por Bahía de Cochinos.

La propaganda estalinista atribuye todos los problemas de la Isla al bloqueo imperialista. Desde nuestra posición marxista y antimperialista no estamos de acuerdo con semejante posición. En Cuba se padecen los efectos sociales de la restauración capitalista, así como los resultados de los planes económicos del Gobierno sobre el nivel de vida de los cubanos.

III. ¿Socialismo solo en una isla?

El trotskismo desarrolló toda una polémica con la dictadura estalinista de la URSS sobre la concepción del «socialismo en un solo país». La tradición marxista solo identifica la posibilidad de construcción del socialismo a nivel internacional como parte de una planificación de la economía entre los países, que permita el desarrollo pleno de las fuerzas productivas.

Esa polémica se demostró acertada con la evolución trágica de la URSS, que, incluso con todo el avance alcanzado por la expropiación de la burguesía y la planificación, no avanzó hacia el socialismo. Al contrario, el aislamiento de la Revolución permitió su burocratización con el ascenso hegemónico de la contrarrevolución estalinista. Con el tiempo, esa misma burocracia condujo a la restauración del capitalismo.

Trotsky se oponía a la idea de socialismo en un solo país en la URSS, un país de dimensiones continentales. ¿Qué decir de esa misma discusión para una pequeña isla como Cuba? No existe ni existirá ninguna posibilidad de que eso ocurra. La única vía para que Cuba pueda avanzar hacia el socialismo sería con el desarrollo de una revolución mundial y, en particular, en América Latina.

El retroceso social actual en la Isla no se dio solo por el fin del apoyo económico de la URSS ni por el bloqueo norteamericano, sino en función de la política adoptada por el mando político de la Isla. El liderazgo revolucionario nunca buscó desarrollar una estrategia internacional apoyada en las luchas de las masas.

En primer lugar, cuando aún no era parte del aparato estalinista mundial, el gobierno cubano hizo un torpe intento de extender focos guerrilleros en América Latina en la década de los sesenta. Eso llevó a millares de activistas a la muerte y facilitó la represión de los gobiernos burgueses al conjunto del movimiento de masas.

Más grave aún, después de integrarse al aparato estalinista en 1972, dio un giro a la derecha buscando el apoyo de las «burguesías progresistas» latinoamericanas. Como máximo ejemplo de eso, el Gobierno cubano, frente al ascenso revolucionario en los finales de la década de los setenta, se opuso a que la revolución en Nicaragua avanzara hacia el socialismo en 1979, incluso después de la derrota de la Guardia Nacional de Somoza y la toma del poder por el Frente Sandinista.

“Los dirigentes sandinistas se consideraban discípulos de Fidel Castro. Después de tomar el poder, la dirección del FSLN viajó a Cuba para conversar con Fidel, que los felicitó y les dio un consejo: «No hagan de Nicaragua una nueva Cuba»” (Martín Hernández, El veredicto de la historia, Editora Lorca, 2006).

En la década de los ochenta, Fidel Castro apoyó los acuerdos de Contadora y Esquipulas, que canalizaron el ascenso revolucionario para el callejón sin salida de las elecciones, derrotando el proceso de radicalización en toda América Central. Además, ayudó a los movimientos del MPLA en Angola y a la Frelimo en Mozambique a seguir el mismo curso que Nicaragua. En esos países, después de la derrota de las fuerzas armadas portuguesas, se impusieron regímenes dictatoriales encabezados por los representantes burgueses de esos movimientos, cuyo liderazgo sigue gobernando hasta hoy.

Además, el Gobierno de Fidel Castro apoyó regímenes enteramente burgueses, como los de López Portillo y Luis Echeverría (México). Esa política siguió con los «progresistas» Luis Inácio Lula da Silva, Evo Morales, Michelle Bachelet, Cristina Fernández de Kirchner, entre otros, llegando incluso a buscar aproximación con gobernantes demócratas en Estados Unidos, como resultaron las políticas de distención bajo los mandatos de Jimmy Carter y Barack Obama.

El aislamiento de Cuba no es solamente resultado de la fuerza del imperialismo. Es también producto de una política contraria a los procesos revolucionarios, asumida conscientemente como parte del aparato estalinista de «coexistencia pacífica» con la burguesía. Cuando se dio la caída de los regímenes estalinistas en el Este europeo, Cuba sufrió los resultados de esa política, quedando extremadamente aislada.

El estalinismo justifica la política del régimen cubano por ese aislamiento mundial, así como sus planes restauracionistas. La táctica adecuada para romper el aislamiento no es el apoyo a las «burguesías progresistas», sino el respaldo a las luchas de los trabajadores independiente de esos mismos gobiernos, apuntando hacia nuevas revoluciones socialistas.

IV. La restauración del capitalismo

La realidad cubana cambió radicalmente con el proceso de restauración del capitalismo en la década de los noventa, después de la abrupta caída de los Estados del Este europeo. La parte más dinámica de la economía cubana fue privatizada, culminó el monopolio del comercio exterior y la planificación. En Cuba se dio un proceso de restauración con algunas características similares y divergentes a las que se produjeron en China.

En la década de los noventa, la misma dirección que dirigió la Revolución de 1959 comandó la restauración del capitalismo en la Isla. Similar a lo acontecido en China después de 1978 y en la ex URSS luego de 1986, la burocracia comenzó la restauración del capitalismo, con una medida tras otra. La Junta Central de Planificación, que dirigía la economía planificada, fue disuelta. En septiembre de 1995 fue aprobada por la Asamblea Nacional la Ley de Inversiones Extranjeras. Así, el tercer pilar de la economía del antiguo Estado obrero, la propiedad estatal sobre los principales medios de producción, fue en gran medida desmantelado, sector por sector.

Las empresas estatales han sido entregadas en una parte considerable al capital extranjero, fundamentalmente europeo, a través de joint ventures (empresas mixtas). En la actualidad, estas empresas dominan el principal sector de la economía cubana, el turismo, con multinacionales españolas como Meliá e Iberostar, controlando los grandes hoteles y resorts para turistas de clase media europea, norteamericana y sudamericana que puedan pagar sus altos costos.

Además, las empresas mixtas controlan la explotación de petróleo, hierro, níquel, cemento, la producción de jabón, lubricantes y perfumería, los servicios telefónicos, así como la mayoría de la agroindustria. El ron cubano es controlado por la empresa francesa Pernod-Ricard. Los habanos cubanos son comercializados entre la estatal cubana y Altadis, del grupo inglés Imperial Tobacco Group PLC. A su vez, el aeropuerto internacional de La Habana es administrado por la empresa francesa Aéroports, de París. De esta forma, el aparato estalinista intenta embellecer la restauración capitalista ocurrida en Cuba con la expresión de“socialismo del siglo xxi en total contradicción con la teoría marxista.

El Estado garantiza a las multinacionales una mano de obra calificada sin ninguna posibilidad de movilizarse contra los bajos salarios y asegura la posibilidad de remesas para sus matrices sin restricciones. ¿Hay algo de innovador en este «modelo de socialismo» que promueven? En realidad, se trata de un sistema bien conocido, típico de los modelos burgueses predominantes en los países semicoloniales.

Una nueva gran burguesía cubana ascendió en la alta cúpula de las fuerzas armadas, concentrada alrededor de las joint ventures con empresas pertenecientes a Gaesa (Grupo de Administración Empresarial S. A.), dirigida por el general Luis Alberto Rodríguez López-Callejas. Esa alta burguesía, asociada al capital extranjero, controla entre un 40 % y un 70% de la economía, en dependencia de las fuentes que se consulten.

V. ¿La restauración del capitalismo se completó?

Existe todo un sector de la izquierda mundial que admite la existencia de un proceso de restauración capitalista en Cuba. Pero afirman que ese proceso no concluyó, que Cuba sigue siendo un Estado obrero burocrático y que es necesario «defender las conquistas de la revolución cubana». Muchos de estos sectores se reivindican trotskistas, como el PTS argentino; en general, esos grupos cometen dos errores de análisis fundamentales.

En primer lugar, admiten el proceso de restauración del capitalismo, pero enfocan su estudio en las pequeñas empresas de producción y comercio que crecen en la Isla. Sin embargo, esa burguesía pequeña no determina los rumbos de la economía; ha sido la alta burguesía formada desde el Estado, nucleada en torno a Gaesa y los familiares de la cúpula gobernante.

En segundo lugar, argumentan que el capitalismo no fue restaurado, porque aún existen muchas empresas estatales en Cuba y persisten conquistas en sectores importantes como la educación, la salud, la cultura, los deportes, etcétera. Pero desde la teoría marxista, el carácter de clase del Estado es determinado por su relación con los medios de producción, con las formas de propiedad que el Estado defiende y preserva. ¿Cómo definir un Estado que defiende y preserva las empresas asociadas con el capital europeo? A nuestro entender, se trata de un Estado burgués.

Existe una desigualdad en el tiempo entre el cambio de carácter del Estado que ocurrió en la década de los noventa y la del conjunto de la economía, que pasó a ser esencialmente capitalista años después. Eso ocurrió también en la URSS cuando Gorbachov cambió el carácter del Estado en 1985; su llegada al poder inició el proceso de restauración capitalista, pero la restauración solo se concluyó en la década de los noventa. En China, Deng Xiao Ping cambió el carácter del Estado en 1979, cuando comenzó la restauración que solo concluyó años después. En este caso, se produce un proceso simétrico e inverso al que ocurrió con la Revolución Rusa: los bolcheviques tomaron el poder y cambiaron el carácter del Estado en 1917, pero la economía solo cambiaría centralmente a partir de 1918, cuando avanzaron las estatizaciones.

¿Cómo se puede definir un Estado como obrero si no existe más el trípode que lo caracteriza? O sea, sin la planificación central de la economía, sin el monopolio del comercio exterior y sin las empresas estatales en el centro de la economía. Se trata de un Estado burgués, promoviendo y desarrollando la restauración del capitalismo. De lo contrario, ¿cuál sería el criterio marxista por el cual se defiende el Estado cubano?

La existencia de numerosas empresas estatales en Cuba no es un criterio marxista para defender el carácter socialista del Estado. En muchos países capitalistas existen empresas estatales en cantidades variadas. Es fundamental responder si esas empresas son administradas por una planificación de la economía o si laboran en interés de la acumulación capitalista. Existen muchas empresas estatales en China, donde incluso los grandes bancos son propiedad del Estado y sirven directamente al proceso de acumulación capitalista. De manera que no se puede usar una definición lineal, cuantitativa y mecánica para definir una economía solo por la cantidad de empresas estatales.

Existe un criterio marxista que define la globalidad de la economía. Si la economía es regida por la ley del valor, el mercado, la oferta y la demanda, se trata de una economía capitalista. Si la economía es regida por la planificación de la economía estatizada, se trata de una economía no capitalista, en algún momento de su evolución hacia el socialismo o de regreso al capitalismo.

Hoy, Cuba es una economía regida por el mercado, con su evolución determinada por la ley del valor. Veamos una comparación histórica para demostrar este argumento. Durante la depresión de 1929, la economía de la URSS, un Estado obrero, aunque dirigido por la burocracia estalinista, creció con índices superiores al 10 % por año. En 2020, en la recesión mundial, Cuba tuvo una caída del PIB del 11 %. ¿Por qué? Afirmamos que se debió a la existencia de una economía determinada por el mercado y vinculada al comercio capitalista mundial, en este caso, por la caída en el turismo que afectó fuertemente el principal sector de la economía de la Isla.

Algunos podrían argumentar que el problema es que Cuba es una pequeña isla sin la dimensión de la URSS. Entonces, ¿por qué los reflejos del mercado mundial en la economía cubana fueron completamente diferentes en la década de los setenta, en la que también ocurrió una recesión mundial producto del fin del boom de posguerra? En aquel entonces no existió una recesión de ese grado en el país ni se registraban los niveles de pobreza actuales del pueblo cubano.

La consecuencia programática de esta discusión teórica es enorme. Los que, como nosotros, caracterizamos a Cuba como capitalista, defendemos una nueva revolución socialista que expropie las empresas privatizadas en manos del capital extranjero, retome la planificación de la economía, el monopolio del comercio exterior y rompa con el régimen estalinista para la construcción de una nueva democracia de los trabajadores.

Queremos preguntar a esos sectores que siguen definiendo a Cuba como Estado obrero: ¿qué opinan que debe hacerse con el sector más importante de la economía cubana, es decir, el turismo, marcado por la presencia de lujosos hoteles privados? ¿Se les debe expropiar com el control de los trabalhadores,   o no? ¿Se debe o no reestatizar, imponiendo el control de los trabajadores  el aeropuerto cubano, la producción y la comercialización del ron? Si responden afirmativamente a estas preguntas, significa que están proponiendo una nueva revolución socialista para Cuba. Si niegan ese programa, apuntan para el mantenimiento de la servidumbre de los trabajadores cubanos. El antiguo Estado obrero burocratizado desapareció, permaneciendo solo su apariencia con el Partido Comunista al frente, tal como ocurre en el caso de China.

Las conquistas de la Revolución en salud y educación que fueron mostradas con orgullo por los activistas de izquierda en toda América Latina se encuentran en retroceso. Un ejemplo de ello fue la terrible situación de colapso sanitario durante la pandemia, similar a lo ocurrido en muchos de los países latinoamericanos. Eso provocó que, incluso, el Gobierno culpase a los médicos, generando manifestaciones a través de videos y cartas por los trabajadores del sector de la salud.

Sin embargo, la consecuencia más evidente de la restauración capitalista se refleja en la miseria del pueblo cubano. No existirían bases materiales para el 11J ni para la explosión que se generó sin las secuelas económicas y sociales de este proceso restauracionista.

VI. La polémica con los estalinistas

El estalinismo, como aparato mundial, se debilitó con la caída de los regímenes del Este europeo, pero sigue siendo muy fuerte hasta hoy, pues está representado en múltiples partidos comunistas en muchos países, algunos de ellos con peso de masas. Todas estas organizaciones se posicionan en defensa de Cuba como «único bastión socialista de América Latina». Muchos partidos reformistas no estalinistas, como el Partido de los Trabajadores (PT) y el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) en Brasil, apoyan semejante idea.

El estalinismo es mucho más que el autoritarismo. Posee una ideología reformista que tiene un alcance mayor, pues sustituye el método de análisis marxista de las clases sociales por el de los «campos progresivos». De un lado estarían los «campos progresivos», que incluyen los «gobiernos de izquierda» y las «burguesías progresivas». Mientras del otro, estaría como principal enemigo el imperialismo norteamericano. Así, todos los que se oponen a esos gobiernos son considerados «agentes del imperialismo». En los países dirigidos por esos «gobiernos de izquierda» no existen las clases sociales ni la lucha de clases. Para sus partidarios, solo existen los gobiernos y sus enemigos: «agentes del imperialismo».

Para la propaganda estalinista, los regímenes de Cuba y China, además de tener «gobiernos de izquierda», serían considerados como países «socialistas». Desde esta óptica, han justificado el apoyo a la masacre en la Plaza de la Paz Celestial en 1989. Incluso, frente a millares de jóvenes muertos en una manifestación pacífica en Pekín, siguieron refiriéndose a los manifestantes como «agentes del imperialismo». De esta forma, no sorprende que apoyen la represión del 11J en Cuba.

China, al contrario de la información que proyecta la propaganda estalinista, es una potencia capitalista. Desde el inicio de la restauración en la década de los setenta, se produjeron grandes inversiones de las empresas multinacionales. Con bajísimos salarios y un régimen que reprime cualquier amenaza de huelga se impuso el «nuevo modelo de socialismo», que fue reivindicado por el imperialismo mundial como ejemplo, creando así un nuevo paradigma salarial, que ayudó a rebajar el nivel de vida de los trabajadores en todo el mundo.

El aparato estalinista afirma que ese es el modelo de «socialismo» de los tiempos actuales. El marxismo, no obstante, define la transición del capitalismo al socialismo a partir de la estatización de las grandes empresas, la planificación de la economía y el monopolio del comercio exterior. Sin embargo, la economía china es regida por los fundamentos centrales del mercado. Su sector más dinámico e importante incluye las grandes empresas privadas de la burguesía nacional y multinacional. El monopolio del comercio exterior termino en el siglo xx y no hay una planificación de la economía.

En realidad, solo queda una apariencia de «socialismo» con el PCCh al frente del gobierno, que encabeza un Estado policial, defensor de los intereses de la gran burguesía en la nación. Debido a esas condiciones de trabajo, China creció de manera sostenida a niveles macroeconómicos, al punto de disputar espacios con el imperialismo norteamericano en la «guerra comercial».

Con la metodología analítica de los «gobiernos progresivos», los partidos comunistas y sus seguidores apoyan a Bashar Al-Assad, dictador sirio que mató a 500 000 habitantes para preservarse en el poder. De igual forma, manifiestan su respaldo a regímenes autocráticos como el presidido en Venezuela por Nicolás Maduro y el encabezado en Nicaragua por Daniel Ortega. Sin embargo, quienes gobiernan esos países representan los intereses de las nuevas burguesías surgidas a partir del aparato del Estado, mientras los trabajadores combaten los efectos sociales de la miseria capitalista.

¿El imperialismo colabora con estos países? En general, actúa en gran medida junto a esos gobiernos. Por ejemplo, Nicolás Maduro, a pesar de los conflictos actuales con el imperialismo norteamericano, mantiene la explotación de petróleo en el país en asociación con las multinacionales extranjeras. Sin embargo, para los estalinistas su gobierno es un paradigma de la resistencia ante el asedio estadounidense.

El estalinismo mundial afirma que Cuba es, al igual que China, un ejemplo de «socialismo», aunque predominen las inversiones extranjeras y los bajos salarios. Una vez más, amparan ese argumento basado solamente en la hegemonía del PCC al frente del gobierno. Si eso definiese el carácter del Estado y de la sociedad, ¿por qué no llamar también «socialistas» a los países capitalistas gobernados por Los “partidos socialistas” , tal como sucede en Europa?

Desde nuestra posición marxista, analizamos las clases sociales en sus relaciones con el Estado y la economía. Esto nos conduce a sostener que Cuba es hoy un régimen capitalista, contrario a lo que afirman sus seguidores en todo el mundo.

VII. Dos estrategias de lucha contra el bloqueo

Como ya enunciamos anteriormente, luchamos contra el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba. En este sentido, tenemos un punto de acuerdo con el gobierno cubano y todo el aparato estalinista mundial. Pero es un acuerdo táctico. Tenemos, también en ese terreno, una diferencia global y estratégica con los aparatos estalinistas. De esta forma, abogamos por el fin del bloqueo como parte de un proceso revolucionario antiimperialista, de modo que apoyamos las luchas de los trabajadores en América Latina contra sus gobiernos y el imperialismo.

No luchamos solo contra el imperialismo norteamericano, sino también contra el capital europeo que semicoloniza la Isla.

El gobierno cubano anhela ponerle fin al bloqueo para que las empresas estadounidenses inviertan en Cuba como hacen las españolas, canadienses, francesas e italianas, de manera que esto les permita avanzar en la semicolonización de la Isla.

VIII. ¿Existe un capitalismo de Estado en Cuba?

Algunos sectores de la vanguardia crítica cubana reivindican la presencia en Cuba de un régimen capitalista de Estado. Ante ese posicionamiento, queremos afirmar que, incluso teniendo diferencias importantes, sostenemos dos acuerdos parciales que deben ser valorados.

El primero es que en Cuba nunca se estableció régimen socialista alguno. Como dijimos anteriormente, para avanzar hacia el socialismo se requiere el desarrollo planificado de las fuerzas productivas en escala internacional, hecho que jamás ocurrió. Cuba fue un régimen burocrático en el marco de un Estado obrero y de ahí estableció un giro hacia el capitalismo autoritario. En ese sentido, tenemos acuerdo parcial con la categoría usada por David Karvala al afirmar que en Cuba nunca existió un «socialismo desde abajo».

Sin embargo, esa definición de Karvala no es precisa, porque la estrategia marxista de la dictadura del proletariado, como una democracia de los trabajadores, en la tradición de la Comuna de París y de los siete primeros años del régimen de los soviets en la Revolución Rusa, no es la referencia estratégica assumida por Karvala. Para nosotros si, es la referencia. En la Comuna de Paris , asi como en los siete primeiros años de la revolucion russa eran los trabajadores que dirigian lo estado. No existia un estado arriba y por fuera de los trabajadores.

En la revolucion russa, o novo estado se apoiava nos conselhos (sovietes). Os sovietes locais eram a base desse poder, diretamente ligados aos trabalhadores das fábricas, nos locais de trabalho e moradia.

O objetivo fundamental era vincular a atividades cotidianas das massas com os problemas fundamentais do estado, da economia. Assim, buscavam evitar que a administração dessas questões fossem privilegio de uma burocracia isolada das massas. Os mandatos podiam ser revogados a qualquer momento, os cargos públicos eram eleitos, os salários dos funcionários não podiam ser maiores que os de um operário médio.

Na democracia burguesa, as massas votam a cada 4 -5 anos, individualmente, e o representante eleito faz o que quer até as próximas eleições. Na república soviética, os trabalhadores debatiam cotidianamente os assuntos de estado, elegiam seus representantes que podiam ser revogados a qualquer momento.

Os representantes eram eleitos diretamente: nas cidades, um representante a cada 25 mil, nos campos a cada 125 mil. Todos podiam eleger e ser eleitos, menos os burgueses.  Existia plena liberdade para os partidos presentes nos sovietes. Isso incluía os que estavam no governo (bolcheviques e socialistas-revolucionários de esquerda num primeiro momento), e também os mencheviques e socialistas-revolucionários de direita, até que eles passaram à luta armada contra a revolução e foram ilegalizados.

Ao contrário da democracia burguesa, que divide o poder (executivo, legislativo e judiciário) para que a burguesia possa manobrar e decidir nas sombras, o poder dos sovietes era global e direto.  Os conselhos discutiam, decidiam e aplicavam diretamente suas resoluções.

Os representantes dos sovietes locais se reuniam nos sovietes regionais que também elegiam representantes para o congresso dos sovietes, sempre com revogabilidade a todo momento.

Os trabalhadores russos discutiram e decidiram em seus sovietes

os rumos da economia, da paz e da guerra (incluindo o tratado de Brest-Litovsk), a organização do Exército Vermelho.

Isso nada tem a ver com a democracia burguesa que é na verdade uma ditadura do capital. Podemos imaginar como o povo cubano, ao viver em uma ditadura, tem ilusões na democracia burguesa. E existem diferenças reais , como o direito de se reunir , de se expressar.

Mas a democracia burguesa é também uma ditadura. Os trabalhadores não decidem nada, mesmo com eleições. A burguesia controla as grandes empresas e pode financiar as campanhas eleitorais dos partidos da “situação” e da “oposição”. A burguesia controla os meios de comunicação (TVs, jornais, canais de internet) e pode influenciar diretamente a opinião pública. O povo vota, mas não decide nada. Ganhe quem ganhe, a burguesia é vitoriosa. Mesmo que sejam eleitos os partidos reformistas (como o PT ,  Syriza ou Podemos) , eles já estão domesticados e de acordo com os planos da burguesia.

Na revolução russa, os burgueses foram expropriados e os recursos do país foram postos à disposição dos trabalhadores. O que pesava na discussão era a força das ideias e não do capital. Os partidos burgueses (se não defendessem a luta armada contra o regime) podiam se candidatar, mas não tinham atrás de si a força do dinheiro.

Esse controle dos representantes desde os locais de trabalho e moradia eram a maior expressão dessa democracia operária. Essa é também a melhor maneira de evitar a praga da corrupção, presente em todos os outros estados. Se não existe controle da base e revogabilidade dos representantes, não existe possibilidade de evitar a corrupção.

Como Lenin dizia, comparando a democracia burguesa com o regime soviético: “ A burguesia gosta de qualificar de “livres” , “iguais”, “democráticas” as eleições feitas nessas condições para ocultar que a propriedade dos meios de produção e o poder político seguem em mãos dos exploradores e por isso não se pode falar em liberdade efetiva, igualdade efetiva para os explorados, ou seja para a imensa maioria da população.” (Democracia e Ditadura).

Isso teve uma expressão militar duríssima. O novo estado foi atacado por todos os lados, pelo exército branco e por tropas de 14 países, incluindo as maiores nações imperialistas. E venceu.

Mesmo nessas condições de guerra civil, foi o regime mais democrático para a classe operária e para o povo que a história já conheceu.

Não por acaso, dessa liberdade, dessa efervescência, nasceu uma arte instigante, crítica e muitas vezes genial que marcou a história em vários terrenos. Não existia nenhuma arte “oficial”, na medida em que o estado e o partido bolchevique se negavam categoricamente a isso. Só asseguravam os meios para que todas as correntes florescessem.

No cinema, Eisenstein e Dziga Vertov quebraram a narrativa linear hollywoodiana. Mayakovski e Alexander Blok rompiam as regras da poesia. Nas artes plásticas, Malevich e seu suprematismo refletia a ebulição europeia do surrealismo, expressionismo e futurismo. Nas palavras de Mayakovsky: “Sem forma revolucionária não há arte revolucionária”.

Tudo isso foi destruido com a contrarevolução stalinista, que acabou com a democracia operária. Assim uma burocracia ocupou a direção desse estado, que passou a oprimir diretamente os trabalhadores.

En segundo lugar, tenemos acuerdo con que Cuba es hoy un país capitalista y apoyamos una nueva revolución socialista en la Isla. Pero existe una diferencia global con la definición de «capitalismo de Estado» defendida por David Karvala y otros socialistas que reivindican el análisis de Tony Cliff para la URSS, pues consideramos que esa visión embellece el capitalismo.

Desde ese punto de vista, habría sido el capitalismo el que posibilitó la transformación en Rusia del país europeo más atrasado en la segunda potencia económica y militar del mundo en algunas décadas. Habría sido el capitalismo el que posibilitó las conquistas económicas y sociales de los trabajadores cubanos desde la Revolución hasta la década de los noventa. O sea, el «capitalismo de Estado» sería una forma superior de capitalismo que posibilita un gran desarrollo de las fuerzas productivas y una mejoría cualitativa de la situación de las masas.

Eso choca con la comprensión del capitalismo como un freno para el desarrollo de las fuerzas productivas y el origen del empobrecimiento del proletariado contenida en El manifiesto comunista. Esta tesis contradice la evaluación de Lenin del imperialismo como fase superior del capitalismo. Al tiempo que contrasta con la teoría de la revolución permanente de Trotsky, que parte de la misma comprensión de El manifiesto comunista y la evaluación de Lenin, si existiera esa fase superior del capitalismo denominada «capitalismo de Estado».

Trotsky respondía a los que caracterizaban a la URSS como capitalismo de Estado al afirmar que:

Frente a nuevos fenómenos, los hombres muchas veces buscan refugio en viejas palabras. Intentos fueron hechos para disfrazar el enigma soviético con el término capitalismo de Estado, que tiene la ventaja de no ofrecer a nadie un significado preciso. Sirvió primero para designar los casos en que el Estado burgués asume la gestión de los medios de transporte y de ciertas industrias. La necesidad de medidas semejantes es uno de los síntomas de que las fuerzas productivas del capitalismo superan el capitalismo y lo niegan parcialmente en la práctica. Pero el sistema sobrevive y permanece capitalista, a pesar de los casos en que llega a negarse a sí mismo (…).

La primera concentración de los medios de producción en manos del Estado conocida en la historia fue realizada por el proletariado a través de la revolución social, y no por los capitalistas a través de los trusts estatizados. Este breve análisis será suficiente para mostrar cuán contradictorias son las tentativas de identificar el estatismo capitalista con el sistema soviético. El primero es reaccionario, el segundo realiza grandes progresos. Calificar el régimen soviético como transitorio o intermediario es descartar las categorías sociales acabadas, como el capitalismo y el socialismo.

Pero esta definición es en sí insuficiente y susceptible de sugerir la falsa idea de que la única transición posible del régimen soviético conduce al socialismo. No obstante, un retroceso para el capitalismo aún es perfectamente posible, una definición más completa sería necesariamente más larga y profunda.

La URSS es una sociedad intermedia entre el capitalismo y el socialismo, en la cual: a) las fuerzas productivas aún son insuficientes para dar a la propiedad del Estado un carácter socialista; b) la tendencia a la acumulación primitiva, nacida de la sociedad, se manifiesta por todos los poros de la economía planificada; c) las normas de distribución, de naturaleza burguesa, están en la base de la diferenciación social; d) el desarrollo económico, al mismo tiempo en que mejora lentamente la condición de los trabajadores, contribuye para la rápida formación de una camada de privilegiados; e) la burocracia, al explotar los antagonismos sociales, se tornó una casta descontrolada, ajena al socialismo; f) la revolución social, traicionada por el partido en el poder, aún vive en las relaciones de propiedad y en la conciencia de los trabajadores; g) la evolución de las contradicciones acumuladas puede llevar al socialismo o lanzar la sociedad al capitalismo; h) la contrarrevolución en marcha hacia el capitalismo tendrá que quebrar la resistencia de los obreros; i) los obreros, al marchar hacia el socialismo, tendrán que derribar a la burocracia. El problema será definitivamente resuelto por la lucha de las dos fuerzas vivas en el terreno nacional e internacional.

Naturalmente, los doctrinarios no quedarán satisfechos con una definición tan hipotética. Ellos gustarían de fórmulas categóricas. Los fenómenos sociológicos serían mucho más simples si los fenómenos sociales siempre tuviesen contornos precisos. Pero nada es más peligroso que eliminar, para obtener precisión lógica, los elementos que ahora contradicen nuestros esquemas y que posteriormente podrían ser refutados. En nuestro análisis tememos, sobre todo, violar el dinamismo de una formación social inédita y sin analogía. El objetivo científico y político que buscamos no es dar una definición concluyente de un proceso inacabado, sino observar todas las fases del fenómeno y destacar de ellas las tendencias progresistas y las reaccionarias, revelar su interacción, prever las diversas variantes del desarrollo posterior y encontrar en esta previsión un punto de apoyo para la acción (A  revolução traida, Leon Trotsky, 1936, Editora Sundermann, página 160).

Ponemos esta larga cita de Trotsky no solo para precisar su rechazo a la categoría de «capitalismo de Estado» enfocada en el análisis de la URSS. Pretendemos también mostrar cómo la caracterización que él hacía de un proceso transitorio y contradictorio era mucho más precisa y dialéctica que la formulación de «capitalismo de Estado». Esa caracterización le permitió a Trotsky dejar en abierto la evolución de la URSS, incluso para la posibilidad de restauración del capitalismo, ocurrida finalmente en los finales del siglo xx.

Esa es exactamente la segunda gran contradicción en la definición de Cuba como un país en el que impera un «capitalismo de Estado». Con la utilización de esa categoría, no habría existido restauración en la década de los noventa. Desde 1959 se instauró un régimen capitalista de Estado y siguió siéndolo sin ninguna transformación cualitativa estructural.

Esa categoría no consigue analizar semejante transformación, y el marxismo presupone unir la teoría con el análisis de la realidad concreta. ¿No ocurrió cambio significativo alguno desde 1959 hasta la década de los noventa? Si bien es cierto que el régimen del PCC sigue existiendo, eso es apenas solo una parte de la realidad. ¿No hubo una transformación completa con la entrada de los capitales europeos y el giro de la economía cubana para el turismo mundial con los grandes hoteles privados, así como el surgimiento de una nueva burguesía a través de Gaesa?

¿No hubo un empobrecimiento general del pueblo cubano, la miseria y las conquistas sociales de la Revolución Cubana? Los avances que los cubanos tuvieron con la Revolución, que posibilitó que resistiesen las ofensivas imperialistas del pasado, ¿no existieron?

Los que defienden la teoría de «capitalismo de Estado» podrían argumentar que la decadencia de Cuba y la crisis actual se deben apenas al fin del auxilio económico de la URSS y al bloqueo económico de Estados Unidos. Pero eso no explica las transformaciones sociales que surgieron en Cuba desde la década de los noventa, incluyendo el ascenso de una nueva burguesía.

El tercer gran equívoco en la teoría del «capitalismo de Estado» es la negación de la economía marxista. La economía capitalista, en la comprensión marxista, es regida por la ley del valor, por el mercado, la oferta y la demanda. ¿Era así en la URSS de la década de los treinta, de la misma forma que en la Rusia de hoy?

Tony Cliff, al no poder responder a esto, intentó un malabarismo teórico, diciendo que existía la ley del valor «en las relaciones de la URSS con el mercado mundial». Sí, pero ¿en el interior de la URSS? Cliff no responde eso porque no tiene respuesta. No existe manera de reivindicar la economía marxista, basada en la ley del valor y la teoría del capitalismo de Estado.

Una vez más volvemos a la comparación de la URSS durante la depresión mundial de 1929, cuando crecía a grandes tasas (porque no era regida por la ley del valor), mientras que Cuba, en la recesión mundial de 2020 (regida por la ley del valor, ya con el capitalismo restaurado), experimentó una caída del 11 % en su PIB. Definitivamente, la teoría del «capitalismo de Estado» no consigue evaluar ni la evolución histórica ni la situación concreta de Cuba en los días de hoy.

IX. La realidad actual de Cuba

Al contrario de lo que afirma la propaganda estalinista, el pueblo cubano vive en condiciones de pobreza generalizada. En diciembre de 2020, el Gobierno de Díaz-Canel llevó a cabo la denominada «Tarea Ordenamiento», que impuso condiciones muy duras a la clase trabajadora, cuyas consecuencias sociales tuvo efectos similares a las políticas de ajuste aplicadas por los gobernantes neoliberales de otros países en la región.

Ese plan pretendía la unificación monetaria y cambiaria existente en Cuba. No obstante, el resultado de su aplicación fue desastroso. El salario mínimo en la Isla es equivalente a 33 dólares al mes, con las mercaderías vendidas a precios semejantes a los de toda América Latina. Se produjo un elevado ascenso en las tarifas del gas, transporte público y energía eléctrica, sumado a una galopante inflación y desabastecimiento generalizado de productos debido a los errores de diseño e implementación, entre otros déficits.

Las mayores beneficiarias con el ordenamiento fueron las empresas dirigidas por los militares y la burguesía cubana. Esta última le dio rienda suelta a la especulación en un escenario favorable para la extensión de esta práctica. La multicausalidad de elementos sociales que caracterizaron ese panorama constituye la base material de la explosión popular ocurrida el 11 de julio de 2021. De ahí que en las calles se notara la presencia mayoritaria de cubanos pobres procedentes de los barrios obreros.

La movilización del 11J no es comparable a las marchas de la clase media de los barrios más ricos que suelen ocurrir en países latinoamericanos, en apoyo a las propuestas de la burguesía y del imperialismo. Desde nuestra militancia internacionalista apoyamos las luchas de los trabajadores contra los planes neoliberales en Colombia y en Chile, así como denunciamos la dura represión de sus gobernantes. De la misma forma, mostramos solidaridad con los manifestantes del 11J y denunciamos la represión del gobierno cubano.

Sin embargo, la movilización del 15N no fue espontánea como las protestas acontecidas en julio de 2021, sino que fue convocada por la plataforma Archipiélago, que apoyada por sectores de izquierda y la derecha proimperialista también resultó duramente reprimida. Para su neutralización el régimen desplegó un poderoso aparato militar, imposibilitando que los convocantes saliesen a las calles. La «democracia popular» existente en Cuba, propagandeada por el estalinismo y sus aliados, no está representada por las bases sociales del país. La población sufre persecución y vigilancia policial, mientras que los que disienten pierden sus empleos, son vigilados y perseguidos por los aparatos de seguridad del Estado.

¿Por qué no permiten la existencia de ningún partido de izquierda? ¿Por qué no permiten la sindicalización libre de la clase trabajadora en Cuba? El gobierno cubano reprime cualquier tipo de oposición, como hizo con la marcha del colectivo LGBTIQA+ ocurrida en mayo del 2019, las protestas del MSI, 27N, 11J, 15N, así como cualquier expresión de protesta que pueda producirse en el espacio público. Las manifestaciones artísticas independientes y todos los actos que la cuestionen también son condenadas. De este modo, la represión política empuja a los que se oponen hacia el exilio o la prisión. Los juicios a que se enfrentan hasta hoy las más de 1000 personas que fueron encarceladas a raíz de las protestas del 11J proponen penas durísimas para los manifestantes que en algunos casos rebasan los 25 años de cárcel.

10. La acción política imperialista sobre Cuba y cómo luchar contra ella

Existe una fuerte disputa entre el aparato estalinista mundial y la propaganda imperialista. Ambos afirman que solo existen dos campos: el «socialista» y el imperialista. Desde la Cuarta Internacional combatimos el imperialismo y el reformismo stalinista. Para eso, utilizamos el método de análisis marxista que no sustituye las clases en lucha por el concepto de «campos progresivos», sino que evaluamos las relaciones entre las naciones en el sistema mundial de Estados y analizamos las situaciones concretas de la lucha de clases.

Por eso combatimos el bloqueo imperialista y nos planteamos el enfrentamiento al escenario capitalista predominante en Cuba de forma independiente a las tácticas empleadas para combatir el imperialismo. Es innegable que la burguesía cubana de Miami se plantea capitalizar la actual crisis. Para eso, fue formado el llamado «Consejo Nacional para la Transición Democrática», que defiende un programa democrático-burgués. En sus bases programáticas se plantean la devolución de las propiedades confiscadas a la burguesía y una completa subordinación económica al imperialismo norteamericano.

La acción del imperialismo ha ganando a una parte de la vanguardia, como fue el caso del Movimiento San Isidro, activistas del 27N y figuras como Yunior García Aguilera, principal dirigente de la convocatoria del 15N, quien huyó de Cuba ante el acoso del Gobierno y apareció públicamente vinculado a la derecha española. Por otro lado, el aparato estalinista también actúa para quebrar a esa vanguardia con prisiones, procesos y difamaciones. Además, presiona ideológicamente con la farsa de que todas las movilizaciones son «subvencionadas por el imperialismo». De ahí que muchos de los activistas que participaron del 11J se negaron a apoyar la movilización del 15 de noviembre.

Felizmente, no existen solamente los grupos que apoyan al imperialismo o aquella que capitula ante el régimen estalinista. Un sector de esa vanguardia está contra las maniobras estadounidenses y se enfrenta también al gobierno cubano.

Es importante rescatar un criterio marxista de intervención en luchas democráticas. Frente a movilizaciones populares como la del 11J, apoyamos a los trabajadores polemizando contra las maniobras imperialistas.

El imperialismo buscará capitalizar este tipo de crisis en función de sus intereses. Así lo hizo en China durante los sucesos de Tiananmen y no por eso era equivocado apoyar la lucha de la juventud de ese país en reclamo de mayores libertades democráticas.

De la misma forma, el imperialismo trató de aprovecharse de las revueltas civiles contra las dictaduras estalinistas en Hungría (1956), Checoslovaquia (1968) y Polonia (1980), que fueron masacradas por la represión partidocrática gubernamental.

El carácter democrático progresivo de esas movilizaciones no cambia por las tentativas imperialistas de manipulación. La única forma de luchar contra la influencia del imperialismo sobre esas luchas democráticas es ser parte de esas movilizaciones y establecer una disputa contra tales maniobras. La otra alternativa es entregar al imperialismo la dirección de esas batallas.

La única manera de luchar seriamente contra las tentativas de la burguesía es tomar partido en ellas y combatir contra el programa de la derecha para Cuba.

Si negamos esas batallas, las dejamos en manos de los grandes aparatos que las disputan. La izquierda que capitula al estalinismo hace un favor al imperialismo, con tales posicionamientos aumentan el peso de la burguesía cubana radicada en Miami y sus aliados proestadounidenses. Los estalinistas y reformistas aliados de la elite cubana en el poder tienen una coherencia contrarrevolucionaria en su posición de negar apoyo a las movilizaciones de las masas, al tiempo que manifiestan su aprobación a la represión del Estado contra el pueblo trabajador.

Aquellos que se reivindican trotskistas y no apoyan las movilizaciones de masas carecen de completa coherencia política e ideológica. No apoyar las movilizaciones populares como la del 11J en Cuba por afirmar que se trata de «maniobras del imperialismo» constituye una ruptura con el marxismo y una capitulación frente al poder del aparato estalinista mundial.

El gobierno cubano consiguió evitar las movilizaciones del 15N a través de la represión y el uso de un desproporcionado dispositivo militar. La vanguardia organizadora de esa movilización sufrió una fuerte derrota en sus intentos por lograr sus propósitos. No obstante, la realidad ha seguido su curso. La crisis económica producto de la restauración capitalista continúa profundizándose, así como la miseria de las masas, que se expresa en la ruptura de los trabajadores y la juventud cubanos con la elite política en el poder. La represión ocurrida el 15N solo profundiza el odio popular contra la clase gobernante.

11. ¿Adónde va Cuba?

En Cuba se está gestando otra gran explosión contra el mando burocrático-militar de la elite gobernante. El apoyo de la izquierda proestalinista a ese modelo arroja en los brazos del imperialismo la formación de alternativas democráticas en Cuba. Eso puede llevar a que la caída del sistema político termine siendo capitalizada por direcciones imperialistas, como ocurrió en la Rusia de Boris Yeltsin, pero ahora a través de la burguesía proimperial radicada fundamentalmente en Miami.

Desde nuestra posición marxista proponemos exactamente lo opuesto: luchar contra la oligarquía cubana como parte de una estrategia socialista internacional y antimperialista. Esto nos hace partidarios de una nueva revolución socialista, reestatizando las empresas privatizadas, incluso las que están en manos del imperialismo europeo, con una planificación de la economía y el control directo de los trabajadores. Por ende, anhelamos una democracia obrera en Cuba, opuesta a la dictadura estalinista, que tenga su esencia en la participación de los trabajadores en todas las decisiones fundamentales y estratégicas de la Isla.

Los activistas de izquierda que defienden el modelo cubano pensando que a pesar de los errores, el gobierno defiende las «conquistas de la Revolución Cubana», deben reflexionar y repensar en las consecuencias provocadas por los partidos comunistas en su defensa de modelos burgueses que han degenerado en el autoritarismo, como han sido los casos de China, Venezuela, Irán, Siria, Rusia y Nicaragua.

El régimen cubano no representa los intereses de un Estado obrero burocratizado, sino protege su alianza con las grandes empresas europeas, ganancias y privilegios. Apoyar el modelo estalinista significa fortalecer esa visión de los «campos progresivos» que ignora las clases sociales y los aportes fundamentales del marxismo.

Desde la Liga Internacional de los Trabajadores, defendemos a la clase obrera y la juventud cubana. Creemos en su lucha legítima, justa y necesaria. No puede negarse la realidad existente, marcada por una profunda desigualdad económica y la existencia de un escenario represivo contra las libertades democráticas. La verdadera manera de defender el socialismo es abogando por una nueva revolución socialista y popular.


Notas:

[1] José Luis Rodríguez y George Carriazo Moreno: Erradicación de la pobreza en Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987.

[2] Edgardo Lander: Crisis civilizatoria. Experiencias de los gobiernos progresistas y debates en la izquierda latinoamericana, Editorial Universitaria: CALAS Maria Sybilla Merian Center, 2019.

[3] Ivette García González: «Corrupción y crisis sistémica en Cuba», en Cuba X Cuba. Laboratorio de pensamiento cívico, el 6 de septiembre de 2023, disponible en https://www.cubaxcuba.com/blog/corrupcion-crisis-sistemica-cuba

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