Vie Mar 29, 2024
29 marzo, 2024

Crisis ministerial de Petro: un cambio en la negociación para seguir recortando las reformas

El pasado 26 de abril, Gustavo Petro anunció los cambios en su gabinete, tras pedir la renuncia a todos sus ministros. Este cambio es resultado de la salida de los partidos Liberal, Conservador y la U de la coalición, al manifestar que no apoyarían las reformas a la salud, laboral y pensional que hacen trámite parlamentario.

Por: Antonio Romero / PST Colombia

Los análisis de los medios de comunicación muestran que Petro sacó a los ministros de los partidos que salieron de la llamada coalición de gobierno, para hacer un gabinete más ‘petrista’, pero la salida de la ministra de Salud, Carolina Corcho, muestra todo lo contrario. Los cambios en el gabinete obedecen a una nueva negociación de Petro con sectores burgueses y sus expresiones en los partidos tradicionales, ya no con las direcciones de los partidos sino de manera directa con los parlamentarios.

Los que salen, los que entran

En el ministerio de las TIC sale Sandra Urrutia y entra Mauricio Lizcano, proveniente del Partido de la U, quien se venía desempeñando como director del Departamento Administrativo de la Presidencia, al que llega Carlos Ramón González, de la Alianza Verde.

Al ministerio de Hacienda llega Ricardo Bonilla, cuadro fundamental en las propuestas económicas del progresismo, quien acompañó a Petro desde su Alcaldía de Bogotá, además, sigue siendo un puente con el  santismo y remplaza al liberal José Antonio Ocampo. Para el ministerio de Salud llega otro cercano a Petro, Guillermo Alfonso Jaramillo, remplazando a la ministra que representaba las reformas petristas, Carolina Corcho, cuya cabeza fue entregada en bandeja a la burguesía para una nueva negociación.

También sale el santista Alfonso Prada del ministerio del Interior y llega el liberal Luis Fernando Velasco. Desde este ministerio, Velasco, quien viene de las entrañas del Partido Liberal, seguramente tiene la misión de ganar gran parte de este partido a mantenerse en la coalición de gobierno, y para ello es necesario contrarrestar el poder de César Gaviria. En agricultura sale una liberal – Cecilio Orozco – y entra una nueva ministra cercana a Petro, Jhenifer Mojica. En transportes, sale Guillermo Reyes, y entra William Camargo, quien viene de presidir la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI). Por último, sale Arturo Luna, ministro de Ciencia, quien es remplazado por Yesenia Olaya.

Más allá de los nombres

Con los cambios en los ministerios, salen dos de los firmantes de la carta contra la reforma a la salud, que habían sobrevivido al primer remezón en el que salió Alejandro Gaviria de la cartera de educación: José Antonio Ocampo y Cecilia López.

Estos cambios, no significan que el gobierno de Petro rompe con los partidos tradicionales, sino que hay una renegociación. En el gabinete aún quedan liberales como Catalina Velasco en Vivienda y Néstor Osuna en Justicia. Sin embargo, hay un evidente giro hacia el círculo cercano de la administración de Petro en el Distrito que no es un ‘giro a la izquierda’ sino más bien a la tecnocracia socialdemócrata que sirve a la burguesía.

Las crisis de gabinete son comunes en los gobiernos burgueses y sirven para negociar con los distintos sectores que tienen su expresión en el Congreso de la República, que financian campañas o que inciden de manera directa porque las leyes que aprueban benefician sus negocios. Los presidentes, han controlado a los congresistas de manera tradicional con burocracia y contratos, en un país como Colombia en el que la Presidencia de la República tiene la capacidad de vulnerar las ilusiones repúblicas del equilibrio entre las ramas del poder público. En el pasado le llamaron ‘lentejos’ a los congresistas que votaban sin tener en cuenta a su bancada, haciendo alusión al pasaje bíblico, hace unos años le llaman ‘mermelada’, pero sigue siendo la misma estrategia que al parecer es el camino al que no renuncia Petro.

Pero la crisis ministerial, además de ser un mecanismo de transacción para la “gobernabilidad”, para un gobierno de Frente Popular como el de Petro, es decir, de alianza y colaboración de clases, las crisis ministeriales y las convulsiones internas a la coalición de gobierno son también expresión de la correlación entre las clases. Los intereses de la burguesía chocan frontalmente con las ilusiones reformistas y las expectativas de las masas, sobre todo cuando estas se transforman en lucha directa. Los encarnizados debates en torno a la reforma a la salud lo demuestran. Lo que intenta Petro, es dirimir estas contradicciones irresolubles en una coalición sumamente inestable. Pero lamentablemente, las limitaciones propias de Petro y de este tipo de gobiernos, terminan favoreciendo los intereses más generales de la burguesía; aunque paradójicamente, en esta tarea tenga que enfrentar a algunas fracciones burguesas. Todo para mantener la alianza de clases que compone su gobierno; en detrimento de los intereses de la clase obrera y los sectores populares, que terminan paralizados o abiertamente traicionados.

Del clamor de las calles a las intrigas palaciegas

Del gobierno de Petro, que se plantea como el ‘gobierno del cambio’, las masas esperan que responda a las exigencias del Estallido Social que lo llevó a la Presidencia, que respete el clamor de las calles que exige unas verdaderas reformas y que confronte a los sectores burgueses que no dudarán en poner obstáculos incluso a los pañitos de agua tibia que hasta ahora ha propuesto como reformas.

Pero Petro, fiel a su campaña electoral y a su aspiración de unir lo imposible, de conciliar a explotadores y a explotados, a opresores y a oprimidos, a víctimas y victimarios, ha tomado el camino de recortar las reformas negociando de manera directa con los congresistas, sus votos para unas reformas que ha pactado con sectores burgueses y con el imperialismo.

Los cambios en el Gabinete no son un cambio en la política de Petro, que sigue insistiendo en acordar las reformas con la burguesía, sino un cambio en su equipo negociador y una vuelta a la forma tradicional de negociar los votos de los congresistas de manera individual.

Lo más grave es que las direcciones del movimiento social y de la clase trabajadora han tomado el camino de apoyar estas mini-reformas a cambio también de migajas burocráticas y sus tímidos llamados a las calles son para ‘detener la revolución’ y no para lograr los cambios que se necesitan.

Artículo tomado de: https://www.magazine.pstcolombia.org/ 09/05/2023

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