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Bosnia-Herzegovina: rebelión contra el capitalismo, el imperialismo y las privatizaciones

marzo 29, 2014
Nuevamente, después de muchos años (desde la lucha por su independencia de la Federación Yugoslava), Bosnia-Herzegovina vuelve a ser noticias en los medios. Esta vez, por una rebelión obrera y popular contra su gobierno y las consecuencias de la restauración capitalista y las privatizaciones de empresas estatales.

Bosnia-Herzegovina es una pequeña república de 4 millones de habitantes y poco más de 50.000 km2 de superficie, ubicada en la península de los Balcanes, en Europa Central, cuya capital es la ciudad de Sarajevo.
Entre los siglos XV y XIX, fue parte del imperio otomano (turco), lo que determinó que parte importante de su población se convirtiera al islamismo; entre 1878 y 1918, integró el imperio austro-húngaro (disuelto después de la Primera Guerra Mundial); al finalizar esta, a partir de 1918, pasó a ser parte del reino de Yugoeslavia; durante la Segunda Guerra, entre 1941 y 1944, fue anexada al estado fascista croata (dominado por los nazis) y, luego de la derrota de estos por los guerrilleros comunistas de Tito, se reintegró a la Federación Yugoslava con el nombre de República Socialista de Bosnia-Herzegovina. Al estallar la Federación, declaró su independencia, en 1992.
Nación oprimida
Se trata de una nación que ha sufrido una larga lista de opresiones a lo largo de la historia, ya que incluso en la época del estado obrero de la Federación Yugoslava, en el que vivió un período de cierta prosperidad y desarrollo industrial, la nacionalidad predominante en la Federación eran los serbios, opresora de las restantes.
Por otro lado, como resultado de esta historia, Bosnia-Herzegovina presenta una alta complejidad étnica: 50% son bosnios musulmanes (llamados bosníacos), 30% son serbio-bosnios y 20% son bosnios-croatas.
La Federación Yugoslava
Durante la Segunda Guerra Mundial, Yugoslavia fue dominada por los nazis y dividida en dos estados: Croacia (que abarcaba la actual Bosnia) y Serbia. El ejército de ocupación debió enfrentar una dura resistencia por parte de los partisanos comunistas, encabezados por Josip Broz (el mariscal Tito) que, en 1944, derrotan a las fuerzas ocupantes.
Luego de reunificar las naciones y el territorio del viejo reino de Yugoslavia, en 1945, se crea la República Federal Popular de Yugoslavia que en 1963 pasa a llamarse República Federal Socialista (la integraban Serbia, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Bosnia-Herzegovina).
En ese proceso, Yugoslavia se transforma en un nuevo estado obrero burocratizado. Tito se rebela contra las directivas de Stalin (que quería cumplir con la división  territorial de influencias pactadas con el imperialismo en Yalta y Postdam) y se aleja entonces del aparato estalinista central.
A partir de la economía planificada, Yugoslavia tiene un cierto desarrollo y mejora económica que, en Bosnia, se expresa en una mayor industrialización, especialmente en la ciudad de Tuzla.
Inicio de la crisis
Sin embargo, tanto el peso de la burocracia titoísta como, esencialmente, la imposibilidad del desarrollo del “socialismo en un solo país (menos aún en uno pequeño), comienza a provocar serios problemas económicos en la década de 1960. 
Había caída del empleo, suba de precios y agudización del déficit comercial. Eso en el marco de diferencias salariales entre una importante capa de tecnócratas-burócratas, que controlaban las fábricas y los trabajadores.

En 1963, comienza una política de descentralización económica y  apertura al mercado mundial en el comercio exterior, en el sistema bancario (se autorizaron bancos creados por empresas). La inflación era cada vez más alta. En la década de 1970, se pedían muchos créditos al exterior para mantener sectores industriales y la deuda externa creció hasta 18.600 millones de dólares (en la época, una de las mayores del mundo).

Los planes aplicados por los sucesores de Tito (fallecido en 1980) completaron el proceso de restauración capitalista y agravaron el cuadro: hubo hiperinflación en 1989 (1.200%). Los salarios reales cayeron 41% y los ingresos públicos que debían haber sido transferidos a las repúblicas y provincias se destinaron a pagar la deuda de Belgrado con los clubes de París y Londres.
… y su estallido
Esta profunda crisis económica exacerbó el nacionalismo y el centralismo gran serbio (opresor de las otras nacionalidades de la Federación). Recordemos que, incluso en épocas de Tito, uno de sus ministros (Cubrilovic) había declarado que era “insultante la presencia de musulmanes en la cuna de la nación serbia (se refería a la región de Kosovo).
Esta combinación entre crisis y opresión, estalló después de la caída del Muro de Berlín, que comenzó a barrer el aparato estalinista mundial. Si bien el titoísmo y Yugoslavia formaban un aparato aparte, este estaba construido bajo el mismo molde y las mismas premisas.
La Federación estallaba y sus repúblicas comenzaron a rebelarse y declararon su independencia. En Croacia y  Eslovenia, apoyadas por Alemania, Serbia debió aceptar a regañadientes. Pero no lo hizo así con Bosnia.
La guerra civil
En este caso, estaba dispuesta a impedirla militarmente o, como mínimo, retener una parte del territorio. En 1991, el ejército serbio invadió Bosnia y “camuflándose” junto con cuerpos armados formados por la población de origen serbio, inició una sangrienta guerra civil contra los bosníacos y bosnio-croatas (que también apoyaban la independencia).
En esa guerra los serbios llegaron a ocupar 70% del territorio y desarrollaron un sangrienta política de limpieza étnica en las regiones del país en que los serbio-bosnios tenían mayor presencia. El saldo fueron 250.000 muertos (en su mayoría bosníacos) y casi 40% de la población tuvo que desplazarse de sus hogares. La ONU fue cómplice de esta masacre, tanto con la votación de un “embargo de armas” a los bosnios como por el hecho de dejar, en varias ocasiones, “zonas liberadas” a la limpieza étnica (fue el caso de la masacre de Srebrenica, con 10.000 muertos).
Los Acuerdos de Dayton

La guerra civil finalizó en 1995 con los llamados Acuerdos de Dayton (firmados en Ohio, Estados Unidos), a impulso del entonces presidente americano Bill Clinton. El acuerdo reconoce la independencia de Bosnia de la ex Federación Yugoslava. Por ellos, Bosnia-Herzegovina también perdía varios territorios: los correspondientes a la llamada República Serbia de Bosnia y la Eslavonia Oriental que integraba a Croacia.
La independencia bosnia fue, en realidad, relativa, ya que, por el propio acuerdo, quedaban en el país fuerzas de la ONU y también una fuerza policía internacional. En ese marco, se realizarían elecciones para elegir autoridades de gobierno.
La posguerra
Finalizada la guerra, el país fue virtualmente colonizado por las potencias imperialistas, especialmente por Alemania. Los “préstamos para la reconstrucción” llegaron en cantidades mucho menores de las prometidas y fueron en realidad utilizadas para pagar las deudas con el FMI y el Banco Central alemán.
Al mismo tiempo, avanzó el control de los recursos naturales (depósitos de carbón y petróleo) y la privatización (con reducción o cierre y desmantelamiento) de la mayoría de las empresas industriales (muchas de ellas con plantas en Tuzla). 
Una crisis permanente

Bosnia es actualmente una de las repúblicas más pobres de la antigua Yugoslavia. En 1991, un año antes de la guerra, en plena crisis económica de la ex Yugoslavia, el PIB era de 14.000 millones de dólares, hoy ha decrecido un 37% desde entonces.
Esto se debe a una combinación de factores. Por un lado, claro, la guerra dejó una secuela de destrucción. Pero a eso debemos sumarle las consecuencias de la colonización imperialista y el saqueo a que fue sometido el país, con su dependencia del capital extranjero y su ubicación en el área europea pro-euro.
Las privatizaciones de empresas estatales fueron verdaderamente “criminales”, sobre todo en la región industrial de Tuzla: entre 2000 y 2010, antiguas empresas públicas que empleaban a la mayoría de la población, fueron vendidas a propietarios privados que dejaron de pagar a los trabajadores y las trabajadoras, declarándose en quiebra y liquidando los activos. Un gran número de trabajadores quedaron desocupados y privados de derechos sociales, como la posibilidad de acceder a la jubilación, pues no tienen el mínimo de años cotizados para ello. Un ejemplo de ello es la fábrica Dita, que producía detergente, y empleaba a 110 personas a las que se adeudan 27 meses de salario y 50 de contribución jubilatoria y seguro médico, hoy epicentro del levantamiento popular. El propietario es un gran empresario de Sarajevo que compró esta y otras plantas cuando el Estado las privatizó, y que las ha dejado morir poco a poco o desguasado.Otras fábricas sobreviven en condiciones muy malas y con pésimas condiciones de salario y trabajo.

La rebelión actual

Como hemos dicho, la actual rebelión se inició en la fábrica Dita de Tuzla que, sin que haya sido su intención, ha prendido la mecha del descontento en todo el país. “Desde hace dos años, nos manifestábamos todos los miércoles para reclamar nuestro dinero. El último, todo cambió. Ahora sí sentimos que tenemos apoyo”, explica en el patio de la fábrica Mirza Bukvic, que ha ocupado las instalaciones con otros compañeros “para evitar que el dueño se lleve las cosas de valor”.

Desde Tuzla, el movimiento se extendió hacia Sarajevo, Bihac y otras ciudades. Las asambleas se multiplican y elaboran cuadernos de reivindicaciones, superando tanto las diferencias generacionales como étnicas. Se comienza a conformar un Frente de coordinación de asambleas que, frente a la acusación de “producir desmanes, responde “quien siembra la miseria recoge cólera”.
Además, han declarado: “Nosotros, que hemos salido a las calles, expresamos nuestro pesar por las heridas y daños causados, pero expresamos también nuestro pesar por las fábricas, los espacios públicos, las instituciones científicas y culturales, las vidas humanas destruidas por las acciones de aquellos que están en el poder desde hace veinte años”.

Es una fuerza auto-organizada que crece cada vez más. Los manifestantes comienzan a pedir la renuncia del actual gobierno, encabezado por Nebojša Radmanović (verdadero campeón de la corrupción y la entrega, como todos los gobiernos que lo antecedieron desde los Acuerdos de Dayton) y la constitución de un nuevo gobierno compuesto por miembros que no hayan sido gobernantes y que rindan cuentas semanalmente a la población, además de la confiscación de las fábricas privatizadas y su reactivación, junto con la igualación de los salarios de ministros y altos funcionarios del gobierno con los de los empleados públicos y trabajadores fabriles.

Algunas conclusiones

Lo que sucede en Bosnia-Herzegovina es una muestra de lo que pasa en gran parte del Este europeo después de la restauración del capitalismo, como puede verse en otros países, como Ucrania y Bulgaria, donde los trabajadores y los pueblos también se levantaron contra sus gobiernos.

Es decir, la restauración capitalista, y la colonización imperialista que le siguió, lejos de generar las mejoras prometidas, generó una caída muy grande de la producción de riquezas, un empobrecimiento general de la población y una gran corrupción de sus gobiernos entreguistas. La situación de la población es claramente mucho peor que durante la existencia de los estados obreros burocratizados. Bosnia es quizá el caso más exacerbado, pero los otros países van en ese camino.

La rebelión obrera y popular en Bosnia es por ello, profundamente legítima y merece todo nuestro apoyo y solidaridad.

Por otro lado, es necesario sacar la conclusión de que las consecuencias de la actual situación sólo podrán ser verdaderamente resueltas si se derroca el actual sistema capitalista (y su inevitable consecuencia y colonización por parte del imperialismo europeo), la construcción de un nuevo estado obrero, y se avanza en la construcción del verdadero socialismo, basado en la democracia de las organizaciones obreras y populares, sin la burocratización estalinista y la opresión de la época de la Federación, ni el absurdo intento de construir el socialismo en un sólo país, base “teórica” de este modelo.

En este sentido, las actuales asambleas y su coordinación en el Frente pueden ser la base de un nuevo estado obrero bosnio, cuyos trabajadores y pueblo han mostrado largamente su capacidad de lucha y sacrificio.    

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