¡Bien cavado, viejo topo! Notas (y polémicas) sobre la revolución siria
Por Fabiana Stefanoni y Francesco Ricci
En las últimas semanas, Palestina y Siria han estado en el centro de la política mundial. En ambos casos, se ha demostrado que no hay ningún aparato militar ni régimen sanguinario que pueda detener la determinación de los pueblos oprimidos que luchan por la libertad. Cuanto mayor sea el despliegue de fuerzas militares, recursos económicos, aparatos de inteligencia y de propaganda por parte de los tiranos, más gloriosa será la victoria de los pueblos que resisten. Esto es lo que ocurrió en Siria: ni la ayuda militar de Rusia ni los tesoros del palacio fueron suficientes para sofocar a las fuerzas rebeldes y, sobre todo, la voluntad de libertad de las masas sirias. La revolución, aparentemente derrotada, siguió cavando como el “viejo topo” de Marx (1). Bashar al-Assad finalmente ha huido, Siria finalmente se ha liberado de su sangrienta dictadura. Y, pronto, esperamos poder celebrar, además de la caída de Assad, también la expulsión definitiva de los sionistas de Palestina.
En cuanto a las novedades relativas a la guerra en Palestina, nos remitimos a otros artículos publicados en este sitio (2). Nos centraremos aquí en Siria. En la primera parte del artículo reconstruiremos la historia de Siria, premisa necesaria para entender lo que ocurre hoy. En la segunda parte discutiremos las lecturas más difundidas desde la izquierda, que a nuestro juicio son profundamente erróneas.
Si interpretamos correctamente la concepción materialista de Marx y Engels, debemos precisar primero que no existen fórmulas para comprender los acontecimientos históricos. Parafraseando a Engels, uno no se acerca a la historia como si fuera una “ecuación de primer grado”. No existen leyes universales y necesarias ni esquematizaciones simplistas que puedan ayudarnos a encuadrar acontecimientos globales como los de estas últimas semanas. Como nos enseñó Lenin –más allá de las instrumentalizaciones que reformistas y oportunistas han querido hacer de esta frase– debemos ahondar en el “análisis concreto de la situación concreta”.
La situación en Siria es muy compleja y simplificarla nos llevaría por mal camino. Intentaremos analizar los últimos acontecimientos, señalando los que creemos son los errores de interpretación más frecuentes.
Una caracterización de Siria
El 27 de noviembre se inició una ofensiva que condujo a la caída de Damasco y por ende del régimen, y a la huida de Bashar al-Assad a Rusia, el 8 de diciembre.
Siria es un país dependiente, como la mayoría de los países de la región, incluida Palestina. Es una región donde todos los pueblos han sido históricamente oprimidos, desde los tiempos del Imperio Otomano (por limitarnos a los últimos siglos). Después de la Primera Guerra Mundial, tras la caída de los otomanos, la región se convirtió en objeto de las miradas del imperialismo –y, a partir de cierto punto, de la URSS estalinizada– que consideraba estos territorios como un botín que había que repartir o combatir militarmente. Esto es lo que siguen haciendo hoy los imperialismos actuales (y algunos países no imperialistas que sin embargo ejercen un papel hegemónico en la región, como Turquía e Irán).
Desde hace años, Siria está ocupada por cuatro ejércitos extranjeros: Estados Unidos, Rusia, Turquía e Irán. Está fuertemente dividida en su interior desde el punto de vista étnico, hay diferentes nacionalidades y grupos étnicos: desde el árabe, que es mayoritario, hasta el kurdo; incluso estos divididos internamente, basta pensar en las diferencias entre sunitas, chiitas, drusos, alauitas… así como la presencia del Daesh. Muchas de estas divisiones y el hecho de que los kurdos reclamen el control de algunos territorios son una consecuencia de la forma en que Siria fue dividida después de la Primera Guerra Mundial: las fronteras fueron trazadas por las potencias imperialistas.
Durante la Primera Guerra Mundial, Siria obtuvo su independencia del Imperio otomano, pero quedó bajo mandato francés. En 1946 fue reconocida como Estado independiente, pero bajo el control de Gran Bretaña y la Liga Árabe. En la década de 1950, las relaciones con la URSS estalinizada se intensificaron: en 1963, Siria entró en la esfera soviética y vio la consolidación en el poder del partido Baath («Partido del Resurgimiento Árabe y Socialista»), del que asumió la dirección la familia Assad, que luego construyó un poder familiar opresivo, que duró hasta diciembre de 2024.
En los años 1970, la Siria de los Assad tuvo algunos enfrentamientos con Israel, determinados por el contexto internacional (el de la Guerra Fría): Israel representaba (y representa) los intereses económicos y geopolíticos de los EE.UU. en la región, mientras que Siria caía dentro de la esfera de influencia soviética. Cabe señalar que la Siria de los Assad también se ha enfrentado varias veces con las organizaciones palestinas. Hafez al-Assad (padre de Bashar) invadió el Líbano en 1976 para impedir que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y el Movimiento Nacional Libanés cambiaran el régimen del país. En la década de 1980, Siria bombardeó campos de refugiados palestinos en el Líbano (y como veremos en breve, este no será el último bombardeo a campos palestinos).
A diferencia de lo que piensan muchos estalinistas, la historia ha avanzado desde la década de 1970. En la década de 1990, tras la caída de la URSS, los Assad iniciaron diversas negociaciones con Israel, aunque sin grandes resultados, y se pusieron del lado de Estados Unidos en la guerra contra Irak. Después del 11 de setiembre de 2001 (el ataque a las Torres Gemelas), Bashar al-Assad, que heredó el poder en 2000, volvió a enfrentarse a Estados Unidos.
Un paso fundamental fueron las llamadas “primaveras árabes” de 2011, que nosotros preferimos llamar “revoluciones árabes”, revoluciones que en pocos meses trastocaron las estructuras de la región.
El punto de inflexión de las revoluciones árabes
Esta ola revolucionaria comenzó, precisamente, en diciembre de 2010, tras un gesto extremo de un pequeño vendedor ambulante de Túnez que se prendió fuego tras ser maltratado por la policía. Fue la chispa que inició el incendio.
Se inició, así, una ola de revoluciones que abrumó a Túnez (en enero fue derrocado el jefe de gobierno Ben Ali), Egipto (en febrero fue derrocado el régimen de Mubarak), Libia (en octubre Gadafi fue derrocado y asesinado) y Yemen. También hubo protestas revolucionarias en Argelia, Jordania, Bahréin, Marruecos y Siria. Todo esto tras grandes movilizaciones en Europa, desde Madrid (Indignados) hasta Grecia, traicionadas por las direcciones reformistas: los partidos reformistas de Podemos y Syriza utilizaron las protestas como trampolín para políticas gubernamentales que no cuestionaban el capitalismo… y los resultados son visibles hoy.
Como nos enseñaron Lenin y Trotsky, hay años en los que parece que nada sucede, luego, en los momentos revolucionarios, hay días que valen años: eso fue lo que presenciamos entonces. No dudamos ni un momento en definir esos acontecimientos como revoluciones, independientemente de las direcciones hegemónicas, a partir de lo que aprendimos de los revolucionarios del siglo pasado. Como escribió Trotsky: «La historia de la revolución es para nosotros, ante todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el terreno donde se decide su destino» (3).
Faltaba una dirección revolucionaria marxista y, por eso, incluso cuando las revoluciones lograron derrocar regímenes que parecían eternos, no condujeron a resultados positivos: no llegaron a la expropiación de la burguesía (es decir, no pusieron a la orden del día la transición al socialismo) y la llegada al poder de otras direcciones burguesas no ha consolidado ningún cambio sustancial para las masas oprimidas.
El caso de Egipto es emblemático. La plaza Tahrir, ocupada día y noche, se convirtió en el símbolo de estas revoluciones, pero el desenlace político fue catastrófico: tras la caída de Mubarak, primero tomó el poder la Hermandad Musulmana y luego, tras otra insurrección, tomó el poder Al-Sisi, cuya política no es sustancialmente diferente de la de sus predecesores (basta pensar en el caso Regeni o en la política cobarde durante la guerra de Gaza).
Siria fue uno de los países donde la revolución fue más dura y más larga: no logró derrocar inmediatamente la sangrienta dictadura de al-Assad, y hay también una razón, que veremos en breve.
La LIT-IV Internacional apoyó esas revoluciones (4), luchando por la construcción de una dirección revolucionaria, a partir de dos presupuestos: sin una dirección revolucionaria marxista, las revoluciones no tienen ninguna posibilidad de triunfar verdaderamente, ni siquiera en el terreno de los derechos democráticos (véanse sobre este tema otros artículos nuestros sobre el tema de la revolución permanente) (5); para ser creíbles en la construcción de una dirección política alternativa es necesario apoyar activamente las revoluciones, participar en ellas si es posible, evitando ser grillos parlantes que se limitan a dar lecciones mientras miran los acontecimientos desde la ventana.
Siria: un proceso revolucionario más largo
En Siria, el proceso revolucionario fue, como decíamos, más largo y más duro, con una guerra civil que se prolongó durante años, también debido a la constante intervención de fuerzas extranjeras. Esta intervención no es para sorprenderse: se trata de una región estratégica para el imperialismo desde el punto de vista energético, con petróleo, centrales hidroeléctricas, gas natural.
La revolución siria comenzó en marzo de 2011, tras otras revoluciones. Un grupo de niños había escrito “Libertad” y “El pueblo quiere la caída del régimen” en la pared de la escuela: fueron arrestados y torturados. Fue la chispa que inició el incendio. Se produjeron enormes protestas de masa contra la dictadura de Assad. Se formaron varios ejércitos (con deserciones del ejército del régimen).
Las revoluciones no siguen los esquemas simplistas de algunos presuntos revolucionarios que nunca toman posición porque esperan la revolución perfecta (que nunca llegará). Las revoluciones están llenas de contradicciones y la siria también lo estaba, tanto por la heterogeneidad del frente revolucionario como por la complejidad de las relaciones políticas en la región y por la intervención de sujetos externos interesados en controlar esos territorios.
En el frente contra Assad había (y sigue habiendo) una pluralidad de fuerzas. Algunos rebeldes estaban vinculados a Turquía, que siempre ha intentado aprovechar la guerra civil para extender su dominio sobre la región (y oprimir a los kurdos). Otros rebeldes pertenecían a grupos islamistas. Muchos combatientes eran de orientación democrática o incluso marxista (algunos batallones hasta estaban dirigidos por militantes que se decían trotskistas). Los kurdos sirios (PYD) también se posicionaron contra Assad: exigieron con razón el derecho a tener su propio Estado. Al mismo tiempo, sus dirigentes políticos a menudo han adoptado posiciones ambiguas, aliándose con Estados Unidos y llegando a compromisos con el propio Assad.
Como en todo proceso revolucionario que se inicia en un país dependiente, el imperialismo no permaneció de brazos cruzados: tanto Estados Unidos como Francia y Gran Bretaña intentaron tomar el control de algunos sectores rebeldes, interviniendo también directamente con bombardeos. Incluso fuerzas islamistas profundamente reaccionarias como el Daesh (EI) se han aprovechado de la situación y han ocupado algunos territorios.
En el bando de Assad, sin embargo, encontramos inmediatamente, además de los sectores del ejército leales al dictador, también a la Rusia de Putin –que realizó bombardeos contra los rebeldes y abrió varias bases militares en Siria– y el régimen iraní, que envió tropas. Hezbolá también apoyó la dictadura, enviando milicias para sostener a Assad. Algunas milicias iraquíes, afganas y yemeníes han hecho lo mismo.
Es necesario señalar el nefasto papel que han jugado el estalinismo y sus epígonos (Cuba y Venezuela en primer lugar) en este contexto: así como hoy en Ucrania tanto Cuba como Venezuela están del lado de Putin, en 2011 dieron inmediatamente su apoyo incondicional a Assad. Fueron cómplices de la falta de solidaridad internacional del movimiento obrero con la revolución siria, contribuyendo a dificultar la construcción de una dirección marxista en Siria. Analizaremos en breve las teorías delirantes de las organizaciones estalinistas amigas de Putin, de Maduro y del régimen burgués cubano.
Durante mucho tiempo la revolución pareció derrotada. Pero los acontecimientos de las últimas semanas han demostrado que el fuego no se ha extinguido bajo las cenizas.
Las complicidades de Asad con el sionismo y la caída del régimen
Nosotros también celebramos la caída de Assad, junto con muchos sirios. Es el colapso de un régimen que duró 54 años, basado en la represión sistemática, la tortura y el asesinato de disidentes. La ferocidad sin escrúpulos de la dictadura ha causado más de medio millón de muertos y millones de refugiados (muchos de ellos muertos en el Mediterráneo).
El régimen de Assad también fue cómplice de la masacre del pueblo palestino. En 2012, bombardeó repetidamente el campo de refugiados palestinos de Yarmouk, hasta que fue desmantelado. Al igual que otros países árabes, no intervino en la guerra que comenzó en 2023, prefiriendo mantener acuerdos de no beligerancia con Israel. No es casualidad que Israel decidiera destruir armamento y bases sirias sólo después de la caída de Assad: lo hizo porque ya no contaba con las garantías que Assad le había ofrecido anteriormente. En realidad, todo el imperialismo consideraba ahora a Assad un mal menor, un baluarte contra el riesgo de una revolución popular de resultados imprevisibles. Y todo el imperialismo ahora está preocupado por lo que pueda pasar en Siria.
Al mismo tiempo, aunque celebramos la caída del régimen y la consideramos un resultado de la revolución siria, no defendemos la actual dirección política de la revolución (HTS), siendo un componente sectario del frente anti-Assad vinculado a Turquía, que no tiene intención ni de romper con el imperialismo ni de desmantelar totalmente las instituciones del antiguo régimen, ni de confiar el poder a las masas populares. El HTS no está pidiendo el retiro inmediato de las tropas estadounidenses, rusas ni turcas, ni está repeliendo el ataque israelí. No expropia a los millonarios que se enriquecieron bajo el régimen de Assad y ha iniciado negociaciones con los países imperialistas.
Cabe señalar que los rebeldes proturcos del HTS no son los únicos que participaron en la ofensiva. Algunos territorios han sido liberados por otros grupos rebeldes, sectores del Ejército Libre Sirio o grupos insurgentes. Las calles se llenaron rápidamente: hoy el pueblo quiere participar activamente en la construcción de un nuevo régimen político.
Ciertamente no fue un complot de la CIA, como algunos quieren hacernos creer: el HTS está entre las organizaciones clasificadas como terroristas por Estados Unidos. Pero está claro que Estados Unidos ahora está dispuesto a lidiar con ellos (y por este motivo está reduciendo su apoyo a los kurdos, sus aliados históricos). Putin, empantanado en Ucrania, de hecho, más allá de la hospitalidad en la corte, ha dejado atrás a Assad, prefiriendo negociar el mantenimiento de las bases en occidente (Mediterráneo). Turquía se apoya en el Ejército Nacional Sirio para atacar a los kurdos. Hezbolá se está retirando de Siria, al igual que Irán.
Lo que nos han enseñado las revoluciones árabes y, en particular, la revolución siria es que las revoluciones pueden estallar en cualquier momento y tienen un enorme poder de contagio. No existen revoluciones “perfectas”: incluso la mejor revolución de la historia, la de octubre de 1917, estuvo llena de contradicciones; basta leer la Historia de la Revolución Rusa de Trotsky para entenderlo. Debemos apoyar e intervenir en las revoluciones, impulsando la construcción de comités-consejos obreros y proletarios y luchando por la construcción de una dirección marxista.
Como trotskistas, creemos que el programa que se necesita en los países dependientes, como Siria y Palestina, es el programa de la revolución permanente: ninguna conquista democrática (incluida la independencia nacional) podrá lograrse si la lucha por las reivindicaciones democráticas no está entrelazada con la de reivindicaciones socialistas, si el Estado burgués no es derrocado y reemplazado con un gobierno de los trabajadores (la dictadura del proletariado).
Polémica en la izquierda
Casi toda la izquierda expresó una opinión opuesta a la nuestra. Antes de ver qué posiciones se han expresado en las últimas semanas, es bueno recordar algunas cosas que explican de dónde viene la divergencia de intereses más que de ideas.
Los partidos reformistas siempre tienen dificultades para reconocer las revoluciones. Las revoluciones, es decir, la fase aguda de la lucha de clases, son para ellos un horizonte abstracto que nunca se alcanza en la realidad. En su visión del mundo hay espacio como máximo para una lucha de clases que permanece interna al mundo capitalista: un mundo que, más allá de algún atractivo retórico que sirva para convencer de buena fe a sus militantes, no tienen ninguna intención de cambiar. Esto vale sobre todo para las direcciones reformistas que tienen una base burocrática, es decir, que tienen intereses materiales dentro de esta sociedad, aspiraciones de entrar (o reingresar) en algún parlamento o gobierno o que tienen que proteger pequeños nichos sindicales.
A esto se suma el hecho de que la mayor parte de las organizaciones de la izquierda internacional e italiana se sitúan, con convicción o «críticamente», en lo que definen como un «campo antiimperialista», dirigido (en su imaginación) por Rusia y China. Ignorando que el capitalismo ha sido restaurado en todos los antiguos Estados obreros, y que Rusia y China son hoy dos imperialismos emergentes que luchan contra el imperialismo predominante pero en decadencia de Estados Unidos, se refieren a estos dos países (o a uno de los dos) como si fuesen «socialistas»: en particular, se pueden leer en sus publicaciones largos tratados sobre el «socialismo chino».
En este «campo» quimérico liderado por Putin y/o Xi Jinping, se incluyen los países amigos de esta gente: la Cuba (capitalista) que reprime los estallidos populares contra el régimen castrista; la Venezuela de Maduro, una de las peores dictaduras de América Latina y, precisamente, la Siria de Assad. No es coincidencia que el régimen anticomunista de Assad contara con el apoyo de los dos partidos «comunistas» estalinistas de Siria.
Sólo con todo esto en mente se puede entender cómo Paolo Ferrero de Rifondazione Comunista [Italia], ex ministro de Solidaridad Social (sic) de un gobierno imperialista (Prodi 2), calificó el derrocamiento de Assad como dirigido por «terroristas islámicos» (sic) y «asesinos» relacionados con los «nazis ucranianos» (término utilizado por Ferrero para indicar la Resistencia ucraniana a la invasión rusa) (6).
Mientras que la Red Comunista, la organización [estalinista] que dirige (de manera no declarada) el sindicato USB, y que forma parte de Potere al Popolo [PAP, una coalición electoral italiana], considera «retórica» hablar de la revolución siria y de «crímenes inenarrables del régimen» y concluye que «el imperialismo estadounidense y otros actores regionales reaccionarios obtienen en pocos días lo que no habían logrado obtener en años y años de guerras y tratativas con el régimen anterior» (7). Régimen anterior que la Red Comunista incluía entre los que celebraba, como el venezolano, y por lo que, días pasados, envió una delegación a Caracas para participar en la manifestación “Juro con Maduro” y el lanzamiento de la “Internacional Antifascista” promovida por la «República Bolivariana de Venezuela» (8).
Potere al Popolo, por su parte, describe el avance de las masas y la caída de Assad como algo que «ha dejado a las poblaciones de la zona a merced de los yihadistas» y como una suerte de avance de los bárbaros hasta tal punto que, según PAP, «ya hay noticias de mujeres capturadas para venderlas como esclavas» (9).
Para apoyar su tesis y hacerla aceptable en el movimiento que apoya a Palestina, estas fuerzas afirman que la caída de Assad habría beneficiado a Israel, que habría apoyado al HTS. Una afirmación que se contradice con el hecho de que Israel comenzó a bombardear las instalaciones militares sirias sólo cuando Assad ya había huido a Rusia, destruyendo la flota siria y la principal infraestructura militar en casi 500 ataques, precisamente porque no confiaba en los insurgentes. Cabe añadir también que el propio HTS (antes de su actual evolución pro occidental) había expresado su apoyo a las acciones palestinas del 7 de octubre.
La realidad es todo lo contrario: en medio siglo, el régimen sirio de la familia Assad no ha disparado un solo tiro contra el reducto sionista del imperialismo y ha sido una garantía de estabilidad para Israel mucho más que la actual situación de caos. Recordemos también que el HTS no es el único grupo que lucha y que las masas sirias armadas no tienen simpatía por Israel. Agreguemos también que Assad, además de no ser un peligroso enemigo de Israel, en 2015, como dijimos más arriba, bombardeó el campo de refugiados palestinos de Yarmouk y siempre ha sido un opositor de facto a la causa palestina. Esto explica por qué su caída, presentada por las fuerzas citadas hasta ahora como un «complot sionista» o de la CIA, fue celebrada por los palestinos.
Sin embargo, reformistas y estalinistas no son los únicos que apoyan ciertas posiciones. Incluso los partidos que definen con razón al derrumbado régimen sirio como “reaccionario” llegan a las mismas conclusiones.
La TIR [un grupo de orientación bordiguista que incluye a varios dirigentes del sindicato italiano Si Cobas] ha firmado una declaración conjunta con el Partido Obrero argentino en la que afirma que con la caída de Assad «No estamos ante una victoria popular o democrática sino ante una nueva división de Siria, lo que la sitúa (…) en el “campo” internacional de la OTAN». Siempre según esta declaración, estaríamos “frente a un intento de instaurar un régimen proimperialista” y la insurrección siria sería sólo “un episodio de la guerra imperialista” (la misma posición que lleva a la TIR a situarse equidistante entre el imperialismo ruso y la Resistencia ucraniana) (10). En la misma onda encontramos también a la Fracción Trotskista (FT) dirigida por el PTS argentino (11).
El argumento, articulado de diversas formas por estas tres organizaciones, parte de identificar el proceso revolucionario sirio con su actual dirección (el HTS), para señalar que el HTS ciertamente no es comunista y, por lo tanto, concluir que se trata de una lucha reaccionaria. Como confirmación ulterior de esta tesis, cabe señalar que el imperialismo también interviene en ese escenario.
La falsedad de este silogismo, que prevé el reconocimiento de una revolución sólo cuando está dirigida desde el principio por los comunistas y no hay intromisión del imperialismo, puede demostrarse por el absurdo. Si el razonamiento fuese correcto, tampoco habría necesidad de apoyar la lucha palestina, considerando que en este momento la mayoría de su dirección está en manos de Hamás, que ciertamente no es una fuerza socialista. Pero podemos ir más allá: si aplicáramos la fórmula según la cual todo proceso revolucionario se juzga por su dirección inicial, de hecho no habría ninguna revolución en la historia de los dos últimos siglos que pudiera definirse como tal: ni la Comuna de París. (en la que los marxistas puros eran menos de cinco), ni la rusa de 1905 (que empezó como una marcha de súplica al zar, dirigida por un sacerdote que más tarde se reveló estar a sueldo del zar), ni la Resistencia italiana (dirigida por los estalinistas), ni la revolución española, ni la portuguesa… y ni siquiera la propia de 1917 ya que, antes de Octubre y para llegar a Octubre, los comunistas tuvieron que pasar por la revolución de febrero, dirigida por partidos reformistas que Inicialmente reemplazaron al zar por un gobierno presidido por un príncipe, y luego, para defender la propiedad burguesa, llegaron incluso a ilegalizar a Lenin y los comunistas.
La misma línea descrita más arriba es apoyada, aunque de forma más refinada, por la recién formada ICR («Internacional Comunista Revolucionaria»), antiguamente IMT, de Alan Woods, representada en Italia por el PCR (antiguamente SCR). En su interpretación, el derrocamiento de Assad no fue obra de un movimiento de masas, el desarrollo de una revolución que comenzó hace años, sino de grupos reaccionarios «tácitamente apoyados por la CIA y el Mossad» (12).
En verdad, la concepción sostenida (con diferentes argumentos) por las tres organizaciones citadas es al mismo tiempo fatalista y oportunista. Fatalista porque no concibe la lucha por la construcción de una dirección revolucionaria alternativa como una necesidad que implica la participación en los procesos tal como estos se dan: quienes esperan revoluciones puras, decía Lenin, nunca las verán. Oportunista porque, detrás de la aparente «pureza» de la posición, permite nadar en el sentido de la corriente alimentada en los movimientos de los partidos reformistas y estalinistas.
Como hemos argumentado en otros artículos, ciertamente no queremos afirmar que en una revolución la dirección política sea irrelevante. Al contrario: sólo una dirección coherente, armada de un programa revolucionario (el programa de la revolución permanente), puede hacer posible una victoria estratégica y la transición al socialismo. Pero si uno cree que esta dirección nacerá limitándose a criticar la realidad porque no se corresponde con el propio esquema, puede esperar mucho tiempo. Sólo participando activamente en la lucha de las masas y enfrentándonos a las actuales direcciones reformistas o burguesas podremos intentar construir la dirección revolucionaria internacional que falta.
La conexión con la lucha en Palestina
No es el tema central de este artículo, pero es útil añadir unas líneas a modo de conclusión sobre la tregua en Palestina, porque está entrelazada con la cuestión siria y, sobre todo, porque está en el centro del debate en el movimiento de apoyo a la Resistencia palestina (13).
Creemos que la tregua en Gaza, independientemente de lo que dure (en estas mismas horas las tropas israelíes han intensificado su agresión en Cisjordania), y establecido que no es una victoria estratégica para la lucha de liberación palestina, debe ser celebrada como una importante batalla ganada, a la que también contribuyó indirectamente el levantamiento que derrocó a Assad. Es precisamente porque teme el efecto contagio de Siria (además de las necesidades contingentes ligadas a su investidura) que Trump ha obligado al recalcitrante Netanyahu a aceptar la tregua. El imperialismo estadounidense en particular necesita una disminución del conflicto en la zona para proseguir con los «Acuerdos de Abraham» entre Israel y Arabia Saudita, que son funcionales para tratar de mantener la hegemonía estadounidense en la región, limitando la inserción de los imperialismos competidores de Rusia y China.
Sobre todo, es importante recordar que si hoy hay una frágil tregua en Gaza y si Israel ha tenido que liberar a cientos de prisioneros de sus campos de concentración, esto se debe principalmente a la heroica Resistencia palestina que ha sabido mantenerse durante más de un año y ha metido en fuertes dificultades a uno de los ejércitos mejor armados del mundo. Y la insurrección siria, al aumentar la inestabilidad en esos territorios, favorece la causa palestina además de incentivar a otros pueblos a sumarse a la lucha contra la entidad sionista y los regímenes reaccionarios proimperialistas.
Una confirmación de que las luchas de resistencia y las revoluciones pueden avanzar y triunfar. Digan lo que digan los reformistas escépticos, incapaces de levantar la nariz del podrido mundo capitalista.
Traducción: Natalia Estrada
(1) La metáfora revolucionaria del «viejo topo» que cava incansablemente y luego vuelve a emerger a la superficie es una que Marx utiliza en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, adaptando un verso del amado Shakespeare en Hamlet (Acto I, escena 5). Hegel también había retomado esta imagen (en sus Lecciones sobre la historia de la filosofía).
(2) Véase en particular el artículo de Fábio Bosco, «Alto el fuego en Gaza: una victoria parcial para los palestinos»
(3) TROTSKY, León. Historia de la Revolución Rusa, volumen 1 – Prefacio.
(4) En el sitio web www.litci.org se pueden encontrar numerosos artículos sobre la «Primavera Árabe».
(5) Sobre la revolución permanente nos permitimos referirnos a nuestro ensayo publicado en el número 1 de la revista teórica del PdAC, Trotskismo oggi, descargable gratuitamente en este enlace https://libreria.alternativacomunista.it/trotskismo-oggi/?product-page=3
(6) Véase el artículo de Paolo Ferrero: «Ahora en Siria los “terroristas” son nuestros aliados: una típica limpieza de los medios occidentales» https://www.ilfattoquotidiano.it/2024/12/11/siria-terroristi-alleati-media-occidentali/7800546/
(7) Citamos de la revista de la Red Comunista, Contropiano, el artículo de Giovanni Di Fronzo: «Siria: forze in campo e possibili scenari» [Siria: fuerzas en campo y posibles escenarios» https://contropiano.org/documenti/2025/01/13/siria-forze-in-campo-e-possibili-scenari-0179263
(8) Ver https://contropiano.org/documenti/2025/01/13/internazionale-antifascista-il-programma-0179279
(9) La posición de PAP se expresa en el artículo https://poterealpopolo.org/cosa-sta-succedendo-in-siria/
(10) La declaración conjunta de la TIR (Tendencia Revolucionaria Internacionalista) con el PO (Partido Obrero de Argentina) se puede leer en este enlace https://pungolorosso.com/2025/01/04/per-il-raggruppamento-degli-internazionalisti-contro-la-guerra-imperialista-partido-obrero-tir-nar-sep-italiano-english/
(11) La Fracción Trotskista (FT), proyección internacional del PTS argentino, está representada en Italia por el blog “La Voce delle Lotte”. Sobre Siria, ha polemizado con nuestra posición en el artículo www.laizquierdadiario.com/La-LIT-CI-ante-la-caida-de-Al-Assad-otro-episodio-de-su-capitulacion-en-Medio-Oriente
La respuesta de la LIT se puede leer en este enlace https://litci.org/es/fue-una-derrota-o-un-triunfo-de-las-masas/
(12) La posición de la ICR (antes TMI), en Italia PCR (antes SCR), sobre Siria se resume en el artículo significativamente titulado «La caída de Assad. Los islamistas toman el control de Siria» https://rivoluzione.red/la-caduta-di-assad-gli-islamisti-prendono-il-controllo-della-siria/
Para una crítica de las posiciones generales de esta tendencia remitimos a nuestro reciente artículo www.partitodialternativacomunista.org/politica/nazionale/polemica-con-scr-ora-pcr-e-altri-come-alcuni-leninisti-deformano-lenin
(13) La posición más complementaria de la LIT y del PdAC sobre la tregua está argumentada en el artículo de Fábio Bosco citado en la nota 2.