Avances y retrocesos en la lucha por justicia reproductiva en el mundo
Por María Paula Houghton
La lucha por justicia reproductiva nos hace recordar la historia de Sísifo. Cuando creemos conseguir nuestra meta, nos enfrentamos a una nueva lucha para defenderla y a volver a empezar porque una corte judicial de un plumazo, ha echado por la borda nuestros derechos. Debemos luchar para que los derechos conquistados en el papel se conviertan en una realidad para las personas de todas las clases, razas, nacionalidades y contextos.
El concepto de Justicia Reproductiva nace en 1994 cuando un grupo de mujeres negras se cuestiona los marcos políticos y estratégicos del “derecho a decidir”, usado por lo general para defender el derecho al aborto. Por considerar por un lado, que es necesario defender no solo el derecho a no ser madre, sino el derecho a serlo con todas las garantías; y adicionalmente por entender que el acceso a derechos sexuales y reproductivos, no está únicamente ligado a la opresión machista o de género, sino a otros contextos, y a otras formas de opresión como el racismo y la xenofobia, y las diferencias de clase social; también en este marco se puede relacionar la lucha por justicia ambiental, económica, etc. Por eso, aunque no es un concepto proveniente del marxismo, es usado hoy en día para dar un marco más amplio al tema de los derechos sexuales y reproductivos, más allá del derecho al aborto.
¿Qué es la justicia reproductiva? El derecho a tener un hijo, el derecho a no tener un hijo y el derecho a criar a tus hijos. Todo el mundo debería tener eso. No es tan difícil de explicar, es simplemente difícil de lograr. Loretta Ross
Y es que en el sistema capitalista, no únicamente se controla la capacidad reproductiva de las mujeres, se oprime y se instrumentaliza. Al tiempo que la maternidad se ensalza, no existen realmente condiciones para criar a los hijos, no solo por las largas jornadas de trabajo, falta de acceso a medicinas, alimentos y escuelas; sino también por el riesgo de que sea asesinado a causa de la crisis social, asesinado por el Estado como sucede en muchos países como Brasil, Colombia, o Estados Unidos (en especial si se trata de personas no blancas), o víctima de un genocidio si eres palestina.
El derecho a ser madres y no solo a no serlo, ha sido controlado y atropellado en varias ocasiones de la historia reciente. Por ejemplo en los 60`s, los estados de Illinois, Iowa, Ohio, Virginia y Tennessee en los Estados Unidos, consideraron leyes de esterilización obligatoria para madres negras con asistencia social. También es conocido el fallo contra el estado peruano por la esterilización forzada de miles de mujeres indígenas. Tales prácticas sucedieron a diferentes escalas en todo el continente.
Esto quiere decir que, quienes abogan o abogamos por justicia reproductiva, no nos conformamos con luchar por leyes que legalicen y garanticen el aborto, si bien esta es una reivindicación fundamental, sino que buscamos eliminar todas las formas de opresión que hacen que a este nivel exista cualquier injusticia. Pero así como buscar solo el derecho al aborto es insuficiente para lograr justicia reproductiva, la justicia reproductiva no puede conseguirse de manera total en el marco del sistema capitalista de explotación. Por eso para nosotras las mujeres socialistas, la justicia reproductiva, y la justicia social en general, solo pueden ir de la mano con la liberación de la humanidad, y la destrucción del sistema capitalista; en ese sentido vamos aún más allá de este concepto u objetivo de la justicia reproductiva. No concebimos un capitalismo con justicia social; igualmente el derecho a ser o no madres, no lo concebimos únicamente como un tema de justicia, sino que también lo consideramos un asunto de libertad.
Mientras una ultra minoría defina los destinos de la humanidad, existan guerras por el control de territorios y mercados y los avances de la ciencia se usen para destruir y para crear nuevas desigualdades, será utópico pensar en un mundo donde podamos tener un verdadero control sobre nuestra capacidad reproductiva y nuestras vidas.
Igualmente, para nosotras, la contradicción de clase es fundamental y la ubicamos en un lugar diferente a las formas de opresión de género, raza, etc, al estar en corazón del sistema capitalista, que a su vez utiliza todas las demás formas de opresión. Para nosotras, es claro que la justicia social y reproductiva solo se podría alcanzar en una sociedad socialista, lo que no implica no luchar ahora mismo por derechos, avances y las mejores condiciones posibles.
¿Cuál es el origen y la causa de la opresión reproductiva sobre las mujeres, y por qué esta se exacerba durante las crisis económicas?
En el mundo capitalista, las mujeres proporcionan un apoyo fundamental para el capitalismo fuera del lugar de trabajo, a través de su trabajo no remunerado. Esto se hace mediante la reproducción de la fuerza de trabajo con la maternidad y la crianza, y también mediante su sostén a través de todas las actividades de cuidado. Pero sabemos que la opresión a las mujeres y el control sobre su sexualidad/reproducción, son anteriores al capitalismo.
La verdad es que la mujer no nació oprimida, ni es oprimida de manera natural por los hombres a causa de su capacidad reproductiva. Fue justamente, como lo dedujo Engels, con el nacimiento de la propiedad privada y las sociedades de clases, cuando la mujer empezó a tener un lugar subordinado. Su maternidad antes motivo de valor, se convierte en motivo de su inferiorización. Antes de esto, la mujer controló de diferentes maneras su maternidad recurriendo a distintos métodos abortivos, a prolongar la lactancia, etc.
En la sociedad capitalista si bien la mujer consigue salir de los límites de la familia y vuelve a tener un lugar en la producción social, lo hace de manera subordinada. Su salario se considera secundario o complementario del del hombre; y nunca a pesar de trabajar a tiempo completo, es liberada de sus labores domésticas.
Cuando se presentan crisis económicas, las mujeres están en la primera fila de los despidos, reducción de salarios y precarización. Se reproducen ideologías de que la mujer debe estar en el hogar, y se hacen de nuevo esfuerzos por controlar su capacidad reproductiva. Se hacen ofensivas para despojarla de sus derechos y evitar que tenga autonomía. Al mismo tiempo, la dependencia económica la hace vulnerable, víctima fácil de la violencia intrafamiliar o presa fácil del tráfico sexual.
Situación del aborto y los derechos reproductivos en el mundo
Mucho tiempo ha pasado desde aquel histórico decreto de los bolcheviques que en 1920 despenalizó el aborto en Rusia. Aunque en tiempos de los bolcheviques no existía el término justicia reproductiva, ellos entendieron el derecho de las mujeres a decidir libremente sobre la reproducción mejor que ningún otro gobierno o dirección de la actualidad, bajo dos conceptos fundamentales. El primero, la relación entre el derecho al aborto, las muertes por abortos inseguros, el derecho a la maternidad con garantías, y el contexto socioeconómico de las mujeres; y el segundo, la relación indisoluble entre la libertad y autonomía de las mujeres con su rol reproductivo.
Para Lenin y las mujeres del Partido Bolchevique, era imposible liberar a las mujeres, y desarrollar su potencial intelectual, político y humano, sin otorgarles el control sobre su maternidad. Para eso no solo derogaron la penalización del aborto y todas las leyes antifemeninas, sino que además se propusieron un plan para erradicar las bases estructurales de la desigualdad (creando además guarderías, comedores, lavanderías comunitarias), en busca de una sociedad donde fuera posible no solo no tener hijos, sino tenerlos y criarlos dignamente. Lamentablemente, este proceso fue interrumpido por la contrarrevolución estalinista, y posterior restauración capitalista; hoy Rusia es uno de los países con leyes más restrictivas en derechos sexuales y reproductivos, teniendo leyes antiLGBTI ultra reaccionarias. Es un crudo ejemplo de cómo nuestros derechos siempre han estado en el centro de las luchas, avanzando y retrocediendo.
Desde entonces, y siempre a través de la lucha de nuestra clase en diferentes momentos, hemos conseguido muchas conquistas a nivel mundial, con desigualdades de país a país. La igualdad formal o legal de las mujeres es una realidad de casi todo el mundo occidental. Pero a pesar de ello hoy siguen existiendo tanto la explotación capitalista, como la opresión machista, agravadas por la crisis ambiental propiciada por el imperialismo depredador, y que afecta especialmente a la clase trabajadora y dentro de ella con más fuerza a los sectores oprimidos. Las mujeres llevamos la peor parte de los planes de ajuste, siendo las primeras en ser despedidas.
Una de las razones que motivó la decisión de los bolcheviques, fue el hecho ya entonces probado, de que la penalización del aborto no evita su práctica, sino que por el contrario aumenta las muertes de las mujeres más pobres y vulnerables, quienes se realizan el procedimiento de manera clandestina e insegura. A inicios del siglo 20 y casi hasta el final del mismo, los pabellones de ginecoobstetricia del mundo tenían alas completas para atender a las “sépticas” (infectadas), muchas de ellas se introducían plantas, alambres y ganchos para en medio de su desesperación, terminar sus embarazos. Esto llevaba a muchas muertes, mutilaciones y complicaciones. Por fortuna, hacia la década de los 90, se hace extensivo en el mundo tanto en el mercado legal como ilegal, el uso del medicamento misoprostol para inducción del aborto, y otros tratamientos relacionados con la salud femenina; gracias a esto hubo una caída drástica de la mortalidad y las complicaciones. Estas aun se presentan aunque de una forma menos dramática.
Las recientes victorias
Si bien en Francia, el derecho al aborto legal existe desde 1975, el 2024 inicia con una buena noticia para las mujeres francesas. El parlamento ha votado a favor de incluir este derecho de manera explícita dentro de la constitución; aun tiene que pasar por el Senado, de mayoría conservadora, para ser elevado a derecho constitucional, pero esta sola votación es un importante triunfo político. También el plazo para abortar fue aumentado de 12 a 14 semanas, siendo aun restringido.
Otra victoria importante se obtuvo en el 2023, en México, donde la Suprema Corte despenalizó el aborto a nivel federal (ya se había despenalizado en el Distrito Federal y en el estado de Coahuila).
En 2022, en Colombia luego de una lucha liderada por el movimiento Causa Justa y a pocos meses del estallido social conocido como Paro Nacional, el aborto se despenalizó completamente hasta las 24 semanas y parcialmente hasta el final del embarazo (ya existía un modelo previo de causales desde 2006). Convirtiéndose estos dos países en unos de los más avanzados del mundo, al nivel de Reino Unido, Canadá o Cuba, que cuentan desde hace varios años con legislaciones liberales en la materia.
En otros países se ha obtenido fruto de enormes movilizaciones, una legalización parcial durante el primer trimestre como es el caso de Argentina, y Uruguay.
En el continente americano Canadá, Guayana y Guayana Francesa también tienen leyes que habilitan el aborto legal libre.
En Brasil desde el 2023 se está debatiendo la despenalización hasta la semana 12, siendo la decisión aplazada por el Tribunal Supremo. Actualmente el aborto solo es legal por causa de violación y su acceso es limitado.
Retrocesos
Sin embargo, en 2022 se dio quizá el retroceso en materia de aborto más grande de la historia, desde la pérdida de este derecho en la antigua URSS. Este gran retroceso histórico, es la caída de la sentencia Roe vs Wade en Estados Unidos, en pleno corazón del imperialismo y de la democracia burguesa. La Corte Suprema, retrocedió una sentencia de más de 50 años, mostrando con un crudo ejemplo de que en el capitalismo todos los derechos son parciales y están amenazados por firmes que parezcan, en especial los de las mujeres. Este fallo cambió el panorama de los derechos reproductivos a nivel continental, afectando gravemente a miles de mujeres, en especial las niñas, las negras y las migrantes. Miles de mujeres se ven obligadas a viajar entre estados por enormes distancias, otras a recurrir a prácticas inseguras o asumir maternidades forzadas.
El este de Europa
Polonia es uno de los países europeos que cuenta con una legislación más restrictiva sobre el aborto. Un gran retroceso se dio cuando el Tribunal Constitucional en octubre de 2020 ilegalizara el aborto en caso de embarazo inviable. Ahora únicamente se permite cuando la vida o la salud de la mujer embarazada corren peligro o cuando el embarazo es consecuencia de una violación. Esto luego de que en 2016 una multitudinaria huelga de mujeres impidiera el paso de un proyecto que lo prohibía totalmente.
En Hungría por su parte, desde 2022 entró en vigencia la ley que obliga a las mujeres a escuchar el latido fetal antes de abortar, esta práctica es reconocida como una forma de violencia obstétrica. En este país es posible abortar hasta la semana 12 de gestación.
Argentina
El derecho hace pocos años conquistado por las mujeres argentinas, con enormes movilizaciones conocidas como la marea verde, que prendieron de hecho la llama de la lucha en todo el continente sirviendo como ejemplo y apoyo para casos como México y Colombia, está en riesgo ahora con la llegada del ultra derechista Milei, al gobierno. Se dio a conocer un proyecto de ley presentado por un puñado de diputados de la Libertad Avanza que busca derogar la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). Será necesaria la lucha organizada de todas las mujeres y la clase trabajadora argentina para detenerlo.
Restricción total
Persiste una situación grave en países como R. Dominicana, en El Salvador y en general en Centroamérica, así como en la mayor parte de los países africanos; donde la legislación prohíbe el aborto completamente o lo permite solo en caso de riesgo inminente para la vida de la mujer. Incluso en El Salvador, se presentan casos de cárcel por abortos espontáneos o muertes de neonatos, llegando incluso a condenarse a la mujer por el delito de homicidio.
Esto a pesar de que ya se ha demostrado de manera científica que la prohibición del aborto no disminuye su práctica, sino que condena a las mujeres más pobres al aborto clandestino e inseguro, con severas consecuencias para la salud e incluso la muerte. El aborto inseguro fue una de las principales causas de muerte materna en el mundo durante la pandemia.
Las consecuencias físicas, emocionales y legales del aborto clandestino e inseguro, muestran que este es un problema fundamentalmente de género y clase, pero también de raza. Las mujeres que cuentan con la capacidad adquisitiva pueden viajar para realizarse un aborto legal en otro país o región, o pueden pagar un aborto clandestino pero seguro. Estas legislaciones restrictivas afectan de manera desproporcionada a las niñas, las negras, las indígenas, las campesinas, las refugiadas y las migrantes, así como a los hombres trans y las personas no binarias con capacidad de gestar; quienes no solo ponen la mayoría de las muertes, sino que, además, son en mayor medida criminalizadas en los países donde existe la persecución activa por este delito.
Un derecho constantemente amenazado
Existe una presión constante de organizaciones anti derechos que actúan como una red organizada alrededor del mundo, asociada y articulada a la presión de la agenda de los grupos de la extrema derecha en el mundo; que actúan no solo a través de los partidos como Vox en Estado Español, sino a través de organizaciones que posan de benefactoras, y de las iglesias en especial de las evangélicas pentecostales y el catolicismo. En los países semicoloniales estos grupos reciben subvenciones de sus contrapartes en los países imperialistas.
Es el caso de la campaña 40 días por la vida, que tiene presencia en más de 65 países y cuenta con un millón de voluntarios, en general personas reclutadas en sus lugares de oración; que son fácilmente adoctrinadas, y ejercen acciones no solo de incidencia sino de directo hostigamiento en contra de las mujeres que abortan y el personal de salud. Lo hacen con argumentos falsos como el supuesto dolor fetal en momentos de la gestación donde esto es imposible, o el supuesto síndrome posaborto que ha sido desestimado por la psicología, y la psiquiatría. Pero no todos los grupos actúan mediante la oración y el hostigamiento, incluso este tipo de organizaciones ha llegado a cometer acciones terroristas en contra de centros de salud prestadores de aborto, en especial en los Estados Unidos.
La realidad que observamos en la mayoría de los países donde existe el derecho al aborto total o parcial, es que al igual que ocurre con otros derechos sexuales y reproductivos, las mujeres enfrentan innumerables barreras de acceso y el derecho al aborto es susceptible de retroceder. Esto es así porque bajo el capitalismo, todos nuestros derechos son parciales y están constantemente amenazados mientras no sea la clase trabajadora la que esté en el poder.
No es raro que, el derecho al aborto sea utilizado como moneda de cambio electoral, prometido en la campaña de los más liberales, y estigmatizado y con promesas de hacerlo retroceder en las campañas de la derecha. Cuando gobiernos “progresistas” llegan al poder, lo primero que negocian para garantizar la gobernabilidad es el derecho al aborto; cuando llega al poder la derecha lo primero que hace es eliminar el derecho o al menos intentar impedir el acceso o restringirlo.
Pero el derecho al aborto también se ve afectado diariamente, por un problema que amenaza a toda la clase trabajadora y el pueblo pobre, y que afecta con mayor intensidad a las mujeres: la desfinanciación y privatización de los sistemas de salud. Durante la pandemia, los límites de los sistemas de salud en el mundo fueron puestos en evidencia con absoluta claridad, y también las diferencias entre los sistemas privatizados y los que aún conservan niveles de asistencia pública.
Un ejemplo es el Estado Español, donde pese a la reforma de la Ley del aborto en vigor desde marzo, no hay garantías de ejercer este derecho en la sanidad pública, tal como recoge la reforma. Según datos oficiales, el 84,3% de las IVE en 2021 se realizaron en la red privada, actualmente hasta en cinco comunidades autónomas todas las interrupciones de embarazo se siguen practicando en clínicas y hospitales privados y miles de mujeres se ven obligadas a salir de su provincia para poder abortar.
Igualmente pasa en Colombia, donde tras 18 años de la despenalización por causales, y dos años de la despenalización total hasta las 24 semanas; la mayoría de mujeres siguen buscando realizarse el aborto por fuera del sistema de salud, y se presentan todo tipo de barreras para el acceso en especial para las negras, indígenas y campesinas.
Los servicios de maternidad, anticoncepción y aborto fueron recortados en la mayoría de los países del mundo para desviar los recursos hacia la atención del Covid. Por eso la lucha por el aborto legal y seguro, está atravesada por la lucha por el derecho a la salud para toda la clase trabajadora.
Ni siquiera en los países con las legislaciones más progresistas tocan la llamada objeción de conciencia, que es un obstáculo para impedir que las mujeres ejerzamos nuestro derecho a abortar.
La objeción de conciencia debe garantizar la prestación del servicio por otro profesional, y nunca se debe traducir en obstrucción de la misma. Pero lo que ocurre es todo lo contrario, la objeción de conciencia se utiliza en diferentes países del mundo como una verdadera barrera y como excusa para impedir el aborto, incluso llegando a casos donde la niña o mujer han sido secuestradas por el hospital para obligarlas a continuar el embarazo. Incluso hay países donde se permite la objeción de conciencia institucional o colectiva, lo cual es totalmente contrario a los principios que rigen este derecho.
Por supuesto y aunque algunas leyes lo contemplen en el papel, tampoco se garantizan de forma universal anticonceptivos fiables y gratuitos en la sanidad pública para no abortar y menos aún existe una educación afectivo-sexual en todas las etapas educativas, para prevenir embarazos no deseados. Esto por el peso social de la iglesia en todo el mundo, por la falta de voluntad política, así como por los recortes en Educación.
La lucha debe ser de clase, unificada e internacionalista
De todo lo dicho podemos concluir que la lucha por justicia reproductiva está ligada a la lucha general contra la opresión machista, contra el racismo, por los derechos de la clase trabajadora a una atención en salud digna, por los derechos de los trabajadores de la salud, contra las privatizaciones y los planes de ajuste y a la propia lucha por el socialismo.
Negar el acceso al aborto libre, seguro y gratuito, así como a una atención sanitaria materna decente, refuerza los aspectos más reaccionarios de la vida familiar bajo el capitalismo. Este sistema capitalista en crisis necesita regular y controlar nuestros derechos reproductivos para garantizar que se lleve a cabo la reproducción de la fuerza de trabajo. Pero al mismo tiempo, trata de que esto se haga al menor coste posible para la burguesía y los gobiernos a su servicio.
Por eso, desde la LITCI, no consideramos que la pelea por aborto libre, seguro y gratuito, así como por maternidades libres y deseadas sea sólo de las mujeres, sino de toda la clase trabajadora. Se trata de una expresión de la lucha de clases sobre la reproducción de la fuerza de trabajo, y más concretamente sobre quien controla y con qué criterio, el poder reproductivo de la clase trabajadora: la clase dominante y el Estado, o las mujeres de la clase trabajadora, las comunidades LGBTI y sus familias, es decir nuestra clase.
Hacemos un llamado a todas las organizaciones de la clase trabajadora y la juventud a luchar por el pleno acceso de las mujeres al aborto y a la totalidad de los derechos reproductivos que incluyen los permisos plenos de maternidad y paternidad, las guarderías públicas, el acceso universal a la contracepción y a la educación sexual entre otras cosas.
Esta demanda debe ponerse en relación con otras luchas de nuestra clase y no puede darse únicamente en el marco de las fronteras nacionales, sino que debe ser articulada a nivel internacional.