El ejéricto chino reprime a los uigures
Conflicto étnico en China causa cientos de muertes y desenmascara «sociedad armoniosa»
El 5 de julio, en Uruqim, capital del estado de Xinjiang, al oeste de China, cerca de 200 jóvenes hacían una protesta contra la muerte de dos trabajadores naturales de su estado, en Guangdong, cuando fuerzas antimotines del ejército habían dispersado la manifestación con bombas de gas y armas de fuego. La situación se transformó en una rebelión que se extendió hasta el martes siguiente y ocasionó 184 muertos y más de mil heridos, según el propio gobierno chino.
Este hecho no sería muy diferente de otras rebeliones ocurridas en China, el año pasado, si no hubiese ocurrido en Xinjiang, cuya población es compuesta por una minoría étnica musulmana de lengua turca, los uigures, atacados por la policía y por los mayoritarios residentes chinos de la capital [los han] durante los días siguientes. Se estima que este fue el mayor conflicto étnico en la región, superando el ocurrido en la década de 1990, y también al del Tíbet en 2008.
Las raíces del conflicto
Los uigures son mayoría en el estado de Xinjiang (60% en 2000), pero son minoría en la capital, de 2.300.000, donde 70% de la población es de origen chino [han]. Estos números contrastan enormemente con el censo de 1949, fecha de la revolución china, cuando sólo 6% de los habiotantes eran de etnia han.
La migración de chinos étnicos fue alentada por el gobierno, sobre todo tras la restauración capitalista en el país, s finales de los años 1970. La región, rica en petróleo, comenzó a ser ocupada por comerciantes e industriales de otras regiones del país, y la cultura uigur pasó a ser reprimida, con restricciones a la enseñanza de su lengua y a la práctica religiosa del islamismo.
Al mismo tiempo, la economía de Xinjiang sufrió un gran desarrollo capitalista en la última década, y sus principales ramos (petróleo, agricultura y construcción civil) son controlados por los han, mientras los uigures se quedan con los peores empleos, soportan tasas de paro mayores y viven en los peores barrios. Uruqim es una ciudad completamente segregada, con barrios destinados a los uigures, raramente visitados por los hans. Según Nicholas Bequelin, un investigador del Human Rights Watch: «la relación entre uigures y hans es la de colonizados y colonizadores».
La causa inmediata: la crisis económica
No es una coincidencia que este conflicto haya ocurrido en plena crisis económica mundial, que está afectando bastante China. Todo comenzó en Guangdong (provincia ubicada en otra regipon de China), donde un trabajador chino despedido de una industria de juguetes, rabioso con el hecho de que 600 trabajadores de etnia uigur mantenían su empleo (entre un total de cerca de 50.000), divulgó por Internet que seis de ellos habían estuprado dos mujeres han en el local de trabajo.
El día 25 de junio, el dormitorio de los inmigrantes uigures fue invadido por otros trabajadores de la fábrica, armados de cuchillos y barrotes de hierro. La batalla terminó con dos muertes (según números oficiales) y 118 heridos. El anuncio de «sólo» dos muertes en Guangdong fue desmentido por fotos difundidas en Internet que mostraban varios cuerpos siendo retirados del dormitorio atacado.
La ironía es que mientras trabajadores luchan físicamente por sus empleos y sueldos de 75 dólares al mes el dueño de la fábrica, Francis Choi, de Hong Kong, es un multimillonario que se jacta de tener una mansión con treinta coches de lujo en el garaje.
La rebelión en Uruqim acumuló [la bronca contra] décadas de opresión sobre el pueblo uigur, contra el aumento de la desigualdad social derivada de la crisis y contra las mentiras del gobierno chino. En la protesta de Uruqim, los jóvenes, por regla general los más afectados por la crisis económica, exigían una verdadera investigación de los hechos ocurridos.
El gobierno chino muestra sus garras
Los hechos ocurridos en Xinjiang tuvieron repercusión mundial y mostraron la verdadera cara de la «sociedad armoniosa» de la que hablan todos los todos los documentos oficiales del gobierno y del Partido Comunista Chino (PCC). Para intentar mantener esa «máscara», el PCC desató ahora una intensa propaganda sobre «el arduo trabajo hecho por el comité regional del partido, órganos del Comité Central del PCC e instituciones relevantes del gobierno, por el Ejército de Liberación del Pueblo y la Policía Militar del Pueblo bajo el liderazgo del PCC y del Consejo de Estado» a favor de la confianza multiétnica del pueblo de Xinjiang.
Pero esta propaganda se da al mismo tiempo que la verdadera política desencadenada contra los revoltosos, a quien ya se está prometida la pena de muerte antes de cualquier juicio, y la acusación de «terrorismo», incitados por «fuerzas hostiles internas y del exterior».
Según Zhou Yongkang, miembro del Burô Político del PCC, el gobierno debería apoyarse en todos los grupos étnicos para construir uno «muro de hierro» alrededor de la región para «salvaguardar los intereses del pueblo». El ejército ya supo interpretar sus palabras, afirmando que las tropas se quedarán un buen tiempo en la región, para garantizar su estabilidad.
Pero todas esas amenazas no serán suficientes para impedir la lucha de los pueblos oprimidos y de la clase trabajadora de China contra la explotación capitalista. La dictadura del PCC no tardará en verlo.