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Minuta sobre situación económica mundial

julio 23, 2008

Minuta sobre Economía Mundial

 

El siguiente material fue presentado por el SI de la LIT-CI para la discusión del punto sobre economía mundial en su reciente IX Congreso, realizado entre el 26 de julio y el 3 de agosto pasado

 

Introducción

 

En junio-julio del año pasado, la crisis del mercado inmobiliario de EE.UU. se expresó en un fuerte sacudón financiero, con epicentro en Wall Street y desde allí comenzó a extenderse al resto del mundo. Los cientos de miles de millones de dólares que los bancos centrales de EE.UU., Europa, Canadá y Japón "derramaron" en los mercados financieros sólo sirvieron para frenar el derrumbe bursátil e impedir la quiebra en cadena de los bancos y otras entidades financieras.


Pero la crisis continuó profundizándose, especialmente en EE.UU. A la caída del Bear Stearns, le suceden, en días recientes, la de dos gigantes de la banca inmobiliaria (Fannie Mae y Freddie Mac), una situación muy difícil de uno de los grandes bancos de inversiones (Lehman Brothers) y pérdidas acumuladas por el cuarto trimestre consecutivo de otros  (Citigroup y Wachovia). De los gigantes de inversiones, sólo Goldman Sachs se mantiene entero. Al mismo tiempo, se produce un claro descenso del consumo (expresado, por ejemplo, en la caída de ventas de automóviles) y una pérdida creciente de puestos de trabajo.


En Europa, luego del costoso salvataje del BNP Paribás (Francia) y del Northern Rock (Gran Bretaña), todos los indicadores de la economía están frenándose con expresiones más agudas en países que, como España, también tenían su propia "burbuja inmobiliaria", donde acaba de caer la principal empresa del sector. Además de España, ya se encuentran de hecho en recesión Gran Bretaña, Dinamarca e Irlanda.   


Al mismo tiempo, la crisis se expresa y se realimenta con el alza de los precios de los alimentos,  y la inflación en general, que impactan fuerte y directamente sobre el nivel de vida de los trabajadores y las masas y que ya han provocado, hace pocos meses, la llamada "rebelión de los hambrientos".


Por eso, actualmente, casi todos los analistas burgueses coinciden en que EE.UU. ya está en recesión, que esta situación continuará y que tendrá un impacto sobre el conjunto de la economía mundial. La discusión entre ellos gira sobre la profundidad y la duración que alcanzará la crisis y sobre los mecanismos para enfrentarla. Algunos economistas burgueses muy serios, como Stiglitz y Krugman, consideran que se trata de la peor crisis desde 1929. Es decir, no estaríamos frente a una simple crisis cíclica del capitalismo sino frente al inicio de una fase descendente mucho más profunda y duradera.


Las crisis de la economía capitalista pueden ser analizadas en tres diferentes aspectos. El primero son los mecanismos estructurales de estas crisis, analizados por Marx en El Capital; el segundo son los rasgos propios que determinan la configuración más especifica de cada crisis y el tercero, finalmente, son sus perspectivas concretas. En este material, trataremos de abordar los tres aspectos, incorporando en su desarrollo las polémicas que existen actualmente en los diferentes análisis que realiza la izquierda a nivel mundial. También incorporaremos las elaboraciones sobre la "crisis de los alimentos" y cómo ésta se entrelaza con la crisis económica en curso.  


I. Las bases estructurales de la crisis


En El Capital, su obra más importante dedicada al estudio de la economía capitalista, Marx analiza los rasgos fundamentales de las crisis cíclicas del capitalismo:


1)      El capitalismo se caracteriza por ser una economía productora de mercancías; es decir, valores destinados a ser vendidos en el mercado.

2)      En la producción de mercancías, solo la fuerza de trabajo crea nuevo valor. Las maquinarias y materias primas se limitan a restituir el valor aportado.

3)      Por eso, Marx clasifica la inversión que realizan los burgueses en capital variable o "v" (salarios para compra de fuerza de trabajo) y capital constante o "c" (compra de los otros factores).

4)      Los capitalistas se apropian de una parte del valor producido por la fuerza de trabajo porque solo pagan una fracción de ese valor, a través del salario. Esa parte del valor apropiado, Marx la denomina plusvalía.

5)      La plusvalía se genera en la producción y se realiza en el mercado, con la venta de las mercancías, siendo así la base de la ganancia de los capitalistas (aumento del capital inicial invertido a través de la capitalización de la plusvalía).

6)      Los capitalistas miden el resultado de su inversión a través de la tasa de ganancia. Es decir, el crecimiento del capital invertido luego de un circuito completo de producción-venta-capitalización de plusvalía.

7)     La competencia lleva a los capitalistas a invertir de modo creciente en maquinarias y tecnología para producir más y a menor costo. Es decir, tiende a aumentar la parte proporcional de capital constante (c) y a disminuir la del capital variable (v). Estas diferentes relaciones entre c y v determinan lo que Marx llama composición orgánica del capital.

8)      El crecimiento proporcional del capital constante en las inversiones permite, en un periodo inicial, un aumento de la tasa de ganancia. Estos elementos (crecimiento simultáneo de las inversiones y de la tasa de ganancias) son los rasgos centrales de la fase ascendente de los ciclos de la economía capitalista.

9)      Posteriormente, sin embargo, la tasa de ganancia comienza a caer, en un proceso que Marx estudia en su Ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia.

10)  Al caer la tasa de ganancia, los capitalistas comienzan a disminuir sus inversiones. Se produce así el punto de inflexión que inicia la fase descendente de los ciclos económicos (o crisis cíclica). Las crisis económicas son, entonces, inherentes al sistema capitalista y a su propia estructura de funcionamiento.

11) Al provocar la desinversión, la caída de la tasa de ganancia es la base o esencia de todas las crisis capitalistas. Sin embargo, esta esencia se manifiesta y se hace visible a través de la forma de una crisis de superproducción, es decir comienzan a sobrar mercancías producidas que no encuentran comprador. El surgimiento del capital financiero, en la época imperialista, también determinó que puedan manifestarse inicialmente como crisis financieras, es decir en el mercado de capitales, o combinándose con una crisis de superproducción. Pero, en todos los casos, la base de las mismas es la caída de la tasa de ganancia.  

11)   Al mismo tiempo, las propias crisis generan mecanismos para superar, por un período, las causas que las provocan: quema de capitales (cierre de empresas) y presión a la baja de los salarios por la desocupación, aumentando así la tasa de plusvalía extraída a los trabajadores. Además, el capitalismo ha generado toda otra serie de mecanismos para evitar o atenuar la caída de la tasa de ganancias: centralización del capital en empresas cada vez más grandes, explotación de otros países, intervención del Estado, etc. Sin embargo, lo único que realmente puede sostener la tasa de ganancias en plazos más largos es el aumento de la plusvalía absoluta; es decir, un crecimiento de los ritmos de producción y explotación de los trabajadores mayor que la inversión total de capital.                   


Un carácter cada vez más especulativo


Estos análisis de Marx siguen teniendo plena vigencia y son imprescindibles para la comprensión de las causas estructurales de cualquier crisis capitalista. Sin embargo, Marx analizó el capitalismo de su época, centrado en el capital industrial, alrededor del cual se ordenaban y se supeditaban los otros sectores (agro-ganadería, banca, comercio, etc.).


Posteriormente, como parte del intento de superar la caída de la tasa de ganancia, se dio un proceso determinante: el surgimiento del capital financiero, como resultado de la fusión del capital bancario y el industrial, proceso estudiado por Lenin en su famosa obra sobre el inicio de la fase imperialista (o "superior") del capitalismo. Entre otros procesos negativos de esta fase, el decadente capitalismo imperialista tiene una tendencia especulativa creciente. Es decir, existe una masa cada vez mayor de capitales parasitarios (que no producen nuevo valor ni ayudan a generar las condiciones para crearlo) volcados hacia la especulación y la búsqueda de ganancias rápidas. Capitales que van a disputar la plusvalía producida, tratando de apropiarse de una parte de ella. Como veremos más adelante, esto acentúa el carácter inestable y la fragilidad de la economía capitalista.


Los regulacionistas o la "nueva fase" del imperialismo


Existen corrientes que, sobrevalorando algunos procesos de la realidad, cuestionan, de hecho, estos análisis de Marx y de Lenin. Ellos consideran que el sistema capitalista imperialista, si bien se torna cada vez más perverso, ha conseguido fortalecerse frente a la clase obrera y asegurarse una sobrevida que alarga la fase de "agonía" definida por Lenin.


Por ejemplo, François Chesnay afirma que, después de

la II Guerra Mundial, el capitalismo logró mecanismos que le permitieron un período de 50 años de acumulación "sin cortes o rupturas cualitativas". Aunque, en ese período, se dieron las crisis cíclicas previstas por Marx, fueron utilizadas por el capitalismo para "autorregularse" y fortalecerse (por eso, el nombre de "regulacionistas")[1].


Según Chesnay, la crisis más importante fue en la década de 1970 (otros autores indican su inicio a finales de los 60) que divide en dos ese período. Primero existió el "boom económico de posguerra", donde el capitalismo logró garantizar, de modo simultáneo, altos índices de crecimiento económico, buenas tasas de ganancia y un mejoramiento del nivel de vida de las masas en los países imperialistas y otras regiones.


Para él, agotados los mecanismos de acumulación que permitieron el "boom", el capitalismo utilizó la crisis de los 70 para iniciar una serie de cambios estructurales muy profundos. Inicialmente, algunos caracterizaron que había terminado la "época imperialista" definida por Lenin. Ahora, con un contenido similar pero más atenuado, hablan de una "nueva fase" de esa "época": la de la "globalización" o "mundialización".


Según algunos de los defensores de esta concepción, "la enormidad de cambios estructurales en la acumulación del capital producidos en los últimos 25 años van más allá de la correlación de fuerzas"[2]. Es decir, son "condicionantes estructurales" de los procesos de la lucha de clases y le imponen límites objetivos a su desarrollo.  Entre esos "cambios estructurales, es importante mencionar, aunque no vamos a extendernos, la "fragilización" de la clase obrera, resultado de los ataques y destrucción de conquistas obreras realizados por el capitalismo a partir de la década de 70 que llevaron a un "debilitamiento de su capacidad de lucha", especialmente de su núcleo duro, el proletariado industrial. De este modo, esta visión se terminó transformando en la base teórica de las políticas capituladoras y neo-reformistas de numerosas corrientes.


¿Crisis financiera o crisis clásica?

 
Otro cambio estructural importante analizado por Chesnay es lo que denomina la "financierización" de la economía y la existencia de un "sistema financiero mundializado", caracterizado por una hipertrofia de los mercados de activos financieros y por un crecimiento continuo del llamado "capital ficticio" o "ilusorio". Es decir, que no refleja el aumento de riqueza real (nuevo valor) sino que es el resultado (casi contable, diríamos) de las propias operaciones financieras. Por eso, este "capital ficticio mundializado" adquirió una cierta "autonomía" de la base productiva aunque, a través de los papeles que lo representan y su rendimiento, se realizan transferencias de masas de valor. La "financierización", según las circunstancias, puede impulsar la "economía productiva" o, como ocurre ahora, representar "un riesgo". Posteriormente, él agrega un elemento importante: el centro de este sistema está en EE.UU. (con su economía cada vez más "financierizada") mientras el eje productivo mundial se trasladó a China-Asia.   

 
A partir de este análisis, Chesnay recuerda la distinción que hace Marx entre dos tipos de "crisis monetarias" o "de dinero" (aún no se utilizaba el término "financiero"): la primera es sólo un momento importante de cualquier crisis; la segunda "puede producirse también de un modo independiente, influyendo luego de rebote sobre la industria y el comercio"[3].

 
De esta distinción, Chesnay concluye que la actual es una "crisis financiera" del segundo tipo de las definidas por Marx. Es una discusión muy importante para prever su profundidad y sus posibles dinámicas. Él abre la hipótesis de que la crisis afecte profundamente a EE.UU. pero que el eje productivo China-Asia pueda amortiguar sus efectos ("rebotes") en el conjunto de la "economía real", tema que abordaremos en un capítulo específico.

 
Creemos que la definición de la situación actual como una "crisis financiera" es equivocada. Para nosotros, asistimos al inicio de una crisis clásica originada en la caída de la tasa de ganancias que, en esta primera fase, se expresa a través de una de una crisis de superproducción en el mercado inmobiliario y potenciada por una crisis financiera.

 
Evidentemente, la hipertrofia que analiza Chesnay es real y existe un "capital ficticio" que crece constantemente: se estima que el conjunto de operaciones financieras mundiales exceden cinco o seis veces las que serían necesarias de acuerdo a la producción mundial y a los activos físicos existentes. Evidentemente, también, una parte de este capital ficticio puede "valorizarse" (crecer nominalmente) a través de apuestas especulativas, en las que algunos apostadores ganan y otros pierden, o creando nuevo capital ficticio. Es decir, de modo "autónomo" o, como él dice, "sin salir de la esfera de los mercados financieros". Sin embargo, en última instancia, una valorización real de los capitales especulativos sólo puede producirse efectivamente si logran apoderarse, de modo parasitario, de una parte de la plusvalía extraída en la producción[4].

 
La "financierización" y la composición orgánica del capital

 
El resultado más profundo del proceso de "finacierización" es el "sobreincremento de la composición orgánica". Esto es así porque, al proceso natural del capitalismo de aumentar en sus inversiones la proporción de capital constante por sobre el variable (base de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia), se suma también esta masa de capitales especulativos. De este modo, no sólo aumenta el volumen global de capital circulante sino que, dentro de él, aumenta aún más la proporción de la parte  que no produce nuevo valor, "sobreincrementando" de modo artificial la composición orgánica porque en el total de capital circulante decrece cada vez la proporción que sí lo produce (el capital variable). Por eso, aunque durante un período pueda impulsar la dinámica de la economía y ayudar a recuperar la tasa de ganancia (como ocurrió en 2003-2006), en un plazo más largo, la "financierización" se convierte en un factor adicional que acentúa crecientemente la tendencia a su caída (como está aconteciendo ahora).

 

 

Si consideramos la "hiperecuación de la tasa de ganancia" formulada por Marx, esto significa que se requiere una masa cada vez mayor de plusvalía para valorizar a una masa creciente de capitales. Esto obliga al capitalismo imperialista a acentuar cada vez más los mecanismos de extracción directa e indirecta de plusvalía absoluta (explotación de los trabajadores, saqueo de recursos naturales de los países más débiles, ingresos por el cobro de las deudas externas, etc.). Al mismo tiempo, significa que incluso grandes aumentos de la tasa de explotación y de la masa de plusvalía extraída son rápidamente "devorados" y resultan incapaces de sostener la tasa de ganancia a más largo plazo. Un punto a partir del cual las "inyecciones financieras" no tienen ninguna posibilidad de resolver la cuestión de fondo. Para nosotros, esa es la base de la crisis actual y, por eso, la definimos como una crisis clásica que, en esta primera fase, se expresa a través de una crisis financiera.      

 
La caída de la tasa de ganancia

 
Este tema siempre ha sido muy polémico en el marxismo. Además del debate teórico sobre cuál es la base de las crisis, algunos autores consideran que se trata de una formulación general de Marx, imposible de demostrar prácticamente por la complejidad de elementos que intervienen. Sin embargo, otros, como Anwar Shaikh, han creado modelos matemáticos que permitieron verificarla empíricamente para EE.UU.[5] 

 
En un excelente trabajo más reciente, dos economistas franceses presentan la secuencia de la tasa de ganancia en EE.UU., en 1948-2000[6]. Ellos muestran que la tasa promedio, luego de alcanzar un pico del 11% en 1967, se estancó y  comenzó a caer hasta un piso de 5% en 1980. Luego inició un movimiento aserrado hasta crecer al 7, en 1999, y comenzar a caer nuevamente[7].

 
Con una metodología y valores distintos, un autor español establece la secuencia 1929-2005. La estructura gráfica es parecida: ascenso hasta 1967, descenso hasta 1980, recuperación irregular hasta 2000. Después se ve una suba en 2003-2004 y un estancamiento en 2005[8]. Según este autor, ya en 2006 se producía una retracción de las inversiones, lo que coincidiría con las opiniones que afirman que el inicio abierto de la actual crisis fue "demorado" o "maquillado". Es interesante destacar también que la tasa de 2004 es no sólo menor que la de 1967 sino también al pico alcanzado en la década del 90.

 
Es decir, empíricamente se ha podido demostrar la existencia de la caída de la tasa de ganancia y como ella coincide con los inicios de las crisis. Al mismo tiempo, hay otra conclusión importante: por lo menos desde finales de la década de 1960, los ciclos de ascenso no alcanzan a recuperar las mejores tasas del ciclo anterior. De modo que, además de la caída específica de cada ciclo, hay una tendencia de más largo plazo a la declinación.

 
II. Génesis y configuración de la crisis actual

 
Para entender la configuración específica de la crisis actual, debemos retomar el carácter cada vez más especulativo y parasitario que toma el capitalismo imperialista en decadencia, al que ya nos referimos en sus efectos sobre la tasa de ganancia. Existe una masa creciente de capitales parasitarios, volcados hacia la especulación y la búsqueda de ganancias rápidas, que se mueven por el mundo con extraordinaria rapidez. Eso produce una disputa aún más feroz entre los distintos sectores  burgueses por el destino final de la plusvalía.

 
Al concentrarse sobre un determinado mercado nacional o internacional (valores bursátiles, inmuebles, commodities, etc.), estos capitales originan una "burbuja" que empuja artificialmente los precios hacia arriba, más allá de toda base real. Durante un período, la "burbuja" puede actuar como un factor dinamizador de otras ramas económicas. Sin embargo, al mismo tiempo, la economía en su conjunto adquiere una fragilidad y una volatilidad mucho mayor al estar basada, en gran medida, sobre esa "burbuja" y sobre esa afluencia constante de capitales al sector.

  

Por eso, en algún punto, la "burbuja" empieza a desinflarse. La "pinchadura" aparece, a primera vista, como un resultado de factores específicos, como los límites objetivos del crecimiento del sector "inflado". Pero, en última instancia, estos "factores específicos" reflejan la causa más estructural de las crisis capitalistas (la caída de la tasa de ganancia). Por otro lado, el agotamiento de la burbuja en ese sector va a impactar negativamente sobre el resto de las ramas de la economía empujando hacia una crisis económica generalizada. El factor desencadenante de la situación actual fue la caída del mercado inmobiliario en EE.UU. y otros países imperialistas. Es decir, el desinfle de una gran burbuja.

 
EE.UU.: problemas económicos muy profundos

 
El epicentro de los problemas actuales está en EE.UU. (la economía más grande del planeta). Tanto el Estado, como las empresas y los consumidores, están sobre-endeudados. Es decir, deben más que su real capacidad de pago y, muchas veces, más que el valor real de sus propiedades. La economía estadounidense de los últimos años se ha ido construyendo sobre los llamados "déficits gemelos" (presupuesto estatal y balanza de comercio exterior) que han crecido hasta cifras impronunciables.

 

 

Por eso, para funcionar normalmente, la economía estadounidense necesita que ingresen desde el exterior un promedio de 3.000 millones de dólares diarios en préstamos, inversiones directas, compra de bonos del tesoro, remesas de ganancias y royalties de filiales en el exterior, etc.[9] Si este ingreso se detuviera, la economía comenzaría a venirse abajo. Por eso, a través de distintos mecanismos, EE.UU. actúa como una "aspiradora" de toda una parte de la plusvalía extraída en otras regiones del mundo.

 

 

En este sentido, es muy interesante analizar cómo ha venido funcionando, en los últimos años, el tándem EE.UU.-China como locomotora del crecimiento económico mundial. La burguesía estadounidense realizó gigantescas inversiones en China, aprovechando las condiciones muy favorables ofrecidas. China vende sus productos industriales a todo el mundo, especialmente a los propios EE.UU. (una de las causas del aumento constante del déficit de comercio exterior de este país). Por otro lado, gran parte de las ganancias obtenidas vuelven a EE.UU., principalmente para comprar bonos del Tesoro estadounidense. Actualmente, China es el principal poseedor de estos bonos (con la increíble cifra de 900.000 millones de dólares). De esta forma, se financia una parte del déficit estatal y se realimenta el circuito económico de EE.UU.[10]  Se establece así una "división internacional del trabajo" con EE.UU. como centro financiero mundial, China (y en menor medida India) como "fábrica del mundo" dependiente y otros países (Brasil, Argentina, Rusia, Venezuela, Medio Oriente) como proveedores de alimentos, petróleo, gas, minerales, etc.   

     

La génesis de la situación actual


En este marco, podemos decir que la actual crisis representa un "segundo episodio" de la que el imperialismo consiguió frenar en 2002. Al mismo tiempo, expresa las consecuencias de las políticas que el gobierno estadounidense implementó para frenarla.


En marzo de 2000, se desinfló la burbuja especulativa en los mercados de valores de EE.UU., poniendo fin a las delirantes teorías de la "nueva economía" sobre el supuesto crecimiento sin límites de las empresas de informática e internet (las famosas "punto-com"). Comenzó así un proceso recesivo en el país pero que pudo ser rápidamente revertido, a través de dos medidas principales adoptadas por el gobierno de Bush.


La primera fue el aumento del presupuesto militar y las inversiones en tecnología y producción bélica. Aunque esta política, una de las razones del lanzamiento de la "guerra contra el terror", aumentaba aún más el déficit presupuestario, al mismo tiempo, dinamizaba la economía  a través del impulso del poderoso complejo militar-industrial estadounidense. Por esta vía, el gobierno "inyecta" cerca de 500.000 millones de dólares anuales en la economía[11]. Algunos economistas han comenzado a llamar esta política como "keynesianismo militar"[12]. Esta "inyección" permitió la recuperación de empresas como

la Boeing, que estaba al borde de la quiebra y pasó a tener enormes ganancias gracias a los contratos militares y las rebajas impositivas otorgadas por el gobierno.

 

Junto con esto, la Federal Reserve, entre 2001 y 2003, redujo del 6,25 al 1% anual la tasa de interés interbancaria (referencia para todas las operaciones crediticias), lo que generó una catarata de créditos baratísimos sobre el mercado para impulsar el consumo. Estas medidas, sumadas al funcionamiento "en tándem" con China, permitieron revertir la recesión. Desde finales de 2002, la economía mundial comenzó a crecer a tasas muy superiores a la de años anteriores.      


Se pincha la burbuja inmobiliaria


Este tren lanzado a alta velocidad corría sobre vías muy flojas y con alto riesgo de descarrilamiento, ya que una de sus bases era la burbuja existente en el mercado inmobiliario y de la construcción de EE.UU. y otros países. Según Joseph Stiglitz: "Aproximadamente el 80% de la suba del empleo y casi las dos terceras partes del incremento del PBI de EE.UU, en los últimos años, se originó directa o indirectamente en el sector inmobiliario".


Los bancos impulsaban a familias y empresas a tomar créditos hipotecarios baratos para comprar inmuebles o hipotecar su casa y utilizar ese dinero para otros consumos. La construcción pegó un salto impresionante y también se dispararon los precios de los inmuebles. Inicialmente, esto facilitaba la renovación de los créditos y, a la vez, atrajo nuevos capitales al sector. Pero toda burbuja especulativa tiene un límite propio: los nuevos inmuebles construidos ya no encontraban compradores. Se estima que, en 2006, la venta de inmuebles en EE.UU. tuvo una caída del 30%. Lógicamente, su precio comenzó a bajar y la renovación de los créditos hipotecarios ya no cubrían las deudas adquiridas.     


Para alimentar el mercado, los bancos comenzaron a otorgar préstamos a familias que sabían que tendrían muchas dificultades para pagar. Así nacieron los llamados "créditos subprime" (de "segunda categoría") que comenzaron a ser comercializados como bonos por los bancos, o sus intermediarios, como la compañía Countrywide. Fueron esos bancos y compañías los primeros afectados por la crisis.


Al mismo tiempo, desde 2005, la Fed fue subiendo gradualmente la tasa de referencia interbancaria aumentando así los intereses a pagar por los créditos hipotecarios y, con ello, la dificultad de muchas familias para pagarlos. También aumentaban los impuestos inmobiliarios y muchas familias y empresas intentaron vender. Algo que, en un mercado cada vez más saturado, originó una mayor caída de los precios. El desinfle de la burbuja inmobiliaria llevaba por lo menos un año. Sin embargo, las empresas y bancos involucrados venían "maquillando" sus registros de estado de pagos de créditos y de valuación de inmuebles para evitar una caída.


Expansión de la crisis


En un punto, eso fue insostenible y la situación se manifestó claramente en el sector de la construcción y comenzó a expandirse a otros, en una clara dinámica recesiva. Ya nos hemos referido a la caída de grandes bancos inmobiliarios y de inversiones. También hay un fuerte declive de la industria automotriz: en 2001-2005, vendió 17 millones de vehículos anuales y proyectaba llegar a 20 millones en 2010; las ventas comenzaron a caer en 2006 y se estima que este año apenas superarán los 15 millones. Esta rama es el principal sector manufacturero de EE.UU.: representa casi un 4% del PIB y emplea unos 2,5 millones de trabajadores, directa o indirectamente[13]. Otro dato significativo es la caída del empleo: entre enero y mayo de  2008, se perdieron 250.000 puestos trabajo, lo que elevó la tasa de desempleo al 5,5%, el mayor incremento desde febrero de 1986. Sólo el sector de la construcción ya lleva pérdidos más de 120.000 puestos de trabajo, desde septiembre de 2006[14].

 

En Europa, países como España también sufren el derrumbe de  una burbuja inmobiliaria. Sólo en el mes de marzo de 2008 "los afiliados a la Seguridad Social vinculados a actividades del ladrillo han caído un 1,3%"[15]. En un artículo reciente, el PRT-IR informa que: "Las construcciones iniciadas este ano no llegan a la mitad de las del pasado y las ventas de las grandes inmobiliarias, el primer trimestre, han caído un 72%".  La situación se extiende a otros sectores: "Las ventas del comercio minorista llevan cayendo cinco meses consecutivos y caen también las ventas de coches (en marzo un 20%) y baja la producción industrial".

Trazando una perspectiva negativa de la actividad de la industria automotriz europea, el presidente de

la Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac) de España advirtió que la fabricación de coches en la "Europa de los 15" caería este año entre el 13% y el 15% y que "este descenso de la producción es preocupante porque puede suponer reducciones de empleo en las plantillas de los constructores automovilísticos"[16].


La falta de confianza

Además de los problemas específicamente económicos que hacen que la burguesía imperialista comience a planificar sus inversiones "a la baja", existe un factor político que también erosiona su confianza. El curso desfavorable para los EE.UU. de la guerra en Irak y, más en general, de la política de Bush en Medio Oriente-Asia Menor, es seguramente, otro factor que ha influido en la génesis de la situación actual, aunque sea muy difícil de medir su impacto en términos estrictamente económicos.


Por un lado, la situación ya ha vuelto como un boomerang sobre los propios EE.UU., debilitando no sólo al gobierno de Bush y a los republicanos, sino también al conjunto del sistema político. ¿Podrá una posible presidencia de Barack Obama lidiar con la compleja combinación de problemas que tiene por delante? Es una pregunta que todavía no tiene respuesta.


Por el otro, cuestiona la política de Bush de destinar tantos fondos estatales al complejo militar industrial (una de las bases de la anterior recuperación) porque esto ni siquiera ha garantizado triunfos en las intervenciones militares. Es cierto que esto depende más de una definición política que del curso de la economía. Pero esa política está siendo cuestionada por sectores burgueses que apoyan a los demócratas, como los de salud y educación (ver Correo Internacional de junio 2008), que quieren una redistribución del presupuesto estatal hacia esos rubros. No para reconstruir el "estado de bienestar" sino para profundizar los sistema mixtos o privados que existen en esas ramas, a la vez que vestir con un "toque social" la política de Obama. Otros sectores cuestionan la falta de inversiones en infraestructura básica de caminos, puertos, etc[17].


III. El "catastrofismo" o la "teoría del colapso"


Al analizar las perspectivas de la crisis, algunas corrientes retoman la teoría de la catástrofe inevitable del capitalismo, como resultado del desarrollo in extremis de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia y de otras leyes señaladas por Marx, teoría que existe desde el siglo XIX. En una obra más reciente, Génesis y estructura del Capital (1989), Roman Rosdolski la considera una de las conclusiones centrales de Marx.


Entre sus defensores actuales está el PO argentino: "El capitalismo es un modo de producción históricamente condicionado y, por lo tanto, condenado a agotarse como consecuencia de sus propias contradicciones. (.) Marx concibe, pues, el desarrollo capitalista como un proceso plagado inevitablemente de movimientos catastróficos. (.) El capitalismo revela una tendencia inevitable a su derrumbe, creando así las condiciones necesarias para su superación."[18]

 

Como el capitalismo marcha inevitablemente hacia "su derrumbe", cada crisis es sólo un nuevo "movimiento catastrófico" en esa dirección. En este sentido, resulta secundario estudiar los cambios que se producen en su interior y las características específicas de cada crisis.

 

Nahuel Moreno criticó duramente esta concepción calificándola de "milenarista"[19]. Su principal falla conceptual es que se basa en un análisis económico "puro" totalmente desligado de los procesos de la lucha de clases. El sistema capitalista imperialista está llevando a la humanidad a niveles cada vez mayores de destrucción y, en este sentido, a mayores "catástrofes". Es posible también que esta crisis sea mucho más fuerte que la de la década de la década del 90 o la de 2001-2002. Pero, como la experiencia histórica ya ha demostrado, no caerá por sí mismo, por el peso de sus "tendencias inevitables", si no es derrotado y destruido por la revolución socialista mundial.

 

Por eso, cómo va a incidir una determinada crisis económica en esa perspectiva estratégica, es decir, si nos acerca o nos aleja de ella, no es algo que se definirá en el terreno de la "economía" sino en el de la lucha de clases. Especialmente, la existencia o no de una dirección revolucionaria o la posibilidad de avanzar en su construcción. No es casual que Trotsky plantee en el Programa de Transición la cuestión más objetiva ("las fuerzas productivas han cesado de crecer") junto con la más subjetiva ("la crisis de la humanidad es la crisis de su dirección revolucionaria").

 

NM desarrolla esta idea en su "ley de inversión de los factores de causalidad": los procesos ocurridos en la época imperialista, sean políticos o económicos, sólo pueden analizarse considerando como cuestión central el problema de la dirección. Sobre esta base, explica, por ejemplo, que el boom económico de posguerra sólo puede entenderse por las traiciones del estalinismo.         

 

IV. El papel de China

 

En una visión opuesta, Chesnay y otros autores analizan el gran cambio estructural que significó la restauración capitalista en los ex estados obreros, especialmente en China. Esto le permitió al capitalismo recuperar directamente esos grandes mercados y, especialmente, generar un nuevo polo de producción y extracción de plusvalía en Asia (China + Corea del Sur + los "tigres"), que se transformó, primero, en un potente dinamizador de la economía mundial y, luego, en un potencial "competidor" de los imperialismos tradicionales. Esto abriría la posibilidad de que ese polo sea el "motor alternativo" de la economía mundial evitando, o al menos amortiguando, la caída en una crisis mundial generalizada. 

   

El fondo del debate, entonces, es la definición de qué tipo de país es China y su posible papel actual. A diferencia de años anteriores, cuando muchos autores sostenían que aún era un estado obrero, hoy ya es bastante generalizada la opinión de que se ha restaurado el capitalismo. Por eso, la discusión actual es si China ya es una gran potencia capitalista, o va en rápido camino de serlo, como sostienen diversos analistas burgueses y autores como Chesnay o si, por el contrario, sigue siendo un país atrasado transformado en la mayor semicolonia mundial del imperialismo, especialmente el estadounidense, como sostenemos nosotros y otras organizaciones.   

 

Chesnay parte de varios hechos objetivos: desde la década del 90, China ha tenido las mayores tasas mundiales de crecimiento económico; en 2007, alcanzó el tercer lugar en la lista de PIBs nacionales y se ubicó como el mayor exportador y el tercer importador mundial. Él analiza que este crecimiento fue impulsado básicamente por las inversiones extranjeras, con el objetivo de aprovechar las ventajas que ofrecía el estado chino y los bajísimos salarios que permitían la extracción de una gigantesca masa de plusvalía. Esto no sólo sostuvo la acumulación mundial de los últimos años sino que también ayudó a presionar la baja de los salarios industriales en EE.UU. y Europa. De esta forma, China se fue convirtiendo en la "fábrica del mundo" con un modelo de crecimiento que él denomina "arrastrado por las exportaciones".

 

Hasta aquí, ninguno de los elementos señalados sería contradictorio con una caracterización de semicolonia. Pero Chesnay se encarga de aclarar este punto:

 

"Hemos subrayado el rol de las inversiones de grupos industriales estadounidenses y (.) también de los grupos industriales japoneses que la convirtieron en una de sus bases industriales externas. Sin embargo, el lugar ocupado en la economía mundial por China y en mucho menor grado por

la India no puede reducirse solamente a la 'exportación' de las relaciones de producción capitalista desde los países de la Tríada. Está basado en un proceso autóctono de acumulación impulsado por fuerzas sociales endógenas. Lo que distingue a tales "países continentes" de otros 'grandes países emergentes' a los que suele aproximárselos".[20]

 

Es decir, la burguesía china habría aprovechado el impulso dado por las inversiones imperialistas para generar "un proceso autóctono de acumulación" que distingue al país de otros "emergentes". En el mismo material, expresa que si bien "los EE.UU, están en el origen de los principales impulsos y fueron los arquitectos de su correspondiente régimen institucional, al trasladar los capitales hacia China, para combatir la caída de la tasa de ganancia, ayudaron a la emergencia de un rival al menos potencial". Una tesis parecida es presentada por Perry Anderson, otro prestigioso intelectual marxista[21].

 

En otro artículo, Chesnay hace una analogía con el resultado negativo para el imperialismo de la invasión y la ocupación de Irak: "¿No ocurre algo análogo en lo que hace a la ayuda industrial y tecnológica masiva aportada a China, cuyo tamaño, cultura e instituciones estatales lo convierten en el único gran Estado capaz de de devenir un rival económico y militar directo de los Estados Unidos?"[22].

 

En otras palabras, como resultado de sus propias contradicciones y necesidades, el imperialismo habría ayudado a crear una "potencia autónoma" capaz de disputarle la hegemonía mundial no sólo en el terreno económico sino también en el político-militar.

 

A partir de estas definiciones, él caracteriza que el curso de la actual crisis y el de la economía mundial dependerán de lo que ocurra en el polo China-Asia:

 

".el principal interrogante, del que realmente depende el curso de la crisis financiera, se refiere a Asia. Esta crisis financiera podría no desembocar en una crisis mundial grave del tipo de la de 1929, si no se produjera una desaceleración general de la demanda mundial que revelase que hubo -desde el 2002 y más aún luego de 2003- un proceso de sobre acumulación en todas las economías asiáticas de la costa del Pacífico (en China, pero también en Japón, Corea y Taiwán)".(.) " El análisis del movimiento de acumulación, de sus contradicciones y de su crisis debe hacerse concediendo todo su lugar al que tal vez ya sea, en la configuración actual, su piedra angular: China. (…) la crisis en gestación debe ser pensada en un marco donde Asia ha pasado a ser un componente esencial".[23]

 

Es una variante de la teoría del "desbloqueo" sostenida por diversos economistas burgueses, que asignan a China y a otros países el posible rol de "motor alternativo" que "desbloquee" una parte de la economía mundial y así frene o amortigüe la crisis.     

 

China: gran semicolonia del imperialismo

 

Para refutar la tesis de China "gran potencia mundial" y sostener la caracterización que es una gigantesca semicolonia del imperialismo, vamos a recordar diversos elementos señalados en un artículo de Marxismo Vivo de varios años atrás[24]. En ese material, se analiza que la economía china crecía a tasas altísimas pero lo hacía desde un nivel muy bajo, propio un país atrasado:

 

"La forma en que se está dando ese crecimiento hace que China no sea una amenaza para las actuales potencias imperialistas. En realidad, no es siquiera una amenaza económica para los países más importantes de su área, los llamados 'tigres asiáticos'. Mas aún, China no sólo no apunta a convertirse en una gran potencia económica, sino que, por el contrario, camina a pasos acelerados en dirección a una semicolonia del imperialismo, si es que ya no lo es".

 

Ese crecimiento era, en gran medida, artificial y, por lo tanto, frágil e inestable, porque se apoyaba fundamentalmente "en cinco condiciones favorables pero de carácter sólo coyuntural (.) la apertura que existe en la mayoría de los mercados del mundo para los productos chinos baratos; la existencia de una dictadura que posibilita una superexplotación feroz; los incentivos a las empresas privadas apoyados en el 'sacrificio' de las empresas estatales; los salarios extremamente bajos, aun comparados con los países más atrasados del tercer mundo, y las importantes inversiones venidas del exterior". La conclusión era que: "El crecimiento de la economía es tan frágil que bastaría que sólo uno de estos factores se modificase para que todos los restantes lo hagan y, de esta forma, el crecimiento se transforme en estancamiento o retroceso. Esta es la situación que se está aproximando".

 

El crecimiento continuó

 

Han pasado casi 8 años y la economía china ha seguido creciendo. ¿Ese análisis estaba equivocado y ha tenido razón Chesnay sobre el "desarrollo autónomo" de China como "potencia"? Creemos que no: ese análisis era estructural y no coyuntural. En este sentido, la continuidad del crecimiento se explica porque las condiciones señaladas siguieron cumpliéndose. Incluso, algunas de ellas se acrecentaron, en el marco del ciclo de crecimiento económico mundial iniciado a finales de 2002, como las inversiones extranjeras y las posibilidades exportadoras.

 

En el período 1990-2000, las inversiones extranjeras tuvieron un promedio anual de poco más de 30.000 millones de dólares; posteriormente: 53.505 millones (2003); 60.630 (2004); 72.406 (2005) y 69.468 (2006). Actualmente, se estima que el stock acumulado de inversiones extranjeras representa un monto equivalente al 50% del PBI[25]. Veamos el siguiente cuadro de los países de origen y su porcentaje de la inversión total:

 

País                                                     %                                                          

Hong Kong                                        29.75%

Islas Vírgenes                                  14.96%

Japón                                                  10.82%

Unión Europea                                  8.61%

Corea del Sur                                     8.57%

Estados Unidos                                 5.07%

Singapur                                              3.65%

Taiwán                                                  3.57%

Islas Caimán                                       3.23%

Samoa Occidental                            2.24%

 

Más de 2/3 de las inversiones fueron al sector industrial y un 10% al sector inmobiliario[26]. Actualmente, 450 de las mayores compañías del mundo tienen inversiones en el país, al igual que otras millones de empresas de menor tamaño. Un "aluvión inversionista" que busca extraer directamente gigantescas masas de plusvalía. El propio Chesnay estima que "si consideramos el cuadro general en términos de masa y no de tasa, la mayor parte de la plusvalía que permite la reproducción del capital ahora proviene de Asia y sobre todo de China"[27].       

 

Con respecto a las exportaciones, en 2007, el país se ubicó en primer lugar en el mundo, superando ampliamente el billón de dólares. Más del 40% del PIB chino depende de esas exportaciones. El principal mercado son los EE.UU. hacia donde exportaron más de 300.000 millones de dólares. Sólo Wal Mart, que tiene una densa red de producción tercerizada en China, asegura el 10% de las ventas chinas en el exterior, la mayor parte a EE.UU.

 

Todos esos factores combinados (altas inversiones extranjeras, economía girada hacia las exportaciones, bajísimos salarios, extracción directa de una gran masa de plusvalía por las empresas imperialistas), al mismo tiempo que explican la continuidad de los altos índices de crecimiento, determinan una configuración típica no de una gran potencia sino de una economía semicolonial o, como mínimo, profundamente dependiente y dominada por el imperialismo.

El papel de China en la crisis

Definido el carácter semicolonial de China., la pregunta es si una economía de este tipo puede ser el "motor alternativo" de la economía mundial frente a una crisis económica mundial, con epicentro en EE.UU. Afirmamos categóricamente que no.

En las últimas décadas, su economía fue construida como una especie de gran "fábrica del mundo", base de una parte muy importante de la masa de plusvalía extraída en  el planeta. Pero su economía es dependiente y subsidiaria de la  de EE.UU. Si la "locomotora principal" se frena, la "auxiliar" no podrá traccionar por sí sola el tren y, tarde o temprano, también se irá frenando.

Sin embargo, existe la hipótesis de que este proceso inevitable se dé en "dos tiempos". Es posible que, en un primer tiempo, la crisis en EE.UU. y Europa provoque una nueva oleada de inversiones de capitales en China que busquen recuperar la tasa de ganancias, al mismo tiempo que los bajos precios de los productos industriales chinos les permitan competir con éxito en los mercados mundiales. De esta forma, en este primer período, la economía china se frenaría a un ritmo mucho menor que la estadounidense o la europea o hasta podría seguir creciendo a tasas altas. Pero, en un punto, comenzará a sufrir la reducción de la demanda mundial, especialmente de EE.UU., su principal comprador, y experimentará una crisis de superproducción.

Recordemos, además, que la lógica de las potencias imperialistas, a pesar de los "profundos cambios estructurales" que señalan Chesnay y otros, sigue siendo la de descargar la crisis sobre los países más débiles, a través de diversos mecanismos. Por eso, China no sólo no puede transformarse en la "locomotora principal" sino que, en este "segundo tiempo", sufrirá con muchísima mayor dureza las consecuencias de la crisis mundial. Y arrastrará violentamente consigo a aquellos países que, como Brasil y Argentina, basan gran parte de su bonanza actual en la venta a China-India-Asia de alimentos, minerales y otras materias primas.

Un debate que debe continuarse

Existen otros aspectos de este debate que no vamos a profundizar pero sí queremos señalarlos. Si el sistema capitalista imperialista fue capaz de transformar el atrasado estado obrero chino en una gran potencia mundial, eso significa que habría demostrado ser superior al sistema de la economía estatal planificada. Más aún, eso significaría que, en última instancia, todavía puede jugar un papel progresivo ya que, aunque de modo distorsionado y deformado, aún tiene condiciones de desarrollar las fuerzas productivas.            

V. Las perspectivas

 

Resulta claro que los 600.000 millones de dólares que los bancos centrales de los países imperialistas gastaron el año pasado después del reventón de la burbuja inmobiliaria, más el dinero que siguen inyectando en los mercados[28], y la fuerte rebaja de la tasa interbancaria de la Fed, aunque evitaron la caída de algunas instituciones financieras y una "corrida" generalizada, no lograron revertir la dinámica recesiva del proceso.

 

Este hecho muestra que no se trata sólo de una "crisis financiera" como afirma Chesnay. También evidencia que el proceso ha llegado a un punto en que estas "inyecciones financieras" actúan sólo como un medicamento para el dolor superficial frente a un paciente que padece una enfermedad grave, que no hará más que avanzar. Se trata entonces de ir precisando sus ritmos y la profundidad que va a alcanzar, en un seguimiento de la coyuntura y el proceso en su conjunto.

 

La perspectiva de un crack financiero mundial y el inicio de una fase descendente profunda están planteados no sólo por las contradicciones estructurales del capitalismo, sino por el agravamiento de estas contradicciones y las profundas deformaciones que el sistema económico mundial desarrolla de forma creciente. No es casual que Stitglitz y Krugman hablen de "la peor crisis desde

1929".

 

La "quema" de capitales requerida por la actual situación es muy grande no sólo porque la crisis de 2001-2002 fue "cortada" a mitad de camino en ese proceso sino porque, desde entonces, el volumen global de capitales en el mundo ha crecido geométricamente. La caída de los grandes bancos inmobiliarios y de inversión en EE.UU. muestra que la "quema" ya ha comenzado en ese sector. Pero este proceso debe profundizarse mucho más y afectar con bastante dureza también al "sector productivo" que venía siendo sostenido, en gran medida, por esos capitales especulativos y ficticios. Este es, entonces, uno de los rasgos propios de esta crisis: la necesidad de quemar un volumen gigantesco de capitales.    

 

Como hemos visto al analizar la situación de China, es posible que este proceso se dé en "dos tiempos", que primero en que se frene y caiga EE.UU. (lo que ya parece estar sucediendo), pero que China aún mantenga cierto impulso, para luego frenarse también. En este caso, habría un fin de la fase ascendente de la "montaña rusa" pero, en lugar de una caída abrupta, tendríamos inicialmente una caída más suave y amortiguada que luego se acentuaría en sus ritmos.  La otra hipótesis es que el eje China-Asia se pare de modo más abrupto y la crisis generalizada explote mucho más rápidamente.        

 

En cualquiera de los casos, algo es totalmente seguro: el peso central de la crisis, o el costo necesario para intentar demorarla, será descargado por el imperialismo y los gobiernos, tanto de los países centrales como sus lacayos de los países más débiles, sobre las espaldas de los trabajadores y los pueblos de todo el mundo. En realidad, eso ya está sucediendo.

 

VI. Las consecuencias de la crisis para los trabajadores y las masas

 

Para los trabajadores y las masas, la crisis ya ha dejado de ser sólo un objeto de discusión general o una perspectiva futura. Ella ya está golpeando duramente sobre su nivel de vida. Si como marxista siempre marcamos la diferencia entre la "economía en general" (los análisis macroeconómicos) y la economía de los hogares obreros y populares. Veamos, entonces como se está produciendo ese impacto.

 

La "crisis de los alimentos"

 

En el dossier de Marxismo Vivo 18, analizamos los procesos más profundos del capitalismo imperialista que están en la base del aumento de los precios de la comida (que ya venía produciéndose en los años de crecimiento económico) y  la actual "crisis de los alimentos" (aumento de la renta agraria, centralización de capitales y existencia de mercados oligopólicos, desarrollo del agronegocio, etc.) por lo que no nos extenderemos. Aquí vamos a ver cómo la crisis económica agravó ese proceso y cómo el aumento de los precios ya representa una dura consecuencia de esta crisis para los trabajadores y las masas.

 

Frente a la perspectiva de una crisis económica internacional, sería lógico que los precios de los alimentos (y los de las materias primas en general) tendieran a bajar. La realidad, sin embargo, fue la opuesta: desde la "pinchadura" de la burbuja inmobiliaria en EE.UU., se dispararon a una velocidad muy superior.

 

Esta contradicción se explica por dos razones. La primera es de carácter coyuntural: una parte de los capitales que antes especulaban en el mercado inmobiliario ahora han girado hacia los commodities, especialmente petróleo y granos, creando así una "burbuja especulativa" que aumenta artificialmente su demanda y sus precios. En los últimos nueve meses de 2007, el volumen de capitales invertidos en los mercados agrícolas se quintuplicó en la UE y se multiplicó por siete en Estados Unidos[29]. Según la consultora Lehman Brothers, en esos meses, entre 150.000 y 270.000 millones de dólares fueron a especular con los precios "a futuro" de las materias primas agrícolas y otros 40.000 se sumaron durante el primer trimestre de 2008[30].

 

Si bien la tendencia histórica de los precios de los commodities depende de la relación entre producción y demanda totales del mundo, los mercados internacionales operan sobre la base de la fracción que se mueve en el comercio exterior (en el caso de los cereales, entre un 15 y un 20% del total). Por eso, un súbito aumento en esa demanda específica, originado en la llegada de estos capitales especulativos, puede provocar un fuerte aumento coyuntural de los precios que incidirá también sobre todas las otras operaciones. Se acentúa así el carácter de "casino de apuestas" que ya había adquirido el mercado mundial de alimentos con el sistema de "contratos a futuro". Algo similar ocurre en el mercado petrolero.  

 

Agreguemos que esta "crisis de los alimentos" se produce (tal como analizamos en el artículo de Marxismo Vivo) luego que decenas o cientos de millones de familias de pequeños campesinos han sido expulsados de sus tierras por el agronegocio. Eso significa que esas familias (incluso los parientes que habían ido a trabajar como proletarios o cuentapropistas en las ciudades) ya no tienen, como en el pasado, esa parcela de tierra como "retaguardia" para asegurarse, al menos, una base mínima de alimentación.

 

La inflación

 

La segunda razón es mucho más profunda. El aumento del precio de los alimentos y commodities desata lo que los economistas burgueses llaman "puja por los precios relativos". Es decir, una pelea por la masa de plusvalía extraída que, como resultado de la crisis, comienza a decrecer. Por un lado, esta "puja" representa una pelea interburguesa.

 

De esta forma, a diferencia de otras crisis que provocan deflación (caída de precios), otro rasgo propio de la crisis actual es que origina, a la vez, estancamiento económico e inflación, lo que se ha llamada "estanflación".  Una situación que, con distintos niveles, ya comienza a afectar a la mayoría de los países. 

 

Por el otro, es esencialmente un ataque a los  trabajadores y las masas, una de las formas en que las burguesías nacionales e imperialistas intentan descargar sobre los trabajadores el costo de la crisis económica.  La suba de precios de los alimentos y combustibles, y la inflación en general, disminuyen el valor real de los salarios pagados a los trabajadores, ya que los trabajadores pueden comprar menos con ese salario. La burguesía consigue así un aumento tanto de la tasa de explotación como de la masa de plusvalía real extraída en un intento de atenuar la caída de la tasa de ganancia que está en la base de la crisis económica.

 

Es necesario destacar que la inflación golpea con mucha mayor dureza a los sectores asalariados, especialmente los de menores ingresos. En primer lugar, porque los reajustes salariales vienen "después" de que se produjo la inflación con lo cual, incluso en un sistema de reajuste periódico, el salario cobrado siempre queda "retrasado" con respecto al aumento de precios. En segundo lugar, En segundo lugar, porque el aumento de precios de productos básicos como los alimentos o los combustibles impactan en una proporción mayor a los sectores de salarios bajos, por la mayor proporción que representan en sus gastos. Por ejemplo, una de las instituciones que mide la inflación en San Pablo, calculó que, en los primeros 6 meses de 2008, la inflación general había sido de casi el 6%. Pero que el aumento promedio de los alimentos fue del 20% lo que significaba que los gastos de una familia que recibía un ingreso de entre 1 y 3 salario mínimos (la gran mayoría de la clase obrera paulista) habían subido realmente un 8%. Es decir, más de un tercio por arriba del promedio "general" de la inflación.

 

Otro elemento que ya comienza a golpear, de modo aún incipiente  a los trabajadores es el fantasma del desempleo, como ya hemos visto en los datos que dimos de EE.UU. y de España. En la medida que la crisis avance y se desarrolle, este tema tenderá a gravarse cada vez más y tomar un peso creciente.

 

La deuda externa

 

En el período más reciente, después de la quita realizada por el gobierno de Kirchner en Argentina, el tema de la deuda externa, eje de las cuestiones político-económicas de las últimas décadas, pareció "desaparecer" un poco del centro de la escena. Esto se debió, por un lado, a que la situación favorable para la exportación y la buena situación de las balanzas comerciales permitió que varios países (como Argentina, Brasil o Venezuela) pudieran no sólo pagar puntualmente sino, incluso, adelantar pagos y así renegociar nuevos plazos para la deuda restante. Por el otro, a que una parte de esa deuda externa está siendo camuflada y "reciclada" como "deuda interna".

 

Creemos este período de "calma" está cerca de terminarse. En primer lugar, porque a partir de 2009, en la mayoría de los países se acaba el "respiro" obtenido en las últimas renegociaciones. Por ejemplo, Argentina debería pagar, en los próximos 3 años, 47.000 millones de dólares. Ese es el marco de fondo de la puja del gobierno de Cristina con la patronal agraria por las "retenciones". En segundo lugar, porque los holgados saldos de las balanzas comerciales por la buena situación exportadora tienden a achicarse, como ya se expresa en Brasil y Venezuela y se reducirán más a medida que avance la crisis.     

 

Esto se expresará en ataques a los trabajadores y las masas a través de los ajustes y recortes de los presupuesto sociales, baja de salarios de los empleados públicos, aumentos de la edad de jubilación, etc. Y estos nuevos ataques llegarán en un momento en que los sistemas públicos de salud, educación y previsionales están al borde del colapso, si es que ya no colapsaron (por ejemplo, el problema del dengue en Rio de Janeiro) como resultado de la combinación de los anteriores recortes y la privatización o semiprivatización de los servicios. Esto significa que el problema del pago de la deuda externa (e "interna") se reabrirá con toda su fuerza a partir de 2009, con tanta o mayor fuerza que en décadas anteriores, como uno de los ejes de la lucha de las masas,

 

VII. Algunas conclusiones

 

De esta forma, para los trabajadores y las masas, la crisis no es algo abstracto o académico, sino que ya se expresó de modo contundente en su realidad cotidiana, a través de la disminución de la cantidad y calidad de alimentos que pueden comprar, en el aumento del precio de los combustibles y la energía o, directamente, en la imposibilidad de acceder a una mínima cantidad necesaria para la subsistencia. En pocos meses, 200 millones de personas se han sumado a la lista de los sufren hambre y en 33 países se produjeron "revueltas de hambrientos". Ésta es la contraparte necesaria de las fabulosas y crecientes ganancias de los "dueños de los alimentos". Una nueva y terrible expresión de la ley de la miseria creciente enunciada por Marx.

 

Luego de haber anunciado su "triunfo definitivo" en la década de 1990, el capitalismo imperialista vuelve a mostrar que no puede solucionar la pobreza, el desempleo y el hambre en el mundo porque es el mismo sistema, y sus leyes de funcionamiento, los que lo crean y se benefician con ellos. Si el crecimiento económico de las últimas dos décadas, a diferencia del boom 45-73, se hizo sobre la base de la acentuación la desigualdad social, la actual crisis ya genera situaciones insoportables para los trabajadores y las masas.

 

Aquí entra un factor central para definir cualquier perspectiva económica y las posibilidades del capitalismo imperialista de atenuar la crisis o salir de ella: la lucha de clases. En este terreno, la situación no parece muy auspiciosa para el imperialismo. A la resistencia de las masas de Medio Oriente, debemos agregar la resistencia constante de las masas latinoamericanas al saqueo y la explotación y las luchas de los trabajadores europeos contra los ataques de sus gobiernos y patronales. En los propios EE.UU., se avizora la posibilidad de un ascenso obrero. Finalmente, como la expresión más reciente y espectacular de la resistencia de las masas, vimos la "rebelión de los hambrientos" en los países más pobres de la tierra.

 

Es posible, entonces, que los ataques que el capitalismo imperialista comienza a descargar sobre los trabajadores y los pueblos agreguen más "leña al fuego" de esta luchas. Pero esta posibilidad no está garantizada de antemano. Tal como analizaba Trotsky, luego del crack de 1929, las crisis económicas también pueden impactar negativamente sobre la clase obrera, debilitando su capacidad de lucha o dividiéndola, más aún con la profunda crisis de dirección revolucionaria existente. En cualquier caso, es una batalla que ya está abriendo.       

 

Para finalizar este material, consideramos que sería un error "economista" terminarlo con el desarrollo de una propuesta programática, ya que casi no hemos considerado los problemas políticos y de relación de fuerzas entre las clases. Sin embargo, queremos formular dos aspectos generales que creemos deben estar presentes en esa respuesta.

 

El primero es que la crisis económica y, de modo especial, la "crisis de los alimentos" ofrecen una excelente oportunidad para desarrollar una fuerte y amplia propaganda contra el capitalismo imperialista. La superación de la pobreza, el desempleo y el hambre sólo podrá alcanzarse con su destrucción y su reemplazo por un sistema de economía central planificada, que utilice racionalmente los recursos existentes y se organice al servicio de satisfacer las necesidades básicas de los trabajadores y los pueblos del mundo. La necesidad urgente de la revolución socialista se reafirma cada vez más.

 

El segundo es que, combinado con esa propaganda, es necesario formular programas concretos de transición, adaptado de modo específico a la situación de cada país, que den respuesta a las necesidades inmediatas de los trabajadores y las masas (luchar contra el hambre, el desempleo, la miseria, la muerte por enfermedades fácilmente curables) y que impulsen su movilización unificada. La clase obrera y las masas del mundo no pueden esperar pasivamente frente a esta realidad: tienen que luchar por su supervivencia física. Es imprescindible que la clase obrera se ponga al frente de todas las masas empobrecidas para encabezar esta lucha.

 

21/7/2008

 


[1] La mundialización del Capital (1995)

[2] La actualidad del socialismo y las tareas de los revolucionarios, documento del MES brasileño, 4/4/2008.

[3] El Capital, Tomo III, pág. 449.

[4] Algo que Chesnay reconoce, pero que sólo menciona casi al pasar, como para cubrir el flanco.

[5] Ver, por ejemplo, Valor, acumulación y crisis: ensayos de economía política, Bogota, Tercer Mundo Editores, 1991.

[6]  The real an financial components of profitability (USA 1948-2000), Gérard DUMÉNIL and Dominique LÉVY, MODEM-CNRS and CEPREMAP-CNRS, 2005.

[7] Estos autores presentan tres mediciones distintas de la tasa de ganancia, considerando las diferencias de valuación de los inventarios de las empresas y la incidencia del pago de impuestos. Aunque presenten valores diferentes, las figuras y tendencias resultantes son similares por lo que optamos por tomar el valor que consideramos más real.

[8] Tendencia histórica de la tasa de ganancia en EE.UU. (1929-2006), José Luis González González, en www.geocities.com/redculturalin/tasadeganancia2007.

[9] Esto totaliza la increíble cifra de más de un billón (millón de millones) de dólares anuales.

[10] En los últimos años, las autoridades monetarias de EE.UU. vienen alentando la devaluación del dólar frente a las otras monedas fuertes (el euro y el yen). Esto devaluación les permite reducir el valor real de la deuda que el fisco de EE.UU. contrae con la venta de bonos del Tesoro. Al mismo tiempo, como el dólar sigue siendo de hecho el patrón del sistema monetario mundial, los otros bancos centrales, buscan sostener la cotización del dólar para evitar una caída demasiada acentuada de su cotización, lo que realimenta la venta de bonos del Tesoro. Lo mismo ocurre con el gobierno chino y las empresas radicadas en ese país. Por su peso en la economía mundial, EE.UU. utiliza la amenaza de "si me caigo yo, se caen todos". Se trata de un juego que favorece al sistema financiero-monetario de EE.UU. Pero es un juego muy peligroso que enrarece el sistema monetario mundial y lo torna mucho más frágil.           

[11] En 2006, el presupuesto militar estadounidense alcanzó la cifra de 447.400 millones de dólares, sin incluir los 100.000 millones de más gastados en las guerras de Irak y Afganistán, que se votaron por separado. Estos gastos militares se llevan el 21% del presupuesto federal estadounidense (datos extraídos de Los cinco pilares del complejo industrial militar de Estados Unidos, publicado en www.iade.com.arg, 29/09/2006).

[12] Referencia a las teorías del economista británico John Maynard Keynes (1883-1946) que orientaron gran parte de las políticas económicas, financieras y monetarias de los gobiernos capitalistas entre 1930 y 1975. A diferencia del "keynesianismo clásico", el militar disminuye los gastos del Estado en infraestructura y sectores sociales, para inyectar fondos en el complejo militar industrial.  

[13] También estalla la burbuja automotriz, Wall Street Journal, 21/05/08

[14] www.elsemanario.com.mx/news, 6/6/2008

[15] El País, Madrid – 23/04/2008

[16]  www.lukor.com/not-neg/sectores, 6/6/2008

[17] Ver por ejemplo el artículo Infraestructura: se ven las rajaduras, The Economist (26/6/2008)

[18] Pablo Rieznik, Catastrofismo, forma y contenido, en www.po.org.ar, 20/11/2007. 

[19] Nombre que recibió la ideología de las sectas cristianas medievales que afirmaban que el mundo terminaría el año  1000 dC.

[20] El fin de un ciclo, reproducido en español por la revista SinMuro No 29, 4/4/2008. 

[21] Apuntes sobre la coyuntura internacional, New Left Review, en www.newleftreview.org.

[22] Tres ideas que pueden ayudar a pensar este momento histórico, en la revista Herramienta, 16/4/2007.

[23] El fin de un ciclo.

[24] China, mito y realidad, Martín Hernández, Marxismo Vivo No 2, octubre de 2000.

[25] World Investment Report 2007, United Nations Conference on Trade and Development.

[26] Fuente: Oficina Económico Comercial de España en Pekín, "Informe Económico y Comercial China", julio 2006.

[27] El fin de un ciclo.

[28] "La Reserva Federal anunció que aumentará a 100.000 millones de dólares el dinero que pondrá a disposición de los bancos este mes en subastas especiales, como un mecanismo para elevar la liquidez en los mercados de crédito"  (Agencia EFE. 8/3/2008).

[29] Estalla el precio de los cereales de Domique Baillard, Le Monde Diplomatique, edición mayo 2008.

[30] Citado en el artículo La burbuja alimentaria de Andreu Marti, Argenpress, 2/6/2008.

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