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Angola

Angola: entre la dictadura y la revolución

septiembre 24, 2022

Las elecciones generales angoleñas del pasado 24 de agosto llegan en un momento en que el país está inmerso en una profunda crisis. Después de casi 47 años de independencia y dominio del MPLA, la población joven, urbana, trabajadora y pobre ya no admite la continuidad del partido del presidente João Lourenço (JLo) en el poder.

Por: Marina Caboclo y Antônio Tonga

El MPLA, como agente del garante de los intereses imperialistas en Angola, ha sido responsable de entregar toda la riqueza del pueblo angoleño y, en consecuencia, de su penuria. Es importante para nosotros reforzar que la comunidad internacional está “cerrada” con la situación actual en Angola. Si más de 60% de los angoleños vive con menos de 2 dólares diarios, es porque la “comunidad internacional” (ese cuerpo abstracto que consiste principalmente en las potencias mundiales y las organizaciones de las cuales ellas se valen para relacionarse y aplicar su política de sometimiento en África ) se alimenta de esta penuria. En Portugal, por si no fuera suficiente la connivencia del Gobierno, fiel a los intereses de la burguesía portuguesa y del imperialismo en Angola, seguimos deparándonos con el vergonzoso apoyo de una dirección de la clase trabajadora, en este caso del Partido Comunista Portugués, que se apresuró a publicar una nota felicitando al MPLA por su nueva victoria electoral, elogiando también el papel de ese partido en el país. El PCP muestra así su total desinterés por las luchas y sufrimientos impuestos a los trabajadores angoleños por el régimen de JLo.

Hoy, después de 47 años de independencia y 20 años de paz, el país está asfixiado. Recordamos las diversas denuncias sobre lo que no funciona, pero la verdad es que poco y no raras veces nada funciona en Angola. El partido-Estado (como es llamado en Angola el MPLA) canibaliza al pueblo pobre y a la clase trabajadora, absorbiendo la renta del petróleo para mantener su lujoso estilo de vida, mientras la población hace cuarentena sin una canasta básica y convive con una mortalidad infantil y una esperanza de vida al nacer que sitúan a Angola en los lugares más bajos de los rankings y estándares de vida.

JLo llegó a reemplazar a José Eduardo dos Santos (Zédú) en la presidencia después de 38 años, luego del proceso 15+2, cuando un grupo de jóvenes, como Nito Alves, Laurinda Gouveia, Hitler Samussuku y Luaty Beirão, ampliaron el cuestionamiento de la dictadura a nivel internacional. Sin embargo, la salida de Zédú no fue más que un cambio de fachada, que no maquilló la continuidad del régimen autoritario y corrupto del MPLA. El cuestionamiento de este se ha profundizado cada vez más ante la crisis que se abate sobre el país con el desplome del precio del petróleo, y que se ha agudizado con la pandemia y el aumento constante de los precios.

Esta enorme crisis social, que deja sin trabajo ni medios de vida a amplios sectores de la juventud, hizo crecer el impacto masivo de repudio al gobierno del MPLA.

Muchos angoleños ni siquiera ganan para la canasta básica. Ni el combate contra la corrupción, sumamente insuficiente, encabezado por JLo como la gran bandera para conquistar a la población, sirvió para paliar el desgaste del régimen en el fin del ciclo. Por el contrario, la lucha abierta contra el clan dos Santos, con la detención de su hijo Zenú, que se había hecho cargo de la gestión del fondo soberano, y el retiro de la Sonangol de las manos de Isabel do Santos, otrora la mujer más rica en África, abrió fisuras importantes en la cúpula del régimen, que no se muestra tan unido, fisuras estas que también han cuestionado la unidad de la burguesía del Futungo.

Así, en estas elecciones el MPLA intentó una vez más presentarse ante la comunidad internacional como una supuesta democracia, fingiendo que no sigue reprimiendo las protestas con armas de fuego (cuando no las prohíbe) y manteniendo presos a activistas como Luther King y Tanaice Neutro. Al mismo tiempo que busca imponer una estabilidad que permita la continuación de la dictadura.

Sin embargo, se impuso la vieja máxima de que “las dictaduras no caen en elecciones”, y, como en todos los procesos electorales en el país, las irregularidades a lo largo del proceso imposibilitan dar credibilidad a los resultados de los mismos.

La Comisión Nacional Electoral (CNE) sobre el control de la Casa Militar, una de las instituciones claves del régimen, opera sin transparencia, no divulgando los padrones electorales, no promoviendo los colegios electorales provinciales, y no sancionando el uso de los medios públicos de manera abusiva para la promoción del candidato JLo a la presidencia. Hubo varias denuncias realizadas en el período preelectoral sin ningún efecto práctico.

Los resultados oficiales de las elecciones, ampliamente cuestionados por los activistas e incompatibles con los conteos paralelos que se organizaron para fiscalizar las elecciones, no sorprendieron cuando dieron una apretada mayoría absoluta al MPLA con 51,17% de los votos frente a 43 % de la UNITA-FP de Adalberto da Costa Junior (ACJ). Otro fraude más, que intenta legitimar la continuidad de su dictadura.

Aun sabiendo que el MPLA manipularía las elecciones a su favor, gran parte de la juventud, el pueblo angoleño y los activistas tenían grandes expectativas de cambio en estas elecciones. El resultado, sin embargo, refuerza que la dictadura del MPLA no puede ser derrotada por elecciones: la dictadura solo puede ser derrocada por la organización y movilización de la clase trabajadora y el pueblo angoleños.

En el marco del agotamiento político de la dictadura, surge el fuerte ascenso de la UNITA y la ACJ, como única alternativa con palanca social y aparato institucional para poder competir con el MPLA, y representando además una expresión desacertada de los innumerables procesos de lucha y enfrentamiento que se ha venido dando desde el fin del gobierno de Zedú. Como dirección histórica, UNITA fue un ejército-partido, dirigido por Jonas Savimbi, derrotado en la guerra civil de Angola. Recordamos que fueron corresponsables por la entrada de las tropas del apartheid en Angola, amenazando no solo la independencia nacional sino también obstaculizando la liberación de Namibia.

Hoy, 20 años después de la muerte de Savimbi, y del fin del conflicto armado, se recuperan muchas de sus fogosas y apasionadas intervenciones, creando un aura de salvador que nunca fue, sobre la cual ACJ y la actual UNITA buscan construirse, posicionándose como un proyecto moderado de gobierno patriótico burgués, que garantizará la alternancia democrática en el país.

La victoria política en Luanda (donde obtuvo 62,25% de los votos según el conteo oficial) fortalece aún más a la UNITA como oposición, a pesar de que esta no busca organizar la lucha de la clase trabajadora y el pueblo por el derrocamiento de la dictadura. Por el contrario, envía a los jóvenes a casa y llama a la comunidad internacional a interceder en el proceso electoral. Arroja ilusiones tras ilusiones. La “paz” con la que el partido dice estar comprometido significa, en la práctica, la continuidad de la miseria y el hambre del pueblo angoleño, y la “estabilidad” es la estabilidad del régimen opresor. No es de extrañar que este partido le haya dado poca importancia a la lucha por la liberación de los presos políticos de la dictadura: su compromiso no es con la lucha por libertades democráticas para el pueblo, sino con una democracia que mantenga la sumisión del país a las reglas del FMI, la deuda externa y la consecuente dependencia de las instituciones internacionales. UNITA, en verdad, también está comprometida con los intereses de la burguesía y del imperialismo, y está subordinada al papel que este reserva a Angola en la división internacional del trabajo en el mundo, como mero exportador de materias primas sin refinar, y de fuerza de trabajo joven.

Es necesario construir una alternativa revolucionaria para Angola

Las medidas que hay que tomar para sacar al pueblo del hambre y la miseria no las va a tomar ni la dictadura del MPLA ni la claudicante oposición burguesa de la UNITA. Si la lucha por las libertades democráticas y el derrocamiento de la sangrienta y corrupta dictadura del MPLA es cada día más urgente, es igualmente cada día más necesario construir una verdadera alternativa política, revolucionaria, de la clase trabajadora y el pueblo angoleño, que sea capaz de enfrentar los intereses de la entreguista burguesía nacional y del imperialismo.

Hay que dejar de pagar la ilegítima deuda externa; poner en práctica un plan nacional para erradicar el hambre, basado en la reforma agraria y con el objetivo de que el país sea autosuficiente; crear un plan de obras públicas para construir vivienda pública, saneamiento básico, hospitales, escuelas, redes de transporte público y líneas de comunicación, generando así más y mejores empleos; devolver las empresas estatales al control de los trabajadores y garantizar que la administración de la riqueza sea realizada por la clase trabajadora y el pueblo, al servicio de sus necesidades y considerando sus limitaciones, poniendo fin al saqueo de recursos por parte de la burguesía parasitaria y el imperialismo. Estas medidas, entre otras que son urgentes y necesarias, solo podrán llevarse a cabo plenamente con el derrocamiento de la dictadura a manos de la clase trabajadora, en una verdadera revolución, que ponga en el poder un gobierno revolucionario y socialista de los trabajadores y del pueblo pobre. Como hemos visto en el período postelectoral, la liberación de Angola de las garras del MPLA es rehén de la “paz”, como si los angoleños que no se quedan y no aceptan más este fraude quisieran la guerra. ¡Por lo contrario!

Compartimos el sentimiento de buena parte del activismo que no quiere rendirse y quiere cumplir el eslogan dirigido a JLo («2022 te va a gustar»).

Si, por un lado, el discurso de la paz es aún más hipócrita, cuando se sabe que todas las armas en Angola están en manos de las fuerzas armadas y sus generales, que se han vuelto grandes burgueses por su papel en el control de la represión, por otro lado destacamos que si el país aún existe es porque la población pobre y trabajadora lo hace funcionar, las zungueiras, los cadongueiros, los profesionales de la salud, la educación, los petroleros, los camioneros, los mineros, entre muchos otros, lo hacen funcionar, siendo sujetos al mercado formal o informal, no regulado y sin garantías. Son la fuerza social por detrás de una salida revolucionaria para Angola.

No hay esperanza alguna para el país mientras el MPLA esté en el poder. Ellos han sido y pretenden seguir siendo los sepultureros del pueblo angoleño. Es necesario convocar al pueblo trabajador angoleño, a sus organizaciones de lucha, sean estas de las clases profesionales como médicos y profesores, sean Revús da Juventud Contestataria, luchadores de las nacionalidades oprimidas, como Cabinda y Lunda-Tchokwe, para construir jornadas de lucha contra la dictadura. ¡Hay que paralizar el país en la producción y en las calles, y conquistar las bases pobres de las FAA, para una salida revolucionaria para Angola!

Vemos la salida para Angola en el marco de la ruptura revolucionaria con el papel de África en la división capitalista: no hay ninguna esperanza de mantenerla, ni de una ilusoria escalada gradual si no se acaba con la explotación del trabajo, de la tierra y de las personas por parte de las burguesías imperialistas y locales. Es necesario garantizar la liberación revolucionaria de países como la República Democrática del Congo, Nigeria, Sudáfrica, como pilares y pivotes de la explotación imperialista en el continente a través del saqueo, la brutalidad, la corrupción endémica y la atrofia económica. Por otro lado, sabemos que incluso desde países más pequeños, y/o que ocupan posiciones menos centrales en el esquema de producción continental, puede surgir la chispa de la liberación continental, como sucedió en Guinea-Bissau, donde se originó el golpe decisivo que desencadenó el 25 de Abril en Portugal y la liberación de los restantes países PALOP. La perspectiva internacionalista es esencial, y todas las luchas nacionales y locales, sin excepción, son importantes si se enmarcan en una estrategia superior de liberación socialista de África y del mundo oprimido y explotado.

Por estas razones, para nosotros es crucial profundizar la lucha contra el régimen, la lucha por la construcción del futuro, que plantea cuestiones estratégicas a las cuales ningún proyecto de democracia capitalista puede responder. Al igual que los activistas, creemos que es posible derrotar al MPLA por la vía de la lucha revolucionaria, a partir de la movilización de aquellos que no tienen nada que ganar si se mantiene la dictadura.

Traducción: Natalia Estrada.

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