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Belarús

Aislar realmente la dictadura de Lukashenko

agosto 27, 2021

Presionar a Occidente: parar todos los préstamos a la dictadura de Lukashenko.

Por: Ivan Razin

El 23 de agosto, el FMI entregó casi mil millones de dólares a la dictadura de Lukashenko. Apoyando en palabras la lucha de los bielorrusos contra la dictadura, los Estados occidentales siguen, sin embargo, prestándole dinero. Esto sucede a través de préstamos de los bancos comerciales, el FMI y el BERD, y a través de inversiones de capital extranjero. Las sanciones adoptadas, como respuesta al secuestro del avión para el arresto del opositor Protasevich, no afectan los acuerdos ya existentes y entran en vigencia solo el próximo año, brindando a los capitalistas occidentales la oportunidad de encontrar soluciones alternativas, y la dictadura para adaptarse.

El hecho es que los gobiernos occidentales están más que preocupados no por los problemas de los bielorrusos sino por las ganancias que recibe el capital occidental en Belarus. Incluido los gobiernos occidentales y los capitalistas, están interesados en que la dictadura tenga los medios para poder seguir pagando de forma estable la deuda externa que ha acumulado. Los gobiernos occidentales no quieren arriesgar una vez más sus negocios con Putin debido a Belarus. El acuerdo Merkel-Biden-Putin sobre el gasoducto Nord Stream-2, en detrimento de Ucrania y en contra de la posición de Polonia y Lituania, expresa bien este enfoque cínico. Parar la financiación y la cooperación con la dictadura requiere una gran presión sobre los gobiernos occidentales.

Por otro lado, las sanciones solo pueden ser una herramienta auxiliar. No se puede esperar de estas la caída inmediata de la dictadura. Reducir los ingresos del régimen no debilitará el aparado represivo: la dictadura seguirá financiándolo, cortando otros artículos. Es poco probable que la élite económica de Belarus, estrechamente asociada con el régimen, lo abandone, especialmente porque las principales empresas son de propiedad estatal y están en manos de los gerentes de Lukashenko, o están bajo el control del régimen de Putin, que apoya directamente a la dictadura. Además, la clave del éxito de la lucha contra la dictadura no es la escala de la crisis económica –agravada por las sanciones (la gente puede, por el contrario, dispersarse para sobrevivir en las parcelas, haciendo crecer batatas)– sino, en última instancia, la organización de la lucha.

En general, la palabra decisiva será la lucha de los propios bielorrusos y su organización dentro del país. Sin embargo, esto no justifica en modo alguno la continua financiación de la dictadura por parte de Occidente. Es necesario luchar por su completa terminación. Además, este financiamiento no solo apoya la dictadura sino que también sumerge a Belarus en la dependencia de las finanzas con las principales potencias. Hacemos un llamado a las organizaciones sindicales y democráticas para que exijan a los gobiernos de sus países que dejen de otorgar préstamos y financiaciones a la dictadura de Lukashenko. Y también llamamos a participar en las acciones contra la dictadura, organizadas por los bielorrusos en estos países.

Sanciones contra las fábricas: la opinión de los obreros es decisiva

No hay duda de la necesidad de sanciones para dejar de financiar la dictadura de Lukashenko. La cuestión de las sanciones contra las empresas bielorrusas, principalmente las fábricas de propiedad estatal, es un asunto diferente. Si la prohibición de otorgar préstamos a la dictadura está dirigida directamente a su billetera, las sanciones contra las empresas, especialmente la prohibición de la compra de sus productos y el suministro de componentes, afectarán principalmente las líneas de producción. De hecho, las sanciones contra las fábricas implican un cese obligado del trabajo de los obreros, teniendo solo como consecuencia para el régimen la pérdida de la plusvalía producida por estos. Antes de llegar a la billetera de la dictadura, dichas sanciones pasan por los colectivos laborales. Y eso marca una diferencia significativa.

Sobre el tema de tales sanciones, la decisión la deben tomar los obreros de estas fábricas, sin los cuales, como lo demostraron los hechos del año pasado, difícilmente pueda ganar la huelga general y la revolución.

En la revolución bielorrusa, se han formado sindicatos independientes, de hecho, nuevos, que reflejan el estado de ánimo de los trabajadores. Es la organización más grande que surgió de la revolución. Estas organizaciones obreras actualmente NO apoyan las sanciones contra sus fábricas. Y este es el argumento principal en la discusión sobre la necesidad de tales sanciones.

Si los trabajadores de hoy estuvieran en un estado previo a la huelga y estuvieran buscando formas de detener la producción ellos mismos, tales sanciones posiblemente podrían ayudar de alguna manera. Pero, por el momento, a pesar del aumento del número de conflictos laborales, la situación en las fábricas no es esa. Y, más aún, si tales sanciones se vuelven permanentes, especialmente continuando con los préstamos a la dictadura, antes de todo destruirán no la dictadura sino las fábricas.

Es importante que sean los propios trabajadores que paren las fábricas con su propia huelga, y no alguien en lugar de ellos, o incluso en su contra. La organización obrera que se ha formado en la revolución es un requisito previo importante para el éxito de la huelga, y un gran logro de importancia estratégica. Se necesita ayudarla de todas las formas posibles.

Golpear al Este: el régimen de Putin es la verdadera retaguardia de la dictadura de Lukashenko

Las discusiones sobre el aislamiento de la dictadura de Lukashenko a menudo se limitan al tema de las sanciones occidentales. Pero, aun así, falta lo más importante. La dictadura de Lukashenko recibe del régimen de Putin el principal apoyo económico y político, hasta la promesa de una intervención militar. ¿Se reducirán los ingresos? – Putin dará un préstamo. ¿Cortarán algo más del Oeste? – Putin compensará desde el Este. Aun más cuando Putin también recibe dinero de Occidente, en particular el 23 de agosto recibió $ 18.000 millones del FMI, con los cuales puede dar préstamos a Lukashenko. Las sanciones occidentales son desagradables para Lukashenko, las alternativas le costarán más, pero mientras esté Putin, todo esto no es fatal para él. Al mismo tiempo, se profundizará la «integración con Rusia», es decir, la absorción de Belarus por los oligarcas rusos.

Es necesario exigir a los gobiernos occidentales que dejen de financiar la dictadura. Pero eso requiere una lucha aún más implacable contra el apoyo de Putin a la dictadura. Y esta es una lucha de diferente naturaleza. No se trata de una «presión». Es imposible presionar a la dictadura de Putin, con la esperanza de alentarla a “presionar” a Lukashenko para que democratice Belarus.

Putin apoya directamente la dictadura de Lukashenko, si bien «presiona» sobre él, exigiendo rendición aún mayor de la soberanía de Belarus a cambio del apoyo a la dictadura, y, al mismo tiempo, expande los métodos represivos de Lukashenko dentro de Rusia.

La lucha por romper el cordón umbilical entre Putin y Lukashenko requiere un enfrentamiento político directo al régimen de Putin, este supresor de los pueblos y amigo de dictaduras. Y en esto los bielorrusos tienen lo más importante de su lado: las profundas aspiraciones y la lucha de los pueblos oprimidos y reprimidos por el régimen de Putin. Incluida la lucha de los ucranianos por la independencia y contra la ocupación de Crimea y el Donbass; la lucha de los tártaros de Crimea que fueron devueltos por la fuerza al «mundo ruso» de Putin; disgusto y resistencia entre numerosos pueblos dentro de Rusia, que Putin incluso priva de su idioma; inmigrantes de diferentes naciones en las grandes ciudades rusas. Esta es una lucha en la misma línea del frente con la revolución bielorrusa. Todo esto junto es un enorme talón de Aquiles para el régimen de Putin. Las revoluciones de Ucrania y Belarus ya lo hicieron mucho más vulnerable. El descontento también se acumula entre los trabajadores rusos. Es necesario hacer un llamado a los pueblos oprimidos y trabajadores de Rusia y sus zonas de influencia para que se levanten contra la opresión del Kremlin, del FSB, y de los oligarcas. Este es el camino hacia la caída del régimen de Putin, el camino hacia la libertad y la independencia de los pueblos.

Presionar hacia el Oeste, golpear hacia el Este, organizarse por dentro, derrocar la dictadura de Lukashenko.

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