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Ucrania

Indignación popular en Ucrania: protestas masivas contra el autoritarismo

julio 25, 2025

Por Demian Vinnichenko

El 22 de julio de 2025, el gobierno ucraniano realizó un drástico giro autoritario con la aprobación del proyecto de ley Nº 12414. Con base en esta ley, la Oficina Nacional Anticorrupción de Ucrania (NABU) y la Fiscalía Especializada Anticorrupción (SAP) quedan subordinadas a la Fiscalía General, controlada directamente por el presidente. La Fiscalía General tiene acceso a todos los casos de la NABU, el derecho a emitir instrucciones obligatorias a los detectives de la NABU, a cerrar casos a petición de la defensa, a resolver por sí sola las disputas de jurisdicción y a incautar el material de los casos.

Se destruyó la autonomía de los principales organismos anticorrupción, y sus actividades quedaron bajo el control de la jerarquía vertical presidencial. Los propios organismos mencionados calificaron el incidente de «la destrucción de su independencia». Esta medida por parte del gobierno ucraniano constituye, sin duda, un intento de concentración autoritaria del poder.

Las acciones del gobierno provocaron una fuerte reacción de los ucranianos simples y en particular de la juventud. El día que la Rada aprobó la ley, una ola de protestas recorrió Ucrania, de oeste a este. Ni siquiera la ley marcial logró mantener a la gente en casa: las manifestaciones en curso son las más numerosas desde el inicio de la invasión rusa a gran escala de Ucrania. Miles de ucranianos salieron a las calles simultáneamente en diferentes ciudades: Kiev, Lviv, Járkov, Uzhgorod, Odesa, etc.

En Kiev, la multitud frente al Teatro Ivan Franko –cercano a la administración presidencial– creció rápidamente de varios cientos a varios miles de personas. La gente sostenía carteles caseros con las inscripciones «¡El pueblo es la fuente del poder!» y «¡Fuera las manos de NABU y SAP!», y coreaban consignas contra la usurpación del poder. Los participantes del sindicato estudiantil «Acción Directa», presentes en la manifestación, popularizaron las consignas «Los diputados parásitos no dejan vivir al pueblo» y «Ustedes nos dan corrupción, nosotros les damos revolución».

A pesar del toque de queda y la prohibición de reuniones masivas en tiempos de guerra, más de decenas de miles de ciudadanos violaron abiertamente estas restricciones, exigiendo la derogación de la escandalosa ley. Para un país en guerra, donde la sociedad está acostumbrada a soportar unida diversas dificultades en aras de la victoria, semejante oleada de protestas es un fenómeno sin precedentes.

Los manifestantes exigieron al presidente que vetara la ley. Sin embargo, Zelenski ignoró obstinadamente sus peticiones y firmó el documento esa misma noche, mientras las protestas atronaban en las calles. Obviamente, semejante medida del presidente sólo exacerbó la ira popular.

Literalmente un día después de firmar la escandalosa ley, bajo la presión popular, el presidente dio marcha atrás. Las protestas masivas y la consiguiente “nerviosa” reacción de los burócratas políticos europeos claramente pillaron a Zelenski por sorpresa. Ya en la noche del 23 de julio, el presidente, asustado por la creciente indignación, anunció que presentaría un “nuevo proyecto de ley a la Rada que tomaría en cuenta las críticas y fortalecería la independencia de las instituciones anticorrupción”. Lo que está sucediendo es un ejemplo invaluable de cómo funciona la protesta movilizada: incluso en tiempos de guerra, las acciones masivas pueden obligar a los altos mandos a ceder. Sin embargo, los manifestantes no cejarán en su rebelión hasta que vean acciones reales por parte de los poderes.

Cabe señalar que las protestas actuales, a pesar de su importancia, son limitadas dentro de los marcos de régimen existente. Su principal objetivo es obligar a las autoridades a volver al statu quo: derogar la ley autoritaria y mantener el rumbo de las reformas de la «Unión Europea»; el clima imperante puede describirse como liberal-patriótico.

Por un lado, los ciudadanos están indignados por la usurpación del poder y exigen transparencia, apelando a los «valores europeos», el Estado de derecho y las obligaciones internacionales de Ucrania. Por otro lado, muchos perciben lo sucedido como una traición a los ideales de la “Revolución de la Dignidad” (el Maidán de 2014) y advierten que Zelenski está llevando al país a un autoritarismo inspirado en el modelo de Rusia. Sin embargo, el alcance de esta oposición espontánea es bastante limitado. Los líderes liberales de opinión se centran en la crítica personal a Zelenski y exigen el cumplimiento de los requisitos de la UE, pero no cuestionan el propio sistema socioeconómico, que ha propiciado la corrupción. Los conservadores se limitan a acusar a las autoridades de falta de patriotismo o de colusión secreta con los oligarcas o Moscú, sin ofrecer un sistema de propuestas positivas de cambios. En consecuencia, la protesta se reduce a defender las instituciones existentes (NABU, SAP) y a esperar  «patrones honestos» de Bruselas, que obliguen a los funcionarios ucranianos a no robar.

Algunas fuerzas de izquierda, como el sindicato estudiantil Acción Directa, la organización pública Movimiento Social y varios anarquistas y socialistas que están en las fuerzas militares, han presentado demandas fundamentalmente diferentes: la eliminación del sistema que fomenta la corrupción.

La crisis actual en torno a NABU/SAP es solo un síntoma de una enfermedad más profunda: la corrupción se escribe con «C», de la palabra «Capitalismo». El país está dominado por un capitalismo oligárquico, en el que el Estado se ha fusionado con las grandes empresas, y los funcionarios han convertido el poder en una fuente de lucro privado. En tales condiciones, el soborno, las comisiones ilegales y el nepotismo no son una aberración, sino la norma y la práctica básica, un principio del sistema.

Es imposible erradicar la corrupción sin destruir el caldo de cultivo donde renace una y otra vez: las relaciones capitalistas basadas en el lucro y la fusión del capital con el poder.

La solución es establecer el control obrero y una auténtica democracia de los trabajadores de base. El control de las finanzas y las actividades de las empresas, los bancos y los organismos gubernamentales debe transferirse a los propios colectivos laborales y a la sociedad. Es necesario no sólo sustituir a un grupo de funcionarios por otro, sino romper la verticalidad burocrática, sustituyéndola por un sistema de órganos obreros y comités locales, responsables ante las bases. Cuando los trabajadores de una fábrica, los empleados de una institución y la población en general tengan el derecho a controlar realmente las decisiones de la dirección, los flujos presupuestarios y los nombramientos, entonces el terreno para la corrupción se reducirá drásticamente. Menos burocracia significa menos márgenes para ocultar la información. El control obrero significa que ningún director o ministro podrá robar un céntimo sin ser inmediatamente desenmascarado por su propio equipo. Y que cualquier caso de deshonestidad será considerado por comités populares, no por tribunales corruptos, incluyendo la destitución y el castigo de los culpables.

Con base en lo anterior, declaramos:

• Nos oponemos al abuso de los poderes ucranianos y apoyamos la protesta del pueblo ucraniano. Sin embargo, no confiamos en NABU ni en SAP ni los consideramos «vacas sagradas»;

• Nos oponemos al dictado de los burócratas “eurooccidentales”. Ni la UE ni ninguna otra asociación externa van a determinar cómo el pueblo ucraniano debe combatir la corrupción. Los funcionarios de Bruselas no tienen autoridad moral, pues sus propios gobiernos están plagados de escándalos de corrupción;

• Una verdadera lucha contra la corrupción es impensable sin una lucha contra los cimientos capitalistas de la sociedad.

Solo derrocando la dictadura de la oligarquía y estableciendo el poder del pueblo trabajador, Ucrania podrá acabar de una vez por todas con la corrupción generalizada y hacer realidad los ideales por los que se derramó sangre desde el Maidán 2014 hasta hoy en el frente. Estamos seguros de que un pueblo capaz de resistir al agresor ruso puede también derrotar al enemigo interno, luchando por su propio destino.

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