El 18 de octubre y la demanda de Asamblea Constituyente
Por Otávio Calegari
Las demandas populares que dieron origen al llamado “estallido social”1 son ampliamente conocidas. Con excepción de los sectores privilegiados de la sociedad chilena, que no tienen la menor idea de cómo vive la mayoría de la población, cualquier poblador/a o trabajador/a sabe los motivos por los cuales el país estalló el 18 de octubre de 2019: la crisis de la salud pública, el precio del transporte, la situación precaria de la educación, el endeudamiento de las familias, la miseria de los sueldos y pensiones, la corrupción descarada de autoridades públicas y empresarios, el saqueo del país por las transnacionales, la contaminación ambiental, la opresión a las mujeres y disidencias sexuales, etc. El “estallido violento” del 18 de octubre no fue un rayo en cielo azul. Fue la máxima expresión del cúmulo de las luchas de las últimas 3 décadas, que expresaron el descontento social por todo lo escrito anteriormente.
Sin embargo, una demanda que casi no apareció en las calles durante las grandes manifestaciones de la última década y tampoco durante la revolución chilena fue la que logró sistematizar y canalizar todas las demás demandas: la necesidad de una Asamblea Constituyente. Este texto quiere discutir justamente cómo eso fue posible y por qué fracasó el camino de cambios sociales a través de una Constituyente.
¿Qué es la Asamblea Constituyente?
Desde las primeras revoluciones capitalistas (dirigidas por las burguesías europeas contra las monarquías), surgieron las Asambleas Constituyentes. Uno de los ejemplos más importantes fue la Asamblea Nacional Constituyente de Francia, organizada por la burguesía francesa con apoyo de los sectores urbanos de “clase media” contra la nobleza y la Iglesia. De la Constituyente francesa salió uno de los documentos más importantes de la historia del capitalismo: la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano2, que dio las bases para las posteriores Constituciones burguesas en los demás países del mundo, planteando puntos fundamentales para la dominación burguesa. La Declaración francesa traía en su cuerpo varios conceptos fundamentales que hasta hoy están presentes en la mayoría de las Constituciones, como por ejemplo: 1) todos los seres humanos son ciudadanos y poseen los mismos derechos; 2) la propiedad privada es un derecho sagrado e inviolable (volveremos a ellos).
La Asamblea Constituyente francesa fue sumamente progresista, ya que se dio en el marco de la revolución burguesa que echó abajo el antiguo régimen monárquico y feudal que regía en el país, abriendo las condiciones para el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas en Francia y en toda Europa. Esa Asamblea Constituyente surgió a partir de la ruptura de la burguesía y los sectores urbanos medios con el clero y la nobleza francesa, entonces representados en los Estados Generales.3 Debido a su grado de organización y a su poder económico, la burguesía logró dirigir a los sectores populares (incluido el campesinado, mayoría de la población francesa en la época) contra la monarquía. La AC burguesa sirvió como un organismo de organización y articulación de la burguesía para sistematizar sus demandas y su lucha contra el antiguo régimen.
En las décadas posteriores a la Revolución Francesa, las burguesías europeas fueron desplazando a las monarquías y tomando el poder en los distintos países europeos, consolidando el poder burgués en el centro del mundo capitalista.
A partir de ello, se empezaron a manifestar las contradicciones de sus Constituciones. La igualdad de derechos nunca significó, en la práctica, la igualdad real. El derecho “sagrado” a la propiedad privada y a la acumulación de riquezas empezó a prevalecer sobre todos los otros derechos de los “ciudadanos”.4 La burguesía, que había realizado revoluciones contra las monarquías, ahora trataba de entrar en una férrea disputa entre sí para repartir las colonias de África, Asia y América y sacar hasta la última gota de sangre de los trabajadores para competir en el mercado mundial. El periodo de las revoluciones burguesas dio origen a lo que Lenin llamará de imperialismo, un periodo de repartición del mundo por el capital financiero de las distintas naciones imperialistas, guerras interburguesas y revoluciones proletarias.
Así, las clases explotadas iniciaron un periodo revolucionario en contra de las burguesías. Dos importantes ejemplos a mitad del siglo XIX fueron la Primavera de los Pueblos (1848) y la Comuna de París (1871, la primera experiencia de poder obrero en la historia). Con la Comuna se abrirá el siglo de las revoluciones obreras, que después culminará en la Revolución Rusa (1917) y las demás revoluciones socialistas del siglo XX. Así, durante todo el siglo XX, la lucha entre revolución y contrarrevolución dejó de ser la lucha de las burguesías contra las monarquías y noblezas y pasó a ser la lucha del proletariado contra las burguesías.
Las revoluciones obreras, campesinas y populares contra las burguesías generaron nuevas formas de organización de las masas, superiores a las Asambleas Constituyentes y a los Parlamentos burgueses. En Rusia surgieron los soviets o consejos obreros, que agruparon a la mayoría de la clase obrera, del pueblo pobre y también a un sector importante de campesinos y soldados. Ese organismo fue el que tomó el poder en octubre de 1917. En muchas otras revoluciones del siglo XX surgieron los llamados “organismos de doble poder”, que disputaron el poder con las burguesías.
En ese periodo, las burguesías empezaron a utilizar las Asambleas Constituyentes para buscar “acuerdos” con los dirigentes y partidos reformistas que tenían peso entre las masas revolucionarias. Este fue el caso de la principal revolución europea de inicios del siglo XX, la revolución alemana (1918-1919). En Alemania surgieron en paralelo los consejos obreros (soviets) y la Asamblea Constituyente. Los partidos reformistas alemanes de ese entonces, dirigidos por Friedrich Ebert, canalizaron las demandas populares y obreras hacia la AC y desmantelaron el poder obrero. Así, el poder burgués pudo recomponerse cuando estaba prestes a caer y la revolución alemana fue derrotada.
Así, podríamos sintetizar diciendo que el rol “progresivo” de las Asambleas Constituyentes dirigidas por la burguesía pasó, en general, a ser regresivo cuando las burguesías dejaron de ser revolucionarias y pasaron a cumplir un rol reaccionario. Esto no impidió a los revolucionarios de participar de las ACs e incluso tenerlas como parte de su programa, donde todavía estaban pendientes las tareas democrático burguesas.5
Los regímenes dictatoriales y la Asamblea Constituyente
En el sentido anterior, pese al rol reaccionario de las burguesías, la demanda de Asamblea Constituyente, en algunos contextos, siguió siendo una demanda importante de los trabajadores y el pueblo. Esto porque en muchos países, como reacción a las revoluciones obreras y a las disputas interimperialistas burguesas, surgieron regímenes dictatoriales muy reaccionarios, como fue el caso del nazi-fascismo en Europa y posteriormente las dictaduras Latinoamericanas, para citar algunos ejemplos. La legalidad burguesa presente en las Constituciones fue borrada y las burguesías tuvieron que apoyarse en regímenes ultrareaccionarios para mantener su poder. Así, la demanda de la Asamblea Constituyente volvió a ser central para el movimiento obrero y las masas populares, ya que se trataba de una lucha por derechos civiles contra las arbitrariedades de las dictaduras.
Por ello, en Chile de los años 80, la demanda de poner fin a la dictadura y por la realización de una Asamblea Constituyente era parte importante de las tareas democráticas pendientes para los trabajadores y ganó peso entre la vanguardia del movimiento de masas, entrando en el programa de sindicatos, juntas de vecinos, agrupaciones de Derechos Humanos, etc. En otros países Latinoamericanos pasó lo mismo. Después de la caída de las dictaduras, se realizaron Asambleas Constituyentes que reinstalaron la legalidad burguesa, algunas más pactadas con los regímenes anteriores, otras más independientes. En ningún caso, sin embargo, las nuevas Constituciones burguesas han podido dar respuesta a los profundos problemas de las masas, debido a que significaron nuevos “pactos sociales” entre los explotados, por un lado, y las burguesías nacionales y el imperialismo, por otro, siempre a favor de estos últimos.
Chile y la Asamblea Constituyente
En Chile, la demanda por una Asamblea Constituyente ya existía durante el proceso revolucionario de los años 70. Allende prometió realizar una Constituyente para reemplazar la Constitución chilena de 1925. Sin embargo, durante la revolución chilena de los 70 esa demanda no fue central, ya que la polarización social entre la burguesía y el proletariado caminó hacia la solución de las diferencias a través de la violencia. De un lado, el proletariado avanzaba en la toma de empresas y el control obrero de la producción, los campesinos y pobladores tomaban tierras y exigían las reformas agraria y urbana. Esa gran revolución popular generó embriones de organismos de doble poder, como los cordones industriales. La masa obrera y popular, sabiendo que el golpe venía, pedía armas al gobierno de Allende para defender la revolución. Del otro lado, la burguesía ya no estaba interesada en utilizar la Asamblea Constituyente como mecanismo de defensa del régimen burgués y pasó a la ofensiva organizando el golpe militar. Así, en los años 70, la demanda de AC, si bien era parte del programa popular y de la UP, no ganó peso de masas debido a la polarización social que existía y a la acción de los distintos actores (movimiento de masas y burguesía/imperialismo).
Esa situación cambió totalmente con la dictadura. Durante los años sombríos de Pinochet, el movimiento popular volvió a exigir, junto a la caída del dictador, la realización de una Asamblea Constituyente. Esta demanda ganó centralidad debido a la completa ilegitimidad del régimen y de la Constitución aprobada por la Junta Militar (con el “apoyo” de un plebiscito fraudulento) en 1980.
Con la rebelión de masas de 1983-1986, el régimen de Pinochet tambaleó. Dos sectores dirigieron ese proceso de lucha. De un lado, la Acción Democrática, compuesta por partidos como DC, PS Altamirano, PR, PL y otros. Del otro, el Movimiento Democrático Popular, liderado por el PC, PS Almeyda, MIR y otros. Si bien la AD al principio defendió la idea de una Asamblea Constituyente, este bloque después pasa a priorizar las negociaciones con el régimen de Pinochet para realizar una transición pactada, lo que efectivamente sucedió entre 88-90. Ya el bloque del MDP siguió defendiendo la caída del dictador a través de movilizaciones populares y la realización de una Asamblea Constituyente. Ambos bloques planteaban que después de la dictadura era necesario crear un gobierno democrático burgués, con la composición de todos los partidos que se habían opuesto a la dictadura. La diferencia entre ellos era táctica, sobre cómo derrumbar la dictadura y conquistar el nuevo gobierno democrático-burgués.
Después de la transición pactada realizada por la DC y el PS (que se reunificó a fines de los 80), el Partido Comunista y otros sectores, que habían quedado fuera del pacto, siguieron defendiendo, durante toda la década de los 90, la necesidad de una Asamblea Constituyente, ya que se mantenía vigente la Constitución de 1980 con prácticamente todo su contenido económico, social y político.
Durante los años 90, la ex Concertación eludió realizar reformas constitucionales y se concentró en realizar pequeños cambios cosméticos a la obra de la dictadura, profundizando el llamado capitalismo neoliberal, con la privatización de empresas, del cobre, etc. El Partido Comunista, abandonando los últimos resquicios que había de “socialismo” en su programa, teorizó sobre la necesidad de hacer una Asamblea Constituyente para acabar con el neoliberalismo, sin cuestionar, ni en palabras, el capitalismo. El eje del PC entonces pasó a ser el fin del neoliberalismo y de la Constitución de Pinochet.
El periodo de “transición” de la dictadura a la democracia demoró más o menos 15 años. Con la muerte de Pinochet y las reformas de Lagos de 2005-2006, la Constitución del 80 eliminó algunos de los más importantes obstáculos antidemocráticos que todavía contenía.6 Posteriormente, Bachelet realizará otra importante reforma al sistema binominal, ampliando la democracia electoral. Esos cambios políticos lograron dar un barniz más democrático a la Constitución del 80, manteniendo la esencia de su contenido: la privatización del cobre y de los servicios públicos, la protección de la gran propiedad privada, la existencia de las AFPs, los Tratados de Libre Comercio, etc.
En ese mismo periodo (inicio de los años 2000) el Partido Comunista fortaleció su búsqueda de acuerdos con la Concertación7 para intentar entrar al Parlamento. Para ello, dejó de lado sus consignas más radicales. Con la crisis de la ex Concertación, la DC empieza a abrirse a pactos con el PC y eso pasará a ocurrir a partir de 2008, con el primer “pacto por omisión”. Posteriormente, el PC se integrará con todo al gobierno de la Nueva Mayoría, un gobierno totalmente neoliberal, demostrando que su intención de “acabar con el neoliberalismo” era una consigna para los días de fiesta.
Ese proceso de “neoliberalización” del PC hizo que las consignas más radicales defendidas por ese partido, como la AC, recayeran sobre otros sectores del movimiento social. Así, sectores descolgados del PS, PC y de los nuevos movimiento sociales, todos educados política y teóricamente por el PC de los 90, mantuvieron la demanda de Asamblea Constituyente para terminar con el neoliberalismo como el centro de su programa. Los “nuevos” movimientos sociales como Coordinadora 8 de Marzo, Movimiento por el Agua y los Territorios, Coordinadora NO + AFP, la vanguardia del movimiento sindical (principalmente de los sectores públicos como salud, profesores, ANEF, etc.) y nuevos partidos como el Frente Amplio adoptaron ese programa. El Partido Comunista, formalmente, lo siguió defendiendo, principalmente a través de sus dirigentes sociales y estudiantiles, sin embargo, su práctica ya era completamente opuesta a eso.
El estallido social y la AC
Si bien en las últimas 3 décadas no hubo movilizaciones masivas por la demanda de una Asamblea Constituyente, esta demanda siempre volvía a aparecer entre la vanguardia. Las luchas por educación pública, contra las AFPs, por la nacionalización del cobre, contra la contaminación ambiental… todas llevaban a la Asamblea Constituyente, ya que esta era la respuesta de fondo que tenía la vanguardia educada por el PC en los últimos 30 años. El razonamiento era sencillo “para cambiarlo todo es necesario acabar con el neoliberalismo… la forma de hacerlo es a través de una Asamblea Constituyente”. Este es uno de los principales factores que explica por qué el proceso revolucionario que estalló el 18 de octubre pudo ser conducido por el PC, el FA y los nuevos movimientos sociales a la Asamblea Constituyente.
La Asamblea Constituyente chilena tomó la forma de Convención Constitucional y surgió del Acuerdo por la Paz del 15 de noviembre de 2019. Al contrario de los que plantean que la Convención Constitucional no era una AC, podemos afirmar categóricamente que la Convención fue la forma concreta que asumió la Asamblea Constituyente en Chile. La Convención Constitucional nació rehén del régimen construido en los últimos 30 años. Esto porque tanto el Frente Amplio como el Partido Comunista aceptaron realizar la Convención Constitucional bajo las condiciones de los partidos empresariales. La vanguardia de los movimiento sociales, si bien criticó el acuerdo, rápidamente se orientó para disputar las elecciones de la Convención Constitucional. El movimiento de masas, carente de una dirección revolucionaria que tuviera peso para imponer la huelga general indefinida y la caída de Piñera, quedó rehén de esas direcciones reformistas. La AC podría haber sido conquistada bajo otras condiciones, pero no fue así. La ultraizquierda, por otro lado, fue incapaz de conducir al movimiento de masas a otro lugar, ya que su infantilismo de “no soltar las calles”, sin un programa y sin organización, llevó al cansancio de un sector de la vanguardia, que seguía saliendo a las calles y regalándose a la policía cuando la coyuntura ya había cambiado.
Iniciada la Convención Constitucional, los “independientes”, electos con gran expectativa popular, pronto conformaron un bloque para aprobar la “nueva Constitución antineoliberal” junto a los partidos que habían defendido el neoliberalismo en los últimos 30 años, como el PS y el PC. El resultado de la Convención Constitucional fue la supuesta “Constitución antineoliberal”. La propuesta de Nueva Constitución, si bien instituía, jurídicamente, algunos derechos sociales, no tocaba en lo más mínimo la gran propiedad privada de los grupos económicos y el régimen político de los últimos 30 años. Mantenía la privatización del cobre, del litio, de las tierras, hoy en manos de las forestales, protegía la “santa” propiedad privada, mantenía todas las instituciones del podrido régimen actual, los Tratados de Libre Comercio y un largo etc. Los independientes y movimientos sociales que salieron a defenderla como la gran panacea para solucionar los problemas de Chile simplemente estaban engañando a la población, porque esa “Nueva Constitución”, además de muy limitada en su aspecto jurídico, iba a tener que ser implementada por los mismos partidos que hoy dirigen el país. O sea, existía una enorme probabilidad de que los derechos sociales de la “nueva Constitución antineoliberal” no saliera del papel y todo se mantuviera tal como estaba antes.
Esto fue así porque es imposible acabar con el “neoliberalismo” sin cuestionar los pactos con la burguesía chilena y el imperialismo que mantienen el país totalmente rehén de la exportación de materias primas y productos de bajo valor agregado. La Convención Constitucional demostró que no es posible recuperar el cobre o devolver las tierras al pueblo mapuche si no se rompe la alianza con el gran empresariado, representado en los partidos tradicionales (de derecha e izquierda). Y esto es imposible sin una revolución que plantee el problema de la disputa del poder por la clase trabajadora, conducida por una dirección revolucionaria que quiera efectivamente nacionalizar el cobre, expropiar a las AFPs, devolver las tierras al pueblo mapuche, hacer un plan para construir viviendas, invertir en salud y educación, etc. La Asamblea Constituyente chilena “para acabar con el neoliberalismo”, consigna defendida durante 30 años por el PC y los movimientos sociales, fue puesta a prueba en la Convención Constitucional y fracasó.
El fracaso de la “nueva Constitución antineoliberal”, sin embargo, no quedó tan evidente. Esto porque la Nueva Constitución no tuvo ni la oportunidad de entrar en vigor y demostrar, en la práctica, que no serviría para cambiar el país. La mayoría de la población votó en contra de ella. La incapacidad de la Convención Constitucional (y del gobierno de Gabriel Boric) de solucionar los problemas de las masas y la gran campaña de la derecha contra la nueva Constitución hicieron que la mayoría de la población votara en contra de la Nueva Constitución. La victoria del “Rechazo” generó mucha confusión en la vanguardia. Muchos luchadores y luchadoras atribuyeron la derrota de la revolución chilena a la ignorancia del pueblo, que había votado Rechazo. No entendieron que el proceso revolucionario había sido desviado a la Convención Constitucional y que su resultado, aunque hubiese ganado el Apruebo, hubiera significado mantener el capitalismo neoliberal, no eliminarlo. Y en ese resultado tuvieron principal responsabilidad los partidos de izquierda del régimen, como PS, PC, Frente Amplio y también los nuevos movimientos sociales y sus “independientes”, que priorizaron los acuerdos con esos partidos en vez de utilizar su prestigio para movilizar a las masas y romper esos mismos acuerdos.
Conclusión
Como síntesis, podríamos decir lo siguiente:
1 – Las Asambleas Constituyentes en la historia del capitalismo han cambiado su carácter. En las revoluciones burguesas, cuando la burguesía todavía era una clase revolucionaria, las Asambleas Constituyentes tenían un carácter progresista, ya que se oponían a las monarquías;
2 – A partir de la toma del poder por las burguesías, las ACs empezaron a ser utilizadas para desviar y derrotar las revoluciones proletarias, en particular para oponerse al desarrollo de organismos de poder de la clase obrera;
3 – La demanda de Asamblea Constituyente puede y debe ser parte del programa del movimiento obrero y popular en contra de dictaduras burguesas y también de sus resquicios legales, como en el caso chileno post-dictadura; También en los países donde existen monarquías y quedan pendientes muchas tareas de la revolución democrático-burguesa; Los revolucionarios, sin embargo, no debemos generar ilusiones de que una Asamblea Constituyente capitalista podrá solucionar las demandas de las masas. Nuestro programa debe ser plantear a la AC que tome medidas inmediatas que den respuesta a los problemas de los trabajadores y sectores populares, como: expropiación de los grandes capitalistas, nacionalización de los bienes naturales, aumento general de sueldos, etc. Solo así las masas podrán superar sus ilusiones en ese organismo burgués. En los procesos revolucionarios, una de las tareas centrales de los revolucionarios es desarrollar los organismos de poder obrero.
4 – La consigna de AC para acabar con el neoliberalismo fue utilizada en Chile por el PC y los movimiento sociales en los últimos 30 años para convencer a la vanguardia trabajadora, estudiantil y popular de que era posible acabar con el neoliberalismo a través de una Asamblea Constituyente sin romper las relaciones con el imperialismo y las familias más ricas de Chile;
5 – La Convención Constitucional fue la forma chilena de la Asamblea Constituyente y demostró su fracaso en apuntar una ruta para acabar con el Chile neoliberal;
6 – La victoria del Rechazo en el Plebiscito de salida de la Convención Constitucional generó confusión en la vanguardia. Un sector importante de esa vanguardia atribuyó al pueblo la derrota de la revolución chilena, lo que le generó desmoralización, ya que esta veía como su programa histórico («AC para derrumbar el neoliberalismo») era derrotado a través de un plebiscito popular.
7 – Para que exista una revolución victoriosa en Chile, que logre acabar con el neoliberalismo, será necesario romper con la burguesía chilena y el imperialismo y consecuentemente iniciar un proceso hacia el socialismo. Esto solo será posible con una revolución que plantee el problema del poder, donde exista un partido revolucionario que pueda conducir a las masas a una revolución triunfante que recupere todo lo que ha sido saqueado para las manos del pueblo.
Es fundamental que la vanguardia chilena saque las correctas conclusiones sobre el desvío del proceso revolucionario abierto el 18 de octubre y el rol de las direcciones reformistas en ello. Sin eso, estaremos condenados a repetir los mismos fracasos una y otra vez.
1Desde el MIT caracterizamos el proceso abierto el 18 de octubre como una revolución. Para saber más leer: https://www.vozdelostrabajadores.cl/chile-a-5-anos-del-18-de-octubre-la-revolucion-desviada
2Ver https://www.conseil-constitutionnel.fr/sites/default/files/as/root/bank_mm/espagnol/es_ddhc.pdf
3Los Estados Generales eran una especie de Parlamento convocado excepcionalmente por los reyes de Francia cuando había algún asunto importante para decidir. En los Estados Generales estaban representados distintos sectores de la sociedad francesa: el Primer Estado representaba el clero, el Segundo Estado, la nobleza y el Tercer Estado, la burguesía y los sectores medios urbanos. La Asamblea Nacional Constituyente francesa surgió a partir de la ruptura del Tercer Estado con los Estados Generales.
4 Desde sus primeros escritos, Marx realiza una profunda crítica a las Constituciones burguesas, en particular a la Declaración Universal de los derechos del hombre y del ciudadano, apuntando las contradicciones entre la propiedad privada individual y la igualdad de derechos. Gran parte de esa crítica está presente en su libro La cuestión judía.
5 Lenin, principal dirigente del partido bolchevique que dirigió la Revolución Rusa y posteriormente la III Internacional, siempre plantearon que es deber de los revolucionarios, como regla general, participar de los Parlamentos burgueses para utilizarlos como tribuna para hacer agitación y propaganda del programa revolucionario para las masas. Muchas veces los sectores de “ultraizquierda” confunden el carácter de esas instituciones (que son burguesas) y su podredumbre con la necesidad de participar en ellos. Los reformistas utilizan los Parlamentos o Asambleas Constituyentes para intentar aprobar proyectos de leyes negociando con los sectores burgueses. Los revolucionarios los utilizamos para atacar violentamente al poder burgués y al sistema capitalista. La posibilidad de boicotear o no las elecciones burguesas para esos organismos debe ser analizada caso a caso considerando el nivel de desarrollo del movimiento de masas y principalmente si existen o no alternativas de poder obrero que puedan reemplazar, a corto plazo, el poder burgués.
6“[…] Entre otras cosas se redujeron las funciones del Consejo de Seguridad Nacional –dejándolo como un órgano consultivo del presidente–; se eliminaron sus funciones asociadas a designar miembros del Senado y del Tribunal Constitucional; se incorporó otra autoridad civil para darle supremacía civil respecto de los militares, y se estableció que podría ser convocado sólo por el Presidente de la República y no a solicitud de los militares como antes sucedía. Además, se estableció la posibilidad que el presidente pudiese remover de sus funciones a los comandantes en jefe de las FF.AA. informando al Congreso de la decisión. A ello se sumó la eliminación de los senadores designados y vitalicios”. La transición incabada, Claudio Fuentes, p. 80, Catalonia, 2021.
7Ya en 1996 y bajo la dirección de Gladys Marín el PC propone los primeros acuerdos con la Concertación, que no son aceptados por oposición de la DC. La imagen de Gladys Marín como un ala “radical” o “socialista” del Partido Comunista es un mito creado por los sectores de izquierda del PC que siguen justificando estar al interior del PC para “cambiar el partido”.