El adiós al artista de la pelota que encantó multitudes
El mundo quedó más chiquito este 25 de noviembre. La muerte de Diego Armando Maradona Franco, o simplemente Maradona, fue sin duda un triste acontecimiento más de un año repleto de noticias trágicas.
Por: Jeferson Choma
Ampliamente considerado uno de los más grandes, más famosos y más polémicos jugadores del siglo XX, Maradona estará para siempre en el panteón sagrado del fútbol mundial. Como crack, reunía inteligencia, raza, habilidad y velocidad que dejaban a sus adversarios enloquecidos.
De origen pobre, como la mayoría de los jugadores de fútbol, el talento de Maradona fue descubierto cuando él era aún muy joven, con apenas 9 años de edad. El entrenador de Argentino Juniors, Francis Cornejo, lo descubrió jugando en un campito de una villa de emergencia del Gran Buenos Aires. Y es en esos campos que siempre florecieron los mayores talentos de la historia del fútbol latinoamericano. No por casualidad, la pasión por Maradona, nutrida por millones de chicos pobres en América Latina, viene de la representación simbólica que él conquistó dentro de los estadios. “Maradona es uno de nosotros”, pensaban esos jóvenes.
A los 17 años fue convocado por la Selección de la Argentina por primera vez, pero fue cortado de la Copa de 1978 en la cual el país se consagraría campeón. En los años siguientes, estrenaría con Boca Juniors. Tornándose para siempre su mayor héroe. Las imágenes de la época nos dan la impresión de que Maradona y la mítica La Bomobonera eran una sola cosa. El crack parecía ser la encarnación del deseo colectivo por el gol. Poco antes de la Copa de 1982, es vendido para el Barcelona, donde se quedó por dos años en un ciclo de altos y bajos en el club catalán. De ahí el jugador sigue para el Nápoli, en la época un pequeño pero tradicional club italiano.
Es en ese momento que Maradona inicia su consagración mundial con la Copa del Mundo de 1986 realizada en México. Quien acompañó los juegos de aquella Copa tuvo la impresión de que se trataba de un filme cuyo libreto estaba preparado desde el inicio para la consagración de Maradona. Pero nada estaba escrito en las estrellas. La estrella de Maradona brilló en todos los juegos, y él escribió el libreto que lo llevaría con la selección argentina a la conquista de su bicampeonato mundial.
Todos aquellos partidos fueron increíbles, y la semifinal contra Inglaterra fue mágica.
Aquellos 90 miunutos concentraban muchas más cosas de lo que se pueda imaginar para un deporte. El país había pasado por una de las más sanguinarias dictaduras de América del Sur. El recuerdo de aquellos años sangrientos era muy vivo y doloroso en la memoria del pueblo argentino. Además, en el inicio de los años 1980, la Argentina había perdido la Guerra de las Malvinas a manos del Reino Unido. Era hora de dar el vuelto.
Maradona estaba infernal. La pelota lo buscaba y, sin importarse, atornillaba a los adversarios en el lateral, cosía el medio campo llevando a todo el equipo inglés a la locura y hasta en el momento de cobrar un tiro de esquina, el rebelde jugador arrancaba las banderas del córner. Fue en ese partido que él hizo el famoso gol con la mano –la inmortalizada “Mano de Dios”– abriendo el marcador. Pero lo mejor estaba por venir.
En una arrancada sensacional, Maradona sale del campo de defensa y, solo, dribla a casi todo el equipo inglés hasta marcar un golazo. Lineker marcaría para el equipo inglés, pero ya era tarde. La Argentina disputaría la final contra Alemania, en otro juego sensacional en el cual se consagraría campeón del mundo. Fue una conquista histórica para el orgullo de la Argentina y que jamás será olvidada por todos los amantes del fútbol.
En 1990 vino otra Copa, no tan encantadora como la anterior. En los octavos de final, la Argentina eliminaba a la débil selección brasileña que deseaba, bajo el comando de Lazaroni presentar un fútbol más pragmático y de resultados. En la época se decía que el fútbol arte había acabado en 1982 cuando la selección “canarinha” fue eliminada por Italia. Parece que los brasileños no habían entendido nada de la Copa de 1986. Por eso, el Brasil “pragmático” cayó frente a los artesanos argentino de la bola y al impetuoso Claudio Caniggia.
En Nápoles, Maradona pasó a ser venerado como un rey, al punto de que él convocaba a la población local para hinchar por la Argentina y no por Italia, en una Copa del Mundo realizada en suelo italiano. Eso generó enormes polémicas en el país. El presidente de la Federación Italiana llegó a ir al público a pedir que los ciudadanos napolitanos hinchasen por la Azzurra, pero Nápoles –que queda en una región históricamente marginada del país– hinchaba para Maradona. “Durante trescientos sesenta y cuatro días del año, ustedes son considerados por el resto del país como extranjeros y, hoy, tienen que hacer lo que ellos quieren, hinchando por la selección italiana. Yo, por otro lado, soy napolitano durante los trescientos sesenta y cinco días del año”, dijo el crack argentino.
En las semifinales, la Argentina eliminó a Italia atizando el rencor de los nacionalistas. Pero en aquella Copa, la estrella argentina no brilló y la selección consiguió un vicecampeonato cuando nuevamente enfrentó a Alemania en las finales. En los años siguientes, los resultados del Nápoli tampoco fueron buenos. Comienza entonces el periodo de decadencia de Maradona.
En marzo de 1991, un examen antidoping luego del partido contra el Bari da positivo para cocaína, descubriendo el vicio del crack con las drogas. Sus ligazones con figuras de la Camorra, la mafia napolitana, también le rinden una suspensión del fútbol por quince meses. Deprimido, Maradona se hunde cada vez más en las drogas.
En la Copa de 1994, Maradona promete su nuevo retorno. Pero el entusiasmo tuvo corto vuelo y ya en el primer partido el crack es descubierto en el antidoping por uso de efedrina, una droga usada para adelgazar. La FIFA termina de castigarlo con otros quince meses de prohibición. Con el fin de la prohibición, él vuelve a su amado Boca Juniors, pero a lo largo de toda la década presenta un fútbol muy debajo de su rendimiento anterior. Por eso, en 1997, él abandona definitivamente el césped frente a los nuevos rumores de antidoping.
En 2008 se tornó técnico de la selección argentina, pero bajo su comando el equipo apenas consiguió clasificarse para la Copa en el ahogo, en la última vacante directa, en el enfrentamiento directo con Uruguay. En la Copa, la selección mostró su fragilidad y fue eliminada por la fuerte Alemania por 4 a 0. Ese fue el fin de la participación de Maradona en el fútbol.
Fuera de las canchas, el jugador se involucró en innumerables polémicas, incluso en episodios de agresión machista, lo que es totalmente execrable y no se puede pasar paño sobre eso. Sus excesos siempre lo hicieron flirtear con la muerte, hasta que finalmente esta consiguió vencer.
Políticamente, se aproximó al castro-chavismo, haciéndose amigo de Fidel y de Hugo Chávez. También fue un ardoroso defensor de la causa palestina y lideró una protesta contra la visita de George W. Bush en Mar del Plata, mandando al ALCA (acuerdo de libre comercio que los yanquis pretendían imponer a América Latina) ”¡Al Carajo!”. Nunca estuvo ligado a los esquemas mafiosos de la FIFA. Por el contrario, al no pertenecer “al sistema de cartola” y denunciar sus tramoyas, fue duramente perseguido, tal vez como nunca otro jugador lo haya sido antes.
Si para muchos Maradona fue un dios, él ciertamente fue el más humano de los dioses. Fue la encarnación de las grandes contradicciones de nuestro mundo y de nuestro tiempo, incorporando virtudes y defectos. Como una artista de la pelota hizo explotar de júbilo a multitudes. Y si la vida es una sucesión de dolor y alegría, Maradona nos ofreció con su fútbol motivos para sonreír y conmemorar. ¡Adiós y gracias, Dieguito!
Artículo publicado en www.pst.org.br
Traducción: Natalia Estrada.