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África

Namibia: la historia de un genocidio y la lucha por Reparación

noviembre 7, 2018

En estos más de 500 años que marcan la expansión de los países imperialistas, los pueblos de las Américas y del África fueron sometidos a violentos procesos de usurpación de sus tierras y de las riquezas minerales, además de la sumisión de sus poblaciones a las más degradantes condiciones de opresión.

Por: Cesar Neto

Los llamados “conquistadores” actuaron con rigor imponiendo nuevas religiones e incluso hasta el bautismo, negando los valores étnicos de las poblaciones originarias; violencia sexual contra mujeres; azotes, prisiones, torturas, asesinatos individuales y colectivos. Tales prácticas llevaron al genocidio de gran parte de la población, o si no, a su completo exterminio y que, por su extensión y número de involucrados, son superiores a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial.

Agentes de prácticas de genocidio del período colonial y de la actualidad dan nombres a las calles, plazas, avenidas y hasta incluso ciudades. Mientras para los sujetos que practicaron el genocidio se construyen monumentos, para las víctimas resta el silencio como cómplice de los actuales gobernantes.

Esos crímenes precisan ser reparados

La migración compulsiva de los negros secuestrados en África, traídos para América Latina en la condición de esclavos, y vendidos como mercadería, luego de 130 años del final de la esclavitud resuenan aún sus efectos en las periferias, en los trabajos degradantes y en las villas de emergencia.

Al final, ¿cómo funciona la Reparación? Las formas de reparación pueden variar y dependerá en primer lugar de la presión social para que los países imperialistas y las burguesías locales reconozcan sus errores. La reparación puede darse a través de: a) Restitución: devolviendo a la víctima o a sus descendientes las tierras o bienes valiosos usurpados antes del genocidio; b) Compensación: pago por daños practicados y proporcional al daño sufrido; c) Rehabilitación: reparación de los daños sufridos tales como pérdida de cultura, religiosidad, dignidad, identidad y sentimiento de pertenencia; d) Satisfacción: puede incluir el fin de violaciones y abusos continuos y el reconocimiento oficial de los daños practicados por el imperialismo y las burguesías nacionales; e) Disculpas públicas, conmemoraciones, homenajes a las víctimas, memorias, y divulgación pública de la verdad.

El genocidio contra los pueblos Herero y Nama

En la corrida para garantizar el territorio, entre 1904 y 1908 Alemania envió tropas de su ejército para garantizar la usurpación de tierras de los pueblos Herero y Nama, que vivían próximos a la costa atlántica, en la región donde hoy es Namibia. Esas tierras, además de bien ubicadas, eran buenas para la agricultura y ya había algunos indicios de la presencia de oro y diamante.

Los Hereros y los Namas resistieron como pudieron. En cuanto a los alemanes, al practicar el llamado Primer Genocidio en el Siglo XX, aprovecharon la ocupación militar para entrenar y desarrollar las crueles formas que utilizarían algunos años después durante la Segunda Guerra Mundial.

Para “pacificar” la región, Alemania envió las tropas coloniales conocidas como Schutstruppe, comandadas por el general Lothar von Trotha, que se hizo famoso por sus órdenes de matar y exterminar.

En una carta al gobierno alemán, él dice: “Yo creo que la nación (Herero) como tal debe ser aniquilada, o, si eso no fuese posible por medidas tácticas, tiene que ser expulsada del país… Eso será posible si los pozos de agua de Grootfontein a Gobabis fuesen tomados por nuestras tropas. El movimiento constante de nuestras tropas nos permitirá encontrar a los pequeños grupos de la nación que retrocedieron y los destruiremos gradualmente”.

La orden de exterminio está documentada en una carta que von Trotha envió a la resistencia de los Hereros: “Yo, el gran general de los soldados alemanes, envío esta carta a los Hereros. Los hereros no son más sujetos alemanes. La nación de los hereros debe ahora dejar el país. Si se niegan, yo los obligaré a hacerlo con el ‘caño grande’ (cañón). Cualquier herero encontrado dentro de la frontera alemana, con o sin un arma o ganado, será ejecutado. Yo no ahorraré ni mujeres ni niños. Yo daré la orden para apartarlos y tirar en ellos, tales son mis palabras para el pueblo herero”.

La orden de exterminio no era una amenaza. Y se calcula que entre 25.000 y 40.000 personas fueron muertas ahorcadas, fusiladas o por el hambre en los campos de concentración. Los que intentaron huir por el desierto de Kalahari para alcanzar la región donde está Botswana, murieron de sed, pues los pozos o estaban tomados por las tropas o con las aguas contaminadas por los alemanes.

En ese proceso de genocidio, algunos niños fueron salvos y luego esclavizados. Las mujeres estaban obligadas a posar desnudas para las fotos y eran abusadas sexualmente. Los fusilamientos, ejecuciones en la horca y prisiones en los campos de concentración fueron la rutina durante cuatro años.

Un informe producido por las Naciones Unidas afirma que 65.000 hereros u 80% de la población, y 10.000 namaquas (50% de la población nama) fueron muertos en solo tres años, esto es, desde 1904 hasta 1907.

Namibia: la lucha por la reparación a los pueblos Herero y Nama

Pasaron cien años para que comenzase la lucha por la Reparación. Esta comenzó y ganó apoyo del movimiento de masas. El gobierno alemán se resiste a reconocer la necesidad de reparación. Los descendientes de los Hereros y los Namas no desisten. Se han realizado marchas y manifestaciones en el país y en Alemania. Una acción fue arbitrada en los Estados Unidos exigiendo indemnización del gobierno alemán y del Deutsche Bank, que financió a las tropas alemanas y empresas de ese país en el sudoeste africano.

El movimiento de lucha por la Reparación está radicalizado contra el imperialismo alemán. Esa radicalización se expresa en el día a día y en las manifestaciones a través de la consigna de lucha: “Alemania puede correr, pero no se puede esconder”. “Vamos a seguir a los alemanes hasta el fin del mundo”.

Artículo publicado en www.pstu.org.br, 6/11/2018.

Traducción: Natalia Estrada.

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