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Especial Revolución Rusa

Las nacionalidades y la Revolución de Octubre

septiembre 1, 2017

La Revolución de Octubre llevó a la práctica uno de los puntos del programa de IIª internacional, que esta había de hecho abandonado: el derecho de las nacionalidades a su autodeterminación. Este principio está en la base de la formación de la URSS. Una unión libre que marcaba el paso para que los trabajadores de cualquier nacionalidad pudieran verse de una vez como iguales, sin la opresión nacional, y así, sin esa traba, caminar juntos hacia la revolución mundial. Su abandono, con el triunfo del estalinismo, dará lugar a la vuelta de los métodos zaristas de arbitrariedades, persecuciones, expulsiones masivas de poblaciones de sus tierras… convirtiendo a la URSS desde entonces hasta su estallido en una cárcel de pueblos.

Por: José Moreno Pau

El Imperio de los Zares

Trotsky en el capítulo XVI de su Historia de la Revolución Rusa, nos hace un excelente resumen sobre qué era el Imperio Ruso antes de la revolución:

Rusia no estaba constituida como un Estado nacional, sino como un Estado de nacionalidades. Ello correspondía a su carácter atrasado. Sobre la base de una agricultura extensiva y un artesanado de aldea, el capital comercial, en vez de desarrollarse en profundidad, transformando la producción, lo hacía en extensión, acrecentando el radio de sus operaciones. El comerciante, el propietario y el funcionario se desplazaban del centro a la periferia, acompañando la dispersión de los campesinos, y buscando nuevas tierras y exenciones fiscales penetraban en nuevos territorios, donde se encontraban poblaciones todavía más atrasadas. La expansión del Estado era fundamentalmente la expansión de una economía agrícola, la cual, pese a su primitivismo, revelaba una superioridad sobre los nómadas del sur y de Oriente. El Estado de castas y de burocracia que se forma sobre esa base inmensa y ampliada constantemente llegó a ser lo suficientemente poderoso como para someter a ciertas naciones de Occidente que, aunque de cultura más avanzada, eran incapaces, por su reducida población o sus crisis internas, de defender su independencia (Polonia, Lituania, provincias bálticas, Finlandia).

A los setenta millones de gran rusos que constituían el macizo central del país se añadieron gradualmente unos noventa millones de «alógenos», que se dividían claramente en dos grupos: los occidentales, superiores a los gran rusos por su cultura, y los orientales, de un nivel inferior. Así se constituyó un Imperio en el que la nacionalidad dominante no representaba más que el 43 por 100 de la población, mientras que el 57 por 100 (de los cuales el 17 por 100 de ucranianos, 6 por 100 de polacos, 4,5 por 100 de rusos blancos) correspondían a nacionalidades diversas tanto por su nivel cultural como por su desigualdad de derechos.

Las ávidas exigencias del Estado y la indigencia de la clase campesina bajo las clases dominantes engendraron las formas más feroces de explotación. La opresión nacional en Rusia era infinitamente más brutal que en los Estados vecinos, no solo en la frontera occidental, sino incluso en la frontera oriental. El gran número de naciones lesionadas en sus derechos y la gravedad de su situación jurídica daban una fuerza explosiva enorme al problema nacional en la Rusia zarista.

Mientras que en los Estados de nacionalidad homogénea, la revolución burguesa desarrollaba poderosas tendencias centrípetas, representadas bajo el signo de una lucha contra el particularismo como en Francia, o contra la fragmentación nacional como en Italia y Alemania, en los Estados heterogéneos tales como Turquía, Rusia, Austria-Hungría, la revolución retrasada de la burguesía desencadenaba, al contrario, las fuerzas centrífugas. A pesar de la evidente oposición de estos procesos, expresados en términos de mecánica, su función histórica es la misma en la media en que [en] los casos se trata de utilizar la unidad nacional como un importante receptáculo económico: esto exigía realizar la unidad de Alemania y por el contrario el desmembramiento de Austria-Hungría.”

Esta situación explosiva se combina con el desarrollo de un proletariado, pequeño en relación a las masas campesinas pero muy poderoso por su concentración en fábricas de miles de trabajadores.

En ese marco se construyó el partido bolchevique. Los marxistas rusos, habían dado una enorme importancia al problema nacional. Habían estudiado la estructura del imperio de los zares, estudiado a Marx y a los teóricos de la IIª Internacional y participado en las polémicas internacionales. A la cabeza de esta política se encontraba Lenin. Para Lenin el derecho de las naciones a la autodeterminación, o sea, al derecho a su independencia, es un derecho democrático. Lenin recordaba que Marx planteaba que no puede ser libre un pueblo que oprime a otro pueblo. “Por el contrario, así como es imposible un socialismo victorioso que no realizara la democracia total, así no puede prepararse para la victoria sobre la burguesía un proletariado que no libre una lucha revolucionaria general y consecuente por la democracia” (“La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación”, tesis 2). De hecho, Lenin afirma en su primera tesis: “El socialismo victorioso debe necesariamente realizar la democracia total; por consiguiente, no solo tiene que poner en práctica la absoluta igualdad de derechos entre las naciones, sino también realizar el derecho de las naciones oprimidas a su autodeterminación, es decir, el derecho a la libre separación política. Los partidos socialistas que no demostraran en toda su actividad, ahora, durante la revolución, como luego de su victoria, ser capaces de liberar a las naciones avasalladas y construir las relaciones con las mismas sobre la base de una unión libre –y una unión libre, sin libertad de separación, es una frase mentirosa–, esos partidos cometerían una traición al socialismo”.

En la época imperialista la burguesía recrudece la opresión nacional y no puede garantizar de forma completa el derecho de la autodeterminación de las naciones, puesto que va continuar la opresión de los países imperialistas sobre el resto a través de la dominación del capital financiero, por ello para el bolchevismo todos los derechos democráticos se convierten en una palanca para la movilización de las masas en su enfrentamiento con la burguesía. Este es el aspecto fundamental del pensamiento leninista, la revolución social, el derrocamiento de la burguesía y la toma del poder por el proletariado al que se debe supeditar todo el programa democrático.

La defensa que realiza Lenin del derecho a la separación no significa que proponga la división del mundo en pequeñas naciones sino que va a proponer una unión libre de estas, su federación, con el objetivo futuro de la fusión de naciones. El socialismo lucha por la revolución socialista mundial y por lo tanto para acabar con todo tipo de opresiones y fronteras. Lenin opinaba que cuanto más se acercara un Estado al pleno derecho de autodeterminación menos frecuentes serían las tendencias a la separación. Pero insistimos en el concepto de unión libre, pues toda unión forzada llevaba al enfrentamiento entre los trabajadores de las diferentes naciones. Así, Lenin explicaba cómo las relaciones entre obreros suecos y noruegos mejoró notablemente tras la separación de esa unión forzada que se impuso a los noruegos hasta su independencia de Suecia en 1905.

Polémicas internacionales

Las polémicas que mantuvo Lenin sobre esta tema fueron por un lado con el oportunismo del socialismo austríaco, y en el terreno de los revolucionarios principalmente con Rosa Luxemburgo (Radek y Bujarín coincidían con ella en estar en contra del derecho de autodeterminación nacional).

La tesis de los austríacos Otto Bauer y Renner (futuro canciller austríaco) defendía la autonomía nacional-cultural de cada población de una nacionalidad, independientemente del territorio en el que viviera. Así, las minorías deberían tener sus propias instituciones estatales dentro del territorio en el que vivieran. Esta posición de la socialdemocracia austriaca pretendía salvar el marco estatal del Imperio Austrohúngaro y así preservar sus prerrogativas parlamentarias. Kautsky, el jefe de la socialdemocracia alemana e internacional, polemizó duramente con ellos explicando que las naciones tienen una existencia económico-territorial. La posición de los austríacos para Lenin era inadmisible pues dividía aún más a los trabajadores de un Estado. Por ello, ya se había opuesto años antes al Bund en Rusia. El Bund (Liga, en yidish) era una organización de trabajadores judíos que fue componente como tal del partido socialdemócrata ruso en su fundación. Ya en 1903 Lenin afirmaba que las diferencias entre los obreros judíos, rusos o georgianos no eran más que las que podía haber entre obreros del textil y el metal.

Lenin animó a un joven Stalin a estudiar la cuestión nacional y polemizar con Bauer. Lenin supervisó su texto, que quedó como una de las principales obras sobre el tema. El texto de Stalin de 1913 fue enseguida abandonado por su autor, antes incluso de la Revolución de Octubre.

Con Rosa Luxemburgo, Lenin polemizó sobre la autodeterminación nacional de Polonia. Gran parte de Polonia pertenecía al Imperio Ruso desde finales del siglo XVIII a partir del reparto que se hicieron del país entre Prusia, el Imperio austriaco y la misma Rusia. Durante el transcurso del siglo XIX hubo un importante desarrollo industrial en Polonia. La gran revolucionaria polaca consideraba que ni la clase obrera ni la burguesía polaca tenían interés en constituir un Estado polaco independiente. La burguesía porque había crecido a la sombra del Imperio Ruso y el proletariado porque necesitaba de la unidad con los obreros rusos para derrocar a la burguesía. Ella opinaba que un Estado polaco independiente fortalecería a la burguesía y debilitaría a la clase obrera. Es importante resaltar que el punto de vista de Rosa, el interés de la clase obrera, era el mismo por el que empezaba Lenin, aunque llegaran a conclusiones opuestas. Lenin planteaba que para ser realmente internacionalista los socialistas de la nación opresora, en este caso Rusia, tenían la obligación de hacer propaganda a favor del derecho de separación de los polacos y que los socialistas polacos defendiendo el derecho de autodeterminación debían hacer hincapié en la Unión libre: “Y, a la inversa, el socialdemócrata de una nación pequeña debe tomar como centro de gravedad de sus campañas de agitación la primera palabra de nuestra fórmula general: “unión voluntaria” de las naciones. Sin faltar a sus deberes de internacionalista, puede pronunciarse tanto a favor de la independencia política de su nación como a favor de su incorporación al Estado vecino X, Y, Z, etc. Pero deberá luchar en todos los casos contra la estrechez de criterio, el aislamiento, el particularismo de pequeña nación, por que se tenga en cuenta lo total y lo general, por la supeditación de los intereses de lo particular a los intereses de lo general” (“Balance de la cuestión de la autodeterminación”, Lenin, 1916).

Para terminar con este vistazo general a las posiciones bolcheviques antes de la toma del poder, y poder comprobar cómo estas efectivamente se llevaron a la práctica con Lenin y Trotsky a la cabeza, vamos a tomar un último asunto, pero no por ello menos importante cual sería la posición de los revolucionarios si toman el poder y otras naciones se levantan contra ellos. Lenin en el mismo texto lo deja claro:

“si varios pueblos iniciasen la revolución socialista (como en 1848 iniciaron en Europa la revolución democrática burguesa), y otros pueblos resultasen ser los pilares principales de la reacción burguesa, nosotros también deberíamos ser partidarios de la guerra revolucionaria contra ellos, abogar por “aplastarlos”, por destruir todos sus puestos de avanzada, cualesquiera que fuesen los movimientos de pequeñas naciones que allí surgiesen” (“Balance de la discusión sobre la autodeterminación”, Lenin, 1916).

Kautsky, por su parte, se convirtió en enemigo declarado de la Revolución de Octubre y en defensor de la “democracia”. Renegando, como diría Lenin, de sus posiciones revolucionarias de antes de la guerra, Kautsky daba un carácter absoluto a la “democracia” por encima de la esencia de clase y criticaba la dictadura (negándole el carácter de dictadura del proletariado). Por ello, para él, el derecho democrático (burgués) de la autodeterminación nacional se ponía por encima del derecho del proletariado a defender su revolución.

Por tanto, para Lenin (Trotsky también compartirá esta posición) los intereses del proletariado, la revolución socialista están siempre por delante de la cuestión nacional, por mucho que les doliera a Kautsky y los mencheviques. Por ello, esta posición fue tomada por los detractores del bolchevismo como negación del derecho de autodeterminación. Algo completamente falso pues una cosa es la autodeterminación de los pueblos y otra la de la burguesía que quiere impedir la revolución obrera en su país y también acabar con la república de los soviets.

La guerra mundial y la Revolución de Octubre

Así planteaba Lenin la cuestión nacional en 1916, en plena Primera Guerra Mundial. Esta guerra había precisamente agudizado también todos los problemas nacionales. La IIª Internacional mostraba su bancarrota también en este terreno. Mantenían de forma hipócrita en el programa el derecho de autodeterminación pero ahora le anteponían la “defensa de la patria”. Así, sus partidos aprobaron los créditos de guerra y apoyaron el enfrentamiento fratricida de los obreros y campesinos que se enfrentaban a las órdenes de sus gobiernos imperialistas.

Con la Revolución de Febrero, el gobierno provisional siguió el mismo camino, pero había una revolución de por medio, existía el poder dual, los soviets se habían formado por todas partes. La libertad de expresión conquistada, como nos cuenta Trotsky en Historia de la Revolución Rusa, también va a servir a las nacionalidades oprimidas para comprobar cómo la burguesía gran rusa –y su burocracia estatal– pretendía seguirlas explotando, seguir imponiendo su lengua, sus tribunales y sus escuelas.

En varias nacionalidades (Ucrania, Bielorrusia, Letonia…) se daba además una fuerte separación entre el campo y las ciudades. Las ciudades estaban fuertemente “rusificadas” y no reflejaban el sentir de las masas campesinas. Y eso lo reflejaban también los soviets que se habían formado allí mientras los partidos conciliadores estuvieron al frente.

“Para obtener la emancipación y el florecimiento cultural, las nacionalidades oprimidas estaban obligadas a ligar su suerte con la de la clase obrera. Y para esto les era indispensable desembarazarse de la dirección de sus partidos burgueses y pequeñoburgueses, es decir, precipitar la marcha de su evolución histórica” (Trotsky).

El ejemplo de Finlandia

El gobierno de Kerensky mostró claramente cuáles eran sus intenciones con respecto a la autodeterminación nacional, en primer lugar con Finlandia. Allí se eligió un parlamento donde los socialdemócratas obtuvieron mayoría. Plantearon su soberanía exceptuando la política exterior y la militar. No tuvieron el apoyo de los partidos conciliadores rusos y tras las jornadas de julio, donde los obreros sufrieron una derrota, el gobierno provisional les amenazó directamente por la vía militar. La burguesía finlandesa volvió a controlar el parlamento y empezó a prepararse militarmente para una guerra civil contra los obreros. Buscó el apoyo de Alemania y Suecia. La Revolución de Octubre estaba por producirse y querían desligarse del poder obrero que se avecinaba. Kerensky, dos días antes de su caída, finalmente concedió la independencia a Finlandia (exceptuando la política exterior y militar), pero ya era tarde.

Y también fue tarde para que Finlandia fuese una república soviética. Con la toma del poder por el proletariado en la Revolución de Octubre la burguesía finlandesa vio con más urgencia independizarse de Rusia. El 7 de diciembre, el Parlamento con mayoría burguesa declaró la Independencia. Entre los socialistas finlandeses aún no se había construido el partido bolchevique. Sí existían fuertes divisiones internas en el partido, pero la mayoría seguía siendo oportunista.

La izquierda contaba con el apoyo de los obreros y los campesinos y se lanzó a tomar el poder contra el gobierno conservador. Sin embargo, nunca pretendieron más que construir una república democrático burguesa. El gobierno, que tenía el apoyo de las clases medias y altas suecohablantes buscó la ayuda alemana, que llegó a instaurar una monarquía. Con la firma del tratado de Brest-Litovsk (por el cual el gobierno bolchevique renunciaba a las repúblicas bálticas, Ucrania, y también Finlandia) el gobierno soviético no pudo más que ayudar con algo de provisiones y armas al bando rojo. El ejército blanco finlandés acabó imponiéndose ante la falta de una dirección unificada del lado obrero. Además, la burguesía contó con el apoyo de unidades suecas y de dos divisiones alemanas; 12.500 soldados, que desembarcaron en Finlandia el 3 de abril de 1918. La represión fue atroz: “En Tempere, los blancos capturan 11.000 guardias rojos, que serán en su mayoría fusilados. Cerca de 80.000 rojos son internados en los primeros campos de concentración de la guerra civil, donde 12.000 de ellos morirán por hambre y el tifus, sin contar los fusilados… Los tribunales de excepción constituidos a mediados de mayo juzgan en algunos meses a 67.788 Rojos, de los que el 90% son condenados a prisión, sin contar con los 555 condenados a muerte, de los que la mitad serán ejecutados” (Jean-Jacques Marie. Histoire de la guerre civile russe, p. 44, traducción del autor). La derrota precipitó la formación del partido comunista finlandés, pero la represión, la cárcel y el exilio liquidaron la posibilidad de una Finlandia socialista. También mostró, al igual que la derrota de la Comuna de París, que la burguesía llevaría a cabo una liquidación masiva de los revolucionarios si conseguían derrotarlos (Kolchak, el primer general Blanco de la guerra civil rusa, aseguró que si para salvar a Rusia debían exterminar a las dos terceras partes de los rusos, lo harían).

El victorioso general blanco Mannerheim (suecohablante) fue el que dirigió las tropas burguesas. Más tarde, se dimitió del ejército al ver cómo el gobierno y el mismo ejército pasaban a ser controlados por Alemania. Sin embargo, el nuevo rey elegido por el parlamento, el alemán Federico Carlos de Hesse, cuñado del Káiser, nunca llegó a pisar Finlandia, y tras la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, renunciará al trono. Mannerheim se instala de nuevo en el poder y ejerce prácticamente una dictadura, y tendrá como objetivo tomar Petrogrado expulsando a los bolcheviques. La burguesía finlandesa a pesar de su victoria en la guerra civil tenía un país muy dividido y desgastado por la guerra y prefirió alejarse de aventuras militares, prescindiendo nuevamente de Mannerheim. Los socialdemócratas de derecha, que llamaron a la rendición de los últimos bastiones rojos, apoyarán la nueva república y entrarán incluso en el gobierno en los años ’20.

La Revolución de Octubre y la Paz de Brest-Litovsk

El 2 de noviembre (15 de noviembre en calendario gregoriano), Lenin, como presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo, y Stalin, como Comisario del Pueblo para las Nacionalidades, firmaron el “Decreto de los Derechos para los Pueblos de Rusia”. Se acababa así con la hipócrita política que hasta entonces había llevado a cabo el gobierno provisional. El decreto recogía la política leninista y proclamaba: :

  1. La igualdad y soberanía para los pueblos de Rusia.
  2. El derecho a libre autodeterminación, incluyendo la secesión y formación de un Estado separado.
  3. La abolición de todos los privilegios y restricciones nacionales y religiosas.
  4. El libre desarrollo de las minorías nacionales y los grupos etnográficos que pueblan el territorio de Rusia.

Ya vimos cuáles fueron los acontecimientos en Finlandia. En otras nacionalidades el devenir histórico tendrá que ver con la fuerza de los bolcheviques en cada nación pero también, hasta el final de la Primera Guerra Mundial, con las pretensiones alemanas con la firma de la paz de Brest-Litovsk, con la guerra civil que se inició y, por tanto, con la política del imperialismo europeo contra la revolución obrera.

Las potencias europeas de la Entente pretendían que Rusia siguiera en la guerra contra los Imperios centrales, por ello apoyaron la formación del “Ejército de Voluntarios”, el Ejército Blanco contrarrevolucionario. Pero, además, tenían sus propios intereses expansionistas sobre Rusia. En diciembre de 1917, Francia e Inglaterra acuerdan sus zonas de influencia: “Francia obtenía la Besarabia, Ucrania y Crimea, Inglaterra, las provincias bálticas y el Cáucaso”. Los Estados Unidos enviarán tropas a Vladivostok en agosto de 1918, y por cada soldado estadounidense desembarcarán una tonelada de materiales   (Rusia Révolutions et stalinisme – Mathilde Aycard et Pierre Vallaud).

Tropas italianas, japonesas, turcas, además de finlandesas, checas y polacas entrarán también para tratar de llevarse su parte de Rusia.

Para los cosacos del Don los bolcheviques también eran considerados enemigos, pues durante el siglo XIX habían forjado una relación con los zares que les daba ciertos privilegios (autonomía en sus tierras, exención de impuestos) a cambio de que sirvieran como principal cuerpo armado de represión. Los blancos querían la restauración del Imperio ruso y, claro, eso no les facilitaba las cosas con los nacionalistas. Los acuerdos a los que llegaban para combatir al ejército rojo no podían tener bases muy firmes. Los cosacos entendían que ya no debían obediencia a Rusia al haber desaparecido el zar, con el que tenían los tratos directos. Los bolcheviques les combatían por haber sido la fuerza represiva del zarismo. Así que, por un lado luchaban contra los bolcheviques, pero por otro querían preservar su autonomía (independencia) conseguida. Ayudaron al Ejército de Voluntarios pero les conminaron a dejar lo antes posible sus tierras. Otros cosacos se pasaron directamente al lado revolucionario, los cosacos rojos, y formaron la república soviética del Don durante los primeros meses de 1918, pero fue aplastada por las tropas alemanas.

Letonia, por ejemplo, desde el inicio fue pro soviética. Los fusileros letones fueron uno de los cuerpos que más apoyaron a los bolcheviques. Esta convicción les hizo fundamentales en los años de la guerra civil y como el resto de lo mejor de la clase obrera y los soldados del ejército rojo sufrieron enormes pérdidas en aquellos años. La pérdida de esa vanguardia revolucionaria junto con el avance alemán tras la firma de la paz de Brest-Litovsk, pusieron fin a la República Socialista Letona. Stalin, además, se ocupó de exterminar a los héroes y dirigentes comunistas letones durante las purgas de los años ’30.

Años más tarde, con el pacto germano-soviético, además de repartirse Polonia, Stalin invade las repúblicas bálticas.

En Estonia realiza deportaciones de población y el envío de población rusa, para “rusificar” el país. El odio generado facilitó la entrada de las tropas nazis. Los fascistas estonios participaron junto a los nazis en el exterminio de millares de judíos estonios. El avance del ejército soviético en 1944 impuso a Estonia la entrada en la URSS y el comienzo de la resistencia armada estonia. Hoy en día, nuevamente independiente, Estonia niega la ciudadanía a un 14% de la población y prohíbe el ruso, que es hablado por casi la mitad de sus habitantes.

La guerra civil pone a prueba la política bolchevique

Si bien en los primeros meses la república de los soviets estuvo al borde del colapso con la formación del Ejército blanco y la invasión de varios ejércitos internacionales, con Trotsky a la cabeza, el Ejército Rojo fue poco a poco derrotando a los enemigos. Trotsky consiguió que hubiera disciplina en las tropas. Pero la victoria la fraguaron no solo con las armas sino, sobre todo, con la política y su propaganda revolucionaria. Los obreros y campesinos sabían que una victoria contrarrevolucionaria de los zares volvería a traer la explotación, la opresión y la miseria. Y las nacionalidades comprendieron que los Blancos no respetarían sus derechos y volverían a sufrir la “rusificación” forzosa y la opresión económica nacional. También varias nacionalidades pudieron sufrir en sus carnes el “apoyo” alemán tras la paz de Brest-Litovsk. Los soviets reconocieron la independencia de Finlandia, Ucrania, de las Repúblicas Bálticas y de Polonia.

Los alemanes, que controlaban la Silesia polaca antes de la guerra, tenían claro que sus ofrecimientos de reconstitución de Polonia, si ellos vencían, era sobre los territorios rusos. No iban a renunciar a sus zonas industriales y además consideraban el resto de Polonia como abastecedor agrícola para sus habitantes.

Con la derrota alemana en la guerra, las potencias vencedoras entregaron Polonia al general Pilsudski. El proyecto de Pilsudski (militar polaco que durante la Primera Guerra Mundial formará el ejército polaco al servicio de las potencias centrales) era crear una gran Polonia que influenciara los países bálticos y controlara incluso Ucrania (consiguió anexarse la Ucrania Occidental). Por ello se lanzó a una guerra contra los bolcheviques. El contraataque rojo frustró sus planes pero el Ejército Rojo acabó siendo derrotado a las puertas de Varsovia, firmándose posteriormente la paz.

Ucrania, como vimos, apoyó al ejército blanco. También, como Finlandia, su “gobierno” fue controlado por los alemanes. Los bolcheviques ucranianos formaron un gobierno soviético de Ucrania y con la derrota blanca se consolidó la República Soviética. Ucrania con los bolcheviques no fue anexionada a Rusia como hubiera hecho el Ejército de Denikin, sino que formó su propia República, que formará parte de la Unión Soviética.

La creación de la URSS

El fin de la guerra civil y de las invasiones imperialistas dejó a los soviets exhaustos. La revolución europea, que era la esperanza de Lenin y Trotsky para consolidar y extender los soviets en nivel mundial, sufrió derrotas importantes al no contar con fuertes partidos bolcheviques organizados y experimentados como el ruso. Las derrotas de la revolución en Hungría, Italia, y sobre todo en Alemania, llevaron a la necesidad de reconstruir la economía con la introducción de la NEP y consolidar la unidad de los pueblos soviéticos surgidos de la revolución y la guerra. Stalin, como Comisario de las Nacionalidades fue encargado de presentar una propuesta de Constitución soviética.

La propuesta de Constitución de Stalin imponía una subordinación del resto de las Repúblicas Soviéticas a la República Rusa. Stalin se enfrentó en la comisión que discutía el texto con Rakosi, de Ucrania, y con Mdivani, georgiano como él. Lenin se opuso completamente al texto y así le escribió una larga carta a Kamenev criticando párrafo por párrafo el texto de Stalin. Se reunió con Mdivani, al que le habían puesto la etiqueta de “independentista”. Así, entrecomillado, colocó Lenin lo de independentista. Lenin exigió que hubiera una plena igualdad de todas las repúblicas soviéticas. El nombre de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, eliminaba el nombre de Rusia como Imperio y facilitaba la futura unión de nuevas repúblicas en escala mundial. Así, Stalin modificó sin rechistar su texto. Pero ucranianos y georgianos sufrirían más tarde su cólera.

La URSS nacerá el 30 de diciembre de 1922, formada por la RSFS de Rusia, la RSFS de Transcaucasia, la RSS de Ucrania y la RSS de Bielorrusia. El primer Estado en el que las diversas nacionalidades que lo formaron estaban en pie de igualdad. Se empezaban así a superar las diferencias nacionales, acabando con toda discriminación y opresión. Los obreros podían expresarse en su propia lengua y a la vez sentir que eran parte de una misma patria, la suya, la Unión Soviética. Y esto a la vez lo podían sentir los obreros de todo el planeta, pues la URSS nacía con vocación universal, no era para quedarse en los límites de su fundación o en los del antiguo imperio zarista sino para ir uniendo a todos los pueblos del mundo. Si una nueva revolución desbancaba a la burguesía de algún país lo natural era que se uniera a la URSS. Pero, como decía Lenin, esta unión debía ser libre y al principio debía darse en forma de federación, para que pudieran conservar el máximo de autonomía, pues esto era necesario para que de verdad se pudieran superar las desconfianzas heredadas del sistema anterior. Era, por tanto, la URSS un Estado transicional al igual que la Dictadura del Proletariado. Para llegar al comunismo, y con ello al fin también no solo de todas las fronteras sino al fin del Estado mismo, será necesario el triunfo primero del socialismo en nivel mundial. Derrotar al imperialismo, acabar con el capitalismo por una parte, pero también que la producción florezca al servicio de todos. “En una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, solo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades” (Marx, “Crítica al programa de Gotha”). Pues en medio de la miseria no solo encontraremos ejemplos extraordinarios de solidaridad sino también de las peores brutalidades.

Burocratización y ataque a las nacionalidades

La guerra civil terminó poco antes de la fundación de la URSS, pero había dejado devastación y hambre por doquier. Lo mejor del proletariado, el que fue la vanguardia revolucionaria, había sido diezmado en la guerra. La revolución mundial, como hemos señalado, tenía que esperar el fortalecimiento de los partidos comunistas y se imponía por tanto recomponer la economía de un país mayoritariamente campesino. Sin el apoyo y la producción campesina sería imposible recomponer la industria soviética e industrializar completamente la URSS. Lenin planteó la NEP (Nueva Política Económica), que permitía a los campesinos vender sus excedentes después del pago de una parte en impuestos y no ya de requisiciones como durante el período del comunismo de guerra. Esta política empezó a dar sus frutos poco a poco. También tenía sus peligros, de los que Lenin era consciente: el enriquecimiento de un sector del campesinado y por tanto un fortalecimiento de la pequeña burguesía (que se convierte en embrión de aspiraciones burguesas). Para evitarlo se necesitaba un partido bolchevique sano. Lenin vio con gran preocupación el proceso de burocratización del partido. Un viejo dicho castellano nos recuerda que “quien parte y reparte se queda con la mejor parte”. Así, algunos miembros del partido que controlan la producción y las relaciones con el campesinado van a aprovecharse de sus funciones, fomentadas por la miseria general. Lenin, muy por el contrario, no aceptaba privilegios de ningún tipo, y mucho menos en la comida o en la vivienda. Solo más tarde, obligado por los médicos ante su grave enfermedad, aceptó mejorar su alimentación. Así comenzó su última batalla, la lucha contra la burocratización. Uno de los aspectos más graves que pudo comprobar fue la brutalidad de Stalin con la cuestión nacional.

Georgia aplastada por Stalin

La tierra natal de Stalin fue la que primero sufrió sus métodos y venganzas personales. Georgia se había declarado independiente y tenía un gobierno de viejos mencheviques. La Rusia soviética firmó un tratado de paz con Georgia, pero Stalin no iba a aceptarlo. A espaldas de Lenin y de Trotsky organizó la invasión de Georgia en febrero de 1921 dejando a estos ante hechos consumados. Cuando viajó en junio de ese año a Tiflis, la capital, se encontró rodeado de hostilidad y de reproches de sus antiguos camaradas que le veían no como un gran dirigente georgiano sino como un dirigente venido de Moscú que no conoce nada de Georgia. Stalin encarnaba lo que Lenin definía como “extranjeros rusificados”, que se comportan como los peores chovinistas gran rusos.

Con la ayuda de su enviado, Ordzhonikidze, y del jefe de la Checa, Dzerzhinsky, inicia la purga de dirigentes bolcheviques georgianos. Ordzhonikidze abofeteó públicamente a un dirigente georgiano. Stalin protegió a su enviado. Lenin, rodeado de informes falsos, decidió recopilar información independientemente sobre Georgia y encargó de ello a uno de sus secretarios. La información que obtuvo provocó la ira de Lenin, que rompió sus relaciones con Stalin desde entonces. Propuso incluso su separación del partido por un año, pero su enfermedad y la protección de Kamenev y de Zinoviev, que esperaban suceder a Lenin al frente del partido, impidieron su propuesta.

Lenin declaró su apoyo a Mdavani, el dirigente georgiano, y pidió a Trotsky que se ocupara personalmente de la defensa de Georgia contra Stalin.

A finales de 1923 retomó, como un último esfuerzo, esta batalla, en lo que se conoce como el testamento de Lenin. Propone abiertamente retirar de la Secretaría General a Stalin: Stalin es demasiado grosero y este defecto, aunque bastante tolerable en nuestro medio y en el trato entre nosotros los comunistas, se convierte en intolerable en un Secretario General. Por eso sugiero que los camaradas piensen en una manera de sacar a Stalin de ese puesto y nombrar a otro hombre en su lugar, que en todos los demás aspectos difiera del camarada Stalin por tener solo una ventaja: ser más tolerante, más leal, más cortés y más considerado hacia los compañeros, menos caprichoso, etc. Esta circunstancia puede parecer un detalle insignificante. Pero creo que desde el punto de vista de las salvaguardias contra la división y desde el punto de vista de lo que escribí anteriormente sobre la relación entre Stalin y Trotsky, no es un detalle menor, sino un detalle que puede asumir una importancia decisiva”.

Triunfo de la contrarrevolución

La troika (Zinoviev, Kamenev y Stalin) impidieron la difusión del “testamento de Lenin” a las bases del partido y consiguieron apartar a Trotsky de la dirección. Stalin, como secretario general impulsó la entrada de más de 200.000 nuevos militantes al partido, la mayoría sin pasado revolucionario y con el único interés de arrimarse al poder y, por tanto, prontos a ser serviles a su secretario general. El control del partido, pero principalmente la derrota de la revolución en Europa, explican el Termidor, la contrarrevolución estalinista.

La aberración teórica aportada por Stalin del socialismo en un solo país significó en el terreno nacional la vuelta de la supremacía rusa frente al resto de las naciones de la URSS. Las purgas se fueron sucediendo para eliminar a la vieja guardia revolucionaria, tanto rusa como de las nacionalidades. Pero no bastaba con eso para aplastar las aspiraciones nacionales que volvían a ser cercenadas por Moscú. Stalin impuso nuevamente la política zarista de “rusificación” forzosa.

Genocidio en Ucrania

La resistencia en la Ucrania soviética fue aplastada con la eliminación de ¾ partes de la intelectualidad ucraniana. El simple hecho de ser maestros de la lengua ucraniana era motivo para ser detenidos y acusados de contrarrevolucionarios. Casi 700.000 personas fueron purgadas en Ucrania. A modo de ejemplo, en algo que nos recuerda directamente la obra de George Orwel, 1984, citamos que la introducción de letras distintas del alfabeto ruso para distinguir sonidos del ucraniano fueron consideradas burguesas en 1932 y directamente contrarrevolucionarias al año siguiente, puesto que supuestamente “alejaban” el ucraniano de la lengua hermana rusa y servían a los intereses imperialistas. Estas acusaciones llevaban aparejado el envío a los campos de trabajos forzados y en muchos casos al fusilamiento directo. Pero, para Stalin, cortar la cabeza ucraniana no fue suficiente. Necesitaba una derrota histórica del campesinado que era la base nacional de ese país. La colectivización forzosa de inicios de los años ’30 impuso la deportación de cientos de miles de campesinos y la exigencia de brutales cuotas de producción que al ser requisadas llevaron al campesinado al hambre masiva y a la muerte. Aún no se ha podido establecer el número exacto de víctimas por las restricciones del gobierno de Putin a los archivos. Los cálculos más actuales van de 3 a 3,5 millones de muertes en Ucrania.

Trotsky, ya exiliado, denunció la política estalinista en Ucrania en todos sus aspectos, explicando que “en ninguna parte, las restricciones, las depuraciones, la represión y de forma general todas las formas de bandidismo burocrático llegará a asumir un carácter de violencia y muerte [a que llegó] en Ucrania, en la lucha contra las pujantes aspiraciones, profundamente arraigadas en las masas ucranianas, a más libertad e independencia” (“La cuestión ucraniana”, 1939, traducción del autor). De hecho, Trotsky compara el estalinismo con el nazismo y en la cuestión nacional defenderá la política de Lenin, por lo que con respecto a la Ucrania de los años ’30 planteará una Ucrania Soviética Independiente de la URSS, la necesidad de una revolución antiburocrática en la URSS para que pueda darse una futura unificación y no la subdivisión administrativa y plataforma militar rusa en la que se había convertido Ucrania con la estalinización.

Podemos ver también cómo la política estalinista significó una vuelta a las políticas zaristas en el pacto Hitler-Stalin, por el que se repartieron nuevamente Polonia, como antaño había hecho Prusia con el Imperio ruso. Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, además, la URSS invadió las Repúblicas Bálticas, a las que incorporó forzosamente a sus fronteras estatales. Sin embargo, no hizo lo mismo, formalmente, con las Repúblicas del Este, tras la finalización de la contienda. Los países del Este, las nuevas “repúblicas populares”, no se incorporan a la URSS pero funcionaron como si fueran sus colonias, su zona de influencia, y bajo el control político del PCUS y militar del Pacto de Varsovia.

La cárcel de pueblos

Como hemos visto, la URSS volvió a convertirse en la cárcel de pueblos que definía Lenin cuando denunciaba el Imperio Ruso. Con la revolución que derribó al estalinismo, el nacionalismo fue usado por las burocracias restauracionistas para afirmarse en el poder. Pero la primera “nacionalista” fue la nueva burguesía rusa, que sigue aplastando pueblos como el checheno y sigue agrediendo a los ucranianos, a los que acaba de robar Crimea y planea con anexionarse la región del Donbas

Putin es el gran sembrador de la rusofobia. EE.UU. y la UE, gracias a todo eso, tienen la rara oportunidad de presentarse como “defensores” de los pueblos de la región y no dejarán de utilizar las aprensiones en relación a Rusia para colocar a estos pueblos bajo sus alas. Además, es exactamente eso lo que estamos presenciando ahora. Un rompecabezas que exige respuestas (Artículo publicado en nuestra página www.litci.org (2015)).

Volver a Lenin

El daño provocado por el estalinismo al socialismo y a la política leninista sobre la cuestión nacional ha sido inmenso. Para los pueblos de la antigua URSS y sus satélites, el comunismo está asociado no a la igualdad de las naciones que impulsaron los bolcheviques sino al genocidio, a la cárcel de pueblos. Hoy, un siglo después, la cuestión nacional sigue siendo un tema fundamental de la lucha de clases, no solo en la antigua URSS como en muchos otros lugares del planeta (Catalunya sin ir más lejos). Tenemos la suerte de contar con todo el arsenal teórico de Lenin y la experiencia práctica de la Revolución Rusa. El método científico de análisis que es el marxismo nos lleva hoy a las mismas conclusiones que a Lenin y a Trotsky. A la vez, tenemos que limpiar todo el fango estalinista, que nada tiene que ver con las posiciones revolucionarias, para que sea nuevamente la clase obrera la que se ponga a la cabeza de la defensa del derecho a la autodeterminación nacional.

Bibliografía

LENIN, V. I. Obras completas.

STALIN, Josef. “El marxismo y la cuestión nacional”

TROTSKY, León. Historia de la Revolución Rusa.

TROTSKY, León. Stalin.

MORENO PAU, José. “La cuestión nacional: recuperar el patrimonio teórico para responder a los conflictos actuales con una política de clase”.

COLAS, Dominique. Lénine politique (2017).

MARIE, Jean-Jaques. Histoire de la guerre civile russe 1917-1922 (2005).

JOUKOVSKY, Arkady. Historie de l’Ukraine- des origines à nos jours (1993)·

MINAUDIER, Jean-Pierre. Histoire de l’Estonie et de la nation estoniennne (2007).

La Grande Terreur.

CONQUEST, Robert. Sanglantes moissons (1987).

AYCARD, Mathilde y VALLAUD, Pierre. Russie Révolutions et Stalinisme 1906-1953 (2012).

Viatteau, Alexandra. Pologne entre l’Est et l’ouest (2009).

“Un rompecabezas que exige respuestas” en: www.litci.org (2015).

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