“Quisieron enterrarnos, no sabían que éramos semilla”

Primero de diciembre, una quinta mega marcha por los 43 normalistas secuestrados está prometida para hoy en la Ciudad de México.
Llego a la estación del metro Hidalgo, a unos 2 km de distancia del Zócalo, concentración principal entre tantos lugares en que los manifestantes se encuentran. Mucha gente por allí, pero aún no es posible saber si están allí por la marcha o es un día normal en una zona del conurbano (Ciudad de México y otras ciudades vecinas) de 20 millones de personas.
Enseguida me doy cuenta de que sí, es la marcha. Hay mucha euforia, tensión y angustia para ser solamente un pasaje sin objetivos hacia el centro. Cuando llego a la superficie escucho voces fuertes, cantando en un bloque de unas 200 personas cercadas por un cordón para no perderse. Son jóvenes de 15 o 16 años, muy obstinados, serios y bien organizados. Pertenecen a la “prepa 9”, escuela secundaria por aquí. Cuando paso por donde ellos están los escucho cantar “¡Alerta, alerta, alerta que camina la lucha estudiantil por América Latina!”.
Salgo corriendo porque ya estoy atrasada para mi encuentro con camaradas de la vieja guardia trotskista mexicana. Por el camino encuentro muchos otros grupos parecidos al “prepa 9”, son estudiantes de la ciudad y de otras vecinas, todos con cordones. Las referencia a América Latina aparecen en todos los grupos: “¿Por qué, por qué, por qué me asesina si soy la esperanza de América Latina?” Encuentro al grupo que me aguardaba, allí también estaban maoístas y dirigentes sindicales. Muchas banderas rojas, carros de las centrales sindicales y una música que conozco y de la que gusto hace mucho tiempo: “Hasta siempre (comandante Che Guevara)”.
Me dirijo al Zócalo, lugar de salida de la manifestación. Muchos contingentes por el camino, yendo y viniendo. La organización del acto cuenta con un pequeño carro de sonido así como varios otros por el centro, lo que genera mucha dispersión. En ese camino hasta el Zócalo encuentro los primeros cordones que no son estudiantiles, son principalmente de profesores pero también de profesionales de la salud, con sus guardapolvos, u otros trabajadores que terminan su jornada y van para la Marcha. Algunas banderas de todos los colores son levantadas en busca de miembros dispersos de los grupos. La confusión y el número de personas aumentan ahora, varios cantos se mezclan, varias orientaciones divergen. Un cartel, sin embargo, toma cuenta de la Marcha. Es el “¡Fuera Peña!”, al lado de una inmensa fotografía del presidente.
En la preparación para la salida, la orientación más atendida es la de los padres de los normalistas. Antes, sin embargo, un canto de esperanza que todos siguen con mucha fuerza: “¡Ahora, ahora, se hace indispensable, aparición con vida y castigo a los culpables!” Sigo más rápido que la Marcha, yendo de nuevo a encontrarme con los “compas”. En el camino, más contingentes y una música que, de nuevo, conozco y me gusta. Esperé a llegar más cerca para reconocerla, era tocada por un señor de edad bastante avanzada, pero firme en el soplo del saxofón: La Internacional.
Llego otra vez al encuentro de mis camaradas. Por allí hay una disputa de carteles; todos quieren el “¡Fuera Peña!”, ya no hay otros. La Marcha comienza y nuestro ‘bloque’ decide esperar que ella pase, entonces, yo decido grabar. Ahora sí es posible ver la magnitud: grabé 10, 20, 30, 40, 50 minutos y la Marcha continuaba pasando; mi batería acabó.
Desde la salida del metro, por varias veces, estuve muy emocionada. Nada fue más fuerte, sin embargo, que ver un niño –de 4 o 5 años como mucho– llamando al coro a seguirlo: “¡Vivos se los llevaron”, gritó lo más fuerte que pudo, y la multitud atrás respondió: “¡Vivos los queremos!”. Un sentimiento colectivo transbordaba desde todos los grupos, viejos y jóvenes, ‘estamos haciendo algo muy importante, no vamos a dejar la lucha’. La seriedad en los muchos jóvenes y la esperanza en los muchos viejos se dejaba ver. Las mujeres, de voces más altas y fuertes –verdaderos megáfonos–, cantaban la mayoría de las consignas. Junto con los temas educacionales y América Latina (¡ese sentimiento que, lamentablemente, tenemos poco como conciencia colectiva!), ‘Renuncia/Fuera Peña Nieto!’ fue ganando espacio y tomando cuenta de cada grupo.
Ya era de noche; casi cuatro horas después del inicio, la Marcha sigue por la Avenida de la Reforma. En el camino, todos los monumentos públicos (son varios) y paradas de ómnibus o propagandas en general tienen la marca de las marchas anteriores: son grafitis, pintadas, murales y carteles sobre Ayotzinapa (siempre con el número 43 destacado), los presos políticos y “Fuera Peña”. Son marcas que probablemente no estarían allí si no fuese este el momento político del país. ¿Quién se atrevería a sacarlas?
Finalmente estamos llegando a nuestro destino, el “Ángel de la Independencia”. No obstante, para nuestro grupo no es posible llegar más cerca que a 1 km de distancia; las personas adelante son muchas. Miro un cartel próximo, con una frase ya muy conocida por mí pero que ahora gana un nuevo e inmenso significado: “Quisieron enterrarnos pero no sabían que éramos semilla”. Un día inolvidable para mí, una nueva demostración de fuerza del pueblo mexicano.
Traducción: Natalia Estrada.