Afganistán | ¿Cuáles son los criterios para analizar la guerra?
La derrota de EEUU y la toma del poder por el Talibán generaron un debate en la izquierda internacional. ¿Su significado es positivo o negativo para los trabajadores y las masas del mundo?
Por Alejandro Iturbe
Existe todo un sector de la izquierda que toma como elemento central de ´su definición el carácter ideológico y político del Talibán. A partir de allí, saca la conclusión que, dado que es el Talibán el que gana la guerra y toma el poder, el significado de lo ocurrido es negativo. En un marco de diálogo con este sector, comenzaremos expresando que tenemos muy claro el carácter ideológico y político del Talibán, desde el propio inicio de la guerra (2001), lo definíamos como una organización de programa burgués, “profundamente reaccionaria e incluso con muchos rasgos fascistas”[1].
Sin embargo, no es correcto considerar ese como el único elemento de la realidad porque lleva a conclusiones equivocadas. Para nosotros, para responder esta pregunta es necesario partir de considerar el carácter de esta guerra. Para hacer esa caracterización, vamos a utilizar los criterios que fueron elaborados por el marxismo sobre este punto. La referencia más clara en este sentido es el trabajo El socialismo y la guerra (1915), escrito por Lenin con el objetivo de orientar al partido bolchevique ruso y el ala revolucionaria de la II Internacional frente a la Primera Guerra Mundial[2].
En ese trabajo, Lenin reivindica el concepto elaborado por el general prusiano Carl von Clausewitz, en 1832: «La guerra es la prolongación de la política por otros medios»[3]. Es decir, para caracterizar cualquier guerra y fijar una posición frente a ella, los marxistas debemos primero estudiar y comprender el carácter político de tal guerra.
Lenin caracterizó correctamente que la Primera Guerra Mundial era esencialmente una guerra interimperialista y en ella los socialistas “no tenían patria”. A partir de allí, realizó una crítica feroz a los principales partidos de la II Internacional (el alemán y el francés) que apoyaban a sus respectivas burguesías. Para él, la única línea posible frente a este tipo de guerra era el derrotismo revolucionario (“la derrota del propio imperialismo es el mal menor”) y orientó al partido bolchevique a “transformar la guerra interimperialista en guerra revolucionaria de clases”, algo que se concretó en la Revolución de Octubre (1917).
Al mismo tiempo, analizó que hay otro tipo de guerras, a las que llamaba necesarias y justas: “La historia ha conocido muchas guerras que, pese a los horrores, las ferocidades, las calamidades y los sufrimientos que toda guerra acarrea inevitablemente, fueron progresistas, es decir, útiles para el progreso de la humanidad…”.
Dentro de este último tipo de guerra, definía una en especial: “Los socialistas admitían y siguen admitiendo el carácter legítimo, progresista y justo de la ‘defensa de la patria’ o de una guerra ‘defensiva’. Si, por ejemplo, mañana Marruecos declarase la guerra a Francia; la India a Inglaterra; Persia o China a Rusia, etcétera, esas guerras serían guerras ‘justas’, ‘defensivas’, independientemente de quien atacara primero, y todo socialista simpatizaría con la victoria de los Estados oprimidos, dependientes, menoscabados en sus derechos, sobre las ‘grandes’ potencias opresoras, esclavistas y expoliadoras”. Es decir, para Lenin, la posición frente a la guerra y su resultado no dependía del tipo de dirección que tuviera la lucha antiimperialista en el país oprimido sino del carácter de los países en conflicto. En este caso, los socialistas “debían defender la patria” del país oprimido y ubicarse en su campo militar.
Este posicionamiento de Lenin obedecía a razones muy profundas: a partir del inicio de lo que él llamó la “época imperialista”, el principal enemigo a combatir y derrotar en el mundo por parte de los trabajadores y las masas era precisamente el imperialismo (o si se prefiere, las burguesías imperialistas de un pequeño puñado de países). Ese era, para él, el parámetro central y un hilo conductor para la revolución socialista: “Los socialistas no pueden alcanzar su elevado objetivo sin luchar contra toda opresión de las naciones”.
Trotsky y una hipotética guerra entre Inglaterra y Brasil
Ese criterio de Lenin frente a este tipo de guerras (nuestro apoyo al país oprimido no depende del carácter de la dirección de ese campo militar) surge de modo implícito de su trabajo. Un par de décadas más tarde, Trotsky lo formularía de modo explícito en una entrevista que mantuvo con el dirigente obrero argentino Mateo Fossa, en 1938, en México[4]. En ella, en la perspectiva de la Segunda Guerra Mundial que se aproximaba, él considera la hipótesis de una guerra entre Inglaterra y Brasil.
“Tomemos el ejemplo más simple y obvio. En Brasil reina actualmente un régimen semifascista al que cualquier revolucionario solo puede considerar con odio. Supongamos, empero, que el día de mañana Inglaterra entra en un conflicto militar con Brasil. ¿De qué lado se ubicará la clase obrera en este conflicto? En este caso, yo personalmente estaría junto al Brasil “fascista” contra la “democrática” Gran Bretaña. ¿Por qué? Porque no se trataría de un conflicto entre la democracia y el fascismo. Si Inglaterra ganara, pondría a otro fascista en Río de Janeiro y ataría al Brasil con dobles cadenas. Si por el contrario saliera triunfante Brasil, la conciencia nacional y democrática de este país cobraría un poderoso impulso que llevaría al derrocamiento de la dictadura de [Getúlio] Vargas. Al mismo tiempo, la derrota de Inglaterra asestaría un buen golpe al imperialismo británico y daría un impulso al movimiento revolucionario del proletariado inglés. Realmente, hay que ser muy cabeza hueca para reducir los antagonismos y conflictos militares mundiales a la lucha entre fascismo y democracia. ¡Hay que saber descubrir a todos los explotadores, esclavistas y ladrones bajo las máscaras con que se ocultan! En todos los países latinoamericanos los problemas de la revolución están íntimamente ligados a la lucha antiimperialista”.
Décadas más tarde, esta “hipótesis de conflicto” se hizo realidad, aunque en un contexto mundial diferente, durante la guerra de Malvinas entre Inglaterra y Argentina (1982). En este último país, existía una sangrienta dictadura militar proimperialista que había secuestrado y asesinado a miles de luchadores obreros y populares. Esta dictadura, entonces presidida por el general Leopoldo Galtieri, invadió y recuperó las Islas Malvinas, una vieja aspiración nacional ya que estas islas estaban en poder de Inglaterra desde 1833. Excede el objetivo de este artículo analizar cómo se originó esa guerra y su desarrollo. Quién tenga interés, puede ver varios artículos publicados en este sitio[5].
Lo que sí queremos señalar es que la posición a adoptar frente a esa guerra dividió profundamente a la izquierda argentina y de otras partes del mundo. De modo vergonzoso, un sector apostó al triunfo de Inglaterra; otro tuvo una política centrista de “Ni Inglaterra ni dictadura argentina”. La organización morenista argentina de aquellos años, el PST (Partido Socialista de los Trabajadores), y la recién fundada LIT-CI, no tuvieron dudas en seguir las enseñanzas de Lenin y Trotsky.
A pesar de que el PST estaba bajo la más dura clandestinidad, combatía heroicamente contra la dictadura y había tenido más de 100 muertos por la represión, ocupó su lugar en el campo militar antiimperialista y, junto con la gran mayoría del pueblo argentino, jugó todas sus fuerzas por el triunfo en esa guerra. Cabe agregar que, después de la derrota argentina, estuvo en las calles del país impulsando las movilizaciones que derribaron la dictadura.
Un debate que se reitera
Este debate que se da ahora sobre el carácter progresivo o reaccionario del triunfo del Talibán, en realidad reitera el que se dio en la izquierda mundial a inicios de la guerra (2001). Del lado del imperialismo estadounidense, el gobierno del republicano George Bush hijo aprovechó el efecto político que produjeron los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de setiembre, para lanzar la “guerra contra el terror”, dirigida a lo que llamó “el eje del mal” (entre otros, los gobiernos de Afganistán, Irak, Siria, Corea del Norte e Irán). La invasión a Afganistán y el derrocamiento del régimen del Talibán fue el primer episodio de esa guerra.
En el caso de Afganistán, habíamos caracterizado el régimen del Talibán como una “dictadura teocrática”, con leyes basadas en una interpretación extrema e intolerante de la sharia islámica. Estas leyes son duramente opresivas-represivas, especialmente contra las mujeres y los homosexuales, y contra diversas minorías étnicas, religiosas y lingüísticas. Era precisamente el carácter de este régimen lo que llevaba a muchos a dudar sobre apoyar la guerra “defensiva” que se inició contra el invasor y que el Talibán encabezaba.
Es en este marco que, para expresar la posición de la LIT-CI, se publicó el artículo “¿Qué guerra es esta?” de Martín Hernández[6]. En ese artículo, se toman los criterios de Lenin y Trotsky para analizar el carácter de la guerra y la posición que debían adoptar los revolucionarios frente a ella. Ante la pregunta ¿de qué lado deben estar los socialistas?, el artículo responde:
“Si dejamos de lado lo que dicen ambos lados; ‘defendemos la libertad’ (Bush) o ‘guerra a los infieles’ (Talibán), el perfil de esta guerra nos aparece [de modo] casi caricaturesco. De un lado, los EEUU respaldados por todas las potencias militares del mundo. Del otro, un país con un atraso milenario… dirigido por una corriente (el Talibán) que, después de haber sido formada por la CIA hoy se niega a aceptar las órdenes del imperialismo. Si hacemos este ejercicio… nos estaremos encontrando con el más típico conflicto de nuestra época: una guerra por la conquista de una nueva colonia en una región estratégica del planeta”.
El artículo señala que la discusión sobre las “nuevas colonias” no era anacrónica, ya que las tendencias más profundas del imperialismo llevan a la colonización o la recolonización de los países no imperialistas. Ese era el contenido del proyecto del “Nuevo Siglo Americano” impulsado por Bush. Frente a esa ofensiva recolonizadora:
“En el actual momento, la mayoría de las burguesías de los países dependiente está tan sometida e integrada al imperialismo que no intenta la más mínima resistencia. [Sin embargo,] existen gobiernos y/o sectores burgueses que de una u otra forma, casi siempre desesperada, intentan resistir la ofensiva recolonizadora y para eso también buscan apoyarse en el movimiento de masas. Este enfrentamiento entre las masas de los países dependientes y el imperialismo, enfrentamiento del cual participan sectores burgueses de variados tipos [y muchas veces dirigen, agregaríamos] es lo que está por detrás de esta guerra”.
El artículo concluía que, cuando se trata de la lucha de un país dependiente y agredido por el imperialismo, sí “tenemos patria”, como decía Lenin. Es decir, teníamos un campo militar claro, lo que implicaba que, en la medida de nuestras posibilidades, impulsábamos esa unidad de acción militar con el Talibán.
¿Se puede hacer unidad de acción con una corriente como el Talibán?
A partir de esa orientación, se planteaba un riesgo muy concreto: “Existe la posibilidad de que el Talibán en un determinado momento persiga a los revolucionarios e intente matarlos. Ellos son una corriente profundamente reaccionaria e incluso con muchos rasgos fascistas”.
Ese riesgo, evidentemente existía. Pero esa posibilidad (el ataque de la dirección militar de una lucha progresiva a los disidentes u opositores de su propio campo militar) se presentó no solo con el Talibán sino con diversas direcciones burguesas o estalinistas.
Por ejemplo, en China, en el marco de la unidad de acción contra la invasión japonesa, las fuerzas del ejército burgués de Chiang Kai-shek atacaban, cada vez que podían, al ejército campesino comunista encabezado por Mao. En la Guerra Civil Española, en el marco de la lucha común contra Franco, los estalinistas mataron a muchos militantes del POUM, anarquistas y trotskistas. En Vietnam, en el período de resistencia contra el imperialismo japonés, los trotskistas sufrieron tanto la represión japonesa como la de la dirección estalinista. Por ejemplo, el dirigente trotskista Ta Thu Thau estuvo detenido primero en un campo de concentración japonés y luego fue asesinado por orden de Ho Chi Minh, en 1945[7].
Son apenas algunos ejemplos históricos. Es decir, desarrollamos esa unidad en la en condiciones muy difíciles, enfrentando un doble peligro: el del combate contra el enemigo imperialista o fascista, por un lado, y la posible represión de la dirección de nuestro campo militar.
Sin embargo, incluso en estas condiciones muy difíciles es imprescindible que llevemos adelante esa unidad de acción militar, por dos razones. La primera es que esas son las condiciones concretas en que se desarrolla la lucha contra el enemigo principal (el imperialismo o el fascismo). Los revolucionarios no somos “declamadores” que nos contentamos con tener una posición correcta frente a la lucha de clases: una vez que fijamos esa posición, intentamos (en la medida de nuestras posibilidades) llevarla a la práctica.
La segunda razón es que esa participación en esta acción unitaria es la única que nos da la posibilidad real de impulsar nuestro programa y disputar la dirección del proceso. Por ejemplo, Trotsky, durante la Guerra Civil Española orientaba de esta forma a los trotskistas de ese país a intervenir en el campo republicano, con una dirección de sectores burgueses que sostenía el estalinismo: “Participamos en la lucha contra Franco como los mejores soldados…”[8]. En otro artículo, agregaba: “Mientras no seamos suficientemente fuertes… combatiremos bajo su bandera [la del gobierno republicano]. Pero en todas las ocasiones manifestaremos nuestra desconfianza en él…”[9].
Es decir, en esas condiciones concretas, la táctica de unidad de acción militar es una necesidad que nos impone muchas veces la realidad para llevar adelante dos cuestiones de principios: la participación en la lucha contra el imperialismo (o el fascismo) y la presentación de nuestro programa para disputar e intentar ganar la dirección del proceso de lucha. Dicho en otras palabras, estamos en el mismo campo militar que esas direcciones burguesas o burocráticas que encabezan la lucha (en este sentido, debemos aceptar muchas veces su dirección militar) en tanto las condiciones objetivas nos lo impongan. Pero no estamos en el mismo campo político que ellas y, de modo permanente, las combatimos políticamente.
Es lo que el marxismo ha llamado táctica de unidad-enfrentamiento. Porque una parte de la táctica es la unidad en la lucha contra el imperialismo y el fascismo, pero la otra es que, en el marco de esa unidad, permanentemente combatimos políticamente contra el programa de esas direcciones, les exigimos e impulsamos las medidas que sean necesarias para ganar la lucha y, finalmente, luchamos contra el hecho que, bajo la excusa de la necesaria disciplina militar, buscan imponer esa disciplina en el terreno político e impiden (e incluso reprimen) la democracia de los trabajadores y las masas. Es decir, en este caso concreto, en el marco de la acción unitaria, nunca dejamos de denunciar el carácter del Talibán.
¿Es bueno o malo que el imperialismo haya sido derrotado?
Luego de este recorrido por los criterios que elaboró el marxismo revolucionario ante a guerras de este tipo y de recordar cómo los aplicamos frente al caso concreto de la guerra de Afganistán, volvemos a la pregunta inicial: ¿es bueno o malo que el imperialismo haya sido derrotado?
Para nosotros, por todo lo que ya hemos analizado, es muy positivo. Por dos razones, la primera es que el imperialismo sale debilitado, mucho más a la defensiva que si hubiera triunfado, con crisis y profundas contradicciones sobre cómo defender sus intereses en el mundo y llevar adelante la política de recolonización a la que nos hemos referido.
No entraremos aquí en el debate sobre si esta derrota es equivalente a la de Vietnam en la década de 1970 o es menor. Ambas fueron derrotas y tienen, en ese sentido, un impacto en la misma dirección. No casualmente, en aquella época, los analistas políticos del imperialismo acuñaron el término de “síndrome de Vietnam” para referirse al giro político que representó dejar de lado (por lo menos, por todo un período) la política agresiva e intervencionista contra los trabajadores y los pueblos, que se aplicaba desde inicios de los años 1950, y que se encubría bajo el manto de la “guerra al comunismo”.
A partir del gobierno de Jimmy Carter (1977), pasaron a aplicar la táctica que denominamos de “reacción democrática”, elaborada por su consejero de Seguridad, Zbigniew Brzezinski (de origen polaco). Él era muy consciente de las condiciones más desfavorables en el mundo después de Vietnam y que, por ello, el aspecto militar debía pasar a un segundo plano y ponerse al servicio de una nueva táctica central. Según su visión: “Vencer no significa más la capacidad de derrotar militarmente a un adversario… Sino que es la capacidad de prevalecer contra ese adversario en una paciente lucha de largo plazo”[10].
Bush, con su “guerra contra el terror” produce un giro de timón y una vuelta a la política iniciada en la década de 1950. Pero su proyecto es derrotado en Irak y en Afganistán. No casualmente, algunas décadas después, cuando ya la dinámica de esta derrota en ambas “guerras paralelas” se mostraba objetivamente inevitable, los analistas políticos comenzaron a utilizar el concepto de “síndrome de Irak”. Lo que se expresó en el giro de la política internacional aplicada por Barack Obama[11].
Incluso el propio Donald Trump, que por vocación y personalidad hubiera querido “salir atropellando”, quedó aprisionado en esa realidad. No pudo bombardear Corea del Norte y debió optar por el “camino chino” de la negociación; fracasó notoriamente en sus amenazas de invadir Venezuela y, al final de su gobierno, fue el que comenzó a impulsar la salida definitiva de los soldados estadounidenses, expresando: “Después de todos estos años, es hora de traer a nuestra gente de regreso a casa”[12]. Una política que acabaría de concretar el gobierno de Joe Biden.
La crisis derivada del síndrome de Irak-Afganistán se reaviva con la culminación de la derrota (aunque posiblemente atenuada por los años transcurridos desde que su curso ya era objetivamente inevitable). Basta ver el profundo debate que se da en los medios imperialistas y en los núcleos de inteligencia y elaboración de política como el Atlantic Council[13]. Un debate que se extiende a medios de otros países imperialistas que también sufrieron la derrota, como la BBC británica o El País de España. En esos artículos se mezclan los intentos serios de hacer un balance sobre las causas de la derrota con “pases de factura” sobre las responsabilidades[14].
El propio gobierno Biden sale debilitado aunque, como dijimos, de modo atenuado porque, en última instancia, solo “le puso la cereza al postre”. Incluso declaró “La responsabilidad es mía” sobre la vuelta del Talibán al poder, aunque defendió el retiro de las tropas[15].
Existe otro aspecto de debilitamiento del imperialismo: la desmoralización de la base de sus fuerzas armadas, en especial de aquellos soldados que creyeron realmente que luchaban por “la libertad y la democracia”. Por ejemplo, Jack Cumming (un ex integrante de las fuerzas británicas en Afganistán que perdió ambas piernas en combate) declaró, luego de conocer el final de la guerra: “Parece que perdí mis piernas por nada y que mis compañeros murieron en vano”[16]. Un sentimiento similar expresan los soldados veteranos estadounidenses. Por ejemplo, Anthony Valdez (que combatió 20 años tanto en Irak como en Afganistán) declaró: “Todo el trabajo que hemos hecho para intentar basarnos en cosas que ayuden a Afganistán a convertirse en un país mejor, sentí de alguna manera que las cosas están mal. Es perturbador… y me parte el corazón.”[17].
El impacto en el movimiento de masas
El concepto de “síndrome” (sea de Vietnam o de Irak-Afganistán) se refiere centralmente al impacto sobre el propio imperialismo de sus derrotas. Pero este aspecto siempre se combina con otro: hay un triunfo del movimiento de masas que tiene un “efecto demostración” a partir de ejemplos vivos de que, así sea a través de duras luchas, es posible derrotar a este enemigo.
Por ejemplo, tal como señala la reciente declaración de la LIT-CI, es imposible entender el gran ascenso revolucionario en el mundo árabe y musulmán a partir de 2011, sin ver que él fue, en gran medida, impulsado por la derrota que objetivamente ya sufría el imperialismo.
Retomemos entonces, la lucidez imperialista de Zbigniew Brzezinski que, en una entrevista realizada en 2014, expresó: “Vivimos un período de inestabilidad sin precedentes. Hay enormes franjas del territorio mundial dominadas por la agitación, revoluciones, rabia y pérdida de control del Estado… Es un despertar político global basado en una toma de conciencia sobre las injusticias, las desigualdades y la explotación… Los Estados Unidos aún son dominantes pero ya no son capaces de ejercer poder hegemónico… La fragilidad americana queda evidente en su incapacidad de dar estabilidad a la política dinámica e imprevisible de Medio Oriente…”[18].
Es cierto que, desde entonces, ha “corrido mucha agua bajo el puente” no solo en la dinámica de los procesos de lucha en esa región sino en el conjunto del mundo. Otras luchas pasaron a estar en el centro de la escena (algunas en el corazón del propio imperialismo estadounidense, como las rebeliones antirracistas de 2020) y el imperialismo elaboró diversas respuestas frente a ellas. Sin embargo, de lo que estamos seguros es de que la consumación de su derrota en Afganistán, con todas las contradicciones y atenuaciones que pueda haber, servirá de impulso a la lucha de los trabajadores y las masas del mundo.
Nos queda un punto final que será desarrollado en otros artículos. Somos conscientes de que quien ha tomado el poder en Afganistán es el Talibán, una corriente que, como vimos, caracterizamos como “profundamente reaccionaria e incluso con muchos rasgos fascistas”, que intentará instalar una dictadura teocrática al servicio de consolidarse como la dirección burguesa de un país capitalista[19]. Por lo tanto, es casi seguro que intentará detener allí la lucha contra el imperialismo.
Por ambos factores, aquella táctica de unidad de acción militar con el Talibán (la unidad-enfrentamiento que hemos analizado) acabó en el momento en que derrotó al imperialismo y tomó el poder. Por un lado, tal como dice expresamente la reciente declaración de la LIT-CI: “creemos que la tarea que ahora se presenta para las masas afganas (en especial para las mujeres y las minorías oprimidas) es la lucha contra esa dictadura”[20]. Por eso, apoyamos y defendemos las incipientes movilizaciones de mujeres en defensa de sus derechos, que ha comenzado a producirse en Kabul[21]. Por otro lado, le exigimos al Talibán que continúe y vaya a fondo en su lucha contra el imperialismo, que, como toda la experiencia histórica lo demuestra (incluso la del propio Talibán), si queda limitada a un solo país (más aún del tipo de Afganistán) está condenada a la derrota o a la capitulación al imperialismo de las direcciones que la “encerraron” en las fronteras nacionales.
Notas:
[1] Ver revista Marxismo Vivo n.o 4, San Pablo, Brasil, diciembre de 2001.
[2] https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/1915sogu.htm
[3] Véase Carl von Clausewitz, Sobre la guerra, t. I, art. I, cap. I, sec. XXIV.
[4] Ver, entre otras versiones: https://elporteno.cl/leon-trotsky-la-lucha-antiimperialista-es-la-clave-de-la-liberacion-una-entrevista-con-mateo-fossa/
[5] Entre otros: https://litci.org/es/36-anos-del-inicio-la-guerra-malvinas/
[6] Ver revista Marxismo Vivo no 4, San Pablo, Brasil, diciembre de 2001.
[7] Ver https://litci.org/pt/teoria/ta-thu-thau-lider-trotskista-vietnamita/
[8] TROTSKY, León. “La lucha contra el derrotismo en España”, Escritos, 14/9/1937
[9] TROTSKY, León. La revolución española, T. II, p. 104
[10] Sobre este tema, ver: https://litci.org/es/la-reaccion-democratica-del-sindrome-de-vietnam-al-sindrome-de-irak/
[11] Sobre la situación existente ya en 2009, recomendamos leer los artículos de Bernardo Cerdeira en el dossier “Medio Oriente. Un nuevo e inmenso Vietnam para el imperialismo”. Publicados en la revista Marxismo Vivo n.o 22 (diciembre de 2009).
[12] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-57762858
[13] Ver el dossier publicado por la página https://www.atlanticcouncil.org/blogs/new-atlanticist/experts-react-the-taliban-has-taken-kabul-now-what/
[14] Ver, por ejemplo, las críticas del ex primer ministro británico Tony Blair en https://www.abc.es/internacional/abci-blair-critica-imbecil-decision-biden-haber-retirado-tropas-afganistan-202108221309_noticia.html y el artículo de El País en https://elpais.com/internacional/2021-08-22/las-criticas-por-la-gestion-de-la-retirada-de-afganistan-acorralan-al-presidente-biden.html
[15] https://apnews.com/article/c8d5cc134a308057d6e50e068285f811
[16] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-58264699
[17] https://www.wtvm.com/2021/08/25/military-matters-veterans-upset-about-afghanistan-aftermath-getting-help-with-coffee-camaraderie/
[18] Revista Época, edición 863, 15 de diciembre de 2014 (original en portugués, traducción nuestra).
[19] Sobre este tema, ver, por ejemplo, el artículo https://www.terra.com.br/noticias/mundo/riqueza-mineral-do-afeganistao-pode-dar-ao-taleba-trilhoes-de-dolares-da-luta-contra-o-aquecimento-global,7339136a427860eb3d935496f8cd74f0jnvhlz47.html
[20] https://litci.org/es/66669-2/
[21] https://www.abc.es/internacional/abci-mujeres-afganas-salen-calles-kabul-y-protestan-publicamente-derechos-202108181108_noticia.html?fbclid=IwAR11ui1x6w4-jpZS8P6Xx9oGlSDHJTdmNHoDx40uKvfvdiEhsCxm4P8mcIc