Sáb Sep 07, 2024
7 septiembre, 2024

12 de enero: 14 años del terremoto que desvató Haití

Hoy se cumplen 14 años de una de las mayores tragedias de la historia latinoamericana: el terremoto en Haití, que mató a unas 300.000 personas y dejó a otros dos millones sin hogar. No fue una simple catástrofe de la naturaleza. El terremoto golpeó a un país devastado por el capitalismo, con casas que no eran aptas para habitar y eran menos resistentes a los terremotos. En la escala de Richter, el terremoto de Haití tuvo una puntuación de 7,3. Un terremoto similar, de magnitud 7,6 en la misma escala, azotó Japón hace menos de quince días y mató a unas 300 personas.


El gobierno haitiano, así como la Minustah (la fuerza de la ONU que ocupó Haití comandada por tropas brasileñas) no hicieron nada para ayudar al pueblo, dedicándose a proteger sus propios cuarteles.
En este día doloroso para la historia haitiana y latinoamericana, publicamos el informe de uno de nuestros activistas que se encontraba en Haití en el momento del terremoto. El texto fue escrito en 2020 y permanece vigente.

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12 de enero. Hoy se cumplen 10 años del terremoto que devastó Haití. Diez años atrás, con un grupo de estudiantes, una fotógrafa y un profesor, nos encontrábamos en Puerto Príncipe cuando vinieron los 35 segundos más devastadores de la historia de ese país. De esos 35 segundos resultó una de las más grandes tragedias sociales del mundo fruto de un desastre natural.

Por Otavio Calegari, militante MIT Chile

En lo personal, la experiencia me cambió completamente la forma de ver la vida y el mundo. También de entender cómo el imperialismo y el colonialismo generan las condiciones más bárbaras para una parte importante de los habitantes del planeta. El 12 de enero de 2010 también vi como un pueblo históricamente masacrado y saqueado pudo mostrar una energía y solidaridad impresionantes para sobrevivir.

Yo nunca había sentido un terremoto. Cuando, años después, me vine a vivir a Chile, me acostumbré a los temblores. Pero en ese momento, 10 años atrás, nunca había sentido el poder de la naturaleza con tanta fuerza. 

En los minutos anteriores al terremoto, yo estaba en el centro de Puerto Príncipe con dos compañeros brasileños y dos jóvenes haitianos que nos llevaban a una de las Facultades de la Universidad del Estado para hacer una entrevista con un profesor – Jean Anil Juste. En el camino hacia la Facultad dónde haríamos la entrevista, nuestro auto tuvo que desviarse, pues había barricadas en una de las calles cercanas. Después sabríamos que las barricadas eran una protesta de estudiantes por la muerte de un profesor de la misma facultad. El profesor era Jean Anil Juste, el mismo que íbamos a entrevistar. Jean era un fuerte crítico a la Misión de “Paz” de la ONU (Minustah) y del trabajo de las ONGs en el país. Fue cruelmente asesinado en frente a la Facultad por dos tipos que lo dispararon de una motocicleta.

Las barricadas nos hicieron desviar el camino. Eran las 16h30, más o menos. Escuchábamos un rap haitiano que se quedó para siempre en mi memoria – Pou kont mwen, del grupo Fantom. Bajamos del tap-tap que nos llevaba, una especie de micro haitiana de muchos colores que es utilizada como transporte público en el país, y empezamos a escuchar un fuerte ruido que no sabíamos de dónde venia. El ruido llegó antes, cómo un fuerte estallido de un rayo que había tocado el suelo. Pero venía de abajo, no de arriba. El temblor llegó segundos después. El primero fue fuerte y duró unos pocos segundos. El segundo fue devastador. Duró 35 segundos. No sabíamos qué estaba pasando. Estábamos en frente al Champ de Mars, la plaza principal de Puerto Príncipe. Veíamos como la plaza, los postes y los edificios se movían. La gente peleaba para mantenerse de pie. Cerca de nosotros los vidrios de un museo explotaron. Me acuerdo como si lo estuviera sintiendo nuevamente. Fueron 35 segundos. Después nos dimos cuenta de que había sido un terremoto – pero no teníamos idea de lo que había pasado alrededor. Los haitianos y haitianas levantaban las manos para el cielo y gritaban “Jesus, jesus” “Bon dieu, bon dieu”. Empezamos a grabar, con una cámara, y a caminar. Dejamos de grabar cuando vimos la primera persona muerta, un hombre que había quedado solamente con la cabeza y los brazos a vista. Arriba de él, un edificio completo había desmoronado. En ese momento, nos dimos cuenta que algo serio había pasado.

Discutimos qué hacer y decidimos ir a la librería donde supuestamente estaría el resto de nuestro grupo, los otros 6 brasileños. Pedimos a los chicos haitianos que nos llevaran. La librería estaba a unos 20 minutos caminando. En el camino, vimos la total destrucción de la capital haitiana. La gran mayoría de los edificios y casas habían caído. Había personas heridas, quemadas, muertas. Cuando llegamos a la librería, para nuestro asombro, la librería había caído. Entramos a los escombros y empezamos a gritar por nuestros compañeros. Nada, sólo destrucción. Ninguna voz, ningún ruido. Un señor se nos acercó y nos preguntó: “ustedes están buscando a los blancos? Ellos salieron hace poco de la librería… estaban afuera cuando vino el terremoto. Y después se fueron por allá” y nos apuntó una calle.

Seguimos por esa calle. Cuando seguíamos, mucha gente venía de vuelta, corriendo. Una gasolinera había explotado y muchas personas caminaban con el cuerpo totalmente quemado en nuestra dirección. Una enorme ola de humo subía desde la gasolinera. Tomamos otro camino.

Por fin, caminamos hasta la casa dónde estábamos alojados. Llegamos, la casa tenía muchas fisuras, pero estaba de pie. Nuestros amigos estaban vivos, todos estaban bien. Por suerte, tuvimos acceso a internet en algunas horas y pudimos hablar con nuestros familiares y amigos. Las noticias ya corrían el mundo por los canales de televisión. Ellas llegaron antes que nuestras llamadas a nuestros familiares, que pasaron horas de agonía, sin saber si estábamos vivos o muertos. Calculase que 70% de Puerto Príncipe fue destruida. La Catedral, el Palacio Presidencial, los principales hoteles y edificios. Todo, en 35 segundos, vino abajo. Hubo entre 200 y 250 mil muertos, nadie sabe hasta hoy las verdaderas cifras. Más de 1 millón de personas perdieron sus casas.

El país, en ese entonces, estaba bajo ocupación militar de la ONU. Solo en Puerto Príncipe había más de 1000 militares brasileños. La ONU también perdió a muchos miembros, incluso algunos de los jefes de la misión. Uno o dos días después del terremoto, escribí un texto en nuestro blog: Haití, estamos abandonados. En él, denunciaba la total parálisis de los militares en prestar ayuda al pueblo. Los militares de la ONU fueron a rescatar a los suyos, a las personas “importantes” que estaban alojadas en los cuarteles y principales hoteles de la ciudad. Como siempre, los haitianos y haitianas trabajadores se quedaron en último lugar. Arriesgo decir que miles de personas murieron bajo los escombros por falta de rescate. De los militares no se hubiera podido esperar otra cosa. Nunca habían ayudado al pueblo haitiano, no sería este el momento de hacerlo.

Los Estados Unidos rápidamente reaccionaron y ocuparon, con miles de marines, el Aeropuerto de Puerto Príncipe y la ciudad. No para ayudar. La ocuparon para reprimir una posible rebelión que podría venirse con la tragedia. Nada más estúpido. Los haitianos y haitianas estaban preocupados en salvar a sus familiares y amigos y a mantener a los canales de alimentación y transporte para que la gente siguiera viva.

Nosotros dejamos Puerto Príncipe 4 días después. No vale la pena contar todo lo que vimos, es demasiado doloroso.

Hoy se cumplen 10 años del terremoto. Son 16 años desde que la Minustah entró a Haití – tropas norteamericanas, chilenas, brasileñas, canadienses, bolivianas y de otros países. La Minustah, si bien fue totalmente controlada por el imperialismo norteamericano, fue llevada a cabo por gobiernos de derecha, como Piñera, y también de “izquierda”, cómo Lula, Evo Morales, Bachelet. Esa ocupación, sin embargo, fue prácticamente olvidada por la izquierda latinoamericana que hoy defiende a esos personajes. Haití a ellos nunca les importó. Al final, Haití nunca le importó a nadie. El pueblo negro que fue el segundo de América en conquistar su independencia, que derrotó a las tropas francesas lideradas por el yerno de Napoleón Bonaparte, que recibió a Simón Bolívar y le apoyó para conquistar la liberación de la Gran Colombia de la mano de los españoles… el pueblo que fue un ejemplo para la liberación de toda Latinoamérica y África. Ese pueblo a nadie nunca le importó. Son negros, son pobres. Tenemos que ayudarlos, necesitan ayuda. Este es el discurso que nos enseñaron.

La tragedia haitiana de 2010 no fue un desastre natural. Fue un desastre social. Haití fue un país conscientemente atacado y destruido por más de 2 siglos, desde su liberación. Primero, por Francia, después, por Estados Unidos. El imperialismo nunca perdonó la primera revolución negra de América. El campo haitiano, en las últimas 5 décadas, fue completamente arrasado por Estados Unidos. De un país autosuficiente en arroz en la década de 1970, pasó a depender casi que totalmente del arroz importado de Estados Unidos. A través de la USAID, la ayuda humanitaria de Estados Unidos inundó, en las últimas décadas, el país con arroz norteamericano y quebró a la mayor parte de los campesinos haitianos. Este es solamente un ejemplo de cómo se logró, conscientemente, la destrucción casi completa del campo haitiano, hay muchos otros. El plan norteamericano, por lo menos desde los años 1970, fue transformar Haití en un pequeño México, dónde podrían producir distintos tipos de productos (principalmente textiles) con una mano de obra muy barata y exportarlos para Estados Unidos y otros países. Para crear esa clase obrera empobrecida y casi esclava de Estados Unidos, destruyeron el campo para que los campesinos se fueran a las ciudades. Lograron destruir el campo, pero nunca lograron controlar el país, que se transformó en una colonia totalmente rebelde gracias a la insistencia del pueblo haitiano en luchar por una vida digna.

El material de las casas en Haití es muy deficiente. La principal fábrica de cemento fue privatizada en los años 1990 y después cerrada. A ninguna gran constructora le interesa construir casas modernas para pobres, menos aún con tecnología anti sísmica.

El terremoto de 2010 fue el golpe devastador a una nación completamente saqueada por la voracidad del capital internacional. Si en la época colonial los europeos iban a África en búsqueda de esclavos, hoy el capital internacional va a Haití y a África en búsqueda de un proletariado obligado a trabajar por los peores sueldos y con las peores condiciones de trabajo. Black lives don’t matter, vidas negras no importan, cómo dice el movimiento de los negros en Estados Unidos.

Después del terremoto, la prensa internacional hizo un espectáculo. Desde la cobertura inmediata hasta los meses siguientes. Todos los países y grandes personalidades prometieron donar plata para la reconstrucción de Haití. La mayor parte de los 12 mil millones de dólares prometidos nunca llegó. De lo que llegó, casi nada pasó por manos del Estado Haitiano o de organizaciones de trabajadores o campesinos. Lo que no pasó por la ONU o Bancos extranjeros, pasó por la mano de las ONGs, que prácticamente colonizaron el país. Las ONGs son un cáncer en todos los países pobres. Existen para mantener estos países en la miseria. Save the Children, Médicos sin fronteras, Viva Rio y muchas otras. Sus agentes viven como reyes, tienen acceso a camionetas, internet, agua potable, electricidad – lo que la mayoría de los trabajadores no tienen. Van a los malls, nadan en la prostitución. Pagan sueldos miserables a los trabajadores que emplean. Y, más que eso, no solucionan ninguno de los problemas que supuestamente deberían solucionar. Si solucionaran algún problema, tendrían que irse. Y si tienen que irse, dejan de recibir el dinero que les entra por donaciones. Por eso, a las ONGs no les interesa solucionar los problemas. Les interesa reproducirlos, para que ellas puedan seguir existiendo y lucrando con la miseria ajena. Son “los señores de la pobreza”, como decía Graham Hancock en su libro Lords of Poverty, sobre la famosa “ayuda internacional”.

Algunos meses después del terremoto, otra tragedia. Un brote de cólera, una enfermedad que había sido prácticamente eliminada del país hacía décadas. Centenas de miles de contaminados, más de 8000 muertos en los años siguientes. La difusión del cólera empezó por la utilización del agua del Rio Artibonite. En poco tiempo se comprobó que la bacteria que contaminó el río provino de las heces de las tropas nepalesas de la Minustah. Innumerables protestas se desataron por el país y fueron duramente reprimidas por la ONU, con el saldo de algunos muertos.

Hoy Haití vive nuevamente una enorme ola de protestas. La Minustah, hace algunos años, fue remplazada por nuevas misiones, con nuevos nombres. El país ya no se encuentra ocupado por militares extranjeros, pero la ONU mantiene especialistas y asesores extranjeros encargados de asesorar a la Policía Nacional Haitiana y a otras instituciones estatales. La posibilidad de una nueva ocupación militar en los próximos meses o años, sin embargo, no es una fantasía. La policía haitiana, entrenada  por militares extranjeros, no tiene condiciones de controlar la creciente ola de protestas.

Fueron más de 13 años de Minustah y otros 2 años más de otras misiones. Militares de muchos países pasaron por Haití. Ninguno de los problemas del país fue solucionado. Ni antes, ni después del terremoto. Haití sigue siendo prácticamente una colonia norteamericana. Hace pocos días se hizo público que muchos militares extranjeros dejaron mujeres haitianas embarazadas. Eso no es una novedad, todos ya sabíamos, pero la ONU no lo reconocía. Desafortunadamente, muchas mujeres tuvieron o tendrán hijos fruto de las violaciones de la ONU. Tampoco esta es una práctica nueva en las ocupaciones militares de la ONU. Y las denuncias casi nunca son investigadas y los responsables raramente son castigados. La ONU es una institución hipócrita y asesina.

En las últimas décadas, el pueblo haitiano ha demostrado una enorme capacidad reinventarse y luchar. Obligados por las necesidades, han buscado mejores condiciones de vida en varios otros países del mundo, pero no han sido bien recibidos. El racismo es una marca del capitalismo. Sin embargo, siguen luchando y mostrando al mundo cómo resistir.

El 12 de enero de 2010 cambió la vida de millones de haitianos y haitianas, que perdieron sus casas, familiares, amigos o tuvieron que salir del país. Son 10 años de la tragedia. Son 10 años de aprendizaje con ese pueblo maravilloso y valiente. A mis muchos amigos y amigas de Haití, les mando un fuerte y fraterno abrazo en esta fecha.

El capitalismo nos lleva a la barbarie, pero con la fuerza del pueblo haitiano aprenderemos cómo liberarnos y construir una sociedad nueva, más humana, dónde los seres humanos no exploten y masacren unos a los otros, dónde la riqueza producida sea repartida, dónde haya condiciones de vida digna a todas las personas. Haitianos y haitianas, chilenos y chilenas, franceses y francesas en las calles hoy muestran que esa nueva sociedad es posible.

¡Profesor Jean Anil Luis-Juste, presente!

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