Moreno: La lucha por un marxismo vivo y enraizado en la clase trabajadora
Por: Jerónimo Castro
El 21 de abril, Hugo Bressano Capacete, más conocido como Nahuel Moreno, hubiera cumplido 100 años. Dirigente marxista y revolucionario histórico, de origen argentino, Moreno se vinculó muy joven al movimiento trotskista, dando un perfil propio a la batalla por la reconstrucción de la Cuarta Internacional, tarea a la que se dedicó hasta el último día de su vida, el 25 de enero de 1987.
A medida que su influencia crecía, y luego de su ingreso a la Cuarta Internacional (incluso antes de la ruptura de esta en los años cincuenta), su importancia trascendería la Argentina, convirtiéndose en fundamental para la organización de decenas de grupos y partidos, principalmente en Sudamérica, pero no sólo en nuestra región, dado que, en diversos momentos, influyó organizaciones en Italia, España, Portugal e Inglaterra.
Impulsor del trotskismo en el Brasil y de la formación del PT
Para Brasil y para la historia de nuestra organización, Moreno fue determinante. Al darse cuenta de que la dictadura militar brasileña estaba en crisis y que varios sectores comenzaban a enfrentarla, Moreno pasó a acompañar el desarrollo de la vanguardia que iba surgiendo y se involucró en la discusión sobre el rumbo de la organización brasileña.
En aquella época (finales de los años 1970), nuestra corriente apostaba a la fundación de una organización socialista amplia, dentro de la cual seríamos una tendencia. Esta fue la primera hipótesis sobre el formato de la agrupación que pasó a denominarse “Convergencia Socialista”.
En este proceso, Moreno vino (clandestinamente) a visitar Brasil, para acompañar mejor la discusión y terminó siendo arrestado junto con otros dirigentes brasileños, lo que desencadenó una campaña mundial de solidaridad, por su liberación y con la exigencia de que no fuese deportado a la Argentina, donde, en manos de la dictadura de ese país, su muerte sería segura.
Aun así, Moreno fue fundamental para indicar que lo que se estaba gestando al interior de la vanguardia no iba en dirección a la formación de un Partido Socialista, sino sí, hacia un Partido de los Trabajadores. Una caracterización que ayudó a nuestra corriente a ajustar su política e intervenir a fondo en la construcción del PT.
En ese proceso, Moreno también fue fundamental al señalar que el centro de las actividades de nuestro grupo debía ser la vanguardia sindical y el nuevo activismo que allí estaba surgiendo, lo que nos permitió transformarnos en la organización trotskista con mayor influencia en la clase trabajadora y en la clase obrera, en nuestro país y, probablemente, en el mundo.
Movimiento obrero: una búsqueda permanente para vincularse a la clase obrera
Moreno tomó contacto con el trotskismo en 1939, cuando era estudiante de secundaria. Participó de lo que él mismo llamaría “trotskismo bohemio argentino” y, en esa época, tuvo contacto con los principales dirigentes trotskistas del país.
Después de esta experiencia, que duró hasta 1942/1943, Moreno rompió con este tipo de trotskismo y se volcó hacia el movimiento obrero, creando un pequeño grupo que se fue a vivir a “Villa Pobladora”, un barrio obrero, con el objetivo de construir una corriente trotskista enraizada en la clase obrera.
Años más tarde, esta orientación sería definida como nuestra “desviación-virtud”, una orientación que, con trazos de “obrerismo”, fue un acierto que colocó a nuestra corriente todavía embrionaria dentro de la disputa por dialogar, influir y dirigir una parte (minoritaria, pero importante…) del proletariado industrial.
Esta característica se convertiría una marca indeleble de la existencia del “Morenismo”, que cantaba y canta con orgullo: “somos los troskos del movimiento obrero” .
Praxis: un marxismo al servicio de su actualización permanente
Moreno siempre tuvo una actitud abierta ante los nuevos acontecimientos del mundo. Ejemplo de ello es su explicación profundamente dialéctica sobre los Estados obreros surgidos a partir de 1948, con la expropiación de las burguesías de Europa del Este, considerándolos una enorme conquista de la humanidad, pero que, desde sus orígenes, estaban deformados por el estalinismo.
Esta actitud también estuvo presente en cada nuevo acontecimiento de la lucha de clases durante un período en el que el proceso de descolonización de los países periféricos de África, de Asia y de las América se combinó muchas veces con la expropiación de sus burguesías nacionales y, también, de las burguesías imperialistas coloniales. Revoluciones que, escapando de un esquema pseudomarxista, fueron dirigidas por grupos pequeñoburgueses o partidos-ejército, con base social campesina.
Moreno, en lugar de negar esa realidad, buscó entenderla e incorporarla a sus elaboraciones. Independientemente del grado de acierto o de error de sus explicaciones (o incluso de las parcialidades, que él mismo reconocía), al observar nuevos acontecimientos buscaba lo que había de “nuevo” en ellos.
A modo de ejemplo, basta mencionar que al ver la Revolución China en curso, Moreno llegó a la conclusión de que la teoría militar de Mao Zedong era una contribución al marxismo revolucionario. Una conclusión que, sin embargo, no debería eximirnos de la lucha estratégica contra el maoísmo, en tanto variación del estalinismo.
Esa postura abierta de Moreno se expresó en su relación con el historiador y escritor argentino Milcíades Peña, quien preparó un bellísimo curso para nuestra corriente, con el nombre “Notas de Iniciación Marxista”.
En él, en un pasaje brillante y esclarecedor, podemos leer: El único creador que el marxismo reconoce es el hombre [léase, ser humano], quien con su obra crea un mundo nuevo y modifica la naturaleza y a sí mismo. El marxismo rechaza el concepto de Dios y de cualquier fuerza extrahumana o sobrehumana, situada por encima del hombre y que domina al hombre, ya sea que se llame Dios, Historia, Destino o Espíritu Santo”.
Legado: Moreno y su contribución al marxismo
Moreno también jugó un papel importante en la lucha por la correcta comprensión del “Programa de Transición” y contra el ultraizquierdismo y el oportunismo.
En una serie de documentos elaborados entre 1973 y 1974, para el IX Congreso del Secretariado Unificado (SU), y que luego fueron publicados en un libro que sería conocido como “El Partido y la Revolución” (o, incluso, el “Morenazo”), Nahuel criticó las desviaciones ultraizquierdistas del trotskista belga Ernest Mandel, entonces uno de los principales dirigentes del SU, y su capitulación al “guevarismo” en años anteriores.
Para ello, Moreno discutió cómo elaborar las consignas, la política y el programa de una organización revolucionaria, partiendo del análisis de la realidad, tomando en cuenta el nivel de conciencia de las masas y colocando sus necesidades en el centro de nuestros análisis, políticas y programas.
La lucha por un marxismo proletario
En los años 1980, en otra polémica, esta vez con el francés Pierre Lambert, dirigente de la Organización Comunista Internacionalista (OCI), Moreno retomó y sintetizó la experiencia marxista con los gobiernos de colaboración de clase –más específicamente con los llamados “frentes populares”–.
En los libros y discursos producidos durante este período, frente a la capitulación oportunista de Lambert y su corriente al gobierno de Mitterrand, Moreno hizo una síntesis magistral de la experiencia acumulada por el marxismo revolucionario, más específicamente por Trotsky, en los años treinta.
Estos debates, fundamentales, se sumaron, como señalamos anteriormente, a su esfuerzo permanente por construir una organización que no sólo expresase una ideología proletaria, sino que tuviese una composición proletaria, desde la base hasta la dirección.
Lo fundamental, la relación con los cuadros y formación de equipos
Moreno fue parte central de los cuadros trotskistas de la posguerra, junto con los estadounidenses James Cannon y Joseph Hansen, además de los ya mencionados Mandel y Lambert, habiendo participado en la fundación de decenas de organizaciones en la Argentina y en el mundo, relacionándose con o influyendo a miles de cuadros.
Pese a ello, Moreno tenía una opinión bastante modesta sobre sí mismo. A modo de broma, decía que el mejor curso que podía ofrecer el partido sería “La historia de nuestros errores”. Afirmaba, además, que había dado una serie de opiniones erróneas sobre diversos temas, recordando siempre que su propio trotskismo era un “trotskismo bárbaro”, reconociendo siempre su propia ignorancia y sus limitaciones.
Coherente con esta postura, en varios de sus discursos y trabajos se puede constatar que, para él, lo más importante, lo fundamental, son los equipos, los grupos que se forman para, juntos, superar los problemas existentes. Por eso, en “Conversaciones con Moreno” (libro que contiene una larga entrevista, realizada en los años 1980), dice que muchas veces ejerció la verdad en abstracto, ganando las discusiones, pero perdiendo los equipos. Algo que lo lastimaba mucho.
Una vida dedicada a la revolución socialista e internacional
Escribir un artículo sobre el centenario de Nahuel Moreno es un desafío. Con casi 50 años de militancia, habiendo participado activamente de grandes acontecimientos, sería posible escribir un libro sobre el asunto. Por lo tanto, a la hora de escribir, hay que elegir. Y, como suele decirse, “toda elección es una renuncia”.
Por eso, dejamos afuera aspectos importantes, tanto de la biografía como de la obra de Moreno. Pero queremos resaltar, en esencia, que Moreno fue un militante trotskista y un internacionalista convencido, que dedicó su vida a la construcción de organizaciones trotskistas y de una Internacional, interviniendo personalmente, o a través de sus textos, en los principales acontecimientos de la lucha de clases mundial.
Como insistimos, también damos mucho valor al hecho de que su trotskismo era el obrero. Desde temprana edad orientó su militancia y su atención a la clase trabajadora, en general, y al proletariado industrial, en particular.
Ese apego a la clase obrera, fruto de una profunda comprensión del marxismo, dio su propio rostro a la corriente “morenista”. Algo que se puede comprobar hasta hoy, por ejemplo, en el hecho de que el PSTU es la organización trotskista con más arraigo en la clase obrera.
De la misma manera que valoramos mucho el hecho de que Moreno haya tenido una visión abierta del marxismo, siempre consciente de que la interpretación de los nuevos fenómenos de la lucha de clases exige nuevas elaboraciones, siempre apoyadas en el pasado y en los principios, pero también incorporando nuevos conocimientos al marxismo.
Por último, consideramos un legado fundamental su convicción de que en el centro de todo están los equipos, los grupos humanos con los que trabajamos, la dialéctica entre el mantenimiento de estos grupos, su fortalecimiento y las discusiones necesarias para que crezcan, acierten, etc. Este es uno de los grandes desafíos que él enfrentó y que nosotros, todavía, enfrentamos.
Sepa más
Nahuel Moreno es autor de una vasta obra. Recomendamos, aquí, algunos de estos libros.
“El Partido y la Revolución” (el “Morenazo” ): polémica con Mandel y el SU, en función de sus desvíos ultraizquierdistas y su capitulación al “guevarismo”;
“Los gobiernos de Frente Popular en la Historia”: libro que retoma la larga discusión dentro del marxismo revolucionario y su relación con los gobiernos de conciliación de clases, en una polémica con Pierre Lambert sobre el carácter del gobierno de François Mitterrand (iniciado en Francia, en 1981).
“Revolución y contrarrevolución en Portugal”: obra en la que Moreno analiza la Revolución Portuguesa, que celebrará su 50 aniversario el 25 de abril próximo, discutiendo las principales fuerzas políticas involucradas en el proceso y las tareas que se planteaban.
Artículo publicado en www.opiniaosocialista.com.br, 17/4/2024.-
Traducción: Natalia Estrada.