Vie Jul 26, 2024
26 julio, 2024

Moreno: Dictadura del Proletariado y Marxismo

Reproducimos a continuación la introducción a la edición brasileña de La Dictadura Revolucionaria del Proletariado (2007), de Nahuel Moreno

Por João Ricardo Soares

Hugo Bressano, o Nahuel Moreno, fundador de la Liga Internacional de los Trabajadores – IV Internacional, fue uno de los principales dirigentes del movimiento trotskista de posguerra, hasta su muerte en enero de 1987.

Con toda una vida dedicada a la lucha por el socialismo, Moreno es autor de una rica producción teórica y política, dispersa en libros, artículos y documentos. Quizás, entre sus obras, la más controvertida sea La dictadura revolucionaria del proletariado.

Su objetivo fue cuestionar el texto “Democracia socialista y dictadura del proletariado”, escrito por Mandel para el XI Congreso del Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional.

El debate comienza cuando Mandel considera el eurocomunismo[1] como un fenómeno transitorio, pero de carácter indefinido[2].

La tesis fundamental defendida por Mandel, al polemizar con los eurocomunistas –al definir que estos establecían un signo igual entre la Dictadura del Proletariado y régimen dictatorial– argumenta que el verdadero régimen de la Dictadura del Proletariado practica libertades políticas ilimitadas. Y todas las medidas excepcionales estarán contenidas dentro del marco jurídico del nuevo régimen[3].

Así, el foco central de la polémica gira en torno a un eje: habiéndose convertido en la clase que ostenta el poder del Estado, ¿cuál es el enemigo más importante que sigue enfrentando? ¿Y cuál es la relación entre democracia y libertades que establece el nuevo Estado?

Nuestro objetivo en esta introducción no es anticipar los argumentos de Moreno, sólo nos corresponde en esta parte de la introducción resaltar la observación del autor en la segunda edición de su obra, que alertaba contra interpretaciones unilaterales de su trabajo.

“Hay una contradicción en este libro, pero una contradicción inevitable para todo revolucionario marxista, entre norma y las necesidades apremiantes de la lucha de clases en los momentos más álgidos, las guerras o revoluciones. Esto nos obliga a intentar lograr un equilibrio dinámico, difícil de conseguir, entre la realidad de la lucha revolucionaria y nuestras normas programáticas, que tiende a la libertad más absoluta para todos los hombres de la tierra”.

Pero esta forma relativa entre estrategia (libertad absoluta) y realidad inmediata (existencia de la contrarrevolución imperialista) tiene un punto de referencia absoluto:

… [El] libro intenta mostrar que, aunque tenemos que aplicar las normas programáticas, la ley absoluta es la de la lucha de clases. Estamos a favor de que las masas revolucionarias hagan lo que quieran, tomando las iniciativas que les parezcan adecuadas. Este es el principio absoluto de toda nuestra acción política. Que las masas se movilicen y en esa movilización hagan lo que democráticamente decidan. Esta es nuestra norma fundamental.

Así, la autodeterminación de las masas en lucha es el hilo conductor de toda la obra. Esto no cesa con la conquista del poder nacional, al contrario, adquiere una dimensión superior, en la medida en que los enemigos actuarán de todas las formas para destruir el nuevo Estado. Para enfrentar el nuevo desafío, la lucha contra el imperialismo, esta acción consciente de las masas y de su Estado, sólo puede llevarse a cabo asumiendo el principio de la democracia obrera. Es, por lo tanto, la condición necesaria para que la acción consciente de clase se convierta en una acción revolucionaria dirigida al objetivo más amplio de abrir el camino para la nueva sociedad.

Esta democracia de clase es el principio que ordena, pero no debe confundirse con el grado de libertades que la sociedad como un todo puede disfrutar en esta etapa, estas libertades estarán condicionadas a la realidad bajo la cual el nuevo poder estatal lucha por mantenerse. Nuestra estrategia, o norma programática, como la define Moreno, es la más absoluta libertad para todos los hombres de la tierra, pero esta norma debe encontrar un equilibrio dinámico con la realidad, la existencia del imperialismo, que, según Moreno, hace que toda la dinámica de la revolución mundial haya cambiado, ya que la derrota de una burguesía o de un sistema capitalista nacional, con toda su importancia, no significa su derrota en nivel mundial. Y en este sentido, la tarea histórica de derrotar al imperialismo es en última instancia la tarea principal de la Dictadura Revolucionaria del Proletariado, para que la norma se imponga sobre la realidad presente. Este tema nos retrotrae a un debate de fundamental importancia hoy, el tema de la transición al socialismo.

El siglo XX vio la expropiación de la burguesía en un tercio de la humanidad, en el siglo XXI vemos que el capitalismo ha sido restaurado en todos los ex Estados obreros.

En este sentido, las conclusiones teóricas sobre el significado del estalinismo y de la restauración del capitalismo colocaron al marxismo ante nuevos desafíos teóricos. Pero si el debate con Mandel tenía la necesidad de abordar temas teóricos/políticos y programáticos, dentro del marxismo, la reedición de esta obra corresponde a otras necesidades.

El fin de los Estados obreros burocratizados, mal llamados de “socialismo real”, generó una amplia corriente de opinión que pasó a negar la teoría/programa de la necesidad del proletariado de pasar por la fase de ejercicio del poder del Estado, para construir una sociedad de transición hacia el socialismo.

El llamado “paradigma del Estado”, tal como lo define Holloway, uno de los principales representantes de esta corriente, niega, entonces, la necesidad de que “la revolución significa tomar el poder…”[4].

En el otro extremo, y abandonando la necesidad de la acción revolucionaria, están los partidos comunistas y los movimientos guerrilleros de América Latina. La gran mayoría siguió el rumbo tomado por los eurocomunistas de finales de los años 1970, pasándose con las “maletas y bagajes” a la defensa del orden burgués, convirtiéndose en organizaciones de carácter parlamentario[5].

Aunque situadas en extremos opuestos, en un polo la negación de la lucha política y en el otro la transformación de la lucha política en mera acción parlamentaria, ambas posiciones niegan la posibilidad de superación del capitalismo. Pero la negación de la lucha por el poder no fue acompañada de una crítica seria al tema de las sociedades de transición en la época del imperialismo.

En Moreno podemos encontrar una contribución fundamental sobre este tema, que puede sintetizarse en el hecho de que la realización de las tareas fundamentales del socialismo no encuentran solución dentro de las fronteras nacionales.

Y en este sentido, las tareas de la Dictadura Revolucionaria del Proletariado toman forma a partir de su contenido fundamental, la movilización permanente de las masas para la destrucción del principal obstáculo que tiene la humanidad: el imperialismo. Sólo después de su destrucción podremos hablar de transición al socialismo.

Y en este contexto, el balance de los llamados “acontecimientos del Este” afectó también profundamente al movimiento trotskista internacional.

Las conclusiones fundamentales del movimiento trotskista sobre el significado del estalinismo, el carácter de la burocracia, la mecánica del proceso de restauración del capitalismo, fueron fundamentales para comprender el lugar que ocupa la Dictadura del Proletariado en el programa del marxismo revolucionario. Y en ese contexto continuó el debate con el Secretariado Unificado, pero en otra esfera.

“De un arañón al peligro de gangrena”

Los debates del XX Congreso del PCF, realizado en febrero de 1976, culminaron con la eliminación de la Dictadura del Proletariado del programa de este partido. En ese momento, el entonces secretario general, George Marchais, declaró: “Estamos en 1976. (…) Actualmente la palabra ‘dictadura’ no corresponde a lo que deseamos. Tiene un significado insoportable, contrario a nuestras aspiraciones”[6]. Varios años después de la declaración de Marchais, escuchamos en 2003 que:

La dictadura del proletariado está hoy tan marcada por una tal significación histórica, marcada por el rechazo de las formas de democracia política, que nos es imposible presentar nuestras concepciones de poder de los trabajadores o de la democracia socialista con el régimen de dictadura del proletariado. Sin mencionar que después de toda la experiencia histórica del siglo XX, la palabra “dictadura”, con o sin adjetivos, fue aborrecida. En primer lugar, por nosotros mismos[7].

La similitud en el contenido de las dos declaraciones no nos parecería extraña, si no fuera por los orígenes tan dispares de sus protagonistas. Pasados los años, quien da la razón a Marchais es François Ollivier, dirigente de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) de Francia, principal sección del Secretariado Unificado.

Según Ollivier, estaríamos ante un debate sobre el significado de una palabra, no podríamos expresar el proyecto de poder del proletariado a partir de este término. Pero, en realidad, nuestra discusión con el SU no es filológica sino programática. Y esta se inicia a partir de la confusión deliberada, de la amalgama, hecha por Oliver entre Estado y Régimen.

Todo marxista reconoce que todo el Estado es una dictadura de clase. En otra esfera, que no es más que la forma de gobierno, está el régimen, o la articulación de las instituciones que gobiernan.

Ollivier se refiere a un “régimen de dictadura del proletariado”, algo completamente ajeno a la tradición teórica del trotskismo, que conoció en Rusia dos regímenes distintos y opuestos, la Democracia Obrera y el régimen de la burocracia estalinista, que fue un régimen dictatorial contra el proletariado[8].

Pero esta confusión deliberada, que también fue realizada deliberadamente por los eurocomunistas, tenía un objetivo político preciso: fue un cambio de amo, la dictadura de la burocracia en los Estados obreros por la dictadura de la burguesía de los países imperialistas.

Veamos cómo Ollivier continúa con su justificación “teórica”: “… ¿Nuestro proyecto? El socialismo autogestionario, la democracia sin límites, el poder de los trabajadores y de las trabajadoras, de la inmensa mayoría de la población contra la dictadura de los accionistas”[9].

Dejando de lado la aberración contenida en la relación entre socialismo autogestionario y poder de los trabajadores, por ser proyectos que se autoexcluyen, el eclecticismo contenido en la relación entre poder y democracia sin límites, esto efectivamente va más allá de todos los límites.

Como Ollivier excluye la dictadura del proletariado de su proyecto, suponemos entonces que este poder de los trabajadores decrete el control obrero de las grandes fábricas, y la dictadura de los accionistas, que suponemos sea la burguesía, declare la guerra civil. ¿Cómo enfrentaría Ollivier esta acción?, ¿con la democracia ilimitada?

Moreno afirmaba que existía una antinomia entre el tipo de Estado que Mandel reivindicaba, la Dictadura del Proletariado, y el nivel de libertades, a toda la sociedad, que el régimen puede ofrecer, lo cual depende de la vida real.

Ahora Ollivier habla de democracia sin límites para negar un determinado tipo de Estado, la Dictadura del Proletariado. Esta negación, según Ollivier, sería una actualización del marxismo; en nuestra opinión, es una ruptura con el marxismo.

Dictadura del Proletariado y Marxismo

La identificación del partido con la teoría es el resultado de su comprobación por los acontecimientos[10]. En este sentido, la teoría sobre la transición al socialismo, dentro del marxismo, se enriqueció sobre la base de la experiencia histórica. Marx, Lenin, Trotsky, respondiendo a diferentes necesidades impuestas por la lucha entre las clases, representaron distintos momentos en la elaboración de lo que llamaremos Teoría de la Transición.

La perspectiva de conquista del poder político por el proletariado, en Marx y Engels, se concentraba en Inglaterra, donde el pleno desarrollo de las relaciones capitalistas desarrolló las condiciones necesarias para la socialización de la gran propiedad industrial[11].

La forma estatal que debería adquirir el proceso de transición al socialismo, la Dictadura del Proletariado, se encuentra, hasta donde conocemos, en diferentes momentos en la obra de Marx y Engels. En Marx aparece por primera vez en La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850, escrito en 1850; aparece más tarde en la Carta a Weydemeyer del 5 de marzo de 1852 y vuelve en la Crítica al Programa de Gotha, en 1875.

En las obras de Engels, aparece en dos ocasiones: en la Introducción de 1891 a la obra de Marx La guerra civil en Francia y en la Crítica al programa de Erfurt, de 1891.

Dentro del marxismo se sostuvieron muchos debates sobre la importancia de la definición estratégica de la Dictadura del Proletariado. Nos parece que el propio Marx intenta demostrar que el tema del poder del Estado no era un elemento menor dentro de la lucha por una sociedad socialista:

“Por lo que a mí respecta, no tengo el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad contemporánea ni de haber descubierto la lucha de estas clases entre sí. Los historiadores burgueses expusieron, mucho antes que yo, el desarrollo de esta lucha de clases, y los economistas burgueses la anatomía económica de las clases. Lo que hice de nuevo consiste en demostrar lo siguiente: 1º) que la existencia de las clases sólo está ligada a ciertas batallas históricas relacionadas con el desarrollo de la producción; 2º) que la lucha entre clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado; 3º) que esta dictadura en sí misma es sólo la transición hacia la supresión de todas las clases y la formación de una sociedad sin clases”[12] (destacado nuestro).

Así, Marx se refiere a la Dictadura del Proletariado como una condición necesaria para la construcción de un período transitorio. En cuanto al lugar que ocupa este tema en la estrategia de lucha por la sociedad socialista, nos parece que las palabras del autor son suficientes para indicar que no se trata de un tema menor.

El marxismo, como una totalidad abierta, tiene como fundamento primero y último la incorporación de la experiencia, de la realidad viva en que se desarrolla la lucha entre las clases. Y este fue el camino de Marx y Engels. Al escribir el Manifiesto Comunista, definieron la lucha por el poder como el control del aparato estatal existente, y sólo después de la Comuna de París llegaron a una elaboración más precisa del concepto de poder (con la destrucción de la maquinaria estatal burguesa) y del contenido de la transición[13].

Las revoluciones del siglo XX enriquecieron el marxismo en lo que respecta a la relación entre Dictadura del Proletariado y la transición al socialismo. Correspondió a Lenin, a partir de la victoria de la revolución en un país industrialmente atrasado, fundamentar las premisas del marxismo sobre el tema. Pero no podría haber realizado esta tarea sin una intensa lucha teórica para rescatar la concepción marxista del Estado y el lugar que ocupaba la Dictadura del Proletariado en el programa.

Entre la socialdemocracia de la Segunda Internacional, la obra de Bernstein, Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia (1899), es la primera revisión en profundidad del marxismo. Su tesis fundamental es que la democracia [burguesa] es la gran ley del proceso histórico general[14]. Definía que la democracia es, al mismo tiempo, medio y fin. Es el medio de la lucha por el socialismo y es la forma de la realización del socialismo. Por eso defendía una política de reformas dentro del capitalismo y la estrategia de la mayoría parlamentaria de la socialdemocracia como medio para alcanzar el control del Estado, o incluso compartirlo con los sectores burgueses.

Kautsky, principal teórico de la Internacional, contesta esta revisión del marxismo en Bernstein y del programa de la socialdemocracia, defendiendo la necesidad de la revolución y de la abolición de la propiedad privada; al mismo tiempo, afirma que el partido del proletariado no se limita a las reformas democrático-sociales, sino que debe tornarse el partido de la revolución social, y, acto seguido, defiende contra la coalición de la socialdemocracia con partidos burgueses[15].

Sin embargo, Lenin destaca que en este debate Kautsky esconde un tema central que separa al marxismo del oportunismo en las tareas de la revolución proletaria: ¿qué hacer con la máquina del Estado burgués?

Para Lenin, la principal conclusión del marxismo, a la que llegó luego de la experiencia de la Comuna de París, era el hecho de que toda máquina del Estado burgués debería ser demolida. Que el proletariado no podría apoderarse del Estado creado a imagen y semejanza de la burguesía[16].

Pero con respecto a este tema y más específicamente a la forma estatal del poder obrero, Kautsky afirmaba que ese era un tema que con tranquilidad podría dejar para el futuro. Lenin observa que Kautsky no hace una polémica contra Bernstein, sino una concesión a Bernstein, una capitulación frente al oportunismo[17].

Esta concesión teórica dejará importantes consecuencias. En su obra más importante antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, El camino al poder (1909)[18], Kautsky define que la tensión entre el proletariado y la burguesía en Alemania abría la etapa de la revolución socialista; la carrera para el dominio de las colonias, la fase imperialista del capital, abría dos alternativas: la consolidación de la política imperialista del Estado alemán o el socialismo.

Y que al proletariado restaba adquirir fuerza suficiente para determinar la política del Estado. Esta frase concentraba entonces, para el autor, las tareas del proletariado en la presente revolución.

El debate llega a un punto crítico cuando el ala izquierda del partido socialdemócrata alemán, en las figuras de Rosa Luxemburgo y Pannekoek, cuestiona la estrategia de Kautsky para el período abierto, a lo que Kautsky responde:

“El objetivo de nuestra lucha política sigue siendo el que siempre ha sido hasta ahora: la conquista del poder estatal a través de la conquista de la mayoría en el parlamento y elevación del parlamento a señor del gobierno. No, ciertamente, la destrucción del poder estatal”[19].

En la ocasión en que Lenin afirma que Kautsky rompe con el marxismo, podría parecer una sutileza de carácter teórico, anclada en el tema de la destrucción de la máquina estatal burguesa. Porque, en aquel momento, Kautsky se había opuesto a la guerra imperialista y en 1917, junto con Bernstein, rompe con la mayoría del SPD y es uno de los principales dirigentes del Partido Socialdemócrata Independiente (USPD).

En este momento, Kautsky mantiene la definición de la abertura de un nuevo período histórico y la necesidad de la revolución y del fin de la propiedad privada, y su formulación del poder se basaba en la conquista de la mayoría del parlamento, o del aparato estatal burgués.

La identificación que hizo Lenin de la actitud del proletariado hacia el Estado burgués, la necesidad de destruirlo y en su lugar erigir un nuevo Estado, lejos de ser un capricho teórico, se demostró fundamental.

Después de octubre de 1917, la cuestión de la Dictadura del Proletariado asume particular importancia, no sólo desde el punto de vista teórico, sino de la política práctica.

Y ahí es donde Kautsky se convertirá en el principal portavoz de la lucha contra el gobierno de los soviets. Dos de sus obras están consagradas a la polémica con los bolcheviques, La dictadura del proletariado (1918) y Terrorismo y comunismo (1919).

Coherente con sus posiciones anteriores, la crítica de Kautsky al gobierno de lo soviets se centra en la sustitución de la máquina estatal burguesa por los soviets como la institución fundamental del nuevo Estado.

En su formulación, las instituciones de la democracia burguesa (parlamento, etc.), definidas como instituciones de la democracia presocialista, tenían un carácter universal y no de clase.

Pero lo que llama la atención en las críticas desarrolladas por Kautsky es la eliminación del contenido de clase del Estado y su confusión con el régimen político que tuvo lugar en la Rusia revolucionaria.

En El renegado Kautsky, Lenin responderá detalladamente los argumentos que intentan descalificar al gobierno de los soviets. Para el tema que nos ocupa, nos interesa llamar la atención sobre uno de los aspectos de la crítica de Kautsky.

Al negar que la dictadura del proletariado haya sido parte de la concepción de Marx, respecto de la transformación del proletariado en clase dominante, Kautsky habla de la inconveniencia de la expresión dictadura, a lo que Lenin responde lo siguiente:

“Lo absurdo de la distinción entre ‘situación’ y ‘forma de gobierno’ salta a la vista. Hablar aquí de forma de gobierno es triplemente estúpido, porque cualquier niño sabe que monarquía y república son formas de gobierno diferentes. Es necesario demostrarle al señor Kautsky que ambas formas de gobierno, como todas las ‘formas de gobierno’ transitorias bajo el capitalismo, no son más que variaciones del Estado burgués, es decir, dictadura de la burguesía[20] (subrayado en el original).

Lenin busca entonces definir primero el carácter de clase de las categorías en discusión. Lo que nos llama la atención es que Ollivier, dirigente de la LCR, dice que: Es imposible presentar nuestras concepciones de poder (…) con el régimen de dictadura del proletariado[21]. El argumento de Lenin también podría ser útil para el dirigente del SU.

Pero no todo en el SU es confuso sobre el carácter de clase del Estado y de las dictaduras. Su sección brasileña, Democracia Socialista (DS), ocupó con uno de sus funcionarios el Ministerio de Reforma Agraria durante el gobierno de Lula y, al referirse a las ocupaciones de tierra, el entonces ministro afirmaba que:

“Es parte del ambiente democrático respetar los movimientos, las actividades sindicales, incluso sin estar de acuerdo. Es parte de la madurez democrática del país. Evidentemente, todas las acciones que sobrepasen este límite democrático serán tratadas dentro de la ley, que será cumplida integralmente”[22].

Obviamente, la dictadura de clase que representa el ministro, y de la que hace cumplir sus leyes por la violencia, no es la Dictadura del Proletariado, que les parece tan abominable, sino la dictadura de un Estado burgués contra los campesinos sin tierra.

Así, la cuestión de la dictadura del proletariado no es un problema de acepción de la palabra. Todos los que iniciaron su revisión del marxismo con este argumento siguieron un camino idéntico, como lo demuestra el ministro del la DS en el gobierno de Lula.

Trotsky afirmaba que el programa de la revolución proletaria se puede resumir en tres palabras: Dictadura del Proletariado. Por lo tanto, no se pueden quitar los cimientos de un edificio y exigir que tal construcción se mantenga sobre su eje.

Todos los que transformaron el carácter del Estado en moneda de cambio, quitándole su contenido de clase, acabaron por servir a un determinado Estado, el burgués, y, por lo tanto, a una dictadura determinada.

Dos interpretaciones sobre la naturaleza de la burocracia

La hipótesis, considerada por Mandel[23], de que el fenómeno político del eurocomunismo podría transitar hacia posiciones revolucionarias y, en el otro vértice, la perentoria definición de Moreno, que definía el eurocomunismo como el tránsito burocrático entre satélites de Moscú a una burocracia parlamentaria, por lo tanto, un fenómeno de naturaleza burocrática que mantendría su curso reaccionario.

Estas definiciones opuestas nos remiten a una importante discusión sobre la naturaleza social de las burocracias que parasitan las instituciones de la clase obrera. Más allá de las expectativas sobre el eurocomunismo, la definición de la naturaleza social de la burocracia atravesó la historia del movimiento de masas en el último siglo: la interpretación de la naturaleza de clase del Estado soviético, y de los nuevos Estados obreros de posguerra, y las tareas que en consecuencia estarían planteadas. Y, hoy en día, la comprensión del papel que jugó esta camada social en la restauración del capitalismo.

A pesar del acuerdo más general sobre la génesis del fenómeno de la burocracia, Mandel y Moreno discrepan en un tema fundamental: cuál es la naturaleza de la burocracia y las consecuencias políticas de esta definición.

En un texto de 1967 (La burocracia[24]), Mandel observa que la política desarrollada por la burocracia debe ser comprendida a partir del uso de una categoría que, en su opinión, expresa las contradicciones de esta camada social: el centrismo burocrático.

Esta definición emana de la naturaleza social de la burocracia, su relación con la propiedad nacionalizada y, en el otro polo, el papel político que desempeña, contrarrevolucionario, respecto de la revolución mundial:

“… el centrismo burocrático se caracteriza por la síntesis permanente de estos dos factores contradictorios: la conservación del modo de producción no capitalista de los Estados obreros y la voluntad de impedir al mismo tiempo la revolución mundial”[25].

Durante el período en el que escribe este texto sobre la burocracia, Mandel trabajaba con la hipótesis de que esta contradicción podría resolverse en un sentido revolucionario. En otras palabras, dependiendo de los orígenes y circunstancias, la burocracia, como una camada social, podría seguir un curso revolucionario.

El texto en cuestión presenta a la burocracia del Estado cubano y a Fidel Castro como la séptima etapa en la toma de conciencia del movimiento obrero sobre el problema de la burocratización[26]. En los trabajos posteriores ya no se utiliza el concepto político de centrismo burocrático. Sin embargo, la teoría sobre la doble naturaleza sigue siendo el prisma fundamental de la interpretación de Mandel.

Y cuestionada la definición de la doble naturaleza, Moreno afirma:

“La burocracia obrera es agente del imperialismo dentro del movimiento obrero y, por eso, tiene fricciones con otros agentes del imperialismo, incluido el imperialismo mismo, cuando este busca destruir las instituciones obreras, cuyo control y monopolio permiten a los burócratas tener una vida privilegiada. Pero eso no significa que la burocracia tenga una doble naturaleza, sino que responde a su naturaleza de agente del imperialismo en el seno del movimiento obrero y de sus organizaciones”[27].

Así, para Moreno, la naturaleza de la burocracia soviética, y no sólo de esta, sino de la burocracia como camada social, es determinada por el hecho de que es un agente de la burguesía [imperialismo] en el interior de las instituciones de los trabajadores. De su naturaleza se desprende, por lo tanto, su carácter contrarrevolucionario y la imposibilidad de que tal sector social tome un camino revolucionario.

En respuesta al documento citado, Mandel argumenta que: Para nosotros, la doble naturaleza de la burocracia no cuestiona de ninguna manera su carácter globalmente contrarrevolucionario[28]. Este aparente acuerdo sobre el carácter, y la persistencia frente a la naturaleza social, será tan sólo un acuerdo aparente. Aún sobre la naturaleza social, Mandel polemiza: (…) Es imposible presentar a la burocracia como un agente puro y simple del imperialismo en el seno del Estado obrero degenerado. Y añade:

“¿Desde cuándo, para un marxista, la política sería algo distinto de la expresión de los intereses materiales de una camada social determinada? Si la burocracia tiene, entre otras cosas, la ‘función política’ de defender la propiedad colectiva, base de sus privilegios de casta, ¿cómo puede ser un simple agente del imperialismo?[29] (subrayado nuestro).

Para Moreno, la defensa de la propiedad estatal no confiere a la burocracia un doble carácter. Este es sólo uno de los aspectos a tener en cuenta, sin embargo, otro aspecto le parece fundamental: el hecho de que la burocracia no sea parte estructural de la clase obrera, le otorga otra ubicación social.

El hecho de que los miembros de una determinada burocracia tengan un determinado origen en la clase obrera y cumplan una determinada función social (en este caso, administrar un aparato sindical o una institución estatal) no les otorga una ubicación social como parte de la clase obrera.

Así, al no ser estructuralmente parte de la clase obrera, la burocracia se situaría entre las “modernas clases medias”, por la función que desempeña en la administración estatal.

La conclusión fundamental de Moreno en este terreno, que se distingue completamente de la tesis defendida por Mandel, es que estructuralmente la burocracia es parte de otra clase, y por esta definición estructural, es decir, de clase, los intereses pueden coincidir o no con los de la clase obrera. La dinámica de la lucha de clases determinará este hecho, pero estratégicamente los intereses de esta camada social nunca coincidirán con los del proletariado, dada la naturaleza de clase.

En este sentido, el papel de las burocracias en las sociedades contemporáneas debe analizarse teniendo en cuenta su origen, función y ubicación social:

No debemos confundir la naturaleza y la función social, ni creer que las contradicciones provocadas por su origen y su ubicación hagan que cambie su verdadera naturaleza. La burocracia es el agente de la contrarrevolución dentro de una institución obrera de la cual se apodera para tener una vida privilegiada, separada de la base obrera[30].

Cuando una burocracia parlamentaria toma las armas en defensa del parlamento contra el fascismo, esto no le confiere un doble carácter; cuando una burocracia sindical defiende un sindicato como institución ante un ataque de la patronal, no estamos frente a una naturaleza conflictiva. Esto puede darle un papel políticamente progresivo, en determinadas circunstancias de la lucha de clases, pero no modifica su naturaleza.

La fuente de sus privilegios, y los privilegios en sí, se confunden en la realidad, pero no son lo mismo, porque lo que determina, en última instancia, es la naturaleza de clase de esta camada social, y Moreno la ubica dentro de otra clase.

Por tanto, al ser parte de otra clase, su esencia está determinada por el hecho de que las burocracias son en verdad un agente de la burguesía, dentro de una institución de la clase obrera. Por eso, su política, aunque coincida coyunturalmente con las necesidades de las masas, no puede modificar este aspecto central.

La defensa de sus privilegios es lo que mueve a la burocracia, por eso Moreno negaba perentoriamente toda y cualquier posibilidad de que esta camada social pudiese avanzar en el sentido de la revolución:

“Por razones sociales, [las burocracias] no pueden transformarse jamás en una corriente revolucionaria que refleje los intereses de la base obrera, de los sectores más pobres y explotados. Esta imposibilidad obedece a la más elemental de las leyes marxistas: ningún sector socialmente privilegiado acepta perder sus privilegios o transformarse, en su conjunto, como sector social, en otro sector social inferior, diferente. Por el contrario, todo sector socialmente privilegiado tiende a aumentarlos”[31].

Así, la dinámica de la burocracia, como camada social, no es la de cumplir cada vez más un papel progresivo en función de la defensa de sus intereses de casta. Por el contrario, la dinámica consiste, precisamente por la defensa de los privilegios de casta, en desempeñar un papel cada vez más reaccionario. En la medida en que lucha por mantener y aumentar sus privilegios, puede darse, dependiendo de las circunstancias, incluso a expensas del organismo que parasita.

Las consecuencias de este debate teórico

Analizar las consecuencias de este debate teórico dentro del movimiento trotskista internacional abriría otro tema que no corresponde a los objetivos de esta introducción. Sin embargo, no sería exagerado afirmar que este tema determinó los destinos del movimiento trotskista internacional desde la reorganización de la Cuarta Internacional en los años cincuenta[32].

Respecto del Brasil, no sería exagerado afirmar que la trayectoria seguida por las organizaciones que reivindican el trotskismo[33], a principios de los años 1980 tiene como uno de sus centros de gravedad la caracterización de la corriente sindical dirigida por Lula, y que más tarde fue también la corriente hegemónica en el interior del PT.

Ni la Democracia Socialista ni la Organización Socialista Internacionalista pudieron distinguir el papel político progresivo que jugó la burocracia sindical lulista a principios de los años 1980, del carácter de esta corriente que seguía siendo una burocracia sindical.

Basándose en una apreciación teórica equivocada, no pudieron identificar el hecho de que los intereses de esta corriente burocrática sólo coincidieron con los intereses de las masas en un determinado momento histórico, cuando dieron un paso hacia la construcción de un Partido obrero de masas[34]. Pero será la caracterización social de la burocracia, y por lo tanto su naturaleza de clase, la única manera de comprender correctamente el sentido y la dirección de los fenómenos políticos.

La transformación de los burócratas de los partidos comunistas europeos, de satélites de Moscú a burócratas del Estado burgués; el salto de la corriente dirigida por Lula, de burócratas sindicales a una burocracia parlamentaria y luego a administradores del Estado burgués, nos parece que confirman el marco teórico en el que Moreno explica la burocracia y su esencia. Estructuralmente son parte de la clase media, administradores de los intereses de la burguesía, por lo que, como todo sector socialmente privilegiado, siempre estarán buscando aumentarlos.

La interpretación de todos los fenómenos políticos para el marxismo, aunque no sea el reflejo directo de la estructura, tiene como centro de gravedad la naturaleza de clase de estos. Moreno afirmaba en su crítica a Mandel que su teoría para explicar la burocracia acababa por negar el carácter de clase de los fenómenos políticos. (cf. Tesis para la actualización…)

Nos parece una crítica injusta en la medida en que Moreno sitúa a la burocracia como parte de las clases medias; Mandel sigue viéndola como parte de la clase obrera[35], es decir, ambos ubican la burocracia como expresión política de distintas clases.

Esta diferencia determinará dos posiciones completamente diferentes sobre la cuestión de la restauración del capitalismo en la ex URSS.

Burocracia y restauración del capitalismo

El tema de la restauración del capitalismo en la ex URSS no es el objeto central de la polémica de La Dictadura Revolucionaria del Proletariado, sino que se aborda al final del capítulo II, como parte de una discusión sobre cuál sería el vehículo de la contrarrevolución imperialista en los Estados obreros.

En la medida en que la resolución del SU niega que exista peligro de restauración en los Estados obreros, mientras la burocracia siga al frente de ellos, Moreno, afirmando lo contrario, inicia un debate fundamental sobre quién sería el agente social de una posible restauración del capitalismo en la ex URSS y cómo esta sucedería, es decir, su mecánica.

Por razones expuestas anteriormente, para Mandel, sería directamente imposible que la burocracia se convirtiese en ejecutora de la propiedad nacionalizada. La coherencia de su posición puede identificarse en un trabajo publicado once años después de la polémica que nos ocupa:

“Creer que Gorbachov o el ala ‘liberal’ de la burocracia en su conjunto quiere o quería restaurar el capitalismo es estar completamente equivocado acerca de la naturaleza, las bases y la amplitud de sus privilegios y de su poder[36] (destacado nuestro).

Esta definición perentoria hecha por Mandel en 1989 es completamente coherente con su apreciación teórica de la naturaleza de la burocracia. Si esta es determinada por la relación directa entre privilegios y defensa de la propiedad nacionalizada, la burocracia bajo ninguna hipótesis atacaría los fundamentos del Estado obrero: Es suponer que esta casta fuese capaz de hacerse el hara kiri[37].

Moreno afirmará exactamente lo opuesto. En un escrito de 1978, sostiene que el agente de la restauración capitalistano será la vieja burguesía, sino la gran mayoría de los tecnócratas, la burocracia, la aristocracia obrera y koljosiana (DRP, subrayado nuestro). Y anticipándose a la forma en que la burocracia atacará la propiedad nacionalizada, argumenta:

“Estos sectores aspirantes a burgueses muy probablemente defenderán que las fábricas dejen de ser del ‘Estado totalitario y pasen a manos de los obreros’ como propiedad de cooperativas de trabajadores” (DRP).

En junio de 1987, el pleno del PCUS aprueba una resolución: Fundamentos de la Reestructuración Radical de la Administración económica, más tarde conocida como Perestroika. A pesar de los juramentos y declaraciones en defensa del socialismo, de Gorbachov[38] como máximo representante de la burocracia, un breve análisis de las resoluciones aprobadas en junio de 1987 basta para establecer de dónde surgieron las principales medidas contra la propiedad nacionalizada:

a) el fin del monopolio del comercio exterior y la posibilidad de relaciones directas entre las empresas estatales y las corporaciones. Para que no haya dudas, la resolución abolía el Ministerio de Comercio Exterior;

b) Fin del sistema de planificación central de la economía;

c) El proyecto de reestructuración se basa en 3 fases: extensión de la experiencia económica de autonomía de las empresas en gran escala; responsabilidad económica plena; y cambios estructurales para alcanzar el “socialismo de mercado” hasta 1995.

El hecho de que no haya existido un proceso de privatización en masa al comienzo de la Perestroika obedecía al plan de restauración la burocracia[39]. Pero la forma de propiedad, tomada de forma aislada, nos dice poco sobre el carácter del país, ya que la burocracia destruyó, ya en 1987, los pilares fundamentales de la propiedad nacionalizada: la planificación y el monopolio del comercio exterior.

El 26 de junio, en un artículo en Pravda, Gorbachov anuncia la entrada en vigencia de la Ley de Cooperativas y defiende la introducción del trabajo privado. Un año después se aprueba la ley, y en 1989 funcionan 200.000 empresas «cooperativas» que operan en el ámbito del comercio de importación. La falta de insumos de todo tipo convirtió a estas empresas en un factor fundamental de acumulación monetaria, permitiendo, antes de las privatizaciones, la legalización del “mercado subterráneo”, y la constitución de una nueva clase de comerciantes, provenientes de la burocracia, los “nuevos ricos».

Incluso la forma en que comenzaron las privatizaciones, con la distribución de bonos de acciones a los trabajadores, incluyó una fuerte propaganda en la que se defendía que las fábricas dejen de ser del ‘Estado totalitario y que pasen a manos de los obreros’.

Luego, estos bonos de acciones en manos de los trabajadores no valían absolutamente nada, y fueron vendidos a precio de banana, concentrando la propiedad en manos de los nuevos burgueses.

Al atentar contra la propiedad estatal, ¿la burocracia habría cometido un “hara kiri” como presupone Mandel?

Si el presupuesto de Mandel fuese correcto, y la naturaleza de esta camada social estuviese determinada por la defensa de la propiedad nacionalizada, uno de los presupuestos elementales del marxismo sería equivocado: que ninguna clase o sector social renuncia a sus privilegios.

Sin embargo, la tendencia de todos los sectores sociales privilegiados, tal como define Moreno, es la lucha por incrementarlos, lo que es inadmisible para las capas privilegiadas es convertirse en otro sector social inferior. Este no fue el caso de la gran mayoría de la burocracia, que, como aspirante a burgués, tenía el objetivo convertirse en una clase.

Y este fenómeno social sólo puede entenderse si observamos que el carácter de la burocracia estaba determinado por el hecho de ser un agente del imperialismo en el interior del Estado obrero, y esta esencia se manifiesta plenamente cuando Moreno en La Dictadura Revolucionaria del Proletariado anticipa los elementos que determinaron el giro restauracionista de la burocracia: la dependencia del mercado mundial controlado por el imperialismo.

El autor desarrolla la hipótesis de que determinadas circunstancias históricas condujeron a un raquítico intercambio entre el imperialismo y los Estados obreros, y por eso: “las tendencias restauracionistas capitalistas no pudieron progresar, ya que estas no pueden ser más que un apéndice de la economía mundial”. Y agrega: “Desde hace más de diez años este proceso ha comenzado a revertirse, y el intercambio comercial y financiero ha ido aumentando. Este hecho se vio agravado por la división cada vez más profunda entre las burocracias china y soviética y el fenómeno eurocomunista”.

Esta hipótesis planteada por Moreno fue confirmada en 1990 por uno de los principales dirigentes de la Perestroika, Alexander Yakovlev, quien ascendió al Politburó del PCUS en la era Gorbachov y presidió la Comisión de Política Internacional. Al comentar los motivos que llevaron a la burocracia a las medidas restauracionistas, afirma que los elementos fundamentales fueron: “(1) la persistencia del modelo estalinista tras las críticas a Stalin; 2) determinados acontecimientos importantes en los países del Este, la reforma de la década de 1980 en China y el surgimiento del eurocomunismo;”[40]

Y añade:

“Si dejásemos que persistiesen los métodos con los que funcionaba la economía soviética (…) nuestro país se encontraría relegado a ser una potencia económica de segundo orden y, a finales del siglo, caería incluso al nivel de los países pobres del tercer mundo”.

“Contemplamos la organización de empresas mixtas, y no sólo colaborar con los países socialistas y con los países del tercer mundo, sino también con los países occidentales. Para nosotros, era la única posibilidad de que la Unión Soviética pudiese participar de la división internacional del trabajo, en los intercambios de capitales e inversiones, etc.”[41]

Esta anticipación de la mecánica de la restauración por parte de Moreno, encara los dos aspectos fundamentales del proceso, la burocracia como agente fundamental de la restauración y la manifestación de las tendencias restauracionistas, como resultado de la profundización de los lazos orgánicos con el imperialismo, vía su inserción cada vez más profunda en el mercado mundial.

Y esta anticipación sólo fue posible por la utilización de un marco teórico, que se mostró decisivo para comprender el fenómeno de la burocracia.

Una interpretación unilateral de Trotsky

El debate teórico sobre la naturaleza de la burocracia conduce a dos interpretaciones distintas sobre el carácter del Estado en la ex URSS, en el período en que la burocracia inicia su giro restauracionista.

Moreno no llegó a abordar las consecuencias de la Perestroika, su muerte prematura a principios de 1987 nos privó de esta posibilidad. Pero su pronóstico sobre el agente de la contrarrevolución burguesa en los Estados obreros concluye en las páginas del libro que ahora presentamos: “el ataque restauracionista será contra la propiedad por parte del Estado, de la industria, de la tierra y del [monopolio del] comercio exterior y del plan quinquenal” (DRP).

Así, aunque sin una conclusión categórica sobre el carácter del Estado, Moreno afirma que el ataque de la burocracia a la propiedad [nacionalizada] se originará en el Estado controlado por la burocracia.

Mandel, manteniendo el marco teórico sobre la naturaleza de la burocracia, sostiene:

Excluyamos, de entrada, que una posible restauración del capitalismo en la URSS sea algo espontáneo, o bien, una intención oculta de Gorbachov, o por el resultado acumulativo de la desnacionalización de algunos sectores de la economía, de la ampliación de los mecanismos de mercado y de la presión del mercado mundial, esto sería subestimar de manera inadmisible el papel autónomo del factor político, del Estado y de las fuerzas sociales en las contrarrevoluciones[42] (destacado nuestro).

Aunque al revés, Mandel aborda el tema central para comprender el fenómeno de la restauración: el papel autónomo que desempeña el factor político, concentrado en el Estado.

Si es cierto que la restauración no sería el resultado acumulativo de la desnacionalización de algunos sectores de la economía y de la ampliación de los mecanismos de mercado. Tampoco es cierto que las intenciones de Gorbachov estuvieran tan ocultas como señala Mandel.

Como vimos anteriormente, la presión del mercado mundial, para Mandel no convertía la burocracia en restauracionista; por su naturaleza, esta jamás podría ser un agente del imperialismo, de ahí que sus medidas fueran como máximo contradictorias (C.f. ¿Hacia dónde va la URSS de Gorbachov?, p. 18).

Y en la medida en que el factor político determina, y el Estado se mantenga controlado por la burocracia, la propiedad estatal y la naturaleza social del Estado estarían preservados. No habría restauración[43].

Más que el análisis específico del desarrollo del proceso restauracionista, queremos resaltar el aspecto teórico y metodológico que encontramos en Moreno. Siguiendo la misma metodología que Trotsky, utilizó un pronóstico alternativo, partió de otros factores determinantes:

“Trotsky siempre alertó que el desarrollo económico acelera las contradicciones existentes y hace surgir a otras nuevas, así como nuevas tendencias proburguesas, peligrosamente restauracionistas. Sólo el desarrollo de la revolución hasta la derrota del imperialismo puede evitar a largo plazo estas contradicciones. Además, todo Estado obrero que permanece aislado por mucho tiempo se burocratiza como consecuencia de estas inevitables contradicciones” (DRP).

Cuando afirmaba que la URSS era una sociedad de transición, Trotsky alertaba que esta definición no podía: “sugerir la falsa idea de que la única transición posible para el régimen soviético actual es el socialismo. De hecho, una vuelta al capitalismo es totalmente posible”[44].

Trotsky no toma el criterio de las relaciones jurídicas de propiedad como un factor inamovible para comprender el papel de la burocracia y del Estado. A la distancia de unos pocos párrafos, afirma que la burocracia “es obligada a defender la propiedad del Estado, fuente de su poder y de sus ingresos” y luego afirma que la misma burocracia: “sigue defendiendo la propiedad estatal sólo en la proporción del miedo al proletariado”[45]. Esto no tiene ninguna relación con la tesis del “doble carácter” defendida por Mandel.

Nos parece que el autor de La revolución traicionada utilizó un criterio dinámico para definir el carácter del Estado y sus relaciones con las formas de propiedad. Pero esta definición estructural del Estado hecha por Trotsky –definirlo a partir de las relaciones de propiedad y no de la clase o del sector de clase que detenta el poder político– buscaba también prever las variantes del desarrollo posterior (cf. La revolución traicionada).

La dinámica estaba relacionada con varios factores. En una escala que va de la relación de la burocracia con el desarrollo de las fuerzas productivas internas –cuanto mayor es el crecimiento económico, más privilegios y más restauracionista se convertía– y en un sentido opuesto, la incidencia de la revolución mundial que podría hacer despertar al proletariado soviético, haciendo posible una revolución política victoriosa.

En este sentido, la relación entre la definición del Estado y el carácter de la URSS, que según su caracterización aún no estaba resuelta por la historia, se expresa de forma más desarrollada cuando el autor incorpora las hipótesis de desarrollo de la realidad. En este caso, ya no son las relaciones de propiedad las que definirían el carácter del Estado:

“Las relaciones de propiedad establecidas por la revolución socialista están indisolublemente ligadas al Estado. El predominio de las tendencias socialistas sobre las pequeñoburguesas está garantizado, no por el automatismo económico –aún estamos muy lejos de eso–, sino por las medidas políticas de la dictadura. El carácter de la economía depende, pues, enteramente del carácter del Estado”[46] (destacado nuestro).

Como las medidas políticas de la dictadura son las que garantizan el carácter de la economía y, en consecuencia, el carácter del propio Estado, podemos afirmar que no se puede establecer un signo igual entre el Estado que mantiene y preserva la propiedad estatal y aquel que “busca apoyo” en nuevas relaciones de propiedad[47].

Por lo tanto, no podemos buscar la definición del carácter del Estado en las formas de propiedad capitalistas plenamente desarrolladas, sino en la acción de la burocracia y en el Estado controlado por ella, bajo las bases fundamentales de las conquistas de la revolución.

A modo de conclusión

Esta introducción no pretendía anticipar cada uno de los temas y argumentos desarrollados por Moreno en La Dictadura Revolucionaria del Proletariado. Al tomar sólo algunos de los temas, nuestro objetivo se centró en abordar el marco teórico e histórico de los temas que consideramos candentes para el momento actual; y si estos resistieron o no la prueba de los acontecimientos posteriores. Así como tiempo y valor para el marxismo están profundamente relacionados, podemos afirmar que el valor de una obra tambié


[1] Fenómeno relacionado con los partidos comunistas italiano (PCI), francés (PCF) y español (PCE), cuando estos partidos eliminaron de su programa la consigna “Dictadura del proletariado” y se comprometieron con la vía parlamentaria y pacífica hacia el socialismo.

[2] Antes de la publicación de la resolución de la mayoría, Mandel, dirigente del SU, concedió una entrevista a la revista catalana “Viejo Topo” en la que afirmaba: “El eurocomunismo es una política de transición, aunque nadie sepa para dónde ni para qué (…) puede ser una transición… hacia un reencuentro con el marxismo revolucionario, con el leninismo…” (VT, 1976, noviembre-diciembre). Esta entrevista motivó la primera respuesta de Moreno en forma de una carta titulada “Alertamos contra la capitulación al ‘eurostalinismo’”, publicada en febrero de 1977 (Boletín de Polémica Internacional, nº 9, Bogotá).

[3] C.f. The Dictatorship of the Proletariat and Socialist Democracy, Ernest Mandel Archive. [www.ernestmandel.org].

[4] HOLLOWAY, J. Cambiar el mundo sin tomar el poder, Viramundo, São Paulo, 2003. El autor utiliza algunas categorías del marxismo (alienación, fetichismo, etc.) y retoma la tesis fundamental del anarquismo: “El paradigma del Estado, es decir, la suposición de que conquistar el poder estatal es el centro para el cambio radical, dominó no sólo por la teoría, sino también por la experiencia revolucionaria durante la mayor parte del siglo XX (…) si el paradigma estatal fue el vehículo de esperanza durante gran parte del siglo, se convirtió cada vez más en el asesino de la esperanza a medida que avanzaba ese siglo. La aparente imposibilidad de la revolución a principios del siglo XXI refleja, en realidad, el fracaso histórico de un concepto particular de revolución, el concepto que identificaba la revolución con el control del Estado” (pp. 24-25), y agrega: “Este es entonces el desafío revolucionario en el comienzo del siglo XXI: cambiar el mundo sin tomar el poder” (p. 37), para concluir que: “¿Cómo se puede cambiar el mundo sin tomar el poder? La respuesta es obvia: no sabemos” (p. 40).

[5] C.f. Martín Hernández, “El vendaval oportunista recorre el mundo. Sobre los caminos de la izquierda”. En Marxismo Vivo, nº 9.

[6] MARCHAIS, G., Libérté et socialismée. L´Humanité, 8.1.1976.

[7] OLLIVIER, Françoise. Nouveaux statuts de la LCR, et la dictature du prolétariat? Rouge 2040, 20.11.2003.

[8] Cf. MORENO, Nahuel. As revoluções do século XX. Ed. Sundermann, São Paulo, 2004.

[9] Ídem.

[10] C.f. MORENO, Nahuel. O Partido e a Revolução, Ed. Sundermann, 2007.

[11] C.f. El catecismo comunista de Engels y la carta de K. Marx a Kulgmann de 1870. Para un análisis sobre la teoría de la revolución en Marx, c.f. Alain Brossard: “La ambigüedad de su posición [de Marx] como teóricos y prácticos de la revolución reside en el hecho de que tuvieron que elaborar integralmente una teoría de la revolución, al mismo tiempo que debían actuar y pronunciarse como divulgadores y dirigentes de la lucha del proletariado. De ahí resulta que se superpongan dos niveles relativamente desiguales en sus concepciones políticas; por un lado, el discurso «teórico», que los lleva a prever que Inglaterra conocería los preludios de la revolución gracias al desarrollo de sus fuerzas productivas; por el otro, un discurso «político práctico» que se nutre del desarrollo concreto de la lucha de clases, más cercana, por tanto, a la realidad, (…) que hace a Marx esperar el canto del ‘gallo francés’”. En los orígenes de la Revolución Permanente: el pensamiento político del joven Trotsky. Siglo XXI, México, 1977.

[12] Marx y Engels, Obras Escolhidas. Carta a Weydemeyer, Ed ALFA-OMEGA, São Paulo, p. 253. 

[13] C. f. Crítica al Programa de Gotha.

[14] FETSCHER, E. “Bernstein y el desvío de la ortodoxia”. En Hobsbawm et al. Historia del marxismo, vol. 2, p. 296.

[15] Kautsky, Bernstein y el programa de la socialdemocracia, 1899. SALVATORI, L.M. “Kautsky entre la ortodoxia y el revisionismo”. En Hobsbawm, Historia del marxismo, vol 2. p. 319.

[16] C. f. LENIN, V. I. El Estado y la Revolución.

[17] LENIN, O Estado e a Revolução. Ed. Instituto José Luis e Rosa Sundermann. São Paulo, 2005, p. 111.

[18] Hucitec, São Paulo, 1979.

[19] KAUTSKY, “Die neue Tatkit” In História do Marxismo. Ob. Cit.

[20] LENIN, O renegado Kautsky. Ed. Instituto José Luis e Rosa Sundermann, São Paulo. 2005.

[21] Ídem.

[22] O Estado de São Paulo, 10.04.2004.

[23] C.f. Viejo Topo, nov., 1976.

[24] MANDEL, E. A burocracia, Mimeo, 1967.

[25] Ídem.

[26] El tránsito de la burocracia a una corriente revolucionaria, según el autor, se debe al hecho de que los cubanos leyeron mucho, comprendiendo en esto lo que el movimiento trotskista escribió durante décadas sobre el problema. MANDEL, E. A burocracia, Mimeo.

[27] MORENO, N., Teses para a atualização do Programa de Transição. CS Editora, SP, 1992, p. 60.

[28] MANDEL, E. “Nossas diferenças com o Comitê Paritário…” Mimeo, p. 11.

[29] Ídem.

[30] MORENO, N. Teses para a atualização do Programa de Transição. CS Editora, São Paulo, 1992, p. 60.

[31] Ídem, p. 61.

[32] “En 1951, en plena Guerra Fría, todos los comentaristas internacionales afirmaban que un enfrentamiento armado entre Estados Unidos y la URSS era inevitable. Pablo y Mandel, siguiendo la prensa burguesa, llegaron a una conclusión desastrosa para la Cuarta Internacional: la tercera guerra mundial era inevitable. Los partidos comunistas, en su afán por defender a Rusia, adoptarían métodos violentos para enfrentar al imperialismo y tomar el poder. Lo mismo ocurriría con los movimientos nacionalistas en los países dependientes. A partir de este análisis, Pablo y Mandel propusieron el «entrismo sui generis» en los partidos comunistas y en los partidos nacionalistas burgueses, a los que habría que seguir sin críticas, hasta que se diese la toma del poder. La mayor parte del trotskismo internacional, encabezado por la mayoría de la sección francesa, se negó a implementar esta política. Nosotros, desde el POR argentino (el antiguo GOM), denunciamos que esta posición, que dejaba de considerar la burocracia estalinista como contrarrevolucionaria y abandonaba la lucha contra ella, era una revisión de puntos esenciales del programa trotskista”. Sagra, Alicia, “Un breve esbozo de la historia de LIT-CI” [www.litci.org].

[33] Convergencia Socialista, entonces vinculada a la Fracción Bolchevique del Secretariado Unificado, cuyo principal dirigente fue Nahuel Moreno; Democracia Socialista, vinculada a la mayoría del Secretariado Unificado; y OSI (Organización Socialista Internacionalista) integrante del CORQUI (Comité para la Reconstrucción de la Cuarta Internacional).

[34] C.f. Introducción de Martín Hernández a “Los gobiernos del Frente Popular en la historia”, Moreno, N. Sundermann, 2005. Y Bernardo Cerdeira, en su presentación a la edición brasileña de Conversando com Moreno, ídem. Se refieren a los debates en torno a la caracterización de la corriente lulista.

[35] El último libro de Mandel, publicado durante su vida, estuvo dedicado al fenómeno de la burocracia. En él hay un pasaje esclarecedor: “De nuestra discusión hasta el momento, surge claramente el hecho de que la burocracia no puede romper todos sus vínculos con la clase obrera, aunque siga comportándose como una capa parasitaria de esta, traidora y opresiva, dispendiosa y privilegiada materialmente. Tampoco puede romper todos sus vínculos con la teoría de Marx y Lenin, a pesar de que rebajó este conjunto de ideas y métodos de investigación críticos y emancipadores a una serie de dogmas variados y erráticos”. El poder y el dinero. Siglo XXI, 1994, p. 132.

[36] MANDEL, E. ¿Hacia dónde va la URSS de Gorbachov? Ed. Fontamara, 1991, p. 19.

[37] Ídem.

[38] “…el socialismo es un sistema social que ha demostrado poseer un inmenso potencial para resolver los más complejos problemas del progreso social. Estamos convencidos de su capacidad de autoperfeccionamiento.” GORBACHOV, M., Perestroika. Nuevas ideas para mi país y el mundo. Ed. Mejor vendido, SP, p. 69.

[39] Alexander Yakovlev, miembro del Buró Político del PCUS y miembro del círculo íntimo de Gorbachov, nos explica los objetivos de las medidas en curso: (…) ya habíamos debatido el tema y muchos dirigentes comprendieron la necesidad de pasar a la economía de mercado. (69) (…) aparecerá una categoría de gente acomodada, lo cual es inevitable, pero queremos desarrollar la privatización, fomentamos la creación de pequeñas empresas (…) es necesario introducir la economía de mercado lo antes posible. posible. Pero esto no se puede hacer con las estructuras actuales de dirección centralizadas. (71) Yakovlev, A. Lo que queremos hacer con la Unión Soviética, Alianza Editorial, Madrid, 1991, páginas indicadas entre paréntesis].

[40] YAKOVLEV, A. Op. cit., p. 36.

[41] Ídem, pp.28-29.

[42] Ídem.

[43] “Estamos seguros de que la ‘privatización legal’ permanecerá, en general, circunscripta a un sector de la población artesanal y de pequeños comerciantes. No llegará más que a una ínfima minoría de asalariados, no producirá más que un cierto porcentaje de la renta nacional, tendrá menos importancia que la Nueva Política Económica (NEP) bajo el gobierno de Lenin, no conducirá a la restauración del capitalismo, a pesar de todos los temores…”. Ídem, p. 105.

[44] TROTSKY, L. Op. cit., p. 227.

[45] Ídem.

[46] Ibídem, p. 225.

[47] El cambio de carácter del Estado soviético a partir del control de la burocracia restauracionista fue desarrollado por Martín Hernández en El veredicto de la historia, introducción a La revolución traicionada. Editorial José Luis e Rosa Sunderman, São Paulo, 2005.

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