Una huelga general exitosa es vital para el pueblo

La Plenaria de Centrales Sindicales –integrada cinco centrales obreras-, decidió convocar a la huelga general para los días 21 y 22 de diciembre, la segunda medida de este tipo contra el plan económico del gobierno de Horacio Cartes y su política antisindical y antipopular.
Por: PT – Paraguay
Si bien es una resolución que se hizo esperar mucho debido a la vacilación de algunas de las dirigencias de las centrales y la directa traición de otras, su realización exitosa es una necesidad para el pueblo trabajador.
Es la tarea política de mayor relevancia de todo aquel que sea militante del movimiento del pueblo trabajador en toda su diversidad de rostros y banderas.
Es una tarea de primer orden porque venimos de uno de los periodos más oscuros del movimiento popular, en cuanto a ser objeto de violentos ataques del gobierno Cartes a su nivel y a sus condiciones de vida, a su organización y sus luchas.
En efecto, el movimiento del pueblo trabajador ha venido recibiendo duros golpes. Los ataques arreciaron, se volvieron sistemáticos y con una voracidad irrefrenable con el gobierno de Cartes, que fue continuidad del de Federico Franco, el golpista.
El gobierno de Cartes y el Partido Colorado, hoy mete el torniquete represivo, rebana los gastos sociales con su ley de adecuación fiscal, pone moño de regalo al patrimonio y los servicios públicos con la Ley de Alianza Público Privada y se manifiesta prepotente y avasallador, ostentando su modo patrón y capo-mafioso de gobernar.
El gobierno de Cartes es reaccionario en todos los ámbitos y niveles. Por ejemplo, con su lema “usen y abusen del Paraguay”, abrió la canilla para que la burguesía nacional y transnacional eche mano en forma indiscriminada a los recursos naturales del país o para que envenenen todo el campo o se desmonte a mansalva.
Se puede exponer un rosario interminable de políticas y hechos que demostrará categóricamente que el modelo que pretende profundizar Cartes es el del Paraguay paraíso para las minorías e infierno para las grandes mayorías. Pero el pueblo trabajador no quiere aguantar tanto avasallamiento. Los choferes de la línea 49 apelaron a la crucifixión por más de 130 días en protesta por la violación de derechos elementales a la organización. Fueron días, semanas y meses interminables de sufrimiento y dolor por las banderas de la libertad sindical. Fueron objeto de burlas, de olvido, de criminalización y de más y más abuso, pero se mantuvieron firmes… Y obtuvieron victorias.
La crucifixión y la primavera estudiantil
Más allá del debate sobre el método de lucha de la crucifixión, lo que no puede estar en entredicho es que estos anónimos obreros del volante pusieron en juego su vida y la de sus familias para lograr lo que en derecho les corresponde: poder organizarse en sindicato. Y, lo lograron pese a que el ministro de Trabajo, Guillermo Sosa, jurara que no habría sindicato en el línea 49. Tuvo que tragarse sus palabras.
Pero esta lucha que se inició allá por julio, se cruzó con un hecho político de importancia vital para la recuperación del aliento y del buen ánimo en todo el movimiento popular: la primavera democrática estudiantil que reanimó y renovó las ilusiones y las ganas de luchar del movimiento popular en su conjunto.
Esto envalentonó a sectores sindicales que lograron un Congreso de Trabajadores del Transporte que votó una huelga de 48 horas que resultó un enorme paro, una victoria muy importante. El gobierno, el empresariado, los usuarios cotidianos de los colectivos y los medios de comunicación tuvieron que “caer en la cuenta” que había un paro casi total. En ciertas horas no había un solo colectivo. Ni uno.
Emergió con fuerza una nueva dirigencia sindical en el sector transporte que está triturando los huesos y la carne de unos dirigentes sindicales que vienen sumergidos en la ciénaga de la corrupción y la traición desde hace años. Buena fragua la huelga para forjar una nueva dirección e incinerar aquella dirigencia cuya desaparición sólo favorece y ayuda al movimiento obrero, al movimiento sindical.
De los agujeros que dejaron los clavos en las manos de los obreros crucificados, de las espaldas escaldadas, peladas de tantos meses de postración, de ese sacrificio y coraje elemental en defensa de un derecho, de una causa justa, y del ejemplo que irradió en toda la sociedad la lucha de los estudiantes de la Universidad Nacional, nació, primero la Huelga de Choferes y luego, la inatajable la huelga general del 21 y 22 de diciembre del 2015.
Algunas centrales que vacilaban, no tuvieron otra opción y convocaron a la huelga general. La huelga exitosa del sector transporte había colocado en un brete a algunas dirigencias dubitativas. Los choferes mostraron que se tiene con qué paralizar el país y hacerse escuchar y respetar.
La Plenaria de Centrales Sindicales, en el marco de un Congreso, abre el canal de la huelga general y la misma está colocada como un relevante canal por el que se movilizarán diferentes sectores para hacer escuchar su voz, hacerse más fuertes y reafirmar el nuevo momento político que es más favorable a sus reclamos y logro de sus objetivos.
Victoria de la huelga pese a la traición de algunos
Los dirigentes de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la Central Nacional de Trabajadores (CNT) y la Central General de Trabajadores (CGT), abandonaron los principios, la ética, la moral y la vergüenza y se pasaron al bando de quienes súper explotan a los trabajadores, violan impunemente sus derechos y pretenden liquidar sus organizaciones.
Expusieron con toda claridad sus hilachas amarillentas, gubernistas y desertoras y sin escrúpulo alguno, traicionaron la huelga desde el Mburuvicha Róga, la casa del presidente Cartes. Son centrales que deberían ser vaciadas por completo por los sindicatos y trabajadores que no encontraron en ellas más que corrupción y traición.
La huelga general coloca al sector obrero y sindical en la gran responsabilidad de ser la vanguardia de la lucha, un rol irreemplazable. Múltiples sectores sociales se acoplan y hay que conducir la huelga con democracia y lealtad clasista.
Una gran y victoriosa huelga general es una necesidad para golpear al gobierno y abrir las posibilidades de pasar de la resistencia a la conquista de reivindicaciones sentidas por las grandes mayorías, de modo a detener la entrega y la enajenación de bienes y servicios públicos.
Los dirigentes tienen hoy un gran desafío: no entregar la huelga en las inservibles e inútiles, y por eso tan afectas al gobierno y las patronales, “mesas de diálogo”. El camino es la lucha tenaz. No existe otro.