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28 marzo, 2024

Sudán: la lucha de las mujeres en una revolución inconclusa

En 2019, una foto de una joven sudanesa recorrió el mundo a través de las redes sociales, luciendo un thoub[1] blanco y aretes dorados en forma de disco[2], hablando desde el techo de un automóvil a cientos de personas que la escucharon atentamente.

Por: Ashura Nassor

En la foto arriba podemos ver entonces a Alaa Salah, una estudiante de tan solo 22 años.

Esta imagen de arriba es una escena única en la historia de un país como Sudán, dominado por gobiernos que utilizan la base religiosa del Islam para el control político-ideológico y emplean una legislación extremadamente represiva contra las mujeres. Por eso, la imagen es doblemente fantástica, primero por el propio proceso revolucionario, y segundo porque el sector más socialmente oprimido ha jugado un papel destacado.

Dicho esto, alguien podría preguntarse entonces, “¿cómo es que una mujer joven, en un país como Sudán, ocupa el centro de la atención pública, es decir, un lugar donde son socialmente excluidas?”; o aun preguntarse: «¿por qué la mujer ocupó este espacio?». Se nos ocurren varias preguntas y también necesitamos analizar muchas de ellas para darles mejor respuesta. Sin embargo, para intentar dar respuesta a algunas cuestiones es necesario comprender cómo y por qué se dio la revolución sudanesa y en ella la participación de las mujeres.

La importancia de la tierra para los sudaneses

Los pueblos que habitan en Sudán fueron los primeros que formaron la historia de la humanidad, aquellos que construyeron las pirámides, muchos de las cuales fueron esclavizados por los egipcios en la Edad Antigua. Luego fueron colonizados por los árabes. A partir del siglo XIX fueron colonizados por Inglaterra y más tarde por Egipto junto con Inglaterra. En 1956 lograron conquistar la independencia política sin romper con las relaciones económicas imperialistas.

La República del Sudán es un lugar estratégico por sus recursos naturales y ubicación geográfica. Está ubicada en el noreste de África, hace frontera con el Mar Rojo, Egipto, Eritrea, República Centroafricana, Libia y Sudán del Sur[3]. Posee una diversidad de recursos naturales como petróleo y reservas de mineral de hierro, cobre, cromo, zinc, tungsteno, mica, plata y oro. El río Nilo es la principal fuente de agua en Sudán y otros países, y también sirve como un importante medio de comunicación.

El país posee una población de más de 45 millones de habitantes de diferentes grupos étnicos locales y migrantes de origen árabe[4]. En el país se hablan cientos de idiomas[5] como el nubio, ta bedawie, fur, entre otros, pero solo existen dos lenguas oficiales impuestas por la colonización, el árabe y el inglés. La mayoría de la población es musulmana sunita y una pequeña minoría es cristiana.

La mayoría de la población vive en las zonas rurales, apenas 35% de la población vive en áreas urbanas. Esta población rural hoy en día forma mayoritariamente la clase trabajadora sin tierra, muchos de ellos ex pastores que realizaban migraciones estacionales con sus rebaños[6] y otras comunidades tradicionales compartían la apropiación colectiva de la tierra. Esto se debe a que la población ha sido consecutivamente expulsada de las tierras tradicionales, para dar lugar a las grandes empresas agroindustriales. Tomemos, entonces, como ejemplo, a Gezira (Al Jazirah), una de las zonas más fértiles del país, de donde en 1970 fueron expulsadas comunidades enteras; actualmente 60% de los trabajadores rurales constituyen 40% de la población.

La producción agrícola está orientada a la exportación, siendo el mayor exportador mundial de goma arábiga, lo que no representa grandes ventajas económicas por tratarse de un producto secundario. La agricultura emplea 80% de la fuerza laboral, sin embargo, el país ha enfrentado una crisis de suministro de alimentos y una alta inflación durante varios años, que alcanzó 47% en noviembre de 2012, cayó cerca de 35% en 2017 y ahora se encuentra a más de 200%.

La mujer sudanesa

De modo general, las mujeres se identifican a sí mismas como árabes y no árabes (o africanas), pero a veces esta identificación tiene una relación directa con las creencias religiosas, incluso con tonos de piel más claras o más oscuras.

La historia de las mujeres sudanesas ha estado marcada a lo largo de los años por la explotación, la expoliación y la opresión social. Esto se intensificó en la década de 1990 con las leyes de la sharia[7], implementadas en el derecho de familia y el derecho penal, a pesar de que la Constitución del país habla de igualdad de derechos entre hombres y mujeres

Existen dos principales leyes que colocan a la mujer en una situación de inferioridad y extrema opresión: la primera de ellas es la Ley de Familia Musulmana (1991), la cual establece que el matrimonio con una mujer puede ocurrir durante la pubertad; la elección del marido requiere la autorización de un tutor masculino; la familia de la mujer debe recibir una dote por el matrimonio; el marido puede, según su voluntad, contraer matrimonio con cuatro esposas más; y le corresponde al marido negar el derecho de su esposa a trabajar y a divorciarse.

Otra ley es el Derecho Penal (1991), en la que hay tres elementos que le conciernen particularmente a las mujeres: el primero es sobre la vestimenta, previsto en el artículo 152, que determina que en un lugar público si las mujeres se comportan de manera “indecente”, esto incluye su vestimenta, será castigada con hasta 40 latigazos, o con una multa, o ambas. En diciembre de 1991, el hijab (pañuelo que se usa en la cabeza) se convirtió en una pieza obligatoria para las mujeres.

El segundo elemento del código penal es el adulterio, previsto en los artículos 145-146. El cual establece que toda mujer que tenga sexo con un hombre, sin tener una relación legal, es condenada a muerte a pedradas, si fuese casada, y a 100 latigazos, si fuese soltera.

Sin embargo, la ley no hace una distinción clara entre el adulterio y la violación. Y al denunciar una violación, la mujer debe probar que fue un acto de violación, para lo cual necesita cuatro testigos varones que hayan presenciado dicho acto. Por lo tanto, el gobierno sudanés legaliza la violación en la medida en que no existe una disposición legal clara y coloca a la mujer en una condición que la imposibilita para comprobar el crimen y puede ser condenada por denunciarlo.

El tercer elemento del código penal es el de la apostasía (artículo 125-126), es decir, el acto de renegar de la fe. Este artículo se aplica tanto a los hombres como a las mujeres, quienes pueden ser condenados a muerte por negar la religión.

De esta forma, a las mujeres sudanesas, independientemente de su origen étnico o religioso, se las considera propiedad de la familia, del marido o del Estado. Sin embargo, a pesar de este clima de violencia estatal y familiar, las mujeres estuvieron como vanguardia al frente de la revolución para derrotar el régimen y el gobierno de Al-Bashir.

Los comités de resistencia y el papel de las mujeres

Los comités de resistencia, o los comités de los barrios, nacieron de la necesidad de que los manifestantes se organizaran en su vida diaria para enfrentar el aparato represivo de seguridad del gobierno, del Servicio Nacional de Inteligencia y Seguridad (NISS)[8], las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) y de las milicias aliadas. Estos comités crecieron durante el apogeo del movimiento de protestas en el inicio de 2019[9].

Sin embargo, la existencia de estos comités de resistencia no era algo nuevo en Sudán[10], ya habían aparecido en 2012-2013, tanto que el dictador Al-Bashir creó los Comités Populares que eran sus agentes actuando en los barrios, en un intento de controlar este movimiento espontáneo de resistencia en esos lugares.

Sin embargo, algo diferente sucedió en este último proceso revolucionario, en 2018-2019, que fue la mayor participación de las mujeres y el papel que jugaron en estos comités de barrio y/o de resistencia. Es exactamente en uno de los países en donde los derechos y la libertad de las mujeres son fuertemente violentados, con la imposición de leyes combinada con cuestiones morales y religiosas como la sharia, donde las mujeres pasaron a cumplir un papel fundamental en el proceso revolucionario.

Las mujeres, que son extremadamente marginadas, se vieron obligadas a organizarse en grupos específicos solo para mujeres, incluso en las redes sociales. En estos grupos, donde no hay participación de los hombres, ellas discuten sus problemas cotidianos, desde cuestiones religiosas hasta cuestiones privadas, como problemas maritales.

Sin embargo, estos grupos de mujeres tendrán un carácter completamente diferente al habitual durante el proceso revolucionario. Estos permitieron a las mujeres hacer circular información confidencial de forma organizada y de manera rápida y eficiente. Pudieron identificar a los agentes de la represión gubernamental y pasaron la información directamente a los comités de resistencia en los que participaron. Con esta información, fue posible organizar y articular los comités de resistencia y enfrentar la represión, en la que cada casa, barrio, calle y cualquier espacio conquistado significaba el debilitamiento y la derrota de las fuerzas de Al-Bashir.

En diciembre de 2018 se suspendieron las clases de todas las universidades gubernamentales, institutos superiores, escuelas secundarias y primarias, y se cerró la internet. Las redes sociales más populares, como las plataformas de medios, incluidas Facebook, WhatsApp, Twitter e Instagram, fueron bloqueadas durante más de dos meses. Y las personas solo podían acceder a estos sitios a través de la Red Privada Virtual (VPN). Esta fue la principal plataforma utilizada por las mujeres. Sin embargo, es durante este período que fueron creciendo de manera coordinada las luchas por la derrota del gobierno del dictador Al-Bashir.

A las mujeres solo les quedaba luchar, porque además de toda la opresión social impuesta por el Estado, también eran blanco de ataques permanentes. Durante las oleadas represivas[11] lanzadas por las fuerzas de seguridad sudanesas y las milicias aliadas del gobierno, Janjaweed, las mujeres y las niñas fueron las principales víctimas de la violencia, a menudo violadas en público, reducidas a la esclavitud sexual, sometidas a la humillación de la desnudez y la mutilación sexual[12]. Incluso los hombres fueron también sometidos a la violencia sexual y la mutilación. Si analizamos atentamente, la violencia sexual fue utilizada definitivamente como arma de guerra en el gobierno de Al-Bashir.

El día 3 de junio de 2019, las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) atacaron una reunión pacífica frente al Ministerio de Defensa, matando a 128 personas e hiriendo a otras 500. RSF utilizó munición real contra los manifestantes, arrojó cuerpos en el río Nilo, invadió los hospitales y agredió a los equipos médicos. Sin embargo, la reacción de las masas se intensificó hasta el derrocamiento de Al-Bashir.

La política de cooptación de los comités

La caída de Al-Bashir por la acción de las masas coordinadas por los comités les dio a estos prestigio y fuerza, tanto que la primera política del nuevo gobierno fue intentar cooptarlas. Hay una disputa en curso por el control de los comités. En Jartum, por ejemplo, algunos Comités y algunas coordinaciones de comités regionales han hecho anuncios públicos declarándose políticamente independientes de las Fuerzas de Libertad de Cambio (FFC)[13] que hoy conforman el nuevo gobierno.

Cambió el gobierno, pero no el régimen

La caída de Al-Bashir fue una victoria parcial en la medida en que cayó su gobierno. Sin embargo, se preservaron las leyes de excepción, la dependencia económica imperialista, no se resolvieron los problemas de la tierra, de la mujer y de las libertades democráticas. Además, se mantienen en el gobierno los militares asociados con las milicias acusadas de genocidio en Darfur.

La dictadura de Al-Bashir estuvo marcada por conflictos internos de carácter militar, que resultaron en el genocidio de 300.000 personas y tres millones de personas fueron expulsadas de sus tierras, según la ONU (Naciones Unidas). La tierra fue negociada por Al-Bashir, y el nuevo gobierno ha mantenido a la población en campos de refugiados, en condiciones inhumanas, mientras garantiza la propiedad de la tierra al capital extranjero.

Parafraseando a Lampedusa, algo tenía que cambiar para que continuásemos del mismo modo. Esto significa que el régimen en Sudán sigue siendo un régimen dictatorial, no ha avanzado en la implementación de la democracia. Lo que ha avanzado, además, ha sido el control del país a manos de los militares y las políticas neoliberales.

El heroísmo de las masas y la crisis de dirección

La fantástica foto de la joven Alaa Salah, hablando desde arriba de un automóvil, es una demostración de la fuerte presencia de las mujeres en el proceso revolucionario de la caída de Al-Bashir. Este heroísmo de las mujeres se dio a pesar de toda la represión y violencia que sufren.

Como en todo proceso revolucionario, los sectores más explotados y oprimidos de la clase son los protagonistas de las luchas. Y en el caso específico del Sudán las mujeres fueron las protagonistas.

El heroísmo de las masas ocurrió en varios momentos, por ejemplo en junio de 2019, cuando 128 personas fueron asesinadas por las fuerzas policiales de Al-Bashir.

Sin embargo, todo este esfuerzo fue limitado por el programa implementado por la Asociación de Profesionales Sudaneses (SPA)[14], Fuerzas de Libertad de Cambio (FFC), el Consejo Militar de Transición (TMC), y el Partido Comunista.

La Asociación de Profesionales Sudaneses (SPA) está formada por profesionales, médicos, ingenieros, abogados y otros. Socialmente, la SPA es un grupo privilegiado en un país extremadamente pobre. La SPA se unió a las fuerzas armadas que integran el Consejo Militar de Transición (TMC), que a su vez formaban parte del gobierno de Al-Bashir. Estos soldados fueron entrenados por Al-Bashir y son responsables por los crímenes y las atrocidades durante todo el período de su gobierno.

El Partido Comunista del Sudán es un capítulo aparte en esta traición. Ellos son programática y metodológicamente estalinistas. El Partido Comunista no negó su origen, defendió el gobierno del Consejo Militar de Transición y, en las palabras del miembro del PC Kamal Abdelkarim, “reconoció la importancia del papel del Fondo Monetario Internacional… se refirió a la posibilidad de compensar las deudas del Sudán con el Banco Mundial con grandes sumas de dinero contrabandeadas hacia el extranjero por el antiguo régimen»[15].

Así, el Partido Comunista defiende la continuación del pago de una deuda ilegal e inmoral realizada para financiar la guerra de Al-Bashir contra el pueblo sudanés, hace un “mea culpa” al decir cómo debe ser pagada. Por lo tanto, está claro que para el Partido Comunista estalinista, quien resuelve los problemas en el Sudán es el FMI y no la lucha revolucionaria de las masas.

¡La lucha continua!

La lucha continúa por tres millones de personas que han sido expulsadas de sus tierras y viven en campos de refugiados en su propio país y en otros. E incluso, para 300.000 familias cuyos familiares fueron asesinados por las fuerzas de Al-Bashir.

La lucha continúa por la derogación inmediata de todas las leyes que reducen a la mujer a la condición de propiedad de la familia y del Estado, convirtiéndola en un mero objeto.

La lucha continúa para los trabajadores portuarios que están luchando contra la privatización.

La lucha continúa por una asamblea constituyente libre, democrática y soberana. Y por el boicot a la asamblea constituyente a la que convocan los militares.

Como dicen algunos Comités, “no hay confianza en el gobierno militar de transición” formado por soldados genocidas, educados por Al-Bashir, la Asociación Profesional y el Partido Comunista.

Y es por eso que es necesario que trabajadores y trabajadoras, estudiantes y comunidades sin tierra se unan en un proceso revolucionario, fortaleciendo los comités vecinales y de resistencia, para derrocar al gobierno y el régimen en el Sudán, y avanzar hacia el control de la producción a través de los organismos democráticos de la clase.

Este programa solo será posible de aplicación con la organización revolucionaria de los jóvenes, de los trabajadores y trabajadoras, de los sin tierra y de los sectores populares. Por lo tanto, es necesario comenzar ya a construir esta herramienta. La LIT-CI está dispuesta a ayudar en esta gran tarea para la emancipación de la clase trabajadora sudanesa.

-Ninguna confianza en el gobierno militar de transición;

-Abajo el gobierno militar;

-Que los comités de los barrios y de resistencia gobiernen junto con los trabajadores y trabajadoras;

-Elecciones libres y generales para la nueva constituyente;

-Fin de la sharia y libertad para las mujeres;

-Reestatización de todos los recursos naturales;

-Control de toda la producción por los comités de barrios y de resistencia y de trabajadores;

-No al pago de deuda;

-Los campos de refugiados no son viviendas. ¡Devolución ya de las tierras!

-Reparación por los crímenes de guerra y por los crímenes dictatoriales.

Notas:

[1] Vestimenta tradicional de pueblos árabes.

[2] https://www.nytimes.com/2019/04/10/fashion/demonstration-clothing-women-sudan.html

[3] Sudán del Sur se torno un país independiente del Sudán en 2011.

[4] Es importante destacar que algunas etnias que adhirieron al Islam pasaron a identificarse como Pueblo árabe.

[5] Algunos lingüistas y antropólogos que estudian la diversidad lingüística en la región, sostienen que esta se debe a un proceso cultural y socioeconómico. Una de las justificativas para eso sería porque la mayoría de las comunidades aún viven en áreas rurales, en pequeñas aldeas, y acabaron por desarrollar diferentes lenguas partiendo de los troncos lingüísticos comunes.

[6] Algunos autores desarrollan algunos aspectos referentes a este proceso, son ellos: JOK, Madut Jok. War and Slavery in Sudan (The Ethnography of Political Violence). Philadelphia: University of Pennsylvania, 2001; JOHNSON, Douglas H. The Root Causes of Sudan’s Civil Wars: Old Wars and New Wars. United States and Canada: India University Press, 2016.

[7] La Sharia es un conjunto de leyes islámicas basadas en el libro sagrado del Islam, o Alcorán. Las leyes de la Sharia son responables por dictar las reglas de comportamiento de los musulmanes. Sin embargo, no existe un código de leyes cerrado, las reglas son interpretadas y aplicadas de la manera que quiere el gobierno o el líder religioso.

[8] National Intelligence and Security Service (NISS).

[9] https://riftvalley.net/sites/default/files/publication-documents/Mobilization%20and%20resistance%20in%20Sudan%27s%20uprising%20by%20Magdi%20el%20Gizouli%20-%20RVI%20X-Border%20Briefing%20%282020%29_0.pdf

[10] En los procesos de revolución anteriores ya habían surgido, como en 2013. Estas eran originalmente apenas células organizativas dedicadas a la movilización para la protesta. Los participantes eran estudiantes o jóvenes graduados, del opositor Partido del Congreso, muchos de los jóvenes después de una violenta represión huyeron, o fueron muertos y/o incluso presos.

[11] Realizados en varios momentos de la historia del Sudán, bajo el gobierno de Al-Bashir, principalmente en los años de mayor convulsión social, en 2003, 2005, 2013, 2016, 2018 y 2019.

[12] https://www.refworld.org/pdfid/46f146ca0.pdf

[13] Forces of Freedom of Change (FFC).

[14] Sudanese Professionals Association (SPA).

[15] https://www.dabangasudan.org/en/all-news/article/sudan-economy-call-for-real-reforms

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