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Palestina

Solidaridad para profundizar la caída del sionismo

junio 8, 2018

Dos acontecimientos cargados de significado marcaron los 70 años de la Nakba –la catástrofe palestina con la creación del Estado de Israel el 15 de mayo de 1948, a través de la limpieza étnica: la Gran Marcha del Retorno y la transferencia de la Embajada de los Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, capital histórica de Palestina. La acción americana ocurrió el 14 de mayo, mientras el ejército sionista mataba a cerca de 60 palestinos, incluyendo una beba de ocho meses, Leila al-Ghandour, durante las protestas en la Franja de Gaza.

Por: Soraya Misleh

La Gran Marcha del Retorno, que se inició el 30 de marzo –Día de la Tierra para los palestinos–, representa su heroica resistencia y simboliza la demanda fundamental de retorno de los millones de refugiados a sus tierras. Ya el primer día, Israel asesinó a más de treinta, utilizando incluso francotiradores contra palestinos que tenían como armas solo hondas y piedras. Pero no consiguieron intimidar la resistencia. Las protestas siguieron hasta el 15 de mayo. El saldo de la represión violenta fue de 116 muertos y aproximadamente 12.000 heridos.

Este cuadro ha contribuido para exponer la verdadera cara de Israel ante el mundo, que –salvo ocasionalmente– insiste en cegar. El ataque sionista a la flotilla palestina “Barco de la Libertad” que partió de Gaza rumbo a Chipre el 29 de mayo –la cual incluía personas que precisan de cuidados médicos– es una pieza más en este engranaje que desenmascara el carácter colonial y genocida del Estado de Israel.

La indignación internacional con más sangre palestina derramada es condimentada por la afrenta del imperialismo, cuyo gesto representa el reconocimiento de Jerusalén como “capital de Israel”. Hasta el momento, otros dos países siguieron a los Estados Unidos, abriendo sus embajadas en el lugar: Guatemala y Paraguay, no sin enfrentar el repudio mundial. Expresiones de solidaridad que marcaron la semana en que se completaron los 70 años de la Nakba palestina, crecen desde los Estados Unidos y Europa hasta África, Medio Oriente y América Latina. Judíos antisionistas se suman a las protestas.

Sintomática es la cancelación de shows por artistas como los cantantes brasileños Gilberto Gil –luego de tres años de negarse a atender el movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) a Israel–, Linn da Quebrada, y la colombiana Shakira. Antes de eso, el dramaturgo portugués Tiago Rodrigues canceló su participación en el Festival en Jerusalén, al cual había confirmado su presencia.

Sintomático todavía es el cambio de tono al menos más crítico de los medios burgueses –que venían realizando especiales sobre lo que llamaban falsamente “70 años de la independencia del Estado de Israel”. Cuando se inició la Gran Marcha del Retorno, adoptó la retórica israelí de “respuesta”, “enfrentamiento” y “ambos lados”, llegando a culpar a las víctimas por la resistencia y lucha por el derecho legítimo de retorno, por negarse a sucumbir a un Estado cuya génesis es colonial y racista. Luego de la condena mundial, los medios corporativos se vieron obligados a amenizar su posición y enmascarar su defensa de Israel.

Todavía sintomática es la tentativa de los “sionistas de izquierda” de entrar con más fuerza en los posibles espacios de solidaridad, como una voz que dicen sea alternativa a un gobierno fascista israelí –del primer ministro Benjamin Netanyahu, que sería de “derecha” y, en esa lógica, la salida sería la injusta y convalidada “propuesta de los dos Estados”– en que los primeros a ser rifados son los millones de refugiados palestinos en campos en los países árabes y en el mundo. Además de los 1,5 millones que viven bajo el yugo de Israel, con cincuenta leyes racistas contra ellos, en territorio palestino ocupado en 1948.

Los “sionistas de izquierda”

Estos son los más peligrosos. Confunden la solidaridad bajo el discurso manso y palabras como “coexistencia”, “paz”, y “diálogo”, al mismo tiempo que intentan minar campañas centrales como la del BDS –responsable por la caída de 46% de las inversiones externas en Israel en los últimos años. No pasan de una ramificación –más astuta– del mismo proyecto colonial.

En reseña sobre la publicación “Falsos profetas de la paz”, de Tikva Honig-Parnass, la Ijan (Red Internacional de Judíos Antisionistas) escribe: “Como ese libro muestra, desde antes de la fundación del Estado de Israel, la izquierda sionista habló demasiadas veces la lengua del universalismo, mientras ayudaba a crear y mantener sistemas jurídicos, gobiernos y el aparato militar que permitieron la colonización de tierras palestinas”. En su libro Historia de la Palestina moderna, el historiador israelí Ilan Pappé, destaca:

“En la jerga israelí local y en el discurso político utilizado por los medios de comunicación y por la comunidad académica, el ‘campo de la paz’ en Israel es la ‘izquierda’. En otras partes del mundo, tal significaría necesariamente una plataforma social-democrática o socialista, o por los menos una preocupación acentuada con los grupos social y económicamente desfavorecidos en una dada sociedad. El campo de la paz en Israel se ha concentrado enteramente en las maniobras diplomáticas desde la guerra de 1973, un juego que tiene poca relevancia para un número creciente de grupos”.

El diputado federal Jean Wyllys (PSOL-RJ) está entre los que hacen coro y se colocan como portavoces de esa esquizofrenia llamada “sionismo de izquierda” (lea más en https://goo.gl/Ru3atp). ¿Alguien hoy en sana conciencia tomaría en serio un ala “nazista de izquierda” o defendería un debate con un africaner moderado en pleno boicot al apartheid en el África del Sur de los años ’90? El sionismo fue hábil en crear esta confusión, luego de años de chantaje en los que calificó como antisemitas a los simpatizantes de la causa palestina. Es menester poner fin a esa y a todas sus representaciones al servicio de justificar su proyecto e intimidar a los que se oponen.

“No son suizos”

Un elemento que contribuye a la decadencia del sionismo son los discursos de sus líderes y representantes del momento. El primer ministro Benjamin Netanyahu afirmó que medidas “no letales” no funcionan en Gaza –al intentar responsabilizar a las víctimas por la decisión de tirar en los palestinos desarmados para que no rompiesen el bloqueo que les impide hasta recibir medicamentos, alimentos, y reconstruir sus casas destruidas en bombardeos anteriores.

En entrevista al diario O Estado de S. Paulo, el 15 de mayo, el cónsul de Israel en San Pablo, Dori Goren, reflexionó esta posición deshumanizante. Declaró: “No hay otra opción. La alternativa es dejar que ellos pasen. No podemos correr ese riesgo. El Medio Oriente es un lugar muy violento. No estamos lidiando con suizos. Es un lugar cruel, donde la única lengua que vale es la fuerza”. En otra respuesta, fue sorprendente: “Imagine que Israel sea un luchador de sumo frente a un niño de cinco años que comienza a espetarlo con una aguja. El luchador pide varias veces al niño que pare de perturbarlo, pero él continúa. Hasta que en un momento él pierde la paciencia y golpea al niño, quebrándole los dientes. Entonces, viene la madre y hace un escándalo, preguntando si los periodistas filmaron la agresión. Eso es lo que está ocurriendo en Gaza”.

En reunión del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la embajadora americana Nikki Haley apoyó la represión violenta y le pareció poco: “Ningún país actuaría con más moderación”. Posteriormente, su palestra en la Universidad de Houston, Texas, fue interrumpida por manifestantes que repudiaron su apoyo a las masacres en Gaza. “¡Nikki Haley, la sangre está en sus manos! Usted es cómplice del terrorismo y la colonización”, gritaba enfurecido uno de ellos.

Inestabilidad

No es novedad el aval de los Estados Unidos al proyecto colonial sionista. Esa alianza se refleja en auxilio multimillonario a la garantía de armas y desarrollo de tecnologías militares a Israel. En 2016, antes de dejar el gobierno, Barack Obama anunció el mayor paquete de esa asociación histórica de ayuda militar al Estado sionista, por valor de U$S 38.000 millones para los próximos diez años.

A pesar de adoptar también la retórica de la paz y la postura de mediador en “posibles negociaciones”, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, es más osado. Al asumir explícitamente desde su primer día de mandato la cara fea del imperialismo, él dio un paso peligroso al transferir la embajada americana a Jerusalén, en contra hasta incluso de lo que la ONU recomienda. En la práctica, no hay cambio en la política. Pero el simbolismo de la medida es un elemento adicional en la inestabilidad que se acentúa en Palestina y la región.

“Cobayas humanas”

En el momento de una derrota política más de Israel –entre otras están las sufridas durante la invasión de Israel al Líbano en 2006 y la masacre en Gaza en 2014–, la solidaridad internacional precisa profundizar la decadencia del sionismo. Cumple un papel importante en ese sentido la participación en la campaña de BDS, a la que debe ser asociada la denuncia de que la ocupación y la limpieza étnica cotidianas enfrentadas por los palestinos dan lucro. Una vez más, durante la Gran Marcha del Retorno, Israel testó nuevas tecnologías militares y armas para la exportación, como denunció el sitio de noticias Middle East Monitor. Una de ellas es llamada “bala mariposa”, cuyo impacto en los órganos internos es devastador.

A contramano de la solidaridad, lamentablemente, durante los gobiernos Lula y Dilma la complicidad con la economía que mantiene el apartheid y la colonización sionistas se acentuó: el Brasil se tornó uno de los cinco mayores importadores de tecnología militar israelí. Los gobiernos estaduales en el país, como el de Rio de Janeiro y el de San Pablo, siguieron en la misma dirección. Hicieron inversiones billonarias, por ejemplo en la adquisición de blindados israelíes y entrenamiento al servicio de las policías militares que promueven el genocidio pobre y negro en las periferias.

Resistencia heroica

Levantamientos populares siguen germinando. Algunos ejemplos de eso fueron las manifestaciones de libaneses y de palestinos que viven en campos de refugiados por las calles de Sidon, en el Líbano, el 21 de mayo. Al condenar la nueva masacre en Gaza –donde viven dos millones de palestinos en condiciones infrahumanas– y la posición de los Estados Unidos, llamaron a los árabes a unirse en lucha contra la ocupación y en apoyo a la resistencia palestina. Casi simultáneamente ocurrían protestas en Haifa, ciudad ocupada en 1948, fuertemente reprimidas. Antes de eso, hubo huelga general de trabajadores en Cisjordania, territorio ocupado en 1967. Los palestinos, separados hace 70 años, se unen en su lucha.

A la resistencia organizada, no obstante, le falta una dirección revolucionaria que lleve a la derrota definitiva del proyecto sionista, rumbo a una Palestina libre del río al mar. Si hoy es preciso exigir de prácticamente todas las fuerzas políticas locales en la resistencia que no den pasos hacia atrás y suelten el freno en este momento de decadencia del sionismo, por otro lado está planteado también el desafío de derrotar en ese camino a la Autoridad Palestina (AP) como primera cuestión. Descreídos de los dirigentes tradicionales, buena parte de los palestinos tiene conciencia de eso, frente a la traición que vivenciaron. La AP se tornó –a partir de su consolidación tras los desastrosos acuerdos de Oslo entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en 1993– gerente de la ocupación, con cooperación de seguridad con Israel. Su sustancial efectivo policial ha servido para sofocar la resistencia. No obstante, los palestinos prueban, desde hace 70 años, que esta no muere y no morirá.

Traducción: Natalia Estrada.

 

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