Mar Mar 19, 2024
19 marzo, 2024

Sobre la dictadura capitalista de Cuba. Polémica con SCR-IMT, o la importancia de llamarse trotskistas

Como era de esperar, ante las manifestaciones populares en Cuba contra el régimen castrista de Díaz-Canel que comenzaron hace unos meses, la mayoría de las organizaciones reformistas y estalinistas hablaron de una «conspiración de la CIA» y tomaron partido en defensa del régimen. Sin embargo, debería ser menos normal que organizaciones que se definen a sí mismas como «trotskistas» también se hayan puesto del lado del régimen. Entre estos se encuentra SCR (Sinistra Classe Rivoluzione) y su internacional, IMT (International Marxist Tendency).

Por: Francesco Ricci

Nos parece útil desarrollar una polémica política con esta posición. Esta es una manera de aclarar las diferencias programáticas básicas entre los dos únicos partidos que, en Italia, al mismo tiempo reivindican el trotskismo y son parte de organizaciones internacionales. Debido a la común referencia al «trotskismo», sucede que algunos compañeros nos preguntan cuáles son las diferencias entre PdAC-LIT y ​​SCR-IMT. Fieles a un método (lamentablemente poco practicado) que es polemizar sobre bases políticas y no calumniosas, y respetando el compromiso de los compañeros que militan en otras organizaciones, intentamos dar respuesta a esta pregunta partiendo de la cuestión de Cuba.

El mito de Cuba

Antes de llegar a SCR, sin embargo, es bueno detenerse en las posiciones sobre Cuba de la mayoría de las fuerzas de izquierda.

Las organizaciones pertenecientes a la izquierda reformista y estalinista continúan presentando a Cuba como un Estado obrero o incluso «socialista». Para alimentar este equívoco, utilizan el hecho de que Cuba fue, con la revolución que derrocó al podrido régimen de Batista en 1959, la primera revolución victoriosa en América Latina. La pequeña isla que desafió al gigante imperialista a pocos kilómetros de sus costas.

Una historia heroica, que ha demostrado la posibilidad de vencer al imperialismo y resistir sus ataques durante muchos años.

La heroica figura del Che Guevara (1); los gigantescos avances de las masas gracias a la expropiación de la burguesía y las grandes empresas norteamericanas en la isla: todo es cierto, a pesar de que este Estado obrero nació ya deformado, desprovisto de organismos de masas de tipo «soviético», liderado por una dirección pequeñoburguesa (el Movimiento 26 de Julio, que solo después se convirtió en «comunista») orientada por una estrategia no marxista (el «foco guerrillero» guevarista). Una dirección que, tras un contradictorio primer periodo «internacionalista» (el del Che), adhirió a la política estalinista de «coexistencia pacífica» con el imperialismo, llegando así a aconsejar a las revoluciones posteriores que no «sigan nuestro camino», es decir, que no expropien a la burguesía: como sugirió Fidel Castro a la revolución sandinista de 1979.

A pesar de los límites burocráticos y la adopción del programa de «socialismo en un solo país», los logros de la revolución y el heroísmo del proletariado cubano fueron indudables.

Pero esta historia es, desde hace mucho, cosa del pasado.

La realidad de la restauración del capitalismo

Después de la restauración del capitalismo en China (mediados de la década de 1970), en la URSS (mediados de la década de 1980) y en todos los Estados obreros donde la burguesía había sido expropiada, el capitalismo también fue restaurado en Cuba a partir de la mitad de la década de 1990, a manos de la burocracia estalinista (castrista), convertida de parásito del Estado obrero en agente directo de la restauración y en una nueva burguesía.

A quienes defienden una Cuba «socialista» inexistente no les interesa demostrar su definición con hechos: es más cómodo recurrir a un mito, el del último socialismo que queda y definir un «amigo del imperialismo» a quien no está dispuesto a aceptar esta definición.

Pero esta distorsión de la realidad también está acreditada también por organizaciones que se reivindican del trotskismo. Es extraño, porque incluso en Cuba se ha confirmado el pronóstico de Trotsky en el Programa de Transición: o el proletariado logra derrocar a la burocracia o la burocracia, tarde o temprano, será el agente de la restauración del capitalismo.

En nombre del «socialismo» y con el prestigio de la revolución, la burocracia castrista de hecho ha desmantelado, pieza a pieza, el Estado obrero.

En numerosos artículos de la LIT-Cuarta Internacional hemos analizado este proceso con datos y números. Por razones de espacio, no volvemos aquí al tema. Baste señalar que la conclusión de este proceso ha llevado a la destrucción de los tres pilares sobre los que, según el análisis marxista, desarrollado por Trotsky, se rige un Estado obrero: una economía centralmente planificada, el monopolio estatal del comercio exterior, propiedad estatal de los principales medios de producción y de cambio.

Se disolvió la «Junta Central de Planificación», que definía qué y cuánto producir. El Estado ya no tiene el monopolio del comercio exterior, es decir, las importaciones y exportaciones son negociadas libremente por las empresas. Y el régimen defiende y promueve relaciones de propiedad capitalistas.

Los datos muestran que todos los sectores claves de la economía cubana (turismo, caña de azúcar, tabaco) están ahora en manos de multinacionales, en particular europeas y canadienses, y están subordinados a las leyes de la ganancia.

La burocracia castrista, la alta jerarquía de las Fuerzas Armadas, es socia menor de las multinacionales, habiéndose convertido en una nueva burguesía nacional y acumulando su parte de ganancias, en particular a través del conglomerado económico Gaesa (2). Según estimaciones de la revista Forbes, por ejemplo, al momento de su muerte Fidel Castro poseía una fortuna de más de 900 millones de dólares.

La doble revisión de los centristas

Trotsky, retomando un concepto ya empleado por Lenin, definió como «centristas» aquellas organizaciones que oscilan entre reformas y revolución: o mejor, que tienen posiciones predominantemente reformistas pero cubiertas por una fraseología revolucionaria.

En este campo, probablemente la principal fuerza que se refiere (solo formalmente) al trotskismo sea hoy la FT (Fracción Trotskista) y el partido en torno al cual se agrupa, el PTS argentino, que se encamina hacia una deriva parlamentarista (que hemos analizado en otros artículos) (3).

El PTS es el líder entre quienes, contra toda evidencia, sin avanzar ningún análisis, siguen definiendo a Cuba como un «Estado obrero burocratizado», en el que se está llevando a cabo una restauración del capitalismo que… aún no habría concluido, en treinta años desde el inicio del proceso.

En esta caracterización de Cuba nos encontramos con una primera revisión del trotskismo: los tres criterios, enumerados anteriormente, utilizados por Trotsky, no se utilizan para definir la naturaleza del Estado cubano.

Pero el revisionismo no se manifiesta solo a nivel del análisis: el análisis (erróneo) se combina con conclusiones programáticas opuestas a las que Trotsky indicaba para los Estados obreros burocratizados.

Para Trotsky, ante un Estado obrero burocratizado, el programa es el de una revolución política: es decir, de una revolución que derroque el régimen burocrático para preservar los cimientos sociales de la revolución.

Por el contrario, vemos que los centristas, partiendo de una definición que es, repetimos, sin fundamento, no pretenden desarrollar las luchas reales y actuales contra el régimen en revolución política, esperando una revolución «pura» (este es el caso de la FT-PTS); o incluso no mencionan la revolución política (este es el caso de la IMT-SCR). En ambos casos acaban apoyando al régimen castrista. Eso es lo que han hecho frente a las movilizaciones populares que sacuden a Cuba desde julio pasado: la IMT de forma más marcada.

Manifestaciones populares en Cuba

El régimen de Díaz-Canel (presidente cubano y actual líder del autodenominado Partido Comunista cubano) reaccionó con dura represión a las manifestaciones iniciadas en julio. Hizo que cortaran la luz en los barrios más combativos; envió escuadrones; encarceló a cientos de manifestantes, acusándolos de ser «agentes del imperialismo», cuando entre ellos hay militantes e intelectuales que siempre han luchado contra el imperialismo.

La verdadera causa de las manifestaciones –como hemos documentado en otros artículos– no es un complot del imperialismo sino el grado de miseria insoportable al que se ve reducida la población cubana. Una miseria que sin duda se ve acentuada por el odioso bloqueo (embargo) impuesto por Estados Unidos, pero que es provocado principalmente por las durísimas medidas que ha adoptado el régimen para restaurar el capitalismo: un proceso que comenzó en los años noventa y ya terminó.

Los manifestantes exigen comida, medicinas, trabajo, en un país donde el salario mínimo equivale a unos 2 dólares diarios, la inflación ha superado 400% y todas las conquistas de la revolución, ya limitadas por la dirección burocrática, ahora han sido desmanteladas.

Los trabajadores ni siquiera tienen derecho a la huelga contra las multinacionales que, en alianza con el régimen, los explotan. Así como no existen derechos de ningún tipo para los trabajadores y la explotación capitalista ha acentuado aún más la misma doble opresión de las mujeres y LGBT que ya operaba en los días del Estado obrero deformado. Por ejemplo, las personas trans son definidas por el Código Penal como portadoras de «comportamientos antisociales» y sus manifestaciones son regularmente reprimidas. La prostitución (incluida la prostitución infantil) ha vuelto a florecer en la isla.

La intervención del imperialismo y el papel de los revolucionarios

Claramente, el imperialismo intenta intervenir para utilizar las manifestaciones de manera instrumental. Esto ocurre en particular por la competencia entre el imperialismo europeo y el imperialismo estadounidense, este último impulsado por la necesidad de competir con los países europeos en el proceso de recolonización de la isla y por las presiones políticas de la burguesía cubana exiliada en Miami (los «Gusanos»).

Los diversos actores en campo: el imperialismo europeo, el imperialismo estadounidense (con la disputa interna entre republicanos, cercanos a los «gusanos», y demócratas) y la nueva burguesía nacida de la burocracia castrista no presionan para restaurar el capitalismo por una simple razón: porque el capitalismo ya ha sido restaurado hace décadas.

Además, si se aplicara el criterio de que los revolucionarios solo intervienen en procesos en los que este o aquel sector imperialista está ausente, habría que esperar el día del juicio final. En todas las revoluciones del siglo XX, el imperialismo intentó intervenir: comenzando con la revolución rusa de 1917, cuando los anglo-franceses intentaron sacar ventaja del derrocamiento del zar en febrero.

En Cuba, el sector vinculado a la burguesía cubana de Miami y los republicanos de Estados Unidos dirigieron la formación del CTDC (Consejo para una Transicion Democrática en Cuba), que intervino en las manifestaciones exigiendo la devolución de sus propiedades expropiadas por la revolución. Propiedades que estaban en manos del Estado obrero y que, tras la restauración del capitalismo, fueron privatizadas en beneficio del imperialismo europeo, del que la burocracia es hoy socia menor a través de Gaesa (que está encabezada por los militares).

¿Qué deberían hacer los revolucionarios en esta situación? Como la LIT, apoyamos en primer lugar las movilizaciones populares contra el régimen capitalista de Cuba, y al mismo tiempo reivindicamos la necesidad de una batalla por la plena independencia frente a todos los sectores proimperialistas.

Pero el caso es que esta batalla solo se puede hacer apoyando y participando de las luchas populares: no criticando desde afuera en nombre de su supuesta «contaminación».

Para los marxistas se trata, en efecto, de incorporar el socialismo a las luchas que realmente existen. En Cuba esto significa luchar por una nueva revolución socialista que derroque el régimen, quebrante el Estado burgués, arme al proletariado, expropie las multinacionales y la nueva burguesía cubana, dé nacimiento a un nuevo Estado obrero (esta vez sobre bases sanas) que actúe como un estímulo para otras revoluciones en el mundo. Claramente, no se trata de señalar este objetivo en abstracto, sino de utilizar un programa transitorio que contemple la lucha contra los despidos masivos, por reclamos salariales, nacionalizaciones bajo control obrero, etcétera.

El IMT-SCR y la reforma del Estado cubano

El IMT (esto es, en Italia SCR) presenta otro análisis y otro programa.

En vísperas de las nuevas manifestaciones del 15 de noviembre, sofocadas por la represión del régimen, en un significativo artículo titulado «Cuba y la provocación reaccionaria del 15 de noviembre: ¿cómo defender la revolución?» (4), escribe: «la manifestación (…) es claramente una provocación reaccionaria que sirve a los intereses del imperialismo. (…) Los organizadores de la marcha [quieren] poner en marcha un proceso que, esperan, conducirá al derrocamiento de la Revolución cubana, a la restauración del capitalismo (…). Ante esta situación, debemos defender de manera clara e inequívoca la Revolución Cubana» [traducción nuestra].

La declaración cita una serie de organizaciones (incluida la CTDC que ya hemos mencionado) para demostrar el carácter reaccionario de las manifestaciones. Para confirmar un complot imperialista, incluso citan el uso instrumental que se haría «del activismo feminista y LGBT». Invirtiendo así causa y efecto y sin decir una palabra sobre la opresión que sufren las mujeres y las personas LGBT en Cuba.

Por supuesto, la IMT reconoce que hay un «rechazo a la burocracia» pero la presencia de sectores proimperialistas en las manifestaciones les lleva a la conclusión de que el lado con el que tomar partido es el de los «revolucionarios (…) que salieron a las calles (…) por invitación del presidente Díaz-Canel, en defensa de la revolución».

En realidad, las noticias no hablan de ninguna movilización popular en defensa del régimen: más bien de escuadrones y sectores subproletarios armados por el régimen para lanzarse contra las manifestaciones.

Nada nuevo: es la misma teoría que repitieron durante décadas los estalinistas en la época en que la URSS todavía era un Estado obrero (deformado): «las luchas de las masas contra el régimen ayudan al enemigo de clase». Un absurdo para los trotskistas que resulta tanto más grotesco si se tiene en cuenta que el enemigo de clase ya está en el poder en Cuba.

Pero lo peor, como dijimos, no radica en un análisis infundado. Lo peor está en el programa: si el análisis de la IMT-SCR fuese justo (es decir, que el capitalismo no ha sido restaurado en Cuba) y el nuestro estuviese equivocado, mientras nosotros proponemos una revolución socialista para Cuba ellos deberían proponer una revolución política. Y ambos tipos de revolución no podían partir de ponerse del lado de «los revolucionarios»… llamados a las calles por el régimen. En cambio, la IMT escribe: «Los Comités de Defensa de la Revolución» (es decir, los instrumentos del régimen), «las organizaciones ya existentes deben reponerse de contenido» y luchar contra «la incompetencia de la burocracia».

Para la IMT-SCR esta burocracia sería el cuarto y último de los problemas de Cuba (el primero es el embargo, el segundo el aislamiento de «la economía planificada», el tercero la pandemia).

En resumen, el programa de la IMT-SCR ni siquiera incluye el objetivo de una «revolución política», como debería deducirse de su análisis (en nuestra opinión incorrecto) de Cuba: más bien parecen aludir a una reforma del Estado que conduzca al establecimiento de una «verdadera democracia obrera» y «más socialismo».

En el artículo «Protestas en Cuba: defendamos la revolución» (5) reconociendo que las protestas tienen un fundamento real, se retoma el mismo análisis que hace el régimen: el «componente dominante» sería «contrarrevolucionario». y hubieran respondido acertadamente «los revolucionarios (…) invitados a salir a la calle para defender la revolución» por el presidente Díaz-Canel. Que esta respuesta «correcta» consistió en una brutal represión de los manifestantes no se incluye en este análisis.

Por supuesto, se admite que hay malestar y «muchos también tienen críticas a la gestión del gobierno (…) pero a la hora de la verdad saben que deben salir a la calle para defender la revolución».

El papel de lo que para nosotros es la nueva burguesía nacida de la burocracia estalinista, y que en el análisis de la IMT sigue siendo la burocracia de un Estado obrero, se reduce al uso de «métodos burocráticos de gestión», «despilfarro, ineficiencia, negligencia». La burocracia defendería la revolución pero con métodos que «no son adecuados y en muchos casos son contraproducentes» (6).

La IMT-SCR apoya una reforma de la burocracia

Esta misma actitud de presión crítica sobre el régimen es expresada por la IMT en un artículo que analiza el reciente congreso del Partido Comunista Cubano (7).

Este artículo describe una tensión imaginaria entre la vieja guardia del régimen y los nuevos dirigentes. Se escribe que «el informe de Raúl Castro reflejó (…) una dura crítica a la Comisión de Implementación y Desarrollo» que llevó a la destitución de Murillo del Comité Central, «considerado por la prensa burguesa internacional como el «zar de las reformas «. Es decir, hubiera prevalecido una oposición a un supuesto sector restauracionista. Oposición representada por Raúl Castro que «vinculó acertadamente la restauración capitalista con la destrucción de las conquistas de la revolución».

El artículo es todo un aplauso de Raúl Castro (es decir, el líder de la restauración capitalista), quien supuestamente «defendió claramente el monopolio del comercio exterior». Y, en un arrebato de la imaginación, se compara a Raúl Castro con Lenin que durante el debate sobre la NEP defendió la importancia del monopolio del comercio exterior…

Leemos: «El discurso de Raúl Castro en el VIII Congreso fue claramente dirigido contra quienes querían un rápido avance hacia la restauración del capitalismo, lo cual solo podemos aplaudir».

Ciertamente, se admite que las «reformas económicas aplicadas hasta ahora» van en la dirección de la restauración: pero, parece entenderse, gracias al ala que dirige Raúl Castro «no tan rápido como algunos quisieran». Se llega a adelantar, tras los aplausos, una crítica al régimen: «la discusión sobre la participación efectiva de los trabajadores en la gestión de la economía (…) ha estado totalmente ausente de las discusiones oficiales del Congreso del PCC».

Pero sin dejarse tocar por la duda de que esto sucede precisamente porque los dirigentes de ese autodenominado partido comunista coinciden con los dirigentes de la nueva burguesía cubana.

Y nuevamente: «el fortalecimiento del mercado a expensas de la planificación» avanza: pero con una «dinámica independiente de la voluntad subjetiva de quienes aplican las reformas».

La IMT-SCR y el castro-chavismo

La posición de la IMT-SCR sobre Cuba no sorprende a nadie que conozca el apoyo que esta corriente le ha dado durante años al régimen bonapartista de Chávez en el Estado burgués venezolano. De hecho, la IMT se ha distinguido como una de las organizaciones en el mundo que más acríticamente apoyó el régimen del ex coronel Chávez (8), incluso jurando, a su muerte, continuar por el camino que él indicó: «Lloramos por Hugo Chávez pero no debemos dejar que las lágrimas nos cieguen. (…) Cuando termine el duelo, la lucha tendrá que continuar. Chávez no esperaría menos. (…) Nos comprometemos a continuar e intensificar la lucha por defender la revolución bolivariana. (…) Hugo Chávez murió antes de completar el gran proyecto que él mismo se había propuesto: la culminación de la revolución socialista en Venezuela ”(9).

También se extendió un compromiso solemne de «continuar la lucha por la construcción de esta Internacional revolucionaria»: es decir, la llamada «Quinta Internacional» de la que Chávez «proclamó la urgente necesidad».

Después de la muerte de Chávez, la IMT siguió apoyando al régimen, ahora encabezado por Maduro, aunque, ante las atrocidades del «socialismo del siglo XXI», adoptó una actitud de crítica al gobierno: pero solo en la medida en que Maduro renega del «gran espíritu de confrontación, apertura y libertad de crítica del movimiento bolivariano que fue una de las características fundamentales del método de Hugo Chávez» (10).

Por eso siguen reconociéndose en un «núcleo duro chavista» que se mantendría «fiel a la revolución bolivariana y a la lucha por el socialismo que representa Chávez» (11).

Una concepción revisionista del Estado (y más allá)

Es importante subrayar que con la IMT-SCR no nos enfrentamos a errores de análisis de la realidad actual de Cuba y de Venezuela. Hay esto, pero hay mucho más. Su análisis se basa en una profunda revisión de los ejes principales de la concepción marxista del Estado.

Sobre el Estado, la IMT y la SCR en realidad mistifican la concepción de Marx que Lenin resumió en El Estado y la Revolución y que los bolcheviques practicaron en 1917. Los Estados, que para Marx son órganos de opresión de una clase sobre otra, en la teoría de la IMT, en algunos casos, serían neutrales; los gobiernos, que para Marx son los comités que administran los negocios de la burguesía, en la teoría de la IMT, se vuelven, en ciertos casos, en gobiernos «en disputa».

Para Lenin, los comunistas no pueden apoyar de ninguna forma, ni siquiera críticamente, los gobiernos capitalistas, ya sean nacionales o locales. Fue gracias a esta posición de principio (que Marx había indicado como la principal lección de la Comuna de París de 1871) que los bolcheviques obtuvieron la mayoría en los soviets en 1917, en la necesidad de derrocar al gobierno «de las izquierdas».

Esta misma posición programática fue luego codificada por la Tercera Internacional en las tesis de sus primeros congresos: antes de la victoria de Stalin, que trajo de regreso al movimiento obrero la colaboración con los gobiernos burgueses, bajo el término «gobiernos del frente popular».

La SCR y la IMT retoman la vieja concepción antimarxista de «gobiernos que pueden ser condicionados por las masas». Es decir, mientras se oponen a los gobiernos burgueses «ordinarios», apoyan la posibilidad de que, bajo la presión de las masas, los gobiernos burgueses de «izquierda» (es decir, integrados por partidos reformistas o que se consideren reformistas en todo caso) puedan evolucionar en una dirección progresiva.

Solo a la luz de esta teoría se puede explicar por qué la sección inglesa de la IMT luchó hasta hace poco por un gobierno del Partido Laborista (en ese momento encabezado por Corbyn) «con un programa socialista» (12). Llegando a proclamar esto como «la lucha de nuestra vida: movilicémonos por la victoria de Corbyn» (13).

Esta misma teoría revisionista se aplica en el análisis de los Estados burgueses de países dependientes como Cuba o Venezuela, tema de este artículo; y llevó a la SCR en Italia a teorizar un «apoyo crítico» para la junta napolitana de De Magistris (14).

No se puede decir que estas posiciones de la IMT y de SCR sean nuevos en el movimiento obrero. Al contrario: es precisamente contra estas posiciones que surge y se desarrolla el marxismo, a partir de la feroz crítica de Marx y Engels al primer ingreso de exponentes reformistas en un gobierno burgués, en febrero de 1848 en Francia. La Internacional Comunista, a su vez, se fundó sobre el principio cardinal de la independencia de clase de la burguesía y de sus gobiernos.

Para el marxismo, en el capitalismo solo pueden existir gobiernos y juntas burgueses; los gobiernos neutrales o «condicionables» por la dinámica o por las masas son pura fantasía. Por eso el principio de oposición a cualquier gobierno en el capitalismo no es un principio abstracto (no los hay en el marxismo) sino que es la premisa indispensable para no sembrar ilusiones y poder ganar a los trabajadores para la lucha por un gobierno obrero, que solo puede construirse después de haber derrocado al capitalismo por la vía revolucionaria.

Esta posición revisionista sobre el Estado se combina en la IMT-SCR con un rechazo al partido de vanguardia tal como lo entendían Marx y Lenin. Ya hemos tratado este tema en un artículo de hace unos años, al cual remitimos: «Nuestras diferencias con Scr (y las diferencias de Scr con el marxismo)» (15).

Baste decir aquí que la IMT y SCR tienen, en este tema, una concepción que ve a los trotskistas como un acicate para la evolución de los presuntos sectores dirigentes progresistas de los partidos reformistas y los partidos reformistas son vistos como organizaciones «naturales» de la clase. De ahí la norma de construirse con un entrismo permanente en ellas (incluso cuando ya se han transformado desde hace décadas en organizaciones puramente liberales, como es el caso del Partido Laborista británico, que ahora los está expulsando). La única excepción permitida es cuando (como en Italia) no hay ningún partido en el cual hacer entrismo, por lo que pasaron a la construcción externa a la espera de que surja un partido en el cual hacer entrismo (hasta hace unos años SCR estaba esperando la construcción de un «partido laborista» de la mano… de Landini).

La revisión de la teoría marxista del Estado es el primer eslabón de esta apretada cadena alrededor del cuello del marxismo. El segundo eslabón es la revisión de la teoría marxista del partido de vanguardia. El tercer eslabón es una lectura mecanicista y fatalista de la concepción materialista de la historia (16). Pero ya nos hemos extendido demasiado y este podría ser tema de otro artículo comparando las posiciones de SCR y las nuestras.

En conclusión, resta una pregunta: ¿se puede llamar «trotskismo» el conjunto de posiciones que hemos descrito aquí? Lo dudamos y, parafraseando a Oscar Wilde (17), la importancia de ser trotskista no debe pasarse por alto si uno quiere llamarse trotskista.

Notas:

(1) Sobre el Che Guevara y la crítica trotskista a la estrategia guerrillera, nos referimos en nuestro «Il Che: un rivoluzionario incorruttibile» www.partitodialternativacomunista.org/articoli/progetto-comunista/progetto-comunista-11/il-che-un-rivoluzionario-incorruttibile

(2) Gaesa (Grupo de Administración Empresarial SA) es el consorcio empresarial formado por los dirigentes de las Fuerzas Armadas de Cuba. Allí se concentra la nueva burguesía cubana, dependiente del imperialismo, formada a partir de la conversión de la burocracia castrista, que maneja el régimen. Utilizando la Ley de Inversiones Extranjeras, de los noventa, el imperialismo, en particular el europeo y el canadiense, ha realizado grandes inversiones en Cuba y controla en particular el sector del turismo teniendo a Gaesa como socia menor. El presidente de este consorcio de empresarios cubanos es Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, familiar de Raúl Castro y miembro del Buró Político del Partido “comunista” cubano.

(3) En Italia no hay sección de la FT: sus posiciones, sin embargo, son retomadas por el blog La Voce delle Lotte.

(4) El artículo se puede leer en traducción italiana en este enlace: www.rivoluzione.red/cuba-e-la-provocazione-reazionaria-del-15-novembre-come-difendere-la-rivoluzione/

(5) El artículo completo está en este enlace: www.rivoluzione.red/proteste-a-cuba-difendiamo-la-rivoluzione/

(6) Ídem.

(7) El artículo completo está en este enlace: www.rivoluzione.red/cuba-lottavo-congresso-del-pcc-e-le-sfide-di-fronte-alla-rivoluzione/

(8) El régimen de Chávez, más allá de la retórica «antiimperialista», y las fricciones periódicas con el imperialismo, que también hizo intentos de golpe (2002) para reemplazar el régimen por uno aún más dócil, siguió pagando rigurosamente la deuda externa, descargando el costo en la población hambrienta. La misma tan cacareada «nacionalización del petróleo» nunca ha implicado ninguna expropiación de las multinacionales sino solo un regateo de la llamada «boliburguesía» como socia menor de Exxon Mobil, Chevron, Repsol, etc. Gracias a esto, Chávez, su familia y sus compañeros de partido han recaudado una inmensa fortuna.

(9) Ver la declaración de 2013 de la IMT: «Hugo Chávez ha muerto: ¡la lucha por el socialismo está viva!», escrita por la muerte de Chávez, disponible en traducción italiana en este enlace: old.marxismo.net/venezuela/america-latina/venezuela/la-dichiarazione-della-tendenza-marxista-internazionale-sulla-morte-di-hugo-chavez

(10) El artículo completo está en este enlace: www.rivoluzione.red/fermare-le-minacce-del-presidente-maduro-contro-lapr-e-la-sinistra-rivoluzionaria/

(11) El artículo completo está en este enlace: www.rivoluzione.red/venezuela-maduro-vince-le-elezioni-presidenziali-nonostante-lingerenza-imperialista-cosa-succedera-ora/

(12) El reclamo de un gobierno de Corbyn está contenido en docenas de artículos y textos, ver por ejemplo «Por qué estamos luchando», disponible en www.socialist.net/socialist-appeal-stands-for.htm

(13) El artículo está disponible en este enlace: www.socialist.net/we-face-the-fight-of-our-lives-mobilise-for-a-corbyn-victory.htm

(14) Esta posición de la SCR se puede encontrar, entre otros, en el artículo » La candidatura di De Magistris a Napoli: la nostra posizione» disponible en el enlace: www.rivoluzione.red/la-candidatura-di-de-magistris-a-napoli-la-nostra-posizione/

(15) En el artículo «Nuestras diferencias con Scr (y las diferencias de Scr con el marxismo)» analizamos el conjunto de posiciones de la IMT y de su sección italiana, Scr. El artículo se puede leer en este enlace en traducción al español: https://litci.org/es/nuestras-diferencias-con-scr-imt-de-alan-woods-y-las-diferencias-de-scr-con-el-marxismo/

(16) A modo de ejemplo se puede leer este artículo www.marxismo.net/index.php/teoria-e-prassi/filosofia-e-scienza/535-marxismo-contro-postmodernismo en el que una correcta crítica al posmodernismo se invierte en una defensa de un marxismo en el que la dialéctica ha desaparecido. El mismo materialismo de corte casi naturalista que emerge de algunas páginas de la suma filosófica escrita por Alan Woods y Ted Grant (guía teórica de la IMT): Reason in revolt: marxist philosophy and modern science [Razón en rebelión: filosofía marxista y ciencia moderna], que recuerda en muchas partes el evolucionismo de ciertos manuales del diamat de la época estalinista, con un retorno a lo que Marx llamaba el «viejo materialismo» que el había superado.

(17) Oscar Wilde, The Importance of Being Earnest [La importancia de llamarse Ernesto, título en español]. El título de esta comedia en tres actos, de 1895, se basa en el juego intraducible de dos palabras, el adjetivo «serio» (honesto) y el nombre propio «Ernesto» (Ernesto), que tienen la misma pronunciación en inglés.

Traducción: Natalia Estrada.

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