Sáb Jul 27, 2024
27 julio, 2024

Revolución iraní: la lucha por el poder después de la revolución

Luego de la caída del régimen del Sha, el ayatollah Khomeini y su alianza con el Ulama (clero chiitas), los bazaaris (tradicional burguesía y pequeña burguesía comercial), y la burguesía liberal despuntan como los favoritos para asumir el poder. Hay dos obstáculos en ese camino. El primero es que esa alianza abarca diferentes proyectos. El segundo es que por fuera de esa alianza, las clases sociales subalternas, animadas por la izquierda, esperaban que las banderas de la revolución, en particular libertades democráticas amplias e igualdad social, fuesen atendidas.

Lea el primer artículo de esta serie: “¡Aquí está la voz de Teherán, la voz del verdadero Irán, la voz de la revolución!”, disponible en: https://litci.org/es/menu/teoria/historia/aqui-esta-la-voz-teheran-la-voz-del-verdadero-iran-la-voz-la-revolucion/

Por: Fábio Bosco

El ayatollah Khomeini defendía una teocracia basada en el concepto de Velayat-e Faqih (Guardián de la Jurisprudencia), en la cual el poder final es del Supremo Líder, necesariamente un religioso con sólidos conocimientos de la jurisprudencia islámica.

La burguesía liberal dirigida por el primer ministro del gobierno provisorio, Mehdi Bazargan, defendía una constitución occidental inspirada en la V República francesa de Charles De Gaulle, pero con un lenguaje religioso. De contenido, una democracia burguesa pero con la forma de una democracia islámica. Ella tenía el apoyo de parte importante del Ulama como los populares ayatolás Talekani y Shariatmadari.

Por fuera de la alianza estaban las fuerzas de izquierda que defendían de contenido una república popular con formulaciones diversas. Y también representantes de las nacionalidades oprimidas (azerbaijanos, turcomenos, kurdos, balochis y árabes) que defendían autonomía para sus provincias.

La extensión y profundidad de la revolución obrera y popular era tal que cualquier alternativa, por más fuerte que fuese, podría ser derribada en cuestión de días. No obstante, el factor decisivo es que tanto las fuerzas burguesas liberales como las organizaciones de izquierda capitularon al liderazgo de Khomeini.

La marcha al poder

En los últimos días de la revolución, Khomeini nombró a Mehdi Bazargan como primer ministro provisorio para evitar el desmantelamiento aún mayor del Estado. Al mismo tiempo fue constituyendo un poder paralelo y eliminando disidentes. Con la honrosa excepción de la pequeña organización trotskista HKS, todas las fuerzas políticas, sean burguesas o de izquierda, apoyaron la nominación.

“La década de comando de Khomeini estuvo marcada por el creciente poder de sus seguidores y por la eliminación frecuentemente por la violencia y a pesar de la resistencia, y por la creciente aplicación de controles ideológicos y de costumbres sobre la población”[1].

“Khomeini implantó en Teherán un consejo revolucionario y un Komiteh central. El primero supervisaba el gobierno provisorio. Por último puso bajo sus alas los Komiteh locales y sus pasdars (guardias) que florecían en las muchas mezquitas diseminadas en todo el país. También desterró de esas unidades a los clérigos asociados con otros líderes religiosos –especialmente Shariatmadari–. Inmediatamente después de la caída del Sha, Khomeini estableció en Teherán un Tribunal Revolucionario para cuidar de todas las cortes ad hoc que surgieron en todo el país; y en Qom, una oficina central de las mezquitas, cuya tarea era indicar a los imames jumehs para las capitales provinciales. Por primera vez, una institución religiosa central tomó el control sobre los imames jumehs provinciales”[2].

El ayatollah Khomeini.

Entre los primeros sectores revolucionarios a los que no se les respetaron sus derechos estuvieron las mujeres. La participación de las mujeres en la revolución, sea en las guerrillas de los años 1971 a 1976, sea en las movilizaciones de calles y huelgas de 1978 y 1979, fue destacada. En muchas marchas, las mujeres iban al frente para desmoralizar a las fuerzas de represión del Sha. Eso no impidió al “poder” paralelo del ayatollah Khomeini, hacer compulsivo el uso del hiyab (velo) en los primeros días posteriores a la revolución. La reacción vino a través de una manifestación el 8 de marzo en Teherán, con la participación de cien mil mujeres. Incluso así, la acción cotidiana de las fuerzas, incluso de las milicias ligadas a Khomeini, acabó por prevalecer sobre el derecho de las mujeres. En este caso hubo un error más de las fuerzas de la izquierda que no pusieron su peso para defender el derecho democrático de las mujeres, facilitando la ofensiva de Khomeini. Posteriormente, con una nueva Constitución se consolidaron nuevos ataques contra los derechos de las mujeres.

La disputa en los shoras, consejos obreros

Otro sector revolucionario estratégico eran los trabajadores organizados en shoras.

“Los shoras, o consejos de fábrica, eran una forma particular de organización de los trabajadores que surgió en la industria iraní enseguida después de la caída de la dictadura del Sha, en 1979. Estos eran organizaciones de base cuyo comité ejecutivo electo representaba a todos los empleados de una fábrica, incluyendo a los administrativos independientemente de su función, calificación o género.

Su principal objetivo era conquistar el control obrero. Este objetivo ofensivo de los shoras por el control es lo que los diferencia de los delegados sindicales y también del sindicalismo que lucha una batalla política para cambiar la estructura social a través de acciones en la producción. Los shoras no tenían un objetivo político claro. A diferencia de los comités de fábrica de la revolución rusa de 1917, los shoras no fueron influenciados por tendencias políticas de izquierda externas y no actuaron como un medio para el cambio social. Ellos se restringían a exigir control obrero y la transformación de las relaciones de poder en la arena de la producción”[3].

De febrero a agosto de 1979, los shoras proliferaron. En la mayoría de las fábricas, los patrones y los gerentes huyeron dejando el camino libre para los trabajadores, que desarrollaron un fuerte sentimiento de posesión de la fábrica como parte de la riqueza de la población. En este período el gobierno fue obligado a nacionalizar 483 unidades de producción. Las varias huelgas giraban en torno al salario y el empleo, pero había reivindicaciones políticas como la punición para agentes de la SAVAK y para capitalistas, y exigencias de despido de gerentes. Con excepción de la red de shoras de la provincia de Gilan (junto al mar Caspio) y de los petroleros, la lucha se daba por fábrica.

En marzo, la resistencia de los petroleros por mantener la huelga por sus reivindicaciones forzó a Khomeini a recurrir a amenazas a través de la prensa:

“Cualquier desobediencia o sabotaje en la implementación de los planes del gobierno provisorio será vista como oposición contra la genuina revolución islámica. Los provocadores y agentes serán presentados al pueblo como elementos contrarrevolucionarios de forma que la nación decida sobre ellos, de la misma forma que hizo con la contrarrevolución del Sha” (diario Ettelaat, 15/3/1979).

Luego de esta amenaza, el gobierno consiguió que huelguistas retomasen el trabajo en por lo menos 118 fábricas.

“Durante este período (de febrero a agosto de 1979), los trabajadores controlaban las fábricas. El gobierno Bazargan expresó luego oposición directa a los shoras, diciendo que el triunfo de la revolución eliminó sus tareas. Hasta el fin de este período, Bazargan reintrodujo el sistema de un gerente nombrando gerentes profesionales liberales. Este período termina con la primera extensa ola de represión, en agosto de 1979, venida principalmente del clero dirigente. Organizaciones de izquierda fueron atacadas, y saqueadas sus sedes. El gobierno proscribió diarios progresistas, monopolizó los medios oficiales y lanzó extensivos ataques militares en el Kurdistán. Estos eventos fueron seguidos de crecientes ataques contra el movimiento sindical y por la exclusión de los shoras y trabajadores disidentes.

La liquidación de los shoras independientes fue acelerada luego de la segunda ola de supresión simultánea con el cierre de universidades. Entre los shoras cerrados están: Fábrica de Producción de Herramientas, Left-Track; Pompiran y Kompidro en Tabriz; Unión de los Shoras de Trabajadores de Gilan (representando 300.000 trabajadores); Unión de los Shoras de Trabajadores de Teherán Oeste; todos los shoras de petroleros en Ahwaz, y los de ferroviarios. La Khane-i Kargar (Casa Sindical), anteriormente una sede para asambleas obreras, se tornó un centro de los shoras ligado al Partido Republicano Islámico y Asociaciones Islámicas”[4].

Hacia mediados de 1982, los shoras fueron formalmente prohibidos.

Sobre el papel de las fuerzas de izquierda en cuanto a los shoras, Asaf Bayat escribe:

“Había una tendencia entre la mayoría de los grupos de izquierda a despreciar los shoras como una actividad espontánea de la clase trabajadora, aunque su surgimiento haya maravillado a la izquierda porque creaba un terreno para justificar la relevancia y la retórica de la izquierda. Para esos grupos, teóricamente, el concepto shora difícilmente iba más allá de citaciones a-históricas de Lenin, para quien el papel político de tales organizaciones, para enfrentar el Estado burgués, era de la más alta relevancia. La izquierda tradicional veía los shoras en términos de su papel de oposición frente a frente con los empleadores o el gobierno, un papel que cualquier organización radical de los trabajadores, incluyendo sindicatos, podría cumplir bajo determinadas circunstancias. Poca atención fue dada al más significativo y distinto carácter del shora como una organización para control obrero que busca cuestionar la división de trabajo en la producción (la división entre gerenciamiento y ejecución). Los grupos de izquierda definían el éxito o el fracaso de los shoras por su militancia y los calificaban en tres tipos: shoras amarillos, liderados por trabajadores pro-Khomeini o islámicos fanáticos; shoras genuinos, electos directamente por los trabajadores, que podrían servir o no a los intereses de los trabajadores de base (si no lo hacían eran vistos como ignorantes); y, por fin, los shoras revolucionarios, cuyos miembros eran simpatizantes de las organizaciones de izquierda. La tendencia política de los integrantes de un shora se transformó entonces en el criterio para su éxito o su fracaso. Su extensión y profundidad, áreas, y en qué condiciones ejercía control se tornaron irrelevantes. Además de todo, tal visión era incapaz de explicar el antagonismo entre los shoras amarillos y los gerentes liberales”[5].

Una vez más, la mayoría de las organizaciones de izquierda fracasó en hacer sus mejores esfuerzos para disputar los shoras.

El conflicto sobre la nueva Constitución y la toma de la Embajada

El debate sobre la nueva Constitución fue antecedido por un plebiscito sobre monarquía o República Islámica. El primer ministro Bazargan quería introducir una tercera opción: República Islámica Democrática, pero el ayatollah Khomeini no lo permitió. Frente a esto, un ala más radical de la burguesía liberal (Frente Democrático Nacional, liderado por el nieto de Mossadeq – Hedayatollah Matin-Daftari), los fedayins [combatientes palestinos en operaciones guerrilleras, ndt] y el Partido Democrático del Kurdistán boicotearon el plebiscito. Aún así, el 1 de abril, 20 de los 21 millones aptos para votar participaron, y 99% votó por la República Islámica.

Enseguida se convocaron elecciones de un Consejo de Especialistas para agosto. Parte de la burguesía liberal (el viejo Frente Nacional y el Frente Democrático Nacional) y varios grupos de izquierda y de las nacionalidades oprimidas boicotearon las elecciones. El partido de Khomeini, Partido Republicano Islámico, venció las elecciones y desde el inicio no permitió que el dirigente del Partido Democrático del Kurdistán iraní –Abdol Rahamn Qasemlu– tomase posesión.

“El consejo de especialistas electo escribió una constitución mucho más favorable al clero y potencialmente autoritaria que la primera versión (elaborada por el gobierno provisorio). Esta incluyó el concepto de Velayat-e Faqih, que otorga poderes inimaginables para Khomeini. El artículo 4 dice que el faqih tiene autoridad divina para gobernar y responde solo a Dios. Otros artículos listan sus poderes, que incluyen el control del ejército y del Pasdaran (milicias creadas por Khomeini en marzo de 1979, a partir de las milicias formadas por los Komitehs regionales), el derecho de vetar candidatos a presidencia y de despedir al presidente si la alta corte o majles (parlamento) lo declarasen incompetente. El poder del Majles (parlamento) es limitado por el Consejo de Guardianes, que puede vetar cualquier legislación si juzga esta incompatible con el Islam o con la Constitución. El Consejo de Guardianes tiene doce integrantes, seis Ulama indicados por el Faqih, y otros seis seleccionados por el Majles, a partir de una lista preparada por el consejo judicial supremo, cuya mayoría de miembros era indicado por el Faqih. Basado en su interpretación de la sharia (ley islámica), el consejo judicial supremo prepara las leyes sobre todos los temas judiciales y elige, despide, promueve y retira la comisión a todos los jueces. Khomeini fue electo Faqih perpetuo”[6].

Se mantuvieron el Majles y el presidente electos por voto popular y se insertaron genéricamente varios derechos sociales como el derecho a la educación primaria y secundaria gratuitas; salud; vivienda digna; jubilación; auxilio de desempleo; combate a la pobreza; libertad de expresión, prensa, organización, manifestación, religión; derecho a no ser vigilado; contra la prisión arbitraria, derecho de ser llevado ante un juez en 24 horas.

Ante la presión de manifestaciones convocadas por los Muyahidines [fundamentalistas islámicos, defensores de la yihad o guerra santa musulmana en defensa de la fe islámica, ndt] y los Fedayins frente al local donde se reunía la Asamblea de Especialistas, se incluyeron en la Constitución consejos regionales y locales para auxiliar a gobernadores y prefectos en la administración, denominados shoras.

“El cambio completo de la primera versión [de la Constitución] hecha por Bazargan trajo consternación no solo entre grupos laicos sino también con el gobierno provisorio y Shariatmadari, que siempre mantuvo fuertes reservas sobre el concepto de Velayat-e Faqih hecho por Khomeini. Bazargan y siete miembros del gobierno provisorio enviaron una petición a Khomeini pidiendo que disolviese la Asamblea de Especialistas pues la Constitución propuesta violaba la soberanía popular y ponía en riesgo la nación debido al clericalismo; transformaba el Ulama en una ‘clase dominante’ y minaba la religión, pues las futuras generaciones colocarían la culpa de todos los problemas en el Islam. Reclamando que las acciones de Asamblea de los Especialistas constituían “una revolución contra la revolución” ellos amenazaban ir a público con su versión original de Constitución. Es totalmente posible que si el país pudiese escoger, la versión de Bazargan sería la escogida”[7].

Rehenes de la embajada norteamericana.

En medio de esta crisis, el gobierno Carter acepta el ingreso del Sha Reza Pahlevi en los Estados Unidos, para tratamiento médico. El 4 de noviembre, un grupo de 400 estudiantes invade la embajada americana. Alegan que, a ejemplo de 1953, los Estados Unidos preparaban un golpe para tornar al Sha nuevamente soberano del país. En la búsqueda por retomar relaciones diplomáticas regulares con los Estados Unidos, el gobierno provisorio exigió el retiro inmediato de los estudiantes. Pero Khomeini apoyó a los estudiantes y aprovechó esto para desprestigiar a Bazargan y el gobierno provisorio publicando memorandos de la embajada que contenían negociaciones entre el gobierno provisorio y los americanos (claro que los memorandos con negociaciones entre el Ulama y los americanos no fueron divulgados).

La mayoría de la izquierda apoyó a Khomeini en esta jugada. Bazargan renunció al gobierno provisorio y Khomeini, en medio de un sentimiento generalizado de unidad nacional, convocó a un referendo sobre la propuesta de Constitución, para los días 2 y 3 de diciembre de 1979. El Frente Nacional, los muyahidines los fedayins, y varias organizaciones kurdas y azerbaijanas boicotearon el referendo. Solamente 16 millones votaron, una reducción de 17% en relación con la votación anterior. La abstención fue particularmente grande en las provincias de las nacionalidades oprimidas.

La lucha de las nacionalidades oprimidas

La reacción contra la nueva Constitución, antes y después del referendo, fue particularmente grande en Azerbaiján. El ayatollah Shariatmadari emitió una fatwa [pronunciamiento legal en el Islam, ndt] contra la constitución, y el Partido Republicano Popular Islámico (MPRP) lideró un levantamiento en Tabriz con la toma del centro de radio y TV. Khomeini prometió más autonomía para la provincia y envió las milicias Pasdaran, que ocuparon las sedes del MPRP, ejecutaron a algunos participantes de las protestas, y disolvieron el partido.

El mismo tipo de tratamiento fue dado a las demás nacionalidades oprimidas, como los árabes, los balochis, los turcomenos y, particularmente, los kurdos, que estaban en rebelión desde abril de 1979 y cuya provincia fue invadida por el Pasdaran en 1982. Todas las áreas fueron retomadas y el partido democrático kurdo tuvo que refugiarse en Irak, en 1984.

Ascenso y caída de Bani-Sadr

En enero se realizan las elecciones presidenciales que son vencidas por Bani-Sadr, con 10,7 millones de votos. En segundo lugar quedó el almirante Madani, del Frente Nacional. En tercer lugar, el candidato del Partido Republicano Islámico del ayatollah Khomeini, que fuera apoyado también por el Tudeh (partido comunista).

En abril de 1980, el Consejo Revolucionario Islámico, a pedido de Khomeini, da un ultimato para que todas las organizaciones de izquierda dejaran las universidades. Sus milicias invaden las universidades y expulsan o ejecutan a los estudiantes de izquierda. Bani-Sadr anunció el inicio de una revolución cultural fortaleciendo con esto la represión a los estudiantes.

En el mismo mes, el gobierno americano hizo una tentativa fracasada de rescatar a los rehenes mantenidos dentro de la embajada americana, lo que fortaleció una vez más a Khomeini y sus aliados.

En junio y julio ocurrieron purgas y ejecuciones de oficiales de las fuerzas armadas y de funcionarios públicos. La milicia Hezbollah, también aliada de Khomeini, atacó la sede del partido Frente Nacional y cerró su periódico.

El 22 de setiembre de 1980, el gobierno iraquí liderado por Sadam Hussein, invade Irán con la alegación de intervención iraní en sus asuntos internos. En realidad, Sadam Hussein nunca aceptó las fronteras establecidas en el estratégico río Shatt El-Arab en 1975, y todavía apostaba a que la población de Cuzistán, rica en petróleo y en su mayoría árabe, lo apoyaría, lo que no ocurrió. Por el contrario, Khomeini aprovechó la guerra para explotar el sentimiento de unidad nacional y eliminar todas las disidencias restantes.

En ese momento, lo más importante era librarse del popular presidente electo Bani-Sadr. Este era crítico de una serie de políticas de Khomeini y sus aliados, tales como:

  1. el acuerdo con los Estados Unidos sobre los rehenes en la embajada americana, que fue muy favorable a los americanos (pero que abrió las puertas para la venta clandestina de armas americanas a Irán durante la guerra contra Irak);
  2. el apoyo a Hezbollah cuando este invadió un acto en el cual Bani-Sadr era orador;
  3. el apoyo al primer ministro Rajai, acusado por Bani-Sadr de violaciones a los derechos humanos, tortura y censura.

Finalmente, el 21 de julio, el parlamento vota su impeachment, que es confirmado por Khomeini al día siguiente. El 28 de julio, Bani-Sadr huye a Francia en un vuelo clandestino de la propia fuerza aérea iraní, ayudado por los Muyahidines.

La eliminación de las fuerzas de izquierda

Los Muyahidines se lanzaron a la lucha armada contra el régimen. Desde 1979, los Muyahidines eran blanco de ataques de apoyadores de Khomeini, que los llamaban hipócritas. Hezbollah había atacado y cerrado su sede ya en 1979. En un acto contra el impeachment de Bani-Sadr en junio de 1981, Hezbollah asesinó a militantes muyahidines presentes.

Su acción militar más importante fue la explosión de una bomba en el lugar de una conferencia del Partido Republicano Islámico, que mató a más de 70 personas, entre ellas al ayatollah Behesti, cuatro ministros y veinticinco diputados. En otras operaciones murieron el presidente Rajai, el primer ministro Bahonar, y el jefe de policía. Pero el levantamiento popular esperado por los Muyahidines no ocurrió y millares de sus militantes fueron ejecutados.

“En los 28 meses entre febrero de 1979 y junio de 1980, las cortes revolucionarias ejecutaron a 497 opositores políticos como ‘contrarrevolucionarios’ y ‘cultivadores de la corrupción sobre la Tierra’”[8]. La mayoría de estos eran simpatizantes del viejo régimen.

“En los cuatro próximos años, de junio de 1980 a junio de 1985 [sic.], las cortes revolucionarias ejecutaron a más de 8.000 opositores. Aunque su blanco fuesen principalmente los Muyahidines, ellos también persiguieron a otros e incluso hasta quienes se oponían a los Muyahidines. Las víctimas incluyen a los Fedayins y kurdos así como al Tudeh, el Frente Nacional, los simpatizantes de Shariatmadari. Muchos, incluyendo a Shariatmadari, simpatizantes de Bazargan y dirigentes del Tudeh, fueron obligados a aparecer en la televisión y revisar sus opiniones. Entonces, los números de ejecuciones de aquellos que participaron en la revolución son mucho mayores que entre los simpatizantes del Sha”[9].

“Finalmente, un último derramamiento de sangre en 1988, inmediatamente después de que Khomeini aceptase un cese el fuego mediado por la ONU y terminar con la guerra. (…) En cuatro semanas, cortes especiales instaladas en las principales prisiones ahorcaron a más de 2.800 prisioneros. Amnistía Internacional los describió como ‘prisioneros de conciencia’. Ex Muyahidines fueron ejecutados por sospecha de nutrir simpatías secretas por la organización. Izquierdistas fueron ejecutados por ‘apostasía’, por darle la espalda a Dios, al Profeta, al Corán, y la República Islámica”[10].

Los vientos de una nueva revolución

Las principales condiciones que llevaron a la poderosa revolución obrera y popular de 1979 no fueron resueltas.

La represión y la falta de libertades democráticas continuaron, y la desigualdad social aumentó particularmente luego de una serie de privatizaciones.

Varias protestas ocurrieron desde entonces. En julio de 1979 hubo seis días de protestas estudiantiles, por libertades democráticas, violentamente reprimidas.

En junio de 2009, ocurrieron las mayores protestas dentro de Irán desde la revolución de 1979. Los manifestantes protestaban contra el fraude electoral. Las manifestaciones continuaron hasta 2010. Este movimiento fue denominado “revolución verde”.

En febrero de 2011, comenzaron nuevas protestas en las ciudades de Teherán, Shiraz, Isfahan, Mashhad y Kermanshah (Kurdistán). En abril, hubo protestas en Ahwas, una región de mayoría árabe, con una gran producción de petróleo.

En diciembre de 2017, las protestas comenzaron en Mashhad por cuestiones económicas. En los días siguientes hubo protestas en varias ciudades y el movimiento pasó a combinar reivindicaciones por libertades democráticas y por mejores condiciones de vida.

Movimiento que en 2010 se conoció como “revolución verde”.

La relación con el imperialismo norteamericano tiene sus momentos de colaboración, como la liberación de los rehenes de la embajada, la compra de armas durante la guerra contra Irak, el apoyo al gobierno títere en Afganistán y en Irak, y el acuerdo nuclear. Pero tiene sus momentos de tensión, como las sanciones económicas en 1979, 1987, 2006 y, ahora en 2018, bajo el gobierno Trump.

El hecho es que solamente la clase trabajadora y los sectores oprimidos tienen interés en arrancar libertades democráticas, tener un nivel de vida digno, y mantener una posición antiimperialista coherente.

La gran debilidad es la ausencia de una organización revolucionaria, que tendrá que ser forjada en el calor de las luchas que vendrán.

[1] KEDDIE, Nikki, “Modern Iran – Roots and Results of Revolution”, Yale University, 2003.

[2] ABRAHAMIAN, Ervand, “History of Modern Iran”, Cambridge University Press, 2008.

[3] BAYAT, Asef, “Workers and Revolution in Iran: A Third World Experience of Workers’ Control”, Zed Books, 1987.

[4] Ídem.

[5] Ídem.

[6] KEDDIE, Nikki, “Modern Iran – Roots and Results of Revolution”, Yale University, 2003.

[7] ABRAHAMIAN, Ervand, “History of Modern Iran”, Cambridge University Press, 2008.

[8] Ídem.

[9] Ídem.

[10] Ídem.

Artículo original en portugués publicado en www.pstu.org.br

Traducido al castellano por Natalia Estrada.

 

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